miércoles, 17 de septiembre de 2025

18 de septiembre del 2025: jueves de la vigésima cuarta semana del tiempo ordinario-I- Memoria opcional San José de Cupertino

 

Santo del día:

San José de Cupertino

1603-1663.

«Los santos no se hacen en el cielo, se hacen en la tierra», recordaba este asombroso fraile franciscano del sur de Italia, sujeto a numerosos fenómenos místicos.

 

 

Gestos que hablan

(Lc 7,36-50) Jesús se deja tocar por una mujer pecadora. Acepta que esta mujer le derrame perfume sobre los pies y los cubra de besos. Y, sobre todo, estos signos exteriores de un amor titubeante, la modestia de un arrepentimiento, lo conducen a otorgar un perdón incondicional. El Maestro, “manso y humilde de corazón”, reconoce a los suyos no a través de bellos discursos, sino por gestos de total sinceridad, fugaz epifanía del Reino.

Bénédicte de la Croix, cistercienne

 


Primera lectura

1Tm 4,12-16

Cuida de ti mismo y de la enseñanza; y te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo.

QUERIDO hermano:
Que nadie te menosprecie por tu juventud; sé, en cambio, un modelo para los fieles en la palabra, la conducta, el amor, la fe, la pureza.
Hasta que yo llegue, centra tu atención en la lectura, la exhortación, la enseñanza.
No descuides el don que hay en ti, que te fue dado por intervención profética con la imposición de manos del presbiterio.
Medita estas cosas y permanece en ellas, para que todos vean cómo progresas.
Cuida de ti mismo y de la enseñanza. Sé constante en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 111(110),7-8.9.10 (R. 2a)

R. Grandes son las obras del Señor.

O bien:

R.
 Aleluya.

V. Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud. 
R.

V. Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza.
Su nombre es sagrado y temible. 
R.

V. Principio de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados -dice el Señor- y yo los aliviaré. R.

 

Evangelio

Lc 7,36-50

Sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él y, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. En esto, una mujer que había en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a
regarle los pies con las lágrimas, se los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
«Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora».
Jesús respondió y le dijo:
«Simón, tengo algo que decirte».
Él contestó:
«Dímelo, Maestro».
Jesús le dijo:
«Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le mostrará más amor?».
Respondió Simón y dijo:
«Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Le dijo Jesús:
«Has juzgado rectamente».
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
«¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco».
Y a ella le dijo:
«Han quedado perdonados tus pecados».
Los demás convidados empezaron a decir entre ellos:
«¿Quién es este, que hasta perdona pecados?».
Pero él dijo a la mujer:
«Tu fe te ha salvado, vete en paz».

Palabra del Señor.



1

1.    Este es el núcleo del evangelio de hoy: un gesto sencillo y sincero vale más que mil palabras vacías. Jesús no se fija en la reputación de la mujer, sino en la autenticidad de su corazón. Ella no habla, no se justifica, no discute con los fariseos… solo se acerca con humildad y amor, y recibe el don más grande: el perdón.


2. El evangelio: dos miradas contrapuestas
En la casa de Simón el fariseo se dan dos miradas:

  • La del fariseo, fría, calculadora, centrada en juzgar: “Si este fuera profeta sabría quién es esta mujer…” (Lc 7,39).
  • La de la mujer, cálida, confiada, desbordante en ternura: llora, perfuma, besa, acaricia los pies del Señor.

Jesús confronta ambas actitudes. A Simón le recuerda que no le ofreció agua, beso ni unción; la mujer, en cambio, le ha dado todo desde su pobreza. Y concluye con esas palabras que son bálsamo eterno: “Tus pecados quedan perdonados… tu fe te ha salvado, vete en paz” (Lc 7,48.50).


3. La primera lectura: el núcleo del Evangelio
San Pablo en la primera carta a los Corintios nos recuerda el centro de nuestra fe: Cristo murió por nuestros pecados, resucitó al tercer día y se apareció a muchos testigos (1 Cor 15,3-8).
La mujer pecadora experimenta en carne propia esta Buena Noticia: su historia no termina en el pecado, sino en el abrazo de la misericordia. La Pascua de Cristo abre un horizonte nuevo: todos, absolutamente todos, podemos levantarnos y recomenzar.


