Superficial y ligero
(Lc 9,7-9) Herodes oye hablar de
milagros, de conversiones, de multitudes que se levantan. Intrigado, quiere ver
a Jesús. Pero su curiosidad permanece vacía y hueca. Demasiado superficial, no
desciende en sí mismo para interrogarse sobre el sentido de los acontecimientos.
¿Qué hay de esos movimientos de curiosidad que pueden atravesar nuestra alma?
¿Vienen simplemente a colmar un vacío? ¿O, por el contrario, nos abren a
cuestionamientos más interiores y profundos?
Bertrand Lesoing, prêtre de la communauté Saint-Martin
Primera lectura
Ag
1,1-8
Construyan
el templo, y me complaceré en él
Comienzo de la profecía de Ageo.
EL año segundo del rey Darío, el día primero del mes sexto, la palabra del
Señor fue dirigida a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y a
Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, por medio del profeta Ageo:
«Esto dice el Señor del universo: Este pueblo anda diciendo:
“No es momento de ponerse a construir la casa del Señor”».
La palabra del Señor vino por medio del profeta Ageo:
«¿Y es momento de vivir en casas lujosas mientras que el templo es una ruina?
Ahora pues, esto dice el Señor del universo:
Piensen bien en su situación.
Sembraron mucho y recogieron poco;
comen y no se llenan;
beben y siguen con sed;
se visten y no entran en calor;
el trabajador guarda su salario en saco roto.
Esto dice el Señor del universo:
Piensen bien en su situación.
Suban al monte,
traigan madera,
construyan el templo.
Me complaceré en él
y seré glorificado, dice el Señor».
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
149,1-2.3-4.5-6a y 9b (R. 4a)
R. El Señor ama
a su pueblo.
O
bien:
R. Aleluya.
V. Canten al Señor
un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sion por su Rey. R.
V. Alaben su
nombre con danzas,
cántenle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R.
V. Que los fieles
festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca.
Es un honor para todos sus fieles. R.
Aclamación
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Yo soy el
camino y la verdad y la vida-dice el Señor- nadie va al Padre sino por
mí. R.
Evangelio
Lc
9,7-9
A
Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y
no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre
los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había
vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía:
«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?
Y tenía ganas de verlo.
Palabra del Señor.
1
Construir la casa del Señor y
reconocer a Cristo
1. Introducción: Un tiempo
para reconstruir
Queridos hermanos y hermanas,
La Palabra de Dios hoy nos
invita a mirar hacia atrás en la historia de Israel, al pequeño pero profundo
libro del profeta Ageo. Apenas dos capítulos y 38 versículos, pero con un
mensaje que resuena con fuerza: “Reconstruid la casa del Señor”.
El pueblo, recién repatriado
de Babilonia, estaba más pendiente de sus casas, de sus negocios, de su
comodidad, mientras el Templo seguía en ruinas. Ageo levanta la voz y dice: “¿Es
acaso tiempo de que vosotros habitéis en casas lujosas, mientras esta Casa está
en ruinas?” (Ag 1,4).
Hoy también nosotros estamos
llamados a mirar qué lugar ocupa Dios en nuestras prioridades: ¿trabajamos solo
para nuestros intereses o también para la obra de Dios y su Reino?
2. Ageo: un profeta realista y
visionario
Ageo no es un soñador ingenuo:
conoce la pobreza, la desilusión y las dificultades de un pueblo que empieza de
cero. Pero tampoco es un pesimista: anima, motiva y abre horizontes. Él dice: “Dios
camina con vosotros”.
Su palabra es actual:
- Nos recuerda que el dinero y el trabajo,
si no están orientados a Dios, se vuelven vacíos.
- Nos invita a confiar en que, cuando
ponemos al Señor en primer lugar, todo lo demás encuentra sentido.
- Nos exhorta a reconstruir no solo templos
de piedra, sino sobre todo la comunidad de fe, la Iglesia viva.
En este Año Jubilar, donde
somos “Peregrinos de la Esperanza”, el profeta Ageo nos hace ver que la
misión evangelizadora necesita corazones generosos, vocaciones firmes y manos
dispuestas a edificar la Casa de Dios en medio del mundo.
