miércoles, 10 de septiembre de 2025

11 de septiembre del 2025: jueves de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario-I

 

Dar sin jamás desesperar

(Lc 6,27-38) El texto griego de Lucas no dice “presten sin esperar nada a cambio”, sino “sin jamás desesperar”, lo cual es muy diferente. Como lo confirma la imagen de la medida al final del pasaje, la generosidad del cristiano no es “a pérdida”. Está sostenida por la esperanza invencible de que la bondad llama a la bondad. No se trata de calcular, sino de amar y de dar “a fondo perdido” para que el amor y el don circulen.

Jean-Marc Liautaud, Fondacio

 


Primera lectura

Col 3,12-17

Revístanse del amor, que es el vínculo de la unidad perfecta

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

HERMANOS:
Como elegidos de Dios, santos y amados, revístanse de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia.
Sobrellévense mutuamente y perdónense cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.
Que la paz de Cristo reine en su corazón: a ella han sido convocados en un solo cuerpo.
Sean también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre ustedes en toda su riqueza; enséñense unos a otros con toda sabiduría; exhórtense mutuamente.
Canten a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicen, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 150,1-2.3-4.5-6 (R. 5c)

R. Todo ser que alienta alabe al Señor.

O bien:

R. Aleluya.

V. Alaben al Señor en su templo,
alábenlo en su fuerte firmamento;
alábenlo por sus obras magníficas,
alábenlo por su inmensa grandeza. 
R.

V. Alábenlo tocando trompetas,
alábenlo con arpas y cítaras;
alábenlo con tambores y danzas,
alábenlo con trompas y flautas. 
R.

V.  Alábenlo con platillos sonoros,
alábenlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. R.

 

Evangelio

Lc 6,27-38

Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«A ustedes los que me escuchan les digo: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los calumnian.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieren que ellos los traten. Pues, si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacen bien solo a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores hacen lo mismo.
Y si prestan a aquellos de los que esperan cobrar, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.
Por el contrario, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada; será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso; no juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados; den, y se les dará: les verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midieran se les medirá a ustedes».

Palabra del Señor.

 

1

 

  • Col 3,12-17“Revístanse de entrañas de misericordia… y sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.”
  • Sal 150,1-2.3-4.5-6 (R. 5c)“Que todo ser que alienta alabe al Señor.”
  • Lc 6,27-38“Amen a sus enemigos, hagan el bien, presten sin esperar nada a cambio… Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso.”

 

Homilía

1.                   Introducción: Evangelizar en clave jubilar
Queridos hermanos y hermanas,
En este Año Jubilar, la Iglesia nos recuerda que somos peregrinos de la esperanza, enviados a anunciar la Buena Nueva con alegría y coherencia.

Las lecturas de hoy iluminan nuestra misión evangelizadora y la necesidad de vocaciones: nos invitan a revestirnos de la misericordia de Cristo, a alabar al Señor en todo, y a amar incluso a quienes nos rechazan.


2. Revestirse del amor (Col 3,12-17)
San Pablo habla con fuerza a la comunidad de Colosas: “Revístanse de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, dulzura, paciencia… y sobre todo del amor, que es el vínculo de la perfección.”
Este es el retrato del evangelizador auténtico. No basta con palabras bonitas ni con estrategias pastorales: el anuncio del Evangelio requiere un corazón transformado por la misericordia.

Aquí también está el secreto de toda vocación. Dios llama a hombres y mujeres de carne y hueso, con sus debilidades, pero los reviste con su gracia. El sacerdote, la religiosa, el catequista o el misionero se convierten en testigos creíbles cuando viven en comunión, cuando dejan que la paz de Cristo reine en su corazón.


3. El salmo: una evangelización que canta (Sal 150)
El salmo 150 es un himno de alabanza desbordante: “Que todo ser que alienta alabe al Señor.” La misión evangelizadora nace de un corazón agradecido que no puede guardar silencio.
Por eso, la Iglesia evangeliza cuando celebra, cuando canta, cuando transforma la vida en alabanza. Cada vocación es también un canto: el canto del sí a Dios que se hace misión para los demás.


4. El Evangelio: dar sin desesperar (Lc 6,27-38)
El Evangelio de Lucas nos coloca en el núcleo de la vida cristiana: amar a los enemigos, hacer el bien sin cálculo, prestar “sin jamás desesperar”.
El texto griego, no se refiere simplemente a “prestar sin esperar nada a cambio”, sino a no perder nunca la esperanza. La generosidad del discípulo no es a pérdida: se sostiene en la confianza invencible de que la bondad llama a la bondad, de que el amor abre caminos.

Esto tiene una gran resonancia para la obra evangelizadora. Muchas veces parece que sembramos en terreno árido, que damos y no recibimos, que acompañamos y nadie lo agradece. Pero Jesús nos asegura: cada gesto de amor, cada acto de servicio, cada vocación entregada al Evangelio da fruto, aunque tarde en manifestarse.

El discípulo jubilar es aquel que se atreve a amar a fondo perdido, convencido de que el Padre misericordioso no se deja ganar en generosidad: “Den, y se les dará. Una medida colmada, rebosante, será derramada en su regazo.”


5. Aplicación: Evangelizar desde la misericordia y la esperanza
Queridos hermanos:
Las tres lecturas nos muestran el camino jubilar para la evangelización y para suscitar vocaciones:

  • Revestirse del amor: la misericordia es el traje de gala del evangelizador.
  • Convertir la vida en alabanza: la evangelización no es imposición, sino canto agradecido que atrae.
  • Dar sin desesperar: sembrar con esperanza, sin esperar cálculos humanos, sabiendo que Dios da el crecimiento.

Este es también un llamado a orar con fuerza por las vocaciones: necesitamos jóvenes y adultos dispuestos a dejarse revestir por Cristo, a cantar su alabanza con la vida, a amar sin cansarse, a servir sin desesperar.


6. Conclusión: oración jubilar por la misión
Pidamos hoy que la obra evangelizadora de la Iglesia no se detenga, que sea creativa, fiel y valiente. Que surjan nuevas vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales que respondan con alegría al llamado del Señor.

Que María, Estrella de la Evangelización, nos enseñe a dar sin desesperar y a mantenernos siempre firmes en la esperanza.

Amén.

 

2

 

1.    Introducción: El Jubileo como tiempo de renovación misionera

 

Queridos hermanos y hermanas:

El Jubileo que celebramos nos recuerda que somos peregrinos de la esperanza, llamados a anunciar el Evangelio en un mundo que muchas veces se cierra al mensaje de Cristo. Hoy la Palabra de Dios nos regala tres claves para esta misión: revestirnos de Cristo con amor y misericordia (Col 3), cantar y vivir la alabanza (Sal 150), y amar incluso a quienes nos rechazan (Lc 6). Estas actitudes son también semilla de nuevas vocaciones, porque solo cuando los jóvenes ven una Iglesia alegre, misericordiosa y esperanzada, descubren en ella un camino para entregar la vida.


2. Revestirse del amor que edifica la Iglesia (Col 3,12-17)
San Pablo invita a los colosenses a ponerse un “traje nuevo”: el de la misericordia, la bondad, la humildad, la dulzura y la paciencia. Más aún: a “revestirse del amor, que es el vínculo de la perfección”.
Este es el vestido propio del evangelizador y del vocacionado. Un sacerdote, una religiosa, un catequista, un misionero… no convencen por su elocuencia, sino por la coherencia de una vida transformada en Cristo. La Iglesia evangeliza cuando sus miembros viven reconciliados, cuando dejan que la paz de Cristo reine en sus corazones.

Aquí encontramos una primera aplicación vocacional: el amor es la mayor atracción. Las vocaciones no surgen de campañas publicitarias, sino de comunidades donde se respira caridad, ternura y fraternidad.


3. Evangelizar con alabanza (Sal 150)
El salmo 150 es un estallido de alegría: “¡Que todo ser que alienta alabe al Señor!”. Se enumeran instrumentos musicales, se convoca a todos los rincones de la creación a participar en este canto.
La evangelización es esto: no una obligación, sino un canto de gratitud. Cuando la Iglesia evangeliza con alegría, los corazones se abren. Cada vocación es como un instrumento en esta orquesta de Dios: unos tocan la trompeta de la palabra, otros el arpa de la caridad, otros los platillos del servicio silencioso. Pero todos forman una sinfonía de alabanza que atrae a los demás hacia Cristo.


4. El Evangelio: amar a fondo perdido, sin desesperar (Lc 6,27-38)
El corazón de la enseñanza de Jesús hoy es claro y desafiante: “Amen a sus enemigos, hagan el bien, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los calumnian. Presten sin esperar nada a cambio… Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso.”
Aquí está la diferencia del cristianismo: no se trata de amar a los que me aman —eso ya lo hacen los paganos—, sino de ir más allá, hasta lo que humanamente parece imposible. Jesús nos pide un amor gratuito, desinteresado, lleno de gracia.

Un detalle precioso del texto griego es que la expresión “presten sin esperar nada” se traduce también como “presten sin jamás desesperar”. Es decir, den aunque parezca inútil, sirvan aunque nadie lo agradezca, amen aunque no reciban respuesta. Porque la medida de Dios no es la nuestra: “una medida colmada, remecida, rebosante se derramará en su regazo”.

Esto tiene una aplicación directa para la evangelización y las vocaciones. Muchas veces trabajamos con jóvenes, familias, comunidades, y no vemos resultados inmediatos. Pero Jesús nos asegura que el amor nunca se pierde. Cada gesto, cada palabra, cada semilla sembrada a fondo perdido produce fruto en el tiempo de Dios.


5. Aplicación jubilar: misión y vocaciones
Queridos hermanos: en el marco del Jubileo, esta Palabra nos invita a tres compromisos:

  • Revestirnos del amor: ser comunidades misericordiosas y fraternas que susciten vocaciones.
  • Evangelizar con alegría: cantar con la vida, no transmitir el Evangelio como una carga, sino como un don que nos llena de gozo.
  • Amar sin desesperar: sembrar vocaciones y anunciar el Evangelio sin cálculos humanos, confiando en que Dios es quien da el crecimiento.

Si vivimos así, la Iglesia no se agotará, y las vocaciones seguirán surgiendo, porque habrá jóvenes que vean en nosotros un camino de plenitud y esperanza.


6. Conclusión: oración por la misión y las vocaciones
Pidamos hoy al Señor, en este Jubileo, que su Espíritu renueve la obra evangelizadora de la Iglesia. Que los sacerdotes y consagrados vivan revestidos de misericordia, que los laicos sean misioneros alegres en sus ambientes, y que muchos jóvenes descubran la belleza de seguir a Cristo en el sacerdocio, la vida consagrada o el laicado comprometido.

Que la Virgen María, Estrella de la Evangelización y Madre de las vocaciones, nos ayude a dar sin desesperar, a amar sin medida y a sembrar con esperanza.

Amén.

 

3

 

1.      Introducción: el Evangelio que desconcierta y transforma
Queridos hermanos:

Jesús nos habla hoy con palabras que siguen siendo desconcertantes: “Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra. Al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Da a todo el que te pida, y al que te quite lo tuyo, no se lo reclames.” (Lc 6,29-30).
Sus primeros discípulos quedaron sorprendidos, y nosotros también lo estamos. Porque lo que Jesús nos pide no es humano, no responde a la lógica del mundo. Pero justamente por eso es Evangelio: es la Buena Noticia de un amor que salva.


2.      Lo más importante: la salvación de las almas

El evangelio que meditamos nos da una clave luminosa: hay algo más importante que la humillación sufrida o la injusticia padecida. Ese algo es la salvación de las almas.

Si vivimos reclamando siempre justicia inmediata, corremos el riesgo de olvidarnos de lo más importante: la salvación eterna de quienes nos han hecho daño, y la nuestra. Jesús nos enseña que el perdón, la misericordia y la renuncia a la venganza son actos de amor con un poder inmenso: pueden transformar al otro y, al mismo tiempo, purificarnos a nosotros.


3. Colosenses: revestirse de Cristo para evangelizar (Col 3,12-17)
San Pablo nos invita a revestirnos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, dulzura y paciencia. Esto no es un adorno espiritual: es la condición indispensable para evangelizar.
Quien anuncia el Evangelio sin misericordia, quien habla de Cristo sin humildad, no convence. La Iglesia evangeliza de verdad cuando se viste del amor de Cristo, cuando perdona, cuando sirve, cuando canta con la vida: “Que la paz de Cristo reine en sus corazones” (Col 3,15).
Las vocaciones nacen en comunidades donde se vive esta misericordia, donde los jóvenes ven testigos que no buscan revancha, sino que responden con amor.


4. El salmo: la misión como alabanza (Sal 150)
El salmo nos invita a alabar a Dios con trompetas, arpas, tambores y danzas. La evangelización se convierte en una sinfonía de amor cuando la Iglesia entera canta con su vida: pobres y ricos, jóvenes y ancianos, todos unidos en la alabanza.
Cada vocación es como un instrumento: distintos, pero unidos en una sola melodía. Una Iglesia que vive reconciliada y que canta a Dios atrae a nuevos discípulos y nuevas vocaciones.


5. El Evangelio: amar hasta que duela (Lc 6,27-38)
Jesús no se queda en teorías. Nos dice: amen a los enemigos, hagan el bien a quienes los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por quienes los calumnian.
Aquí aparece lo esencial: cuando el amor cuesta —cuando duele nuestro orgullo, cuando nos exige dejar de lado el deseo de revancha—, entonces se convierte en un acto poderoso, capaz de cambiar al otro y de transformarnos a nosotros mismos.
“Dar sin jamás desesperar” significa que nuestra generosidad no se pierde: es sembrada en las manos de Dios, que la multiplica en gracia y salvación.


6. Mensajes de vida (life messages) en clave jubilar

1.    Un comportamiento lleno de gracia: lo que distingue al cristianismo no es la lógica de la justicia inmediata, sino la gracia de tratar a todos con amor y misericordia, incluso a los enemigos.

2.    Aceptar el desafío de la vida cotidiana: Jesús nos reta a soportar injusticias por Él y por el Evangelio. Esa es también la prueba de autenticidad de las vocaciones: amar incluso cuando duele.

3.    Orar por fuerza para perdonar: solo el perdón sana de verdad. En cada Eucaristía pedimos al Padre que nos perdone como nosotros perdonamos. Recordar cómo hemos sido perdonados nos impulsa a ser misioneros de la misericordia.


7. Aplicación: la obra evangelizadora y las vocaciones
Hermanos:
La Iglesia evangeliza no tanto con discursos, sino con gestos de amor gratuito. Cada vez que perdonamos, evangelizamos. Cada vez que no respondemos al mal con mal, sino con bien, sembramos esperanza.
Las vocaciones brotan de esa experiencia: los jóvenes descubren que vale la pena dar la vida cuando ven testigos que aman sin medida, que perdonan, que viven con alegría.


8. Conclusión: oración jubilar
Pidamos hoy al Señor que nos dé un corazón capaz de amar como Él. Que en este Jubileo la Iglesia renueve su misión evangelizadora no desde la revancha, sino desde la misericordia. Que surjan vocaciones que sean instrumentos de perdón y salvación.
Y que María, Madre de la Misericordia y Estrella de la Evangelización, nos enseñe a amar incluso cuando duele, y a confiar siempre en que lo más importante es la salvación de las almas.

Amén.

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