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20 de abril del 2025: Domingo de Resurrección- Ciclo A-B-C

 

Evidencia

El énfasis en la historia de este domingo sobre las sábanas colocadas dentro de la tumba es más importante de lo que parece.

Para el evangelista, estos lienzos son «piezas de evidencia», según la expresión de la biblista Marie-Noëlle Thabut: prueban la resurrección de Jesús.

Tradicionalmente, en los ritos funerarios judíos, el cuerpo del difunto se envuelve en una sencilla tela de lino blanco después de ser purificado. El sudario es una vestimenta para los muertos, este último, desaparece con la descomposición del cuerpo del difunto. Así que, si, como circularon rumores en aquel momento, los discípulos de Jesús hubieran robado el cuerpo, se habrían llevado consigo los lienzos. Los paños que cubren un cadáver no se quitan. Un hombre muerto permanece envuelto en su mortaja. La tumba está vacía pero las sábanas permanecen allí. Demuestran que Jesús sigue vivo. ¿Pero es esto realmente una prueba? Estos lienzos nos llevan más bien a otro registro, el de la fe, la fe de un hombre, Juan. “Vió y creyó” (Jn 20,8).

La fe nos ayuda a comprender lo que la inteligencia racional no puede comprender. Desde entonces, la fe en la resurrección de Jesús se ha basado en el testimonio de hombres y mujeres cuyas vidas han sido transformadas. Hombres y mujeres que, cada uno a su manera, experimentaron el poder de la vida actuando en esta tumba.

¿Cómo cambia mi vida la resurrección de Jesús? 

Karem Bustica, editora jefe de Prions en Église





Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»
Palabra de Dios


SALMO RESPONSORIAL
Salmo 117, 1-2. l6ab-17. 22-23
R. ESTE ES EL DÍA QUE HIZO EL SEÑOR: SEA NUESTRA ALEGRÍA Y NUESTRO GOZO. (O ALELUYA)

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.


SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS COLOSENSES 3, 1-4

Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.


SECUENCIA

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


ALELUYA Cf. 1 Cor 5, 7b-8a
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor.



Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor







1

📝 Comentarios Generales a las Lecturas

🕊 Primera Lectura: Hechos 10,34a.37-43

Pedro se encuentra en casa de Cornelio, un centurión romano. Este contexto es clave, porque marca el momento en que el anuncio pascual se abre al mundo no judío. Pedro da testimonio del “Cristo ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo”, que pasó haciendo el bien, fue crucificado y resucitó gloriosamente.

Aquí se revelan tres dimensiones pascuales esenciales:

1.    La memoria de Jesús histórico: pasó haciendo el bien.

2.    El escándalo de la cruz: fue colgado en un madero.

3.    La proclamación de la Resurrección: Dios lo resucitó y lo hizo juez de vivos y muertos.

Es importante notar que Pedro no habla como un teólogo especulativo, sino como testigo. La fe pascual brota del encuentro y la experiencia, no de una ideología. En el contexto actual, donde tantos pierden la esperanza frente a los males del mundo, este testimonio tiene un sabor profundamente misionero y actual.

🎶 Salmo 118(117)

Es el gran salmo pascual. Cada verso es una explosión de alegría. El versículo clave es:

“Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo” (v.24).

Este “día del Señor” no es solo una fecha litúrgica, sino el tiempo nuevo inaugurado por la Resurrección.
La piedra rechazada que se vuelve piedra angular, el justo que no muere sino que vive para proclamar la obra del Señor: estos símbolos nos hablan de un Dios que transforma la historia, que hace surgir vida donde había rechazo y muerte.

📖 Segunda Lectura: Colosenses 3,1-4

Pablo exhorta a los cristianos a vivir de acuerdo con su nueva condición:

“Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba”.

No se trata de una espiritualidad evasiva o alienante, sino de una ética renovada: el creyente ha muerto al pecado y ha resucitado con Cristo. Por tanto, su vida debe manifestar ya desde ahora los frutos del Reino: compasión, perdón, humildad, amor.

Esta visión pascual no niega la realidad terrena, sino que la trasciende con una mirada nueva. En un mundo polarizado y muchas veces materialista, esta llamada a “poner la mira en las cosas de arriba” es una invitación a ver con los ojos del Evangelio.

(Alternativamente, 1 Cor 5,6b-8: imagen del pan ázimo, sin levadura vieja. Ideal para una homilía catequética en ambientes de iniciación cristiana o renovación eclesial.)

