17 de abril del 2025: Jueves Santo: Conmemoración de la Cena del Señor
La celebración de la Cena del Señor en este Jueves Santo constituye la apertura del Triduo Pascual. Lo que celebramos y meditamos hoy nos introduce en este misterio donde Jesús dio su vida gratuitamente, por amor a Dios y a nosotros.
Lección de servicio
A diferencia de los demás
evangelistas, en torno a la última cena de Jesús con sus discípulos, san Juan
sólo relata el gesto simbólico del lavatorio de los pies.
¿Debemos concluir que dejó de
lado la institución de la Eucaristía y el sacerdocio?
En realidad, en Juan, el
lavatorio de los pies no es otra cosa que el compartir simbólico del pan y del
vino. Por ambas partes, el Hijo de Dios se entrega total y verdaderamente para
que tengamos vida.
La Madre Teresa de Calcuta
tenía razón cuando escribió: «Todos los días comulgo dos veces. Primero en
la iglesia, participando en la Sagrada Eucaristía. Luego, en las calles de
Calcuta, cada vez que toco a un pobre o a un moribundo».
El lavatorio de pies y la
institución de la Eucaristía están íntimamente ligados. Estamos llamados a
comer el cuerpo de Cristo para poder lavarnos los pies unos a otros.
La palabra clave en la
celebración de la Cena del Señor es servicio. Dios se arrodilla para lavar los
pies del hombre y, al hacerlo, le pide al hombre que haga lo mismo: «También
ustedes deben lavarse los pies unos a otros».
«Con Jesús, la grandeza no
está en la línea de dominio, sino en la de la generosidad». Lo
entendió bien san Agustín cuando decía que el papel del obispo «no es presidir,
sino servir», y que «quien está a la cabeza de una comunidad debe saber
sobre todo ponerse al servicio de muchos».
¿Cuál es el significado espiritual del lavatorio de los pies?
Jesús pregunta: «Ustedes también deben lavarse los pies unos a otros». ¿Estoy
listo para hacerlo?
Para mí, ¿qué significa lavarnos los pies hoy?
Jean-Paul Sagadou, sacerdote asuncionista, redactor jefe de
Prions en Église Afrique
(Juan 13, 1-15) Como Jesús nos lo pidió, celebramos la Eucaristía en memoria de su última cena. No es una celebración de un evento pasado. Esta tarde, Cristo resucitado renueva esta comida, se hace presente y se da a nosotros, como el pan que nutre y la copa de la nueva Alianza.
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 115,12-13.15-16bc.17-18
R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»
Palabra del Señor
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1
Homilía para la Misa de la Cena del Señor – Jueves
Santo 2025
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Esta tarde santa, 17 de abril de 2025, nos
congregamos para conmemorar la Última Cena del Señor, marcando el inicio del
Triduo Pascual. En esta celebración, recordamos cuatro dones preciosos que
Jesús nos dejó: la Eucaristía, el Sacerdocio, el Mandamiento nuevo del amor y
el lavatorio de los pies. Estos regalos son el fundamento de nuestra fe y de
nuestra vida cristiana.
Primera lectura: Éxodo 12, 1-8.11-14
El relato del Éxodo nos presenta la institución de
la Pascua judía, un rito que conmemora la liberación del pueblo de Israel de la
esclavitud en Egipto. Esta cena pascual prefigura la Eucaristía, en la que
Cristo, el Cordero de Dios, se ofrece como sacrificio para nuestra redención.
Salmo responsorial: Salmo 115
"El cáliz que bendecimos es la comunión con la
sangre de Cristo". Este salmo nos invita a dar gracias al Señor por su
amor y fidelidad, y a reconocer que en la Eucaristía participamos en el
sacrificio de Cristo.
Segunda lectura: 1 Corintios 11, 23-26
San Pablo nos transmite la tradición que recibió:
"El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan...". Aquí se
nos recuerda la institución de la Eucaristía y la importancia de celebrar este
sacramento en memoria de Cristo, proclamando su muerte hasta que vuelva.
