24 de septiembre del 2023: 25o Domingo del Tiempo Ordinario (A)
"La bondad del Señor es para todos"
A toda hora del día y hasta la última, Dios nos elige con el mismo
entusiasmo y sin arrepentimiento. No busquemos tanto a comprender como a acoger
su generosidad.
El Señor nos elige y reconoce nuestro esfuerzo por servirle. Tomémonos
un tiempo para acogerle mientras le damos gracias.
Las lecturas de hoy pueden parecer desconcertantes. En efecto, ellas
describen a Dios como aquel que no calcula según nuestros criterios. Para Él,
los últimos llegan a ser primeros. Esta es la Buena Noticia que se nos invita a
acoger este domingo.
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (55,
6-9):
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor–. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes.
Palabra de Dios
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor–. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 144
R/. Cerca está el Señor de los que lo invocan
Día tras día, te bendeciré, Dios mío
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor y merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.
R/. Cerca está el Señor de los que lo invocan
Día tras día, te bendeciré, Dios mío
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor y merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Filipenses (1,20c-24.27a):
Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.
Palabra de Dios
Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.
Palabra de Dios
Lectura del Santo Evangelio Según San
Mateo (20,1-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del Señor
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A guisa de introducción:
Justicia para todos según las
necesidades de cada uno
1. Sobre la
Tierra, todas las personas tienen derecho
a vivir!
Con el
derecho a la vida, vienen el derecho de trabajar y el derecho a ganar un
salario suficiente para las necesidades de las personas y de las familias.
Sobre la
tierra, todos los países tienen el derecho a desarrollarse de acuerdo a sus
recursos, sin ser explotados por los países más ricos.
La regla de
los compañeros de Emaús, miembros de la comunidad de Emaús, de origen francés, una
asociación de mutua ayuda, tienen el siguiente lema que nos muestra un
equilibrio:
"Dedícate sin tardar no solamente a aliviar el sufrimiento humano, sino
también a destruir las causas de ese sufrimiento". "Dedícate no
solamente a destruir sus causas, sino también, dedícate
sin tardar a aliviar el sufrimiento".
2. Justicia
para todos, si…pero de acuerdo a las necesidades de cada uno!
"Los
niños o los hijos se quejan como los obreros de la parábola de Jesús; ellos
gritan con facilidad ante la injusticia, se muestran muy categóricos, ellos
quieren una justa repartición, de acuerdo al trabajo hecho. Y por tanto, uno
sería injusto si le diera a cada uno la misma cosa; algunos tienen necesidad de
seguridad y de firmeza, otros de risas y de ánimo.
Jesús ofrece
una ayuda apropiada a cada uno según sus necesidades …como las necesidades son
diferentes, así su ayuda también lo es.
En los
comienzos de la vida, nosotros no somos todos iguales y Jesús lo ha comprendido
bien. El detenido o reo que pasa de un hogar de alimentación a otro puede
difícilmente arribar al mismo equilibrio que aquel que ha conocido el calor y la estabilidad de un
hogar familiar.
La justicia
de Dios se hace cercana ya que ella se ajusta a nuestras necesidades
personales; le puede uno reprochar parecido don, parecida generosidad de corazón?
El Reino de
Dios es ofrecido a todos:
La armonía
llegará cuando los primeros y los últimos se unirán, se confundirán como un
círculo, símbolo de unidad.
3. Dios da
una oportunidad, un chance a todos; Él se muestra generoso con todos los que
vienen a Él, mismo tardíamente…tarde.
En la balanza
de Dios: el peso de su amor dice "yo tengo corazón- y está de acuerdo con lo que decía el sabio
francés Blas Pascal: "el corazón tiene sus razones que la razón no entiende".
Comparemos todo esto con la parábola del Hijo Pródigo o del padre acogedor, con el buen ladrón en la cruz, con la oveja perdida y
encontrada, Zaqueo: todos fragmentos del Evangelio de Lucas.
Dios da y al
dar a los demás no me quita nada. Por qué estar celoso? Uno debería alegrarse
por la bondad de Dios. El Talmud judío dice: "un pagano que se vuelve a
Dios es más grande que el Gran sacerdote del santuario". Una cosa que
aplica bien Jesús: los "gentiles
paganos que se convierten tienen tanto derecho al Reino como los judíos
primeros creyentes"…La salvación no es algo debido, es un don. Es bien
indirectamente un llamado a utilizar el don de Dios y a hacerlo valer para el
Reino (parábola de los talentos; parábola de las vírgenes; parábola de los
invitados al banquete).