🌅 Evangelio: Juan 20,1-9

Es un texto lleno de dinamismo y símbolos:

  • María Magdalena llega “muy temprano, todavía oscuro”: la oscuridad es símbolo del duelo, de la incomprensión, pero también del umbral de la revelación.
  • Pedro y el discípulo amado corren. Uno corre más rápido, pero es Pedro quien entra primero. El texto sugiere una pedagogía eclesial: la fe no se impone, se acompaña.
  • “Vio y creyó”: es el primer paso de una fe que no necesita pruebas físicas, sino que se apoya en los signos (el sepulcro vacío, los lienzos) y en la palabra de Jesús.

Esta escena es el comienzo de un proceso de fe pascual que culminará en el encuentro con el Resucitado. El sepulcro vacío no es prueba, es símbolo abierto que exige confianza, amor y búsqueda.

 

 

 

✝️ Homilía

Título: "Resucitar con Cristo: vivir desde la esperanza que no defrauda"

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Hoy celebramos el núcleo más profundo de nuestra fe. No celebramos un recuerdo, sino una realidad viva: Jesucristo ha resucitado, y con Él, la vida ha vencido para siempre a la muerte.

Pascua no es solo una fiesta: es la raíz de nuestra esperanza, el motor de nuestra transformación personal y comunitaria, el fundamento de una nueva humanidad.

I. Un testimonio que cambia la historia

Pedro, en la primera lectura, no predica una doctrina fría, sino una experiencia viva. Él, que lo negó por miedo, ahora da testimonio con valentía ante un pagano. ¿Qué lo cambió?
La experiencia del Resucitado.
La Pascua transforma al cobarde en apóstol, al negador en testigo, al excluyente en evangelizador abierto a todos.

¿Y nosotros? ¿Qué hacemos con esta noticia? ¿Vivimos como hombres y mujeres nuevos, o seguimos esclavos del miedo, de la costumbre, de la mediocridad?

II. Pascua es victoria en medio del dolor

El salmo pascual canta la alegría porque Dios ha intervenido en la historia. La piedra rechazada es ahora piedra angular.
¿No se parece esto a lo que vivimos como país, como Iglesia, como mundo?

  • En Colombia seguimos sufriendo divisiones, violencia rural, polarización.
  • Muchos territorios siguen siendo “piedras descartadas” por los poderes públicos.
  • La Iglesia, en tantos lugares, es minoría, es criticada, es ridiculizada.

Pero Dios tiene la última palabra. La Pascua nos enseña que lo que el mundo descarta, Dios lo elige para levantar un nuevo edificio.

III. Resucitar no es ir al cielo: es vivir de otra manera aquí y ahora

San Pablo nos lo recuerda: si hemos resucitado con Cristo, debemos buscar los bienes de arriba.
Esto no significa vivir en las nubes, sino ver la realidad con ojos nuevos:

  • Donde hay egoísmo, sembrar misericordia.
  • Donde hay corrupción, construir honestidad.
  • Donde hay odio, dialogar.
  • Donde hay desesperanza, ofrecer consuelo.

En otras palabras, vivir como resucitados es tomar decisiones concretas: en la familia, en la comunidad, en el trabajo, en lo político, en lo económico.

IV. La fe pascual nace del amor

El evangelio de Juan nos muestra un itinerario de fe:

  • María va al sepulcro por amor.
  • El discípulo amado corre más rápido porque ama más.
  • Pedro entra primero porque tiene la autoridad, pero el otro cree primero porque ha amado más.

La fe verdadera no nace del cálculo, ni de la lógica. Nace de la experiencia personal del amor de Cristo, incluso en el vacío del sepulcro.

🌍 Aplicación pastoral

Hoy, en el siglo XXI, cuando tantos sepulcros parecen vacíos:

  • el de la política sin ética,
  • el de la Iglesia cansada,
  • el de la familia herida,
  • el de la juventud sin rumbo...

La Pascua nos recuerda: ¡el Señor no está muerto! Vive en ti, en mí, en los pequeños signos del Reino. Vive en cada gesto de compasión, en cada paso hacia la justicia, en cada abrazo reconciliador.

🙏 Conclusión

Hermanos, Pascua no es un punto de llegada, sino un nuevo comienzo.

