sábado, 20 de septiembre de 2025

21 de septiembre del 2025: vigésimo quinto domingo del tiempo ordinario-ciclo C

 

Una elección que hacer

¡Qué extraña estafa la manera de actuar de este administrador! Está en peligro. Ya no tiene nada que perder y todo por arriesgar.

He aquí una parábola muy sorprendente, tanto más cuanto que Jesús parece elogiar a este truhan.

Cuando Jesús habla en parábolas, pone en escena personajes con los que uno se identifica o, por el contrario, que uno no quiere imitar de ninguna manera. También busca sorprender e incluso provocar reacciones para que la persona avance y se convierta.

Entonces, ¿qué actitud adoptar ante esta parábola?

En realidad, Jesús no alaba la deshonestidad, sino la habilidad de este administrador, que hará del dinero un medio al servicio de un fin.

Jesús denuncia el dinero visto como un ídolo al que se sirve y del que se llega a ser prisionero.

El dinero permite vivir, cuidar de los demás, ayudar, sanar, dar alegría; pero también puede convertirse en el amo de nuestra vida, una especie de dios que hace pensar que todo se compra.

Ahora bien, ni la vida ni la felicidad se compran. Una vez más, el mensaje de la parábola es la urgencia de la conversión, la atención al otro, al pequeño y al pobre. La riqueza de un hombre no se mide por su billetera, sino por su capacidad de amar y de dar la vida. ¡No podemos servir a dos señores!

Hay que elegir: ser libres o prisioneros; decidir quién es nuestro Dios, quién es nuestro Señor. Entonces seremos hijos de la luz. No podemos servir a Dios y al dinero.

¿Qué lugar soy capaz de dar a los pequeños y a los pobres en mi vida y en mi oración?


¿Soy prisionero de mis riquezas?


¿Soy lo bastante libre para denunciar lo que desfigura el rostro de Dios y del hombre, imagen de Dios?

Benoît Gschwind, évêque de Pamiers

 


Primera lectura

Am 8, 4-7

Contra los que “compran al indigente por plata”

Lectura de la profecía de Amós.

ESCUCHEN esto, los que pisotean al pobre
y eliminan a los humildes del país,
diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva,
para vender el grano,
y el sábado, para abrir los sacos de cereal
—reduciendo el peso y aumentando el precio,
y modificando las balanzas con engaño—
para comprar al indigente por plata
y al pobre por un par de sandalias,
para vender hasta el salvado del grano?».
El Señor lo ha jurado por la Gloria de Jacob:
«No olvidaré jamás ninguna de sus acciones».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 113(112),1-2.4-6.7-8 (R. 9,19a)

R. Alaben al Señor, que alza al pobre.

O bien:

R. Aleluya.

V. Alaben, siervos del Señor,
alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. 
R.

V. El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? 
R.

V. Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. 
R.

 

Segunda lectura

1 Tim 2, 1-8

Que se hagan oraciones por toda la humanidad a Dios, que quiere que todos los hombres se salven

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo.

QUERIDO hermano:
Ruego, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto.
Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos; este es un testimonio dado a su debido tiempo y para el que fui constituido heraldo y apóstol —digo la verdad, no miento—, maestro de las naciones en la fe y en la verdad.
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones.

Palabra de Dios

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecerlos con su pobreza. R.

 

Evangelio

Lc 16, 1-13 (forma larga)

No pueden servir a Dios y al dinero

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había
actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
Y yo les digo: gánense amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno, ¿lo de ustedes, quién se lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero».

Palabra del Señor.



Lc 16,10-13 (forma breve).

No pueden servir a Dios y al dinero

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno,
¿lo de ustedes, quién se lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero».

Palabra del Señor.

 

 

1

Introducción

Hermanos y hermanas en Cristo, paz y gracia del Señor.

Hoy celebramos el XXV Domingo del Tiempo Ordinario en el ciclo C; vivimos también en el contexto del Año Jubilar que la Iglesia ha convocado para renovar nuestra vida, para que cada creyente recobre la propiedad más profunda de su ser, se libere de ataduras y se transforme por la gracia de Dios.

Las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar seriamente sobre cómo administramos lo que Dios nos ha dado — nuestras riquezas, nuestro tiempo, nuestros talentos — y cómo vivimos la justicia, la misericordia y la fidelidad.


