sábado, 3 de junio de 2023

11 de junio del 2017 Domingo de la Santísima Trinidad (A)


Pero, quién es Dios?

Por su enseñanza y por su vida, Jesús ha revelado un rostro sorprendente de Aquel a quien Él llama afectuosamente "Padre", como si desde siempre estuviera en intimidad con Él. Dios Padre es "tierno y misericordioso, lento a la cólera y lleno de amor y verdad".
La liturgia de hoy es una invitación a volver a descubrir a Dios como un ser de relación que nos llama a entrar en comunión o comunicación con Él.




PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO 34, 4b-6. 8-9

En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él, proclamando:
--Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.
Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo:
--Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.

Palabra de Dios



 SALMO RESPONSORIAL (Dn 3, 52. 53. 54. 55. 56)

R.- A TI GLORIA Y ALABANZA POR LOS SIGLOS.

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso. R.-
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R.-
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos. R.-
Bendito eres en la bóveda del cielo. R.-



SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 13, 11-13

Hermanos:
Alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso santo. Os saludan todos los fieles. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros.

Palabra de Dios



ALELUYA Ap 1, 8

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene.

EVANGELIO  
Juan 3, 16-18

"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios."

Palabra del Señor




 A guisa de introducción:

Son sobre todo las personas, las que nos acercan a Dios




1. Cuando hace "buen tiempo" es que nosotros aprovechamos  para realizar actividades de mantenimiento de la casa o apartamento, del carro y quizás nosotros somos muy consciente de la importancia de ocuparnos de las pequeñas cosas.

Cuando aprovechamos igualmente el verano, para hacer actividades de relajación, como el deporte, el juego, la caminata, quizás nos damos cuenta de cuán importante es nuestro cuerpo, nuestra salud, el contacto con la naturaleza.

Nosotros nos interesamos por el mundo de las cosas, de los seres vivos y con justa razón. Ahora preguntémonos, si durante ese "buen tiempo" nos interesamos igualmente por la situación de las personas, por la comunicación, por la amistad?

El mundo de las cosas, de los seres vivos, es apasionante, porque ellos permiten, ellos nos ayudan a volver a encontrar un rostro divino. La escucha atenta y activa de otra persona, la expresión de sus sentimientos disponen al creyente para escuchar la revelación de Dios.


2. A mí, como a muchos de ustedes, el misterio de la trinidad, siempre me ha intrigado: yo quería entenderlo. Entonces primero me dirigí hacia las matemáticas y me sentí defraudado porque 1 no es igual a 3, ni tres es igual a 1. Entonces gracias a mis estudios en el seminario, de filosofía, primero, resolví muchos otros problemas, pero seguí con mis cuestiones trinitarias. Yo pensaba que me había equivocado de sitio para indagar… Después inicié mis estudios de teología, les digo, aprendí muchas cosas. Aprendí a mesurar mis palabras para que ellas sean bíblicas o fieles a la Tradición de la Iglesia, aprendí a poner atención a las exegesis de uno y otro autor, aprendí a involucrarme en querellas teológicas poco profundas, pero por el contrario, nada me ayudó a avanzar más en el misterio de la Trinidad…

Entonces dejé todo eso y me fui a la misión, me fui a trabajar, digamos. Encontré la posibilidad de ayudar a hombres, mujeres y niños a mejorar sus condiciones de vida (gracias a las actividades por el desarrollo en la agricultura, en el aprendizaje, en lo social). En mi compartir de vida y de fe, a través de la acogida, de la escucha, de sacar tiempo, compartir la amistad, sobre todo esto,  es así como he aprendido en la alegría del día a día entender la Trinidad, y he podido descubrir cualquier pequeña cosa sobre Dios. Uno nunca está solo: he aquí porque Dios es Trinidad.



Aproximación psicológica al texto del Evangelio

Una acción a largo plazo



Este pasaje del evangelio está centrado en la Salvación del mundo: Dios quiere salvar al mundo del fracaso y de la ruina o caos, de la auto-destrucción. A causa de su amor, Dios no puede tolerar un mundo donde el hombre explota a su hermano y donde ellos se matan entre sí, sin cesar, de un país al otro, en los 5 continentes.

Por razones que quedan aún por precisar o aclarar, Dios decide no actuar de un solo golpe con su vara mágica, sino más bien de intervenir a partir de una estrategia a largo plazo. Él “da su Hijo, su Unigénito, su único Hijo”. Este Hijo, siente la misma pasión por la vida que el Padre, Él quiere evitar el mismo fracaso, Él también quiere que el amor salve al mundo.

