14 de abril del 2019: Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor (C)
“En tus manos encomiendo mi espíritu”
En la pasión y la muerte de Jesús, Dios nos revela su amor infinito. Este
amor, se nos ofrece a nosotros hoy. La pasión no es un espectáculo; es un
acontecimiento que nos interpela.
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN LUCAS (22, 14-23, 56)
C. Llegada
la hora se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
+ He deseado
enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os
digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.
C. Y tomando
una copa, pronunció la acción gracias y dijo:
+ Tomad
esto, repartidlo entre vosotros, porque os digo que no beberé desde ahora del
fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.
C. Y tomando
pan, dio gracias, lo partió y lo dio diciendo:
+ Este es mi
cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.
C. Después
de cenar hizo lo mismo con la copa diciendo:
+ Esta copa
es la Nueva Alianza sellada con mi sangre que se derrama por vosotros.
Pero mirad:
la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del
Hombre se va, según lo establecido; pero ¡ay de ése que lo entrega!
C. Ellos
empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a
hacer eso. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía de
ser tenido como el primero. Jesús les dijo:
+ Los reyes
de las naciones las dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar
bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros
pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es
más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa?
Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Vosotros sois los que
habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me
lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os
sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.
C. Y añadió:
+ Simón,
Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he
pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza
a tus hermanos.
C. Él le
contestó:
S. Señor,
contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.
C. Jesús le
replicó:
+ Te digo,
Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.
C. Y dijo a
todos:
+ Cuando os
envié sin bolsa y sin alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?
C.
Contestaron:
S. Nada.
C. Él
añadió:
+ Pero
ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene
espada, que venda su manto y se compre una. Porque os aseguro que tiene que
cumplirse en mí lo que está escrito: “fue contado con los malhechores. Lo que
se refiere a mí toca a su fin.
C. Ellos
dijeron:
S. Señor,
aquí hay dos espadas.
C. Él les
contestó:
+ Basta.
C. Y salió
Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron sus
discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
+ Orad, para
no caer en la tentación.
C. Él se
arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y arrodillado, oraba
diciendo:
+ Padre, si
quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
C. Y se le
apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con
más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como gotas de sangre, Y,
levantándose de la oración, fue hasta sus discípulos, los encontró dormidos por
la pena, y les dijo:
+ ¿Por qué
dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.
C. Todavía
estaba hablando, cuando aparece la gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de
los doce. Y se acercó a besar a Jesús, Jesús le dijo:
+ Judas,
¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
C. Al darse
cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
S. Señor,
¿herimos con la espada?
C. Y uno de
ellos hirió al criado del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Jesús
intervino diciendo:
+ Dejadlo,
basta.
C. Y,
tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los
oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ ¿Habéis
salido con espadas y palos como a caza de un bandido? A diario estaba en el
templo con vosotros y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del
poder de las tinieblas.
C. Ellos lo
prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote.
Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se
sentaron alrededor y Pedro se sentó entre ellos. Al verlo una criada junto a la
lumbre se le quedó mirando y les dijo:
S. También
éste estaba con él.
C. Pero él
lo negó diciendo:
S. No lo
conozco, mujer.
C. Poco
después lo vio otro y les dijo:
S. Tú
también eres uno de ellos.
C. Pedro
replicó:
S. Hombre,
no lo soy.
C. Pasada
cosa de una hora, otro insistía:
S. Sin duda,
también éste estaba con él, porque es galileo.
C. Pedro
contestó:
S. Hombre,
no sé de qué hablas.
C. Y estaba
todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose le echó una
mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho:
“Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces”. Y, saliendo afuera,
lloró amargamente.
Y los
hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes. Y, tapándole la
cara, le preguntaban:
S. Haz de
profeta: ¿quién te ha pegado?
C. Y
proferían contra él otros muchos insultos.
Cuando se
hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas,
y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
S. Si tú
eres el Mesías, dínoslo.