4. El salmo responsorial: acción de gracias
El salmo 117 es un canto de alabanza: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Eso hace la mujer pecadora: sin decirlo con palabras, ella canta con sus lágrimas la misericordia recibida. Y ese es también nuestro canto jubilar: reconocer que Dios ha sido grande con nosotros, que ha hecho maravillas en nuestra historia, a pesar de nuestras fragilidades.


5. San José de Cupertino: el santo de la humildad y lo esencial
Hoy recordamos a San José de Cupertino, ese fraile franciscano humilde y sencillo, que con frecuencia experimentaba éxtasis y levitaciones en la oración. Su vida nos recuerda que lo esencial no está en la apariencia ni en los discursos complicados, sino en la sencillez del corazón. Él, pobre y limitado, se dejó elevar por el Espíritu hasta tocar la grandeza de Dios. Así también la mujer del evangelio: sin títulos ni estudios, pero con el corazón abierto, se eleva hacia la misericordia.


6. Aplicación pastoral: gestos que evangelizan
En este Año Jubilar, peregrinos de la esperanza, se nos invita a preguntarnos: ¿cuáles son nuestros gestos de amor hacia Cristo y hacia los hermanos?

  • Un catequista que escucha con paciencia a un niño difícil.
  • Una religiosa que visita a los enfermos sin esperar reconocimiento.
  • Un joven que ofrece su tiempo para ayudar en la misión parroquial.
  • Una familia que acoge al migrante, al pobre o al que llega sin nada.

Estos gestos silenciosos son la verdadera evangelización: no convencer con discursos, sino irradiar con la vida.


7. Vocaciones: fruto de la misericordia
Hoy oramos de manera especial por las vocaciones. El llamado al sacerdocio, a la vida consagrada o al laicado comprometido nace siempre de un encuentro de misericordia. Solo quien ha sentido que Cristo le perdonó y le levantó, puede entregarse con alegría y anunciar: “Jesucristo me salvó, y por eso quiero gastarme por los demás”.
Pidamos que muchos jóvenes, al igual que la mujer del evangelio, se acerquen a los pies del Señor y descubran su amor que perdona y envía.


8. Conclusión mariana
Que la Virgen María, humilde esclava del Señor, nos enseñe a acercarnos a Jesús con gestos de amor sincero. Que ella, la madre que guardaba todo en su corazón, interceda por nosotros para que vivamos este Jubileo con gratitud, sencillez y esperanza.


Oración final

Señor Jesús,
Tú que acogiste a la mujer pecadora y la levantaste con ternura,
enséñanos a vivir de tu misericordia y a traducirla en gestos de amor concreto.
Haz de tu Iglesia un hogar de perdón y esperanza,
donde florezcan vocaciones santas y generosas,
para que el mundo crea que Tú eres el Señor,
el que perdona, levanta y salva.

Amén.

 

2

 

1. Introducción: El lenguaje de los gestos

Queridos hermanos y hermanas,
en este tiempo de Jubileo, cuando nos reconocemos peregrinos de la esperanza, la Palabra de Dios nos invita hoy a detenernos en los gestos que nacen del corazón. Vivimos en una cultura donde se habla mucho, donde se multiplican las palabras, pero el Evangelio nos recuerda que son los gestos sinceros, los que brotan de un corazón tocado por la gracia, los que hablan más fuerte y abren la puerta al Reino de Dios.

La mujer del Evangelio no pronuncia discursos teológicos ni recita fórmulas complicadas. Ella se acerca con lágrimas, con perfume, con besos. Y Jesús, que conoce los corazones, reconoce en esos gestos la verdad de un amor que busca redención y de un arrepentimiento que suplica misericordia.


2. El contraste entre Simón y la mujer

En la casa del fariseo Simón, se produce un contraste impresionante.

  • Simón ofrece palabras correctas, una invitación formal, pero sus gestos hacia Jesús son fríos y protocolares: no le ofrece agua para los pies, ni un saludo cordial, ni unción.
  • En cambio, la mujer, considerada pecadora, sin palabras rebuscadas, se entrega con ternura y humildad: lava, unge, besa, llora.

Jesús nos enseña que el amor verdadero se mide por los gestos concretos, no por las apariencias. Aquí comprendemos que la evangelización —obra por la que hoy rezamos especialmente— no se sostiene solo con discursos hermosos, sino con gestos de servicio, de compasión, de entrega silenciosa.


