lunes, 29 de septiembre de 2025

30 de septiembre del 2025: martes de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario-I- Memoria de San Jerónimo, presbítero y Doctor de la Iglesia

 

Santo del día

San Jerónimo

Alrededor del 347-420.

«Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo», afirmó el autor de la Vulgata (traducción de la Biblia al latín a partir de los textos hebreo y griego). Padre y Doctor de la Iglesia.

 

 

Nada lo detiene

(Lucas 9, 51-56) Como Jesús, sus discípulos no son recibidos. «Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron», dice el prólogo de Juan (Jn 1,11). Pero, a diferencia de los discípulos, Jesús no quiere destruir a quienes lo rechazan, sean samaritanos o judíos. Camina, decidido, hasta el final de su misión, que es salvar a todos los seres humanos. Luz venida a este mundo, sabe que las tinieblas no pueden detenerlo.

Colette Hamza, xavière

 


Primera lectura

Za 8,20-23

Vendrán pueblos numerosos buscando al Señor en Jerusalén

Lectura de la profecía de Zacarías.

«ESTO dice el Señor del universo:
Vendrán igualmente pueblos
y habitantes de grandes ciudades.
E irán los habitantes de una
y dirán a los de la otra:
Subamos a aplacar al Señor;
yo también iré a contemplar
al Señor del universo.
Y vendrán pueblos numerosos,
llegarán poderosas naciones
buscando al Señor del universo en Jerusalén
y queriendo aplacar al Señor».
«Esto dice el Señor del universo: En aquellos días, diez hombres de lenguas distintas de entre las naciones se agarrarán al manto de un judío diciendo: “Queremos ir con ustedes, pues hemos oído que Dios está con ustedes”».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 87(86),1-3.4-5.6-7 (R. Za 8,23)

R. Dios está con nosotros.

V. Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sion
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios! 
R.

V. «Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí».
Se dirá de Sion: «Uno por uno,
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado». 
R.

V. El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Este ha nacido allí».
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti». 
R.


Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Hijo del hombre ha venido a servir y dar su vida en rescate por muchos. R.

 

Evangelio

Lc 9,51-56

Tomó la decisión de ir a Jerusalén

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

CUANDO se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.

Palabra del Señor.

 

1

 

La espiral de la paz

 

1. Introducción

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Hoy la Palabra nos sitúa ante un horizonte esperanzador y desafiante: la paz como una espiral que se expande más allá de quien la recibe. Al celebrar la memoria de San Jerónimo, el gran traductor y apasionado de la Escritura, reconocemos que la Palabra de Dios es la que alimenta y da vida, la que ilumina los caminos de reconciliación y nos abre a una paz que se contagia.

En este Año Jubilar, que nos recuerda que somos peregrinos de la esperanza, la liturgia nos invita a mirar cómo la Palabra se hace fuerza transformadora en nuestras comunidades, y a ofrecer en esta Eucaristía nuestra oración por todos los benefactores, aquellos que con generosidad y sacrificio sostienen la misión de la Iglesia y nos ayudan a anunciar el Evangelio.


2. La espiral de la paz según el profeta Zacarías (Za 8,20-23)

El profeta Zacarías anuncia un mensaje desconcertante y a la vez consolador: “Vendrán pueblos y habitantes de muchas ciudades… y diez hombres de naciones diversas agarrarán a un judío por la orla del manto y le dirán: ‘Queremos ir con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros’”.

Aquí aparece la imagen de la paz como una espiral expansiva. No es una paz que se limita al creyente en su interior, sino una paz que contagia y se extiende a los cercanos y lejanos.

Estamos acostumbrados a pensar en cadenas de desgracias, como cuando la violencia genera más violencia. Pero el profeta nos invita a reconocer que también existen cadenas de bendición, que la fe y la paz verdadera también son contagiosas.

Así es la lógica de Dios: el don recibido no se guarda, se comparte; la reconciliación no se privatiza, se convierte en testimonio que otros anhelan. Esta es la misión de la Iglesia: ser espacio donde se irradia la paz de Cristo hacia los pueblos.


3. El salmo: Dios habita en medio de su pueblo (Sal 86)

El salmo de hoy canta: “Todos los pueblos vendrán a ti, Señor”. Jerusalén aparece como el lugar donde Dios mismo ha puesto su morada. Allí está la fuente de vida.

La Iglesia es hoy la nueva Jerusalén, donde la Palabra y la Eucaristía alimentan a los hijos de Dios. Y esta comunión se convierte en llamada: los pueblos vienen no porque vean en nosotros grandezas humanas, sino porque reconocen que Dios está con su pueblo.

