sábado, 5 de marzo de 2022

6 de marzo del 2022 : Primer domingo de cuaresma (ciclo C)



Emprender el camino con Cristo


En este primer domingo de Cuaresma, vamos con Jesús al desierto. La escucha de la Palabra de Dios nos da luz y apoyo en nuestro camino hacia la Pascua.

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Al ejemplo del pueblo judío y de Jesús, Nuestro Señor, iniciamos nuestro caminar hacia Pascua y la Tierra Prometida. Encontrando nuestra fuerza en la Palabra de Dios y dejándonos conducir por el Espíritu Santo, dejaremos que el Señor guíe nuestras vidas, Él que nos posibilita ser justos.





LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 4, 1-13



En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo:
-- Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús le contestó:
-- Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”.
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
-- Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mi me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.
Jesús le contestó:
-- Está escrito: “Al señor, tu Dios, adorarás y al solo darás culto”
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
-- Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."
Jesús le contestó:
-- Está mandado: “No tentarás al Señor, tu Dios”.
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Palabra del Señor





A guisa de introducción:


Las pruebas o dificultades son medios para mejorar!



1.   Nosotros llamamos ensayos o pruebas en fotografía, por ejemplo, los ejemplares que salen de un cliché fotográfico; uno elige entre las mejores fotos y las menos buenas… y si no hay satisfacción, se vuelve a comenzar a disparar el obturador.

Se ponen a prueba los nuevos productos industriales hasta que ellos sean suficientemente eficaces y mejorados para ser puestos en el mercado.

Por las pruebas (las posibilidades, las dificultades y los dolores), una persona, camino a la madurez, llega a ser alguien mejor, . Uno constata que una persona sufrida, que es probada es más fuerte, más paciente, más prudente, más comprensiva; en definitiva, ella es mejor. Con el tiempo, una persona mejor o mejorada no repite los mismos errores o al menos sabe evitarlos.

La madurez es el fruto de las pruebas, como el resultado de una persona mejorada

2.   Nuestra tierra es una tierra de pruebas (es un valle de lágrimas). Nosotros vivimos ante muchos peligros que amenazan nuestro planeta y dentro de esos peligros la responsabilidad humana. Y, por lo tanto, esta tierra, el lugar donde vivimos es una tierra santa; ella ha sido marcada por la presencia de Jesús. Puesta a prueba, o tentado, Jesús elige alimentarse ante todo de la Palabra de Dios, de la Voluntad divina. Por la fuerza de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo, Jesús llegó hasta el final de lo que ha querido hacer por la tierra. Él aprendió a dominar su cuerpo, su espíritu y su corazón. Él verificó su valor de Hijo de Dios y la calidad de su confianza en Dios Padre.

3.   Mientras  que el cuerpo esté opaco,  el espíritu está sin transparencia, y el corazón esté pesado, el Espíritu de Dios no puede pasar y mejorar la condición humana y creyente. Mientras que por largo tiempo las cadenas aprisionen el cuerpo, el espíritu y el corazón, el ser humano no vive como persona liberada y libre.

Al darle una oportunidad al Espíritu de Dios de entrar y pasar por nosotros, le permitimos que haga de nuestras pruebas (sufrimientos, dificultades), medios de mejora o progreso para un compromiso propio y digno de nuestra condición de bautizados.





Aproximación Psicológica al texto del Evangelio:


El rechazo del modelo prefabricado:



Antes de su entrada a la misión entre el pueblo, antes de su compromiso público, Jesús intuye que tiene cosas particulares para vivir, en relación con la expectativa mesiánica del pueblo de Israel.

En este texto, Lucas nos presenta a Jesús confrontándose con el papel del Mesías. El diablo le dice sustancialmente: “Si tú eres el Mesías, actúa como un Mesías, haz prodigios, toma el poder, asume los riesgos pues sabes que todo va terminar bien, pues Dios está de tu lado. Eso es lo que hace un Mesías”.

Jesús se encuentra así entonces ante un modelo prefabricado, ante un conjunto de roles y de imágenes frente a los cuales debe tomar posición. En un recorrido que es difícil de reconstituir pero que seguramente ha tomado más que este día en el desierto, Jesús toma una distancia crítica en referencia a este modelo de Mesías.

Él se dice: no, no es esto lo que yo siento. Hay en mi mucho más que una dimensión política, el hombre es más que el poder que él tiene, más que los esfuerzos y prodigios que realiza, el hombre es mucho más que lo que se le ve haciendo exteriormente. Y yo quiero llegar a ser ese MÁS, a pesar que yo no sea capaz todavía de saber qué es ESO: yo voy a descubrirlo progresivamente, es poco a poco como yo voy a descubrir mi vocación, es poco a poco como Dios va a levantarme.

