15 de enero del 2023: 2o Domingo del Tiempo Ordinario (A)


 El cordero que sana

Jesús es el Cordero Salvador anunciado en el libro del profeta Isaías. Cuando Juan Bautista lo ve venir hacia él, declara que Él es "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1,19). Bautizado en el Jordán, Jesús recibe el Espíritu que lo habilita para cumplir su misión.
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En el Nuevo Testamento, se le dan muchos títulos a Jesús. Hoy, en la lectura del Evangelio, Juan Bautista lo designa como "El Cordero de Dios", un bello título, del cual hoy recordaremos la riqueza.



Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (49,3.5-6):

El Señor me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 39,2.4ab.7-8a.8b-9.10

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

Como está escrito en mi libro:
«Para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.


Segunda lectura
Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(1,1-3):

Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.
Palabra de Dios




EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 1, 29- 34

En aquel tiempo; al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
--Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquél de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.
Y Juan dio testimonio diciendo:
--He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Palabra del Señor

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A guisa de introducción:

“El cordero de Dios! “



Raro nombre para designar a Jesús. Poniendo aparte las ovejas del pesebre, para nosotros en general  el mundo del ganado ovino es poco familiar. Entonces, de donde viene este Cordero de Dios que toma sobre su espalda el pecado del mundo? Descubrámoslo juntos, haciendo un pequeño recorrido bíblico:

En el libro del Éxodo, el cordero de Dios, es el cordero pascual, aquel que se sacrifica y se come en la fiesta de Pascua. En el libro del profeta Isaías, el Cordero de Dios, es el “siervo sufriente” que ofrece su vida “como Cordero que se deja llevar al matadero”. En el libro del Apocalipsis, el Cordero de Dios es “Cordero vencedor o triunfante”, aquel que ha dado todo para que nosotros tengamos la vida. El Cordero de Dios! Un nombre verdaderamente extraño, por el cual se nos revela la identidad de Jesús que salva el mundo.

Como Juan el Bautista, quien veía venir Jesús  hacia él, dejemos que el  Señor  se acerque a nosotros. “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Estas palabras el sacerdote las repetirá en el momento de la comunión, cuando parta el pan. En efecto es cuando él se ofrece y se da, que Jesús salva el mundo. Tendamos la mano y acojámoslo de todo corazón, porque con El somos ya vencedores del mal y de la muerte.

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Sumergirse para renacer

1. El amor nos sitúa ante una elección, una opción para escoger. De cara a una decisión difícil, uno duda, uno intenta encontrar las soluciones posibles, uno se decide, "uno se sumerge". Lo que está inscrito en el corazón o centro de la experiencia humana se encuentra en el futuro del creyente.

Toda persona que vive una tal experiencia, está en capacidad de afirmar que la vida está yendo hacia una modificación de manera radical.

Alguien era carpintero: se convierte en predicador itinerante; otro era pescador y se convierte en propagador de buenas noticias; alguien se aburría en la rutina y se compromete con las personas de la tercera edad o con personas necesitadas, para visitarles, ayudarles. Otro era independiente en su trabajo y sus hobbies y de pronto se encuentra vinculado fuertemente con la sociedad.

Toda persona que afirma su fe en Jesús, vuelve darle  a su vida una dimensión todavía más inmensa, más grande. Su vida humana no es disminuida; ella es valorizada; ella extiende su horizonte a los límites del amor de Dios.

2. Al decidir "sumergirse", el ser humano siente renacer. Su vida pasada, antigua sin duda alguna no es rechazada; sino que es superada por una vida nueva que dona entusiasmo y esperanza.
Los eventos o sucesos que hacían lentos los impulsos, en adelante son vistos como medios para ir más lejos.
Todo creyente que vive su bautismo dentro de un compromiso, siente dentro de sí el deseo de una gran novedad.
Como en un rompecabezas, unidos a los otros, él forma el rostro de Jesús y recrea al pueblo de los bautizados.


Aproximación psicológica al texto del Evangelio:

Él quita el pecado



El evangelista Juan a través de Juan el Bautista, expresa su convicción de que “Jesús quita el pecado del mundo”. Esta realidad puede ser comprendida en dos niveles  complementarios. Siendo el pecado lo que separa y destruye, “quitar el pecado del mundo”,  significa liberar en profundidad la humanidad en su marcha colectiva, abrir la historia y hacerla desembocar hacia su realización definitiva. Es esto lo que Juan llama en otro lado “salvar el mundo” (Juan 3,17).