En esta memoria jubilar de la paz, reconocemos que la verdadera fuerza evangelizadora de la Iglesia no está en el poder ni en las estructuras, sino en la atracción del testimonio de comunión, unidad y esperanza.


4. El Evangelio: la falsa lógica de la venganza (Lc 9,51-56)

El Evangelio nos lleva a una escena difícil: Jesús decide ir a Jerusalén, pero los samaritanos lo rechazan. Santiago y Juan reaccionan con ira: “¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?”

Jesús los corrige con firmeza. Ellos todavía no comprenden que su Maestro no responde al mal con mal, ni avala la lógica de la ley del talión. Jesús es el rostro de un Dios que ama a buenos y malos, que ofrece misericordia y no venganza (cf. Lc 6,35-36).

Aquí aparece el gran peligro de la religión mal entendida: usar a Dios para justificar el propio amor propio herido, nuestras venganzas o intereses. Santiago y Juan pensaban que estaban defendiendo el honor de Dios, cuando en realidad querían satisfacer su orgullo.

Hoy también corremos ese riesgo: cuando usamos “la moral católica” o “la tradición” para imponernos, cuando invocamos la fe para conservar privilegios o resistir cambios, olvidamos que la Palabra es para dar vida, no para destruir. Jesús no tolera este equívoco y nos recuerda que la paz no se impone con fuego ni con armas, sino con mansedumbre, misericordia y verdad.


5. San Jerónimo: maestro de la Palabra

San Jerónimo entendió que solo la Palabra de Dios nos corrige, nos centra y nos enseña el verdadero rostro de Cristo. Él decía: “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”.

En tiempos de tensiones sociales, políticas o eclesiales, su ejemplo nos invita a volver siempre a la Palabra, porque allí encontramos el espíritu de Jesús que nos prohíbe la violencia, nos desinstala de nuestro egoísmo y nos impulsa a anunciar la paz.

En este Año Jubilar, su vida nos recuerda que el camino del cristiano no es el del poder ni la revancha, sino el del servicio humilde, el diálogo, la reconciliación y la paz que nace del Evangelio.


6. Aplicación para hoy

Hermanos, esta Palabra se actualiza en nuestra realidad:

  • En Colombia, tantas veces marcada por la violencia y la división, estamos llamados a ser testigos de la espiral de la paz, que no se cansa de perdonar, de tender la mano, de construir confianza.
  • En nuestras parroquias e islas del Caribe, la misión no es devolver mal por mal, sino irradiar esperanza para que otros digan: “Queremos ir con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros”.
  • Y hoy de manera especial recordamos en la oración a los benefactores: hombres y mujeres que, con su apoyo silencioso y generoso, hacen posible que la Iglesia siga anunciando esta Palabra de vida. Ellos son parte de esa espiral de paz y bendición que se multiplica en la comunidad.

7. Conclusión

Queridos hermanos:

La Palabra de Dios hoy nos enseña que la paz verdadera no es ausencia de conflictos, sino la capacidad de irradiar vida, esperanza y reconciliación incluso en medio de las pruebas.

El profeta Zacarías nos mostró la paz como una espiral que se expande; el salmo nos recordó que todos los pueblos buscan la fuente de vida; el Evangelio nos advirtió contra el peligro de la venganza disfrazada de celo religioso; y San Jerónimo nos enseñó que solo la Palabra de Dios nos centra en Cristo.

Pidamos al Señor que, en este Año Jubilar, seamos peregrinos de esperanza y sembradores de paz, y que quienes nos rodean puedan decir: “Queremos ir con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros”.

Amén.

 

2

 

Nada lo detiene

 

1. Introducción

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Hoy el Evangelio nos presenta a Jesús en una decisión irrevocable: caminar hacia Jerusalén para consumar su misión de amor. Nada ni nadie lo detiene. Ni el rechazo de los samaritanos, ni las incomprensiones de sus propios discípulos, ni las tinieblas que se ciernen sobre Él.

Dice el prólogo de san Juan: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). Pero, a diferencia de los discípulos, Jesús no responde con violencia, sino con fidelidad. Él es la luz que brilla en medio de las tinieblas, y las tinieblas no pueden vencerla.

En este Año Jubilar, y en la memoria de San Jerónimo, maestro de la Palabra, se nos invita a redescubrir que la misión de Cristo —y también la nuestra como Iglesia— es salvar y dar vida, no condenar ni destruir.


