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11 de marzo del 2025: martes de la primera semana de Cuaresma


Pedir es recibir

(Mateo 6, 7-15) No uséis muchas palabras, como los gentiles, […] vuestro Padre sabe lo que os hace falta, nos dice hoy Jesús, antes de que lo pidáis”

La oración del Padrenuestro es precisamente una oración de petición: ¡danos, devuélvenos, líbranos! Nuestro Padre celestial sabe lo que necesitamos, pero pide nuestra oración, no para hacer sentir su poder sino para ponerse humildemente a nuestro servicio.

Bertrand Lesoing, sacerdote de la comunidad de San Martín


(Isaías 55, 10-11) El Señor nunca deja de creer en nosotros. Constante y pacientemente siembra su palabra en nuestro corazón para que demos fruto. ¿Qué podría yo hacer para que mi vida fuera digna de su confianza en mí?




Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (55,10-11):


ESTO dice el Señor:
«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
así será mi palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que cumplirá mi deseo
y llevará a cabo mi encargo».


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 33,4-5.6-7.16-17.18-19


R/.
 El Señor libra de sus angustias a los justos

V/. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

V/. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

V/. Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R/.

V/. Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».


Palabra del Señor

 

 *************


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Comentarios a las lecturas

Primera lectura: Isaías 55,10-11

El profeta Isaías nos presenta la Palabra de Dios como la lluvia y la nieve que bajan del cielo y no regresan sin haber cumplido su propósito. Nos recuerda que Dios obra en la historia y en nuestras vidas con eficacia, aunque a veces no lo comprendamos de inmediato. En el contexto del Año Jubilar, esta lectura nos invita a confiar en la acción de Dios y a caminar como peregrinos de la esperanza, seguros de que su Palabra transforma nuestra realidad.

Salmo 34(33),4-5.6-7.16-17.18-19 (R. cf. Mt 8,8)

El salmista proclama que Dios escucha a los afligidos y libra a los justos de sus angustias. Este es un canto de confianza en el Señor, quien no abandona a su pueblo. Como peregrinos de la esperanza, estamos llamados a vivir esta certeza: aunque enfrentemos pruebas, Dios camina con nosotros y nos sostiene con su amor.

Evangelio: Mateo 6,7-15

Jesús nos enseña el Padrenuestro, una oración que es camino y programa de vida. Nos recuerda que Dios es Padre, que su voluntad es nuestra guía, que debemos confiar en su providencia y vivir en el perdón. En este Año Jubilar, esta oración cobra especial significado, pues nos impulsa a ser testigos de la esperanza y a construir comunidades donde reine la fraternidad y la reconciliación.


Homilía: Peregrinos de la esperanza y la oración confiada

Queridos hermanos y hermanas,

Hoy la liturgia nos invita a confiar en la acción de Dios y a renovar nuestra oración en este camino de fe. Al celebrar el Año Jubilar con el lema "Peregrinos de la esperanza", recordamos que nuestra vida es un caminar hacia Dios, sostenidos por su gracia y por su Palabra que nunca falla.

Isaías nos dice que la Palabra de Dios es como la lluvia: fecunda, transforma y da fruto. Así también nuestra vida de oración no es un simple acto mecánico, sino un diálogo profundo con el Padre, que nos modela como cristianos y nos fortalece en el camino.

El salmo nos recuerda que el Señor está cerca de los que lo invocan, de los que buscan consuelo en Él. En nuestro peregrinar, encontramos dificultades, pero no estamos solos: Dios nos escucha, nos alienta y nos da la paz.

Jesús, en el Evangelio, nos enseña el Padrenuestro, una oración que nos compromete a vivir como hijos de Dios y hermanos entre nosotros. En este Año Jubilar, esta oración nos anima a:

1.    Ser testigos de la esperanza, confiando en que Dios nos guía y nos sostiene.

2.    Vivir la fraternidad, compartiendo con los demás el pan, el perdón y el amor de Dios.

3.    Peregrinar con fe, orando con humildad y poniendo nuestra vida en manos del Padre.

Así como los peregrinos llevan lo esencial en su mochila, nosotros debemos caminar con lo más importante: la fe, la oración y la caridad. Que este Año Jubilar sea una oportunidad para fortalecer nuestra esperanza, confiando en que Dios nunca nos abandona y que su amor nos acompaña hasta la meta.

Que nuestra oración, confiada y sincera, nos haga verdaderos peregrinos de la esperanza. Amén.

 

2


Rezando el Padre Nuestro



«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos”

 

Mateo 6: 7–8

 

 

Recuerde que Jesús solía ir solo a veces y pasar la noche entera en oración. Así, queda claro que Jesús está a favor de tiempos de oración largos y sinceros, ya que nos dio su propio ejemplo como lección. Pero hay una clara diferencia entre lo que nuestro Señor hizo toda la noche y lo que criticó a los paganos porque al rezar “usaban muchas palabras”. Después de esta crítica a la oración de los paganos, Jesús nos da la oración del “Padre Nuestro” como modelo para nuestra oración personal.

 

La oración del Padre Nuestro comienza dirigiéndose a Dios de una manera profundamente personal. Es decir, Dios no es solo un ser cósmico todopoderoso. Es personal, familiar, es nuestro Padre. Jesús continúa la oración instruyéndonos a honrar a nuestro Padre al proclamar Su santidad. Dios y solo Dios es el Santo del que deriva toda la santidad de la vida. Al reconocer la santidad del Padre, también debemos reconocerlo como Rey y buscar Su reinado para nuestras vidas y para el mundo. Esto se logra solo cuando Su perfecta voluntad se hace "en la tierra como en el cielo". Esta oración perfecta concluye reconociendo que Dios es la fuente de todas nuestras necesidades diarias, incluido el perdón de nuestros pecados y la protección de todo mal.

 

Una vez completada esta oración de perfección, Jesús proporciona un contexto en el que ésta y cada oración deben ser rezadas. Él dice: “Si perdonas a los hombres sus ofensas, tu Padre celestial te perdonará. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas”. La oración solo será efectiva si permitimos que nos cambie y nos haga más como el Padre Celestial. Por lo tanto, si queremos que nuestra oración de perdón sea efectiva, entonces debemos vivir lo que pedimos. También debemos perdonar a los demás para que Dios nos perdone.

 

Reflexiona hoy sobre esta perfecta oración, el Padre Nuestro. Una tentación es que podamos familiarizarnos tanto con esta oración que pasemos por alto su verdadero significado. Si eso sucede, entonces encontraremos que lo estamos rezando más como los paganos que simplemente “usan las palabras”. Pero si entendemos con humildad y sinceridad cada palabra, podemos estar seguros de que nuestra oración se parecerá más a la de nuestro Señor. 

 

San Ignacio de Loyola recomienda meditar cada palabra de esa oración muy lentamente, una palabra a la vez. Intente orar de esta manera, hoy, y permita que el Padre Nuestro pase de la “palabrería” a la comunicación auténtica con el Padre Celestial.

 


Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Y perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Y no nos sometas a la tentación, y líbranos del mal. Amén. Jesús, en Ti confío.

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