Pero es  a escala de la vida individual de todo ser humano que también el pecado es quitado ( borrado, eliminado). No el pecado como evento, ya que la posibilidad de actuar e ir al encuentro del amor está siempre presente. No tampoco el pecado como símbolo de nuestra fragilidad, puesto que nosotros permanecemos frágiles: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no Está en nosotros.”(1 Juan 1,8).

Pero  si el pecado como culpabilidad, como derrota, como parálisis “Jesús aparece para quitar los pecados” (1 Juan 3,5), es decir para que no nos culpemos, para decirnos que el Padre continua a aceptarnos  con nuestras debilidades reconocidas.

Es en este sentido que “Jesús quita el pecado” : el creyente no se culpa más, no se disminuye más  a sí  mismo, pero , viviendo por amor, él continúa avanzando en la paz, tomando constantemente la medida evangélica en todo lo que hace y todo lo que vive.

 “Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y de verdad.
 En esto sabremos que somos de la verdad y tendremos nuestros corazones confiados delante de él;  en caso de que nuestro Corazón nos reprenda, mayor es Dios que nuestro Corazón, y él conoce todas las cosas. “ (1 Juan 3,18-20)

En un plano teológico que es difícil de explicar , “Jesús quita el pecado del mundo” “dando su vida” (1 Juan 3,16) (Juan 3,16). Y en un plano psicológico que es más fácil de entender , Jesús quita el pecado liberando a la gente de la culpa, diciéndoles verbalmente o de otra manera: "tú estás bien, ven a comer a mi casa" (Marcos 2,15) o “yo iré a tu casa” (Lucas 19,5), o simplemente “qué bueno que tu estés aquí”  (Lucas 15,1).

Puede parecernos desconcertante que Jesús perdone, consienta, tolere la gente de manera tan prodiga, nosotros que para obtener la liberación de nuestra culpa debemos llenar (según nuestra formación catequética y cristiana tradicional)  varias condiciones: confesión circunstancial, contrición de corazón, confesión de boca, cumplimiento de la penitencia, propósito de enmienda…

Pero  culpabilizarse es fuerza de muerte y oscuridad expandida en nuestra vida, ahora,  Jesús es la “vida” y “la luz que ilumina todo ser humano” (Juan 1,4-9), sin restricción, como signo de la abundancia del amor del Padre por todos y cada uno de nosotros.



Reflexión Central

"Este es el Cordero de Dios"



Comenzamos hoy el ciclo del tiempo ordinario. Como nos decía una hermana religiosa  en algún retiro del periodo filosófico en el seminario: "El ciclo litúrgico es nuestro tiempo" y "el tiempo ordinario es para que vivamos cada día de una manera extraordinaria".

Este Jesús de quien acabamos de festejar el nacimiento, tiene una buena noticia para nuestra humanidad. Y esta buena noticia ha sido anunciada a los pastores y después a los magos. Los evangelios nos hacen descubrir las maravillas que el Señor ha realizado por la salvación del mundo.

Esta liberación había sido ya anunciada muchos siglos antes por el profeta Isaías. En la primera lectura hemos escuchado su mensaje dirigido a un pueblo que ha sido deportado, llevado a la fuerza a tierra extranjera. Y ha sido víctima de todo tipo de humillaciones. Pero Dios ve el sufrimiento de los suyos y envía su profeta para anunciarles la liberación.

Todos, inclusive los más humillados y más despreciados, son conducidos a descubrir que ellos tienen mucho valor ante los ojos de Dios.

Tenemos aquí un mensaje de esperanza para todos los prisioneros y los excluidos de hoy. Nosotros pensamos en todos aquellos que son estigmatizados en su mala reputación, debido a su pasado y a sus actos. Pero el Señor no los abandona. Él les envía profetas, sacerdotes, testigos para decirles que Él los ama, que no quiere que nadie se pierda; y Él cuenta con nosotros para ser mensajeros de esperanza y de luz para toda la humanidad.

Es el mismo mensaje de esperanza que encontramos en la carta de San Pablo a los Corintios quien se dirige a personas recién convertidas al evangelio. Entre ellos, hay gente humilde, personas poco recomendables. El mundo los desprecia; mas ellos son llevados a descubrir que Cristo ha venido por todos. Unos y otros son invitados a convertirse en discípulos y misioneros. A todos, Jesús los llama a la santidad, incluidos aquellos que han caído muy bajo. Todos ellos son amados por Dios, tienen mucho valor ante sus ojos.

El Evangelio de este domingo nos muestra a Jesús que viene hacia Juan Bautista. No olvidemos que el nombre de Jesús significa: "El Señor salva". Ahora, hoy lo vemos uniéndose a la humanidad herida por su pecado. Esto lo constatamos todos los días. Nosotros quizás corremos el riesgo de desanimarnos, ya que la salvación nos parece muy lejana. Pero San Juan Bautista nos recuerda que Dios no nos abandona. Él "ha sido el primero en amarnos". Acabamos de festejar Navidad que es la entrada de Dios en la existencia de los hombres,  para aportarles la salvación. Es así como Juan Bautista descubre a Jesús bajo un día nuevo. Lo hemos escuchado decir dos veces: "yo no lo conocía". Y por lo tanto, ellos son primos; ellos debieron haberse encontrado en su infancia. Nosotros también, hemos hecho esta experiencia. Entre nuestras relaciones, puede haber también personas que pensamos conocer muy bien. Pero al cabo de cierto tiempo, nosotros los descubrimos bajo un día nuevo. Nunca habríamos imaginado encontrarlos así, de determinada manera.

Cuando Juan Bautista nos dice que él no conocía a Jesús, quiere hablarnos de su misterio.  Juan descubre en Jesús "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". En Él se cumple la promesa de Isaías, más allá de todas nuestras esperanzas. Cristo toma sobre sí todo el pecado del mundo para liberarnos. Un día Él dirá que "el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido". La Buena Noticia es que Cristo no es solamente un personaje del pasado. Él continúa viviendo en medio de nosotros, está con nosotros acompañándonos cada día, en medio de nuestros sufrimientos y nuestras alegrías.

Pero para encontrar a Cristo, es necesario buscarlo o aun mejor dejarse encontrar por Él. Él siempre está ahí, en medio de nosotros. Él quiere estar con nosotros, pero por lo general, ocurre que nosotros estamos en otra parte, distraídos, dispersos…

Hoy estamos invitados a acoger esta presencia de Cristo para ser sus testigos en medio de quienes no lo conocen. El mejor lugar para encontrarle es la Eucaristía. Es un regalo que Él nos ofrece gratuitamente para perpetuar su presencia entre nosotros. Entre más nos acerquemos a la Eucaristía, más nos configuraremos, nos pareceremos a Él y nuestra fe, esperanza y amor aumentarán.

Señor, en este domingo, te pedimos : "Ayúdanos a vivir una intimidad más grande contigo, menos rara, menos corta. Danos hambre de Ti. Danos sed de tu Palabra. Haznos vivir contigo, familiarmente, alegremente, en la intimidad del Padre y del Espíritu. Amén!


2
« Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo »

Este verdadero testimonio del evangelista Juan,  refleja su teología y la de la comunidad joánica, muchos años después de la muerte y resurrección de Jesús. Es una profesión de fe de las primeras comunidades cristianas.

Al inicio de su evangelio, Juan utiliza varios títulos para describir el Señor y revelarnos su identidad. Jesús es “el Verbo hecho carne” (Jn 1,1), “la luz del mundo” (Jn 1,4), “el Hijo único de Dios Padre” (Jn 1,14). “el Cordero de Dios” (Jn 1,29,36), “el Hijo de Dios sobre quien baja y permanece el Espíritu” (Jn 1,34,39), “el maestro o Rabí” (Jn 1,38,49), “el Mesías o Cristo” (Jn 1,41), “Aquel de quien hablan la ley y los profetas” (Jn 1,45), “el rey de Israel” (Jn 1,49), “el hijo del Hombre” (Jn 1,51). Todos estos títulos   levantan el velo sobre la  identidad de Cristo.

Al comienzo del texto de hoy, Juan Bautista llama a Jesús « el Cordero de Dios ». En cada Eucaristía, escuchamos estas palabras: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y tres veces lo cantamos o decimos antes de la comunión, pero no es un título que tenga mucho atractivo para los hombres y mujeres de hoy. El símbolo del cordero no es muy diciente para nosotros, y en general no nos gusta escuchar hablar de pecado.

El hombre y la mujer moderna rechazan esta idea de pecado. Si alguna vez  se comete un error,  se culpa o juzga  al instinto, a la herencia, al ambiente, a la inconsciencia. O todavía, se acusa a los demás por esta falta: al gobierno, a la familia, al sistema, a las condiciones desfavorables, etc.

El Padre Turoldo tenía razón al decirle al cardenal Schuster, un poco desconcertado por su observación: “Mi objetivo es el de buscar pecadores”…es decir, buscar gente que haya rencontrado el sentido del pecado y que acepten ser los responsables de ciertas acciones”.

El mal está presente en medio de nosotros, mismo si es cierto que en la calle no se le llama “pecado”. He aquí algunos ejemplos de lo que para Juan, harían parte del “pecado del mundo”:

-         - La violencia gratuita y omnipresente,
-       -   la marginalización de grandes sectores de la sociedad,
-     -    la explotación de los más débiles, la pobreza provocada por la ambición y usura desmedida, los salarios de hambre, el hambre en un mundo pleno de riquezas…
-        - la competencia desleal, la inseguridad causada por el solo deseo de ganar fácilmente, el trabajo de esclavitud de los niños, la desigualdad entre los hombres y las mujeres…
-        - la falta de dialogo en las familias, la lucha de generaciones, la infidelidad irresponsable, la separación y el divorcio que castigan (hace pagar los platos rotos)  a los hijos…
-         - el orgullo, la avaricia, la avidez, la envidia, el deseo de dominar, el odio, la rivalidad, la venganza…

Juan el Bautista consideraría como “pecado del mundo”: 

-         - que millones de personas sufran hambre; que poblaciones enteras sean obligadas a dejar su casa, su tierra y su país por la guerra;
-        -  que los pobres y los sin voz sean ultrajados;
-        -  que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres sean cada vez más pobres;
-         - que muchos enfermos sucumban ante sus males y dolencias por la falta de medicinas, cuando sumas astronómicas son invertidas y malgastadas para comprar armamentos y equipos de guerra;
-         - que nuestro planeta sea destruido sistemáticamente con el fin de aumentar el provecho de unos cuantos;
-         - que las múltiples guerras no cesen de provocar miles de víctimas inocentes ;
-        -  que los bandidos solos o en bandas (pandillas) en las calles siembren el terror;
-         que la violencia en nuestras familias y en nuestros lugares de trabajo, arruinen la vida de una gran cantidad de personas;
-         que la mayoría guarde silencio y haga prueba de inacción culpable (pecado de omisión) delante todas estas injusticias y todos estos crímenes.

A toda esta triste lista, el agregaría sin duda el mal y el escándalo que resulta de las divisiones entre las iglesias cristianas. Existen más de 400 denominaciones diferentes de cristianos a través del mundo. Cristo quien en el último momento, oraba por la unidad de los suyos tenía razón de hacerlo!

Para Juan, el pecado del mundo existe y nosotros tenemos necesidad siempre del “Cordero de Dios”  para liberarnos.

El texto de hoy, como todo texto bíblico, es primero y ante todo una revelación de Dios, de su proyecto para nosotros. Las últimas palabras de la primera lectura recuerdan ese proyecto de Dios: “…a fin de que seas mi Salvación hasta el extremo de la tierra." (Isaías 49,6) Una vez más, la Biblia nos dice que el proyecto de Dios es un proyecto de paz, de salud, de felicidad y que concierne a la humanidad entera.

Juan el Bautista  designa a Jesús como “El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, porque por El , el proyecto de salvación y de paz llega a ser posible.

Leía últimamente la historia de un albañil que se podría aplicar a miles de personas a través de los siglos: “un día, un hombre que le gustaba burlarse de los cristianos , pregunto a un compañero de trabajo: “Andrés , podrías explicarme como Jesús hizo para convertir el agua en vino? Andrés respondió : “yo no puedo explicarte cómo hizo El para convertir el agua en vino, yo solo sé que hace diez años yo era un alcohólico detestable, violento con mi mujer y mis hijos, yo malgastaba más de la mitad de mi salario en licor y mi familia no tenía suficiente para vivir. Un amigo me ayudó y me habló de Jesús. Poco a poco, yo llegué a ser un trabajador honesto y pacífico, y un buen padre de familia amante y tierno. Yo no puedo explicarte cómo Jesús cambio el agua en vino, pero yo puedo contarte como Él ha cambiado el alcohólico que yo era en un buen padre de familia”. Para mí, Jesús ha sido verdaderamente “el Cordero de Dios quien ha quitado el pecado del mundo”, el Cordero que ha quitado mi pecado!



