4 de febrero del 2024: quinto domingo del tiempo ordinario (B)
El
anuncio en palabras y hechos
Anunciar
el Evangelio: no hay nada más grande, nada más urgente. Pero ¿cómo entender la
misión de Cristo en términos de anuncio, cuando él mismo es su realización?
¿Qué forma toma el anuncio en quien es él mismo Buena Noticia para todos? ¿Nos
dan los textos de la época una clave de interpretación?
Job
no puede soportar más sufrimiento, pero en el corazón mismo de su desgracia, y
cuando ninguna esperanza parece permitida, se dirige al Señor: “Acuérdate. »
Como haciéndose eco del sufrimiento de Job, muchas personas que sufren y
enferman se dirigen a Jesús. Reconocieron en Ël al que no se rinde, al que
recuerda, al que escucha, presta atención y salva. Jesús cura el mal y la
desgracia y así no hace otra cosa que anunciar el Evangelio. El contenido del
Evangelio se descubre en las palabras y acciones de Jesús, conectando sus
palabras y sus acciones. Así entendemos que el anuncio está vinculado a la
escucha, a la atención, a la proximidad al que sufre, al cuidado brindado, a la
curación de las dolencias que nos impiden vivir. La salvación llega al hombre
que espera que el Señor se acuerde de él.
Transformado,
salvado del mal y de la desgracia, no cesa, como Pablo, de anunciar la Buena
Noticia: Dios salva.
¿Cómo se traduce el anuncio del Evangelio en mi vida?
¿Sé reconocer las mediaciones del anuncio en su diversidad, para reconocerme
también como actor?
Marie-Dominique
Trébuchet, teóloga, Instituto Católico de París
Habló Job, diciendo: «El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero; Como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba.
Mis días corren más que la lanzadera, y se consumen sin esperanza. Recuerda que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha.»
Palabra de Dios
R/. Alabad al Señor,
que sana los corazones destrozados
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R/.
Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R/.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R/.
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
Palabra de Dios
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
Palabra del Señor
Cautivado
por Jesús
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los
enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a
muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los
demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Jesús estaba en casa de Simón
Pedro, cuya suegra acababa de curar. “La población entera se agolpaba a la puerta”
cuando llegó la noche. Esta fue la primera vez que Jesús estuvo en Cafarnaúm después de comenzar Su ministerio público, y la gente ya acudía en masa a Él. A
la mañana siguiente, Jesús se levantó antes del amanecer y se fue solo a orar.
Pronto, algunos de los discípulos lo encontraron y le dijeron que, una vez más,
todo el pueblo lo estaba buscando.
La emoción fue grande. Muchos
quedaron asombrados. Y su asombro ante Jesús no fue simplemente una forma de
curiosidad. Fue un asombro alimentado por la fe, por eso Jesús pudo realizar
allí tantos milagros. La gente rápidamente se dio cuenta de que Jesús era Aquel
de quien habían hablado los profetas de la antigüedad. Él era el Mesías y el
pueblo le prestaba toda su atención.
Ésta es una buena imagen para
que reflexionemos. Mientras piensas en las multitudes y su inquebrantable deseo
de estar cerca de nuestro Señor, considera tus propios deseos relacionados con
Dios. ¿Te encuentras regularmente consumido por el deseo de encontrar a nuestro
Señor, estar con Él, escucharlo y recibir Su gracia y misericordia? ¿O estás
tentado a ver a Jesús y la práctica de tu fe como algo aburrido y poco
interesante? Uno de los efectos desafortunados de la tecnología moderna es que
fácilmente nos fascinamos e intrigamos con muchas cosas superficiales. Quizás
sea el último vídeo corto de una aplicación móvil, el último episodio de una
serie de televisión favorita o una nueva publicación de un amigo en las redes
sociales. Hay muchas cosas hoy que compiten por nuestra atención, nos intrigan
e incluso nos asombran. ¿Es Jesús una de esas cosas en tu vida?
En nuestro mundo moderno de
constante estimulación y entretenimiento, debemos comprender la diferencia
entre sorprendernos con la última tendencia pop y sorprendernos por la gracia y
las acciones divinas de nuestro Señor. Cuando nos enfrentemos cara a cara con
el poder de Dios en nuestras vidas, nos sorprenderemos de una manera que nos
llena y satisface en el nivel más profundo. Será un asombro espiritual, que es
don del Espíritu Santo. Y la satisfacción que recibimos de esta forma de
asombro es transformadora, profunda y sustentadora. Pero cuando recurrimos a
“asombros” sensoriales menores y más comunes en nuestro mundo actual,
descubriremos que duran sólo un momento, y rápidamente nos quedamos secos y con
ganas de más.
Reflexiona hoy sobre las
personas del Evangelio de hoy que estaban tan cautivadas por Jesús que lo
buscaban continuamente. Considera su entusiasmo, su esperanza y su alegría
genuina por el descubrimiento del Mesías. Al pensar en ellos, considera si
compartes su entusiasmo por Jesús. Si falta ese entusiasmo, comprométete
nuevamente a buscar a nuestro Señor. Y donde veas presente esa emoción,
regocíjate y dale gloria a Dios.
Señor gloriosísimo, Tu amor y
misericordia son verdaderamente asombrosos. Por favor, ayúdame a ver esto
continuamente en mi vida y a quedar continuamente cautivado por Tu presencia en
mi vida. Que pueda correr hacia Ti siempre, brindándote toda mi atención y
amor. Jesús, en Ti confío.
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