Evangelio: Juan 13, 1-15
El Evangelio de Juan nos relata el lavatorio de los
pies, un gesto de humildad y servicio de Jesús hacia sus discípulos. Este acto
nos enseña que el verdadero liderazgo se manifiesta en el servicio a los demás.
Jesús nos invita a seguir su ejemplo, amándonos los unos a los otros como Él nos
ha amado.
La Eucaristía: Presencia real de Cristo
En la Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía,
el sacramento en el que Él mismo se nos da como alimento espiritual. Es el
misterio de su presencia real entre nosotros, que nos fortalece y nos une como comunidad
de creyentes.
Para comprender el
don de la Eucaristía, hay que pensar en el amor de las madres por sus hijos
pequeños. Una madre, después de haber lavado a su hijito, y viéndolo tan
hermoso, podría decirle: “Te comería”. El amor busca la unión, también corporal. ¿Por qué nos
besamos? Porque buscamos la unión física con esa persona. Cristo nos ama tanto
que permite que le comamos. El amor le lleva a entrar en nosotros, incluso
corporalmente, para lograr una unión que va mucho más allá del beso. Quiere que
le comamos para que le amemos.
El lavatorio de los pies: Humildad y servicio
En un gesto de profunda humildad, Jesús lavó los
pies de sus discípulos, enseñándonos que el verdadero liderazgo se manifiesta
en el servicio a los demás. Este acto nos invita a abandonar toda pretensión de
superioridad y a comprometernos con el bienestar de nuestros hermanos,
especialmente de los más necesitados.
Jesús muestra
también su amor haciéndose nuestro servidor. Él, que es Dios, lava los pies de
sus discípulos, se hace nuestro esclavo. Una vez más, nuestras madres pueden
ayudarnos a comprender mejor este amor. Aunque nunca deberíamos tratar a
nuestras madres -ni a nadie- como esclavas, las madres, de hecho, se convierten
libremente en nuestras siervas. El verdadero amor conduce al servicio radical.
El Sacerdocio: Servicio y entrega
Jesús nos muestra su amor dándonos sacerdotes. Cuando dio la Eucaristía a los apóstoles, les dijo: “Haced esto en memoria mía”. Les dio el poder de hacer lo que él acababa de hacer: transformar el pan y el vino en su cuerpo y su sangre. Los hizo sacerdotes. Cada sacerdote es un signo del amor de Dios, un signo de que quiere seguir alimentando a su pueblo con Él mismo, para que encontremos vida en Él.
El Mandamiento nuevo del amor: Amar como Él nos ha
amado
Jesús nos dejó un mandamiento nuevo: "Amaos
los unos a los otros como yo os he amado". Este amor se manifiesta en el
servicio desinteresado, en la compasión y en la búsqueda del bien común.
Se trata de un
mandamiento, pero también de un don. Al mandarnos amar, Jesús nos da el poder
de amar. No nos hace simplemente receptores pasivos de su amor, también podemos
ser transmisores del mismo. Por la misericordia de Dios, no sólo recibimos
amor, sino que también podemos darlo a los demás. No hay nada más grande que
ser amado y amar.
Estos son los
dones que celebramos esta tarde.
Peregrinos de esperanza en nuestras realidades
En este año jubilar, bajo el lema "Peregrinos
de esperanza", somos invitados a caminar juntos, llevando la luz de Cristo
a nuestras comunidades. En nuestras islas y en todo el país, enfrentamos
desafíos sociales y políticos que requieren nuestro compromiso activo. Como
discípulos de Jesús, estamos llamados a ser instrumentos de paz, justicia y
solidaridad.