Por razones que permanecen también misteriosas como en el caso del Padre, el Hijo decide también utilizar una estrategia a largo plazo. Él “envía el Espíritu del lado del Padre” (Juan 15,26) con la misma misión: liberar del caos y de la confusión, aportar el amor y la paz.

Todos sabemos que al igual que el Padre y el Hijo, el Espíritu no actúa o interviene con una vara mágica. Él comienza también su trabajo de largo esfuerzo, de largo aliento! Pero el objetivo es siempre el mismo: nada menos que salvar al mundo,  arrancar a la humanidad de todas las formas de esclavitud, y de opresión, abrir los hombres al amor.
Por razones que permanecen siempre también misteriosas, es ahora el hombre quien se rencuentra con el mandato de liberar y de unificar al mundo. Para este affaire o tarea, él dispone de 3 grandes recursos o fuentes:
La fe en el amor del Padre,
El ejemplo de la Vida de Jesús, y
La presencia activa, transformadora del Espíritu.

Es así como “el tiempo del Espíritu” coincide con “el tiempo del hombre”. Ni Dios, ni Jesús han perdido de vista su proyecto de liberar al mundo. Pero este proyecto pasa por hombres y mujeres concretos, quienes son reunidos directamente por el Espíritu. “La verdad les hará libres”  (Juan 8,32), mas es “el Espíritu (quien) les permitirá acceder a la verdad toda plena” (Juan 16,13), de tal modo que “allí donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Corintios 3,17), y una libertad que debe desembocar en un servicio concreto:
“es a la libertad que ustedes han sido llamados (…); por el amor, pónganse ustedes al servicio los unos de los otros (…), caminen bajo el impulso del Espíritu” (Gálatas 5, 13,16).

Todas estas dimensiones de la acción del Espíritu deben integrarse en una espiritualidad unificada, donde el creyente hace su síntesis personal de lo que él es, de aquello que lo habita, y a lo que él está llamado.

Tener una espiritualidad, es a la vez tomar en mano lo que se es, lo que se piensa y lo que se hace, y dejarse moldear o trabajar por el Espíritu en esos 3 campos: Es a la vez llegar a ser consciente (“acceder” a la verdad- Juan 16,13), llegar a ser libre (Juan 8,32) y llegar a comprometerse (Gálatas 5,13).

La verdadera espiritualidad, es la experiencia constante del Espíritu hecha por las mujeres y los hombres lo suficientemente conscientes y suficientemente  libres para comprometerse en su momento en la concientización y la liberación de sus ambientes de vida.

He aquí como Dios nos revela lo que Él entiende por “Salvar el mundo”. 



Reflexión Central:

Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo


Celebramos hoy la Fiesta de la Santísima Trinidad.

Y de ella, tanto en el Catecismo como en el Concilio  Vaticano II, se han dado por lo general explicaciones abstractas, difíciles de entender.

Es verdad que siendo un dogma (verdad indiscutible o sea que no se puede refutar o rechazar) la Santísima Trinidad supera nuestra inteligencia y nuestros razonamientos humanos. La liturgia de este domingo nos invita a entrar en ella, escuchando la Palabra de Dios.

La primera lectura está tomada del libro del Éxodo. Mientras que Moisés estaba en la montaña, el pueblo hebreo ha pecado contra su Dios. Ellos se han fabricado un becerro de oro y se han arrodillado ante él.

En el texto que se nos propone hoy, encontramos a Moisés que sube la montaña por segunda vez. Él implora el perdón del Señor y su petición termina por ser escuchada. Mucho antes de la venida de Jesucristo, descubrimos que el Señor "grande y terrible" es al mismo tiempo "tierno y misericordioso, lleno de amor y fidelidad". Es un Dios que ama y su amor va hasta el perdón. Él se define ante todo por su paciencia, su misericordia y su amor infinito.

En la segunda lectura, el apóstol Pablo nos invita a dar un paso más. Al igual que todos los primeros cristianos, él comparte la fe en el Dios único. Pero el saludo con el cual termina su segunda carta a los Corintios, introduce una gran novedad: "Que La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros…"

Es necesario que recibamos estas palabras como una invitación a acoger el amor de Dios y a vivirlo…Recuerden que este es uno de los tantos saludos del sacerdote al introducir la asamblea en la misa.