3. El Evangelio: Jesús, un
misterio para Herodes
El Evangelio de hoy (Lc 9,7-9)
nos presenta a Herodes, el tetrarca, desconcertado por la fama de Jesús. Había
hecho matar a Juan Bautista, pero ahora su conciencia le atormenta. Cree que
Jesús es Juan resucitado, o Elías, o algún profeta del pasado.
Aquí se ve la diferencia entre
dos modos de acercarse a Jesús:
- Herodes, que se acerca
con miedo, remordimiento y curiosidad morbosa, pero sin fe.
- Los discípulos y la gente sencilla,
que se acercan con apertura de corazón y descubren en Él al Hijo de Dios.
Herodes simboliza a quienes
ven en Jesús solo un enigma, un personaje histórico, una figura más entre los
grandes. Pero solo con los ojos de la fe, iluminados por el Espíritu Santo, se
comprende que Jesús es el Mesías, el Salvador.
Y es un detalle importante:
cuando Jesús se encuentre con Herodes en su Pasión, no le responderá nada (Lc
23,9). Al que no quiere abrirse a la fe, Jesús no le fuerza: el misterio se
queda en silencio.
4. Aplicación pastoral:
reconstruir y evangelizar
Queridos hermanos, la Palabra
nos invita hoy a tres actitudes concretas:
1. Reconstruir
la Casa de Dios: no podemos descuidar la Iglesia, tanto en su
aspecto material como en su dimensión espiritual. Cada comunidad, cada
parroquia, cada misión es un templo vivo que necesita cuidado, oración, tiempo
y compromiso.
2. Poner
a Cristo en el centro: que nuestra fe no sea solo tradición,
curiosidad o emoción pasajera, sino encuentro vivo con Jesucristo. No basta
preguntar quién es Jesús; hay que reconocerlo como Señor y Salvador.
3. Orar y
trabajar por las vocaciones: la Iglesia necesita evangelizadores,
sacerdotes, religiosos, catequistas y laicos comprometidos que, como Ageo,
animen al pueblo y construyan el Reino. En este Año Jubilar, recemos para que
muchos jóvenes descubran la alegría de seguir a Cristo y anunciarlo.
5. Conexión con el Jubileo:
Peregrinos de la esperanza
El Jubileo nos recuerda que
caminamos juntos, como el pueblo que volvió del exilio. También nosotros hemos
de reconstruir, reavivar, poner en pie lo que está caído en la Iglesia y en la
sociedad.
La misión evangelizadora es
ardua, pero no estamos solos: “Yo estoy con vosotros” (Mt 28,20). Esta
certeza debe llenar de esperanza a cada catequista, a cada misionero, a cada
vocación naciente. Somos peregrinos de la esperanza porque creemos que el
Espíritu sigue actuando y que el Evangelio sigue transformando vidas.
6. Conclusión y oración
Queridos hermanos,
Que esta Palabra nos lleve a
examinar nuestras prioridades: ¿trabajamos solo por nuestras casas, por nuestros
intereses, o también por la Casa de Dios? Que no seamos como Herodes, curiosos
pero incrédulos, sino como los discípulos, que ven en Jesús al Hijo amado del
Padre.
Pidamos hoy con confianza:
Señor Jesús, Maestro y Profeta, Tú que eres
misterio de amor y de vida, ayúdanos a reconstruir tu Casa con nuestras manos,
nuestras oraciones y nuestro testimonio.
Que nunca nos falten evangelizadores valientes, sacerdotes santos y laicos
comprometidos con tu Reino.
Haz de tu Iglesia un signo vivo de esperanza en medio del mundo. Amén.
2
De la curiosidad superficial a la
fe profunda
1. Introducción
Queridos hermanos y hermanas,
La Palabra de Dios hoy nos invita a mirar en dos
direcciones. En la primera lectura, el profeta Ageo exhorta al pueblo de Israel
a reconstruir el templo y no quedarse en la comodidad de sus propias casas. En
el Evangelio, san Lucas nos presenta a Herodes, intrigado por Jesús, pero
incapaz de dar un paso más allá de la curiosidad superficial.
Ambas lecturas nos interpelan directamente en este
Año Jubilar: ¿estamos verdaderamente comprometidos en edificar la Casa de Dios
y en seguir a Cristo, o nos quedamos en la superficie de la fe, como meros curiosos,
sin dejarnos transformar por el Evangelio?
