sábado, 24 de junio de 2023

25 de junio del 2023: decimosegundo Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A)



"No tengáis miedo"

Como bautizados somos portadores de una Buena Noticia para todo el mundo. Testimoniar nuestra fe puede despertar reacciones negativas. A menudo, la Buena Noticia incomoda, interpela, cuestiona. Ante todo esto, el Señor nos asegura su presencia y su sostenimiento. "No tengáis miedo", nos dice Jesús: "yo estoy aquí para liberarlos de sus miedos y sus temores."


Jesús trabaja para tranquilizar a sus discípulos ante las dificultades de la misión que les espera. Por ello, el estribillo que puntúa este discurso: "No tengáis miedo...

" La misión es exigente y la audiencia puede resistir incluso lo que es una buena noticia. Pero no es suficiente no temer:

tienes que atreverte. Atreverse a anunciar el Evangelio “en el techo" y atreverse a declararse, "frente a los hombres", seguidor de Jesús. Confía en el amor del Padre y en la intercesión de Jesús ante el Padre.



Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):

Dijo Jeremías: «Oía el cuchicheo de la gente: "Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo." Mis amigos acechaban mi traspié." A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él." Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos.»

Palabra de Dios



Salmo
Sal 68,8-10.14.17.33-35

R/. Que me escuche tu gran bondad, Señor


Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí
. R/.

Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. R/.

Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas. R/.



Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5,12-15):

Hermanos:
Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Porque, aunque antes de la Ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había Ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir, Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud.

Palabra de Dios



Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,26-33):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»

Palabra del Señor


                          
A guisa de introducción:

Es el ser humano malo por naturaleza?



William Golding, escritor inglés ganó el Premio Nobel de Literatura en 1983. Él es el autor de la famosa novela llevada al cine "El señor de las moscas" y donde se pregunta si el hombre es bueno o malo por naturaleza? A partir de su experiencia militar donde presenció torturas, abuso de poder que causaron tantas muertes; en toda su obra literaria Golding cuestionará lo que le había inculcado su padre sobre la fe en la bondad innata del hombre.

La Biblia desde el principio y a partir del relato de la caída del hombre, del pecado de Adán y Eva nos quiere hacer comprender "el defecto de fábrica del ser humano"- como llamaba cierto autor- y que la teología llamará el pecado original. En todo ser humano conviven esas dos tendencias, tanto a hacer el bien como a hacer el mal. Si Dios creó al hombre bueno porqué apareció la soberbia, la desobediencia, el homicidio? Este es el misterio del mal.

Las lecturas de este domingo hacen alusión precisamente a malos comportamientos humanos. En la primera lectura Jeremías, profeta que vivió a mediados del Siglo VII, está en la mira de sus perseguidores, quienes no lo quieren y desean su muerte por ser fiel a  su vocación de profeta que anuncia y denuncia. Recuerda al pueblo la alianza hecha con Dios y por otro lado les echa en cara su maldad e infidelidad, a las autoridades que abusan del poder, oprimiendo y explotando sobre todo a los pobres. Lógicamente esto no le agrada mucho a sus enemigos que "cuchichean", hablan contra el emisario de Dios y desean su muerte.

Toda la historia sagrada no es sino una constante batalla entre el bien y el mal, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, asistimos a la trascendental lid que se prolongará  hasta el día en que Dios declare su victoria total contra el mal, el pecado y la muerte; aclarando que por la muerte de Jesús tanto el mal como el pecado han sido ya vencidos, la última enemiga a ser vencida será la muerte  (1 Corintios 15,26), cuando Jesucristo vuelva por segunda vez a instaurar su Reino y a juzgar a vivos y muertos.

Tanto Jeremías, Pablo como Jesús, quienes nos ofrecen sus experiencias de fe en este domingo, comprendieron que donde hay fe en Dios, donde hay amor, no puede haber temor ante los malvados.

Ante el mal, el creyente no puede acobardarse, mucho menos amilanarse ni hacerse cómplice de los malvados. Si la confianza se pone totalmente en Dios, si se cree que Él camina al lado de quienes son fieles y justos, éstos no tienen por qué temer a sus enemigos. Pablo corrobora la misión que ha cumplido Cristo, quien por su muerte y resurrección por la humanidad, ha vencido definitivamente sobre el mal de este mundo;  la gracia sobreabunda. En el triunfo de su Hijo, Dios Padre nos dice que el justo por su fe vivirá (Habacuc 2,1-4).