2. La primera lectura: la paz que se expande (Za 8,20-23)

El profeta Zacarías nos regala un anuncio de esperanza: pueblos y naciones se acercarán a Jerusalén diciendo: “Queremos ir con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros”.

Este texto ilumina la misión de Jesús. Aunque rechazado en Samaría, sigue adelante, convencido de que la salvación es para todos. La paz que Él trae no es solo para Israel, sino para todas las naciones.

Aquí se cumple la imagen de la espiral de la paz: el bien también se contagia, la gracia también se expande. Cuando el pueblo de Dios vive en fidelidad, otros pueblos son atraídos no por la fuerza de las armas ni del poder, sino por la presencia de Dios en medio de ellos.


3. El salmo: Dios en medio de su pueblo (Sal 86)

El salmo proclama: “Todos los pueblos vendrán a ti, Señor”. Dios habita en Sión, y todos reconocen en Él la fuente de la vida.

El rechazo que experimenta Jesús en el Evangelio no es el final de la historia. Aunque algunos cierren las puertas, Dios sigue abriendo caminos para que todos los pueblos lleguen a la salvación.

Hoy la Iglesia es ese signo de comunión y esperanza. Cuando vivimos en unidad y dejamos que la Palabra nos transforme, otros descubren que Dios está en medio de su pueblo.


4. El Evangelio: la determinación de Jesús (Lc 9,51-56)

El texto evangélico es breve pero profundo. Jesús decide firmemente ir a Jerusalén. Esta “decisión” no es solo un movimiento geográfico, sino una opción espiritual: entregar la vida hasta el final.

Los samaritanos lo rechazan, y Santiago y Juan reaccionan con furia: quieren hacer descender fuego del cielo. Pero Jesús los reprende. Él no responde al mal con mal. No se deja atrapar por el orgullo ni por la violencia. Su única determinación es cumplir la misión de salvar a todos.

El Evangelio de hoy nos revela tres enseñanzas claras:

1.    El rechazo no detiene la misión. Aunque no lo reciban, Jesús sigue adelante.

2.    El celo mal entendido puede ser destructivo. Los discípulos confunden la defensa de Dios con la defensa de su propio orgullo herido.

3.    La fidelidad es más fuerte que las tinieblas. Jesús camina con la certeza de que nada puede detener el amor de Dios.


5. San Jerónimo: el hombre de la Palabra

Hoy celebramos a San Jerónimo, quien dedicó su vida al estudio, la traducción y la difusión de la Palabra de Dios. Su austeridad y su pasión nos recuerdan que el cristiano no puede vivir sin la Escritura. “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”, afirmaba con fuerza.

Jerónimo, como Jesús, también experimentó incomprensiones y rechazos, pero nada lo detuvo en su misión de hacer llegar la Palabra a todos. Su vida es un espejo del Evangelio de hoy: la fidelidad al plan de Dios no se detiene por las dificultades.


6. Aplicación a nuestra vida

Hermanos, este mensaje es actual:

  • En nuestras familias, a veces sentimos el rechazo o la indiferencia hacia la fe. El Evangelio nos anima a seguir adelante sin desanimarnos, porque la luz no puede ser vencida por las tinieblas.
  • En nuestras comunidades, podemos caer en la tentación de reaccionar con violencia o dureza ante quienes piensan distinto. Pero Jesús nos muestra otro camino: la paciencia, la misericordia y la firmeza en el amor.
  • En Colombia, en el Caribe, en este tiempo de tantas tensiones sociales y políticas, la Iglesia debe ser un signo de esperanza, perseverando en la misión de anunciar la paz que no se detiene.
  • Y en este día, recordamos también a nuestros benefactores: personas que, con generosidad, permiten que la misión siga adelante. Ellos participan de este movimiento de gracia que nada detiene.

7. Conclusión

Queridos hermanos:

El Evangelio de hoy nos recuerda que nada detuvo a Cristo en su camino de amor, y nada debe detenernos a nosotros en el seguimiento. El rechazo, la incomprensión, la hostilidad no son el fin, sino parte del camino.

Zacarías nos habló de la paz que se expande, el salmo nos mostró que todos los pueblos buscan a Dios, y el Evangelio nos enseñó que Jesús, luz del mundo, no se deja vencer por las tinieblas. San Jerónimo nos invita a mantenernos firmes en la Palabra como fuente de fuerza y vida.