C. Él les
contestó:
+ Si os lo
digo, no lo vais a creer; y si os pregunto no me vais a responder. Desde ahora
el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha de Dios Todopoderoso.
C. Dijeron
todos:
S. Entonces,
¿tú eres el Hijo de Dios?
C. Él les
contestó:
+ Vosotros
lo decís, yo lo soy.
C. Ellos
dijeron:
S. ¿Qué
necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
C. Se
levantó toda la asamblea y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
Y se
pusieron a acusarlo diciendo:
S. Hemos
comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se
paguen tributos al Cesar, y diciendo que él es el Mesías Rey.
C. Pilato
preguntó a Jesús:
S. ¿Eres tú
el rey de los judíos?
C. Él le
contestó:
+ Tú lo
dices.
C. Pilato
dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. No
encuentro ninguna culpa en este hombre.
C. Ellos
insistían con más fuerza diciendo:
S.
Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.
C. Pilato,
al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de
Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos
días.
Herodes, al
ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo,
porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer un milagro. Le hizo un
interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. Estaban allí
los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su
escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura
blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y
Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
Pilato,
convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:
S. Me habéis
traído a este hombre, alegando que alborotaba al pueblo; y resulta que yo le he
interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de
las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya
veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento
y lo soltaré.
C. Por la
fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaban en masa diciendo:
S. ¡Fuera
ése! Suéltanos a Barrabás.
C. (A éste
lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un
homicidio). Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a
Jesús. Pero ellos seguían gritando:
S.
¡Crucifícale, crucifícale!
C. Él les
dijo por tercera vez:
S. Pues ¿qué
mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte.
Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Ellos se
le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el
griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían
(al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo
entregó a su arbitrio.
Mientras lo
conducía, echaron manos de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo y le
cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío
del pueblo y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús
se volvió hacia ellas y les dijo:
+ Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque
mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres
que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a
decirles a los montes: “desplomaos sobre nosotros” y a las colinas:
“sepultadnos”; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?
C. Conducían
también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Y cuando
llegaron al lugar llamado “La Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:
+ Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen.
C. Y se
repartieron sus ropas echándolas a suerte.
El pueblo
estaba mirando, las autoridades le hacían muecas diciendo:
S. A otros
ha salvado, que se salve a sí mismo; si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
C. Se
burlaban también de él los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
S. Si eres
tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
C. Había
encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ESTE ES EL REY DE LOS
JUDIOS.
C. Era ya
eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media
tarde, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y
Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ Padre, a
tus manos encomiendo tu espíritu.
C. Y dicho
esto, expiró.
El centurión
al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo:
S.
Realmente, este hombre era justo.
C. Toda la
muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que
ocurría, se volvían dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a
distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que
estaban mirando.
Un hombre
llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a
favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que
aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y
bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la
roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Preparación y
rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron
detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta
prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al
mandamiento.
Palabra
del Señor
A guisa de
introducción:
Imitar las figuras luminosas
El Domingo de Ramos y de la Pasión
del Señor inaugura la «gran semana » del año litúrgico, la Semana Santa,
en la cual la Iglesia conmemora los grandes eventos de nuestra salvación por
nuestro Señor y salvador Jesucristo : su
entrada solemne en Jerusalén, su pasión, su muerte y su resurrección, antes de
estar sentado eternamente a la derecha del Padre.
El relato de la pasión que leemos por dos
veces cada año: primero, el domingo de Ramos en el cual leemos el relato propio
del evangelista correspondiente (este año corresponde Lucas) y por segunda vez
el viernes santo, siempre la pasión según San Juan. La Pasión, nos cuenta
aquello que ha sufrido Jesús hasta morir, dándose enteramente por amor cueste
lo que le cueste. Jesús es traicionado por uno de sus más cercanos, por el apóstol
Judas, uno de los 12. Bajo el poder de Satanás, dividido en sí mismo, intriga y
hace un complot con los jefes religiosos para entregar a Jesús.
