Dar sin jamás
desesperar
(Lc 6,27-38) El texto griego de
Lucas no dice “presten sin esperar nada a cambio”, sino “sin jamás desesperar”,
lo cual es muy diferente. Como lo confirma la imagen de la medida al final del
pasaje, la generosidad del cristiano no es “a pérdida”. Está sostenida por la
esperanza invencible de que la bondad llama a la bondad. No se trata de
calcular, sino de amar y de dar “a fondo perdido” para que el amor y el don
circulen.
Jean-Marc Liautaud, Fondacio
Primera lectura
Col
3,12-17
Revístanse
del amor, que es el vínculo de la unidad perfecta
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.
HERMANOS:
Como elegidos de Dios, santos y amados, revístanse de compasión entrañable,
bondad, humildad, mansedumbre, paciencia.
Sobrellévense mutuamente y perdónense cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.
Que la paz de Cristo reine en su corazón: a ella han sido convocados en un solo
cuerpo.
Sean también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre ustedes en toda su
riqueza; enséñense unos a otros con toda sabiduría; exhórtense mutuamente.
Canten a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos
inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicen, sea todo en nombre de Jesús, dando
gracias a Dios Padre por medio de él.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
150,1-2.3-4.5-6 (R. 5c)
R. Todo ser que alienta
alabe al Señor.
O
bien:
R. Aleluya.
V. Alaben al Señor en su
templo,
alábenlo en su fuerte firmamento;
alábenlo por sus obras magníficas,
alábenlo por su inmensa grandeza. R.
V. Alábenlo tocando
trompetas,
alábenlo con arpas y cítaras;
alábenlo con tambores y danzas,
alábenlo con trompas y flautas. R.
V. Alábenlo con
platillos sonoros,
alábenlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Si nos amamos unos a
otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su
plenitud. R.
Evangelio
Lc
6,27-38
Sean
misericordiosos como su Padre es misericordioso
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«A ustedes los que me escuchan les digo: amen a sus enemigos, hagan el bien a
los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los
calumnian.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no
le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve
lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieren que ellos los traten. Pues, si aman a los que
los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman. Y
si hacen bien solo a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los
pecadores hacen lo mismo.
Y si prestan a aquellos de los que esperan cobrar, ¿qué mérito tienen? También
los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.
Por el contrario, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar
nada; será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno
con los malvados y desagradecidos.
Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso; no juzguen, y no serán
juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados;
den, y se les dará: les verterán una medida generosa, colmada, remecida,
rebosante, pues con la medida con que midieran se les medirá a ustedes».
Palabra del Señor.
1
- Col
3,12-17 – “Revístanse
de entrañas de misericordia… y sobre todo, revístanse del amor, que es el
vínculo de la perfección.”
- Sal
150,1-2.3-4.5-6 (R. 5c) – “Que todo ser que alienta alabe al
Señor.”
- Lc
6,27-38 – “Amen
a sus enemigos, hagan el bien, presten sin esperar nada a cambio… Sean
misericordiosos como su Padre es misericordioso.”
Homilía
1.
Introducción: Evangelizar en clave jubilar
Queridos hermanos y hermanas,
En este Año Jubilar, la Iglesia nos recuerda que somos peregrinos de la
esperanza, enviados a anunciar la Buena Nueva con alegría y coherencia.
Las lecturas de hoy iluminan
nuestra misión evangelizadora y la necesidad de vocaciones: nos invitan a
revestirnos de la misericordia de Cristo, a alabar al Señor en todo, y a amar
incluso a quienes nos rechazan.
2. Revestirse del amor (Col 3,12-17)
San Pablo habla con fuerza a la comunidad de Colosas: “Revístanse de entrañas
de misericordia, de bondad, humildad, dulzura, paciencia… y sobre todo del
amor, que es el vínculo de la perfección.”
Este es el retrato del evangelizador auténtico. No basta con palabras bonitas
ni con estrategias pastorales: el anuncio del Evangelio requiere un corazón
transformado por la misericordia.
Aquí también está el secreto de toda vocación. Dios
llama a hombres y mujeres de carne y hueso, con sus debilidades, pero los
reviste con su gracia. El sacerdote, la religiosa, el catequista o el misionero
se convierten en testigos creíbles cuando viven en comunión, cuando dejan que
la paz de Cristo reine en su corazón.
