miércoles, 11 de enero de 2023

12 de enero del 2023: jueves de la primera semana del tiempo ordinario (año impar)

 

(Hebreos 3,7-14, Marcos 1,40-45) La gracia de Dios, sus dádivas y favores, en una palabra, sus bendiciones es imposible no hacer alarde de ellas. Al igual que San Pablo y el leproso del Evangelio aprendamos a comunicar a todos y en todo lugar con vehemencia la acción benévola de Dios en nuestra vida.

 


Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (3,7-14):

HERMANOS:
Dice el Espíritu Santo:
«Si escucháis hoy su voz,
no endurezcáis vuestros corazones
como cuando la rebelión,
en el día de la prueba en el desierto,
cuando me pusieron a prueba vuestros padres, y me provocaron,
a pesar de haber visto mis obras
cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: Siempre tienen el corazón extraviado; no reconocieron mis caminos,
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso».
¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo.
Animaos, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este “hoy”, para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.
En efecto, somos partícipes de Cristo si conservamos firme hasta el final la actitud del principio.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 94,6-7.8-9.10-11

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón».


V/. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.

V/. Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R/.

V/. Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso». R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,40-45):

EN aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor

 

«Quiero: queda limpio».

 

se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero: queda limpio».

Marcos 1:40–41

 

Si nos acercamos a nuestro divino Señor con fe, y nos arrodillamos ante Él y le presentamos nuestra necesidad, entonces también recibiremos la misma respuesta dada a este leproso: “quiero: queda limpio”. Estas palabras deberían darnos esperanza en medio de todos y cada uno de los desafíos de la vida.

¿Qué es lo que nuestro Señor quiere para ti? ¿Y qué es lo que Él desea limpiar en tu vida? Esta historia del leproso viniendo a Jesús no significa que nuestro Señor concederá todas y cada una de las peticiones que le hagamos. En cambio, revela que Él quiere limpiarnos de lo que más nos aflige. La lepra en esta historia debe ser vista como un símbolo de los males espirituales que afligen tu alma. En primer lugar, debe verse como un símbolo del pecado en tu vida que se ha vuelto habitual y poco a poco hace un gran daño a tu alma.

En aquella época, la lepra no solo causaba graves daños físicos a una persona, sino que también tenía el efecto de aislarla de la comunidad. Los enfermos de lepra debían vivir separados de otros que no tenían la enfermedad; y si se acercaban a otros, tenían que demostrar que eran leprosos por ciertos signos externos para que la gente no se pusiera en contacto con ellos. Así, la lepra tenía ramificaciones tanto personales como comunitarias.

Lo mismo ocurre con muchos pecados habituales. El pecado daña nuestras almas, pero también afecta nuestras relaciones. Por ejemplo, una persona que habitualmente es dura, crítica, sarcástica o similar, experimentará los efectos nocivos de estos pecados en sus relaciones.

Volviendo a la declaración de Jesús anterior, considera ese pecado que no solo afecta más a tu alma sino también a tus relaciones. A ese pecado, Jesús quiere decirte: “queda limpio”. Él quiere fortalecer tu relación limpiando el pecado dentro de tu alma. Y todo lo que necesitas para que Él haga eso es que tú te vuelvas hacia Él de rodillas y le presentes tu pecado. Esto es especialmente cierto en el Sacramento de la Reconciliación.

Reflexiona, hoy, sobre tus relaciones más cercanas en la vida. Y luego considera cuál de tus pecados daña más directamente esas relaciones. Cualquier cosa que te venga a la mente, puedes estar seguro de que Jesús quiere librarte de esa lepra espiritual dentro de tu alma.

 

Divino Señor mío, ayúdame a ver aquello que hay dentro de mí que más perjudica mis relaciones con los demás. Ayúdame a ver lo que causa aislamiento y dolor. Dame la humildad para ver esto y la confianza que necesito para volverme a Ti para confesarlo y buscar Tu sanación. Tú y sólo Tú puedes librarme de mi pecado, por eso me dirijo a Ti con confianza y entrega. Con fe, también espero Tus palabras curativas: “quiero: queda limpio”. Jesús, en Ti confío.

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