Alegrémonos pues en este domingo 12o ordinario, que está llamado a que lo vivamos extraordinariamente. Que el Señor nos evite preguntarnos tanto sobre el por qué de la existencia del mal y más bien nos inspire e ilumine con su Espíritu para colocarnos del lado de la bondad, al ejemplo de Jeremías.

Que hoy como San Pablo tengamos la seguridad de que la muerte y resurrección de Jesús nos otorga por el bautismo la gracia de luchar contra el mal y vencerlo. Que a pesar de las malas noticias que nos informan diariamente el aparente triunfo del mal, no nos tornemos inseguros, miedosos ni titubeemos, ni mucho menos reneguemos de nuestra fe, pues Jesús nos dice en el evangelio que se debe tener preferiblemente miedo a hacer el mal y ser privados de la salvación eterna prodigada por el sacrificio de Cristo.

Que María, Madre de gracia y de Misericordia, nos acompañe en nuestro caminar, que ella nos inspire la oración y en nuestro trabajo diario para hacer de nuestro mundo, de nuestras comunidades, de nuestra Iglesia, lugares más fraternos, más justos y más humanos, venciendo las tentaciones y triunfando como su Hijo Jesucristo sobre el mal. Amén!



Aproximación psicológica al texto del Evangelio:



Vivan su fe mismo ante la amenaza y en el peligro


Jesús introduce en el misterio del Reino a quienes lo escuchan, no comunicándoles informaciones teológicas suplementarias sino a partir de sus vivencias inmediatas. Él los sensibiliza sobre la dimensión espiritual de su existencia, a partir de lo que ellos ya saben, de lo que ya hacen, y lo que ellos son ya.

Él no se propone emprender una religión marginada de la vida o un nuevo sistema de conocimientos para iniciados. Jesús se limita a ayudar a la gente a abrir sus ojos, a llegar a ser conscientes de lo que viven, Él se propone darles acceso al misterio que cada hombre, cada mujer porta en su propia profundidad.

Pero atención! Jesús no viene para encerrar a la gente en su experiencia interior. Si Él quiere liberarlos de la opresión de la Ley o de la superficialidad de una existencia sumergida o fundida en los bienes materiales, no es para hacerles caer en la alienación de una fe individualista.

Es en el gran día (o sea en el día del peligro, de las amenazas, de los miedos) que la fe debe ser proclamada, y esto, con los riesgos de los peligros que corre aquel que la proclama con sus actos y con su vida (testimonio).

En este sentido, la famosa frase: "El Reino de Dios está dentro de ustedes", no es más que un error de traducción! Todos los exegetas traducen ahora este pasaje de la siguiente manera: "El Reino de Dios está entre ustedes" (Lucas 17,20-21). El Reino de Dios es una realidad que nos toca íntimamente, pero que también nos supera.  La fe es el reconocimiento por el hombre del misterio de Dios, que lo engloba, pero ella también es una adhesión concreta al proyecto de Dios que se construye en la historia.

De tal modo que, llegar a ser discípulo de Jesús, es por una parte entrar en sí mismo para buscar a Dios en su propia profundidad, como Jesús lo ha hecho. Pero también llegar a ser discípulo de Jesús es salir de sí mismo, para "buscar el Reino y la justicia de Dios" (Mateo 6,33) en un compromiso también concreto como el de Jesús en la búsqueda de Dios y de la liberación del hombre. No hay una fidelidad interior que no deba ser descubierta en gestos concretos, no hay una opción personal para el evangelio que no deba ser conocida a través de un estilo de vida totalmente visible que provoque enfrentamientos con el ambiente.

Jesús no ha escondido ni su opción por Dios ni su solidaridad con los que sufren (pecadores, enfermos, marginados…), y El espera que nosotros en calidad de discípulos suyos hagamos lo mismo. Y en este llamado, Él nos da la seguridad que, como Él, la asistencia de Dios nos hará sobrevivir ante todos los conflictos que nuestra fe nos hará vivir en  el ambiente agreste donde vivimos.




