3 de marzo del 2025: lunes de la octava semana del tiempo ordinario- año I
Lo fundamental
(Marcos 10, 17-27) Un
hombre lleno del deseo de vida eterna, fiel a la Ley, se postra a los pies de
Jesús. El Divino Maestro lo mira y siente amor por este hombre justo que quiere
dar un paso más en su camino de fe. Y, sin embargo, el bello encuentro está
envuelto en tristeza: la riqueza retiene a este creyente en sus redes,
impidiéndole avanzar.
Una invitación urgente a
deshacernos de todo aquello que obstaculiza nuestro progreso, nuestro avance en
el seguimiento de Cristo.
Benedicta de la Cruz,
cisterciense
Primera lectura
Sir
17,20-28
Vuélvete
al Altísimo y reconoce los juicios de Dios
Lectura del libro del Eclesiástico.
A los que se arrepienten Dios les permite volver, y consuela a los que han
perdido la esperanza, y los hace partícipes de la suerte de los justos. Retorna
al Señor y abandona el pecado, reza ante su rostro y elimina los obstáculos.
Vuélvete al Altísimo y apártate de la injusticia y detesta con toda el alma la
abominación. Reconoce los justos juicios de Dios, permanece en la suerte que te
ha asignado y en la oración al Dios altísimo. En el abismo ¿quién alabará
al Altísimo como lo hacen los vivos y quienes le dan gracias? Para el
muerto, como quien no existe, desaparece la alabanza, solo el que está vivo y
sano alaba al Señor.
¿Qué grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que retornan a
él!
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
32(31),1-2.5.6.7 (R. 11a)
R. Alégrense,
justos, y gocen con el Señor.
V. Dichoso el que está
absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no hay engaño. R.
V. Había pecado,
lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.
V. Por eso, que todo
fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará. R.
V. Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R.
Aclamación
R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Jesucristo,
siendo rico, se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza. R.
Evangelio
Mc
10,17-27
Vende
lo que tienes y sígueme
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
EN aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo,
se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la
vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno
más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no
robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu
madre». Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús
se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo
que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven
y sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen
riquezas!». Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús
añadió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a
un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de
Dios». Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para
Dios. Dios lo puede todo».
Palabra del Señor.
1
Comentario a las lecturas
En la primera lectura, el libro del Eclesiástico nos
recuerda la misericordia de Dios y su llamado constante a la conversión. Dios
no se cansa de perdonar, pero espera que el pecador reconozca su falta y vuelva
a Él con humildad. “Vuélvete al Señor y deja de pecar”, nos dice el texto,
mostrando que la verdadera sabiduría está en confiar en la misericordia divina.
El salmo nos invita a la
alegría del perdón. El salmista proclama: "Dichoso el que está absuelto de
su culpa". Esta bienaventuranza nos anima a acudir a Dios con confianza,
sabiendo que su amor es más grande que nuestros pecados.
El evangelio nos presenta la
historia del joven rico. Aunque este hombre cumple los mandamientos, siente que
le falta algo. Jesús le ofrece un camino más alto: el desprendimiento y el
seguimiento total. Sin embargo, su apego a las riquezas lo frena y se marcha
entristecido. Jesús entonces enseña que "es más fácil que un camello pase
por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de Dios", resaltando
que la confianza en los bienes materiales puede ser un obstáculo para la
salvación. Pero también nos da una esperanza: "Para los hombres es
imposible, pero no para Dios, porque Dios lo puede todo."
Homilía: "El Camino del Verdadero Tesoro"
Queridos hermanos en Cristo,
Las lecturas de hoy nos hacen
una invitación clara: confiar en Dios más que en nuestras seguridades humanas.
El libro del Eclesiástico nos
habla del llamado constante de Dios al arrepentimiento. A veces podemos pensar
que nuestros errores nos han alejado demasiado del Señor, pero Él siempre nos
ofrece una nueva oportunidad. Lo único que nos pide es un corazón sincero y
dispuesto a cambiar.
En el evangelio, el joven rico
es un reflejo de muchos de nosotros. Queremos seguir a Dios, pero hay algo que
nos ata. No siempre son riquezas materiales; a veces son el orgullo, el rencor,
los apegos emocionales o el miedo al cambio. Jesús nos invita a liberarnos de
esas cadenas y a confiar completamente en Él.
Los discípulos, sorprendidos por
las palabras de Jesús, preguntan: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?"
La respuesta del Señor es el corazón de nuestra fe: Dios lo puede todo. No es
nuestra propia fuerza la que nos salva, sino la gracia divina.
En este día, encomendamos a
nuestros seres queridos, bienhechores y parroquianos difuntos. Ellos han
completado su camino y confiamos en la misericordia de Dios para su salvación.
Que el Señor los reciba en su Reino y nos ayude a nosotros a vivir con la
mirada puesta en la vida eterna.
Oración por los Difuntos
Señor de la misericordia y la esperanza,
te encomendamos a nuestros hermanos difuntos:
seres queridos, bienhechores y parroquianos
que han partido de este mundo.
Concédeles el descanso eterno,
perdona sus pecados y acógelos en tu Reino.
A nosotros, danos un corazón generoso,
capaz de desprenderse de todo lo que nos aparta de Ti,
y la confianza de saber que para Ti nada es imposible.
Amén.
2
El
camino a la perfección
“cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló
ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.
Ya sabes los mandamientos…”
Jesús se dirige a distintas
personas de diferentes maneras.
Reprendió a los orgullosos y
arrogantes que vinieron a tenderle una trampa.
Fue excepcionalmente amable y
gentil con el pecador arrepentido que llegó llorando.
Habló en parábolas y figuras
retóricas a quienes tenían curiosidad, pero poca fe. Y a quienes vinieron con
apertura, buscando sinceramente la verdad, les habló con claridad, amor y
directamente.
El Evangelio de hoy nos
presenta la conocida historia del joven rico. Observa cómo este joven se acercó
a Jesús. Primero, “corrió” hacia él. Esto sugiere que estaba muy deseoso de
hablar con nuestro Señor. También se arrodilló ante Jesús, lo que indica su
humildad y reverencia. Luego le hizo a Jesús una pregunta directa e importante.
No le pidió que sanara a
alguien. No estaba buscando un milagro ni un favor personal. En cambio, este
joven le hizo la pregunta que todos deberíamos hacerle a Jesús todos los días: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»
¿Es esta una pregunta que
meditas y le haces a nuestro Señor?
A medida que se desarrolla la
historia, Jesús da dos respuestas. Primero, le da al joven la respuesta
fundamental a su pregunta. La vida eterna se obtiene al mantenerse alejado del
pecado grave, por amor y obediencia a la voluntad de Dios. Pero después de que
el joven indaga más, Jesús le da una respuesta mucho más profunda. Esta segunda
respuesta se basa en un profundo amor por este joven porque presenta la clave
de la perfección. «Una cosa te falta: anda, vende lo que
tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y
sígueme».
Muchas
personas pasan por la vida cumpliendo los preceptos más fundamentales de la
santidad. Evitan el pecado grave para permanecer en estado de gracia. Y eso es
bueno. Pero Jesús quiere mucho más: quiere la perfección. Cuando buscamos
sinceramente la perfección, Jesús nos responderá como le respondió al joven
rico.
La perfección requiere la
purificación más profunda de todos los apegos malsanos.
La mayoría de las personas
tienen muchos apegos que impiden la perfección. Esos apegos pueden no ser
pecados mortales, pero son pecados veniales o imperfecciones espirituales. Por
lo tanto, es importante saber que, si quieres la perfección, y si te humillas
ante nuestro Señor y le preguntas sinceramente cómo obtenerla, Él te invitará
amorosamente a desprenderte de todo, excepto de Dios y de Su santa voluntad
para tu vida. Lo que eso significa en la práctica para ti debe discernirse con
oración.
Reflexiona hoy sobre si
podrías unirte o no a este joven rico en sus humildes preguntas a Jesús.
¿Quieres saber cómo ser
perfecto? Si es así, ¿estás listo para responder a la propuesta de Jesús?
¿Estás dispuesto a abandonar todo lo que sea un obstáculo a la voluntad de Dios
para poder seguirlo y cumplir su voluntad perfecta?
Medita sobre estas preguntas y
comprométete a aceptar plenamente la respuesta de Jesús y te volverás más rico
en lo que importa de lo que jamás podrías imaginar.
Mi generoso Señor, Tú me
llamas a la perfección. Me llamas a alejarme de todo lo que impide mi amor
perfecto por Ti y mi aceptación plena de Tu voluntad. Ayúdame a volverme
sinceramente hacia Ti todos los días, buscando solo Tu voluntad plena en todas
las cosas. Mientras lo hago, líbrame de todo lo que me aleja de la vida de
perfección a la que estoy llamado. Jesús, confío en Ti.
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