13 de abril del 2025: Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor Ciclo C
Se levanta un velo
Los textos de la liturgia de
este Domingo de Ramos y de la Pasión de Cristo Jesús abren el tiempo del cumplimiento
del envío del Hijo por parte del Padre y del Espíritu para salvar a la
humanidad.
Esta semana se presenta como
un itinerario que llama a todos y cada uno a meditar en la ofrenda de Cristo
Jesús, contemplando la anchura, la altura, la longitud y la profundidad del
amor de Cristo.
La última cena de Jesús con
sus discípulos es precisamente ese momento propicio de cada Eucaristía que nos
abre al misterio del don radical del Señor para toda la humanidad: «¡He deseado
comer esta Pascua con vosotros antes de padecer!». La ofrenda incondicional de
sí mismo a quienes lo traicionarán, lo negarán, lo abandonarán, es una
revelación.
Un velo que se levanta sobre
la inconmensurable misericordia de Dios. El Año Jubilar nos invita a ir al
encuentro del Señor atravesando la Puerta Santa, símbolo del Señor mismo que es
la Puerta, a acercarnos a él para salir al encuentro de nuestros hermanos y
hermanas, a dar testimonio de una esperanza que, en un mundo tan convulso,
exige una decisión de todos: creer en la infinita misericordia del Padre
expresada por Cristo al Buen Ladrón: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso».
¿No es este amor inagotable lo
que despierta el grito de admiración del centurión: «Este era verdaderamente
un hombre justo»?
¿He escuchado la llamada a aceptar la misericordia del Señor
y a someterme a él?
¿Respondí?
¿Qué gestos puedo encontrar para mostrar amor a las personas heridas y frágiles
que encuentro?
Anne Da, Xavière
Primera lectura
No escondí el
rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
(Tercer cántico del
Siervo del Señor)
Lectura del libro de Isaías
EL Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo;
para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda,
por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios.
Salmo
R. Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
V. Al verme,
se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R.
V. Me acorrala
una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.
V. Se reparten
mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
V. Contaré tu
fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que temen al Señor, alábenlo;
linaje de Jacob, glorifíquenlo;
témanlo, linaje de Israel». R.
Segunda
lectura
Se humilló a
si mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los Filipenses
CRISTO Jesús, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;
al contrario, se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia,
se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
de modo que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios
Aclamación
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió en Nombre-sobre-todo-nombre.
Evangelio
Pasión de
nuestro Señor Jesucristo
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Cronista:
EN aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los
escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
No encuentro
ninguna culpa en este hombre
C. Y se
pusieron a acusarlo diciendo:
S. «Hemos
encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se
paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilato
le preguntó:
S. «¿Eres
tú el rey de los judíos?».
C. Él le
responde:
+ «Tú lo
dices».
C. Pilato dijo
a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. «No
encuentro ninguna culpa en este hombre».
C. Pero
ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. «Instiga al
pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar
aquí».
C. Pilato, al
oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la
jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos
días, se lo remitió.
Herodes, con
sus soldados, lo trató con desprecio
C. Herodes, al
ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba
verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía
muchas preguntas con abundante palabrería; pero él no le contestó nada. Estaban
allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con insistencia. Herodes,
con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él,
poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se
hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados
entre sí.
Pilato
entregó a Jesús a su voluntad
C. Pilato,
después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les
dijo:
S. «Me
han traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he
interrogado delante de ustedes y no he encontrado en este hombre ninguna de las
culpas de que lo acusan; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya
ven que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo
soltaré».
C. Ellos
vociferaron en masa:
S. «¡Quita de
en medio a ese! Suéltanos a Barrabás».
C. Este había
sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos
seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo,
crucifícalo!».
C. Por
tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué
mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte.
Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Pero ellos
se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su
griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le
reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a
Jesús se lo entregó a su voluntad.
Hijas de
Jerusalén, no lloren por mí
C. Mientras lo
conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y
le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y
lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ «Hijas de
Jerusalén, no lloren por mí, lloren por ustedes y por sus hijos, porque miren
que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres
que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a
decirles a los montes: “Caigan sobre nosotros”, y a las colinas: “Cúbrannos”;
porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?».
C. Conducían
también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen
C. Y cuando
llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ «Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes
con sus ropas y los echaron a suerte.
Este es el
rey de los judíos
C. El
pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo:
S. «A
otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el
Elegido».