Hoy, el Resucitado nos llama a salir de nuestras tumbas interiores: del miedo, del egoísmo, de la tristeza, de la rutina.
Nos invita a correr, como Pedro y Juan, a anunciar que la vida ha vencido, que la piedra fue removida y que Dios ha abierto una nueva historia.

Y en este camino pascual, no estamos solos. Como en toda la vida de Jesús, la Virgen María también está presente en la Pascua, aunque el Evangelio no la nombre explícitamente.

Ella, la madre dolorosa, que permaneció de pie al pie de la cruz, es también la madre esperanzada, la primera creyente en la promesa de Dios.
Ella no fue al sepulcro porque su corazón creyente ya sabía que la muerte no era el final.

Por eso, hoy la invocamos:

Santa María, Madre del Resucitado y Madre nuestra,
tú que supiste esperar en la noche más oscura,
acompaña a la Iglesia en su misión de anunciar la vida.
Intercede por nuestro pueblo colombiano,
por las familias que sufren, por los jóvenes que buscan sentido,
por los que han perdido la fe y la esperanza.
Enséñanos a vivir como tú: con el corazón abierto a la Pascua,
con los ojos puestos en Jesús y los pies en camino.

Amén.


2

Reflexión central:

¡El otro discípulo vio y creyó!




El primer día de la semana, María Magdalena va al sepulcro de Jesús. Para ella, es un día triste. Y a nosotros nos pasa lo mismo, nos acongojamos cuando visitamos el cementerio y contemplamos la tumba de un ser querido. Pero hoy hay una tristeza más: no es solamente el cuerpo de un amigo que termina en la tumba; es la esperanza de un reino nuevo que ha sido acabada.

El Evangelio de San Juan nos dice que "todavía estaba oscuro"; comprendamos bien: no habla solamente de la oscuridad de la noche, Él quiere mostrarnos que la luz está venciendo las tinieblas. La luz acaba con la noche en la cual los hombres se han sumergido a causa de su pecado. Jesús Resucitado es la luz que brilla en las tinieblas. Esta luz no puede ser detenida; nada ni nadie puede impedirle brillar.

Una vez llega al sepulcro, María Magdalena descubre que la piedra ha sido desplazada, ha sido removida y deduce que alguien se ha llevado el cuerpo de Jesús y entonces corre para prevenir a Pedro y a Juan. Todos dos llegan ante el sepulcro vacío. Ellos ven los lienzos tumbados en el lugar y bien organizados. Pedro está perplejo; pero en Juan ocurre algo diferente, y con unas palabras expresa su fe: "El vio y creyó". Nosotros recordamos que él siguió a Jesús hasta el pie de la cruz; él había participado en el embalsamiento y sepultura del cadáver. Él ve que no hay desorden provocado por una violación de sepultura. Más tarde, Jesús dirá: "Dichosos o felices aquellos que creen sin haber visto".

Esto es importante para nosotros hoy, cristianos del siglo XXI: nunca tendremos otra prueba de la resurrección de Jesús más que el sepulcro vacío. Ciertamente, tenemos además las apariciones de Cristo resucitado y de las cuales testimonian los evangelios. Pero en ninguna de estas pruebas se nos hace difícil creer. Si creemos en Cristo Resucitado, es porque le hemos creído, confiamos en el testimonio de los apóstoles y de las comunidades cristianas que nos ha sido transmitido de generación en generación.

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos presenta un discurso de Pedro después de la resurrección. Recordemos que él había negado a su maestro delante de unas mujeres sencillas. Hoy, en la ciudad de Cesarea, residencia de Pilato y de sus legiones, él se atreve a proclamar la Buena Noticia de la resurrección de Jesús. Las palabras de Pedro son muy audaces: "Lo mataron colgándolo de un madero…pero Dios lo resucitó al tercer día". Todo esto pasa en la casa del centurión (porque tenía a su cargo o mando 100 soldados) del ejército romano. Es una manera de decir que la salvación se ofrece a todos, incluyendo a los paganos. Dios no excluye a nadie. Cualquiera sea la nación o lengua, toda persona puede recibir la salvación en la medida que ésta acoja el Evangelio. Esta buena noticia debe ser proclamada a todos los pueblos del mundo entero. Es por todos que Jesús ha dado su vida en la cruz.

