Pan vivo, bajado del cielo
Jesús
es el Pan vivo bajado del Cielo para nuestra salvación. Día tras día, Él se
entrega (se dona, se da) de manera total, amorosamente, en la Eucaristía que
nos hace comulgar con Él, comunicarnos con Él, comerlo a Él!
¡Hoy,
la Iglesia está celebrando! Aunque no tengamos la oportunidad de celebrar
la Eucaristía en este día, demos gracias a Cristo por ser para nosotros el pan
vivo que descendió del cielo, el don de Dios por el cual nos reunimos aquí.
El Corpus es una fiesta en la que los
cristianos manifestamos al mundo entero el profundo y radical significado de la
Eucaristía. Como fiesta nos recuerda siempre la celebración del Jueves Santo.
Como celebración nos lleva a considerar la participación del cristiano en la
misa diaria o dominical a la que asiste para mirar a Cristo, para mirar a la
comunidad reunida y para alimentarse y fortalecer su vida cristiana.
" Recuerdo "
Es en este día de la fiesta del Santísimo Sacramento que estamos especialmente llamados a decir: “Me acuerdo". Como nos recuerda el libro del Deuteronomio, decir "recuerdo" es vivir del alimento recibido, reconocerlo como único, liberador, recibido de Dios, portador de vida.
La participación en el cuerpo y la sangre del Señor nos introduce siempre nuevos en la vida misma de Dios porque recordamos allí, en el presente de nuestra existencia, a aquel mismo que es el rostro (sacramento) de Dios.
Antiguamente Corpus Christi, es la fiesta del misterio por el cual Jesucristo, al darse a sí mismo, revela al Padre. Agustín decía que Jesucristo es el primer sacramento, es decir, la fuente de todos los sacramentos que se relacionan con él por ser signos eficaces de su gracia. Es él, el Cristo, Verbo hecho carne, en la que participamos de la Eucaristía, y por la que somos hechos presentes al amor, reconstituidos por el amor.
San Pablo tiene esta frase magnífica: “Puesto que no hay un solo pan, la multitud que somos es un solo cuerpo. Lo que nos hace comprender que recibimos nuestra unidad, por tanto nuestra vida, del don de Dios. Solo compartimos verdaderamente el pan si nos dejamos transformar diciendo: “Recuerdo que pertenezco a este cuerpo de salvación y eso cambia mi vida. » Mi enfoque sacramental nutre mi fe. ¿Está presente la dimensión comunitaria?
¿Cómo me ayuda la liturgia a percibir el contenido de la comunión con el único pan que nos constituye como cuerpo?
Marie-Dominique Trébuchet, teóloga (Instituto Católico de París)
Primera
lectura
Lectura del libro del Deuteronomio (8,2-3.14b-16a):
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta
años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus
intenciones: si guardas sus preceptos o no. Él te afligió, haciéndote pasar
hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus
padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan sino de todo cuanto
sale de la boca de Dios. No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de
Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y
terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó
agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un
maná que no conocían tus padres.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 147,12-13.14-15.19-20
R/. Glorifica al Señor, Jerusalén
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.
Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R/.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.
Segunda
lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los Corintios (10,16-17):
El cáliz de la bendición que bendecimos,
¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión
con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos,
formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,51-58):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es
mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del
hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne
y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi
carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne
y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo
vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan
que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y
murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Palabra del Señor
A guisa de introducción:
Generalidades sobre esta fiesta:
1
Corpus Christi es una
de las fiestas tradicionales más importantes para los católicos en todo el
mundo.
Su fecha cambia todos los años ya que se
calcula con base en el calendario lunar. En la mayoría de países, Corpus
Christi se celebra el jueves de la segunda semana después de Pentecostés, lo
cual es equivalente a 60 días después del domingo de Resurrección.
En Colombia la fecha de Corpus Christi se puede
calcular contando 64 días a partir del domingo de Resurrección (domingo de
Pascua). Todos los años este día festivo siempre cae un lunes.
Significado de la celebración
Corpus Christi es la celebración que hace honor al cuerpo y la sangre de
Cristo, que en cada eucaristía se hace presente en el pan y el vino.
Se celebra un día jueves, como prolongación del Jueves Santo, cuando
Jesús cenó con los discípulos. A pesar de la tensión y el miedo por la
persecución a Jesús, y de la traición de Judas, Jesús les habló de amistad, de
cómo tener relaciones fuertes entre ellos. Pidió que cada vez que partieran el
pan y bebieran el vino, lo recordaran.