C. Se
burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre,
diciendo:
S. «Si eres tú
el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
C. Había
también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
Hoy estarás
conmigo en el paraíso
C. Uno de los
malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
S. «¿No
eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
C. Pero el
otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
S. «¿Ni
siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo
estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en
cambio, este no ha hecho nada malo».
C. Y decía:
S. «Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
C. Jesús
le dijo:
+ «En
verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Padre, a tus
manos encomiendo mi espíritu
C. Era
ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la
hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y
Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ «Padre,
a tus manos encomiendo mi espíritu».
C. Y, dicho
esto, expiró.
Todos se
arrodillan, y se hace una pausa.
C. El
centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo:
S. «Realmente,
este hombre era justo».
C. Toda la
muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que
habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se
mantenían a distancia, viendo todo esto.
Palabra del Señor.
1
Lucas 19, 28-40 ● “Bendito
el que viene en nombre del Señor”
Isaías 50, 4-7 ● “No
escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado”
Salmo 21 ● “Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?”
Filipenses 2, 6-11 ● “Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó
sobre todo”
Lucas 22,14-23,56 ● “Pasión
de nuestro Señor Jesucristo”
Reflexión y oración
“Jesús es mi Dios,
Jesús es mi esposo,
Jesús es mi vida,
Jesús es mi solo amor,
Jesús es mi todo.
Estad cerca de Jesús.
Él os quiere.”
(Madre Teresa de Calcuta)
• Pido el auxilio del Espíritu
para comprender lo que Dios quiere decirme con este relato.
• Contemplo a Jesús dando
órdenes, entrando a Jerusalén montado en un borrico, aclamado por la gente
sencilla de una forma espontánea. Me fijo en los celos o rabia que tenían los
fariseos que contemplaban la escena. En medio de la gente bien podría ser yo
uno de los que lo aclamaban. ¿Qué diría ahora de Jesús?
• Hoy también hay personas que
con su vida aclaman a Jesús.
• Doy gracias a Dios por
habernos enviado a Jesús.
• Llamadas.
• Oro lo contemplado.
Notas para fijarnos en el
Evangelio
• La celebración de este
domingo constituye el pórtico de la celebración anual de la Pascua, de la
conmemoración de la Muerte y Resurrección de Jesús.
• Empezamos la semana grande
para los cristianos.
• Durante estos días
recordaremos los momentos últimos de la vida de Jesús, especialmente su camino
hacia la cruz, su entrega a Dios Padre, la realización de las expresiones: “Tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo…” (Jn 3,16) “no hay amor más
grande que aquel que da la vida…” (Jn 15,13) Y también, o sobre todo,
recordaremos y celebremos su Resurrección, aunque no sé por qué nos solemos
quedar más en la Cruz que en la Vida, que en la victoria.
• Como si el escritor, el
evangelista estuviese presente nos va describiendo con detalles concretos la
entrada triunfante de Jesús a Jerusalén: Jesús que envía a dos de sus
discípulos a la aldea de enfrente con un encargo, les dice donde han de ir, qué
es lo que encontrarán, el borrico atado, la reacción del propietario al
desatarlo, el espontáneo recibimiento que le hacen colocando los mantos en el
suelo y los gritos de bienvenida aclamándolo como el enviado de Dios… “¡Bendito
el rey que viene en nombre del Señor!” (38).
• En este Evangelio Jesús es
proclamado como rey. Es lo que más tarde se dirá en el juicio de Jesús:
“¿Eres tú rey de los judíos?” (23,3) y lo que escribirán sobre la cruz: “Este
es el rey de los judíos” (23,38). Sí, pero un rey especial, no como los de
este mundo, un rey que ha venido a servir, un rey que trae la verdadera paz.
• Terminado el recorrido de
Jesús por Galilea entra en Jerusalén, la ciudad de su destino final, la meta de
su vida. Ahora llega el momento definitivo.
• Jesús entra en Jerusalén
como peregrino y sobre todo como el “rey” como el que tenía que venir. El viene
a cumplir lo que dice el profeta Malaquías “Mirad yo os envío un mensajero a
prepararme el camino. De pronto entrará en el santuario el Señor que
buscáis, el mensajero de la alianza que deseáis, miradlo entrar, dice el Señor
de los ejércitos” (Mal 3, 1)
• Por un día Jesús es aclamado
y exaltado. Lo permite, cosa que ha evitado a lo largo de su vida, pero en
vísperas de su Pasión no pone resistencia al entusiasmo de la gente, que
reconoce el bien que hace.