Estamos hoy en la fiesta de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios que es amor. En el día de nuestro bautismo, fuimos sumergidos en este océano de amor que está en Él. Y con toda seguridad, esto cambia todo en nuestra vida.

En el Evangelio de San Juan, encontramos esta revelación del amor infinito de Dios: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna."

Estas palabras hacen parte del encuentro de Jesús con Nicodemo. Este mundo del cual habla Jesús, es aquel que es malvado, es el de los hombres que viven en el pecado. Jesús habría podido venir para juzgar este mundo y destruirlo completamente.

Pero el verdadero Dios no es aquel que nos imaginamos. Él no quiere la muerte del pecador; sino que se convierta y viva…Él quiere salvarlo. Es por ello que Dios Padre nos ha enviado su Hijo Único. En Jesús, Dios Padre viene a nuestro encuentro. Por toda su manera de vivir, por sus palabras y sus actos, Jesús nos muestra lo que es el amor de Dios. Este amor se manifiesta cuando sana a los enfermos, cuando perdona a los pecadores, cuando acoge a todos los que vienen a Él.

Este amor ha ido hasta el don de la vida sobre la cruz. Él mismo había dicho que  "no hay amor más grande que el de aquel que da la vida por sus amigos, o sea por quienes ama". Y hoy, Él nos invita a vivir las consecuencia de este amor: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado". Es un llamado a eliminar de nuestra vida el veneno de la violencia y de las acusaciones malvadas que no hacen más que provocar y o despertar odios. Estos comportamientos indignos son una ofensa grave a aquel que ha entregado su cuerpo y derramado su sangre por nosotros y por el mundo entero.

Hoy, todos nosotros somos enviados para testimoniar  este amor que está en Dios. Vivimos en un mundo que tiene gran necesidad de él. Nuestra misión de unos y otros, es continuar eso que Jesús ha hecho. Y es por ellos que Él nos envía su Espíritu Santo, para que ÉL nos guíe y nos lleve a la Verdad total. A través de nuestra manera de vivir, nuestras palabras y nuestros actos, nosotros debemos decir cualquier cosa del amor que está en Dios.

Recordemos lo que Jesús nos dijo: "Es por el amor que nos tengamos los unos a los otros, como seremos reconocidos como discípulos de Cristo".

Nuestras palabras son bien pobres y limitadas para hablar de este dogma de la Santísima Trinidad. Pero lo más importante es la revelación de un Dios apasionado de amor por la humanidad. Jesús nos habla del Padre; Él nos enseña a orarle y a lanzarnos a sus brazos como el hijo pródigo. Después Él nos envía el Espíritu Santo para hacer de nosotros mensajeros de la Buena Noticia.

Al celebrar la Eucaristía, nos volvemos juntos hacia Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este Dios que es amor quiere unirnos a Él y unirnos los unos a los otros. Bienaventurados, felices somos nosotros de entrar en esta comunión de amor.

Oremos juntos para que esta comunión se extienda al mundo entero, que ella traspase los límites de la Iglesia para hacer de nosotros un pueblo fraternal, feliz, alegre por dar gracias. Amén!



2
ANTE nosotros, CON nosotros, EN nosotros


La fiesta de la Trinidad presenta de manera inevitable y casi siempre un problema de comunicación.

No es tan simple hablar de Dios, porque Dios supera nuestro entendimiento y la capacidad de nuestras palabras para expresar su misterio.

De igual manera, los judíos no se atrevían a pronunciar el nombre de Dios, ya que este nombre revelado a Moisés no podía ser repetido banalmente y por costumbre. Eso hubiera sido una profanación.

En la espiritualidad católica, decimos que Dios es Trinidad: PADRE, HIJO Y ESPÍRITU. Nosotros hablamos de un solo Dios en tres personas. En efecto, es un lenguaje técnico, cuyo objetivo no es ensayar de definir o encerrar en un concepto a Dios, sino el evitar errores (herejías) al definirlo.

En los comienzos del cristianismo ciertamente hubo numerosas querellas teológicas sobre la manera de representar a Jesús y decir quién era Él. No era más que un hombre adoptado por Dios? O a la inversa un Dios que aparentaba ser hombre? Y si Él es Dios cómo puede llamar  Dios su padre y obedecerle? Para salvar aquello que estimaba lo esencial de su FE, la Iglesia entonces ha afirmado  que Jesús es verdadero Dios y Verdadero Hombre y que Dios es Trino, a la vez Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Es por ello que nosotros bautizamos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es por ello que hacemos la señal de la Cruz en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es por esto que todavía la oración litúrgica está dirigida al padre, por el Hijo, en el Espíritu. Dios es comunión de personas en una unidad indisociable.