Así se estableció la eucaristía como acción de gracias. La fiesta de
Corpus Christi recuerda que Jesús quiso entregarse plenamente y en cada
eucaristía transmite este mensaje: es posible ser transformados en el amor, así
como el pan y el vino son transformados en el altar.
Los textos de la liturgia con que se celebra esta fiesta fueron escritos
por Santo Tomás de Aquino en 1264, por solicitud del papa Urbano IV, quien
instituyó la solemnidad de Corpus Christi. Se consideran textos teológicos y
poéticos de gran valor.
Origen de la fiesta de Corpus
Christi
La solemnidad de Corpus Christi surge de la duda de un sacerdote, Pedro
de Praga, que tenía dificultades para creer en la transustanciación del cuerpo
y la sangre de Cristo. En el año 1264, en Italia, Pedro de Praga recibió una
señal de respuesta. Durante la misa que celebraba, la hostia destiló sangre
sobre el corporal. Este hecho se conoce como el Milagro Eucarístico de Bolsena.
2
¡Pan nutritivo, vino de fiesta!
En nuestros
encuentros humanos, si no hay comida, siempre falta cualquier cosa.
Nada reemplaza la
comida para afianzar la amistad, para celebrar un aniversario o un triunfo,
expresar un adiós o hasta luego, antes de un largo viaje al extranjero.
Durante su
ministerio, Jesús aprovecha la ocasión durante una comida para anunciar la Buena
Noticia.
El se hace invitar a
casa de Zaqueo, él come muy bien en casa de Simón el fariseo al igual que en la
casa de sus amigas Marta y María.
La víspera de su
muerte, se despide en el transcurso de una cena. Aquella tarde, hace gestos
nuevos. Él toma el pan y el cáliz lleno de vino que distribuye a los suyos:
“Este es mi Cuerpo…Esta es mi sangre”…Es su manera de expresar su amor y
asegurar su presencia entre nosotros. Al entregar su cuerpo y derramar su
sangre sobre la cruz, Él realiza el gran proyecto de Dios que es salvar a toda
la humanidad.
Cuando nosotros
celebramos la Eucaristía, Jesús Resucitado nos invita a su mesa, Él nos habla y
se nos da a comer y a beber (Él mismo se nos ofrece como comida y bebida).
El pan, alimento
cotidiano, llega a ser el sacramento de su Cuerpo. Al comer este pan, nosotros
nos unimos a Él, tanto que nosotros nos convertimos en su Cuerpo. El vino que
une y alegra los corazones, llega a ser el sacramento de su amor que va hasta
el don último de su vida. Él hace de nosotros compañeros, amigos de la Alianza
nueva y eterna.
¡Cómo es de grande el
misterio de nuestra fe!
Aproximación psicológica al texto del
Evangelio:
Eso cuesta algo
Este pasaje debe interpretarse con
precaución, porque si lo comprendemos de una manera fundamentalista (es decir, tomando
cada palabra al pie de la letra), corremos el riesgo de rebajar la fe,
denigrándola convirtiéndola en algo mágico.
Desde un principio, es necesario decir que,
para Juan, lo que salva al hombre no es recibir la Eucaristía, sino el evento
(suceso, hecho) global de la muerte y la resurrección de Jesús.
Y Juan precisa que este evento alcanza
(incumbe) a todo hombre, y no solamente a aquellos que participan en
la Eucaristía: “Jesucristo es víctima de expiación por nuestros pecados: y no
solamente por los nuestros, sino todavía más por los del mundo entero” (1 Juan
2,2).
Jesús estaba personalmente convencido
que lo que salva, no es ni un rito, ni una creencia, ni la pertenencia a un
grupo religioso. Lo que es determinante, es la decisión que el Padre ha tomado
de hacer una fiesta y juntar a los hombres de todas partes. Y lo que dona el
acceso a esta fiesta, no es el hecho de haber comido y bebido en presencia de
Jesús: “ustedes están expuestos a decir: nosotros hemos comido y bebido ante
ti, pero se les responderá: “yo no los conozco…no sé quiénes son ustedes”
(Lucas 13,26-27).
Estas personas podían comulgar, pero
ellos “hacían el mal” (v.27. Ellos conocían a Jesús por haberle frecuentado y
haberlo escuchado “enseñar en sus plazas”, al igual que hoy se puede frecuentar
la Eucaristía y escuchar homilías. Pero ellos “debían dar también su vida por
sus hermanos” (1 Juan 3,16) cosa que ellos no han hecho.
Recibir la Eucaristía, es discernir el
cuerpo y la Sangre bajo las especies de pan y vino.
Es discernir el precio que le ha
costado a Jesús el amor por sus hermanos.
Es discernir el sentido de la vida de
Jesús “entregada, dada para que el mundo viva” (v.51).