Última cena, arresto y falso proceso o
juicio, muerte sobre la cruz y entierro en la tumba…Todo este relato es leído en
las Iglesias en el momento de la Pascua.
El Evangelio de la pasión, según san Lucas
que leemos este año, es proclamado para que la muerte redentora de Cristo sea
el objeto principal de nuestra oración y de nuestra meditación, y renueve
nuestra vida por la comunión con la victoria pascual de Cristo sobre el pecado
y la muerte.
Jesús muere a causa de nuestros pecados y
muere para redimirnos de nuestras faltas. Esto debe interrogarnos y remover
nuestras conciencias y corazones; ya que cada vez que el miedo, el egoísmo, la
indiferencia, el odio, la envidia o la avaricia nos enceguecen hasta despreciar
los demás o no ver al hermano que sufre a nuestro lado, con estos gestos, es a Jesús
que estamos crucificando todavía. Y en esto no estaremos siendo diferentes a
Pilato que condena injustamente a Jesús, a Judas que lo traiciona, a Pedro que
lo niega, a los discípulos que lo abandonan o todavía más no nos diferenciaremos
de esa multitud ingrata que no se acuerda más de Aquel que les ha alimentado y
curado de sus enfermedades, y prefieren un bandido antes que a ÉL.
Pero en el relato dramático y doloroso de
la Pasión de Cristo aparecen también figuras luminosas, personajes que brillan como
una luz en la oscuridad más negra y hacen soportable esos momentos de gran
dolor: Simón de Cirene, las mujeres como María Magdalena, María, la madre de Santiago,
José y Salomé, José de Arimatea y otros más. Imitemos su ejemplo para que, por
nuestras palabras y nuestros actos, podamos ser luces de esperanza, de coraje y
de esperanza en nuestro mundo.
Jesús enfrenta libremente su muerte por la
obediencia a la Voluntad del padre y por la salvación de la humanidad. Esto por
lo tanto no lo ha librado de la angustia de cara a la muerte. “Mi alma está triste a morir. Quédense acá y
velen” (Marcos 14,34), les dice a los 3 discípulos que lo acompañaban en Getsemaní.
Y después la suplicación al Padre: “ Abba…Padre,
todo es posible para ti. Aleja de mí este cáliz. Sin embargo, que no sea lo que
yo quiero, ¡sino lo que quieres tú!” (Marcos 14,36).
Así, Jesús nos enseña cómo hemos de
comportarnos, de cara a la muerte, que cada uno de nosotros encontrará
ineluctablemente en su camino; la muerte de aquellos y aquellas que nos son queridos
y cercanos, pero también nuestra propia muerte, en última instancia.
Despojado de todo, Cristo se abandona enteramente
entre las manos del Padre y se convierte en fuente de vida eterna para quien
acoge su palabra y cree en Él. Acojamos con fervor la exhortación de Cristo a
los discípulos en Getsemaní: “Velad y
orad para no entrar en tentación”.
Aproximación
psicológica del evangelio:
“Aquel que te
golpee…”
A lo que se le ha llamado “enseñanza de Jesús” no tenía nada de
académico. Por enseñanza, normalmente se entiende la transmisión de un
contenido cognitivo de una persona a un grupo. Pero cuando Jesús habla, Él “saca
de su tesoro lo nuevo y lo viejo” (Mateo 13,52), él toma tanto de su
experiencia personal inmediata como de la tradición espiritual de la cual se
alimenta.
Y resulta que cuando Jesús enseña, son sus convicciones profundas las que Él
comparte, Él habla a sus auditores de aquello que le hace vivir. Esta realidad
se encuentra puesta a la luz en los sucesos de su PASIÓN.
Jesús ya había invitado a responder al mal con amor: “Hagan el
bien a quienes los odien” (Lucas 6,27). Él había abierto una pista desconcertante y
misteriosa en el sentido de la no-violencia interpersonal: “A aquel que te
golpee en una mejilla, preséntale también la otra” (Lucas 6,29). “Entonces
ustedes serán hijos del Altísimo”, había dicho Él (Lucas 6,35).
Sin los sucesos de la Pasión, uno podría continuar preguntándose qué es
lo que quería decir Jesús justamente, si Él pensaba verdaderamente lo que
decía, si Él empleaba figuras de estilo aceptables en el marco de un sermón
pero inutilizables en la vida cotidiana.
La actitud de Jesús durante la Pasión viene para responder con claridad a
estas preguntas. Cuando Judas se acerca a Jesús y le da un beso, Marcos no
menciona ninguna reacción de la parte de Jesús (Marcos 14,45), mientras que
según Lucas, Jesús reacciona con un reproche: (“Judas con un beso
entregas al Hijo del Hombre?” – Lucas 22,48), y que según Mateo, Jesús
quiere pasar por esto rápidamente (“Lo que has de hacer hazlo
pronto” - Mateo 26,50).
Pero hay un comentador de este pasaje quien remarca que la verdadera
respuesta de Jesús ha sido dicha momentos antes, cuando Jesús dijo, en el
contexto de la última cena: “Este es mi cuerpo”.
A aquel que te golpee en tu deseo de solidaridad, de comunión, preséntale
también tu cuerpo para que él también llegue a ese nivel.
He aquí la verdadera reacción de Jesús ante la traición, ahí está el
consentimiento, la aceptación de su destino, he ahí la verdadera unión entre su
enseñanza y su vida, entre lo que ha dicho y lo que ha hecho. He ahí la
profundidad a la cual invita sus discípulos que quieren ir tras sus pasos.
Por su fidelidad a Dios, por el perdón a sus verdugos y el don de su vida
en el amor, Jesús toma el camino que conduce hacia la Pascua. ¿Por qué no
acompañarlo?
Después de la mañana de Pascua, el camino de la CRUZ se convierte en el
camino de la vida, de la luz y de la liberación.
En Jesús resucitado, Dios nos asocia por bondad a su victoria sobre el
mal y la muerte y nos ofrece una vida nueva.
REFLEXION
CENTRAL:
“Jesús,
acuérdate de mí”
Este Domingo de Ramos y de la Pasión es complejo.
A mí me gusta la bendición y la procesión de los ramos y ese recuerdo o
souvenir que nos llevamos a la casa para el resto del año. Hay mucha gente que
sólo ve en esto solo algo que aportará felicidad, una especie de amuleto para
protegernos del peligro o de la mala suerte. En la religión, la magia nos
amenaza siempre. Mismo en nuestra época que se dice racional y científica, el
pensamiento mágico está siempre a flor de labios, latente, desde los
horóscopos, la carta astral, el tarot, hasta los remedios –milagro.
Es bueno estar en la ceremonia de Ramos y aclamar como los discípulos lo
han hecho en la entrada de Jesús a Jerusalén.
En este sentido, los Ramos nos dan la esperanza en este inicio de semana
santa, porque sabemos que Aquel que va a morir, es ya, a pesar de todo el rey
mesiánico tanto tiempo esperado. El llega entre la pobreza y la sencillez, pero
inaugura una era o época nueva. Aportar un ramo a la casa, no es como llevar
una herradura o pata de conejo, ni es una protección mágica. Sino que es más
bien recordar que la Pasión de Jesús tiene un mensaje universal, que ella tiene
que ver con toda la ciudad donde vivimos. No es una cosa que uno encierra entre
una iglesia, entre un grupo de fieles poco numeroso y envejecidos, esto tiene
que ver con el destino del mundo. Es en el mismo sentido que el viernes
santo, habrán marchas de perdón o vía-crucis como llaman en otros lugares.
Muchas personas desfilarán por las calles, no para acusar o señalar aquellos
que permanecen en sus ocupaciones, sino para decirles que el amor de Dios les
concierne y que él también les es ofrecido, para su salvación, para su
felicidad o realización.