En nuestra existencia hay siempre una tensión jamás resuelta en el seno del amor, entre la fusión amorosa y la autonomía de personas. Dos personas locamente enamoradas querrán a menudo no ser que una sola persona. Pero esto, llega a ser rápidamente algo ahogador, o bien uno de los miembros de la pareja aparece como absorbido por el otro, en todo caso algo infernal. De ahí el proceso jamás terminado y constante  para buscar y descubrir al otro, sin por otro lado, abolir la distancia que los separa.

La doctrina cristiana de la Trinidad nos anuncia que en Dios no hay conflicto entre la autonomía y el amor, que el Padre, el Hijo y el Espíritu se aman sin confusión y que el ser de Dios se mantiene todo entero en el amor.

Si la relación amorosa es difícil entre dos individuos, nosotros sabemos también que en la pareja habitual formada por un hombre y una mujer, el amor es retransmitido o dignificado gracias al nacimiento de un hijo. La relación se convierte de cualquier modo en algo diferente y triangular. El hijo es a la vez imagen de su padre y de su madre, pero él es mucho más que su doble. Él es otro, un tercero que se afirma y que se opone. Es llegando a ser 3 que una pareja evoluciona en su crecimiento. Esta explosión se acentuará todavía cuando lleguen los nietos.

Si es difícil formar una pareja, nosotros sabemos hasta qué punto es también difícil conformar un grupo social, una comunidad parroquial, una población, un barrio, una asociación, un pueblo. Los seres humanos no son simplemente animales gregarios como las langostas, las hormigas o las abejas, a los cuales los comportamientos les son dictados de manera rigurosa por la biología.

Nosotros somos seres sociales, pero cada uno de nosotros entra en sociedad a su manera, libremente,  comprometiéndose más o menos dentro de esta existencia, poniendo su razón, pero también su corazón. Puesto que nosotros intuimos el amor, el amor compartido en una sociedad orgullosa de su identidad, este amor aquí, descubrimos, vale más o es mejor que el odio, la soledad o la indiferencia.

Hoy, nos hacen saber y o nos quieren hacer creer que para que la sociedad avance es suficiente con que las leyes del mercado libre funcionen, como si el dinero y la economía fueran nuestras únicas razones de vivir. Yo prefiero (amo mejor) una concepción trinitaria de la vida que a  imagen de Dios Padre, Hijo y Espíritu, busca construir el amor, la alegría, la comunión.

En el fondo, la Trinidad debe ser mucho más que un dogma para protegerse de las herejías, pues la Trinidad dice cualquier cosa sobre Dios, y de manera indirecta algo sobre nosotros.

En mi humilde existencia como creyente, yo me digo a menudo que creer en Dios Padre, Hijo y Espíritu, es descubrir Dios ante MI, Con MIGO y en MÍ.

Al introducirnos en la FE, ante todo, descubrimos la paternidad de Dios, comprendemos que este mundo es creado y que es resultado de una iniciativa del amor de Dios. Es sorprendente que haya cualquier cosa y no NADA.

Ahora, la ciencia nos hace descubrir la fabulosa historia del cosmos. Pero este inmenso proceso en marcha  después de millones de años, no explica el por qué de las cosas, sino que ilustra el cómo y el desarrollo. Pero cuál es el misterio de aquel que hace surgir el mundo y lo tiene entre sus manos?

Creer en Dios el Padre, es creer en una generosidad primera nunca acabada. Vivir en la fe, es recibir cada día la vida como un don inefable y tierno. “Dios tierno y misericordioso, lento a la cólera, pleno de amor y de fidelidad” (Éxodo 34,6).

Nosotros, cristianos, hemos perdido el sentido de la creación, el sentimiento de estar precedidos por el amor del Padre. Nosotros hemos desencantado el mundo y no tenemos más esta admiración (arrobamiento, sorprenderse) de niño ante la belleza del mundo y la grandeza de la creación. La menor puesta de sol, el más mínimo canto de un pájaro, el más pequeño brote de hierba que insiste crecer entre las zanjas del asfalto, todo esto es gracia y belleza. Descubrir al Padre, es descubrir la fuente y el origen, es palpar el amor presente detrás de la opacidad del mundo. Es ver Dios ante MÍ.