Recibir la Eucaristía, es entonces,
expresar su convicción que esto cuesta algo, querer “que el mundo viva”.
Es entonces, comulgar con la manera
como Jesús ha comprendido y vivido su vida,
es vivir de los valores de Jesús y
situar su compromiso en la prolongación del suyo, de tal modo que Jesús pueda
decir: “Este, permanece en mí y yo en él” (v.56).
REFLEXIÓN CENTRAL:
Un acto para hacer memoria y agradecer
En otro tiempo uno llamaba esta fiesta «la
fiesta del santo Sacramento» y se ponía el acento en la proclamación pública de
nuestra fe: procesión en las calles con la custodia, aglomeración de todos los
movimientos fraternales de la Iglesia, etc.
Después del vaticano II, se llama a
esta fiesta “Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo”. Ha sido un cambio
significativo ya que se ha puesto el acento en la celebración comunitaria
de la Eucaristía más que en la proclamación exterior de nuestro catolicismo.
La
fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo nos invita entonces a renovar nuestro
interés por la celebración comunitaria del Día del Señor.
La Eucaristía es ante todo la fiesta
del recuerdo: “Hagan esto en conmemoración mía”. El texto del Deuteronomio (1ª
lectura) comienza con las palabras: “Recuerden…” esta
lectura recuerda que Dios ha acompañado su pueblo en el desierto, y el milagro
del agua que sale de la roca con la cual ha saciado su sed y el pan desconocido
que ellos llamaron “el maná”.
Cuando el Deuteronomio fue escrito, los
hebreos después de mucho tiempo habían dejado el desierto y se habían
establecido en Palestina. Ellos corrían el riesgo de olvidar todo lo que Dios había
hecho por ellos.
“Recuerda que Dios te ha liberado de la
esclavitud en Egipto. Recuerda todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho
recorrer durante cuarenta años en el desierto”. Una vez en
Palestina, sedentarios y prósperos, ellos pueden ahora aprovechar de su
riqueza, pero ellos corren el riesgo de olvidarse que Dios les ha liberado. Cuando
todo va bien, cuando la prosperidad hace parte de la vida, que la salud es
excelente, uno se vuelve fácilmente autosuficiente y se tiene la impresión de
no tener más necesidad de Dios. ¡Es difícil acordarse de Dios en los
periodos de bienestar y o felicidad!
Después de los ataques terroristas del
11 de septiembre en los Estados Unidos, los medios de comunicación subrayaron o
remarcaron como la gente participaba más en los oficios religiosos. Una
vez que la calma volvió, esta participación ha disminuido de nuevo. Parece ser
que a medida que la gente se vuelve prospera y que no tiene que enfrentar
problemas serios, la memoria se empobrece.
Los textos de hoy nos recuerdan que una
mirada a nuestro pasado nos ayuda a reconocer la presencia de Dios en nuestras
vidas y nos permite ver el futuro con confianza.
La memoria de un pueblo es un poco
parecida a las raíces de un árbol. El árbol vive gracias a ellas, él les debe
su subsistencia y su crecimiento. Las flores, los frutos y las hojas pueden
caer cada año, pero las raíces quedan. El futuro del árbol está en sus raíces.
Las eucaristías que celebramos no están
llamadas a manifestar grandes prodigios o actos espectaculares, pero ellas
deben activar el recuerdo de lo que nosotros somos. Ellas están ahí para
recordarnos lo que Dios ha hecho por nosotros, El quien nos acompaña, en los
buenos años como en los años más difíciles: “Recuerden…Hagan esto en
memoria mía”.
La fiesta de hoy es entonces la fiesta
del memorial. Ella es también la fiesta de la Unidad. Como lo dice San Pablo:
“A pesar de ser muchos no formamos que un solo cuerpo, porque todos
participamos en ese pan único” (1ª Corintios 10,17).
Con frecuencia nosotros olvidamos la
extraordinaria fuerza y llamado a la reconciliación que posee la Eucaristía. Al
final del sermón de la montaña, Jesús decía: “Si tu vienes a presentar
tu ofrenda y recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda
allí y ve primero a reconciliarte con tu hermano y después regresa a presentar
tu ofrenda al Señor” (Mateo 5,23-24).
La Eucaristía sigue siendo a través de
los siglos, el símbolo de la unidad y la diversidad. Todos nosotros podemos
participar en ella: liberales, conservadores, miembros de tal o cual partido,
jóvenes, adultos, ancianos, tradicionalistas, innovadores, parejas, solitarios,
gente de todas las orientaciones políticas, religiosas y
sexuales. Juntos con todas nuestras diversidades, formamos el Cuerpo
de Cristo. Nuestra fuente de unidad no es el país, el partido político, la
cultura, el color de nuestra piel…no, es Cristo quien nos invita a su
mesa: “Vengad a mí, ustedes todos quienes sufren y que llevan sobre si
pesadas cargas que yo los aliviaré”.
