viernes, 26 de septiembre de 2025

27 de septiembre del 2025: sábado de la vigésima quinta semana del tiempo ordinario-I- Memoria de San Vicente de Paul, Presbítero

 

Santo del día

San Vicente de Paúl

1581-1660. «Sirviendo a los pobres, se sirve a Jesucristo»: tal era la convicción de Monsieur Vincent, fundador de las Damas de la Caridad (hoy Equipos de San Vicente), de los Sacerdotes de la Misión (o Lazaristas) para la evangelización del campo, y de las Hijas de la Caridad para el alivio de la miseria.

 

 

Paso a paso

(Lc 9, 43b-45) Los discípulos no comprenden: las palabras del Señor permanecen veladas para ellos. Para ellos, como para nosotros, se trata de aprender a llevar preguntas, situaciones y acontecimientos que, a simple vista humana, no tienen sentido ni salida.

La fe cristiana no aporta una respuesta inmediata a todos los “¿por qué?”. Es una luz que nos permite avanzar paso a paso, incluso cuando la oscuridad parece cubrir toda nuestra existencia.

Bertrand Lesoing, prêtre de la communauté Saint-Martin

 


Primera lectura

Za 2,5-9.14-15a

Voy a habitar en medio de ti

Lectura de la profecía de Zacarías.

LEVANTÉ los ojos y vi un hombre que tenía en su mano un cordón de medir. Le pregunté:
«¿Adónde vas?».
Me respondió:
«A medir Jerusalén para ver cuál es su anchura y cuál su longitud».
El mensajero que me hablaba salió y vino otro mensajero a su encuentro. Me dijo:
«Vete corriendo y dile al oficial aquel:
“Jerusalén será una ciudad abierta a causa de los muchos hombres y animales que habrá en ella; yo le serviré de muralla de fuego alrededor y en ella seré su gloria”.
Alégrate y goza, Sion,
pues voy a habitar en medio de ti
—oráculo del Señor—.
Aquel día se asociarán al Señor
pueblos sin número;
ellos serán mi pueblo».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal Jr 31,10. 11-12ab.13 (R. cf. 10d)

R. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.

V. Escuchen, pueblos, la palabra del Señor,
anúncienla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño. 
R.

V. Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sion,
afluirán hacia los bienes del Señor. 
R.

V. Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Nuestro Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte e hizo brillar la vida por medio del Evangelio. R.

 

Evangelio

Lc 9,43b-45

El Hijo del hombre va a ser entregado. Les daba miedo preguntarle sobre el asunto

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
«Métanse bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido.
Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

Palabra del Señor.

 

1

 

Dios en medio de su pueblo

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Hoy la Palabra de Dios nos abre a una doble experiencia de fe: la certeza gozosa de que Dios habita en medio de su pueblo (Za 2,5-9.14-15a), y la difícil pero luminosa revelación de Jesús acerca de su pasión y muerte (Lc 9,43b-45). Entre ambas lecturas se abre un horizonte de esperanza que nos invita a vivir la alegría del Evangelio en medio de nuestras luchas y sufrimientos.

1. Dios que camina con su pueblo

El profeta Zacarías habla a una comunidad que regresa del exilio, con las ruinas de Jerusalén todavía humeantes y con la memoria herida. Y, sin embargo, anuncia un mensaje de consuelo: “Yo mismo seré muralla de fuego en torno a ella, y gloria en medio de ella”.
Ya no habrá necesidad de muros, porque la verdadera seguridad del pueblo no estará en piedras ni ejércitos, sino en la presencia de Dios mismo. Jerusalén será una ciudad abierta, sin fronteras excluyentes, donde muchas naciones reconocerán al Señor.

Este mensaje resuena hoy con fuerza en nuestro Año Jubilar de la esperanza: somos llamados a ser una Iglesia sin murallas, abierta, misionera, que acoge y anuncia que Dios vive en medio de nosotros. La parroquia, la comunidad cristiana, no puede ser un recinto cerrado; debe ser una casa con las puertas abiertas, un templo donde todos puedan encontrar consuelo, escucha y fraternidad.

