Santo del día
San Vicente de Paúl
1581-1660. «Sirviendo
a los pobres, se sirve a Jesucristo»: tal era la convicción de Monsieur
Vincent, fundador de las Damas de la Caridad (hoy Equipos de San
Vicente), de los Sacerdotes de la Misión (o Lazaristas) para la evangelización
del campo, y de las Hijas de la Caridad para el alivio de la miseria.
Paso a paso
(Lc 9, 43b-45) Los
discípulos no comprenden: las palabras del Señor permanecen veladas para ellos.
Para ellos, como para nosotros, se trata de aprender a llevar preguntas,
situaciones y acontecimientos que, a simple vista humana, no tienen sentido ni
salida.
La fe cristiana no aporta una
respuesta inmediata a todos los “¿por qué?”. Es una luz que nos permite avanzar
paso a paso, incluso cuando la oscuridad parece cubrir toda nuestra existencia.
Bertrand Lesoing, prêtre de la
communauté Saint-Martin
Primera lectura
Za
2,5-9.14-15a
Voy
a habitar en medio de ti
Lectura de la profecía de Zacarías.
LEVANTÉ los ojos y vi un hombre que tenía en su mano un cordón de medir. Le
pregunté:
«¿Adónde vas?».
Me respondió:
«A medir Jerusalén para ver cuál es su anchura y cuál su longitud».
El mensajero que me hablaba salió y vino otro mensajero a su encuentro. Me dijo:
«Vete corriendo y dile al oficial aquel:
“Jerusalén será una ciudad abierta a causa de los muchos hombres y animales que
habrá en ella; yo le serviré de muralla de fuego alrededor y en ella seré su
gloria”.
Alégrate y goza, Sion,
pues voy a habitar en medio de ti
—oráculo del Señor—.
Aquel día se asociarán al Señor
pueblos sin número;
ellos serán mi pueblo».
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
Jr 31,10. 11-12ab.13 (R. cf. 10d)
R. El Señor nos guardará
como un pastor a su rebaño.
V. Escuchen, pueblos, la
palabra del Señor,
anúncienla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño. R.
V. Porque el Señor
redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sion,
afluirán hacia los bienes del Señor. R.
V. Entonces se alegrará
la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Nuestro Salvador,
Cristo Jesús, destruyó la muerte e hizo brillar la vida por medio del
Evangelio. R.
Evangelio
Lc
9,43b-45
El
Hijo del hombre va a ser entregado. Les daba miedo preguntarle sobre el asunto
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus
discípulos:
«Métanse bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no
captaban el sentido.
Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
Palabra del Señor.
1
Dios en medio de su pueblo
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy la Palabra de Dios nos abre a una doble
experiencia de fe: la certeza gozosa de que Dios habita en medio de su
pueblo (Za 2,5-9.14-15a), y la difícil pero luminosa revelación de Jesús
acerca de su pasión y muerte (Lc 9,43b-45). Entre ambas lecturas se abre un
horizonte de esperanza que nos invita a vivir la alegría del Evangelio en medio
de nuestras luchas y sufrimientos.
1. Dios que camina con su pueblo
El profeta Zacarías habla a una comunidad que
regresa del exilio, con las ruinas de Jerusalén todavía humeantes y con la
memoria herida. Y, sin embargo, anuncia un mensaje de consuelo: “Yo mismo
seré muralla de fuego en torno a ella, y gloria en medio de ella”.
Ya no habrá necesidad de muros, porque la verdadera seguridad del pueblo no
estará en piedras ni ejércitos, sino en la presencia de Dios mismo. Jerusalén
será una ciudad abierta, sin fronteras excluyentes, donde muchas naciones
reconocerán al Señor.
Este mensaje resuena hoy con fuerza en nuestro Año
Jubilar de la esperanza: somos llamados a ser una Iglesia sin murallas,
abierta, misionera, que acoge y anuncia que Dios vive en medio de nosotros. La
parroquia, la comunidad cristiana, no puede ser un recinto cerrado; debe ser
una casa con las puertas abiertas, un templo donde todos puedan encontrar consuelo,
escucha y fraternidad.
2. Jesús anuncia el misterio de
su entrega
El Evangelio de san Lucas nos muestra el contraste:
mientras la gente se llena de admiración por los milagros de Jesús, Él toma la
palabra para anunciar su pasión: “El Hijo del hombre va a ser entregado en
manos de los hombres”.
