¡En una alta montaña!
Abraham
se encontró con Dios en “un lugar que el Señor le había mostrado”. A
este lugar lo llamó “En-el-monte-se-ve-el-Señor”. En este monte se
selló un Pacto entre Dios y Abraham. Dios vio la grandeza de la fe de
Abraham y Abraham descubrió la absoluta libertad de Dios. Lo que ocurrió
allí puede verse como una revelación, una transfiguración.
Es
también en un “monte alto” donde Pedro, Santiago y Juan ven la manifestación de
la luz de Dios en el rostro de su Hijo Jesús.
La
montaña es el lugar donde el hombre se eleva hacia Dios y donde Dios se inclina
hacia el hombre.
Es
en el monte Sinaí donde Yahvé confía a Moisés las Tablas de la Ley, y también
en el monte Horeb donde Yahvé se encuentra con Elías.
Para
ver a Dios hay que ganar altura. Tengo que levantarme.
Por
tanto, la pregunta que nos surge es la siguiente: ¿cuál es el “lugar” donde me
es dado encontrarme con Dios?
¿Y
si para mí la “alta montaña” fuera ante todo mi “corazón”?
A
cada uno de nosotros, Jesús transfigurado nos dice: “¡Levantad vuestros
corazones! » No lo busquemos en lo maravilloso y en las grandes
manifestaciones. Él está ahí, en la “ligera brisa” y en el corazón de
quien lo busca con humildad y sencillez.
Si
queremos escuchar la voz del Padre revelarnos que Jesús es su “Hijo amado”,
debemos, durante este tiempo de Cuaresma, tomar los caminos de la
oración. Es la oración que transfigura, es la oración que nos
transforma. Se trata de hacer un lugar aparte, y en silencio, escuchar a
Dios leyendo su palabra.
¿Cuál es el “lugar” donde me es dado encontrarme con Dios?
¿Qué áreas de mi vida necesitan ser transformadas por Dios?
Jean-Paul
Sagadou, sacerdote asuncionista,
PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DEL GÉNESIS 22, 1-2.9-13.15-18
En aquellos días Dios puso a prueba a Abrahán llamándole:
-- ¡Abrahán!
Él respondió:
-- Aquí me tienes.
Dios le dijo:
-- Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo en sacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicaré.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí un altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor gritó desde el cielo:
-- ¡Abrahán, Abrahán!
Él contestó:
-- Aquí me tienes.
Dios le ordenó:
-- No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo.
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
-- Juro por mí mismo --oráculo del Señor--: Por haber hecho eso, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistaran las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL
SALMO 115
R.- CAMINARÉ EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR, EN EL PAÍS DE LA VIDA
Tenía fe, aun cuando dije:
“Qué desgraciado soy."
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de tus fieles. R.-
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R.-
Cumpliré al Señor mis votos,
en presencia de todo el pueblo;
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti Jerusalén. R.-
SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8, 31b-34
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica, ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
Palabra de Dios
ACLAMACIÓN Mt 17,5
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre: “Ese es mi Hijo, el Amado, escuchadle”
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les apreció Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
-- Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Estaban asustados y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:
-- Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús los mandó:
-- No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían que querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor
1
Gloria que eclipsa la cruz
Jesús se llevó a Pedro, a Santiago
y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de
ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede
dejarlos ningún batanero del mundo.
Marcos 9:2–3
Apenas seis días antes de este
glorioso evento de la Transfiguración, Jesús habló por primera vez a Sus
discípulos acerca de Su inminente crucifixión y muerte. Les enseñó que “el
Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los
principales sacerdotes y los escribas, y ser ejecutado, y resucitar al cabo de
tres días” ( Marcos
8:31 ). Recuerde que a Pedro le resultó difícil aceptar esta
enseñanza. Jesús continuó reprendiendo a Pedro por su negativa a aceptar
esta enseñanza profética y explicó además que “el que quiera venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” ( Marcos 8:34 ). Estos
discípulos tuvieron entonces seis días para reflexionar sobre esta profecía de
nuestro Señor antes de presenciar la Transfiguración.
En tu vida, ¿hay algo que Dios
está tratando de decirte y que te cuesta aceptar? Si es así, lo más
probable es que esté relacionado con el llamado de Dios a que tomes tu cruz y
lo sigas.
La Cruz de Cristo se presenta
en muchas formas a lo largo de la vida. Podría experimentarse cuando
permitimos que muera la pasión de la ira para poder ofrecer misericordia pura a
quien nos ha lastimado.
O podría ser que Dios te esté
llamando a dar un paso de fe para emprender algún esfuerzo que requiera
valentía y confianza.
O puede ser que Dios te esté
llamando a aceptar alguna dificultad en la vida que te resulta difícil de
aceptar, como la pérdida de un ser querido, una enfermedad, la pérdida de un
trabajo o cualquier otra dificultad que te cuesta aceptar con amor y confianza.
La amargura, el resentimiento,
la ira, el miedo y cosas similares son a menudo las cruces más difíciles que
estamos llamados a abrazar y dejar morir.
Si esto te resuena, entonces esta historia de la
Transfiguración es para ti.
Después de darles a estos
discípulos seis días para reflexionar sobre la difícil noticia de su cruz
venidera, Jesús les da esperanza e inspiración a través de este encuentro
sagrado. Aunque duró poco tiempo, esta manifestación de la gloria de Jesús
fue todo lo que estos discípulos necesitaban para comenzar a aceptar la
predicción de Jesús sobre su pasión.
Por un lado, temían lo que
Jesús dijo que iba a suceder. Pero, por otro lado, vieron Su gloria y
majestad. Al combinar estas dos experiencias, estos discípulos recibieron
una nueva esperanza y fuerza para confiar en que cualquier cosa que sucediera
en el futuro, Dios tenía el control.
También necesitamos la
revelación consoladora de la gloria de nuestro Señor para ayudarnos a navegar
las dificultades que enfrentaremos.
Para algunos la vida es buena,
muy buena, y caminan con alegría y tranquilidad con nuestro Señor. Pero
para otros, la vida suele dar un giro difícil y comienza la confusión.
Si la vida es buena para ti en
este momento, entonces regocíjate de que actualmente estás compartiendo una
muestra de la gloria de la Transfiguración. Dale gracias a Dios y dile con
San Pedro: “¡Rabí, qué bueno que estemos aquí!”
Dale gracias por la alegría y
el consuelo que experimentas actualmente. Pero si la vida te resulta
difícil en este momento, reflexiona sobre esos seis días durante los cuales los
discípulos lucharon con la predicción de la pasión del Señor. Piensa en su
confusión, dudas y miedo. Mientras lo haces, vuelve la vista hacia la
montaña. Has de saber que la gloria de Dios les espera y que Él quiere
liberarlos de todo temor y ansiedad. La montaña se escala con una fe firme
que se basa en la oración. Haz ese viaje con nuestro Señor a través de la
oración.
Reflexiona hoy sobre este
monte santo al que estás llamado. Ten por seguro que a medida que lo
escales con perseverancia y determinación, se te dará esperanza y
alegría. Ora por la capacidad de confiar en el Dios que no sólo tuvo una
muerte cruel, sino que también está radiante en gloria por toda la
eternidad. Confía en Él, acude a Él y comprométete con el camino que
tienes por delante.
Mi Señor Transfigurado, Tú
revelaste Tu gloria a estos discípulos como una forma de ayudarlos a aceptar Tu
Cruz. Ayúdame a abrazar también Tu Cruz en mi vida y a ver claramente la
gloria que resulta de su abrazo. Confío en Ti, amado Señor; ayúdame a
confiar más en ti. Jesús, en Ti confío.
2
Un secreto muy bien guardado
El relato de la Transfiguración está presente en los 3 evangelios sinópticos. Este pasaje está lleno de alusiones al Antiguo Testamento: la montaña, la nube, la voz, la luz blanca, la referencia explícita a Moisés.
La intención del texto de San Marcos parece evidente que reenvía a la teofanía del Bautismo. A pesar de su humanidad ordinaria, de ser un hombre común y corriente, Jesús es desde ya el Hijo de Dios.
Se trata de una experiencia pascual proyectada en el pasado o de una percepción de los 3 discípulos (Pedro, Santiago, Juan) en un momento particular de su camino de fe con Jesús?
Imposible de separar o decir dónde tiene particularmente su origen esta experiencia mística.
Entre las particularidades del texto de San Marcos, señalemos en el versículo 4, la nominación de Elías antes que Moisés, lo que parece indicar una prevalencia del papel profético de Jesús. En el versículo 6, podemos remarcar la confusión de Pedro que “no sabía qué decir”.
Al final del episodio, el recuerdo o insistencia en el secreto mesiánico, usual y o propio del 3er evangelista.
Un secreto muy bien guardado
Cada segundo domingo de Cuaresma, se nos recuerda el episodio de la Transfiguración. Y ya que este relato vuelve a proclamarse de manera igual el 6 de agosto fiesta de la Transfiguración, debemos decir que ha terminado por hacer parte de la imaginación tradicional de la vida de Jesús. En presencia de 3 discípulos, Pedro, Santiago y Juan, Jesús ha sido transfigurado (cambiado, metamorfoseado, ha tenido otro aspecto…) y se les aparece de “otra manera”. Se puede hablar acá del rostro divino de Jesús o de un “aperitivo de lo que será la Resurrección”. Lo que ellos pensaban que conocían de Jesús se les revela de otra manera. Pero ellos no tienen derecho de decirlo hasta que Él sea resucitado (por el Padre) entre los muertos.
Y he aquí que enseguida ellos se preguntan qué quiere decir “resucitar de entre los muertos”. Hoy por hoy, estas palabras nos suenan familiares. Ellas hacen parte del vocabulario cristiano, mas su significado real permanece confuso, puesto que si sabemos qué es la vida no sabemos mucho sobre qué es la muerte, y todavía aun, mucho menos lo que sea la vida después de la muerte. Yo he conocido bien a personas que lo sabían a los 20 años pero que estaban más dispuestos, más abiertos al misterio a los 70 años.
Respecto al relato de la primera lectura que se nos presenta este domingo, “el sacrificio de Abraham” yo no sé si a ustedes les impresiona, pero hemos de decir que nos encontramos ante uno de los más grandes relatos religiosos de la humanidad.
Abraham es presentado en la Biblia como el ancestro, el padre de los creyentes. Es un migrante. Empujado por la experiencia de Dios, deja su ciudad (Ur, palabreja muy recurrente y pedida en los crucigramas clásicos con la definición: “patria de Abraham”) y se va hacia el sur-oeste para establecerse en Palestina. Abraham es la figura de la persona creyente, puesto que cuando todo lo que le sucede debería desanimarlo, Abraham se apega más a Dios y retoma la esperanza. Así es como en su vejez Dios le da un hijo, Isaac. Pero Dios le exige la vida de Isaac. Entonces la Biblia nos cuenta esta historia inverosímil de un padre que teniendo un hijo en el otoño de la existencia, gracias a la intervención de Dios, va inmolar este mismo hijo al Dios que se lo pide. Ya que si Dios da un hijo, por qué reclamarlo enseguida?
En efecto, la historia tiene un buen desenlace puesto que el Ángel del Señor dirá que no se trataba más que de una prueba. Y ya que Abraham ha demostrado su sumisión, Isaac es salvado y a Abraham le bastará con sacrificar un carnero. A través de este relato, se condena los ritos corrientes o comunes de sacrificios humanos de las religiones vecinas a Israel y promulga una prohibición definitiva: no se matará un ser humano para hacer homenaje a Dios, adorarlo, mostrar agradecimiento… El rito sacrificial de matar un hombre era frecuente en tiempos antiguos: entre las religiones, con toda seguridad, pero también en el estadio, en el circo,en la guerra, en la justicia corriente. Gracias al judaísmo y al cristianismo, se dejó de inmolar o sacrificar seres humanos en los sacrificios religiosos. Sin embargo se ha recurrido a otros pretextos para hacerlo: lapidación de las mujeres adulteras, verdugos sin nombre en el tiempo de la inquisición, decapitación, ahorcamiento, silla eléctrica, pena de muerte bajo todas sus formas. La humanidad no termina de matar y de masacrar aduciendo las mejores razones del mundo. Las guerras nos dan una imagen cotidiana. Y qué decir del cine después de James Bond (con licencia para matar), Rambo (que justifica su locura homicida) o Terminator (un robot que viene del futuro para evitar el dominio de lo humano)…
El relato de Abraham busca poner fin a la violencia sagrada y proclamar la prohibición del asesinato u homicidio. Este pasaje testimonia un progreso extraordinario de los humanos frente a la violencia sagrada o religiosa.
Entre los musulmanes, este sacrificio de Abraham es la ocasión para celebrar una de las fiestas más populares del año. Cada familia mata y come su cordero. Pero para vencer radicalmente la violencia, no basta con sacrificar un animal, sustituto del ser humano. Es necesario ir más lejos y comprender el misterio de la muerte mismo de Jesús.
En el evangelio de Marcos, la escena de la Transfiguración está precedida por el Anuncio que Jesús hace de su pasión y de su muerte (por la primera de las 3 veces que lo hace). Estas palabras son intolerables para los discípulos y es así como Pedro toma a Jesús aparte para recriminarle. Pero Jesús reprende a Pedro enseguida y le reprocha que no comprenda las cosas (cfr. Marcos 8, 31-33).
Pedro se imagina la salvación en términos de poder y de fuerza. Jesús responde evocando el sufrimiento, la muerte, eso que llamaremos con la palabra intolerable: el fracaso. Es posible vencer la fuerza con la debilidad? La renuncia a la fuerza puede vencer a ésta en su propio campo o dominio?
El relato de la Transfiguración toma el relevo de una tal revelación. Jesús se revela a los suyos, los más cercanos en toda verdad…Esto nos recuerda a tantas canciones y poemas, donde el enamorado confiesa a su musa u objeto de amor que ella es su amor, su ama…y se dispone a mostrarse tal como es, sin tapujos ni mascaras, con valentía…y experimenta la alegría de poder mostrarse y o manifestarse tal cual es, hasta el final… (ejemplos de canciones o poemas?)
Nos encontramos acá con la utopía de la desnudez total o revelación integral de sí mismo. Decir toda su verdad integralmente. Entrar en una confianza total que se pueden dejar caer las máscaras. Para nosotros, humanos como somos, es un ideal imposible. Y por al menos 3 razones:
1. (Nosotros) nos conocemos mal nosotros mismos;
2. Nuestra vida está haciéndose constantemente;
3. Es imprudente confiarse a alguien que mañana podrá convertirse en un adversario o enemigo.
La experiencia de la Transfiguración hace eco de la revelación de sí mismo.
Jesús deja aparecer el lado divino de su misterio.
Elías y Moisés conversan con Él.
La presencia de la nube confirma que Jesús se inscribe en la continuidad o tradición religiosa de su pueblo.
La voz confirma o testimonia que Êl es el Hijo Bien amado, y es más o es superior a Moisés (Jesús ha venido para darle cumplimiento a la ley) y Elías ( Jesús es el prototipo, primero de entre los profetas)…
Esta apoteosis de Jesús en luz y en gloria es paradójica.
Jesús transfigurado es también este hombre modesto que recorre la Palestina proclamando el Reino de Dios.
Él es desde ya el Hijo Único, pero al mismo tiempo es necesario guardar el secreto sobre su misterio, puesto que este mismo Jesús debe primero pasar por el sufrimiento y la muerte.