En este sentido, los Ramos son indisociables de la Pasión. Este mismo
Domingo escuchamos la lectura de la Pasión y este año, la versión de San Lucas.
Estos relatos son sobrios y breves. Lo que se dice allí es absolutamente
terrible, es la muerte del justo. Pero esto es dicho con total sobriedad y
pudor: nada de gritos, nada de lágrimas, nada de complacencia en la violencia,
no hay sangre. Algo para retener y que es ejemplar ante el
relato que nos propone las avalanchas de imágenes y de sensaciones de los medios
de comunicación. La manía de VER TODO, DECIR TODO, que termina por destruir el
misterio.
El relato de Lucas se parece mucho a los de Marcos, Mateo y Juan. Las
diferencias no son muchas, pero las hay al menos. Yo quiero señalar dos, la una
a propósito del relato sobre la Eucaristía y la otra sobre aquel relato del buen
ladrón. Hay otros puntos igualmente propios al relato de Lucas, pero ello nos
obligaría a análisis demasiado complejos y demasiado largos.
El relato cuenta que antes de morir, Jesús ha comido la Pascua con los
suyos y que Él ha pronunciado la bendición sobre el pan y sobre el vino. Esto a
nosotros nos parece conocido, porque es la Eucaristía que nos reúne cada
domingo. De otro lado nosotros lo recordaremos el próximo jueves.
En su relato, Lucas reporta por la segunda vez en su evangelio una
discusión entre los apóstoles. “Ellos se pusieron a discutir, sobre
cuál en su opinión era el más grande entre ellos “? (Lucas
22,24). Se asiste a una comida de adiós teñido de angustia y de tristeza, y
todavía hay cuestiones de poder y privilegio. Entonces Jesús les recuerda lo
primordial del servicio. Ser el primero, es ponerse al servicio de los
otros puesto que Jesús mismo ha dado ejemplo. Vean la Palabra de Jesús:
“el más importante entre ustedes debe portarse como si fuera el último, y
el que manda, como si fuera el que sirve… ( )
Y sin embargo yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lucas 22,26-27)
Es en el mismo espíritu que Juan cuenta el lavatorio de los pies como el símbolo por excelencia de la vida cristiana en el día a día. Nosotros evocaremos este gesto el jueves santo.
El segundo aspecto del relato de la pasión según San Lucas que yo quiero
evocar es el pasaje que tiene que ver con los dos ladrones.
Mateo y Marcos cuentan que dos bandidos, culpables de delitos al derecho
común, son crucificados con Jesús, uno a su izquierda y otro a su derecha. Era
día de ejecución aquel día, y yo imagino que al ejecutar bandidos con Jesús se
ligaba su muerte con un simple hecho de justicia. La dimensión religiosa y
política de su muerte era entonces banalizada.
Cerca de la CRUZ de Jesús, el sarcasmo tiene el primer lugar. Los
guardias le insultan (Lucas 22,63-65), Herodes lo trata con desprecio y lo
reenvía a Pilatos con un manto color escarlata. El manto de púrpura era
normalmente un manto real. Acá, es motivo de burla (Lucas 23,11). Al pie de la
CRUZ, el pueblo se calla. Pero los soldados y los jefes se burlan de Jesús
(Lucas 23,35-38). Uno de los ladrones le injuriaba de la misma manera:
“No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros contigo”
Finalmente, no queda sino el buen ladrón que va manifestar otra actitud.
Él dice a su colega: “Tú no temes a Dios (…) para nosotros esto es
justo, por lo que hemos hecho lo tenemos bien merecido. Pero Él, él no ha hecho
nada malo” (Lucas 23,40-41).
“Jesús, acuérdate de mi
Cuando vengas para inaugurar tu Reino” (Lucas 23,42).
Hay en la CRUZ de Jesús algo profundamente revolucionario y
desconcertante. Revolucionario porque uno se encuentra ante el sufrimiento y la
muerte, peor todavía, ante el sufrimiento de un justo. La muerte y el
sufrimiento son siempre un escándalo.
Desconcertante porque no sólo la CRUZ está ahí, sino porque es el camino
que Dios ha elegido en Jesús para expresarnos su amor. Hay allí un misterio
incomprensible. Dios no puede más que expresarnos su amor renunciando a su
fuerza. A nosotros nos gustaría un Dios matamoros y triunfante, el Dios del
orden, de la ley, de la fuerza, el Dios de los ejércitos, el de los tanques, de
los aviones, de los misiles, de la bomba atómica si es necesario. Pero Dios
solo es Dios cuando renuncia a su fuerza.
La CRUZ es erigida ante el mundo como el signo de la locura de Dios. Y
cada uno de nosotros debe decidir si ser el ladrón bueno o el ladrón malo. Cada
uno de nosotros conoce el dolor y el sufrimiento de acuerdo a los diferentes
grados, seguro, pero cada quien conoce la fragilidad, el miedo, la enfermedad.
Y todos conoceremos la muerte: a los 20, o a los 80, súbitamente o al final de
una larga enfermedad, poco importa, la muerte es siempre la muerte. La muerte
es siempre la CRUZ.
Lucas es el testigo de la misericordia. Ante la muerte de Jesús, uno de
los dos bandidos se ha interrogado y ha mirado hacia Jesús como hacia el siervo
sufriente, presencia de Dios.
“Acuérdate de mí cuando vengas a inaugurar tu Reino” (otros traducen “cuando estés en tu Reino”).
La respuesta de Jesús es inmediata: “Hoy estarás conmigo en el
Paraíso”.
El Dios del cual testimonia Jesús en el sufrimiento es ternura y
misericordia. Es por esto que yo digo que la CRUZ es nuestro cruce (Carrefour).
Ella está puesta en todas partes, en las iglesias, en algunos edificios. Ella
está en todas partes y son tantas que nos las vemos más.
En la Semana Santa, LA CRUZ se levanta ante nosotros no como una
decoración sino como un cruce (Carrefour) de discernimiento de nuestras vidas.
A cada uno de nosotros le corresponde elegir.
OBJETIVO-VIDA
PARA LA SEMANA:
¿De qué lado estoy yo? A veces yo estoy del lado de aquellos que hacen
sufrir los otros por egoísmo, dureza e indiferencia. Durante la Semana Santa,
me pondré del lado de una persona que se siente excluida y rechazada o del lado
de alguien que sufre en silencio o que es juzgado injustamente. He aquí el
camino más directo y más seguro que nos llevará a la Pascua.
ORACIÓN-MEDITACIÓN:
Señor, bajo la sombra de tu cruz
asistimos al drama de tu muerte
y nosotros percibimos mejor el impacto de nuestras decisiones.
A veces nos parecemos a Judas el traidor
quien hace pacto con la mentira
y se atreve a abrazarte, antes de entregarte al enemigo.
En ciertos momentos, nosotros somos como Pedro:
bravos y fogosos en palabras,
pero débiles y flojos ante la adversidad.
Quizás, ciertos días,
Somos como Simón de Cyrene
que comparte la carga de aquellos que penan
bajo el peso de las injusticias, de la precariedad o del frío.
Quizás, somos nosotros como José de Arimatea
-Hombre discreto, fiable y justo-
que vigila en oración, hasta que tu Reino esté aquí.
Seremos nosotros como esas mujeres, fieles hasta el fin,
que te consuelan y te rinden honores, porque ellas creen en Ti?
Que tu Pasión, Señor, ilumine nuestras conciencias
que ella impregne nuestro corazón y reavive nuestra fe.
Que los ramos que portaremos en las manos este día
sean más que un fuego de paja, que se incendia,
pero no dura largo tiempo…
REFERENCIAS:
HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
BEAUCHAMP, André.
Comprendre la parole Année C.
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