3
El cordero de Dios: mucho más que una metáfora

El evangelio presenta a Juan el Bautista dando testimonio de Jesús. Ve a Jesús como "el Cordero de Dios" que quita el pecado del mundo. Jesús es el elegido de Dios para redimir al mundo iniciando la obra de salvación con el poder del Espíritu Santo. La segunda parte del evangelio cuenta, de forma sencilla, cómo Jesús reclutó a los primeros discípulos.

Vamos a centrar nuestra reflexión en la frase "el Cordero de Dios", propia del evangelio de Juan.

El evangelista supo aunar en una expresión feliz una larga tradición simbólica y ritual. El cordero era el animal del Oriente Medio. Cubría las necesidades elementales del ser humano, era pues un medio primordial de sustento, como en otros lugares pudo ser cualquier otro animal. Sabemos que el bisonte era el animal que daba vida a la variedad de razas que existían en lo que es hoy América del Norte.

Sabemos también, que eliminados los bisontes también los indios fueron desapareciendo.

El cordero proveía al pueblo de ropa, por medio de la lana; de comida, mediante la carne, la leche y otros derivados como queso; además, podía ser cambiado por dinero u otras mercancías. Pero además de este valor material y realista, la oveja y el cordero, adquirieron un valor religioso, especialmente en el pueblo judío.

En el Antiguo Testamento el cordero tuvo un significado capital cuando fue usado como ofrenda agradable a Dios por parte de Abel, el hermano de Caín (Gn 4,4). El cordero fue la ofrenda que Abrahán utilizó en sustitución del sacrifico de Isaac, su hijo, la cual fue aceptada por Dios (Gn 22,1-14). El cordero se estableció como un animal adecuado para la propiciación, para el sacrifico y para la liberación del pueblo de Israel. Cuando Dios decidió libertar a su pueblo cautivo de los egipcios, ordenó a los hebreos inmolar un cordero por familia "sin mancha, macho, de un año" (Ex 12,5), comerlo al anochecer y marcar con su sangre el dintel de la puerta. Gracias a este signo, el ángel exterminador los perdonaría cuando viniera a herir de muerte a los primogénitos de los egipcios.

Más tarde la tradición judía dio un valor redentor a la sangre del cordero. Gracias a la sangre del cordero pascual, los hebreos fueron rescatados de la esclavitud de Egipto. El cordero era lo ideal para el sacrificio y la redención, pero sólo servía para una persona o para una familia, no para toda la nación; por eso cuando el rey Salomón ofreció sacrificios por el pueblo, ofreció miles de toros y corderos. Para la redención de la humanidad se necesitaba un cordero, uno solo, sin mancha, perfecto y al mismo tiempo que fuera sacerdote, como leemos en la carta a los hebreos, "santo, sin tacha ni mancha, apartado de los pecadores, ensalzado sobre el cielo"(Heb 7,26).

¿Quién podría ser? Ya en el Antiguo Testamento, cuando el profeta Jeremías es perseguido por sus enemigos, se comparaba con un "cordero, al que se lleva al matadero" (Jer.11,19). El profeta Isaías habla más patéticamente de un ser perseguido, despreciado que "como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, no abría la boca" (Is 53,7). Este texto, que subraya la humildad y la resignación del siervo, anunciaba de la mejor manera el destino de Cristo, como lo explica Felipe al eunuco de la reina de Etiopía en los Hechos de los Apóstoles (Hch 8,31.35). Al mismo texto de Isaías se refieren los evangelistas cuando, en el relato de la pasión, recalcan que Cristo "se callaba" delante del Sanedrín (Mt 26,63).

Sin duda, Juan el evangelista coloca en la boca del Bautista toda esta doctrina y tradición y le hace expresarse de esta manera: "Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29).

Mas sabemos ya que este cordero inmolado por la salvación del mundo sería exaltado y adorado para siempre. Así nos lo demuestra el libro del Apocalipsis, "digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, el saber, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza" (Ap 5,12). Ahora, el Cordero triunfante se convertirá en pastor para conducir a los fieles hacia fuentes de agua viva (Ap 7,17).