3. La fuerza del perdón

El perdón que Jesús concede a esta mujer es incondicional: “Tus pecados quedan perdonados”. No es un premio a su perfección, sino un reconocimiento a su fe y a su amor. El perdón de Cristo es lo que inaugura una vida nueva.

Esto nos interpela como Iglesia en misión:

  • ¿Nos dejamos nosotros tocar por los gestos de los pecadores arrepentidos?
  • ¿Sabemos abrir espacio a quienes llegan buscando misericordia, aunque no lo hagan “de la manera correcta”?
  • ¿No será que, como Simón, a veces miramos con sospecha a los que se acercan a Jesús de formas diferentes a las nuestras?

El Año Jubilar es ocasión propicia para derribar prejuicios y dejar que la misericordia de Dios renueve la vida de nuestras comunidades.


4. San José de Cupertino: humildad y transparencia

Hoy recordamos también a San José de Cupertino, el “santo volador”, hombre sencillo y limitado en muchas capacidades intelectuales, pero grande en la humildad y en el amor a Dios. Su vida es un ejemplo de cómo los gestos sencillos —la obediencia, la oración, la pobreza vivida con alegría— pueden convertirse en testimonio luminoso del Reino.

En tiempos donde se valora la eficacia, el brillo y la apariencia, San José de Cupertino nos recuerda que la verdadera grandeza está en dejarse amar por Dios y responder con sencillez y verdad. Él mismo, sin discursos sofisticados, evangelizó con su vida y con la transparencia de su corazón.


5. Vocaciones y obra evangelizadora

En esta celebración, ponemos de manera especial en las manos del Señor la obra evangelizadora de la Iglesia y las vocaciones. Necesitamos hombres y mujeres capaces de gestos proféticos y concretos:

  • catequistas que con paciencia acompañen procesos;
  • misioneros que con sacrificio lleven la fe a los rincones más alejados;
  • sacerdotes y religiosas que con ternura ofrezcan misericordia en el confesionario, en el hospital, en la calle;
  • laicos que con su vida cotidiana, con pequeños gestos de servicio y honestidad, proclamen que Cristo está vivo.

La vocación cristiana se mide en el amor vivido y demostrado, no solo en lo proclamado. Por eso, en este Jubileo, recemos con fuerza: “Señor, suscita en tu Iglesia vocaciones santas, misioneras, llenas de gestos concretos de amor”.


6. Conclusión: Peregrinos de la esperanza

Hermanos, el Evangelio de hoy nos invita a mirar nuestros propios gestos:

  • ¿Cómo recibimos a Cristo en nuestra vida?
  • ¿Qué signos concretos damos de nuestra fe en el día a día?
  • ¿Somos capaces de amar como la mujer pecadora, con humildad y sin cálculo?

Pidamos al Señor que nuestras comunidades sean, como ella, testimonio de gestos de amor y perdón, fugaces epifanías del Reino que transforman vidas.

Que la intercesión de San José de Cupertino nos conceda humildad y sencillez; que la Virgen María, Madre de la Misericordia, nos enseñe a vivir la ternura del Evangelio; y que este Año Jubilar nos renueve como peregrinos de la esperanza, portadores de un amor que se expresa en gestos concretos y que abre caminos de vocación y misión.

 

3

 

1. Introducción: Asombro ante el perdón de Dios

Queridos hermanos,

en este Año Jubilar estamos llamados a redescubrir con alegría y asombro la misericordia de Dios, que se renueva cada día en nuestra vida. El Evangelio de hoy nos presenta una escena conmovedora: una mujer pecadora entra sin ser invitada a la casa de un fariseo, y allí, entre miradas de juicio y desprecio, recibe de Jesús unas palabras que transforman su existencia: “Tus pecados quedan perdonados… tu fe te ha salvado, vete en paz” (Lc 7,48-50).

Los presentes se sorprenden y exclaman: “¿Quién es este que hasta perdona los pecados?”. Esa pregunta refleja el asombro de quienes, por primera vez, experimentan que Dios en persona está presente y derrama su misericordia. Este asombro es el que nosotros necesitamos renovar en nuestro corazón: no acostumbrarnos nunca al perdón, no darlo por obvio, sino vivirlo como un milagro siempre nuevo.