Encomienda
a la Virgen María
Al concluir esta celebración, encomendamos nuestra
vida y misión a la Virgen María, Madre de la Iglesia y modelo de servicio y
entrega . Siguiendo el ejemplo de consagración de santos como san Maximiliano
Kolbe y san Luis María Grignion de Montfort, nos confiamos a su intercesión
materna:
Oh María,
Madre de Jesús y Madre nuestra,
te entregamos nuestra vida, nuestras alegrías y sufrimientos.
Guíanos en nuestro camino de fe,
y ayúdanos a vivir con amor y humildad,
siguiendo el ejemplo de tu Hijo.
Amén.
Conclusión
Que esta celebración nos renueve en la fe, la
esperanza y el amor. Al recibir la Eucaristía, al contemplar el ejemplo del
servicio sacerdotal, al vivir el mandamiento del amor y al imitar la humildad
del lavatorio de los pies, seamos verdaderos peregrinos de esperanza, testigos
del Reino de Dios en medio del mundo.
Amén.
2
El único y verdadero sacrificio
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Damos comienzo al Triduo sacratísimo, las Fiestas más grandes de la vida de la Iglesia.
Esta tarde celebramos la Última Cena con nuestro Señor.
La Iglesia entonces vela en oración hasta la medianoche. Mañana, aunque se reparte la Sagrada Comunión que se consagró el Jueves Santo, no se celebra la Misa y el sagrario está vacío.
Veneramos la Cruz, recordamos la Pasión y experimentamos el silencio de la muerte de nuestro Señor. El Sábado Santo no se celebra la Liturgia hasta que se pone el sol y damos comienzo a la celebración de la Vigilia Pascual de la Resurrección de Nuestro Señor.
Esta tarde meditamos especialmente en las palabras de Jesús: “Haced esto en memoria mía”. Esto no es solo una invitación; es un mandamiento. Un mandato de amor. Un mandato para participar en el Sacrificio Conmemorativo del Salvador del Mundo.
Es importante entender la palabra “memorial”. Cuando Jesús dijo: “Haced esto en memoria mía”, no nos estaba pidiendo simplemente que lo recordáramos o que celebráramos la Eucaristía como un memorial en el sentido normal de un memorial.
Normalmente, un memorial es algo que se usa solo para recordarnos algo que tuvo lugar anteriormente. Puede haber una placa conmemorativa colocada en el lugar de algún evento importante, conmemorando el evento con una descripción y fecha. O podría haber una ceremonia conmemorativa en la que honremos a alguien que nos ha precedido. Pero la Misa es un memorial de una manera muy diferente.
Como memorial, o recuerdo, nuestra Iglesia enseña que cada vez que se celebra la Misa, se hacen verdaderamente presentes los acontecimientos salvíficos del Misterio Pascual. El Catecismo de la Iglesia Católica , al citar el gran Concilio de Trento, lo dice así:
El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son un solo sacrificio : “La víctima es una y la misma: la misma ahora se ofrece por el ministerio de los sacerdotes, que luego se ofreció a sí mismo en la cruz; sólo la forma de ofrenda es diferente.” “Y puesto que en este divino sacrificio que se celebra en la Misa, está contenido y es ofrecido incruentamente el mismo Cristo que se ofreció una sola vez cruentamente en el altar de la cruz. . .” (#1367).
En otras palabras, cuando participamos de la Misa estamos participando del Sacrificio de Cristo; estamos presentes en la Cruz. Es Su ofrenda la que culminó en Su victoria sobre el pecado y la muerte. Así, cuando celebramos este “recuerdo”, hacemos más que recordar la Última Cena. Estamos verdaderamente allí, participando verdaderamente en ella, experimentando verdaderamente la gracia salvadora del don de Cristo. Es muy fácil “olvidar” en lo que realmente participamos. A veces podemos distraernos en la Misa. Si la Misa se celebra de manera irreverente, si es apresurada o si nuestra mente está en otra parte, entonces estamos parados al pie de la Cruz más como un soldado o un transeúnte que como la Madre de Dios o como personas de profunda fe.
