8 de junio del 2023: jueves de la novena semana del Tiempo Ordinario (I)
(Tobías 6, 10-11; 7, 1.9-17; 8, 4-9a) Los jóvenes Tobías
y Sara no oran solos. Oran ante Dios y toda su creación. Saben demasiado bien
que su felicidad solo florecerá verdaderamente si se dirige hacia los demás.
(Marcos 12,28b-34) Jesús une inseparablemente amor a
Dios y al prójimo. Sólo el amor a Dios (dejarse querer por Dios) hace posible
el amor al prójimo y sólo el amor al prójimo prueba que realmente amamos al
Padre de nuestros prójimos y hermanos.
Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
Casa Ntra.Sra. de los Ángeles (Vitoria)
(Marcos 12, 28b-34) El escriba que se adelanta para
preguntarle a Jesús "¿Cuál es el primero de todos los
mandamientos?" » sinceramente quiere saber su pensamiento. Por
eso, como buen maestro, Jesús se toma el tiempo de responder. El hombre es
entonces apresado interiormente por este doble mandamiento del amor a Dios y al
prójimo: ninguna ofrenda exterior se le puede comparar. ¿A través de qué
diálogo con Jesús nos acercaremos como él al Reino? ■
Nicolás Tarralle, sacerdote asuncionista
Primera lectura
Lectura del libro de Tobías (6,10-11;7,1.9-17;8,4-9a):
En aquellos días, habían entrado ya en Media y estaban cerca de Ecbatana,
cuando Rafael dijo al chico: «Amigo Tobías.»
Él respondió: «¿Qué?»
Rafael dijo: «Hoy vamos a hacer noche en casa de Ragüel. Es pariente tuyo, y
tiene una hija llamada Sara.»
Al llegar a Ecbatana, le dijo Tobías: «Amigo Azarías, llévame derecho a casa de
nuestro pariente Ragüel.»
El ángel lo llevó a casa de Ragüel. Lo encontraron sentado a la puerta del
patio; se adelantaron a saludarlo, y él les contestó: «Tanto gusto, amigos;
bienvenidos.»
Luego los hizo entrar en casa. Ragüel los acogió cordialmente y mandó matar un
carnero. Cuando se lavaron y bañaron, se pusieron a la mesa.
Tobías dijo a Rafael: «Amigo Azarías, dile a Ragüel que me dé a mi pariente
Sara.»
Ragüel lo oyó, y dijo al muchacho: «Tú come y bebe y disfruta a gusto esta
noche. Porque, amigo, sólo tú tienes derecho a casarte con mi hija Sara, y yo
tampoco puedo dársela a otro, porque tú eres el pariente más cercano. Pero,
hijo, te voy a hablar con toda franqueza. Ya se la he dado en matrimonio a
siete de mi familia, y todos murieron la noche en que iban a acercarse a ella.
Pero bueno, hijo, tú come y bebe, que el Señor cuidará de vosotros.»
Tobías replicó: «No comeré ni beberé mientras no dejes decidido este asunto
mío.»
«Lo haré. Y te la daré, como prescribe la ley de Moisés. Dios mismo manda que
te la entregue, y yo te la confío. A partir de hoy, para siempre, sois marido y
mujer. Es tuya desde hoy para siempre. El Señor del cielo os ayude esta noche,
hijo, y os dé su gracia y su paz.»
Llamó a su hija Sara. Cuando se presentó, Ragüel le tomó la mano y se la
entregó a Tobías, con estas palabras: «Recíbela conforme al derecho y a lo
prescrito en la ley de Moisés, que manda se te dé por esposa. Tómala y llévala
enhorabuena a casa de tu padre. Que el Dios del cielo os dé paz y bienestar.»
Luego llamó a la madre, mandó traer papel y escribió el acta del matrimonio:
«Que se la entregaba como esposa conforme a lo prescrito en la ley de Moisés.»
Después empezaron a cenar. Ragüel llamó a su mujer Edna y le dijo: «Mujer,
prepara la otra habitación y llévala allí.»
Edna se fue a arreglar la habitación que le había dicho su marido. Llevó allí a
su hija y lloró por ella.
Luego, enjugándose las lágrimas, le dijo: «Ánimo, hija. Que el Dios del cielo
cambie tu tristeza en gozo. Ánimo, hija.»
Y salió. Cuando Ragüel y Edna salieron, cerraron la puerta de la habitación.