Los discípulos no entienden; prefieren soñar con glorias humanas y un Mesías
poderoso. Jesús, en cambio, ve su vida como un camino hacia la entrega total en
la cruz.
Aquí se nos revela un misterio profundo: la “entrega”
de Cristo es, al mismo tiempo, traición humana y proyecto divino. Judas lo
entrega por ambición, pero es el Padre quien permite esta entrega para la
salvación del mundo. Como dice Paul Claudel: “Dios escribe derecho con
renglones torcidos”.
La cruz, que parece fracaso, es en realidad el
triunfo del amor. La muerte, que es el límite más doloroso de nuestra
existencia, se convierte en puerta a la vida cuando se acoge en la confianza y
el amor.
3. Esperanza en medio de las
pruebas
Vivimos en un mundo marcado por la injusticia, la
violencia, la pobreza y la incertidumbre. También nosotros, como los
discípulos, a veces no entendemos los caminos de Dios y nos desconciertan sus
planes. Pero el Evangelio de hoy nos enseña a confiar: aunque la historia esté
atravesada por traiciones y cruces, el Señor realiza su proyecto de salvación.
En este Año Jubilar, somos Peregrinos de la
Esperanza. No caminamos solos: Dios está en medio de nosotros como muralla
de fuego, como fuerza protectora, como amor que nos sostiene incluso en la
muerte. La cruz nos despoja del egoísmo, nos vacía de nosotros mismos, y nos
abre al amor trascendental que nos lleva al Reino prometido.
4. Testigos de la esperanza:
María y San Vicente de Paúl
Hoy la Iglesia recuerda a San Vicente de Paúl,
testigo incansable de la caridad. Él supo descubrir a Cristo en los pobres y
hacer de la entrega de su vida un evangelio vivo. Nos enseña que Dios habita en
medio de su pueblo, especialmente en los más necesitados.
Recordamos también a la Virgen María, Madre de la Iglesia, que en cada
sábado nos acompaña como modelo de confianza. Ella aceptó la cruz de su Hijo y
se mantuvo de pie al pie del Calvario. Con ella aprendemos a transformar el
dolor en esperanza, y la entrega en fuente de vida.
5. Aplicación para nuestra
comunidad
Queridos hermanos, en nuestra realidad de Colombia
y de nuestras islas caribeñas, donde tantos sufren la violencia, la pobreza y
la exclusión, esta Palabra es un llamado urgente:
- A
ser comunidad abierta, sin muros de indiferencia ni de prejuicio.
- A
vivir la cruz no como derrota, sino como semilla de esperanza.
- A
ser servidores de los pobres, siguiendo el ejemplo de San Vicente de Paúl.
- A
confiar en que, aun en medio de las pruebas, Dios camina con nosotros.
Conclusión
El Jubileo nos recuerda que “Dios está con
nosotros”. Que nuestra vida no quede atrapada en el miedo ni en la
incomprensión, sino que se abra a la certeza de que la cruz de Cristo es fuente
de vida. Como dice la primera bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres
de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
Pidamos a María y a San Vicente de Paúl que
intercedan por nosotros, para que vivamos este tiempo jubilar con un corazón
abierto, lleno de esperanza, y con la alegría de sabernos siempre acompañados
por el Dios que habita en medio de su pueblo.
Amén.
2
Avanzar paso a paso en la fe
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
El
Evangelio de este día nos sitúa en un momento delicado de la vida de Jesús y de
sus discípulos. Mientras la multitud se admira de los signos del Maestro, Él
anuncia nuevamente su pasión. Pero los discípulos no comprenden; sus palabras
les resultan veladas, y temen incluso preguntarle. Es la experiencia de caminar
con Jesús y, al mismo tiempo, encontrarse ante un misterio que supera nuestras
fuerzas.
1. El desconcierto de los discípulos
San
Lucas nos dice: “El Hijo del
Hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Pero ellos no entendían
estas palabras: les resultaban tan oscuras que no las captaban y tenían miedo
de preguntarle acerca de ellas” (Lc 9,44-45).
Este pasaje refleja nuestra propia vida. También nosotros nos encontramos ante
acontecimientos que no comprendemos: enfermedades repentinas, injusticias,
traiciones, muertes prematuras, fracasos personales. El corazón humano grita:
“¿Por qué?”. Pero la fe no nos da respuestas inmediatas ni fáciles.