2. Ageo: un llamado a reconstruir
desde lo esencial
El profeta Ageo habla en el siglo VI a.C. a un
pueblo que había vuelto del exilio y debía reconstruir el templo de Jerusalén.
El pueblo se había acostumbrado a vivir en sus casas, a ocuparse de sus propios
asuntos, mientras la Casa de Dios permanecía en ruinas. Ageo denuncia esa
indiferencia y les recuerda que, sin Dios al centro, todo esfuerzo humano es
estéril.
Este mensaje nos toca hoy: no podemos reducir
nuestra vida cristiana a lo inmediato, a lo que da comodidad, prestigio o
beneficio. El templo, signo de la presencia de Dios, debe ser reconstruido
constantemente en nuestra vida personal y en la comunidad. Hoy el Señor nos
pide:
- Reconstruir
la Iglesia como comunidad viva de fe.
- Reconstruir
los valores del Evangelio en medio de una sociedad fragmentada.
- Reconstruir
la esperanza, especialmente en los jóvenes, animándolos a descubrir su
vocación.
3. Herodes: curiosidad sin
conversión
El Evangelio nos muestra la otra cara de la moneda.
Herodes escucha hablar de Jesús, de milagros, de conversiones, de multitudes.
Tiene inquietud, tiene interés, incluso dice: “Quiero ver a Jesús” (Lc
9,9). Pero todo se queda en la superficie.
Su curiosidad es hueca, porque no lo lleva a
cambiar de vida. Es la curiosidad del que busca espectáculo, del que se asombra
con lo extraordinario, pero no se abre a la fe. Su corazón está atrapado en la
superficialidad, en la culpa por la muerte de Juan, en la incapacidad de mirar
hacia adentro.
Este contraste es muy actual. En nuestra época hay
mucha curiosidad por lo religioso, por lo espiritual, por lo “sobrenatural”,
pero muchas veces sin compromiso real, sin profundidad. Se buscan milagros,
emociones, experiencias intensas… pero no siempre se busca la conversión del
corazón.
4. De la curiosidad a la fe
profunda
La Palabra de hoy nos hace una pregunta clave:
¿cómo nos acercamos a Jesús?
- ¿Lo
hacemos como Herodes, por curiosidad, esperando espectáculo, sin dejarnos
cuestionar?
- ¿O
lo hacemos como los discípulos y la gente sencilla, que reconocen en Él al
Mesías y se dejan transformar?
La curiosidad puede ser un punto de partida, pero
no basta. Si no desciende al corazón, si no se transforma en búsqueda sincera y
en fe viva, se queda en un vacío estéril. Como decía san Agustín: “Nos
hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en
Ti”.
En este Año Jubilar estamos llamados a dar ese
paso: pasar de una fe superficial a una fe profunda, madura, comprometida con
la Iglesia y con la misión.
5. Intención jubilar: la Iglesia
y las vocaciones
Hoy nuestra oración se eleva por la Iglesia y por
las vocaciones. La Iglesia necesita testigos auténticos, no curiosos
superficiales. Necesita discípulos que se dejen interpelar como Ageo, y que
pongan manos a la obra para edificar el Reino.
El Jubileo nos recuerda que somos “Peregrinos de
la Esperanza”. En este camino necesitamos:
- Pastores
santos que conduzcan al pueblo de Dios.
- Jóvenes
valientes que respondan a la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada.
- Laicos
comprometidos que hagan de sus casas y trabajos un verdadero altar para el
Señor.
Que nuestra oración hoy sea para que nadie se quede
en la curiosidad estéril, sino que todos, como pueblo de Dios, construyamos
juntos una Iglesia viva y esperanzada.
6. Conclusión
Queridos hermanos,
La superficialidad de Herodes nos alerta: no basta
con querer “ver a Jesús” de lejos; es necesario encontrarnos con Él de verdad.
El profeta Ageo nos empuja a reconstruir la Casa de Dios con compromiso y
esperanza.
Que este Año Jubilar sea ocasión para ir más allá
de la curiosidad y entrar en el misterio de Cristo con fe, con entrega y con
decisión.
Oración final
Señor
Jesús, no permitas que nuestra fe se quede en la superficie, como la curiosidad
de Herodes.
Haz que nuestro corazón se abra de verdad a tu misterio y a tu amor.
Que podamos reconstruir tu Casa con fidelidad, y que nunca falten vocaciones en
tu Iglesia.
Haznos peregrinos de la esperanza, firmes en la fe y generosos en el servicio. Amén.
3
Valor
para cambiar: de la curiosidad a la conversión
1. Introducción: una invitación
que roza la vida
Hermanos y hermanas,
hoy la Liturgia nos pone frente a dos imágenes
complementarias: por un lado, el profeta Ageo que irrumpió en la vida del
pueblo para decirles: “Reconstruid la casa del Señor”; por otro, el
tetrarca Herodes, que oye hablar de Jesús, se siente intrigado, sin embargo, no
se decide a ir a escucharlo. Ageo nos llama a poner manos y corazón en la obra
de Dios; Herodes nos muestra la parálisis de quien se queda en la curiosidad
sin conversión.
En este Año Jubilar —¡Peregrinos de la Esperanza!—
tenemos una oportunidad para preguntar: ¿qué tipo de relación tengo con la
Palabra de Dios y con la llamada del Señor? ¿Soy curioso como Herodes o
comprometido como quienes reconstruyen el templo?
2. Lectura breve: Ageo y la
centralidad del templo
Ageo habla a una comunidad que vuelve del exilio y
debe recomenzar. El pueblo se ocupa de sus casas, de sus asuntos, mientras el
templo permanece en ruinas. Ageo reclama la prioridad: cuando el pueblo deja a
Dios de lado, los esfuerzos humanos pierden sentido y la prosperidad es frágil.
Tres puntos de Ageo que nos iluminan hoy:
1. Prioridad interior: el templo no es sólo piedra —es
la presencia de Dios entre su pueblo—; si lo descuidamos, toda estructura
humana se vacía de sentido.
2. Trabajo y esperanza: reconstruir exige esfuerzo,
paciencia y confianza en la promesa divina.
3. Vocación comunitaria: la obra del Señor no es un
proyecto individual; exige una comunidad que se comprometa y que produzca
frutos visibles.
En clave pastoral: la Iglesia necesita manos y
corazones que reconstruyan —parroquias, familias, catequesis, obras sociales— y
para eso se requieren vocaciones y laicos comprometidos.
3. Evangelio: Herodes —
curiosidad sin decisión
El evangelio de Lucas describe a Herodes intrigado
por Jesús: se enteraba de milagros, conversiones, multitudes… y quería “ver” a
Jesús. Pero su curiosidad fue vacía. Podía informarse, enviar
mensajeros, incluso acercarse personalmente; no lo hizo. Cuando por fin se
encontró con Jesús fue en la burla, en la noche del arresto: no escuchó, no se
convirtió.
Aquí se nos muestran al menos tres rasgos de la
actitud de Herodes que son espejo para nosotros:
- Curiosidad
exterior: le
interesaban las noticias, los rumores, lo espectacular.
- Falta
de escucha: no
se dejó interpelar por la Palabra viva; prefirió mantenerse en su zona de
poder, donde no tendría que cambiar.
- Miedo
al cambio:
intuyó que acercarse a Jesús implicaría conversión profunda —renuncia,
reparación, humildad— y no lo quiso.
Nuestra época conoce bien esta forma de
religiosidad: abundan los interesados en lo “maravilloso” o en la novedad
espiritual, pero no siempre hay disposición para la conversión radical que
transforma la vida cotidiana.
4. ¿Por qué cuesta cambiar? — un
punto psicológico y pastoral
Muchas veces escuchamos superficiales movimientos
de curiosidad; la curiosidad puede abrir puertas, o puede conformarse con
llenar un vacío. ¿Por qué cuesta cambiar? Algunas razones prácticas:
- Intereses
acomodados:
cambiar implica perder privilegios o modificar rutinas cómodas.
- Miedo
a la renuncia:
escuchar a Dios muchas veces pide soltar algo (orgullo, dinero,
reputación).
- Falta
de conciencia: no
reconocemos la voz de Dios entre tantas otras voces.
A esto añadimos un elemento pastoral: la misión de
la Iglesia exige comunidades donde se dé testimonio de conversión concreta —no
solo de emoción religiosa—. Vocaciones que broten de la oración y del servicio,
no de la moda espiritual.