• La entrada de Jesús en el
templo inaugura el tiempo de la Pasión, la última fase del tiempo de Jesús.
• Jesús encabeza la marcha, es
Él quien una vez más toma la iniciativa (35).
• La entrada de Jesús es
motivo de alabanza a Dios por lo que habían visto que Jesús realizaba, en
concreto por los milagros que Él hacía.
• Por una vez Jesús se deja
llevar por el entusiasmo de la gente ante su persona, pero montado en un
borrico en signo de humildad.
• Aquello fue fruto del
entusiasmo, flor de un día que muy pronto al que lo aclamaban como rey lo
condenarán a muerte.
• Unos fariseos no están de
acuerdo con el proceder de la gente. Serán los que después harán todo lo
preciso para condenarlo (39).
Bendito
el que viene como rey, en nombre del Señor
Así,
Señor Jesús, te aclamaban todas aquellas personas de Jerusalén que te veían
entrar en su ciudad.
Habría
de todo, gentes que te conocían, algunos que te habían escuchado o que se
habían beneficiado de tu fuerza sanadora…
pero
por un día se oye una sola voz en reconocimiento tuyo.
Esa
ciudad, Jerusalén, niña de tus ojos, que tanto querías y tanto representaba
para el pueblo judío; esa ciudad a la que fuiste innumerables veces en
peregrinación desde Nazaret…
esa
ciudad de quien te lamentarás porque no ha sabido acoger tu mensaje…
por un
día hace un acto de fe en tu persona.
Muchas
veces, Señor Jesús, nosotros con nuestros cantos en nuestras celebraciones te
aclamamos, reconociendo tu grandeza, tu realeza.
Para
nosotros y para el mundo, Tú eres nuestro rey.
Ahora
te digo con aquella gente de Jerusalén: ¡Bendito el que viene en nombre del
Señor!
Gracias,
Señor Jesús, porque viniste en nombre de Dios para hablarnos de Dios, del mundo
y de nosotros.
Gracias,
Señor Jesús, porque viniste para darnos la vida de Dios, para hacernos hijos e
hijas de Dios.
No ha
habido en el mundo en toda la larga historia de la humanidad venida más
provechosa para nosotros.
Gracias,
Señor Jesús.
En
este día de la festividad del Domingo de Ramos quiero quedarme en la fiesta,
aunque fue corta porque enseguida empezaron a maquinar tu condena a muerte.
Bueno
es que viva lo que hoy me presenta la liturgia con ese sabor agridulce: por una
parte, los ramos y las palmas con los cantos de alegría y por otro el relato de
la Pasión que es lo que acontecerá bien pronto.
Así
es, a veces nuestra vida con su agridulce: con momentos de alegría y días de
pena, con éxitos y fracasos, con pecado y gracia. Que sepa, Señor Jesús, vivir
la vida, los momentos de alegría y los de pena como Tú los viviste.
Y que
por encima de todo mi vida sea para gloria tuya; para mostrar al mundo que Tú
eres el que viene en nombre del Señor.
Que a
tu manera seamos en el mundo, donde nos encontremos los que están, los que
viven en nombre del Señor.
Perdón
por todas las veces que no estamos en el nombre del Señor. Perdón por tantas
veces que nuestras vidas no tienen ninguna relación con tu persona.
Homilía
LAS ESPERANZAS HUMANAS
VER
Estamos celebrando el Jubileo que tiene por lema “Peregrinos de esperanza”, y nuestro Vicariato, ha publicado un material de reflexión, que vamos a seguir durante esta Semana Santa, sobre la Bula de convocatoria, titulada “Spes non confundit” (La esperanza no defrauda).
La Bula es un documento en el que el Papa Francisco nos
invita a reflexionar profundamente sobre la virtud de la esperanza en nuestras
vidas, una virtud de la que estamos muy necesitados, tanto cada uno de nosotros
como también nuestro mundo actual.
JUZGAR
No resulta fácil hablar hoy de
esperanza, en un ambiente generalizado de dolor, guerras que no cesan,
inmigración pobreza, soledad y tantos otros dramas que nos aquejan.