Reflexión Central:

No tengáis miedo


Llevar la Palabra del Señor siempre ha sido una gran y bella misión. Pero todos sabemos que esta tarea implica dificultades y sufrimientos.

La liturgia de este domingo nos ha permitido escuchar en la primera lectura las lamentaciones o quejas del profeta Jeremías: " Oía el cuchicheo de la gente… delatadlo!" A él le cuesta mucho proclamar la palabra que Dios le ha confiado y ha puesto en sus labios. Su fe es una puesta a prueba, pero él se vuelve al Señor para que lo defienda. Dios le ha prometido estar con él para librarlo de sus perseguidores.

Hasta en la adversidad Dios permanece cercano a nosotros. En signo de agradecimiento, el profeta termina su oración con una alabanza: " Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos.» Esta misma acción de gracias es la que elevamos hacia el Señor nosotros hoy. Como dice el apóstol Pablo: "Nada nos podrá separar de su amor". En su carta a los Romanos, Pablo hoy nos habla de la humanidad hundida en el pecado: "…por un solo hombre entró el pecado en el mundo…" Esta presencia del mal, nosotros la constatamos todos los días. Mas este régimen de pecado no puede tener la última palabra. Por su muerte y resurrección, Cristo ha inaugurado el régimen universal de la salvación. En otra ocasión Pablo dirá: "Allí donde el pecado ha abundado, la gracia ha sobreabundado". Se ha hablado mucho del "pecado original", pero quizás poco de la "gracia original" obtenida por Cristo.

Entonces sí, no debemos temer; es lo que Jesús nos recuerda este domingo. Con el profeta Jeremías, el apóstol Pablo y muchos otros, nosotros somos enviados a anunciar la Palabra de Dios. Nuestra misión es revelar aquel que tiene "palabras de vida eterna". Esta misión no está exenta de dificultades. Los cristianos en todo el mundo, cada día se ven enfrentados a la incredulidad, a la indiferencia, a la burla…Se les acusa de propagar una "ideología oscurantista", pero el Señor nos alienta, nos da la seguridad diciéndonos: "no tengáis miedo…Yo estoy con ustedes".

Cuando San Mateo escribe su evangelio, los cristianos son perseguidos, torturados y condenados a muerte. Y esto aún se constata hoy, por eso necesitamos escuchar de nuevo esta palabra del Señor: "No tengáis miedo…no temáis". Los hombres más mal intencionados pueden matar el cuerpo pero no pueden matar el alma. Ellos no pueden luchar contra nuestro dinamismo, nada pueden contra  nuestra confianza. Ellos no pueden hacernos dudar del amor de Dios. No es el momento de claudicar, de tirar la toalla, pues el mal no tendrá la última palabra. Cristo Resucitado quiere asociarnos a todos a su victoria sobre el pecado y la muerte.

Hermanos, como cristianos en el mundo de hoy, estamos entonces llamados a acoger a Cristo y ponerlo en el centro de nuestra vida. Este amor que Él pone en nosotros, debemos anunciarlo, irradiarlo alrededor de nosotros. Muchos cristianos se organizan para difundir su mensaje en la televisión, la prensa, el Internet y por todos los medios que están a su disposición. Cristo cuenta con el compromiso de todos sus discípulos para que su evangelio sea proclamado a todas las naciones…

El Evangelio de este domingo se termina con una advertencia muy seria: "Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»

No debemos temer comprometernos sin reticencia, sin peros, por Cristo.

En ambientes hostiles, indiferentes, no es fácil testimoniar su fe.  Y por lo tanto, hasta los niños nos dan ejemplo. Muchos prefieren morir antes que renegar de su fe en Cristo. Esto es importante para nosotros: nosotros podemos contar siempre con Cristo, mismo, cuando todo va mal.

La Buena Nueva de este domingo es que Dios no nos abandona; por el contrario, Él nos protege, nos cuida. Él está a nuestro lado en nuestro combate contra las fuerzas del mal. Su amor nos ha adquirido a todos una vez y para siempre y nada podrá separarnos de Él. Más allá de la Cruz, se encuentra la certeza de la resurrección, que celebramos cada domingo.