5. Camino de conversión: pasos
concretos
Si Herodes nos interpela, Ageo nos orienta.
Propongo tres pasos prácticos para pasar de la curiosidad a la conversión, para
que la comunidad y cada creyente sean agentes de la reconstrucción:
a) Acoger la invitación a
escuchar
No basta estar informado sobre Jesús: hay que escucharlo.
La escucha no es pasiva: es lectura asidua de la Escritura, oración personal,
participación sacramental, acompañamiento espiritual. Pregúntate: ¿con qué
frecuencia dejo que la Palabra cale en mi corazón?
b) Aceptar el riesgo del cambio
La conversión exige valor. No es cómodo, pero sí
liberador. Decir “sí” al Señor implica pequeñas renuncias cotidianas: tiempo
para la familia, coherencia en el testimonio, opciones éticas en el trabajo.
Pedimos al Señor la valentía para cambiarnos donde haga falta.
c) Poner manos a la obra en la
comunidad
Reconstruir la Casa del Señor significa: fortalecer
la catequesis, acompañar a los jóvenes, sostener los ministerios de caridad,
buscar nuevas vocaciones. Esto requiere decisión comunitaria y un plan pastoral
que no deje todo a lo improvisado.
6. Vocaciones: del testimonio
nace la llamada
El texto nos obliga a recordar algo central: las
vocaciones nacen donde hay testimonio. Jóvenes atraídos por la autenticidad
de la vida cristiana responderán si ven comunidades vivas, pastores santos y
laicos comprometidos. Por eso la prioridad de Ageo —reconstruir el templo— hoy
se traduce en: formar comunidades que sean semilleros de vocaciones.
Consejos pastorales concretos para cultivar
vocaciones en la parroquia: espacios de escucha para jóvenes, programas de
acompañamiento vocacional, mayores momentos de silencio y oración, testimonios
de sacerdotes y consagrados que hablen con sencillez de su entrega.
7. Examen y compromiso personal
(breve)
Hagamos un examen breve, en silencio:
- ¿Me
acerco a Jesús por curiosidad, espectáculo o por amor?
- ¿Hay
áreas de mi vida donde sé que Dios me pide cambiar y me resisto?
- ¿Qué
puedo hacer esta semana para «reconstruir» en mi hogar o en la parroquia?
Comprométete a un gesto concreto: tres momentos de
oración extra, ofrecer tiempo para catequesis, invitar a un joven a conversar
sobre la vida cristiana, o participar en una obra de la parroquia.
8. Conexión jubilar: peregrinos
que reconstruyen con esperanza
En este Año Jubilar recobremos el valor de la
esperanza: peregrinar no es solo andar, es transformar. Somos peregrinos
llamados a edificar, a dejar huella de la misericordia, a suscitar vocaciones.
Que el Jubileo sea para nosotros un tiempo de reparación, conversión y valentía
para cambiar en aquello que Dios nos pide.
9. Oración final y plegaria por
la Iglesia y las vocaciones
Oremos:
Señor Jesús, que llamaste a Zaqueo desde el árbol y
a Mateo desde la mesa, te pedimos por tu Iglesia: que no nos quedemos en la
curiosidad ligera de Herodes, sino que nos dejemos tocar por tu Palabra y por
tu presencia realmente.
Danos el coraje de cambiar aquello que nos impide
seguirte; regenera nuestras fuerzas para reconstruir la Casa del Señor;
despierta vocaciones santas en nuestras comunidades; fortalece a los
sacerdotes, religiosos y religiosas, y enciende el celo misionero en cada
laico.
Tú que transformas corazones y familias, haznos
testigos de esperanza. Amén.
10. Conclusión breve
Hermanos: que nuestra curiosidad se transforme en
búsqueda sincera; que nuestra búsqueda nos lleve a la escucha; que la escucha
nos lleve a la conversión; y que la conversión nos haga manos dispuestas a
reconstruir la Casa del Señor. En este Jubileo aprendamos a cambiar con
valentía, porque el Evangelio nos salva si lo acogemos con corazón dispuesto.
Que la Virgen, madre de la escucha y del sí, nos
acompañe en este camino. Amén.
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