3. El salmo: una evangelización que canta (Sal 150)
El salmo 150 es un himno de alabanza desbordante: “Que todo ser que alienta
alabe al Señor.” La misión evangelizadora nace de un corazón agradecido que no
puede guardar silencio.
Por eso, la Iglesia evangeliza cuando celebra, cuando canta, cuando transforma
la vida en alabanza. Cada vocación es también un canto: el canto del sí a Dios
que se hace misión para los demás.
4. El Evangelio: dar sin desesperar (Lc 6,27-38)
El Evangelio de Lucas nos coloca en el núcleo de la vida cristiana: amar a los
enemigos, hacer el bien sin cálculo, prestar “sin jamás desesperar”.
El texto griego, no se refiere simplemente a “prestar sin esperar nada a cambio”,
sino a no perder nunca la esperanza. La generosidad del discípulo no es a
pérdida: se sostiene en la confianza invencible de que la bondad llama a la
bondad, de que el amor abre caminos.
Esto tiene una gran resonancia para la obra
evangelizadora. Muchas veces parece que sembramos en terreno árido, que damos y
no recibimos, que acompañamos y nadie lo agradece. Pero Jesús nos asegura: cada
gesto de amor, cada acto de servicio, cada vocación entregada al Evangelio da
fruto, aunque tarde en manifestarse.
El discípulo jubilar es aquel que se atreve a amar
a fondo perdido, convencido de que el Padre misericordioso no se deja ganar en
generosidad: “Den, y se les dará. Una medida colmada, rebosante, será derramada
en su regazo.”
5. Aplicación: Evangelizar desde la misericordia y
la esperanza
Queridos hermanos:
Las tres lecturas nos muestran el camino jubilar para la evangelización y para
suscitar vocaciones:
- Revestirse
del amor: la
misericordia es el traje de gala del evangelizador.
- Convertir
la vida en alabanza: la evangelización no es imposición, sino canto agradecido que
atrae.
- Dar
sin desesperar:
sembrar con esperanza, sin esperar cálculos humanos, sabiendo que Dios da
el crecimiento.
Este es también un llamado a orar con fuerza por
las vocaciones: necesitamos jóvenes y adultos dispuestos a dejarse revestir por
Cristo, a cantar su alabanza con la vida, a amar sin cansarse, a servir sin
desesperar.
6. Conclusión: oración jubilar por la misión
Pidamos hoy que la obra evangelizadora de la Iglesia no se detenga, que sea
creativa, fiel y valiente. Que surjan nuevas vocaciones sacerdotales,
religiosas y laicales que respondan con alegría al llamado del Señor.
Que María, Estrella de la Evangelización, nos
enseñe a dar sin desesperar y a mantenernos siempre firmes en la esperanza.
Amén.
2
1. Introducción: El Jubileo como
tiempo de renovación misionera
Queridos
hermanos y hermanas:
El Jubileo que celebramos nos recuerda que somos peregrinos
de la esperanza, llamados a anunciar el Evangelio en un mundo que muchas
veces se cierra al mensaje de Cristo. Hoy la Palabra de Dios nos regala tres
claves para esta misión: revestirnos de Cristo con amor y misericordia (Col
3), cantar y vivir la alabanza (Sal 150), y amar incluso a quienes nos rechazan
(Lc 6). Estas actitudes son también semilla de nuevas vocaciones, porque
solo cuando los jóvenes ven una Iglesia alegre, misericordiosa y esperanzada,
descubren en ella un camino para entregar la vida.
2. Revestirse del amor que edifica la Iglesia (Col
3,12-17)
San Pablo invita a los colosenses a ponerse un “traje nuevo”: el de la
misericordia, la bondad, la humildad, la dulzura y la paciencia. Más aún: a
“revestirse del amor, que es el vínculo de la perfección”.
Este es el vestido propio del evangelizador y del vocacionado. Un sacerdote,
una religiosa, un catequista, un misionero… no convencen por su elocuencia,
sino por la coherencia de una vida transformada en Cristo. La Iglesia
evangeliza cuando sus miembros viven reconciliados, cuando dejan que la paz de
Cristo reine en sus corazones.