Es el mismo testimonio de la fe en Jesús resucitado que encontramos en la segunda lectura de la Carta de San Pablo a los Colosenses (habitantes de Colosas). Esta resurrección no es una simple vuelta atrás como fue el caso de Lázaro. Pablo nos dice que Él está sentado a la derecha de Dios. Él ha subido al Cielo; ÉL ha recibido la autoridad de su Padre. Es un llamado para nosotros a que levantemos los ojos hacia el cielo y busquemos las cosas de arriba (las realidades de arriba). Si creemos en Jesús resucitado y si lo seguimos, nada puede volver a ser como antes. Esta resurrección de Cristo nos incita a renovar nuestra vida, a renovar la oración, a experimentar la alegría de descubrir y vivir el Evangelio.

Todo esto pasa por decisiones concretas:
salir del "sepulcro" de nuestro egoísmo para vivir un amor verdadero,
remover la piedra del desaliento, del desánimo que nos aprisiona y nos impide avanzar,
no dejarnos llevar por el rencor y la venganza, sino hacer que triunfen el perdón y la misericordia.
Es por nuestra manera de vivir que podremos mostrar que Cristo está vivo y que ÉL transfigura aquellos que acogen su fuerza vital.

Viviendo así es como podremos ser mensajeros de vida y esperanza. Cristo resucitado quiere asociarnos a todos a su victoria sobre las fuerzas del mal que buscan destruir al hombre.

Todos estamos llamados a optar por la vida, a elegir la vida, a defenderla y a dejarnos invadir por el amor de Dios.

Vivimos en un mundo donde muchos sufren por causa de la guerra, de la violencia, del odio, la discriminación, del desprecio de los otros. Pero el Señor Resucitado no nos exige, sino que removamos de nuestros corazones esta piedra que nos encierra en las tinieblas. Él quiere que la luz de la Pascua brille en el mundo entero.

En comunión con toda la Iglesia, seamos todos testigos de esta Buena Noticia ante todos aquellos que nos encontremos en nuestra casa, en nuestro vecindario, nuestro trabajo, en nuestro estudio…en la vida de todos los días.

¡Amén!



3

¡El compromiso es ya!



Pascua es la fiesta cristiana más grande del año. Es la fiesta de la vida, de la primavera, de la renovación, de la alegría.

Lo que distingue los cristianos de los no creyentes es la resurrección, es la fe y la confianza en un Dios que rechaza la idea de poner fin a la vida y que no acepta que todo se termine en el cementerio. De otro lado, la palabra que los cristianos utilizaban para indicar el lugar donde ellos enterraban sus difuntos era la palabra griega “koimiterion”, que ha llegado a ser nuestra palabra “cementerio” y que quería decir “hotel para visitantes extranjeros”, “refugio de pasaje”.

La liturgia del domingo de Pascuas está impregnada de paz y serenidad.

“El Señor ha resucitado!”; “El sol se ha puesto: no busquen más entre los muertos a Aquel que vive. ¡EL ha roto las cadenas de la muerte!”. Jesús le había dicho a María la hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida. Si alguien cree en mí, mismo si él muere vivirá”.

La resurrección, es la respuesta de Dios Padre a la violencia, a la injusticia de la tortura y de la cruz. Aquellos que han condenado a Jesús creían que podían hacerle callar y deshacerse definitivamente de Él. Pero el padre lo ha resucitado, aprobando los valores que Él ha querido promover durante su vida.

Nuestra fe cristiana no se limita a recordarnos que Cristo ha resucitado y que nuestra vida no se termina con la muerte. La Pascua y la resurrección conducen a una nueva primavera después del invierno frío y despiadado.

La pascua y la resurrección nos incitan a comprometernos ahora, a tomar la vida en serio. Cristo nos invita a vivir plenamente desde ahora, a salir de nuestros sepulcros, de nuestras decepciones o desalientos, de nuestros miedos, de nuestros temores.

“Salgan de sus tumbas”, de sus vidas sin esperanza. Recomiencen a respirar a pleno pulmón…” Yo he venido para que tengan vida y la vida en abundancia” (Juan 10,10).

Después de la ultima cena, yendo al Monte de los Olivos, Jesús había dicho a sus discípulos: “Una vez que haya resucitado, yo iré delante de ustedes en Galilea”. Es esta misma invitación que Jesús transmite a las mujeres después de la resurrección: “Vayan a anunciar a mis hermanos que deben estar presentes en Galilea: es ahí que ellos me verán”. Ellos son convidados a retornar a su Galilea natal, a su lugar de origen, a sus familias, a sus barcas y a sus redes.