2. Jesús anuncia el misterio de su entrega

El Evangelio de san Lucas nos muestra el contraste: mientras la gente se llena de admiración por los milagros de Jesús, Él toma la palabra para anunciar su pasión: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”.
Los discípulos no entienden; prefieren soñar con glorias humanas y un Mesías poderoso. Jesús, en cambio, ve su vida como un camino hacia la entrega total en la cruz.

Aquí se nos revela un misterio profundo: la “entrega” de Cristo es, al mismo tiempo, traición humana y proyecto divino. Judas lo entrega por ambición, pero es el Padre quien permite esta entrega para la salvación del mundo. Como dice Paul Claudel: “Dios escribe derecho con renglones torcidos”.

La cruz, que parece fracaso, es en realidad el triunfo del amor. La muerte, que es el límite más doloroso de nuestra existencia, se convierte en puerta a la vida cuando se acoge en la confianza y el amor.

3. Esperanza en medio de las pruebas

Vivimos en un mundo marcado por la injusticia, la violencia, la pobreza y la incertidumbre. También nosotros, como los discípulos, a veces no entendemos los caminos de Dios y nos desconciertan sus planes. Pero el Evangelio de hoy nos enseña a confiar: aunque la historia esté atravesada por traiciones y cruces, el Señor realiza su proyecto de salvación.

En este Año Jubilar, somos Peregrinos de la Esperanza. No caminamos solos: Dios está en medio de nosotros como muralla de fuego, como fuerza protectora, como amor que nos sostiene incluso en la muerte. La cruz nos despoja del egoísmo, nos vacía de nosotros mismos, y nos abre al amor trascendental que nos lleva al Reino prometido.

4. Testigos de la esperanza: María y San Vicente de Paúl

Hoy la Iglesia recuerda a San Vicente de Paúl, testigo incansable de la caridad. Él supo descubrir a Cristo en los pobres y hacer de la entrega de su vida un evangelio vivo. Nos enseña que Dios habita en medio de su pueblo, especialmente en los más necesitados.
Recordamos también a la Virgen María, Madre de la Iglesia, que en cada sábado nos acompaña como modelo de confianza. Ella aceptó la cruz de su Hijo y se mantuvo de pie al pie del Calvario. Con ella aprendemos a transformar el dolor en esperanza, y la entrega en fuente de vida.

5. Aplicación para nuestra comunidad

Queridos hermanos, en nuestra realidad de Colombia y de nuestras islas caribeñas, donde tantos sufren la violencia, la pobreza y la exclusión, esta Palabra es un llamado urgente:

  • A ser comunidad abierta, sin muros de indiferencia ni de prejuicio.
  • A vivir la cruz no como derrota, sino como semilla de esperanza.
  • A ser servidores de los pobres, siguiendo el ejemplo de San Vicente de Paúl.
  • A confiar en que, aun en medio de las pruebas, Dios camina con nosotros.

Conclusión

El Jubileo nos recuerda que “Dios está con nosotros”. Que nuestra vida no quede atrapada en el miedo ni en la incomprensión, sino que se abra a la certeza de que la cruz de Cristo es fuente de vida. Como dice la primera bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

Pidamos a María y a San Vicente de Paúl que intercedan por nosotros, para que vivamos este tiempo jubilar con un corazón abierto, lleno de esperanza, y con la alegría de sabernos siempre acompañados por el Dios que habita en medio de su pueblo.

Amén.

 

2

 

Avanzar paso a paso en la fe

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

El Evangelio de este día nos sitúa en un momento delicado de la vida de Jesús y de sus discípulos. Mientras la multitud se admira de los signos del Maestro, Él anuncia nuevamente su pasión. Pero los discípulos no comprenden; sus palabras les resultan veladas, y temen incluso preguntarle. Es la experiencia de caminar con Jesús y, al mismo tiempo, encontrarse ante un misterio que supera nuestras fuerzas.

1. El desconcierto de los discípulos

San Lucas nos dice: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Pero ellos no entendían estas palabras: les resultaban tan oscuras que no las captaban y tenían miedo de preguntarle acerca de ellas” (Lc 9,44-45).
Este pasaje refleja nuestra propia vida. También nosotros nos encontramos ante acontecimientos que no comprendemos: enfermedades repentinas, injusticias, traiciones, muertes prematuras, fracasos personales. El corazón humano grita: “¿Por qué?”. Pero la fe no nos da respuestas inmediatas ni fáciles.