Que este Año Jubilar nos encuentre perseverando en la esperanza, siendo testigos de una fe que no se detiene y de una paz que se expande.

Amén.

 

3

 

Valor para vencer el miedo

 

1. Introducción

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy el Evangelio nos muestra a Jesús resueltamente determinado a ir a Jerusalén. No es un simple viaje físico, sino el camino hacia el cumplimiento de su misión: entregar la vida por amor. Jesús sabe lo que le espera: sufrimiento, rechazo, muerte… pero nada lo detiene. Elige obedecer al Padre con valentía, mostrando que el amor es más fuerte que el miedo.

Celebramos también la memoria de San Jerónimo, gran amante de la Palabra, quien comprendió que solo alimentándonos de ella encontramos la fuerza para seguir a Cristo con fidelidad. En este Año Jubilar, la liturgia nos invita a reconocer la importancia de cultivar la virtud del coraje espiritual: la capacidad de abrazar la voluntad de Dios, incluso cuando implica sacrificio y cruz.


2. La primera lectura: la espiral de la paz (Za 8,20-23)

El profeta Zacarías anuncia un tiempo nuevo: pueblos y naciones acudirán a Jerusalén atraídos por la presencia de Dios. Dirán: “Queremos ir con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros”.

Aquí aparece una clave fundamental: cuando un pueblo vive en fidelidad a Dios, transmite paz y esperanza, y otros quieren participar de esa gracia. La valentía de la fe no se queda encerrada, sino que se expande como una espiral. La paz que brota de Dios vence los miedos colectivos, desarma las enemistades y une a las naciones.

Así, la determinación de Jesús de ir a Jerusalén no es solo personal, sino que inaugura un movimiento universal: el amor que vence al miedo se convierte en testimonio que atrae a todos los pueblos.


3. El salmo: Dios habita en medio de su pueblo (Sal 86)

El salmo proclama: “Todos los pueblos vendrán a ti, Señor”. Es un canto de universalidad y confianza. La morada de Dios en Sión es fuente de vida, y todos los pueblos la reconocen.

Este canto complementa lo que vemos en el Evangelio: Jesús, al caminar decidido hacia Jerusalén, se convierte en el verdadero Templo, en la morada viva de Dios. Y esa certeza nos llena de coraje: no caminamos solos, el Señor camina en medio de nosotros.


4. El Evangelio: el coraje de Jesús frente a la cruz (Lc 9,51-56)

San Lucas nos dice: “Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”.

  • Determinación: Jesús no vacila. Sabe lo que le espera, pero avanza. Aquí se revela la virtud del coraje: la capacidad de abrazar la voluntad del Padre, aunque implique sufrimiento.
  • Rechazo: los samaritanos no lo reciben. Es una experiencia dolorosa, pero Jesús no responde con violencia, a diferencia de Santiago y Juan, que querían hacer descender fuego del cielo. Él enseña que la verdadera fuerza no se mide por la capacidad de destruir, sino por la firmeza en amar.
  • Lección a los discípulos: Jesús muestra que la misión no se interrumpe por el rechazo. Él sigue adelante, porque nada detiene el plan de salvación.

Este pasaje nos enseña que la valentía cristiana no es dureza ni agresividad, sino fidelidad al amor de Dios en medio de la adversidad.


5. San Jerónimo: maestro de la Palabra y del coraje espiritual

San Jerónimo dedicó su vida a la Escritura, aun en medio de incomprensiones y sacrificios. Su frase célebre, “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”, nos recuerda que solo desde la Palabra podemos cultivar el coraje que vence el miedo.

Jerónimo no huyó de la dificultad. Fue austero, apasionado, a veces duro en carácter, pero siempre fiel. Como Jesús, supo avanzar resueltamente en la misión que Dios le confió, sin dejarse detener por obstáculos.


6. Aplicación a la vida de hoy

Hermanos, ¿qué nos dice esta Palabra en nuestro tiempo?

  • En lo personal: muchas veces sentimos miedo ante la enfermedad, la soledad, la inseguridad o el futuro. El ejemplo de Jesús nos invita a no paralizarnos, sino a caminar con confianza, sabiendo que la cruz aceptada con amor se convierte en fuente de gracia.
  • En lo comunitario: nuestras parroquias e islas enfrentan dificultades sociales, económicas y espirituales. El Jubileo nos recuerda que la Iglesia debe caminar resueltamente en su misión evangelizadora, aun cuando haya rechazo o indiferencia.
  • En lo misionero: el coraje de Jesús es testimonio para que nosotros también animemos a otros. Cuando perseveramos en la fe, damos valor a quienes nos rodean.
  • Por nuestros benefactores: hoy oramos especialmente por ellos. Su generosidad y apoyo a la misión son signos de un coraje silencioso que sostiene la evangelización. Ellos también avanzan, como Jesús, con decisión en el camino del bien.