Mientras participamos en la Última Cena y el Sacrificio salvador de Cristo esta tarde, reflexione sobre en qué participa cada vez que celebra la Santísima Eucaristía. Ore por los ojos de la fe y por el don de la reverencia y el asombro. Ore para que se levante el velo y se le invite a contemplar el mayor acto de amor jamás conocido. Permita que esta tarde sea un verdadero recordatorio para usted de que la Misa es real, es el Santo Sacrificio, es el Regalo más importante que jamás recibirá. Es el Don del Sacrificio del Salvador del Mundo.
Mi Sacrificado, Señor, esta tarde instituiste el Santísimo Sacrificio de la Misa en el cual Tu Sacrificio salvador se convirtió en un Memorial permanente en el que estamos invitados a compartir. Por favor, abre mis ojos a la realidad de la Misa y ayúdame a participar siempre en ella con profunda fe, reverencia y amor. Jesús, en Ti confío.
3
Dijo Jesús: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»
¿Quiere ser santo? Quizás esta pregunta no todo el mundo la responda de inmediato con un rotundo "Sí". Lamentablemente, la santidad, para algunos, puede parecer aburrida y poco atractiva. El señuelo del mal es muy atractivo en un nivel confuso y superficial. Entonces, ¿cuál es su respuesta a esta pregunta? ¿Quiere ser santo?
Al comenzar hoy el sagrado Triduo Pascual, entramos en los días más santos del año de la Iglesia. Caminamos con nuestro Señor a través de Su glorificación final mientras hoy Él celebra la Pascua con Sus discípulos y entra al Huerto de Getsemaní para esperar Su arresto. Mañana caminaremos con Él a través del Vía Crucis. El sábado, nos disponemos para la adoración silenciosa de Su tumba mientras esperamos la Resurrección.
En el Evangelio de hoy, Jesús nos da un modelo de santidad mediante el testimonio de sus acciones. Aquel que es el Dios del Universo, el Creador de todo, el Hijo Eterno de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se humilla y toma la forma de un humilde servidor lavando los pies de sus discípulos. Luego les ofrece la Santísima Eucaristía por primera vez, antes de ir al encuentro de sus perseguidores.
El modelo que Jesús nos da es una acción profética mediante la cual Él nos dice que la verdadera grandeza, es decir, la verdadera santidad, se encuentra en la humildad. La santidad se realiza en nuestras vidas cuando apartamos nuestros ojos de nosotros mismos y amamos a los demás como sus servidores.
Ninguno de nosotros es el Salvador del mundo, pero todos debemos convertirnos en instrumentos de Su acto salvador para los demás. Al aceptar el regalo de Jesús, debemos volvernos hacia los demás y humillarnos ante ellos. Debemos ayudarlos a ver nuestro amor y su dignidad. Debemos servirlos con humildad y ponerlos en primer lugar. Hacerlo nos permitirá entonces invitarlos a imitarnos como nosotros imitamos a Cristo. Así, nuestra humilde imitación de Jesús se convierte en un medio por el cual Jesús invita a otros a seguirlo.
Reflexione hoy sobre la invitación de Jesús: “os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»". Jesús nos dio todo, por eso debemos darlo todo a los demás. Debemos servir sin calcular el costo. Debemos amarlos, anteponiendo sus necesidades a las nuestras. Debemos convertirnos en un modelo del amor de Cristo por ellos.
Hoy y durante todo el Triduo Pascual, reflexione sobre el servicio de Jesús y comprométase a vivir la invitación que le ha dado nuestro Señor.
Mi humilde Señor, que Tu nombre sea alabado y adorado sobre todas las cosas. Que seas exaltado por tu humildad y humilde servicio. Veo en tu acto humilde, querido Señor, el profundo amor que me tienes a mí y a todos. Que pueda imitar ese amor humilde en mi propia vida para que mi imitación de Ti ayude a compartir Tu amor salvador con los demás. Jesús, en Ti confío.
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