Cada Eucaristía y en especial la misa del domingo, nos revela este Cordero, quien nos ofrece su cuerpo y su sangre para perdonar nuestros pecados, purificarnos, para fortalecernos, para santificarnos…Para que al comerlo, nosotros también brindemos comida, paz, amor y todas las actitudes de Cristo en nuestro apostolado diario.

Como lección práctica para nuestra vida podemos aprender que se logra más con la humildad, con la sencillez que con el poder y la arrogancia. Si aplicamos esta doctrina a nuestra vida diaria nos quedaremos sorprendidos de los buenos resultados que produce. Amemos a todos con abnegación y cambiaremos el mundo.


ORACIÓN DE LOS FIELES



El que espera al Señor, con ansia será escuchado, como nos cuenta el Salmo de hoy. Así pues pedimos con esa confianza al Padre:

R.- SEÑOR, ATIENDE NUESTRA PLEGARIA.

1. – Por el Papa, Francisco los obispos y las personas que un día llamaste para consagrar su vida a la predicación de tu Palabra, para que sean siempre fieles al Espíritu.
OREMOS

2. – Por los gobernantes y los que dirigen nuestros pueblos para que en todas sus actuaciones cumplan con la voluntad de Dios Padre.
OREMOS

3. – Por los niños y los jóvenes para que escuchen la llamada de Dios y sepan difundir la buena noticia por todo el mundo.
OREMOS

4. – Por todas las personas que se encuentran lejos de su hogar, para que se sientan acogidos y prosperen en la tierra que les recibe.
OREMOS

5. – Por todos los que sufren algún mal, o están enfermos, para que sientan, que en ese momento de dificultad, el Señor también atiende sus súplicas.
OREMOS

6.- Por todos los aquí reunidos para que, siguiendo el ejemplo de Bautista, demos testimonio de Cristo como Salvador del mundo.
OREMOS

Señor, haz que este tiempo Ordinario que hoy comenzamos sirva para crecer a tu lado en Fe, Esperanza y Amor.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Amen

COMPROMISOS DE VIDA PARA LA SEMANA


- Tomo conciencia de que soy Hijo de Dios e invitado como el profeta Isaías a servir lo mejor posible a mi creador y Señor en la vida de todos los días.

- Reconozco de nuevo, antes de comulgar y ante la hostia elevada "Cordero de Dios", esos pecados y malas inclinaciones de las cuales el Señor me quiere limpiar, y me quiere quitar…

- Cómo está mi deber y misión de ser discípulo y testigo del amor de Jesús que me ha liberado? Me preocupo por liberar a otros y compartir la Buena Noticia del Evangelio en mi ambiente de trabajo, de estudio, entre mis amigos, en el hogar?



ORACIÓN

Cordero burlado, humillado,
Cordero rechazado, conducido al matadero,
Cordero cargado con los pecados del mundo,
Jesucristo, Cordero de Dios,
a Ti, "poder y riqueza,
sabiduría y fuerza,
honor, gloria y alabanza" (Apocalipsis 5,12).

R/ Gloria y alabanza a Ti, Señor Jesús.

Cordero clavado a la cruz, ridiculizado,
Cordero manso y humilde de corazón,
Cordero convertido en luz de las naciones,
Jesucristo, Cordero Pascual,
a Ti, "poder y riqueza,
sabiduría y fuerza,
honor, gloria y alabanza"

R/ Gloria y alabanza a Ti, Señor Jesús.

Cordero inmolado
que permaneces de pie ante el Padre,
Cordero que has hecho de nosotros
un reino de sacerdotes,
Cordero que reinas en los cielos,
Jesucristo, Cordero vencedor,
a Ti, "poder y riqueza,
sabiduría y fuerza,
honor, gloria y alabanza"

R/ Gloria y alabanza a Ti, Señor Jesús.



REFERENCIAS :

http://ciudadredonda.org (para los textos de la liturgia)

http://prionseneglise.ca

http://paroissesaintefamilledevalcourt.org

HETU, Jean-Luc. Les options de Jésus

http://dimancheprochain.org

Cursillos.ca (traducción de reflexión del Padre Jacques-Yvon Allard, s.d.v)

Homilias Leccionario dominical A. Ministerio Hispano.

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