Es comprensible que, ante la
acumulación de sacrificios y problemas, muchos se sientan tentados de abandonar
y de sucumbir al pesimismo. Como dice el Papa Francisco: «Encontramos con
frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y
pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad».
Pero también el Papa nos habla
de que «en el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y
expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana, porque la
esperanza está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de
las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive».
(Fratelli tutti 55)
Esta esperanza enraizada en el
corazón humano se basa en principio en unas ‘esperanzas humanas’ que
necesitamos para vivir. Ya Benedicto XVI, en “Spe salvi” dijo que, «a lo
largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más
pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. Sin embargo, aunque estas
esperanzas se cumplan, el hombre necesita una esperanza que vaya más allá.
Nosotros necesitamos tener esperanzas —más grandes o más pequeñas—, que día a
día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo
lo demás, aquéllas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, pero no
cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado
hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto.
Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día sin perder el
impulso de la esperanza».
Por eso, «para nosotros, la
esperanza tiene un nombre y una razón: Cristo». Él es nuestra Gran
Esperanza, que va más allá, supera y da sentido a las esperanzas humanas, y la
Semana Santa nos ofrece la oportunidad de encontrarnos con Él para enraizarnos
en ‘la esperanza que no defrauda’.
El Domingo de Ramos conmemora
la entrada del Señor en Jerusalén. Como hemos escuchado, “la multitud de los
discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces,
diciendo: «¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor!»”
Jesús es aclamado por el
pueblo porque se le identifica con el rey descendiente de David, el Mesías que
por fin liberará al pueblo del dominio romano y restablecerá el reino de
Israel. Jesús, para ellos, personifica ‘las esperanzas humanas’ que tanto
habían ansiado desde hacía siglos, unas esperanzas que sobre todo son de tipo
político, social y económico. Pero, como también hemos escuchado en el relato
de la Pasión, el pueblo pronto se sentirá defraudado en sus esperanzas y pedirá
la condena de Jesús: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”
Incluso en la Cruz continuarán
mostrando su rechazo a Jesús por haber defraudado sus esperanzas: “Los
magistrados le hacían muecas, diciendo: «Que se salve a sí mismo, si Él es el
Mesías de Dios, el Elegido…» Los soldados le ofrecían vinagre: «Si eres Tú el
rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Incluso uno de los malhechores crucificados
lo insultaba diciendo: «¿No eres Tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a
nosotros…»”
Para ellos, Jesús no cumple
las esperanzas humanas que habían depositado en Él, y por eso lo crucifican.
ACTUAR
El Domingo de Ramos, primer
día de la Semana Santa, nos invita a preguntarnos:
¿Cuáles son mis esperanzas?
¿Son, principalmente, ‘esperanzas humanas’, de tipo material, familiar,
económico, político, social…?
¿Espero que Jesús satisfaga
esas esperanzas?
¿Me he sentido o siento
defraudado por Él, lo rechazo y ‘crucifico’ cuando alguna de mis esperanzas no
se cumple?
Como veremos en los próximos
días, Jesús es la Gran Esperanza que no defrauda, una Esperanza enraizada en la
realidad, por dura que ésta sea, pero superándola y dándole un alcance
infinito.
Hoy, nosotros aclamamos a
Jesús porque realmente “viene en nombre del Señor”, porque la esperanza
cristiana no engaña ni defrauda, ya que está fundada en la certeza de que nada
ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino, manifestado en Jesús, su Hijo
muerto en la Cruz y resucitado.
2
🌿 Comentario para la procesión
de Ramos (Lc 19,28-40)
Hermanos y hermanas:
Con esta procesión con ramos
damos inicio a la Semana Santa, el corazón del Año Litúrgico.
En este Domingo de Ramos,
conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén, aclamado como Rey por una
multitud sencilla y alegre.
Él entra no con poder ni violencia, sino con humildad, montado en un burro,
como el Rey de la paz. Esta entrada marca el inicio de su entrega total, por
amor, hasta la cruz.
En este Año Jubilar, en el que
somos llamados a ser “peregrinos de la esperanza”, iniciamos también un camino
espiritual que nos lleva con Jesús desde la alabanza al sufrimiento, desde la
cruz a la gloria de la resurrección.
Sigamos a Cristo con los ramos
en alto, pero sobre todo con el corazón dispuesto a caminar con Él hasta el
final.