2. El contraste de actitudes: Simón y la mujer

En el relato vemos dos actitudes muy distintas:

  • El fariseo Simón, dueño de casa, se muestra correcto, educado, pero distante; su corazón está cerrado, incapaz de reconocer a Jesús como el Señor. Para él, la pecadora es un motivo de escándalo y de juicio.
  • La mujer, en cambio, sin palabras rebuscadas, entra con un corazón contrito. Sus lágrimas, su perfume, su cabello convertido en toalla, expresan un amor humilde y agradecido.

Jesús, que ve más allá de las apariencias, reconoce la fe de esta mujer y la colma de paz. Ella representa a todos los que, tocados por la gracia, se acercan con sencillez a pedir perdón. En este contraste aprendemos que el amor agradecido abre puertas al Reino, mientras que la soberbia cierra los ojos ante la misericordia de Dios.


3. El perdón como don extraordinario

Hermanos, muchos de nosotros crecimos escuchando que Dios perdona. Lo aprendimos en el catecismo, lo celebramos en la confesión, lo proclamamos en la liturgia. Pero, ¡cuidado!: esa familiaridad puede llevarnos a perder la capacidad de asombro.

El Evangelio nos invita hoy a redescubrir el perdón como un don extraordinario, siempre nuevo y sorprendente. Para aquella mujer, el perdón de Jesús fue una novedad radical: toda su vida de pecado quedaba lavada, toda condena borrada, toda herida sanada. Y para quienes estaban en la mesa, aquello fue una revelación: “¿Quién es este que hasta perdona los pecados?”.

En cada confesión, en cada acto de reconciliación, debería brotar en nosotros esa misma exclamación, llena de asombro y gratitud. El perdón no es rutina, es un milagro que hace nuevas todas las cosas.


4. San José de Cupertino: sencillez que acoge la misericordia

Hoy recordamos a San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, conocido como el “santo volador” por los éxtasis místicos que lo elevaban en oración. Pero lo que más resalta de él no son sus dones extraordinarios, sino su sencillez y humildad.

Era un hombre limitado en sus capacidades intelectuales, a menudo ridiculizado, pero abierto totalmente a la gracia de Dios. En él se manifestó la misericordia divina que transforma lo débil en testimonio de santidad. Al igual que la mujer del Evangelio, José no se apoyó en méritos humanos, sino en la misericordia gratuita del Señor. Por eso se convirtió en un signo luminoso de lo que Dios puede obrar en quien se deja amar y perdonar.


5. Evangelización y vocaciones: ser testigos del perdón

En este día, pedimos de manera especial por la obra evangelizadora de la Iglesia y por las vocaciones. El mundo necesita ver comunidades cristianas que, como Jesús, anuncien el perdón no solo con palabras, sino con gestos de misericordia.

  • La evangelización se hace creíble cuando el perdón es vivido y compartido.
  • Las vocaciones nacen y crecen en un ambiente donde la misericordia es palpable, donde los jóvenes descubren que seguir a Cristo es vivir bajo la gracia de un Dios que siempre perdona.
  • Todo misionero, todo sacerdote, todo consagrado, todo catequista, es primero un pecador perdonado que anuncia con gratitud lo que ha recibido.

Por eso, la misión de la Iglesia solo florecerá si permanece arraigada en el asombro por el perdón divino. No hay evangelización auténtica sin misericordia vivida y proclamada.


6. Conclusión: Peregrinos de la esperanza en la misericordia

Queridos hermanos,
el Jubileo nos invita a caminar como peregrinos de la esperanza, y la fuente de esa esperanza es la misericordia de Dios. Volvamos hoy a escuchar las palabras que Jesús dijo a la mujer: “Tus pecados quedan perdonados… tu fe te ha salvado, vete en paz”.

Que cada uno de nosotros reciba estas palabras como dirigidas personalmente a su corazón. Y que, renovados por el asombro del perdón, sepamos llevar esta experiencia a los demás, siendo testigos creíbles de la misericordia en la evangelización y en el acompañamiento de nuevas vocaciones.

Encomendémonos a la Virgen María, Madre de la Misericordia, para que nos enseñe a vivir con humildad y gratitud, y a mostrar con nuestra vida la belleza del perdón que salva y da paz. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones




4 de noviembre del 2025: martes de la trigésima primera semana del tiempo ordinario- I- San Carlos Borromeo, Obispo

  Santo del día: San Carlos Borromeo 1538-1584. «Predicad con vuestro ejemplo y vuestra moral», recomendaba el célebre arzobispo de ...