Pero es por Jesucristo que nuestra experiencia de Dios se profundiza. Jesús es el Emanuel, Dios con (en medio de) nosotros. En cierto sentido, Dios escapa a nuestras experiencias empíricas. Nosotros no vemos a Dios.  Es en el hombre JESÚS que nosotros hacemos la experiencia de Dios, que su rostro se descubre o revela y se concretiza. “Yo tenía hambre y ustedes me dieron de comer” (Mateo 25,35)

Nosotros, como insistía tanto el Padre Varillon, S.J, imaginamos a Dios bajo la forma de la fuerza y el poder. En Jesús nosotros lo descubrimos bajo la forma de la solidaridad y de la compañía. Más todavía, nosotros lo descubrimos bajo el signo de la debilidad, de la renuncia a la fuerza. Dios nos ama hasta tal punto de renunciar a su poder y hacerse vulnerable entre nuestras manos para que nosotros comprendamos qué clase de amor nos es ofrecido. Como lo decimos en Navidad, Jesús nos revela la humanidad de Dios, su filantropía, su solidaridad hasta en el sufrimiento. Por su Hijo Único Jesucristo, Dios es Dios con nosotros.

Dios ante MI (nosotros), Dios con MIGO (con nosotros). Nos queda Dios en MI mismo (o en nosotros mismos). Es la obra del Espíritu, quien es a la vez nuestro Maestro interior, nuestra Memoria, nuestro Respiro (o Aliento). Aquel que en nosotros respira con nosotros y abre nuestro corazón a las realidades divinas. El Espíritu Santo es aquel que nos hace descubrir nuestra complicidad interior con Dios y que por esto mismo  nos conduce a la paz y a la alegría.  Hay tanto bien por hacer, tanto mal por reparar, tantos sufrimientos por combatir, que arriesgamos con desesperarnos y matarnos en la tarea bajo el sólo motivo de la generosidad. Tanta gente sufre depresión o se quema (corre con locura) por motivos de dinero y de carrera. Es acaso necesario por demás que los creyentes caigan en la misma dinámica y se quemen en un activismo delirante?

Acaso no es necesario rencontrar el RESPIRO? Detenerse, respirar, dejarse amar, reposarse interiormente en el sábado de Dios. Lucas cuenta que el viejo Simeón, empujado por el Espíritu, ve al niño Jesús y exclama simplemente:
“Soberano Señor, ahora ya puedes dejar ir  a tu siervo en paz.” (Lucas 2,29) 

Qué bella oración de la noche o del atardecer. Uno busca a Dios en toda la creación y en el servicio de los hermanos. Y se tiene buena razón de actuar así. Pero Él está también en el fondo de mi mismo (nosotros mismos) como el huésped interior y secreto que la soledad y el silencio me (nos) revelan.

Dios ante MI, Dios con MIGO, Dios en MI, es mi manera de decir el Padre, el Hijo, El Espíritu. O preferiblemente, al nombrar  Dios así, este es  el camino por el cual yo descubro la diversidad de su presencia.

La Trinidad no es un dogma o una doctrina. Es la riqueza íntima de Dios que nos permite comprender mejor los seres personales que  somos, fascinados y atraídos por el amor. Es también el camino por el cual nosotros podemos descubrir la presencia multiforme de Dios, ANTE nosotros, CON nosotros, EN nosotros. Nosotros vivimos en un medio o ambiente divino. Por qué es tan difícil comprenderlo y abandonarse en él?





ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN


Padre, te bendecimos,
Tú nos has revelado por medio de Moisés
que eres un Dios de corazón tierno,
con rostro luminoso de amor y de perdón,
un guía, lento a la cólera
y fiel a tu palabra.

Te bendecimos oh Cristo,
Tú que has ido hasta el final de este amor por nosotros,
dando tu vida por la salvación del mundo.
Tú nos recuerdas
que Dios no es un juez,
sino que es un Padre que nos ama mucho.

Te bendecimos Espíritu Santo,
por ti renacemos cada día
en el espacio del amor del Padre y del Hijo;
Tú que realizas en nosotros la promesa del Padre,
Tú por quien nosotros llegamos a ser el Cuerpo de Cristo.



Referencias Bibliográficas:



http://vieliturgique.ca

http://prionseneglise.ca

http://ciudadredonda.org (para los textos de las lecturas)

http://paroissesaintefamilledevalcourt.org

HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

http://dimancheprochain.org

BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole (cycle A).
Novalis, 2007




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