Primera lectura: Amós 8,4-7

El profeta Amós denuncia con gran valentía prácticas injustas: alteración de las balanzas, aumento de precios, explotación del pobre, compra del necesitado con migajas, adulteración de lo que se vende (hasta vender salvado como trigo.

Estas imágenes son duras, pero son espejo de muchas realidades: cuando los pobres son “comodines”, cuando la dignidad humana se reduce a cifra, cuando la justicia económica se olvida. Amós nos llama al despertar de la conciencia: Dios no olvida, Dios juzgará.


Salmo responsorial: Salmo 112

El salmo se convierte en eco y contrapeso: alaba al Señor, que se inclina hacia el humilde, que levanta del polvo al desvalido, que no abandona al pobre.

Este Salmo nos muestra el corazón de Dios: compasión, cercanía. El justo, dice, no se olvida del pobre, sino que actúa: el justo se convierte en instrumento de la alabanza de Dios cuando vive en solidaridad.


Segunda lectura: 1 Timoteo 2,1-8

Pablo exhorta a que se hagan oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, incluso por los gobernantes, para que podamos vivir vida apacible y digna, entregada a Dios, en verdad.

Esta lectura nos ubica en otra dimensión: nuestra responsabilidad de ciudadano/a del Reino, la necesidad de orar y actuar por la justicia, por la paz, por condiciones dignas para todos, como expresión de nuestra fe.


Evangelio: Lucas 16,1-13

Jesús presenta la parábola del administrador infiel o astuto. Se le acusa de derrochar los bienes de su señor; éste lo llama a dar cuentas, pues lo que gestionaba le pertenece al otro. Jesús usa esta parábola para enseñarnos: si no somos fieles en lo pequeño, ¿cómo esperaremos serlo en lo grande? No podemos servir a Dios y al dinero.

En este relato aparece la expresión de “riqueza injusta” o “dinero tramposo” — es decir, bienes, dinero, poder que pueden corromper, engañar, crear desigualdad, falsas seguridades. Jesús propone usar esos bienes como herramientas para el bien, la justicia, la amistad.


Conexión con el Año Jubilar

El Año Jubilar nos invita a renovar: reconciliarnos con Dios, con los hermanos, con la creación; soltar aquello que oprime, aquello que nos ata — riqueza egoísta, injusticias, indiferencia ante el pobre —, para recobrar la propiedad de nuestra dignidad, de nuestra vocación de hijos de Dios.

En el Jubileo bíblico (véase Levítico, Números, Deuteronomio), cada cincuenta años se liberaba a los siervos, se perdonaban deudas, se retornaba la tierra a sus propietarios originales — señal de que todo viene de Dios y pertenece a Dios; nosotros somos administradores.

Hoy ese espíritu jubilar ilumina las lecturas: Amós condena la explotación, Lucas nos llama a rendir cuentas, Pablo a orar por la dignidad de todos; el Salmo nos recuerda la belleza de la compasión de Dios.


Desarrollo temático: Administración cristiana de lo que Dios nos ha dado

1.    Reconocer que todo me ha sido dado como don
Nada – ni talento, ni tiempo, ni bienes materiales – es producto exclusivo mío. Dios es dador, proveedor. Nuestra vida, oportunidades, habilidades, se nos confían para un propósito: servir, amar, construir Reino.

2.    Ser conscientes de la responsabilidad de rendir cuentas
Al igual que el administrador de la parábola fue llamado a dar cuenta, nosotros también tendremos ese momento. No ante los hombres, sino ante Dios. Así que cabe preguntarnos: ¿cómo estoy usando mis dones? ¿Estoy haciendo justicia? ¿Estoy ayudando al que sufre? ¿Estoy construyendo amistad? ¿Estoy sirviendo al prójimo?

3.    El “dinero tramposo” como prueba de fidelidad
Jesús no sólo advierte del peligro que tiene el dinero de esclavizarnos, sino que propone usarlo bien: compartir, aliviar la miseria, construir puentes de solidaridad. Cuando el administrador usa su posición para asegurar amigos, Jesús lo reconoce como astuto (aunque no como modelo moral completo); lo que se destaca es su previsión: usó lo que tenía para lo que importaba.

En el mundo, muchos ponen toda su energía en amasar riquezas, en la seguridad material, la acumulación; Jesús nos propone invertir en lo eterno: en la justicia, en la misericordia, en la dignidad humana. Esa inversión tiene rendimientos eternos.

4.    Vivir el Jubileo aquí y ahora

o   Perdonar y reconciliar relaciones rotas.

o   Liberarse de lo innecesario (acumulaciones, consumismo, injusticias personales o comunitarias).

o   Compartir: bienes materiales, talentos, tiempo, para quienes más lo necesitan.

o   Orar: pedir al Señor gracia para ver lo que Él ve, para tener corazón misericordioso.


Aplicación concreta

Para nuestra comunidad parroquial, algunas líneas de acción podrían ser:

  • Identificar a los necesitados en nuestra comunidad: personas solas, familias pobres, quienes sufren injusticias económicas; ¿cómo podemos acompañarles concretamente?
  • Promover espacios de corresponsabilidad: proyectos donde los talentos se pongan al servicio de otros (educación, cuidado, solidaridad).
  • Reflexionar individualmente: ¿qué hago con mi dinero, mi tiempo? ¿Lo ofrezco para compartir, para embellecer el Reino de Dios?
  • Vivir la conversión personal: examinar las ataduras que me impiden liberar al otro, liberar a mí mismo; reconocer el dinero, la comodidad, el egoísmo, como posibles ídolos.

Conclusión y llamada al compromiso

Hermanos y hermanas, el Señor no nos advierte para condenarnos, sino para despertarnos. En el Año Jubilar, Dios nos quiere restaurar: que vivamos como verdaderos hijos e hijas, que lo que poseemos no nos posea; que nuestras riquezas interior y exterior sean cauces de gracia, de justicia y de amor.

Hoy Jesús nos invita: “Sé fiel en lo poco para que te confíe lo mucho”, “No podéis servir a dos señores”. Que podamos elegir siempre servir a Dios, sirviendo al prójimo, actuando con justicia, compartiendo lo que somos y lo que tenemos.

Pidámosle al Señor la gracia de la autenticidad cristiana: amar con generosidad, administrar con responsabilidad, vivir con sencillez, para que cuando llegue la hora de rendir cuentas, no tengamos vergüenza, sino alegría al presentar ante Él lo que con amor hemos construido.


Oración final

Señor Dios nuestro, en este Año Jubilar te damos gracias por los dones recibidos: la vida, la fe, las habilidades, los bienes.

Te pedimos sabiduría para ser buenos administradores: que usemos lo que nos has dado no para aislarnos, sino para unirnos, no para acumular solo para nosotros, sino para compartir.

Que tu justicia se extienda sobre nosotros; que tu misericordia nos impulse a reparar lo que está roto; que tu luz ilumine las sombras de nuestras conciencias.

Que seamos instrumentos de paz, de fraternidad, de dignidad humana.

Señor, haz de mi corazón un corazón jubileño: siempre abierto, siempre grato, siempre dispuesto a amar.

Amén.

 

2

 

Introducción

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Hoy, durante este fin de semana dedicado al amor y la amistad en Colombia, celebramos también el Domingo XXV del Tiempo Ordinario, bajo el ciclo C, y dentro del marco del Año Jubilar. Dios nos regala este momento para revisar nuestros corazones: no sólo lo que decimos, sino cómo vivimos lo que poseemos —el dinero, los talentos, nuestro tiempo— y cómo estos bienes se reflejan en nuestras relaciones, en el amor y la amistad.

Escuchamos hoy lecturas que denuncian la injusticia económica, alaban la misericordia divina hacia los humildes, nos llaman a la oración por todos, y nos confrontan con la posibilidad de servir sólo a un Señor: ¿seremos esclavos del dinero o verdaderos amigos, verdaderos servidores del amor?


I. Las lecturas del día: una mirada comprensiva

1.    Amós 8,4-7 nos revela prácticas intolerables: el despojo del pobre, el engaño en las balanzas, la explotación, comprar al necesitado por migajas, vender lo malo como si fuese bueno. Dios no olvida esas cosas, y llama a la conversión.

2.    El Salmo 112 proclama que Dios levanta al pobre, lo saca del polvo, lo sienta entre los príncipes de su pueblo. Es una imagen poderosa: lo que el mundo desecha, Dios lo ennoblece.

3.    En 1 Timoteo 2,1-8, Pablo insiste en que oremos por todos, incluso por quienes ejercen autoridad, para vivir vidas tranquilas y dignas. Dios quiere la salvación de todos, porque Cristo se dio por todos.

4.    El Evangelio de Lucas 16,1-13 presenta la parábola del administrador infiel. Jesús nos cuestiona con una historia difícil: un hombre que actúa con astucia para asegurar su futuro cuando su señor lo despide. Jesús pone de relieve dos cosas: la fidelidad incluso en lo pequeño, y que no podemos servir a Dios y al dinero al mismo tiempo.


II. Reflexión

Ante esta parábola contada hoy Jesús en el evangelio hay una elección que hacer: ¿a quién servimos? Se nos presenta un administrador que, aunque está en peligro, aún puede escoger. Se nos dice que Jesús no alaba la deshonestidad, sino la astucia – es decir, la capacidad de usar los recursos como medios para algo mayor que uno mismo.

El dinero puede servirnos para bien: para vivir, cuidar de otros, compartir, hacer alegría, amor, amistad. Pero también puede convertirse en un amo cruel, un dios falso que promete seguridad, prestigio o bienestar, pero que termina aprisionando el corazón.

Hoy, en este fin de semana del amor y la amistad, la parábola nos invita a reflexionar: ¿qué lugar damos a los “pequeños”, a los necesitados, al hermano herido? ¿Somos libres para amar, para dar sin esperar, para elegir al otro, pues la amistad cristiana exige renuncia, escucha, servicio?


III. Aplicaciones concretas en el Año Jubilar y en nuestra vida cristiana

En el contexto del Jubileo, Dios nos llama a renovarnos, a liberarnos de lo que oprime y a vivir con mayor entrega, compasión y fraternidad.

1.    Elegir a nuestro Señor

Cada día, en decisiones pequeñas —¿usted a quién sirve cuando decide gastar, cuando decide dedicar su tiempo, cuando decide con quién relacionarse? — se revela a quién hemos elegido como Señor: al dinero, al egoísmo, al prestigio… ¿O a Dios y al hermano?

2.    Ser amigos del pobre, de quien sufre


En una cultura que celebra bajo los lemas “amor” y “amistad”, hacer amistad auténtica incluye solidaridad: estar disponibles, compartir tiempo, atender al herido, acompañar al que sufre, no usar la amistad como mercancía, sino como entrega.

3.    Fidelidad en lo pequeño

Jesús nos advierte: si no somos fieles en lo poco, ¿cómo nos confiará lo grande? Ser fiel significa honestidad cotidiana, integridad en lo financiero, en las palabras, en los compromisos familiares, comunitarios. Significa cumplir con lo justo, no engañar, no manipular.

4.    Libertad para denunciar lo que desfigura

Cuando vemos injusticias —económicas, sociales, morales— Jesús nos invita a no permanecer indiferentes. En la fidelidad a Dios, hay también profetismo: decir la verdad, acompañar al débil, denunciar los sistemas que aplastan. En el Año Jubilar, ese denunciar debe hacerse siempre con misericordia, con ánimo de restaurar, reconstruir.


IV. Amor, amistad y riqueza verdadera

Celebramos el amor y la amistad, preciosos dones de Dios. Y Dios nos revela que la amistad más profunda no se compra, no se mide en regalos, no se mide en estatus, sino en entrega, fidelidad, servicio.

  • Un amigo es quien comparte, aun cuando no tenga mucho.
  • Un amigo es el que da su tiempo, su escucha, su apoyo, su lealtad.
  • Un amigo es quien sufre con el otro, se alegra con el otro.

Si nuestras amistades se basan en lo material, en lo que puedo dar o recibir, corren el riesgo de ser frágiles, utilitarias. Pero si nos basamos en la compasión, en la solidaridad, en la donación generosa, entonces construimos relaciones capaces de resistir pruebas, de ser luz en medio de la oscuridad.


V. Invitación decisiva: elección de vida

Hoy, ante Dios, les propongo:

  • Elijan servir a Dios sobre todas las cosas. Que el dinero, los talentos, el tiempo sean medios para amar, no ídolos que domestican el alma.
  • Elijan la amistad generosa: con los pobres, con los necesitados, con quienes sufren.
  • Permitan que el Jubileo transforme sus gestos: que haya perdón, reconciliación, restitución, solidaridad tangible.

Conclusión

Hermanos y hermanas, vivimos un momento precioso. En este fin de semana del amor y la amistad, Dios nos invita a purificar nuestros afectos: que no estemos enamorados del dinero, del poder, del prestigio… sino del humilde Dios hecho pobre, del Dios que nos llama a amar hasta dar la vida.