Tobías se levantó de la cama y dijo a Sara: «Mujer, levántate, vamos a rezar,
pidiendo a nuestro Señor que tenga misericordia de nosotros y nos proteja.»
Se levantó, y empezaron a rezar, pidiendo a Dios que los protegiera. Rezó así:
«Bendito eres, Dios de nuestros padres, y bendito tu nombre por los siglos de
los siglos. Que te bendigan el cielo y todas tus criaturas por los siglos. Tú
creaste a Adán, y como ayuda y apoyo creaste a su mujer, Eva; de los dos nació
la raza humana. Tú dijiste: "No está bien que el hombre esté solo, voy a
hacerle alguien como él, que lo ayude." Si yo me caso con esta prima mía,
no busco satisfacer mi pasión, sino que procedo lealmente. Dígnate apiadarte de
ella y de mí, y haznos llegar juntos a la vejez.»
Los dos dijeron: «Amén, amén.» Y durmieron aquella noche.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 127,1-2.3.4-5
R/. Dichosos
los que temen al Señor
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás de] fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
(12,28b-34):
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué
mandamiento es el primero de todos?»
Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios,
es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que
éstos.»
El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor
es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con
todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo
vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del
reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor
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El don de la comprensión
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás
lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Finalmente, tenemos el testimonio de uno de
los líderes religiosos, un escriba, que acertó. El pasaje anterior es la
conclusión de la interacción con este escriba que le pregunta a Jesús cuál de
todos los mandamientos es el primero y el más grande. Jesús da la doble
respuesta de que debemos amar a Dios, sobre todo, con todo nuestro corazón,
mente, alma y fuerzas, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El
escriba luego responde a la respuesta de Jesús diciendo: «Muy bien, Maestro, tienes razón...”
Y luego Jesús felicita a este escriba con el pasaje citado arriba.
Recuerda que casi todos los fariseos fueron
continuamente reprendidos por Jesús debido a su arrogancia moralista. Los
saduceos también fueron castigados, pero a menudo en menor grado. Y ahora
tenemos un escriba que los eclipsa a todos. Los escribas eran
principalmente funcionarios que copiaban o creaban varios documentos litúrgicos
y legales. Algunos de los fariseos también eran escribas. Y la
mayoría de las veces, cuando Jesús condenó a los fariseos, también condenó a
los escribas. Pero este escriba es diferente. Este escriba parece no
solo estar interesado en la respuesta de Jesús, sino que también manifiesta “sensatez”
ante lo que Jesús le dijo. No subestime la importancia de este don de la sensatez.
Para comprender verdaderamente lo que nuestro Señor nos habla, debemos estar abiertos. Y la apertura requiere humildad. La humildad es una virtud que es contraria a una actitud de "sabelotodo". Es una disposición de mente y corazón que escucha a Dios hablar, escucha lo que dice, comprende toda la verdad por el don de la gracia y se somete en oración a esa verdad.
La humildad nos permite mirar
más allá de nosotros mismos en busca de respuestas a las preguntas más difíciles
de la vida. Nos permite volvernos hacia la única fuente de verdad,
Jesucristo mismo. Y el fruto de esta humilde apertura es el don de la
sensatez o de la comprensión. Es una comprensión de los misterios de la
vida que está más allá de nuestra capacidad intelectual natural. La gracia
de Dios es capaz de enseñar y formar el alma humilde y llenarla de claridad de
visión y aceptación de las verdades más profundas.
Reflexiona hoy sobre las palabras de Jesús a
este escriba. "No estás lejos del Reino de Dios". ¿Jesús
también te dirige estas palabras? ¿Has buscado humildemente las respuestas
a las muchas preguntas de la vida volviéndote a nuestro Señor? Más
específicamente, ¿puedes mirar tu vida y regocijarte en el hecho de que Dios
también te ha dado Su don de entendimiento? Si no es así, mira hacia
adentro y considera qué preguntas más necesitas llevar a Jesús. Colócalas
delante de Él y luego escucha, permanece abierto y disponte para responder
cuando Él hable. Escuchar y responder a nuestro Señor resultará en que
nuestro Señor te diga estas mismas palabras.
Mi Señor de toda la Verdad, Tú miras a las
almas humildes con gracia y misericordia, y les revelas los misterios del Reino
de los Cielos. Por favor, dame el don de la humildad, querido Señor, para
que siempre pueda acudir a Ti con cada pregunta en la vida. Lléname del
don de la comprensión para que sepa amarte y servirte con más fidelidad cada
día. Jesús, en Ti confío.
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