viernes, 5 de septiembre de 2025

6 de septiembre del 2025 : sábado de la vigésima segunda semana del tiempo ordinario-I

 

Fundados en la fe

(Colosenses 1, 21-23) Para los colosenses, como para nosotros mismos, se trata de tomar la medida de lo que la presencia de Cristo ha cambiado en nuestras vidas. Quizás esto sea más fácil para los conversos recientes o para quienes retoman el camino de la fe, que para otros cristianos. Sea como sea, todos debemos permanecer «sólidamente fundados en la fe», sin «apartarnos» de la «esperanza» que hemos recibido «al escuchar el Evangelio». Ahí está el combate espiritual del cual nadie puede eximirse.

Emmanuelle Billoteau, ermite

 


Primera lectura

Col 1,21-23


Dios los ha reconciliado para ser admitidos a su presencia santos y sin mancha

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

HERMANOS:
Ustedes, en otro tiempo, estaban también alejados y eran enemigos por sus pensamientos y malas acciones; ahora en cambio, por la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, Dios los ha reconciliado para ser admitidos a su presencia santos, sin mancha y sin reproche, a condición de que permanezcan cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que han escuchado: el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 54(53),3-4.6 y 8 

R. Dios es mi auxilio.

V. Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras. 
R.

V. Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el camino y la verdad y la vida -dice el Señor- nadie va al Padre sino por mi. R.

 

Evangelio

Lc 6,1-5

¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN sábado, iba Jesús caminando por medio de un sembrado y sus discípulos arrancaban y comían espigas, frotándolas con las manos.
Unos fariseos dijeron:
«¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».
Respondiendo Jesús, les dijo:
«¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre?
Entró en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él».
Y les decía:
«El Hijo del hombre es señor del sábado».

Palabra del Señor.

 

1

 

Introducción

Queridos hermanos, nos reunimos este sábado con el corazón puesto en Cristo y con la mirada confiada en la Virgen María. El sábado, día mariano por excelencia, la Iglesia nos invita a contemplar a aquella mujer que mejor que nadie permaneció “sólidamente fundada en la fe” (Col 1,23). En este Año Jubilar, llamados a ser Peregrinos de la Esperanza, la Palabra de Dios ilumina nuestro caminar para no perder el rumbo y sostenernos en medio de las pruebas.


1. Fundados en la fe (Col 1,21-23)

San Pablo recuerda a los colosenses —y a nosotros— que antes vivíamos alejados de Dios, atrapados en nuestras obras malas, pero que Cristo nos reconcilió por su cruz. Ahora el desafío no es simplemente haber sido bautizados, sino permanecer firmes en la fe, estables, sin dejarnos arrancar de la esperanza que el Evangelio ha sembrado en nosotros.

Aquí se juega el verdadero combate espiritual. La fe no es un acontecimiento del pasado, sino una relación viva que exige renovación diaria. Los recién convertidos lo experimentan con entusiasmo; los que llevamos más tiempo en la vida cristiana corremos el riesgo de acostumbrarnos. Por eso el Jubileo es ocasión de volver a lo esencial, de redescubrir la alegría de creer.


2. El Evangelio que transforma (Lc 6,1-5)

El evangelio de este sábado nos presenta a Jesús y a sus discípulos en medio de la controversia sabática. Los fariseos se escandalizan porque arrancan espigas y las comen. Jesús responde con firmeza: “El Hijo del hombre es Señor del sábado”.

El mensaje es claro: la fe no se reduce a normas vacías, sino que brota de una relación viva con Cristo, que da sentido y plenitud a todo. Lo importante no es un ritualismo frío, sino dejarse transformar por el Señor de la vida. Estar fundados en la fe es tener el corazón anclado en Él, no en costumbres rígidas que sofocan el amor.


3. María, modelo de esperanza

Hoy recordamos a la Virgen María, la mujer que supo mantenerse en pie junto a la cruz, cuando muchos abandonaban. Ella encarna lo que Pablo nos pide: firmeza en la fe, constancia en la esperanza, fidelidad al Evangelio.