EL gran San Agustín, hablando de la Eucaristía exclamaba:
«¡O mysterium unitatis, o vinculum caritatis» …O misterio de Unidad, o vinculo
de caridad! Cuando salimos de la iglesia, al final de la Eucaristía,
somos invitados a volver al interior de nuestras familias, al trabajo, a
los pasatiempos, para que construyamos un mundo de paz, de hermandad y de
compartir, un mundo que se parezca más a la visión que Dios tiene de nosotros.
La celebración del Cuerpo y la sangre
de Cristo es entonces muy importante porque ella subraya el valor único de
nuestros encuentros dominicales. Es una fiesta que nos invita a recordar el
papel primordial que Dios juega en nuestra vida. Ella nos ayuda también a
llegar a ser cada vez más una verdadera comunidad en la unidad y la diversidad.
Si nosotros compartimos la vida de Cristo, nuestra vida tendrá un gusto de
eternidad.
JESÚS
DICE: “SI NO COMEN USTEDES DE ESTE PAN, NO TENDRÁN VIDA”
Ø
Esa
VIDA que nos hace sonreír, a pesar de la falta de trabajo, del salario que no
llega a cubrir gastos; de la pandemia del COVID-19 y de tantos problemas
imprevistos.
Ø
Esa VIDA que nos da fuerza para ser honrados
en la administración pública, en los negocios y para desterrar el narco tráfico
y el terrorismo.
Ø
Esa VIDA que hace florecer el amor en la
familia, el amor a la Patria, la amistad en el barrio, la cooperación en el
cumplimiento de las leyes que favorecen el bien común, cuidan la salud y la
educación.
Ø
Esa
VIDA que fortalece nuestra fe y esperanza ante la pérdida de nuestros seres
queridos.
Ø
Esa VIDA que nos ayuda a superar rencores y
toda clase de venganzas.
Ø
Esa
VIDA que nos impulsa a aplicar la justicia a todos por igual, a respetar la
libertad y practicar la solidaridad.
Ø
Esa VIDA que nos empuja a gastar y desgastar
la vida por los demás, especialmente por los descartados de la sociedad.
Ø
Esa VIDA que nos llena de coraje para ser
fieles a Jesucristo y a la Iglesia, para no renunciar a nuestra dignidad de ser
cristianos por miedo o por un cargo político que nos ofrecen.
Ø
Esa
VIDA que palpita en nuestro corazón de discípulos misioneros, de profetas en obediencia
al Espíritu Santo, de defensores de la creación, de obreros incansables que
trabajan por el CRECIMIENTO DEL REINO DE DIOS.
Ø
Esa
VIDA que brota de la Palabra de Dios y de la recepción de los Sacramentos,
sobre todo, de la Sagrada Eucaristía.
Ø
Esa VIDA … “PORQUE, EL QUE COME MI CARNE Y
BEBE MI SANGRE, PERMANECE EN MÍ Y YO EN ÉL”
El
regalo de todos los regalos
De pie en la mesa llena de
gente a la tenue luz de las velas del Aposento Alto durante la Última Cena,
Jesucristo no entregó Biblias a los Doce Apóstoles y les dijo solemnemente:
“Tomen esto todos ustedes y léanlo. Este es mi libro, escrito para ustedes”. Jesús
se da a sí mismo, no un libro.
En la Fiesta de hoy, conmemoramos el regalo
más grande de Dios a la humanidad, la persona de Jesucristo. Dios nos da a
su Hijo, y luego Cristo se nos da a sí mismo, cuerpo y sangre, alma y divinidad,
bajo los accidentes del pan y del vino en la Sagrada Eucaristía. El don,
el donante y el receptor se funden en uno en este sacramento de los
sacramentos.
En la época de la Iglesia
primitiva, era costumbre consagrar un poco más de pan en la Misa para llevar la
Eucaristía a los enfermos que no habían podido asistir al Santo
Sacrificio.
Esta práctica condujo a la adopción de la píxide como el
primer vaso sagrado para la reserva de la Eucaristía. Algunas iglesias
modernas rinden homenaje a estos orígenes eucarísticos colgando una píxide de
gran tamaño en su pared para usarla como tabernáculo, imitando la costumbre de
la Iglesia primitiva.