Al igual que Jeremías, que Jesús y Pablo, somos enviados. Ahora, en el trabajo, en vacaciones, en nuestros momentos de descanso, es también el momento favorable para ser simples y auténticos testigos.

Que el Espíritu Santo esté siempre con nosotros para que nos ayude a dar razón de la esperanza que nos anima. Y que María, nuestra madre del cielo, nos acompañe en nuestro caminar. Amén!





Cristo tuvo miedo?
Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda

El miedo, la angustia y la ansiedad han llegado a ser los malestares comunes de nuestro tiempo. Ciertamente los hombres de todos los tiempos han tenido que soportar los miedos desde el momento de nacer hasta la muerte. El niño tiene miedo de la oscuridad, de los que le gritan o le abandonan, el adolescente en una primerísima etapa tiene miedo del otro sexo y se encierra en complejos de timidez y de inferioridad, y el adulto experimenta la angustia del mundo, del futuro, de la violencia y los asaltos, el que va llegando a los cuarenta, siente que ya no habrá oportunidades para él, etc., pero la época actual tiene sus propios miedos, acentuados definitivamente desde aquél fatídico 11 de septiembre en New York.

Hoy tenemos miedo de nuestros propios adelantos científicos creados por el hombre mismo, y nos angustia una guerra nuclear, la contaminación ambiental, e incluso tonteras como las niñas y las adolescentes que evitan a toda costa tener un kilo o un gramo de más que les haría verse tremendamente gordas”.

 Por eso me llama poderosamente la atención repasando el capítulo 10 de San Mateo, que hace decir a Cristo tres veces en el término de unos cuántos renglones: No tengan miedo...”. Y eso me hizo preguntarme: ¿Cristo mismo no tendría miedo alguna vez? Y como saben que soy muy atrevido, pues quise preguntarle directamente: Señor Jesús, sabemos que tú eres el Hijo de Dios, que vives siempre en la presencia del Padre y que eso llena por completo tu corazón. Sin embargo, también eres hombre, y por los días de tu vida terrenal, quisiste tomar sobre ti todas las situaciones que acompañan la vida de los hombres. Por eso quiero preguntarte si alguna vez experimentaste el miedo de los hombres.

Y la respuesta vino espontánea: 
Si efectivamente, no hubiera sido hombre si no hubiera experimentado a ese hermano gemelo que llevan todos los hombres desde que nacen y con el que tienen que convivir hasta la muerte. Pero el miedo crucial al que yo tuve que enfrentarme, vino precisamente en aquellas horas pasadas en el huerto de Getsemaní en Jerusalén, la noche de mi aprensión. Yo venía de la cena de despedida de mis apóstoles, de mis queridos apóstoles. Ahí experimenté toda la gama de sentimientos que puede tener un hombre en esas circunstancias, el miedo a dejar a los mío, el miedo a la suerte que pudieran correr en el mundo, el miedo de no volverlos a ver más en este mundo, pero al mismo tiempo la alegría de que ya se avecinaba: el envío del Espíritu Santo que haría mis hombres, gentes valientes e intrépidas, para llevar a todos los hombres la palabra de salvación que pronto se les confiaría. Esa noche experimenté el consuelo de la compañía de mis hermanos y confidentes, los apóstoles, de manera que ya te puedes imaginar mi estado de ánimo, y así llegué al huerto para hacer oración. Invité a mis apóstoles, pero sería por la cena, sería por el cierto temor ante lo que veían como algo inminente, se me quedaron dormidos, y me encontré de pronto solo ante el fin que ya preveía, mi propia muerte en condiciones de verdadera injusticia y de atormentadora crueldad. Y el miedo que experimenté fue crucial, de manera que mis vasos capilares no resistieron tanta presión, al grado de reventarse, y de pronto me vi manchado de sangre de la frente que bañaba mi rostro y mis manos. Esa noche supliqué a mi Padre que pasara de mí aquél tormento terrible que se avecinaba, pero también le dije que dispusiera de mí a su antojo, pues primero estaba el mensaje y la salvación que él mismo me había confiado. Y vino la consolación, sentí la presencia de mi Buen Padre Dios, me sentí amado por él y aunque las circunstancias indicaran otra cosa, sentí que el Padre nunca me abandonaría, ni abandonaría a la humanidad a la que venía a salvar. Por eso, pude levantarme sereno, al encuentro con mis enemigos, que ya se encontraban en el mismo huerto, esperando el momento propicio para aprehenderme. Me vi tremendamente sorprendido al darme cuenta que uno precisamente de los míos, de los que yo había escogido, de los que yo había instruido y precisamente uno de los que yo había amado, viniera al frente, para entregarme con un beso a los que había venido a aprenderme.

Yo seguí con verdadera emoción las palabras de Jesús, y así pude comprender el porqué el miedo a lo desconocido, al futuro y a la muerte, no tiene ya razón de ser, porque Jesús venció a todo ello y nos invita a situarnos ante el Buen Padre Dios, en los que desaparecerán todos nuestros miedos y nuestras angustias. Y así recordé que esa palabra: 
No tengan miedo”, es crucial y abundantísima en toda la Escritura santa, y muchas personas la escucharon, así Abraham cuando fue invitado a dejarlo todo para ir tras de un Dios desconocido, para fundar un pueblo a mucha distancia de su propio lugar, lo mismo que Moisés cuando fue enviado a liberar al pueblo hebreo de la mano de los egipcios. Cómo se resistió el pobre de Moisés, y cómo se resistían los profetas del pueblo hebreo, poniendo miles de pretextos para cumplir con las misiones que se les confiaban: Yo no sé hablar, yo soy muy pequeño, yo no soy digno... Pero al final el Señor los convencía y les daba su gracia, y así podemos escuchar a Jeremías, que fue muy perseguido por las cosas que tenía que anunciarle al pueblo: Pero el Señor, guerrero poderoso, está a mi lado: por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo. Bendita palabra “El Señor está conmigo”, que todos podemos repetir, pues Cristo mismo aseguró como última palabra sobre la tierra: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

Y recordé que gentes muy importantes cercanos al corazón de Cristo también escucharon el famoso 
No tengan miedo”, los mismos apóstoles, muchas veces como cuando atravesaban con mucha dificultad el lago de Galilea y vieron venir de pronto a Jesús avanzado sobre las aguas en medio de la noche. José el esposo virginal de María, experimentó aquél No tengas miedo”, cuando se dio cuenta que su amada esposa estaba esperando un hijo, que no era suyo. El ángel le revela la verdad en aquel sueño que hizo que él se levantara gozoso a preparar todo para la boda. ¡Y qué delicia! La mismísima Virgen María, cuando se siente cercana al ángel de luz que le anunciaba que con su consentimiento sería la Madre de Jesús, el Hijo de Dios, ella se atemoriza, se angustia, no sabe qué contestar, no sabe cómo reaccionar, y el ángel tiene que tranquilizarla primero: No temas María...” dándole luego la explicación natural que ella pedía para poder decir entonces luminosamente: “He aquí la esclava del Señor”.

Por eso hoy podemos escuchar como dirigido a nosotros el trip
le bendito: No temas”, de parte de Jesús, de parte del Buen Padre Dios y de parte del Espíritu Santo. Ahí está el secreto para vencer nuestros miedos, nuestros temores y nuestras angustias, en el momento en que experimentemos la agradable presencia del Señor en nuestras vida, en el momento en que pongamos toda nuestra voluntad en sus manos y en el momento en que nos confiemos totalmente en su providencia amorosa, para poder decir con San Pablo: Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” O con el mismo Pablo: Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos ha amado”, o con el mismísimo Salmo 27: “Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor no me abandonará”.

Esa es nuestra convicción, Dios no nos abandonará, por eso saldremos triunfantes, haremos a un lado nuestros temores, y ayudaremos a construir un mundo de paz, de cordialidad y de profunda comunión con todos los hombres de la tierra. 




3
Del Padre Calixto:

De parte de Dios

“Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo”. San Mateo, cap.10.

Yo no entiendo, explicaba un joven. A uno le nacen deseos, iniciativas, pero la gente no ayuda. Ahora todo se reduce a dinero y diversiones. Si yo les cuento a mis amigos que trabajo los sábados en un barrio pobre, me van a decir que soy un tonto. Alguna vez he pensado ser sacerdote para ayudar a los más necesitados. Pero ni en mi casa me van a entender.

Los primeros cristianos debieron confesar a Cristo ante los tribunales del imperio romano. Hoy nos toca a nosotros ponernos de parte de Jesús en circunstancias diversas, pero siempre difíciles.

Monseñor Dominique Tang, administrador apostólico de Cantón, pasa veintidós años como prisionero en una cárcel china.

Monseñor Helder Cámara se coloca de parte de los pobres, de los oprimidos, aunque tenga que sufrir amenazas y persecuciones.

El doctor Avery se sumerge en un campo de refugiados de Somalia. Allí todo escasea menos la muerte. El consumo diario de agua se limita a tres cucharaditas por persona. Otros médicos llegan, pero regresan a los pocos días, desconsolados ante tanta miseria. El doctor Avery permanece. Se ha colocado definitivamente de parte de Cristo.

En la junta directiva de una empresa, alguien defiende a los más débiles, aunque los intereses de los dueños corran riesgo.

Una maestra rural rehúsa su traslado a la ciudad, porque sabe que nadie vendrá a reemplazarla.

Un estudiante de bachillerato rechaza un dinero que tiene por objeto comprar su conciencia.

Un sacerdote emprende una obra social sin recursos, contando únicamente con la providencia. No puede esperar que los niños sigan padeciendo.

Un abogado gana menos, pero se siente mejor defendiendo la causa de los pobres.

Nos ponemos de parte de Dios, cuando en nuestra conciencia tomamos partido por la paz, la honradez, la justicia, el progreso. Cuando luchamos por un sólido cambio social, comunitario y cristiano.

Cuando unimos nuestras inquietudes a las de nuestros amigos para defender la dignidad de nuestro pueblo. Cuando mentalizamos de evangelio nuestro hogar, nuestra clase, nuestro grupo, nuestro círculo de amistades.


Recordemos que nos aguarda una admirable recompensa: “Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del Cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo”.


4

                  "No temer a nadie"


dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse…”

 

Mateo 10:26

 

Esta línea es pronunciada por nuestro Señor en el contexto de la preparación de los Doce para las persecuciones que están por venir. 

Antes de este pasaje, Jesús dijo: “Pero guardaos de la gente, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas, y seréis llevados ante gobernadores y reyes por causa de mí, para testimonio ante ellos y los paganos.” Después de decir mucho más acerca de las persecuciones por venir, Jesús les da cierta esperanza y aliento en el pasaje anterior.

En primer lugar, Jesús aborda directamente uno de los efectos que sufren muchas personas cuando se encuentran con algún tipo de persecución: el miedo. “No temáis a nadie”, dice. El miedo puede consumir a una persona cuando carece de fe en el cuidado de Dios por ella, permitiendo que la ansiedad y la preocupación se apoderen de ella. Cuando podamos mantener nuestros ojos fijos firmemente en Cristo y disipar los ataques que recibimos en la vida, permaneceremos confiados en la verdad de Dios y no seremos disuadidos por las mentiras.

Jesús también es muy consciente del hecho de que el miedo puede volverse abrumador. Este es especialmente el caso cuando debemos soportar cualquier forma de persecución o prueba severa. 

Por lo tanto, Él dice unas palabras consoladoras a los Doce para ayudarlos a tener esperanza. “Nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni secreto que no haya de saberse”. Esta es una referencia al final de los tiempos cuando Jesús regrese a la tierra para el Juicio Final. 

En ese momento, cada ataque engañoso que la gente ha soportado saldrá a la luz para que todos lo vean. Todas las virtudes, incluidas todas las virtudes ocultas, también saldrán a la luz. Al final, la verdad reinará y todos serán juzgados por la Verdad de Dios. Esto debería ser muy consolador para aquellos que han sufrido injusticias en la vida.

La persecución viene en muchas formas. Por supuesto, la persecución en nuestra contra debido a la fe es la peor forma de persecución. Pero la mayoría de las veces, la persecución se presenta de otras formas. 

Los celos hacia otro podrían llevar a chismes sobre ellos. 

Revelar los pecados de otro de manera pública es el pecado de detracción y es una forma de persecución.

La agresión pasiva, la calumnia, el “tratamiento silencioso” y mucho más son todas formas de persecución. 

Cada vez que una persona intenta infligir algún tipo de daño a otra, esto es persecución.

Una tendencia común que encuentran las personas cuando alguien les ha hecho daño de alguna manera es devolver el daño causado. 

No hay nada de malo en defendernos diciendo la verdad con amor. Pero con demasiada frecuencia, el dolor experimentado se convierte en un miedo que nos consume o en un ataque contra quien nos hizo daño. Cuando se siente esta tentación, las palabras  que Jesús nos dirige hoy son de gran ayuda y liberación. Al final, ninguna injusticia será ignorada. Todo mal será tratado por la justicia y la misericordia de Dios, y el orden perfecto y la verdad serán completamente restaurados para la eternidad.

Reflexiona hoy sobre cualquier lucha que tengas con el miedo. Mientras lo haces, reflexione sobre las palabras de Jesús una y otra vez. "No temer a nadie." No te dejes controlar por ninguna injusticia que te inflijan. Por el contrario, mantente confiado en la verdad y, si alguna injusticia no puede corregirse aquí y ahora, mira hacia el final de los tiempos cuando todo saldrá a la luz de acuerdo con la mente y la justicia de Dios.

 

Mi valiente Señor, soportaste tantas burlas y tratos duros, pero nunca permitiste que eso te detuviera de tu divina misión de amor. Por favor, libérame de todo temor y dame coraje cuando enfrente las injusticias de la vida para confiar en que Tú corregirás cada error al final. Jesús, en Ti confío.


Para la revisión de vida:

1. Hoy Jesús por tres veces dice: "No tengáis miedo"…No temáis. Sera acaso porque el miedo es común entre nosotros? Si, sin ninguna duda, pero Jesús no dice que tener miedo sea malo. Él nos invita, a partir de esos miedos que se apoderan de nosotros, a escuchar su voz cerca de nosotros: "no tengáis miedo" porque Dios es fiel, su voz puede animarnos a que dejemos de lado, en su justo lugar, los miedos pasajeros. Estemos atentos, en estos días, a aquello que puede causarnos miedo: tal persona, tal vivencia…Escuchemos cómo esa voz amante diciéndonos "no tengáis miedo", llega para convertir nuestros corazones.

2. La historia de los gorriones, la pequeña alusión a estas avecillas, aparentemente anecdótica, es central. Jesús nos invita a descubrir, gracias a la contemplación de lo que vemos y vivimos, la bondad activa de Dios, en la obra de la creación, y su preocupación por cada uno de nosotros. Es de ahí que nacerá, ante todo, una verdadera confianza en Dios, fruto de nuestra experiencia, visitada por el Espíritu. Es de ahí que nacerán, con esta confianza, la gratitud y la alegría ante un Dios tan bueno. Esta alegría, preciosa, también es frágil: Jesús lo sabe, es por ello que Él nos invita a la vigilancia. No nos dejemos robar esta alegría…por los miedos de todo tipo.
La Eucaristía nos mantiene dentro de este impulso fundamental de acción de gracias por el don de Dios en Jesús: celebremos esta alegría, este domingo!




Oración- contemplación

Bendito seas tú, Dios nuestro Padre,
desde los orígenes tú has estado cerca de nosotros
y tu gracia nos hace crecer en la fe.

Bendito seas tú por los profetas
que nos han dado a conocer tu palabra
y tu plan de salvación.

Bendito seas por tu Hijo Jesús
que ha venido a revelarnos lo que estaba escondido
y nos ha recordado tu amor incondicional
para todos tus hijos.
Él ha dado su vida en la cruz
para que seamos liberados del pecado
y vivamos en plenitud.

Bendito seas tú, Señor
por nuestra comunión del pan de vida.
Sabemos que tú estás ahí, en la Eucaristía
presente en nuestros corazones,
y que podemos siempre contar contigo.
Amén!



Referencias bibliográficas:

http://vieliturgique.ca

http://prionseneglise.ca

http://ciudadredonda.org (para los textos integrales de la liturgia)

HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus

http://catholic.es 

http://dimancheprochain.org

http://versdimanche.com

http://tejasarriba.org

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