En medio de nuestras pruebas, María nos enseña a esperar contra toda esperanza. Cuando la vida nos golpea, cuando la rutina espiritual nos adormece, cuando la sociedad relativiza los valores, ella nos recuerda: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5).


4. Aplicación actual (dimensión jubilar y pastoral)

  • En el Jubileo: Se nos invita a volver a la raíz de nuestra fe. Ser peregrinos de esperanza significa redescubrir que no caminamos solos, que Cristo nos acompaña y María intercede.
  • En la vida personal: Permanecer fundados en la fe exige oración constante, escucha de la Palabra, participación fiel en la Eucaristía, servicio humilde en la comunidad.
  • En la vida comunitaria: Como Iglesia, debemos mostrar al mundo la alegría del Evangelio. La fe no se mide solo en ritos, sino en gestos de cuidado, misericordia y compromiso con los más pobres.

5. Una anécdota iluminadora

Cuenta un escritor que un niño en África, recién bautizado, le decía a su catequista: “Antes yo tenía miedo de la oscuridad. Ahora sé que Jesús está conmigo y ya no me asusta la noche”. Eso es estar fundado en la fe: la certeza de que, aunque lleguen las sombras, hay una luz que no se apaga.

Nosotros, en nuestras comunidades, necesitamos redescubrir esa confianza sencilla y total en Cristo.


Conclusión

Hermanos, en este sábado mariano, pidamos la gracia de permanecer firmes en la fe, alegres en la esperanza y generosos en la caridad. Que la Virgen María nos acompañe en este combate espiritual y que el Año Jubilar sea un tiempo de gracia para cimentar nuestra vida en Cristo.


Oración final (para la homilía)

Señor Jesús,
Tú eres el Señor del sábado,
la plenitud de nuestra esperanza y el fundamento de nuestra fe.
Que en este Año Jubilar no nos apartemos de tu Evangelio,
y que, sostenidos por la Virgen María,
sepamos dar testimonio de alegría,
de misericordia y de fidelidad,
hasta alcanzar contigo la gloria del Padre.
Amén.

 

 

2

Introducción

Queridos hermanos,

la Palabra de este día nos invita a ponernos en camino, a avanzar en la vida cristiana, como lo exhortaba San Pablo a los colosenses: “permanezcan cimentados y firmes en la fe, sin apartarse de la esperanza” (Col 1,23). El cristianismo no es inmovilismo ni simple cumplimiento de normas, sino una vida dinámica, que nos impulsa a crecer, a dejarnos transformar y a caminar siempre hacia adelante, siguiendo a Cristo.

En este sábado, con la mirada puesta en María, modelo de peregrinación en la fe, reflexionamos sobre lo que significa ser peregrinos de esperanza en medio de una sociedad que a menudo se queda atrapada en legalismos, miedos o rutinas.


6.    ¡Vayan adelante! (Col 1,21-23)

San Pablo anima a los creyentes de Colosas a ponerse en camino, a permanecer unidos a Cristo. La vida cristiana es un llamado a no quedarnos anclados en el pasado, ni en nuestros pecados ni en nuestras glorias de ayer, sino a crecer continuamente en santidad.

El apóstol sabe que hay tentaciones que nos paralizan:

  • la rutina de una fe sin pasión,
  • el miedo a equivocarnos,
  • el refugio en prácticas externas que no transforman el corazón.

Pero Pablo nos recuerda que la verdadera firmeza se encuentra en Cristo mismo, y que caminar con Él nos convierte en hombres y mujeres erguidos, capaces de avanzar incluso en medio de las pruebas.


2. ¿Está permitido hacer esto en sábado? (Lc 6,1-5)

El Evangelio de hoy nos sitúa en la polémica del sábado. Jesús y sus discípulos arrancan espigas para comer, los fariseos los acusan, y Él responde recordando a David que, en una situación de necesidad, también transgredió las normas rituales para salvar a sus compañeros.

La enseñanza es clara: para Jesús la prioridad es la vida. El sábado, instituido como día de descanso y de alabanza a Dios, se había convertido en un campo de discusiones sin fin, donde la letra de la ley parecía más importante que el bienestar de las personas.

Jesús no desprecia la ley, sino que la devuelve a su sentido original: ser instrumento al servicio de la vida, signo de la libertad y de la comunión con Dios.