✝️ Homilía para la Misa del Domingo de Ramos
y de la Pasión del Señor (Ciclo C)
Queridos hermanos:
Después de aclamar con gozo a
Jesús en su entrada a Jerusalén, la liturgia de este día nos conduce al corazón
del misterio cristiano: la Pasión del Señor. Hemos pasado de los “¡Hosanna!” al
“¡Crucifíquenlo!”, y esta contradicción nos recuerda una verdad profunda: el
amor verdadero pasa por la entrega.
La primera lectura, del
profeta Isaías, nos presenta la figura del Siervo sufriente, que no retrocede
ante la humillación y la violencia. Nos habla de Jesús, el que “no ocultó el
rostro a insultos y salivazos”, pero tampoco perdió la esperanza. Sabía que
Dios estaba con Él.
En el Salmo 22, escuchamos el
grito de Jesús en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” …
Y sin embargo, ese salmo no termina en la desesperanza, sino en la confianza.
Jesús, en su humanidad, toca el abismo del dolor, pero también nos enseña que
la esperanza no muere, incluso en la oscuridad.
San Pablo, en la carta a los
Filipenses, nos da la clave: Jesús “se despojó de sí mismo, tomando la
condición de siervo, haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de
cruz”. Y por eso, Dios lo exaltó. La humillación de la cruz es el camino hacia
la gloria.
En el Evangelio según san
Lucas, vemos que Jesús no solo sufre, sino que ama hasta el extremo: consuela a
las mujeres de Jerusalén, perdona a sus verdugos, y promete el paraíso a un
ladrón arrepentido. Jesús no es víctima de un destino cruel; es el Buen Pastor
que da la vida por sus ovejas. En su Pasión, se manifiesta la esperanza más
fuerte que la muerte.
En este Año Jubilar, el lema “Peregrinos
de la Esperanza” cobra una fuerza especial. Jesús nos invita a caminar con Él,
no solo en momentos de alegría, sino también en el dolor, en las pruebas, en
los fracasos. No hay cruz sin resurrección. No hay Viernes Santo sin Domingo de
Pascua. Por eso, aunque contemplemos la Pasión, no somos espectadores de una
tragedia, sino creyentes que descubren la victoria del amor.
Hoy, como comunidad del
Vicariato Apostólico de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, marcada por
su historia de resistencia, fe y reconstrucción, estamos llamados a vivir esta
Semana Santa con la certeza de que Dios camina con su pueblo, incluso en medio
de las tormentas. Nuestra historia también está entretejida de pasiones, pero
en Cristo encontramos fuerza, consuelo y futuro.
Conclusión:
Sigamos a Cristo con fidelidad. Caminemos con Él, aunque el camino pase por la
cruz. Seamos verdaderamente peregrinos de esperanza, sabiendo que el amor de
Dios es más fuerte que el pecado, más grande que el miedo, y más luminoso que
la oscuridad.
Y al terminar esta
contemplación del misterio de la cruz, volvemos los ojos a María, Nuestra Señora
de los Dolores, la madre que permaneció de pie junto a la cruz, en silencio,
con el corazón traspasado, pero firme en la fe.
Ella vivió en carne propia la
profecía del Siervo doliente, acompañando a su Hijo en la humillación y el
rechazo. En su silencio, escuchó también el grito del Salmo: “Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?”, y lo convirtió en oración confiada. María no huyó del
dolor ni se cerró a la esperanza. Por eso es modelo de quien peregrina con
amor, aun en la noche del sufrimiento.
En este Año Jubilar, bajo su
amparo maternal, queremos aprender de ella a caminar como peregrinos de
esperanza, sostenidos por la cruz y guiados por la luz del Resucitado. Que
Nuestra Señora de los Dolores acompañe a nuestro Vicariato, consuele a los que
sufren, fortalezca a los que sirven, y nos ayude a ser fieles hasta el amanecer
de la Pascua.
******
En asamblea con niños:
Queridos niños, adolescentes, jóvenes, papás y demás hermanos:
Niños, adolescentes, jóvenes: Jesús quiere entrar en sus vidas. No como un personaje lejano, sino como un amigo que siempre está.
-
Él te conoce.
-
Él te escucha.
-
Él cree en ti, incluso cuando tú dudas de ti mismo.
-
Camina.
-
A veces se cansa.
-
A veces se pierde.Pero sigue adelante, porque tiene un destino: el encuentro con Dios.