Recordemos que La fe no resuelve todos los porqués, sino que ilumina para caminar paso a paso. Es como una lámpara que no ilumina todo el camino de golpe, pero sí los siguientes pasos que debemos dar.

2. La pedagogía de Dios: avanzar en la oscuridad

El camino de la fe no es un plano claro y evidente. Es más bien una escuela de confianza. Dios no nos ahorra las pruebas, pero nos acompaña en ellas. A veces sentimos que sus palabras están “veladas”, que no entendemos lo que ocurre. Y, sin embargo, como en el caso de los discípulos, la historia demostrará que detrás del aparente fracaso de la cruz estaba el triunfo de la resurrección.

San Juan de la Cruz hablaba de la “noche oscura de la fe”. No es ausencia de Dios, sino la forma en que Dios nos purifica para confiar más plenamente en Él. Es aprender a amar y a creer sin ver.

3. El Jubileo: caminar como peregrinos de esperanza

Este pasaje resuena con fuerza en nuestro Año Jubilar. El Papa nos ha invitado a ser Peregrinos de la Esperanza. Y un peregrino no tiene todo claro de antemano: camina paso a paso, confiando en que Dios le conduce. La peregrinación jubilar es un símbolo de la vida cristiana: no sabemos todo, pero tenemos la certeza de que Dios está con nosotros, incluso en medio de las sombras.

En nuestro país y en nuestras islas, cuántas veces la vida parece estar cubierta por la oscuridad de la violencia, la pobreza o la incertidumbre. Sin embargo, la fe nos enseña a no desesperar, a dar un paso más, confiando en que Dios conduce la historia hacia la luz de la resurrección.

4. María y los santos: modelos de confianza paso a paso

En este sábado recordamos a la Virgen María, la mujer que avanzó en la fe paso a paso. Ella no comprendió todo al inicio: el anuncio del ángel, la profecía de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida del Niño en el templo, la cruz en el Calvario. Pero nunca dejó de confiar. Ella nos enseña que la fe es un sí renovado cada día, aunque no tengamos todas las respuestas.

Recordamos también a los santos, y de manera especial a San Vicente de Paúl, cuya memoria hoy celebramos. Él no tuvo una vida sin pruebas, pero supo leer en cada acontecimiento un llamado de Dios a servir a los pobres. Su fe fue concreta: no se quedó en preguntas sin respuesta, sino que tradujo la confianza en obras de amor.

5. Para nuestra vida hoy

Queridos hermanos, esta Palabra nos invita a:

·        No asustarnos cuando no entendemos todo lo que nos pasa: la fe no es resolver enigmas, sino confiar.

·        Aprender a vivir con preguntas abiertas, confiando en que Dios nos dará la luz suficiente para cada paso.

·        Ser testigos de esperanza en medio de un mundo herido: que nuestro testimonio sea una lámpara encendida para otros.

·        Seguir caminando como peregrinos jubilares, convencidos de que Dios no nos abandona.


Conclusión

Jesús anuncia su pasión, y los discípulos no comprenden. También a nosotros la vida nos sitúa ante misterios oscuros. Pero el Evangelio nos asegura: aunque no entendamos todo, podemos caminar confiados. La fe no es un mapa con todas las respuestas, es una luz que nos permite avanzar paso a paso.

Pidamos a María y a San Vicente de Paúl que nos acompañen en este camino, para que seamos discípulos perseverantes, que caminan incluso en la oscuridad, con la certeza de que al final nos espera la gloria de la resurrección.

Amén.

 

3

 

Un alma bien ordenada para acoger la cruz

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

El Evangelio de hoy (Lc 9,44-45) nos sitúa en un momento clave de la pedagogía de Jesús. Por segunda vez anuncia a sus discípulos la pasión que lo espera: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres”. Pero ellos no comprenden, y además tienen miedo de preguntar. Es la experiencia de la fe puesta a prueba: escuchar palabras de vida que, sin embargo, nos resultan oscuras, porque tocan lo más profundo de nuestras resistencias humanas.