Volviendo a leer el sacrificio de Abraham, yo pienso en Freud y me acuerdo de la muerte del padre, el famoso “complejo de Edipo”. El hijo llega a ser adulto cuando suplanta al padre. La muerte simbólica lo libera y le permite acceder a la igualdad y a la reciprocidad. Pero el sacrificio de Abraham de cara al Hijo de la promesa, Isaac, significa otra cosa. Es la muerte del hijo, del hijo bien amado en quien todo se había invertido o apostado. Podría ser que se llegue a ser verdaderamente adulto en el momento que uno renuncie a todos sus sueños, incluyendo aquellos que conciernen a nuestros hijos? Entre la vida soñada y la vida real, acaso no hay una muerte, un sacrificio? Al menos una renuncia. Es necesario descentrarse de sí mismo, renunciar a dominar y a realizar su propia vida de la manera que se pensaba y volverse a centrar en otros, en OTRO que nos llevará como Pedro lo habrá aprendido, allí o allá donde uno no quería ir.
Al aceptar sacrificar su hijo, Abraham renuncia a la realización de su esperanza. Pero es esto mismo lo que salva esta esperanza y lo prolonga en esperanza. Del mismo modo, Jesús anuncia su pasión, revela su misterio a sus3 discípulos más cercanos, pero les impone el silencio hasta que la muerte venga y cuando Él se haya levantado de entre los muertos.
Este es bien, el secreto de su vida. Êl es el Hijo de luz que revela la Transfiguración. Pero su rostro no es accesible que bajo la forma de la pasión y de la muerte. Y por lo tanto, esta etapa es provisoria, ya que es en la Resurrección que aparecerá su Verdad entera y o plena.
Parece ser que el episodio de la Transfiguración marcó un momento inicial importante en el descubrimiento del misterio de Jesús por parte de los apóstoles. Antes, Él era un orador, un profeta, un taumaturgo. Pero Él es mucho más que eso. A través de una experiencia misteriosa, Él se transfigura, se transforma, aparece dentro de una blancura deslumbrante que es uno de los símbolos de la presencia divina. Este Jesús tan enigmático es desde ya Hijo de Dios. Será necesario entonces la resurrección para comprender que él es Hijo Único. Pero he aquí que apenas se le ha visto momentáneamente en su verdad profunda es necesario guardar el secreto. Pues es necesario que vengan la pasión y la muerte, el camino doloroso de la cruz.
Enigmático Jesús, siempre a la vez despreciado y glorioso,
Vergonzosamente crucificado y divinamente vuelto a levantar de entre los muertos,
Humanamente y históricamente, visto como simple profeta, hombre de virtudes y desde la fe cristiana del creyente vislumbrado como el Rey de la Historia, la palabra misma salvadora de la humanidad entera…
La Transfiguración nos sirve como aperitivo, o entrada (gastronómicamente hablando) de la Gloria que va a venir, pero también de la intuición gloriosa en el claro oscuro del tiempo presente. Los apóstoles han guardado el secreto. Pero ya no es más un secreto a guardar, mas es un secreto que se descubre o revela bajo la forma de la debilidad y de la cruz. En este caso, permanece siempre velado y escondido. Es el camino obligado de los testigos de la Transfiguración.
ORACIÓN-Contemplación
Señor Jesús, como Pedro y los discípulos,
a veces nosotros no comprendemos los planes de Dios Padre
quien quiere salvar a todos los humanos por tu muerte en la cruz.
Nosotros con frecuencia nos sentimos acongojados y desconcertados por el sufrimiento, el de nuestro prójimo, tanto por las personas inocentes y por el nuestro.
Amilanados por las tinieblas de nuestro mundo,
tenemos la impresión que nada se comprende.
En la montaña de la transfiguración,
Tú has dejado entrever, un poco como un rayo,
la belleza divina de tu rostro.
El mismo Dios nos ha enseñado el secreto de tu persona:
Tú eres su Hijo Bien-Amado, mismo en (y a pesar de) el sufrimiento.
Ayúdanos Señor Jesús, a escucharte siempre,
a caminar sobre tus huellas y a donar nuestra vida.
Contigo todo se ilumina, se hace claro y la Pascua despunta en el Horizonte.
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