En esto, “Jesús ha llegado a ser obediente hasta la muerte” (Filipenses 2,8), no por obediencia a una ley o a una moral, sino por su atención y docilidad a lo que el Padre le revelaba en su caminar de hombre. También en esto, Jesús vive la misma situación y los mismos desafíos que toda persona enfrenta antes de enrolarse o comprometerse socialmente.

Es raro que alguien nos lleve a lo alto de un rascacielos para proponernos lanzarnos abajo, pero es mucho más frecuente que seamos llevados a embarcarnos sin hacernos preguntas ante los modelos prefabricados (si eres diplomado, esto te hará ganar un buen salario, si tienes un buen salario, podrás comprar un gran auto: si estas en tal grupo, es necesario que pienses de esta manera…).

No sucede a menudo que alguien quiera incitarnos a hacer milagros prematuros, pero no es nada raro que tomemos decisiones prematuras, que arreglemos de una vez por todas el problema de saber quiénes somos, puesto que encontramos engorroso, muy exigente eso de palpar, de examinar, de confrontarnos a nosotros mismos, de dejar emerger (surgir) nuestras aspiraciones profundas.

Jesús toma la opción de dejarse guiar por la Palabra de Dios, que dice aproximadamente lo siguiente: “Si usted quiere descubrir lo esencial, acepte de despojarse de lo accesorio: del poder, de las capacidades o potencialidades, del prestigio, de la consumación inmediata, y déjeme conducirlo de acuerdo al hilo sucesivo de los eventos y de su evolución interior”.

Tal cual, nos dice Lucas, es el consentimiento dado a Dios por Jesús en el momento de sus “tentaciones”.





Reflexión central:


Hay todavía tentaciones?



Me gusta el relato de las tentaciones de Jesús. Es un relato sencillo y con muchas imágenes que pone en escena dos personajes: el uno seductor, astuto y mentiroso que pone a prueba a Jesús. Es el diablo. La traducción litúrgica habla de demonio, pero sería mejor decir el diablo. En griego la palabra dia-bolos significa “aquel que divide”. Lo contrario de la palabra dia-bolos sería la palabra sun-bolos o símbolo, lo que unifica, que da que pensar, que da sentido. En el relato de Lucas, estamos como dentro de un cuento de hadas donde los animales, los árboles y las piedras hablan. Aquí, hay alguien que conduce todo el juego, la partida. Personalmente, me importa bastante poco saber si el diablo existe realmente o si ustedes creen en él. Para mí es suficiente con que él evoque las fuerzas del mal y de la tentación, las fuerzas oscuras del inframundo (bajo la tierra), esas potencias que tienen nuestra libertad cautiva y no terminan de rodearnos, de asediarnos. Porque diablo o no, el mal existe, y su presencia se hace sentir terriblemente en nuestra vida.

En el fondo, el relato de hoy nos habla de dos cosas: de la tentación y de Jesús. No es tan sencillo comprender cómo la tentación nos llega y cómo puede ella hacernos desviar lejos de nosotros mismos. Por qué nos tiramos la vida, en palabras crudas, por qué nos jodemos la vida? En el relato de la tentación de Adán y Eva se habla de un árbol del conocimiento del bien y del mal. Por qué escogemos nosotros de manera tan frecuente el mal, la desgracia, cuando es el bien, la alegría lo que de verdad deseamos? Pensando tomar el bien, nosotros avalamos el mal. Cuál es esta trampa que nos hace desviarnos de nosotros mismos? Yo entiendo en este sentido que sea siempre necesario suponer un enemigo maléfico que nos seduciría y nos haría caer en su trampa.

El momento de la tentación de Jesús ocurre después de ser bautizado por Juan Bautista. Jesús va al desierto. Él ora, Él ayuna. Y entonces es sometido a la tentación. Preguntándose sobre la vía que Él quiere tomar, el corre el riesgo de orientarse mal y comprender de manera incorrecta la voluntad de Dios sobre Él.

Este es el sentido de los relatos de las tentaciones que nos ofrecen los 3 evangelios sinópticos. Veamos hoy qué es lo que Lucas nos cuenta.

Para comprender el relato, es necesario percibir el horizonte cultural a partir del cual se nos habla de Jesús en este relato. Este horizonte es el de la Biblia, en particular del relato de la primera caída (Adán y Eva) y del relato de las pruebas del pueblo elegido en el desierto. Yo me contentaré con citar este último.

Jesús es sometido a las mismas pruebas que el pueblo hebreo en el desierto. En la tradición bíblica, el desierto es al mismo tiempo lugar de Dios y terreno del diablo. Uno va al desierto para encontrar a Dios, para alejarse un poco del ritmo acelerado de las cosas y experimentar, en la soledad, el silencio y el abandono, el absoluto mismo de Dios, la presencia única de la cual nadie nos distrae. Pero al mismo tiempo, el desierto es un paisaje vacío, un cara a cara consigo mismo y en consecuencia hay la exasperación de los monstruos que nos habitan.

El desierto es un lugar ambiguo, lugar de Dios y de uno mismo, con su miedo, con su violencia, con su angustia. Jesús va al desierto. Los cuarenta días simbolizan los 40 años del pueblo elegido en el desierto, lo que simboliza igualmente la cuaresma. Los 40 días recuerdan también el ayuno de Moisés, cuarenta días y cuarenta noches en presencia de Dios cuando fue dada la Ley (Ex 34,28).

El relato evoca tres tentaciones:

En primer lugar y naturalmente EL HAMBRE. El pueblo en el desierto ha conocido el hambre y el miedo, y en sus momentos de angustia, él dudó de Dios. Él ha gritado su rebeldía pidiendo otra cosa diferente al maná, soñando con la carne y las cebollas de Egipto. Retomando este recuerdo, el relato cuenta el hambre de Jesús y su deseo de satisfacer esta hambre por todos los medios. ¡Que las piedras se conviertan en pan! Pero Jesús responde con el texto mismo del Deuteronomio: “No solamente de pan debe vivir el hombre” (Dt 8,3). Esta tentación Jesús la encontrará varias veces en su vida pública. En la multiplicación de los panes, la gente no pidió sino eso: pan y abundancia a bajo precio. Se busca al venir a Él la sanación, el consuelo, la protección. Se le llegará hasta pedir que arregle problemas de herencia. Y Jesús deberá luchar para impedir que la gente reduzca su proyecto a una acción de beneficencia, al pan fácilmente pagado, al vientre lleno. ¿Qué Diría hoy Jesús ante nuestra sociedad materialista y excesivo consumo?

La segunda tentación es aquella de dominar el mundo. Israel no era una gran nación sino más bien un pueblo pequeño y más bien débil, constantemente dominado por sus vecinos. Cuando uno lee la Biblia, uno se queda sorprendido por la voluntad de poder constantemente afirmada a propósito de Jerusalén percibida como el centro del mundo. Cómo ser tan pequeño y alimentar tanta ambición? Esta aspiración ha conducido finalmente a Israel a aplicar estrategias políticas catastróficas. De ahí el llamado de nuevo que se le hace a no buscar el poder sino respetar la Gloria de Dios: “Ante el Señor te prosternarás y a Él sólo adorarás”. (Dt 613).

Jesús siempre se va a resistir a esta tentación de poder. Muchas veces se le querrá convertir en rey. Judas, que no comprendía su rechazo a comenzar un combate político, terminará por entregarlo. La multitud decepcionada prefirieron a Barrabás. Porque Jesús no quiso optar por los poderosos ni por los medios de la estrategia militar o revolucionaria.

Él prefirió el amor a los pobres y el camino de la no-violencia. Él renunció al poder de Dios y escogió el camino de la obediencia. La cruz a la espada. Cuando se posee el poder, se poseen inmensos medios para establecer el derecho y la justicia. La acción política es noble por sí misma. Pero Jesús de igual modo renunció a este poder, porque Él tenía a la vista una conversión más radical todavía que la reforma social, una transformación de la concepción de Dios y nuestra relación con Él. Es en la pobreza y la debilidad que Dios dice su amor.

La tercera tentación es la de tentar a Dios, es decir, pedirle a Dios utilizar una fuerza mágica para sacar adelante y triunfante su causa. El diablo cita el texto del Salmo 90 (91) “Él ordenará a tus ángeles de protegerte”. En el momento de la crucifixión, los sumos sacerdotes se rieron de Él citando el salmo 21: “Ha puesto su confianza en Dios; que Dios lo libre ahora si en verdad lo ama”. Aquí igualmente responde Jesús citando la Escritura: “No tentarás al Señor tu Dios” (Dt 6,16). Jesús se niega a utilizar para su beneficio el poder de Dios.

Las tentaciones de Jesús son el reflejo de nuestra vida. Solamente que las tentaciones de nuestra vida no tienen ni la claridad ni la evidencia que si tienen en el relato del evangelio. La fuerza de la tentación es la seducción y desde luego su poder de disfrazarse y de presentarse bajo las figuras más inofensivas o las más tentadoras. Por otro lado, no siempre es evidente encontrar una respuesta clara y neta a la fuerza sutil de la tentación. No importando la cuestión, uno encontrará siempre en la televisión, o en la radio, o en las revistas populares, un portavoz de no importa cuál posición ideológica, que dirá con seguridad las ideas más extremas y que hará el papel de diablo, de divisor.

Lo que esconde silenciosamente el relato de las tentaciones, es el problema de la seguridad, de aquello, en lo que, en últimas, uno pone su confianza.

El ser humano es un abismo de angustia que sueña con el poder y la fuerza pero que permanece aterrorizado por el miedo. Todo se puede admitir o aguantar, menos la pobreza, la angustia, la soledad. De ahí la tentación de la abundancia, del poder y de la magia. A estos tres pánicos, Jesús propone la pobreza, la debilidad, el respeto de Dios. Pero más allá de ello, la confianza radical en Dios que hace al ser humano libre y feliz.

Vivimos en la sociedad más rica de la historia…Es una sociedad menos concentrada en la riqueza ostentosa, que se muestra, sino que está centrada en la comodidad y el consumo.

Y uno siempre se siente sorprendido por los adolescentes que se creen pobres y exigen como su derecho absoluto, su pan cotidiano, el celular, el x-box y la ropa a la moda…No es su culpa, es el fruto de una moda y de un estilo. Mi sociedad no reclama solamente el agua y el pan. Ella reclama también la casa, el vestido, el entretenimiento y o la diversión. Y más aún todavía, la asistencia médica, los medicamentos, el derecho a la palabra y al rechazo, los cuidados siquiátricos. Es fácil de denunciar los requerimientos o pedidos de los más pobres. Pero estas demandas no son más que el reflejo de las exigencias de las clases más afortunadas: el carro, una casa lujosa, las vacaciones, el sobreconsumo a todos los niveles. En este mundo aquí, existe la comida mala, los platos refinados, el stress y el derroche. No hay ayuno ni disciplina. Hay la angustia de un mundo desamparado. Y es la razón por la cual reclamamos sin parar a nuestros jefes de Estado que nos den la seguridad. Ahora, esta seguridad radical no puede venir ni del dinero ni del Estado. Ella viene de otro tipo de confianza que se llama la FE y se alimenta de una comida que se llama LA PALABRA DE DIOS.

Vivimos en una sociedad donde la ciencia y la técnica pretenden ser dominantes y nos dan por otro lado, acceso a prodigios inauditos.

Quién habría jamás podido pensar escapar a la atracción terrestre e irse de viaje hacia los otros planetas? Cuando se creía hace unos 40 años ver lo que estamos viendo hoy, un trasplante de hígado, de riñón, de pulmón, mismo de corazón? Los computadores…el internet…el aparato que nos permite escuchar música mientras caminamos…

No hemos llegado acaso a ser todopoderosos? Habrá algún límite que no podamos atravesar?  Hay dentro de nosotros un instinto de poder desenfrenado que nos da la ilusión de poseer y de dirigir el mundo…

 A pesar de ver cómo la tierra agoniza y la crisis ecológica está a nuestra puerta, mismo cuando la humanidad está en la antesala de una inmensa crisis política y de las peores violencias, nosotros queremos poseer la gloria de todos los reinos por la ciencia y la técnica. Una ciencia y una técnica ignorantes y negligentes sin finalidad humana. Y no vemos en esto el servilismo en el cual nos abajamos…

Estamos siempre en estado de tentación. Ya sea que venga de la vida misma y de sus progresos o que venga del diablo, eso poco importa. La tentación siempre es desviarse de sí mismo, perderse en el consumismo, el poder o la ilusión, en la gula, la violencia, en la droga, en el dinero, la arrogancia, el vicio, la adicción o la evasión… la huida.

Nosotros estamos siempre a distancia de nosotros mismos y la tentación nos promete la felicidad fácil. El absoluto de deseo que apunta hacia nosotros no sabría satisfacerse con los ídolos de este mundo…El apunta siempre más allá, hacia Dios. Esta es la lección de este domingo.
A nosotros, nos corresponde aprenderla.




Oración-contemplación

Heme aquí en camino, de nuevo hacia el desierto.
He botado el periódico,
he apagado la televisión, el celular, los audífonos,
pero el ruido de la ciudad resuena todavía en mis oídos,
Yo atravieso la ciudad, el centro comercial, después el parque.
Veo todavía las luces de los autos en la autopista,
No hay más arena ni desiertos.
Mismo la selva está atravesada por vías y carreteras,
Y por otro lado no hay más soledad,
No hay más que una sociedad tentacular
Que se me une en lo más profundo del ser.
Yo busco un lugar,
Yo busco una “otra parte”.
Yo estoy a la deriva, lejos de mí, lejos de Ti.
En el inicio de esta Cuaresma, yo te pido,
Guía mis pasos hacia el desierto.

Amén!





REFERENCIAS:



http://prionseneglise.ca

http://paroissesaintefamilledevalcourt.org

HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.


 BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole, année C. Novalis 2007, Canadá.



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