Recordemos
que La fe no resuelve todos
los porqués, sino que ilumina para caminar paso a paso. Es como una
lámpara que no ilumina todo el camino de golpe, pero sí los siguientes pasos
que debemos dar.
2. La pedagogía de Dios: avanzar en la
oscuridad
El
camino de la fe no es un plano claro y evidente. Es más bien una escuela de
confianza. Dios no nos ahorra las pruebas, pero nos acompaña en ellas. A veces
sentimos que sus palabras están “veladas”, que no entendemos lo que ocurre. Y,
sin embargo, como en el caso de los discípulos, la historia demostrará que
detrás del aparente fracaso de la cruz estaba el triunfo de la resurrección.
San
Juan de la Cruz hablaba de la “noche oscura de la fe”. No es ausencia de Dios,
sino la forma en que Dios nos purifica para confiar más plenamente en Él. Es
aprender a amar y a creer sin ver.
3. El Jubileo: caminar como peregrinos de
esperanza
Este
pasaje resuena con fuerza en nuestro Año
Jubilar. El Papa nos ha invitado a ser Peregrinos de la Esperanza.
Y un peregrino no tiene todo claro de antemano: camina paso a paso, confiando
en que Dios le conduce. La peregrinación jubilar es un símbolo de la vida
cristiana: no sabemos todo, pero tenemos la certeza de que Dios está con
nosotros, incluso en medio de las sombras.
En
nuestro país y en nuestras islas, cuántas veces la vida parece estar cubierta
por la oscuridad de la violencia, la pobreza o la incertidumbre. Sin embargo,
la fe nos enseña a no desesperar, a dar un paso más, confiando en que Dios
conduce la historia hacia la luz de la resurrección.
4. María y los santos: modelos de confianza
paso a paso
En
este sábado recordamos a la Virgen
María, la mujer que avanzó en la fe paso a paso. Ella no
comprendió todo al inicio: el anuncio del ángel, la profecía de Simeón, la
huida a Egipto, la pérdida del Niño en el templo, la cruz en el Calvario. Pero
nunca dejó de confiar. Ella nos enseña que la fe es un sí renovado cada día,
aunque no tengamos todas las respuestas.
Recordamos
también a los santos, y de manera especial a San Vicente de Paúl, cuya memoria hoy celebramos. Él no tuvo una vida sin pruebas, pero supo leer en cada
acontecimiento un llamado de Dios a servir a los pobres. Su fe fue concreta: no
se quedó en preguntas sin respuesta, sino que tradujo la confianza en obras de
amor.
5. Para nuestra vida hoy
Queridos
hermanos, esta Palabra nos invita a:
·
No
asustarnos cuando no entendemos todo lo que nos pasa: la fe no es resolver
enigmas, sino confiar.
·
Aprender
a vivir con preguntas abiertas, confiando en que Dios nos dará la luz
suficiente para cada paso.
·
Ser
testigos de esperanza en medio de un mundo herido: que nuestro testimonio sea
una lámpara encendida para otros.
·
Seguir
caminando como peregrinos jubilares, convencidos de que Dios no nos abandona.
Conclusión
Jesús
anuncia su pasión, y los discípulos no comprenden. También a nosotros la vida
nos sitúa ante misterios oscuros. Pero el Evangelio nos asegura: aunque no
entendamos todo, podemos caminar confiados. La fe no es un mapa con todas las
respuestas, es una luz que nos permite avanzar paso a paso.
Pidamos
a María y a San Vicente de Paúl que nos acompañen en este camino, para que
seamos discípulos perseverantes, que caminan incluso en la oscuridad, con la
certeza de que al final nos espera la gloria de la resurrección.
Amén.
3
Un alma bien ordenada para acoger
la cruz
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo:
El Evangelio de hoy (Lc 9,44-45) nos sitúa en un
momento clave de la pedagogía de Jesús. Por segunda vez anuncia a sus
discípulos la pasión que lo espera: “El Hijo del Hombre va a ser entregado
en manos de los hombres”. Pero ellos no comprenden, y además tienen miedo
de preguntar. Es la experiencia de la fe puesta a prueba: escuchar palabras de
vida que, sin embargo, nos resultan oscuras, porque tocan lo más profundo de
nuestras resistencias humanas.
1. La esperanza de la primera
lectura: Dios en medio de su pueblo
El profeta Zacarías anuncia al pueblo recién salido
del exilio que Dios mismo será su muralla de fuego y su gloria en medio de
Jerusalén (Za 2,9). Esta imagen es poderosa: el Señor no solo protege desde
fuera, sino que habita dentro, como fuente de vida y alegría. La ciudad no
necesitará muros, porque su verdadera fortaleza es la presencia del Dios vivo.
Este mensaje nos prepara para comprender el
Evangelio: aunque los discípulos teman y no entiendan la cruz, Dios no los abandonará.
La pasión no es ausencia de Dios, sino el modo misterioso en que Él se hace
presente en medio de su pueblo.
2. El eco del salmo: el Señor
cuida a su rebaño
El salmo responsorial (Jer 31) añade otro matiz: “El
Señor guarda a su rebaño como un pastor”. Es una invitación a confiar
incluso en medio de las pruebas. El pueblo disperso será reunido, los que
lloraban danzarán, y los que estaban tristes serán consolados. La liturgia, por
tanto, no nos deja en la incomprensión de los Apóstoles, sino que nos recuerda
que todo dolor está atravesado por la promesa de alegría y plenitud.
3. La incomprensión de los
discípulos
Los Apóstoles amaban a Jesús, lo seguían con
entusiasmo y lo habían visto obrar milagros sorprendentes. Pero, cuando Él
habla de entrega, rechazo, sufrimiento y muerte, sus corazones se bloquean. San
Lucas subraya: “no entendían estas palabras; les estaban veladas”. Es
decir, sus afectos —el cariño humano, el apego a la figura del Maestro— no les
permiten comprender el misterio más grande: que el amor de Dios se revela en la
cruz.
Aquí hay una lección psicológica y espiritual:
nuestros afectos no siempre están bien ordenados. A veces los dejamos guiar más
por el miedo a perder, por la resistencia al dolor o por la búsqueda de
seguridades humanas, que por la voluntad de Dios.
4. El contraste con María, mujer
de fe
La Virgen María es la que mejor encarna la primera
lectura y el salmo: ella se sabe habitada por Dios y guiada por el Pastor.
Aunque la cruz de su Hijo le hiere profundamente, su corazón permanece bien
ordenado en la voluntad del Padre. Por eso puede sostenerse en pie al pie del
Calvario.
En María no hay contradicción entre el dolor humano
y la confianza divina: su fe es pura, confiada, jubilosa incluso en la
oscuridad. Ella es modelo de cómo vivir con un alma bien ordenada.
5. El Jubileo: Peregrinos de la
esperanza
En este Año Jubilar, la Palabra nos invita a
ser comunidad abierta como la Jerusalén sin murallas de Zacarías, a confiar
como el rebaño del salmo y a aprender como los discípulos a ordenar nuestros
afectos en la voluntad de Dios. La esperanza jubilar no significa negar la
cruz, sino descubrir que en ella está la fuente de vida y alegría.
Hoy, en medio de tantas pruebas sociales y
personales —violencia, pobreza, divisiones, miedos—, la liturgia nos recuerda:
Dios es muralla de fuego, Dios es pastor que reúne, Dios es guía que ilumina
paso a paso.
6. San Vicente de Paúl: testigo
de un alma ordenada
En este día celebramos también a San Vicente de
Paúl, cuya vida fue una entrega constante al servicio de los pobres. Él
supo vivir con un corazón purificado, libre de apegos desordenados, para amar
con el amor mismo de Cristo. En él se cumple la visión de Zacarías: una
comunidad abierta y sostenida por la presencia de Dios; y se encarna el salmo:
un pastor que guía a los más frágiles con ternura.
Conclusión
La liturgia de hoy nos muestra un camino:
- Zacarías
nos recuerda que Dios habita en medio de su pueblo.
- El
salmo nos asegura que el Señor cuida a su rebaño.
- El
Evangelio nos enfrenta al misterio de la cruz, que los discípulos aún no
comprenden.
Juntos, estos textos nos invitan a ordenar nuestro
corazón en la voluntad de Dios, a confiar paso a paso, y a vivir el Jubileo
como peregrinos de esperanza que saben que toda cruz desemboca en la alegría de
la resurrección.
Pidamos a María, al buen Pastor y a San Vicente de
Paúl que intercedan por nosotros, para que tengamos un alma bien ordenada y
confiada en el Señor que siempre está en medio de su pueblo.
Amén.
27 de septiembre:
San Vicente de Paúl, Presbítero —
Memoria
c. 1581–1660
Patrono de las sociedades y trabajadores caritativos, de los caballos,
hospitales y trabajadores hospitalarios, leprosos, objetos perdidos, prisioneros,
ayuda espiritual y voluntarios.
Canonizado por el Papa Clemente XII el 16 de junio de 1737.
Cita:
“Hermanos, esforcémonos por concebir una gran —una muy gran— estima por la
majestad y la santidad de Dios. Si los ojos de nuestra mente fueran lo suficientemente
poderosos como para penetrar siquiera un poco en la inmensidad de Su suprema
excelencia, ¡Jesús!, ¡con qué elevados sentimientos estaríamos llenos!
Podríamos decir fácilmente, como lo hizo San Pablo, que ojos nunca han visto,
ni oídos jamás han oído, ni mente ha imaginado nada comparable a ello. Dios es
un abismo de perfecciones, un Ser eterno, santísimo, purísimo, perfectísimo e
infinitamente glorioso, un Bien infinito que abarca todos los bienes y es
incomprensible en Sí mismo. Ahora bien, este conocimiento que tenemos, de que
Dios está infinitamente elevado sobre toda clase de conocimiento y sobre todo
entendimiento creado, debería bastarnos para estimarlo infinitamente, para
aniquilarnos en Su presencia y para hacernos hablar de Su suprema majestad con
un gran sentimiento de reverencia y sumisión; y en la medida en que lo
estimemos, también lo amaremos, y este amor producirá en nosotros un deseo
insaciable de reconocer Sus beneficios y de procurar verdaderos adoradores para
Él.”
~San Vicente de Paúl, conferencia a sus hermanos
Reflexión:
Vicente de Paúl fue el tercero de seis hijos
nacidos de campesinos pobres en la aldea de Pouy, en el Reino de Francia, a
unas 100 millas al norte de la frontera con el Reino de España. De niño trabajó
en los campos y cuidó el ganado, pero también mostró gran inteligencia. Aunque
era bastante devoto de niño, se avergonzaba de su pobreza y deseaba progresar
en la sociedad. Más tarde admitiría con vergüenza que incluso se avergonzaba de
su propio padre cuando era joven: “Me avergonzaba de caminar con él y de
reconocerlo como mi padre porque estaba mal vestido y un poco cojo.” Sin
embargo, el padre de Vicente no se avergonzaba de él y vio en su hijo mucho
potencial. Cuando Vicente era un adolescente, su padre vendió un buey para
poder enviarlo a estudiar formalmente.
Vicente fue enviado al seminario de Dax, una ciudad
a unas 100 millas al oeste, donde vivió con los frailes franciscanos. Años
después, fue enviado a la Universidad de Toulouse para estudiar teología y fue
ordenado sacerdote a los diecinueve o veinte años. (Nota: algunos historiadores
creen que nació en 1576 en lugar de 1581, por lo que es posible que se haya
ordenado a los veinticuatro o veinticinco años). Como quizá necesitó una
dispensa especial para una ordenación tan temprana, permaneció en Toulouse para
completar más estudios de teología y derecho canónico. Durante ese tiempo, pagó
sus estudios trabajando como tutor.
En 1604, el padre Vicente recibió una herencia de una
mujer adinerada y viajó a Marsella para vender la propiedad. Marsella estaba a
unas 200 millas al este de Toulouse a pie, pero podía alcanzarse más
rápidamente por barco. Tras vender la propiedad, fue invitado por un hombre a
acompañarlo en barco hasta el puerto de Narbona. Viajar por mar era peligroso,
pues muchos piratas musulmanes del norte de África patrullaban esas aguas
buscando esclavos. El padre Vicente decidió embarcarse hacia Narbona porque el
viento estaba a favor y el viaje sería rápido. Sin embargo, los piratas
interceptaron el barco, lo atacaron, mataron a algunos pasajeros e hirieron a
los demás. El padre Vicente recibió una flecha en el hombro. Una vez
capturados, fueron llevados al puerto norteafricano de Túnez, en la actual
Túnez, donde fueron humillados, tratados como animales y vendidos. Vicente
relata que durante los siguientes dos años fue comprado y vendido varias veces.