1. La esperanza de la primera lectura: Dios en medio de su pueblo

El profeta Zacarías anuncia al pueblo recién salido del exilio que Dios mismo será su muralla de fuego y su gloria en medio de Jerusalén (Za 2,9). Esta imagen es poderosa: el Señor no solo protege desde fuera, sino que habita dentro, como fuente de vida y alegría. La ciudad no necesitará muros, porque su verdadera fortaleza es la presencia del Dios vivo.

Este mensaje nos prepara para comprender el Evangelio: aunque los discípulos teman y no entiendan la cruz, Dios no los abandonará. La pasión no es ausencia de Dios, sino el modo misterioso en que Él se hace presente en medio de su pueblo.

2. El eco del salmo: el Señor cuida a su rebaño

El salmo responsorial (Jer 31) añade otro matiz: “El Señor guarda a su rebaño como un pastor”. Es una invitación a confiar incluso en medio de las pruebas. El pueblo disperso será reunido, los que lloraban danzarán, y los que estaban tristes serán consolados. La liturgia, por tanto, no nos deja en la incomprensión de los Apóstoles, sino que nos recuerda que todo dolor está atravesado por la promesa de alegría y plenitud.

3. La incomprensión de los discípulos

Los Apóstoles amaban a Jesús, lo seguían con entusiasmo y lo habían visto obrar milagros sorprendentes. Pero, cuando Él habla de entrega, rechazo, sufrimiento y muerte, sus corazones se bloquean. San Lucas subraya: “no entendían estas palabras; les estaban veladas”. Es decir, sus afectos —el cariño humano, el apego a la figura del Maestro— no les permiten comprender el misterio más grande: que el amor de Dios se revela en la cruz.

Aquí hay una lección psicológica y espiritual: nuestros afectos no siempre están bien ordenados. A veces los dejamos guiar más por el miedo a perder, por la resistencia al dolor o por la búsqueda de seguridades humanas, que por la voluntad de Dios.

4. El contraste con María, mujer de fe

La Virgen María es la que mejor encarna la primera lectura y el salmo: ella se sabe habitada por Dios y guiada por el Pastor. Aunque la cruz de su Hijo le hiere profundamente, su corazón permanece bien ordenado en la voluntad del Padre. Por eso puede sostenerse en pie al pie del Calvario.

En María no hay contradicción entre el dolor humano y la confianza divina: su fe es pura, confiada, jubilosa incluso en la oscuridad. Ella es modelo de cómo vivir con un alma bien ordenada.

5. El Jubileo: Peregrinos de la esperanza

En este Año Jubilar, la Palabra nos invita a ser comunidad abierta como la Jerusalén sin murallas de Zacarías, a confiar como el rebaño del salmo y a aprender como los discípulos a ordenar nuestros afectos en la voluntad de Dios. La esperanza jubilar no significa negar la cruz, sino descubrir que en ella está la fuente de vida y alegría.

Hoy, en medio de tantas pruebas sociales y personales —violencia, pobreza, divisiones, miedos—, la liturgia nos recuerda: Dios es muralla de fuego, Dios es pastor que reúne, Dios es guía que ilumina paso a paso.

6. San Vicente de Paúl: testigo de un alma ordenada

En este día celebramos también a San Vicente de Paúl, cuya vida fue una entrega constante al servicio de los pobres. Él supo vivir con un corazón purificado, libre de apegos desordenados, para amar con el amor mismo de Cristo. En él se cumple la visión de Zacarías: una comunidad abierta y sostenida por la presencia de Dios; y se encarna el salmo: un pastor que guía a los más frágiles con ternura.


Conclusión

La liturgia de hoy nos muestra un camino:

  • Zacarías nos recuerda que Dios habita en medio de su pueblo.
  • El salmo nos asegura que el Señor cuida a su rebaño.
  • El Evangelio nos enfrenta al misterio de la cruz, que los discípulos aún no comprenden.

Juntos, estos textos nos invitan a ordenar nuestro corazón en la voluntad de Dios, a confiar paso a paso, y a vivir el Jubileo como peregrinos de esperanza que saben que toda cruz desemboca en la alegría de la resurrección.

Pidamos a María, al buen Pastor y a San Vicente de Paúl que intercedan por nosotros, para que tengamos un alma bien ordenada y confiada en el Señor que siempre está en medio de su pueblo.