3. Ley, fe y libertad

A veces, cuando una persona está insegura, se aferra rígidamente a las normas, creyendo que en ellas encontrará seguridad interior. Pero cuando la ley se convierte en un fin en sí misma, en una cortina entre Dios y el pueblo, pierde su sentido.

Las leyes son necesarias, pero siempre deben estar subordinadas al mandamiento supremo del amor y de la vida. En palabras de Jesús: “El Hijo del hombre es Señor del sábado”.

La pregunta clave para nosotros hoy sería:

  • ¿Vivimos la fe como camino que libera, o como un peso que esclaviza?
  • ¿Nuestras comunidades son lugares de vida y esperanza, o espacios dominados por la rigidez y el miedo?

4. María, mujer en camino

En este sábado mariano, contemplamos a la Virgen María como la primera peregrina de la fe. Ella avanzó siempre, aún en la oscuridad de la cruz, permaneciendo erguida junto a su Hijo. No se refugió en seguridades humanas, sino que confió plenamente en la Palabra de Dios.

Ella nos enseña que la verdadera seguridad está en abandonarse a Dios, no en la acumulación de normas. Como buena madre, nos recuerda: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5).


5. Aplicación jubilar y pastoral

En este Año Jubilar, el Papa nos llama a ser Peregrinos de la Esperanza. Eso significa:

  • No detenernos en nostalgias o rigideces, sino caminar hacia adelante con Cristo.
  • Redescubrir la centralidad de la Palabra y de la Eucaristía.
  • Construir comunidades que sean espacios de libertad, de misericordia y de vida.
  • Revisar nuestras prácticas religiosas, para que no sean un obstáculo, sino un camino de encuentro con Dios.

6. Una anécdota que ilumina

Un joven, al salir de misa, le decía a su párroco: “Padre, a veces siento que mi fe es como una bicicleta estática: pedaleo mucho, pero no avanzo”. El sacerdote le respondió: “Eso sucede cuando tu fe se reduce a cumplir normas. La fe verdadera es como una bicicleta de montaña: a veces cuesta, pero siempre te lleva más lejos”.

Así es la vida cristiana: no un ejercicio estéril, sino un camino que nos hace avanzar hacia la plenitud de Cristo.


Conclusión

Hermanos, el Evangelio de hoy nos invita a vivir la fe como camino y no como carga, a dejarnos transformar por Cristo, a caminar erguidos y con esperanza.

Que María, mujer en camino, nos enseñe a avanzar confiados, a poner la vida por encima de la letra, y a ser en este Jubileo testigos de una fe que da alegría y libertad.


Oración final

Señor Jesús,
Tú eres el Señor de la vida y de la historia,
enséñanos a avanzar siempre hacia adelante,
firmes en la fe, alegres en la esperanza.
Que tu Evangelio no sea peso, sino libertad,
y que María, tu Madre, nos acompañe
en este camino jubilar,
para que nuestras comunidades sean signo de vida y de amor.
Amén.

 

3

 

Introducción

Queridos hermanos,

en el Evangelio de hoy escuchamos una de esas frases breves y tajantes de Jesús que marcan un antes y un después en la vida de la fe:
“El Hijo del hombre es Señor del sábado” (Lc 6,5).

Con estas palabras, Cristo nos recuerda que la Ley de Dios no es un peso ni un obstáculo, sino un camino que conduce a la vida. Él mismo, como Señor de la Ley, le da su pleno sentido. En este sábado, día dedicado a la Virgen María, somos invitados a dejarnos guiar no por nuestras interpretaciones humanas o por rigideces vacías, sino por la voz del Señor, que nos libera y nos conduce a la esperanza.


1. La Ley divina: don y camino de vida

El Tercer Mandamiento nos pide “santificar el sábado”, es decir, consagrar un día a Dios, reconocerlo como Creador y Señor de la historia. Este mandamiento tiene un sentido profundo:

  • Es un don de descanso, que nos recuerda que no somos esclavos de la producción ni del trabajo.
  • Es un camino de vida, porque nos invita a reconocer que la existencia tiene un centro: Dios mismo.