4. Todos
deseamos que Dios sea mejor (más bueno) y lo mismo justo con nosotros. No
siempre queremos que así como es con nosotros, lo sea con los demás. A veces, tenemos la
impresión que hacemos demasiado esfuerzo en relación con algunos que van a
heredar el mismo Reino. Nosotros no tenemos por qué arreglar los problemas de los
otros. Dejemos a Dios arreglárselas con la vida de cada uno.
Aproximación psicológica al texto del Evangelio:
Del código del trabajo
al amor…
La certeza de una recompensa divina asociada a las buenas
obras del ser humano, era el dogma (creencia) número uno en la mentalidad
(pensamiento) judía (o).
El mismo Jesús continuaba hablando de recompensa, pero si
miramos de cerca, Él da un golpe de gracia a este dogma que se refiere al
derecho que tiene el hombre de adquirir a Dios, a causa de sus
buenas obras.
Un siervo no tiene ningún derecho sobre su patrón. Es por
ello que Jesús acá, decide más bien hablar de obreros, los cuales están
protegidos por un acuerdo contractual preciso con su empleador: “el patrón
conviene (se pone de acuerdo) con los obreros en la paga de una moneda
(denario o pieza) por jornada” (v.2).
Era la mentalidad típica de la época de cara a la retribución
divina de las buenas obras: yo hago esto y aquello por ti, y después de mi
vida (mi muerte acá), tú me das el cielo. Era en otras palabras, el código del
trabajo referido (reportado) en la espiritualidad: Dios que deja de ser Él y al
que se descubre en la alegría, para convertirse en el patrón lejano para quien
se trabaja duro con la única esperanza de un retiro (pensión, jubilación)
confortable.
Pero Jesús combate con encono, y a grandes pasos se
abre camino dentro de esta mentalidad burguesa. El Dios de Jesús se desentiende
plenamente de una dinámica mercantil, y está libre por completo de un
acuerdo contractual con el hombre.
Dios tiene reservas inextinguibles (inagotables) de ternura y
de bondad, y Él quiere llevar a su máximo rendimiento a todo hombre, “los malos, los
buenos, los justos y los injustos” (Mt 5,45).
Su única exigencia: que uno no tenga envidia ( “el ojo
malo”, según las traducciones francesas) (v.15), que uno supere esta
envidia absurda que me conduce a dejar de ser feliz si descubro que el
vecino tiene tanto (parecido o igual) a mí.
Desde luego que Dios no se presenta acá como un comerciante
que distribuye bombones a la hora de la comida y de acuerdo a la moneda que el
hombre deposite sobre el mostrador. Él es el Padre libre tanto del
protocolo como de la propiedad privada, y que acoge en su mesa todos aquellos
que se presentan para el festín.
Como Dios, los justos que son presentados en la profecía del
juicio final han superado completamente la idea del mérito. Mismo ellos no
sabían que iban a ser recompensados. Ellos actuaban por convicción, no por
cálculo (Mt 25,31-46).
En contraste, aquellos que Dios quiere tener lejos de Él, son quienes habrían hecho mejor las cosas, si ellos hubieran sabido; sin
embargo, entonces ellos habrían actuado no por
convicción sino por la recompensa sentida en los extremos de los dedos y
sin que el corazón esté presente.
La profecía del juicio final y la parábola de los obreros
tienen en común un punto. Es necesario vivir por convicción y no por
cálculo, y dejar surgir (aflorar) la bondad de Dios como ella quiera,
admitiendo a la larga que el amor siempre tiene la razón.
Reflexión Central
1
No un código de
relaciones de trabajo
Primero que todo, es útil señalar que esta
parábola del evangelio no habla de las relaciones que deben existir entre los
hombres, sino más bien de la relación que Dios tiene con nosotros.
Al narrarla, con certeza, hemos de precisar que
Jesús no tenía la intención de presentarnos el retrato de un patrón
ideal, ni tampoco pretendía proponer un nuevo código de relaciones de trabajo
viable (0 válido) para su época y para las épocas venideras.
Nos equivocaríamos mucho si quisiéramos aplicar en nuestras
sociedades la manera de comportarse del patrón que la parábola pone en escena.