Finalmente, fue adquirido por un amo que había sido sacerdote franciscano pero
que se convirtió al islam, habiendo renegado de la fe católica para obtener su
libertad. El padre Vicente lo ganó de nuevo para la fe, lo ayudó a regresar al
cristianismo y juntos escaparon.
El cautiverio marcó profundamente a Vicente. Una de
sus motivaciones iniciales para ser sacerdote había sido escapar de la pobreza
campesina y llevar una vida más cómoda. Pero la experiencia de la esclavitud lo
transformó: su fe se profundizó y su preocupación por los pobres y los que
sufren creció. Quizá más que el seminario, fue la cautividad la que lo moldeó
en el santo que llegó a ser.
Tras regresar a Francia en 1607, Vicente conoció a
Mons. de Bérulle (más tarde cardenal Bérulle) y viajó con él a Roma, donde
continuó sus estudios. Bérulle fue un escritor influyente, considerado fundador
de la Escuela francesa de espiritualidad, un movimiento que promovía una
relación personal con Cristo, las obras apostólicas, una profunda devoción a la
Virgen María, el abandono a la voluntad de Dios y la confianza en la acción del
Espíritu Santo. Este movimiento influiría en muchos santos futuros, incluido
Vicente.
En 1609 fue enviado de vuelta a Francia para
coordinar la limosna de la reina Margarita de Valois. Fue un servicio breve,
pero fecundo, durante el cual comprendió el bien que los ricos podían hacer a
los pobres. En Francia también ejerció como párroco y entró al servicio de la
rica familia Gondi. En 1617 se convirtió en su capellán personal y tutor de sus
hijos. Mientras los servía, predicó misiones en el campo. La familia Gondi
supervisaba también a los prisioneros que remaban en las galeras de Francia.
Gracias a esta conexión, Vicente inició un ministerio con los prisioneros,
quienes tenían una gran necesidad espiritual. También fundó las Cofradías de
la Caridad, asociaciones de mujeres laicas de distintas clases sociales que
atendían a los pobres y enfermos.
En 1625, para responder a las crecientes
necesidades, Vicente fundó la Congregación de la Misión, conocidos
después como Vicentinos o Lazaristas. El año anterior ya había comenzado
con cinco sacerdotes colaboradores en las misiones rurales. La congregación se
dedicó a los campesinos pobres, privados de atención espiritual por la
negligencia del clero, y trabajó en la catequesis, la celebración de los
sacramentos y la dirección espiritual. Muy pronto comprendieron que hacía falta
una solución a largo plazo: mejorar la formación del clero. Así, en consonancia
con el Concilio de Trento, los vicentinos comenzaron a dirigir seminarios y a
ofrecer formación permanente a los sacerdotes. Al morir Vicente, la congregación
gestionaba once seminarios; un siglo después, controlaba cerca de un tercio de
los seminarios de Francia.
Ese mismo año, 1625, Vicente se convirtió en
director espiritual de la viuda (y futura santa) Luisa de Marillac. En
1629 la invitó a colaborar con las Cofradías de la Caridad. Juntos discernieron
la necesidad de una congregación religiosa que se encargara directamente del
servicio a los pobres. Así nació en 1633 la comunidad de las Hijas de la
Caridad, dedicadas a los pobres en hospitales, escuelas, orfanatos,
cárceles y obras sociales.
Durante los siguientes 27 años, Vicente expandió
las obras que Dios le inspiró. Al morir, las Cofradías de la Caridad, las Hijas
de la Caridad y los Vicentinos estaban consolidados y florecientes.
San Vicente de Paúl fue un hombre de profunda
empatía, pero sobre todo de acción organizada. Inspiró a ricos y pobres,
mujeres y hombres, laicos, sacerdotes y religiosos, a seguir a Cristo en el
servicio a los más necesitados. Su legado sigue vivo en la Sociedad de San Vicente
de Paúl, fundada en el siglo XIX por Federico Ozanam, y en cada institución
que lleva su nombre.
Oración:
San
Vicente de Paúl, fuiste llamado por Dios para servir a los pobres, enfermos y
necesitados. Atrajiste a muchos a este servicio mediante la formación del
clero, religiosas y laicos como instrumentos del amor de Dios. Ruega por mí,
para que me consagre más plenamente a una vida de compasión y para que la
proclamación del Evangelio sea mi misión central.
San Vicente
de Paúl, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.
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