Amén.

 

 

27 de septiembre:

San Vicente de Paúl, Presbítero — Memoria

c. 1581–1660
Patrono de las sociedades y trabajadores caritativos, de los caballos, hospitales y trabajadores hospitalarios, leprosos, objetos perdidos, prisioneros, ayuda espiritual y voluntarios.
Canonizado por el Papa Clemente XII el 16 de junio de 1737.

 


Cita:


“Hermanos, esforcémonos por concebir una gran —una muy gran— estima por la majestad y la santidad de Dios. Si los ojos de nuestra mente fueran lo suficientemente poderosos como para penetrar siquiera un poco en la inmensidad de Su suprema excelencia, ¡Jesús!, ¡con qué elevados sentimientos estaríamos llenos! Podríamos decir fácilmente, como lo hizo San Pablo, que ojos nunca han visto, ni oídos jamás han oído, ni mente ha imaginado nada comparable a ello. Dios es un abismo de perfecciones, un Ser eterno, santísimo, purísimo, perfectísimo e infinitamente glorioso, un Bien infinito que abarca todos los bienes y es incomprensible en Sí mismo. Ahora bien, este conocimiento que tenemos, de que Dios está infinitamente elevado sobre toda clase de conocimiento y sobre todo entendimiento creado, debería bastarnos para estimarlo infinitamente, para aniquilarnos en Su presencia y para hacernos hablar de Su suprema majestad con un gran sentimiento de reverencia y sumisión; y en la medida en que lo estimemos, también lo amaremos, y este amor producirá en nosotros un deseo insaciable de reconocer Sus beneficios y de procurar verdaderos adoradores para Él.”


~San Vicente de Paúl, conferencia a sus hermanos


Reflexión:

Vicente de Paúl fue el tercero de seis hijos nacidos de campesinos pobres en la aldea de Pouy, en el Reino de Francia, a unas 100 millas al norte de la frontera con el Reino de España. De niño trabajó en los campos y cuidó el ganado, pero también mostró gran inteligencia. Aunque era bastante devoto de niño, se avergonzaba de su pobreza y deseaba progresar en la sociedad. Más tarde admitiría con vergüenza que incluso se avergonzaba de su propio padre cuando era joven: “Me avergonzaba de caminar con él y de reconocerlo como mi padre porque estaba mal vestido y un poco cojo.” Sin embargo, el padre de Vicente no se avergonzaba de él y vio en su hijo mucho potencial. Cuando Vicente era un adolescente, su padre vendió un buey para poder enviarlo a estudiar formalmente.

Vicente fue enviado al seminario de Dax, una ciudad a unas 100 millas al oeste, donde vivió con los frailes franciscanos. Años después, fue enviado a la Universidad de Toulouse para estudiar teología y fue ordenado sacerdote a los diecinueve o veinte años. (Nota: algunos historiadores creen que nació en 1576 en lugar de 1581, por lo que es posible que se haya ordenado a los veinticuatro o veinticinco años). Como quizá necesitó una dispensa especial para una ordenación tan temprana, permaneció en Toulouse para completar más estudios de teología y derecho canónico. Durante ese tiempo, pagó sus estudios trabajando como tutor.

En 1604, el padre Vicente recibió una herencia de una mujer adinerada y viajó a Marsella para vender la propiedad. Marsella estaba a unas 200 millas al este de Toulouse a pie, pero podía alcanzarse más rápidamente por barco. Tras vender la propiedad, fue invitado por un hombre a acompañarlo en barco hasta el puerto de Narbona. Viajar por mar era peligroso, pues muchos piratas musulmanes del norte de África patrullaban esas aguas buscando esclavos. El padre Vicente decidió embarcarse hacia Narbona porque el viento estaba a favor y el viaje sería rápido. Sin embargo, los piratas interceptaron el barco, lo atacaron, mataron a algunos pasajeros e hirieron a los demás. El padre Vicente recibió una flecha en el hombro. Una vez capturados, fueron llevados al puerto norteafricano de Túnez, en la actual Túnez, donde fueron humillados, tratados como animales y vendidos. Vicente relata que durante los siguientes dos años fue comprado y vendido varias veces. Finalmente, fue adquirido por un amo que había sido sacerdote franciscano pero que se convirtió al islam, habiendo renegado de la fe católica para obtener su libertad. El padre Vicente lo ganó de nuevo para la fe, lo ayudó a regresar al cristianismo y juntos escaparon.