Sería del todo y simplemente inaceptable. En los contratos que los hombres
establecen entre ellos, todo debe reposar sobre la justicia, y sobre una
justicia estrictamente aplicada.
En el dominio de las relaciones laborales, en particular, el
paternalismo, lo arbitrario y saltarse los derechos no tienen lugar.
Se entiende que los obreros de la primera hora hayan
“gruñido” contra aquel que les había empleado. Podríamos imaginarnos el
descontento de los trabajadores de hoy que hubieran sido tratados así. Pero no
insistamos ya que la intención de la parábola es ilustrarnos sobre la manera
como Dios, al final de los tiempos, se comportará con aquellos que se encontrarán
frente a Él.
DIOS ES BUENO
La primer
enseñanza a retener es que Dios no actuará como nosotros estamos inclinados a
hacerlo. Para recompensar a los suyos, Dios no se ceñirá a nuestros criterios
de justicia. Dios se mostrará igualmente generoso con todos aquellos que habrán trabajado
por Él, y que habrán creído y esperado en Él. Poco importa si ellos habrán
trabajado después de mucho tiempo o después de algunos instantes; no le
interesa a Dios si ellos habrán sido creyentes desde su nacimiento o
habrán creído en los últimos momentos de su vida. El salario será igual
para todos.
Esta actitud, en verdad no puede sorprender sino a
aquellos que no saben quién es Dios. Si Él es amor, como dice San Juan, queda
claro que Dios está animado por el amor, dejándose guiar por las leyes del
amor. Ahora, el verdadero amor sabe darse sin reticencia y es igual para todos.
También es parte de la naturaleza de Dios trascender la justicia sin dejar (o
despreciar) a nadie.
Muchos padres de familia experimentan a lo largo de su vida
esta capacidad que tiene el verdadero amor de darse y manifestarse
independientemente de los méritos (del hijo) de aquel a quien se dirige. Ellos
saben amar, el hijo difícil (la oveja negra) como al retoño dócil, acoger el
hijo prodigo con los brazos abiertos sin descuidar (ni privar) ni dejar
de brindar el amor ni lo necesario a los hijos que constantemente se
muestran fieles y amorosos.
Si, Dios es así. Él es Padre. Cuando da, no se deja guiar sino por la espontaneidad y la
generosidad de su amor. Basta con que alguien, en cualquier momento que sea, se
vuelva sinceramente
hacia Él, para que le ofrezca todo lo que Él es y todo lo que Él
tiene.
El amor de Dios es siempre un amor sin reticencias.
DIOS NO ES INJUSTO
Al actuar de este modo, Dios es injusto? Es difícil
pretenderlo por dos razones.
Hemos evocado la primera razón diciendo que actuar según los
criterios del amor y de la misericordia no es actuar con injusticia sino que es
ir más allá de la justicia.
En realidad es comportarse teniendo en cuenta las situaciones
particulares como nunca sabría hacerlo la simple y estricta justicia. Dicho de
otro modo y como nos lo hacía ver el evangelio del domingo pasado superando la
legalidad para llegar a la legitimidad.
Si Dios se permite de dar a todos una recompensa similar
cuando algunos parecerían merecer mucho más y otros menos , es porque Él juzga
con su corazón viendo el fondo de los corazones. Es porque su corazón , como el
nuestro , “tiene sus razones que la razón no entiende”, según el decir de Blas
Pascal. No hay ninguna injusticia acá.
La segunda razón que nos impide decir que Dios es injusto, es
porque no existe ningún contrato incontestable entre Él y el ser humano.
En efecto, nadie puede presentarse ante Dios y exigir no importa qué. Nadie
puede pretender tener el mérito de ser salvado (salvo) y amado. En este
dominio, todo es don (regalo) y don gratuito. La igualdad de las recompensas de
la cual habla la parábola, evoca la alegría plena que colmará a todos los
creyentes. Tanto para los trabajadores de la última hora como de la primera
hora la alegría será desbordante.
Nadie tendrá que quejarse por lo que su vecino ha recibido,
porque nadie habrá merecido nada y porque todos tendrán más de lo que ellos
podían esperar.
ALEGRARSE DE LA BONDAD
DE DIOS
En la parábola, los obreros de la primera hora se consideran
tratados injustamente y le reclaman a su patrón. La respuesta que se les da es
desconcertante: “¿vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Esta
respuesta nos invita en todo momento a cuestionarnos si somos capaces de maravillarnos
de la inmensa bondad de Dios.
No tengamos por hecho (ganado, adquirido) que estamos
salvados. Extremadamente sensibles de la justicia, cuidadosos o delicados con
respecto a nuestros derechos, conscientes de los esfuerzos que hacemos por
vivir de acuerdo al evangelio, no es seguro que estemos siempre
dispuestos a dar gracias a Dios que es bueno. Pensemos en las personas
que nos han herido profundamente, pensemos en nuestros sufrimientos y
desgracias que consideramos a menudo en referencia con los de los demás.
No se nos ha ocurrido decir a propósito de esto: “yo espero
que un día se hará justicia” se hará justicia sin duda en el Reino. Pero el
Reino será también reino de perdón y de amor. Es por esto, primero que todo,
que Dios quiere que nos alegremos. Si se nos dificulta hacerlo, es porque
quizás creemos tener derechos ante Dios? Luego, no tenemos derecho.
DEJAR HABLAR Y ACTUAR
AL CORAZÓN
Es claro que las relaciones humanas deben ante todo basarse
en la justicia. Nada más verdadero sí… pero también es necesario
preguntarnos si la aplicación de la justicia es suficiente para que los
hombres sean felices.
Es cierto que sin justicia la felicidad es imposible. Pero
faltaría decir que sin amor y sin misericordia, la felicidad que podríamos
esperar no puede ser que de corta duración.
Lograremos humanizar verdadera y profundamente la tierra,
lograremos hacerle cantar y bailar si nos preocupamos nada más que por la
justicia? No será necesario y urgente que más allá de la justicia,
instauremos por todo lado espacios de bondad, de perdón y de generosidad
accesibles para todos? ¿Si es indispensable que trabajemos para que la
justicia exista entre los hombres y las naciones, no es de igual modo
necesario que en ciertos días al menos-y lo más a menudo posible- dejemos
hablar y actuar nuestro corazón? Qué mundo estamos construyendo?
2
VAYAN TAMBIÉN USTEDES A
MI VIÑA
Durante 3 domingos consecutivos, escucharemos tres parábolas
de Jesús sobre la viña. Cristo nos propone hoy la de los trabajadores
contratados en distintas horas de la jornada (también llamada de “los
viñadores de la última hora”); el próximo domingo tendremos la de los dos hijos
a quien el Padre les pide ir a trabajar a su viña y el domingo siguiente, la
parábola de los obreros que quieren apoderarse de la viña.
La PARABOLA DE hoy comienza muy temprano en la mañana, en la
plaza pública de un pueblo. Se trata de una escena que se ve muy a menudo hoy
en ciertos pueblos y ciudades del planeta. Los “jornaleros” están ahí,
esperando que se les contrate (ocupe)…Estas personas que vivían con muy poco
diariamente, esperaban que alguien les diera trabajo: "¿Cómo es que
estáis aquí el día entero sin trabajar?" , pregunta Jesús. "Porque
nadie nos ha contratado".
El problema del desempleo (no falta de trabajo, como
dicen los franceses, que es distinto, pues trabajo hay mucho) es una de las
plagas de nuestro tiempo. En los países industrializados, millones de puestos
de trabajo han sido suprimidos en los últimos años. A través del mundo, la
mitad de la población no tiene trabajo fijo y debe sobrevivir con un salario de
hambre (de uno o dos dólares por mes). La parábola de los obreros de la viña
nos recuerda (hace tomar conciencia) de este problema actual y permanente.
Jesús subraya en este relato 3 puntos importantes:
En primer lugar, todos son invitados a trabajar en la viña
del Señor.
En el mundo bíblico, la viña, es un símbolo muy fuerte. Ella
representa el pueblo de Israel y después el Reino de Dios.
En esta viña no hay desempleo y nunca es tarde para
responder a la invitación de Jesús.
Enseguida, a la hora de la paga, estamos seguros que el Señor
nos dará un salario equitativo y generoso: “Vayan a mi vina y yo les daré
lo que es justo”.
Por último y es quizás el punto más importante, mismo si no
hemos trabajado toda la jornada- a causa de las circunstancias de la vida o aún
por negligencia, descuido o falta de interés- El Señor continúa invitándonos.
Nunca estamos muy viejos para retomar el trabajo o para unirnos a los
otros trabajadores.
Si a lo largo de nuestra vida nunca hemos sido muy
vigilantes, tenemos buenas oportunidades de llegar a ser nosotros también
trabajadores de la última hora. Cuando las arrugas se acentúan en nuestro rostro,
cuando la fatiga y la debilidad se apoderan de nosotros, cuando nuestro sol está
a punto de desaparecer en el horizonte, el Señor nos repite su confianza y nos
invita de nuevo: “Vayan también ustedes a mi viña”.
Nosotros que nos consideramos obreros de la primera hora, nos
damos cuenta que no tenemos gran cosa hasta aquí. Con humildad, debemos
acomodarnos entre los obreros del fin del día, al lado de los ociosos
(perezosos) y de los pecadores, conscientes de haber hecho si poco a lo largo
de nuestra vida, pero contando con la misericordia y la bondad de Dios. En la
mañana, a medio día o al atardecer de nuestra vida, el Señor nos invita a su
viña y nos promete un salario justo y equitativo. Esta parábola de Jesús pone
en evidencia la contabilidad de Dios de cara a nuestra contabilidad a menudo
mezquina.
No hay prima de vejez en la viña del Señor pero hay siempre
un salario generoso al fin de la jornada.
Para Dios, no somos ni mercenarios, ni empleados, somos sus
amigos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia…vas a tener tú envidia
porque yo soy bueno?" La amistad, la ternura y el amor guían el
comportamiento del Señor. Si Él actuara según nuestra mentalidad mercantil, el
jornalero que no ha trabajado sino una hora volvería a casa con las manos casi vacías
y no podría alimentar su familia. Dios entonces tiene piedad de él, de su
mujer, de sus hijos. No se trata aquí de justicia distributiva sino de
generosidad gratuita.
Nuestro Dios es un Dios que reparte sus beneficios en
profusión (con prodigalidad, generosidad) , que “llama” e “invita” a toda
hora, en toda edad, en todas las situaciones…
Hay cristianos que creen que la religión es lo que nosotros
hacemos por Dios. Y de hecho, la religión es lo que Dios hace por nosotros.
Dios acoge el hijo prodigo, busca la oveja perdida, le da otra oportunidad a la
higuera que no da frutos, abre el paraíso al buen ladrón, come con los
publicanos y los pecadores, inicia una conversación con la samaritana,
reintegra María Magdalena a la comunidad, protege a la mujer adúltera, saca a
los leprosos de su marginación, perdona a Pedro después de su negación, escoge
a Pablo de Tarso, el perseguidor, etc, etc.
También nosotros estamos invitados a entrar en la viña del
Señor, lugar de felicidad y alegría, de alianza con Dios y con los otros,
símbolo de la bondad y de la generosidad de Dios: “Vayan también ustedes a
mi vina!”
Oración- Meditación (Post comunión)
Señor, acabamos de comulgar
tu Cuerpo y tu Sangre.
Nosotros te buscamos, deseamos tu presencia,
y Tú te nos das sin reserva.
Tú quieres hacernos entrar en tu intimidad.
Nosotros te acogemos con gratitud.
Reconocemos que eres nuestra fuente
y que todo nos viene de ti.
Tú golpeas nuestra puerta.
Hoy, venimos a abrirte
para que hagas en nosotros tu morada.
que te ha descubierto temprano en su vida,
pueda el arrobamiento permanecer vivo
y crecer más todavía.
Para aquel que se ha unido a tí más tarde,
pueda su fe desarrollar sólidas raíces.
En comunión contigo,
y los unos junto a los otros,
vislumbramos el mundo que viene,
cuando será levantado el velo
que nos separa aún de ti.
Te damos
gracias por la esperanza
que mantienes
viva entre nosotros.
Amén!
Amén!
RERERENCIAS:
1. http://vieliturgique.ca
2. http://prionseneglise.ca
3. http://paroissesaintefamilledevalcourt.org
4. Misal “Prions en Églis3.e”, Quebec.
Ed, Novalis, Septembre 2011.
5. HÉTU,
Jean-Luc. Les options de Jésus.
6. Revista « Rassembler » antigua edicion.
7. http://cursillos.ca (Réflexion chrétienne du P.
Yvon-Michel Allard, s.v.d., directeur
du Centre biblique des Missionnaires du
Verbe Divin, Granby, QC, Canada).
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