A ella le confiamos nuestra vida, nuestras familias, nuestra juventud y nuestro deseo de ser peregrinos de esperanza, discípulos valientes de Jesús.
3
Siguiéndolo hasta la cruz
Bendito
el rey que viene en el nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las
alturas. Algunos fariseos de entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a
tus discípulos». Él respondió: «Les digo que si callan, las piedras hablarán».
Al pie del Monte de los Olivos
se encontraba el Huerto de Getsemaní, donde Jesús agonizó en oración y fue
arrestado. Pero varios días antes de que eso sucediera, nuestro Señor cruzó la
colina junto al Monte de los Olivos con sus apóstoles y luego se acercó a la
ladera que conducía al Huerto. Al descender, se encontró con «toda la multitud
de sus discípulos» que «comenzaron a alabar a Dios con alegría por todas las
maravillas que habían visto». Entonces exclamaron: «¡Bendito el rey que viene
en el nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas». Lo
encontraron a la vista de la puerta de la ciudad de Jerusalén. Esto debió dejar
a los Doce asombrados.
Entre los que se asombraron
estaban los fariseos. Pero no se asombraron de alegría. Su asombro fue causado
por la envidia y condujo a la condenación. La respuesta de Jesús fue muy clara:
«Les digo que si callan, las piedras clamarán». Esto nos lleva a preguntarnos:
si estos discípulos no hubieran ofrecido a nuestro Señor esta gloriosa
bienvenida, ¿de verdad habrían clamado las piedras? ¡Claro que sí! Lo hicieron
tan solo unos días después de que Jesús fuera abandonado por la multitud.
Recordemos que cuando Jesús
fue crucificado, casi todos sus discípulos lo abandonaron. Huyeron
atemorizados. Incluso la mayoría de los Doce huyeron y se escondieron. Solo
quedaron nuestra Santísima Madre, San Juan y algunos otros. Por lo tanto,
cuando Jesús murió en la cruz, abandonado por la multitud, esta profecía suya
se cumplió. «Y he aquí, el velo del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo.
La tierra tembló, las rocas se partieron, los sepulcros se abrieron y los
cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron» ( Mateo 27:51-52 ).
Nunca debemos callarnos al
alabar y adorar a Dios. Hay una lección importante que aprender de estos dos
momentos de aquella primera Semana Santa. Al principio, al entrar Jesús en
Jerusalén con gran entusiasmo, muchos le ofrecieron alabanzas. Es fácil alabar
y glorificar a Dios cuando es popular y cuando muchos otros lo hacen.
Comparemos esto con el final de la Semana Santa, cuando Jesús fue perseguido y
asesinado. De repente, las alabanzas y las aclamaciones públicas ya no eran tan
populares. El miedo silenció a la multitud y puso fin a su adoración a nuestro
Señor. Por esa razón, las piedras clamaron y la tierra tembló.
Al comenzar esta Semana Santa,
reflexiona sobre si te pareces más a la multitud de discípulos de Jesús que lo
alababan cuando era fácil y popular, o si te pareces más a nuestra Santísima
Madre y a San Juan, quienes permanecieron fieles a Él cuando no era nada
popular hacerlo. ¿Perseveras en tu alabanza y adoración a Dios en momentos
difíciles? ¿O permites que el miedo al qué dirán, el temor al rechazo y otras
formas de humillación te desvíen de tu vocación sagrada?
Reflexiona hoy sobre estos dos
momentos contrastantes de aquella primera Semana Santa. Únete hoy a la multitud
que aclama a Jesús como Rey. Al hacerlo, vuelve tu mirada hacia el Rey a quien
adoras. Elige seguirlo hasta su traición, su sufrimiento y su muerte.
Comprométete con la fidelidad, especialmente cuando sea difícil. No flaquees en
tu compromiso. Mira el amor en el corazón de la madre de Jesús y pídele que
tengas la valentía que ella tuvo para permanecer fiel a nuestro Señor, para que
las piedras no se vean obligadas a clamar por ti.
Glorioso Rey, fuiste
debidamente adorado y venerado al entrar en Jerusalén para la fiesta de la
Pascua. Me comprometo a esa adoración y alabanza, y ruego que te honre y te
ame, no solo cuando sea fácil, sino también cuando sea impopular. Que nunca
permita que el miedo me impida amarte y seguirte hasta el glorioso trono de tu
cruz. Jesús, en ti confío.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones