14 de abril del 2019: Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor (C)


“En tus manos encomiendo mi espíritu”
En la pasión y la muerte de Jesús, Dios nos revela su amor infinito. Este amor, se nos ofrece a nosotros hoy. La pasión no es un espectáculo; es un acontecimiento que nos interpela.



PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS (22, 14-23, 56)

C. Llegada la hora se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
+ He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.
C. Y tomando una copa, pronunció la acción gracias y dijo:
+ Tomad esto, repartidlo entre vosotros, porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.
C. Y tomando pan, dio gracias, lo partió y lo dio diciendo:
+ Este es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.
C. Después de cenar hizo lo mismo con la copa diciendo:
+ Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre que se derrama por vosotros.
Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del Hombre se va, según lo establecido; pero ¡ay de ése que lo entrega!
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía de ser tenido como el primero. Jesús les dijo:
+ Los reyes de las naciones las dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.
C. Y añadió:
+ Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.
C. Él le contestó:
S. Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.
C. Jesús le replicó:
+ Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.
C. Y dijo a todos:
+ Cuando os envié sin bolsa y sin alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?
C. Contestaron:
S. Nada.
C. Él añadió:
+ Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada, que venda su manto y se compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: “fue contado con los malhechores. Lo que se refiere a mí toca a su fin.
C. Ellos dijeron:
S. Señor, aquí hay dos espadas.
C. Él les contestó:
+ Basta.
C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron sus discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
+ Orad, para no caer en la tentación.
C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y arrodillado, oraba diciendo:
+ Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
C. Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como gotas de sangre, Y, levantándose de la oración, fue hasta sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
+ ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.
C. Todavía estaba hablando, cuando aparece la gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de los doce. Y se acercó a besar a Jesús, Jesús le dijo:
+ Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
S. Señor, ¿herimos con la espada?
C. Y uno de ellos hirió al criado del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino diciendo:
+ Dejadlo, basta.
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ ¿Habéis salido con espadas y palos como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó entre ellos. Al verlo una criada junto a la lumbre se le quedó mirando y les dijo:
S. También éste estaba con él.
C. Pero él lo negó diciendo:
S. No lo conozco, mujer.
C. Poco después lo vio otro y les dijo:
S. Tú también eres uno de ellos.
C. Pedro replicó:
S. Hombre, no lo soy.
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
S. Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.
C. Pedro contestó:
S. Hombre, no sé de qué hablas.
C. Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: “Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces”. Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes. Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S. Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?
C. Y proferían contra él otros muchos insultos.
Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
S. Si tú eres el Mesías, dínoslo.
C. Él les contestó:
+ Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto no me vais a responder. Desde ahora el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha de Dios Todopoderoso.
C. Dijeron todos:
S. Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?
C. Él les contestó:
+ Vosotros lo decís, yo lo soy.
C. Ellos dijeron:
S. ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
C. Se levantó toda la asamblea y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
Y se pusieron a acusarlo diciendo:
S. Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al Cesar, y diciendo que él es el Mesías Rey.
C. Pilato preguntó a Jesús:
S. ¿Eres tú el rey de los judíos?
C. Él le contestó:
+ Tú lo dices.
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. No encuentro ninguna culpa en este hombre.
C. Ellos insistían con más fuerza diciendo:
S. Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.
C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer un milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:
S. Me habéis traído a este hombre, alegando que alborotaba al pueblo; y resulta que yo le he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaban en masa diciendo:
S. ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.
C. (A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio). Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
S. ¡Crucifícale, crucifícale!
C. Él les dijo por tercera vez:
S. Pues ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Mientras lo conducía, echaron manos de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “desplomaos sobre nosotros” y a las colinas: “sepultadnos”; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Y cuando llegaron al lugar llamado “La Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:
+ Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
C. Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte.
El pueblo estaba mirando, las autoridades le hacían muecas diciendo:
S. A otros ha salvado, que se salve a sí mismo; si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
C. Se burlaban también de él los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
S. Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.
C. Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ Padre, a tus manos encomiendo tu espíritu.
C. Y dicho esto, expiró.
El centurión al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo:
S. Realmente, este hombre era justo.
C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.
Palabra del Señor


 A guisa de introducción:

Imitar las figuras luminosas

El Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor inaugura la «gran semana » del año litúrgico, la Semana Santa, en la cual la Iglesia conmemora los grandes eventos de nuestra salvación por nuestro Señor y salvador Jesucristo : su entrada solemne en Jerusalén, su pasión, su muerte y su resurrección, antes de estar sentado eternamente a la derecha del Padre.

El relato de la pasión que leemos por dos veces cada año: primero, el domingo de Ramos en el cual leemos el relato propio del evangelista correspondiente (este año corresponde Lucas) y por segunda vez el viernes santo, siempre la pasión según San Juan. La Pasión, nos cuenta aquello que ha sufrido Jesús hasta morir, dándose enteramente por amor cueste lo que le cueste. Jesús es traicionado por uno de sus más cercanos, por el apóstol Judas, uno de los 12. Bajo el poder de Satanás, dividido en sí mismo, intriga y hace un complot con los jefes religiosos para entregar a Jesús.

Última cena, arresto y falso proceso o juicio, muerte sobre la cruz y entierro en la tumba…Todo este relato es leído en las Iglesias en el momento de la Pascua.

El Evangelio de la pasión, según san Lucas que leemos este año, es proclamado para que la muerte redentora de Cristo sea el objeto principal de nuestra oración y de nuestra meditación, y renueve nuestra vida por la comunión con la victoria pascual de Cristo sobre el pecado y la muerte.

Jesús muere a causa de nuestros pecados y muere para redimirnos de nuestras faltas. Esto debe interrogarnos y remover nuestras conciencias y corazones; ya que cada vez que el miedo, el egoísmo, la indiferencia, el odio, la envidia o la avaricia nos enceguecen hasta despreciar los demás o no ver al hermano que sufre a nuestro lado, con estos gestos, es a Jesús que estamos crucificando todavía. Y en esto no estaremos siendo diferentes a Pilato que condena injustamente a Jesús, a Judas que lo traiciona, a Pedro que lo niega, a los discípulos que lo abandonan o todavía más no nos diferenciaremos de esa multitud ingrata que no se acuerda más de Aquel que les ha alimentado y curado de sus enfermedades, y prefieren un bandido antes que a ÉL.

Pero en el relato dramático y doloroso de la Pasión de Cristo aparecen también figuras luminosas, personajes que brillan como una luz en la oscuridad más negra y hacen soportable esos momentos de gran dolor: Simón de Cirene, las mujeres como María Magdalena, María, la madre de Santiago, José y Salomé, José de Arimatea y otros más. Imitemos su ejemplo para que, por nuestras palabras y nuestros actos, podamos ser luces de esperanza, de coraje y de esperanza en nuestro mundo.

Jesús enfrenta libremente su muerte por la obediencia a la Voluntad del padre y por la salvación de la humanidad. Esto por lo tanto no lo ha librado de la angustia de cara a la muerte. “Mi alma está triste a morir. Quédense acá y velen” (Marcos 14,34), les dice a los 3 discípulos que lo acompañaban en Getsemaní. Y después la suplicación al Padre: “ Abba…Padre, todo es posible para ti. Aleja de mí este cáliz. Sin embargo, que no sea lo que yo quiero, ¡sino lo que quieres tú!” (Marcos 14,36).

Así, Jesús nos enseña cómo hemos de comportarnos, de cara a la muerte, que cada uno de nosotros encontrará ineluctablemente en su camino; la muerte de aquellos y aquellas que nos son queridos y cercanos, pero también nuestra propia muerte, en última instancia.

Despojado de todo, Cristo se abandona enteramente entre las manos del Padre y se convierte en fuente de vida eterna para quien acoge su palabra y cree en Él. Acojamos con fervor la exhortación de Cristo a los discípulos en Getsemaní: “Velad y orad para no entrar en tentación”.



Aproximación psicológica del evangelio:

“Aquel que te golpee…”

A lo que se le ha llamado “enseñanza de Jesús” no tenía nada de académico. Por enseñanza, normalmente se entiende la transmisión de un contenido cognitivo de una persona a un grupo. Pero cuando Jesús habla, Él “saca de su tesoro lo nuevo y lo viejo” (Mateo 13,52), él toma tanto de su experiencia personal inmediata como de la tradición espiritual de la cual se alimenta.

Y resulta que cuando Jesús enseña, son sus convicciones profundas las que Él comparte, Él habla a sus auditores de aquello que le hace vivir. Esta realidad se encuentra puesta a la luz en los sucesos de su PASIÓN.

Jesús ya había invitado a responder al mal con amor: “Hagan el bien a quienes los odien” (Lucas 6,27). Él había abierto una pista desconcertante y misteriosa en el sentido de la no-violencia interpersonal: “A aquel que te golpee en una mejilla, preséntale también la otra” (Lucas 6,29). “Entonces ustedes serán hijos del Altísimo”, había dicho Él (Lucas 6,35).

Sin los sucesos de la Pasión, uno podría continuar preguntándose qué es lo que quería decir Jesús justamente, si Él pensaba verdaderamente lo que decía, si Él empleaba figuras de estilo aceptables en el marco de un sermón pero inutilizables en la vida cotidiana.

La actitud de Jesús durante la Pasión viene para responder con claridad a estas preguntas. Cuando Judas se acerca a Jesús y le da un beso, Marcos no menciona ninguna reacción de la parte de Jesús (Marcos 14,45), mientras que según Lucas, Jesús reacciona con un reproche: (“Judas con un beso entregas al Hijo del Hombre?” – Lucas 22,48), y que según Mateo, Jesús quiere pasar por esto rápidamente (“Lo que has de hacer hazlo pronto”  - Mateo 26,50).

Pero hay un comentador de este pasaje quien remarca que la verdadera respuesta de Jesús ha sido dicha momentos antes, cuando Jesús dijo, en el contexto de la última cena: “Este es mi cuerpo”.

A aquel que te golpee en tu deseo de solidaridad, de comunión, preséntale también tu cuerpo para que él también llegue a ese nivel.

He aquí la verdadera reacción de Jesús ante la traición, ahí está el consentimiento, la aceptación de su destino, he ahí la verdadera unión entre su enseñanza y su vida, entre lo que ha dicho y lo que ha hecho. He ahí la profundidad a la cual invita sus discípulos que quieren ir tras sus pasos.

Por su fidelidad a Dios, por el perdón a sus verdugos y el don de su vida en el amor, Jesús toma el camino que conduce hacia la Pascua. ¿Por qué no acompañarlo?

Después de la mañana de Pascua, el camino de la CRUZ se convierte en el camino de la vida, de la luz y de la liberación.

En Jesús resucitado, Dios nos asocia por bondad a su victoria sobre el mal y la muerte y nos ofrece una vida nueva.



REFLEXION CENTRAL:

“Jesús, acuérdate de mí”

Este Domingo de Ramos y de la Pasión es complejo.

A mí me gusta la bendición y la procesión de los ramos y ese recuerdo o souvenir que nos llevamos a la casa para el resto del año. Hay mucha gente que sólo ve en esto solo algo que aportará felicidad, una especie de amuleto para protegernos del peligro o de la mala suerte. En la religión, la magia nos amenaza siempre. Mismo en nuestra época que se dice racional y científica, el pensamiento mágico está siempre a flor de labios, latente, desde los horóscopos, la carta astral, el tarot, hasta los remedios –milagro.

Es bueno estar en la ceremonia de Ramos y aclamar como los discípulos lo han hecho en la entrada de Jesús a Jerusalén.

En este sentido, los Ramos nos dan la esperanza en este inicio de semana santa, porque sabemos que Aquel que va a morir, es ya, a pesar de todo el rey mesiánico tanto tiempo esperado. El llega entre la pobreza y la sencillez, pero inaugura una era o época nueva. Aportar un ramo a la casa, no es como llevar una herradura o pata de conejo, ni es una protección mágica. Sino que es más bien recordar que la Pasión de Jesús tiene un mensaje universal, que ella tiene que ver con toda la ciudad donde vivimos. No es una cosa que uno encierra entre una iglesia, entre un grupo de fieles poco numeroso y envejecidos, esto tiene que ver con el destino del mundo. Es en el mismo sentido que el viernes santo, habrán marchas de perdón o vía-crucis como llaman en otros lugares. Muchas personas desfilarán por las calles, no para acusar o señalar aquellos que permanecen en sus ocupaciones, sino para decirles que el amor de Dios les concierne y que él también les es ofrecido, para su salvación, para su felicidad o realización.

En este sentido, los Ramos son indisociables de la Pasión. Este mismo Domingo escuchamos la lectura de la Pasión y este año, la versión de San Lucas. Estos relatos son sobrios y breves. Lo que se dice allí es absolutamente terrible, es la muerte del justo. Pero esto es dicho con total sobriedad y pudor: nada de gritos, nada de lágrimas, nada de complacencia en la violencia, no hay sangre. Algo para retener y que es ejemplar ante el relato que nos propone las avalanchas de imágenes y de sensaciones de los medios de comunicación. La manía de VER TODO, DECIR TODO, que termina por destruir el misterio.

El relato de Lucas se parece mucho a los de Marcos, Mateo y Juan. Las diferencias no son muchas, pero las hay al menos. Yo quiero señalar dos, la una a propósito del relato sobre la Eucaristía y la otra sobre aquel relato del buen ladrón. Hay otros puntos igualmente propios al relato de Lucas, pero ello nos obligaría a análisis demasiado complejos y demasiado largos.

El relato cuenta que antes de morir, Jesús ha comido la Pascua con los suyos y que Él ha pronunciado la bendición sobre el pan y sobre el vino. Esto a nosotros nos parece conocido, porque es la Eucaristía que nos reúne cada domingo. De otro lado nosotros lo recordaremos el próximo jueves.

En su relato, Lucas reporta por la segunda vez en su evangelio una discusión entre los apóstoles. “Ellos se pusieron a discutir, sobre cuál en su opinión era el más grande  entre ellos “? (Lucas 22,24). Se asiste a una comida de adiós teñido de angustia y de tristeza, y todavía hay cuestiones de poder y privilegio. Entonces Jesús les recuerda lo primordial del servicio.  Ser el primero, es ponerse al servicio de los otros puesto que Jesús mismo ha dado ejemplo. Vean la Palabra de Jesús:
“el más importante entre ustedes debe portarse como si fuera el último, y el que manda, como si fuera el que sirve… ( )
 Y sin embargo yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lucas 22,26-27)

Es en el mismo espíritu que Juan cuenta el lavatorio de los pies como el símbolo por excelencia de la vida cristiana en el día a día. Nosotros evocaremos este gesto el jueves santo.

El segundo aspecto del relato de la pasión según San Lucas que yo quiero evocar es el pasaje que tiene que ver con los dos ladrones.

Mateo y Marcos cuentan que dos bandidos, culpables de delitos al derecho común, son crucificados con Jesús, uno a su izquierda y otro a su derecha. Era día de ejecución aquel día, y yo imagino que al ejecutar bandidos con Jesús se ligaba su muerte con un simple hecho de justicia. La dimensión religiosa y política de su muerte era entonces banalizada.

Cerca de la CRUZ de Jesús, el sarcasmo tiene el primer lugar. Los guardias le insultan (Lucas 22,63-65), Herodes lo trata con desprecio y lo reenvía a Pilatos con un manto color escarlata. El manto de púrpura era normalmente un manto real. Acá, es motivo de burla (Lucas 23,11). Al pie de la CRUZ, el pueblo se calla. Pero los soldados y los jefes se burlan de Jesús (Lucas 23,35-38). Uno de los ladrones le injuriaba de la misma manera:
“No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros contigo”

Finalmente, no queda sino el buen ladrón que va manifestar otra actitud. Él dice a su colega: “Tú no temes a Dios (…) para nosotros esto es justo, por lo que hemos hecho lo tenemos bien merecido. Pero Él, él no ha hecho nada malo” (Lucas 23,40-41).

“Jesús, acuérdate de mi
Cuando vengas para inaugurar tu Reino” (Lucas 23,42).

Hay en la CRUZ de Jesús algo profundamente revolucionario y desconcertante. Revolucionario porque uno se encuentra ante el sufrimiento y la muerte, peor todavía, ante el sufrimiento de un justo. La muerte y el sufrimiento son siempre un escándalo.

Desconcertante porque no sólo la CRUZ está ahí, sino porque es el camino que Dios ha elegido en Jesús para expresarnos su amor. Hay allí un misterio incomprensible. Dios no puede más que expresarnos su amor renunciando a su fuerza. A nosotros nos gustaría un Dios matamoros y triunfante, el Dios del orden, de la ley, de la fuerza, el Dios de los ejércitos, el de los tanques, de los aviones, de los misiles, de la bomba atómica si es necesario. Pero Dios solo es Dios cuando renuncia a su fuerza.

La CRUZ es erigida ante el mundo como el signo de la locura de Dios. Y cada uno de nosotros debe decidir si ser el ladrón bueno o el ladrón malo. Cada uno de nosotros conoce el dolor y el sufrimiento de acuerdo a los diferentes grados, seguro, pero cada quien conoce la fragilidad, el miedo, la enfermedad. Y todos conoceremos la muerte: a los 20, o a los 80, súbitamente o al final de una larga enfermedad, poco importa, la muerte es siempre la muerte. La muerte es siempre la CRUZ.

Lucas es el testigo de la misericordia. Ante la muerte de Jesús, uno de los dos bandidos se ha interrogado y ha mirado hacia Jesús como hacia el siervo sufriente, presencia de Dios.

“Acuérdate de mí cuando vengas a inaugurar tu Reino”  (otros traducen “cuando estés en tu Reino”).
La respuesta de Jesús es inmediata: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

El Dios del cual testimonia Jesús en el sufrimiento es ternura y misericordia. Es por esto que yo digo que la CRUZ es nuestro cruce (Carrefour). Ella está puesta en todas partes, en las iglesias, en algunos edificios. Ella está en todas partes y son tantas que nos las vemos más.

En la Semana Santa, LA CRUZ se levanta ante nosotros no como una decoración sino como un cruce (Carrefour) de discernimiento de nuestras vidas. A cada uno de nosotros le corresponde elegir.



OBJETIVO-VIDA PARA LA SEMANA:

¿De qué lado estoy yo? A veces yo estoy del lado de aquellos que hacen sufrir los otros por egoísmo, dureza e indiferencia. Durante la Semana Santa, me pondré del lado de una persona que se siente excluida y rechazada o del lado de alguien que sufre en silencio o que es juzgado injustamente. He aquí el camino más directo y más seguro que nos llevará a la Pascua.


ORACIÓN-MEDITACIÓN:

Señor, bajo la sombra de tu cruz
asistimos al drama de tu muerte
y nosotros percibimos mejor el impacto de nuestras decisiones.
A veces nos parecemos a Judas el traidor
quien hace pacto con la mentira
y se atreve a abrazarte, antes de entregarte al enemigo.
En ciertos momentos, nosotros somos como Pedro:
bravos y fogosos en palabras,
pero débiles y flojos ante la adversidad.
Quizás, ciertos días,
Somos como Simón de Cyrene
que comparte la carga de aquellos que penan
bajo el peso de las injusticias, de la precariedad o del frío.
Quizás, somos nosotros como José de Arimatea
-Hombre discreto, fiable y justo-
que vigila en oración, hasta que tu Reino esté aquí.
Seremos nosotros como esas mujeres, fieles hasta el fin,
que te consuelan y te rinden honores, porque ellas creen en Ti?

Que tu Pasión, Señor, ilumine nuestras conciencias
que ella impregne nuestro corazón y reavive nuestra fe.
Que los ramos que portaremos en las manos este día
sean más que un fuego de paja, que se incendia,
pero no dura largo tiempo…




REFERENCIAS:



HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.


BEAUCHAMP, André. Comprendre la parole Année C. 

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