Nuestra religión es una religión pascual. Y por lo tanto no ignoramos el mal presente en el mundo, pero eso sí, nos negamos a creer que este mal tendrá la última palabra, y nos proponemos hacer todo lo posible para que él sea vencido.

Es verdad que vivimos en un mundo de muerte. Cien millones de personas han perdido la vida a causa de la guerra durante el último siglo, 60% de la población mundial sufre de pobreza crónica y de malnutrición. Vivimos en un mundo de discriminación, de violencia, de terrorismo, de suicidio, de drogas, del abuso de alcohol, de malos hábitos alimentarios, de falta de respeto hacia la naturaleza. Y sin embargo nosotros queremos luchar contra todos esos fenómenos y esos abusos mortales.

Es por eso que, al recordar la Pascua, cada “primer día de la semana”, nos reunimos alrededor del Señor. El Sabbat (sábado) era el último día de la semana: “el séptimo día” …Para los cristianos, “el primer día de la semana” es un día de fiesta y de adoración antes del trabajo que va continuar. El domingo cristiano inaugura e impregna los días que seguirán.

Cristo resucitado está presente entre nosotros: “cada vez que dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Él nos invita a escuchar su palabra, a compartir su vida, a retomar fuerzas antes de volver a “nuestra Galilea”, donde Él nos acompaña día a día: “He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,28).

Hoy, festejamos la más grande fiesta cristiana del año, la fiesta de Pascua. Cristo resucitado nos da la valentía para volver al interior de nuestras familias, a nuestro trabajo, para vivir la primavera de Dios.

En este primer día de la semana, en este día de la Resurrección del Señor,

Felices Pascuas para todos. “¡El Señor resucito, aleluya, aleluya!”



Para la revisión de vida:


1. Una vez que descubre el sepulcro vacío, María Magdalena da media vuelta y en medio de la urgencia, el narrador no toma tiempo para explicar lo que ella ha visto e inmediatamente María corre en otra dirección. Va a reunirse con los discípulos. Ella necesita de los otros para enfrentar esta nueva prueba: ¿es que yo soy como ella, plena del reflejo, del deseo de buscar el apoyo de los demás, o más bien me veo tentado a vivir mis pruebas solo?  ¿Ante las dificultades es que pienso en buscar mi comunidad, mi grupo que tiene la misma fe, la Iglesia? Señor en mis dificultades o pruebas, permíteme contar con los otros, concédeme estar presente para ellos, manifestarme, solidarizarme cuando ellos también me requieran.

2. El domingo de Pascua nos invita a regocijarnos al escuchar estas dos palabras referentes a San Juan, el discípulo amado por Jesús: "Él creyó". Él ve y cree. Hoy, nosotros sabemos lo que debemos creer:
la vida es más fuerte que la muerte, la historia no se termina aquí…Ella continúa todavía con las apariciones, localizadas y poco numerosas.
Ella continúa todavía con Jesús Resucitado que nos dice: "Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo".
La historia, en fin, continúa con la Iglesia alegre de su Pascua, que celebra la Vida y debe anunciarla… En el trabajo de todos esos hombres y mujeres comprometidos con la justicia y con la paz en el mundo entero…En la Eucaristía, en los Sacramentos…
No retengamos nuestro aliento para cantar hoy” Aleluya" y dejémonos proyectar al mundo como testigos de esta pequeña frase: "Él creyó".




ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN

Salvación, mañana nueva de la vida,
salvación, alegre mañana de Pascua,
porque Cristo se ha levantado de entre los muertos,
y nos ha hecho entrar a un mundo nuevo.

Sí, es cierto, nuestra vida continúa a la manera antigua,
y la vida se va, gastándose de estación en estación, de año en año, 
mes a mes, semana a semana,
las arterias se hacen más estrechas,
el corazón se agota,
las arrugas se cruzan.

Nuestros amores también se gastan al ritmo de nuestras renuncias.
El antiguo mundo sigue su camino como si se tratara de nada,
y nuestras esperanzas tienen a menudo un sabor de ceniza y de muerte.
Pero el sepulcro está vacío,
El que está vivo se ha ido,
es necesario acordarse de su promesa, 
hay otra estación entre las estaciones de la vida,
la quinta estación misteriosa, inefable...

Es otra semana que se espera.
Otro día ha despertado sobre otra creación.
Es tiempo de ir más lejos,
Oh Tú, el Resucitado, haznos entrar en tu VIDA.

Amén!




Referencias:



BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole, Novalis, Canada, 2007.

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