Aquí encontramos una primera aplicación vocacional:
el amor es la mayor atracción. Las vocaciones no surgen de campañas
publicitarias, sino de comunidades donde se respira caridad, ternura y
fraternidad.
3. Evangelizar con alabanza (Sal 150)
El salmo 150 es un estallido de alegría: “¡Que todo ser que alienta alabe al
Señor!”. Se enumeran instrumentos musicales, se convoca a todos los rincones de
la creación a participar en este canto.
La evangelización es esto: no una obligación, sino un canto de gratitud. Cuando
la Iglesia evangeliza con alegría, los corazones se abren. Cada vocación es
como un instrumento en esta orquesta de Dios: unos tocan la trompeta de la
palabra, otros el arpa de la caridad, otros los platillos del servicio
silencioso. Pero todos forman una sinfonía de alabanza que atrae a los demás
hacia Cristo.
4. El Evangelio: amar a fondo perdido, sin
desesperar (Lc 6,27-38)
El corazón de la enseñanza de Jesús hoy es claro y desafiante: “Amen a sus
enemigos, hagan el bien, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los
calumnian. Presten sin esperar nada a cambio… Sean misericordiosos como su
Padre es misericordioso.”
Aquí está la diferencia del cristianismo: no se trata de amar a los que me aman
—eso ya lo hacen los paganos—, sino de ir más allá, hasta lo que humanamente
parece imposible. Jesús nos pide un amor gratuito, desinteresado, lleno de
gracia.
Un detalle precioso del texto griego es que la
expresión “presten sin esperar nada” se traduce también como “presten sin jamás
desesperar”. Es decir, den aunque parezca inútil, sirvan aunque nadie lo
agradezca, amen aunque no reciban respuesta. Porque la medida de Dios no es la
nuestra: “una medida colmada, remecida, rebosante se derramará en su regazo”.
Esto tiene una aplicación directa para la
evangelización y las vocaciones. Muchas veces trabajamos con jóvenes, familias,
comunidades, y no vemos resultados inmediatos. Pero Jesús nos asegura que el
amor nunca se pierde. Cada gesto, cada palabra, cada semilla sembrada a fondo
perdido produce fruto en el tiempo de Dios.
5. Aplicación jubilar: misión y vocaciones
Queridos hermanos: en el marco del Jubileo, esta Palabra nos invita a tres
compromisos:
- Revestirnos
del amor: ser
comunidades misericordiosas y fraternas que susciten vocaciones.
- Evangelizar
con alegría:
cantar con la vida, no transmitir el Evangelio como una carga, sino como
un don que nos llena de gozo.
- Amar
sin desesperar:
sembrar vocaciones y anunciar el Evangelio sin cálculos humanos, confiando
en que Dios es quien da el crecimiento.
Si vivimos así, la Iglesia no se agotará, y las
vocaciones seguirán surgiendo, porque habrá jóvenes que vean en nosotros un
camino de plenitud y esperanza.
6. Conclusión: oración por la misión y las
vocaciones
Pidamos hoy al Señor, en este Jubileo, que su Espíritu renueve la obra
evangelizadora de la Iglesia. Que los sacerdotes y consagrados vivan revestidos
de misericordia, que los laicos sean misioneros alegres en sus ambientes, y que
muchos jóvenes descubran la belleza de seguir a Cristo en el sacerdocio, la
vida consagrada o el laicado comprometido.
Que la Virgen María, Estrella de la Evangelización
y Madre de las vocaciones, nos ayude a dar sin desesperar, a amar sin medida y
a sembrar con esperanza.
Amén.
3
1.
Introducción: el Evangelio que desconcierta y transforma
Queridos hermanos:
Jesús nos habla hoy con palabras que siguen siendo
desconcertantes: “Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra.
Al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Da a todo el que te pida, y
al que te quite lo tuyo, no se lo reclames.” (Lc 6,29-30).
Sus primeros discípulos quedaron sorprendidos, y nosotros también lo estamos.
Porque lo que Jesús nos pide no es humano, no responde a la lógica del mundo.
Pero justamente por eso es Evangelio: es la Buena Noticia de un amor que
salva.