7. Conclusión

Queridos hermanos:

El Evangelio nos enseña que Jesús no se dejó detener por el miedo, el rechazo ni la hostilidad. Caminó resueltamente hacia la cruz, con el coraje que brota del amor perfecto al Padre y a la humanidad.

Zacarías nos recordó que la paz atrae a los pueblos, el salmo proclamó que Dios habita en medio de su pueblo, y Jesús nos mostró que nada lo detiene en su misión de salvar. San Jerónimo, con su amor a la Palabra, nos exhorta a vivir con la misma determinación.

Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de vencer nuestros miedos con la fuerza del Evangelio, de caminar sin detenernos en la misión, y de ser sembradores de paz y esperanza en este Año Jubilar.

Amén.

 

 

30 de septiembre:

San Jerónimo, Presbítero y Doctor — Memoria

c. 340s–420
Patrono de los arqueólogos, archivistas, biblistas, bibliotecarios, bibliotecas, escolares, estudiantes y traductores
Canonizado por aclamación popular (pre-congregación)
Declarado Doctor de la Iglesia por el papa Benedicto XIV en 1724

 


Cita:


«Interpreto como debo, siguiendo el mandato de Cristo: “Escudriñad las Escrituras” y “Buscad y hallaréis”. Porque si, como dice Pablo, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios, y si quien no conoce la Escritura no conoce el poder y la sabiduría de Dios, entonces la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo».


~San Jerónimo, Comentario a Isaías


Reflexión

Eusebio Sofronio Jerónimo, más tarde conocido como Jerónimo, nació en la ciudad de Estridón, en algún lugar de los Balcanes. Treinta años antes de su nacimiento, el emperador Constantino había legalizado la práctica del cristianismo en el Imperio Romano, pero muchos aún se aferraban a las religiones y filosofías romanas y griegas. Jerónimo tuvo al menos un hermano, y ambos fueron criados por buenos padres cristianos que creían en la importancia de la educación.

En la adolescencia, sus padres lo enviaron a Roma para estudiar lengua, gramática, retórica, teología y filosofía. Aprendió griego, además del latín que ya conocía desde niño, y se sumergió en los clásicos: Virgilio, Cicerón y Terencio. Aunque había sido criado como cristiano, en Roma sus costumbres se relajaron y cayó en pecados de la carne. Esto le llenó de culpa, y muchos domingos visitaba las catacumbas para recordarse de la muerte y de la posibilidad del infierno. Como era costumbre en aquel tiempo, no había sido bautizado de niño, por lo que, antes de salir de Roma, decidió bautizarse e inició una conversión.

Hacia los treinta años, después de su bautismo, Jerónimo viajó a varios lugares cristianos históricos. Fue a Aquilea, en la actual Italia septentrional, donde convivió con una ferviente comunidad cristiana bajo la guía del obispo Valeriano. Luego viajó al desierto de Calcis, al sur de la actual Alepo y Antioquía en Siria, donde vivió como ermitaño durante varios años. En el desierto oraba, profundizó en el griego y comenzó a aprender hebreo. También tradujo diversos libros cristianos al latín. Durante este tiempo tuvo una visión en la que fue “arrebatado en el espíritu y llevado ante el tribunal del Juez”. El Juez le preguntó quién era. Jerónimo respondió: “Soy cristiano”. Insatisfecho con la respuesta, el Juez le dijo: “Mientes, eres seguidor de Cicerón y no de Cristo. Porque ‘donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón’”. Esto lo marcó profundamente, pues comprendió que todavía estaba más apegado a la literatura pagana que a Cristo y a su Palabra sagrada. Con esa conciencia, Jerónimo se entregó más plenamente a Cristo y a una vida de celibato, comprometiéndose a dedicarse solo a la Palabra de Dios y a su voluntad, apartándose de su interés por la literatura secular. Tras varios años en el desierto, regresó a Antioquía, donde fue ordenado sacerdote.

Una vez ordenado, Jerónimo viajó a Constantinopla, donde pasó algunos años estudiando bajo la guía del futuro santo, el arzobispo Gregorio de Nacianzo. Allí profundizó enormemente en la fe ortodoxa del Credo de Nicea. Continuó traduciendo obras al latín común y se adentró más en la vida de oración.