El problema surge cuando la Ley de Dios es encerrada en interpretaciones humanas excesivas, como hicieron los fariseos, que llenaron de normas y prohibiciones el día sagrado hasta volverlo un peso insoportable. Jesús denuncia este legalismo y nos recuerda que la verdadera fidelidad consiste en poner a Dios en el centro, no en aferrarse a interpretaciones humanas que sofocan el espíritu.


2. Cristo, Señor de la Ley

Cuando Jesús proclama que es “Señor del sábado”, no está anulando la Ley, sino revelando su verdadero sentido. La Ley no existe para esclavizar, sino para liberar. No se trata de reglamentos que buscan controlar la vida del pueblo, sino de un don divino que nos abre a la comunión con Dios.

Cristo se presenta, entonces, como el intérprete definitivo de la Ley. Él es la Palabra viva del Padre. Y sólo en Él la Ley alcanza su plenitud. Esto significa que nuestra referencia última no son nuestros propios criterios, tradiciones o interpretaciones, sino Jesús mismo.


3. El riesgo de absolutizar nuestras opiniones

Todos corremos el peligro de confundir la voluntad de Dios con nuestras propias convicciones personales. Nos afectan las emociones, las costumbres, las ideologías, la presión social, los medios de comunicación. Y, poco a poco, podemos terminar defendiendo ideas que no coinciden con la verdad de Dios, pero que asumimos como si fueran incuestionables.

Cuando eso ocurre, la fe se convierte en un campo de batalla de opiniones y no en un camino de vida en el Espíritu. La invitación de hoy es a la humildad: reconocer que sólo Cristo es la Verdad, y que debemos estar dispuestos a rectificar nuestras convicciones cuando Él nos muestre otro camino.


4. María, mujer dócil a la Palabra

Hoy, en memoria de la Virgen María, recordamos a la mujer que supo escuchar y guardar la Palabra en su corazón. Ella no absolutizó sus propios planes, no se aferró a sus seguridades humanas, sino que se dejó guiar por Dios: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

María es el ejemplo perfecto de cómo vivir la Ley de Dios: no como un código frío, sino como una relación de amor y de confianza. Ella nos enseña a permanecer abiertos, humildes y dóciles al Señor, incluso cuando no comprendemos todo lo que sucede.


5. Dimensión jubilar y pastoral

En este Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza”, el Evangelio nos pide:

  • Revisar nuestras actitudes religiosas: ¿son fuente de vida o peso para los demás?
  • Volver a la esencia: la fe como encuentro con Cristo, no como un cúmulo de reglamentos.
  • Vivir la esperanza: dejar que el Evangelio nos libere de miedos, rigideces y errores para caminar con gozo hacia adelante.

Ser peregrinos de la esperanza significa dejarnos guiar por Aquel que es Señor de la Ley, para que nuestra vida sea signo de libertad y alegría cristiana.


6. Una imagen para meditar

Un maestro de Biblia decía a sus alumnos: “La Ley de Dios es como una brújula. Si en lugar de mirar la brújula para orientarnos hacia el norte, nos quedamos discutiendo entre nosotros sobre cómo es la aguja o de qué material está hecha, nunca llegaremos al destino”.

Así sucede con la fe: si absolutizamos nuestras opiniones y discusiones, perdemos de vista a Cristo. Él es el verdadero Norte que orienta nuestra vida.


Conclusión

Hermanos, hoy Jesús nos recuerda que sólo Él es Señor de la Ley. No absoluticemos nuestras ideas, no nos aferremos a legalismos estériles, no convirtamos la fe en un peso. Más bien, vivamos en la libertad de los hijos de Dios, dejándonos guiar por Cristo y por María.


Oración final

Señor Jesús,
Tú eres el Señor del sábado y de la vida,
haz que no nos aferremos a normas vacías
ni a nuestras propias opiniones,
sino que permanezcamos siempre dóciles a tu Palabra.
Que María, tu Madre, nos enseñe a vivir la Ley como un don de amor,
y que este Año Jubilar nos fortalezca
para ser peregrinos de la esperanza,
libres, alegres y fieles en tu seguimiento.
Amén.

 

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