2. Lo más importante: la salvación
de las almas
El evangelio que meditamos nos da una clave
luminosa: hay algo más importante que la humillación sufrida o la injusticia
padecida. Ese algo es la salvación de las almas.
Si vivimos reclamando siempre justicia inmediata,
corremos el riesgo de olvidarnos de lo más importante: la salvación eterna de
quienes nos han hecho daño, y la nuestra. Jesús nos enseña que el perdón, la
misericordia y la renuncia a la venganza son actos de amor con un poder
inmenso: pueden transformar al otro y, al mismo tiempo, purificarnos a
nosotros.
3. Colosenses: revestirse de Cristo para
evangelizar (Col 3,12-17)
San Pablo nos invita a revestirnos de entrañas de misericordia, bondad,
humildad, dulzura y paciencia. Esto no es un adorno espiritual: es la condición
indispensable para evangelizar.
Quien anuncia el Evangelio sin misericordia, quien habla de Cristo sin
humildad, no convence. La Iglesia evangeliza de verdad cuando se viste del amor
de Cristo, cuando perdona, cuando sirve, cuando canta con la vida: “Que la
paz de Cristo reine en sus corazones” (Col 3,15).
Las vocaciones nacen en comunidades donde se vive esta misericordia, donde los
jóvenes ven testigos que no buscan revancha, sino que responden con amor.
4. El salmo: la misión como alabanza (Sal 150)
El salmo nos invita a alabar a Dios con trompetas, arpas, tambores y danzas. La
evangelización se convierte en una sinfonía de amor cuando la Iglesia entera
canta con su vida: pobres y ricos, jóvenes y ancianos, todos unidos en la
alabanza.
Cada vocación es como un instrumento: distintos, pero unidos en una sola
melodía. Una Iglesia que vive reconciliada y que canta a Dios atrae a nuevos
discípulos y nuevas vocaciones.
5. El Evangelio: amar hasta que duela (Lc 6,27-38)
Jesús no se queda en teorías. Nos dice: amen a los enemigos, hagan el bien a
quienes los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por quienes los
calumnian.
Aquí aparece lo esencial: cuando el amor cuesta —cuando duele nuestro orgullo,
cuando nos exige dejar de lado el deseo de revancha—, entonces se convierte en
un acto poderoso, capaz de cambiar al otro y de transformarnos a nosotros
mismos.
“Dar sin jamás desesperar” significa que nuestra generosidad no se
pierde: es sembrada en las manos de Dios, que la multiplica en gracia y
salvación.
6. Mensajes de vida (life messages) en clave
jubilar
1. Un comportamiento lleno de
gracia: lo que
distingue al cristianismo no es la lógica de la justicia inmediata, sino la
gracia de tratar a todos con amor y misericordia, incluso a los enemigos.
2. Aceptar el desafío de la vida
cotidiana: Jesús
nos reta a soportar injusticias por Él y por el Evangelio. Esa es también la
prueba de autenticidad de las vocaciones: amar incluso cuando duele.
3. Orar por fuerza para perdonar: solo el perdón sana de verdad.
En cada Eucaristía pedimos al Padre que nos perdone como nosotros perdonamos.
Recordar cómo hemos sido perdonados nos impulsa a ser misioneros de la
misericordia.
7. Aplicación: la obra evangelizadora y las
vocaciones
Hermanos:
La Iglesia evangeliza no tanto con discursos, sino con gestos de amor gratuito.
Cada vez que perdonamos, evangelizamos. Cada vez que no respondemos al mal con
mal, sino con bien, sembramos esperanza.
Las vocaciones brotan de esa experiencia: los jóvenes descubren que vale la
pena dar la vida cuando ven testigos que aman sin medida, que perdonan, que
viven con alegría.
8. Conclusión: oración jubilar
Pidamos hoy al Señor que nos dé un corazón capaz de amar como Él. Que en este
Jubileo la Iglesia renueve su misión evangelizadora no desde la revancha, sino
desde la misericordia. Que surjan vocaciones que sean instrumentos de perdón y
salvación.
Y que María, Madre de la Misericordia y Estrella de la Evangelización, nos
enseñe a amar incluso cuando duele, y a confiar siempre en que lo más
importante es la salvación de las almas.
Amén.
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