Que este Año Jubilar sea para nosotros un tiempo de renovación de la amistad con Dios, de fidelidad con los dones que Él nos ha dado, de generosidad para con nuestros hermanos. Que al final de la vida podamos escuchar: “Bien, buen siervo, entrégate a lo que es verdadero, entra en la alegría de tu Señor”.


Oración final

Señor Jesús, Tú que elegiste ser amigo de los pobres, que te hiciste pobre por nosotros, que enseñaste que no podemos servir a dos amos, te pedimos:

Danos corazón libre para servirte solo a Ti.
Convierte nuestros bienes en medios de solidaridad, nuestras amistades en testimonios de tu amor.
Haz que este Año Jubilar sea para nosotros año de elección, de conversión, de reconciliación, de compartir.

Que el amor y la amistad verdadera florezcan en nuestras vidas como señales de tu Reino.

Amén.

 

 

3

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, que la paz y la gracia del Señor estén con todos vosotros.

Hoy la Palabra de Dios nos sacude, nos hace mirar dónde ponemos nuestro afecto, nuestra energía, nuestras prioridades. En este Año Jubilar, Dios nos regala la ocasión de renovar nuestro compromiso, de reenfocar la vida hacia lo verdaderamente importante.

El evangelio de este domingo nos habla de prudencia sobrenatural, de cómo los “hijos de luz” debemos aprender a usar nuestras facultades —el tiempo, los talentos, los bienes, la inteligencia— con sabiduría, no simplemente movidos por lo pasajero, lo beneficio inmediato o las miradas de los hombres, sino por la voluntad de Dios. Esa prudencia nos invita a ordenar nuestra existencia de tal modo que todo realce el amor, la justicia, la verdad, la misericordia.

Hoy contemplaremos cómo Amós, como Salmo 112 y Pablo en la carta a Timoteo, nos invitan a esa misma conversión, esa misma prudencia espiritual, y veremos cómo podemos aplicarla en este momento de gracia jubilar.


I. Lectura de Amós 8,4-7: la denuncia de la injusticia económica

El profeta Amós denuncia prácticas que ultrajan a los más débiles: sobreprecios, medidas falsas, explotación de los pobres, venta de productos de mala calidad, abuso de la necesidad del otro como oportunidad de lucro.

Estas cosas no son solo errores técnicos, sino signos de un corazón endurecido. Personas que dicen adorar a Dios, que cumplen con los cultos, que incluso están atentas al calendario religioso, pero cuyas acciones cotidianas hieren al otro, pisotean la justicia, manipulan la verdad, buscan su beneficio sin importarle la dignidad humana. Amós no calla: Dios ve, recuerda y exige rectitud.

En el contexto del Año Jubilar, esta lectura nos llama a ese examen: ¿Dónde en nuestra vida, en nuestra comunidad, estamos permitiendo que la codicia, el egoísmo, la indiferencia hacia los pobres se cuelen silenciosamente? ¿Dónde hemos dejado que nuestro trato con los demás o con los bienes sea injusto, aún sin darnos cuenta?


II. Salmo 112: bendición de los que temen al Señor

El Salmo le canta la belleza de quien “teme al Señor”, de quien vive con reverencia, honra sus mandamientos, confía sin vacilar. Habla de una justicia que no se vende, de generosidad, de compasión, de integridad que resplandece incluso en la adversidad

No es promesa de una vida sin problemas, sino de una fidelidad que lleva a experimentarla presencia de Dios, aun en medio de la oscuridad. Quien teme al Señor no vive dominado por el miedo, por la ansiedad de perderlo todo, sino con la seguridad de que Dios es justo, que Él se inclina hacia el necesitado, lo sostiene y lo levanta. Esa confianza da valor para elegir el bien, aún cuando lo justo no convenga, aún cuando exigir justicia imponga riesgos personales.


III. Segunda lectura: 1 Timoteo 2,1-8: oración y universalidad de la salvación

Pablo exhorta a que se hagan oraciones, súplicas, intercesiones y acciones de gracias por todos, incluso por los gobernantes, para que vivamos una vida apacible, digna, piadosa.

La comunidad cristiana no puede encerrarse en intereses particulares o personales. Tiene una dimensión universal: la salvación, la dignidad, la justicia para todos. Oramos no sólo por los que amamos, no sólo por los que comparten nuestras ideas, sino también por quienes no conocemos, por quienes sufren, por quienes necesitan reparación. Esa oración forma parte de la prudencia sobrenatural: reconocer que todo lo que hacemos tiene impacto más allá de nuestro círculo, que somos interdependientes, que la justicia y la paz no son bienes parciales sino bienes comunes.