El cautiverio marcó profundamente a Vicente. Una de sus motivaciones iniciales para ser sacerdote había sido escapar de la pobreza campesina y llevar una vida más cómoda. Pero la experiencia de la esclavitud lo transformó: su fe se profundizó y su preocupación por los pobres y los que sufren creció. Quizá más que el seminario, fue la cautividad la que lo moldeó en el santo que llegó a ser.

Tras regresar a Francia en 1607, Vicente conoció a Mons. de Bérulle (más tarde cardenal Bérulle) y viajó con él a Roma, donde continuó sus estudios. Bérulle fue un escritor influyente, considerado fundador de la Escuela francesa de espiritualidad, un movimiento que promovía una relación personal con Cristo, las obras apostólicas, una profunda devoción a la Virgen María, el abandono a la voluntad de Dios y la confianza en la acción del Espíritu Santo. Este movimiento influiría en muchos santos futuros, incluido Vicente.

En 1609 fue enviado de vuelta a Francia para coordinar la limosna de la reina Margarita de Valois. Fue un servicio breve, pero fecundo, durante el cual comprendió el bien que los ricos podían hacer a los pobres. En Francia también ejerció como párroco y entró al servicio de la rica familia Gondi. En 1617 se convirtió en su capellán personal y tutor de sus hijos. Mientras los servía, predicó misiones en el campo. La familia Gondi supervisaba también a los prisioneros que remaban en las galeras de Francia. Gracias a esta conexión, Vicente inició un ministerio con los prisioneros, quienes tenían una gran necesidad espiritual. También fundó las Cofradías de la Caridad, asociaciones de mujeres laicas de distintas clases sociales que atendían a los pobres y enfermos.

En 1625, para responder a las crecientes necesidades, Vicente fundó la Congregación de la Misión, conocidos después como Vicentinos o Lazaristas. El año anterior ya había comenzado con cinco sacerdotes colaboradores en las misiones rurales. La congregación se dedicó a los campesinos pobres, privados de atención espiritual por la negligencia del clero, y trabajó en la catequesis, la celebración de los sacramentos y la dirección espiritual. Muy pronto comprendieron que hacía falta una solución a largo plazo: mejorar la formación del clero. Así, en consonancia con el Concilio de Trento, los vicentinos comenzaron a dirigir seminarios y a ofrecer formación permanente a los sacerdotes. Al morir Vicente, la congregación gestionaba once seminarios; un siglo después, controlaba cerca de un tercio de los seminarios de Francia.

Ese mismo año, 1625, Vicente se convirtió en director espiritual de la viuda (y futura santa) Luisa de Marillac. En 1629 la invitó a colaborar con las Cofradías de la Caridad. Juntos discernieron la necesidad de una congregación religiosa que se encargara directamente del servicio a los pobres. Así nació en 1633 la comunidad de las Hijas de la Caridad, dedicadas a los pobres en hospitales, escuelas, orfanatos, cárceles y obras sociales.

Durante los siguientes 27 años, Vicente expandió las obras que Dios le inspiró. Al morir, las Cofradías de la Caridad, las Hijas de la Caridad y los Vicentinos estaban consolidados y florecientes.

San Vicente de Paúl fue un hombre de profunda empatía, pero sobre todo de acción organizada. Inspiró a ricos y pobres, mujeres y hombres, laicos, sacerdotes y religiosos, a seguir a Cristo en el servicio a los más necesitados. Su legado sigue vivo en la Sociedad de San Vicente de Paúl, fundada en el siglo XIX por Federico Ozanam, y en cada institución que lleva su nombre.


Oración:

San Vicente de Paúl, fuiste llamado por Dios para servir a los pobres, enfermos y necesitados. Atrajiste a muchos a este servicio mediante la formación del clero, religiosas y laicos como instrumentos del amor de Dios. Ruega por mí, para que me consagre más plenamente a una vida de compasión y para que la proclamación del Evangelio sea mi misión central.

San Vicente de Paúl, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.

 

 

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