Hacia el año 382, el papa Dámaso convocó al padre Jerónimo a Roma para que fuera su secretario y consejero. El Santo Padre le pidió preparar una nueva traducción de la Biblia a partir del griego y del hebreo, pues en ese tiempo había muchas versiones latinas mal hechas. El papa quería una sola versión buena, y Jerónimo aceptó el reto. Comenzó con el Nuevo Testamento, traduciéndolo del griego al latín.

El padre Jerónimo llevó una vida de oración y austeridad, y no tuvo reparos en denunciar la corrupción que veía en el clero y en la sociedad romana. Algunos biógrafos dicen que tenía un temperamento fuerte, pero otros interpretan esa energía como la pasión con la que predicaba contra el pecado y llamaba a la conversión. También reunió a su alrededor a un grupo de mujeres santas—nobles, viudas y vírgenes—con quienes compartía su conocimiento de las Escrituras. Debido al tiempo que pasaba con ellas, fue acusado de conductas inapropiadas, sobre todo por algunos clérigos romanos que se sentían ofendidos por él. Tras la muerte del papa Dámaso, esas acusaciones empeoraron, e incluyeron críticas a sus traducciones del Nuevo Testamento. A causa de esa hostilidad, Jerónimo decidió abandonar Roma, y algunas de estas mujeres santas se fueron con él.

Después de Roma, Jerónimo volvió a Antioquía y luego a Tierra Santa. Llegó a Belén, donde pasó el resto de su vida. Allí se convirtió en ermitaño en las cuevas cercanas a la Basílica de la Natividad y continuó su oración, estudios, traducciones y otros escritos. Fundó un monasterio para hombres, y las mujeres que lo acompañaban establecieron un convento cercano.

En Belén, Jerónimo continuó su labor de traducir la Biblia al latín. Pasó unos ocho años traduciendo el Nuevo Testamento del griego original y luego alrededor de quince años traduciendo el Antiguo Testamento del hebreo, algo que nunca se había hecho antes. Su obra fue aceptada por los eruditos de la Iglesia de Occidente por su precisión y claridad. La traducción fue llamada Vulgata, es decir, “traducción común”, porque buscaba presentar la Biblia de manera comprensible y clara para el pueblo sencillo, en su propia lengua. Con el tiempo, se difundió enormemente. Finalmente, después de la Reforma protestante, en 1546 el Concilio de Trento declaró la Vulgata de San Jerónimo como la traducción oficial de la Iglesia.

Gracias a su profundo conocimiento de la Escritura, el padre Jerónimo escribió comentarios sobre muchos libros de la Biblia, ofreciendo valiosas reflexiones fruto de su trabajo como traductor. También escribió sobre la vida de los santos, dejando algunas de las primeras fuentes históricas sobre sus vidas heroicas. Escribió ampliamente sobre la Santísima Virgen María, sobre el valor de la virginidad, combatió herejías y dejó muchas cartas que contienen ricas enseñanzas espirituales e históricas.

Tras unos 38 años en Belén, el padre Jerónimo murió, pero sus escritos siguieron vivos. Poco después de su muerte, fue reconocido como santo por aclamación popular, como era costumbre en la Iglesia primitiva. Aunque su impacto fue profundo y permanente, no fue declarado Doctor de la Iglesia hasta 1724.

San Jerónimo fue un cristiano devoto, teólogo, sacerdote y monje. Predicó la verdad incluso cuando ofendía a otros. Su dedicación a la Sagrada Escritura no tiene igual, y el impacto de sus traducciones y escritos sigue vigente hoy.


Exhortación

Al honrar a este santo, pensemos en nuestro propio compromiso con la reflexión orante de la Palabra de Dios. San Jerónimo debe inspirarnos a dedicar más de nuestro tiempo y atención al amor de la Palabra mediante el estudio, la reflexión y la oración. Comprometámonos a este ideal y busquemos la intercesión de San Jerónimo.


Oración

San Jerónimo, Dios te dio una vocación única y te usó para brindar a la Iglesia una comprensión fundamental de las Escrituras. Tu dedicación a la oración, la ascesis y el estudio mostró claramente tu amor por Dios y por su Iglesia. Te ruego que intercedas por mí, para que yo llegue a tener el mismo amor profundo por las Escrituras que tú tuviste y, así, alcance el mismo amor de Dios que habitó en ti.
San Jerónimo, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.

 

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