IV. Lectura evangélica y el comentario sobre la “prudencia sobrenatural”

En la parábola del administrador deshonesto (Evangelio de Lucas 16,1-13) Jesús elogia no la deshonestidad, sino la astucia, la habilidad para mover recursos, anticiparse, usar lo que se tiene para lo que realmente importa.

Los “hijos de este mundo” —los que buscan riqueza, poder, comodidad— muchas veces son más diligentes en usar su ingenio, su tiempo, su energía para objetivos materiales que los “hijos de la luz” para cosas espirituales: oración, caridad, amistad, justicia, amor. El reto es grande: aprender a usar esa inteligencia, esa energía, pero alineada con el Reino de Dios.


V. Integración: prudencia natural y sobrenatural al servicio del Jubileo

¿Qué significa vivir esta prudencia cristiana, especialmente en este Año Jubilar?

  • Reordenar prioridades: ver qué cosas ocupan mi tiempo, mi esfuerzo, mi preocupación. ¿Qué está primero en mi lista de proyectos, de sueños, de preocupaciones? ¿Dios, el servicio, la justicia, la amistad, la misericordia están al tope? ¿O lo material, lo inmediato, lo cómodo?
  • Vivir justicia concreta: como Amós, denunciar y reparar lo que sea injusto: prácticas de explotación, oportunismo económico, desigualdades abusivas. Ser agentes de justicia en lo ordinario: en el comercio, en el trabajo, en nuestras relaciones.
  • Oración auténtica: no como rutina, sino intercesión real por todos —por los que mandan, por los que sufren, por los invisibles—. Pedir que Dios nos dé “prudencia sobrenatural” para discernir su voluntad, para actuar con sabiduría, para priorizar lo eterno sobre lo efímero.
  • Generosidad y cercanía: uso de bienes, talentos, tiempo no para agrandar mi vida solamente, sino para compartir con los que lo necesitan. Construir amistades verdaderas, ser presencia de luz, servicio, consuelo. Porque la riqueza de la vida no se mide en lo que poseo, sino en lo que doy.
  • Conversión continua: pedir al Señor un corazón que se convierta, que no se conforme, que no se deje anestesiar por la comodidad, por la riqueza, por la indiferencia. Aprovechar este Año Jubilar como tiempo de gracia para cambiar lo que deba cambiar, para liberar lo que esclaviza, para amar más profundamente.

VI. Aplicaciones concretas para nuestra comunidad

  • Que en nuestra parroquia, en nuestros grupos, haya espacios de reflexión: “¿En qué uso mi tiempo y mis recursos?”. Que podamos compartir testimonios de conversión concreta, de personas que han decidido reordenar su vida.
  • Que fomentemos proyectos sociales: ayuda al necesitado, acompañamiento, compartir lo que tenemos, no solo con dinero, sino con tiempo, escucha, amistad.
  • Que nuestra oración comunitaria incluya intercesión por justicia, por quienes padecen las desigualdades económicas, por líderes locales para que gobiernen con equidad y compasión.
  • Que los jóvenes, las familias, los mayores se animen a vivir el servicio no como algo agotador, sino como llamado gozoso, como parte de la vocación de hijos de Dios, beneficiados del Jubileo.

VII. Conclusión

Amados hermanos y hermanas: “prudencia sobrenatural” no es un lujo ni una virtud opcional: es imprescindible si queremos ser de los hijos de luz, si queremos que nuestra vida tenga sentido eterno, si queremos que este año jubilar marque de verdad un antes y un después en nuestra espiritualidad.

Dios nos llama hoy a elegir: ¿servir al dinero, al ego, a nuestra comodidad? ¿O servirle a Él, amar al hermano, vivir con justicia, generosidad, oración, amistad? Que el temor santo del Señor, la reverencia por su voluntad, la justicia para con los pobres, la oración por todos, y la amistad entregada sean los signos con los que Él nos reconozca como sus hijos e hijas.

Pidamos al Señor:

Señor sabiduría y prudencia divina,
que mi vida, mis deseos, mis proyectos, estén alineados con tu voluntad,
que use el tiempo, los talentos, los bienes para amarte, servirte, glorificarte, y amar a mi hermano.
En este Año Jubilar, haz de mí un discípulo de luz.

Amén.

 

 

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