(Marcos
1, 7-11) Como propósito para este nuevo año, me tomaré el tiempo cada día
para recordarme esta increíble realidad: Dios me ama
incondicionalmente. Él puso todo su amor en mí.
Primera Lectura
1 Juan 5, 5-13
Queridos hijos: ¿Quién es el que vence al
mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios. Jesucristo se manifestó
por medio del agua y de la sangre; él vino, no sólo con agua, sino con agua y
con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la
verdad. Así pues, los testigos son tres: el Espíritu, el agua y la sangre. Y
los tres están de acuerdo.
Si aceptamos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios vale mucho más
y ese testimonio es el que Dios ha dado de su Hijo.
El que cree en el Hijo de Dios tiene en sí ese testimonio. El que no le cree a
Dios, hace de él un mentiroso, porque no cree en el testimonio que Dios ha dado
de su Hijo. Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado la vida eterna y esa
vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al
Hijo, no tiene la vida.
A ustedes, los que creen en el nombre del Hijo de Dios, les he escrito estas
cosas para que sepan que tienen la vida eterna.
Meditatio
Vencer al mundo no significa aquí derrotarlo como a
enemigo, sino ganarlo como amigo, porque Dios quiere que todos los hombres se
salven y envió a su Hijo para que el mundo se salve por él, por tanto, debemos
entender que vencer al mundo significa ganarlo para Dios, así como Jesús se nos
presenta como salvador por todos. Vence al mundo aquél que cree que Jesús nos
muestra plenamente a Dios y no una parte de él como los antiguos profetas.
El testimonio de Jesús lo ve la iglesia presentado en los sacramentos del
bautismo y de la eucaristía, por eso Juan habla de la manifestación de Jesús
mediante el agua y la sangre, porque son el momento de su bautismo y de su
muerte los constitutivos de la realidad de la iglesia.
Sin embargo, el Espíritu Santo es quien da testimonio de la filiación divina de
Jesús, por eso nos decía San Pablo que el Espíritu es quien nos impulsa a
llamar a Dios Abba y a Jesús Señor, porque es el Espíritu el que suscita la fe
en nosotros a la predicación de Jesús y al llamado del Padre. Son el Espíritu
Santo, el bautismo y la eucaristía los portadores y continuadores de la vida
cristiana, pero también son el anticipo de la vida eterna a la que todos los
hombres estamos llamados y que podemos hacer nuestra, mediante la docilidad al
Espíritu Santo y la fidelidad al evangelio de Jesús.
Oratio
Padre lleno de amor, que nos llamas
constantemente a la vida eterna por medio de tu Hijo Jesucristo y el don de tu
Espíritu, concédenos ser siempre dóciles a su llamado y fieles al evangelio de
tu Hijo para que merezcamos, algún día, gozar eternamente en el cielo de la
vida eterna que nos ofreces ya desde ahora en tu Hijo amado. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
Evangelio
Marcos 1, 7-11
En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: «Ya
viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni
siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he
bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo».
Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en
el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el
Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del
cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias».
Reflexión
El texto que acabamos de leer se nos revela de forma
maravillosa el misterio más profundo de Dios: La Santísima Trinidad. Es una
maravillosa teofanía en la que Dios YHVH el Eterno, el Todopoderoso, el Señor,
se revela como una Trinidad de personas anunciando que Jesucristo es su Hijo,
al cual confirma con poder mediante el mismo Espíritu, vínculo de unidad entre
el Padre y el Hijo. Este misterio trinitario no sólo se revela, sino que en el
bautismo cristiano infunde en nosotros el mismo misterio. El cristiano, según
la promesa de Cristo es habitado por la Trinidad mediante el Espíritu Santo,
que se derrama en nuestros corazones.
Este Espíritu, nos hace llamar como Jesús a sus Padre, "Abba" papito,
pero no sólo eso, sino que nos da la fuerza como se la dio a Jesús para
realizar su misión. Cada uno de nosotros, igual que Cristo, tiene una misión y
para realizarla es enviado por el Padre con la fuerza del Espíritu Santo, por
lo que no tenemos excusa, pues Dios nos ha equipado con poder para ser padres
de familia, sacerdotes, trabajadores honestos, gobernantes preocupados de sus
ciudadanos, etc.
Todos hemos recibido el mismo Espíritu que recibió Jesús desde el momento que
nos bautizaron. El Espíritu nos ayudará en todas nuestras responsabilidades
basta que lo alimentemos continuamente con la oración y la fuerza de los
sacramentos y así podremos llegar al final de la vida, como Jesús y decir:
"todo está cumplido".
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