La reserva permanente de la Eucaristía llevó, a lo
largo de los siglos, a entronizar al Señor en medio del mayor esplendor de las
iglesias. En el período medieval temprano, había pasado mucho tiempo
cuando la Eucaristía se reservaba simplemente para llevarla a los
enfermos. Adoración al Santísimo Sacramento, procesiones callejeras,
cantos, cofradías, cantos, flores,
Santo Tomás de Aquino enseñó
que el sacramento más necesario era el Bautismo pero que el más excelente era
la Sagrada Eucaristía. Este excelentísimo sacramento ha sido, para
algunos, demasiado excelente.
En el Evangelio de Juan, cuando Jesús les
dice a sus discípulos que deben comer su cuerpo y beber su sangre, muchos
quedan incrédulos y se alejan. Pero Jesús no se compromete ni dice que fue
malinterpretado. Los deja seguir caminando. Esta enseñanza
inicialmente dura para unos pocos estaba destinada, con el tiempo, a ser
acogida amorosamente por la mayoría.
El Antiguo Pacto del Antiguo
Testamento era sangriento. En una especie de liturgia primitiva, Moisés
hizo sacrificar cabras y ovejas en un altar y su sangre se recogió en
cubos. Luego salpicó esta sangre sobre el pueblo, sellando su aceptación de
la ley escrita. Gotas voladoras de sangre animal salpicaron la piel de las
personas para recordarles su promesa a Dios.
No estalla un drama tan
sangriento en la misa dominical. Cada uno de nosotros bendecimos nuestra cabeza
y torso con agua bendita y recibimos una hostia blanca pura en la
lengua. El Nuevo Pacto no se basa en la sangre de machos cabríos, becerros
o en las cenizas de una vaca. Tiene sus raíces en la generosidad del Hijo
de Dios, quien “se ofreció a sí mismo como sacrificio perfecto a Dios por medio
del Espíritu eterno. La Alianza de Cristo con su pueblo se establece
verbal y litúrgicamente en la Última Cena y físicamente en la cruz al día
siguiente.
La consagración de las Sagradas Especies en la Misa continúa la
presencia física de Cristo entre nosotros, mientras que la adoración del
Santísimo Sacramento suspende la consagración de la Misa, alargándola en horas,
días, meses y años.
Naturalmente, deseamos dejar
una parte de nosotros mismos a nuestros seres queridos. Enviamos fotos,
transmitimos solemnemente un recuerdo preciado o le damos un apellido a un
bebé. Los soldados solían llevar un relicario con algunos mechones de
cabello de su esposa o novia. Necesitamos estar cerca, físicamente cerca,
de aquellos a quienes amamos de maneras concretas y tangibles. Jesús
deseaba lo mismo y, al no estar limitado por las limitaciones de la naturaleza
humana, hizo lo mismo y más. ¡ Él mismo nos ha dejado! ¡Ese
dogma procesando por la calle es una persona! ¡Y ese dogma detrás de las
puertas doradas del tabernáculo de la parroquia es la misma persona! Así
que dobla ese cuerpo y enciende ese corazón, porque la Víctima Salvadora abre
de par en par la puerta del cielo a todos los de abajo.
Estamos tan cerca
de Cristo en la Sagrada Eucaristía como lo estuvieron los Apóstoles en el Monte
Tabor.
Señor de la Eucaristía, te
veneramos con la cabeza inclinada, mientras la antigua forma de adoración da
paso a la nueva. Con la fe proveyendo para lo que falla a los sentidos,
honramos al Engendrador y al Engendrado, amando a quien nos amó primero,
aprendices en la escuela del amor.
Oración-Contemplación
Tomar el
pan, partir el pan,
compartir
el pan,
comer con
apetito el pan que Tú nos ofreces,
tomar el
cáliz, pasar el cáliz,
compartir
el cáliz,
beber a
tragos felices la vida que Tú nos ofreces.
Señor
Jesús,
Tú eres la
verdadera bebida, la verdadera comida.
Tú das al
mismo tiempo el Pan y la Palabra.
Tú
compartes con nosotros tu vida.
Tú nos
haces entrar en tu Resurrección.
Danos
siempre y cada vez más el gusto del verdadero pan,
la sed del
verdadero vino.
Permítenos
transformarnos en tu Cuerpo
y ser los
testigos de tu amor inagotable
de los
hombres y mujeres que pueblan el universo.
Amén!
Reflexiones de años anteriores en este mismo blog:
2014:
Fuentes Bibliográficas:
- Pequeño Misal "Prions en Église", edicion
quebequense, 2011- 2014
- HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
- TREVET, Pierre. Paraboles d un curé de campagne. Editions de l
Emmanuel, Paris, 2006
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones