4 de enero del 2023: miércoles de la segunda semana de Navidad
(Juan
1, 35-42) Dos discípulos de Juan Bautista siguen a Jesús, sin decir
palabra. Éste les habla primero y va directo al grano: “¿Qué buscáis?”. Yo
también quiero quedarme con Jesús. Así que hoy voy a renunciar a todo para
seguirlo en silencio, luego esperaré a que me hable, quedándome abierto a su
presencia.
Primera lectura
Lectura de la
primera carta del apóstol san Juan (3,7-10):
Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es
justo. Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el
principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo.
Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en
él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos
de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios,
ni tampoco el que no ama a su hermano.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 97
R/. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes. R/.
Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Juan (1,35-42):
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús
que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y,
al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las
cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que
oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le
dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el
hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Palabra del Señor
“Venid y
veréis”
Le
dijeron: “Rabí” (que traducido significa Maestro), “¿dónde vives?” Él les
dijo: “Venid, y veréis”. Fueron, pues, y vieron dónde moraba, y se
quedaron con él aquel día.
Que interesante
intercambio.
Andrés fue uno de los dos
discípulos de Juan el Bautista que escuchó a Juan decir que Jesús era el
“Cordero de Dios”. Como resultado, Andrés y el otro discípulo dejaron al
Bautista y comenzaron a seguir físicamente a Jesús. Cuando comenzaron a seguir
a Jesús, Él se volvió hacia ellos y les preguntó qué buscaban. Y su
respuesta, seguida por la invitación de Jesús, está registrada en este
versículo.
La invitación de Jesús fue
única: “Venid y veréis”. Con esa invitación, estos dos discípulos fueron y
se quedaron con Jesús ese día. Pero eso no es todo lo que pasó. Está
claro del pasaje siguiente que, al pasar el día con Jesús, estos dos discípulos
llegaron a la fe en quién era Jesús. Más adelante en el pasaje, Andrés se
dirige a su hermano Pedro para decirle: “Hemos encontrado al Mesías”. ¿Qué
había en su día con Jesús que los convenció de quién era Él?
Aunque los detalles de su
estancia con Jesús no están incluidos en el Evangelio, parece claro que
simplemente estar en la presencia de Jesús es todo lo que necesitan estos discípulos. Considere,
de nuevo, la doble invitación de Jesús: “Venid…” seguido de “y veréis”.
Cuando nuestro Señor nos habla
a cada uno de nosotros, Su invitación es bastante similar. Primero, Él nos
invitará a ir con Él. Debemos llegar al lugar donde se hospeda Jesús. ¿Dónde
es eso? Para nosotros, no es necesariamente un lugar físico; más
bien, es ante todo un lugar de oración. Debemos escuchar a Jesús
invitarnos a acercarnos a Él a través del camino interior de la oración
personal. Es allí, en lo más profundo de nuestra alma, donde descansaremos
con nuestro Señor. Él nos invita a simplemente estar allí en Su divina
presencia.
Cuando venimos a Él y
descansamos con Él en Su presencia, sucederá otra cosa: “y veréis”. Lo
veremos, llegaremos a conocerlo, seremos iluminados por Él y llegaremos a la fe
en Él. Al principio, esto sucede por Su Palabra hablada. En última
instancia, esto se lleva a cabo a través de una revelación interior que solo
podemos recibir en la oración.
Reflexiona hoy sobre esta
dulce invitación que nuestro Señor hizo a estos discípulos. Mientras
reflexionas sobre estas palabras, escúchalas también para ti. Al
principio, dedica tiempo a reflexionar solo sobre la palabra “venid”. Deja
que penetre en tu alma. Permite que se vuelva profundamente
personal. Debes saber que es una invitación real y amorosa de
Jesús. Después de eso, trata de dedicar tiempo a reflexionar sobre las
palabras “y veréis”.
¿Qué es lo que Dios quiere que
veas? ¿Qué revelación personal de fe quiere Dios otorgarte? “Ven, y
verás”. Permite que estas palabras cambien tu vida, así como cambiaron la
vida de estos primeros discípulos de nuestro Señor.
Señor, me invitas
continuamente a venir a Ti, a estar contigo y a sentarme contigo en tu divina
presencia. Por favor, ayúdame a escuchar esta dulce invitación de Tu
amor. Mientras lo hago, por favor abre los ojos de mi alma para verte,
conocerte y amarte más plenamente. Y mientras te veo, dame la gracia y la
fuerza para seguirte dondequiera que me lleves. Jesús, en Ti confío.
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