6 de octubre del 2023: viernes de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario
(Lucas 10, 13-16) La lectura del Evangelio me recuerda hoy que mis acciones y mis palabras revelan la verdadera naturaleza de mi relación con Dios. Acoger a un discípulo de Jesús es acoger al mismo Jesús y acogerlo a Él es acoger a Dios.
Confesamos que el Señor, nuestro Dios, es justo, y a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los judíos y vecinos de Jerusalén, a nuestros reyes y gobernantes, a nuestros sacerdotes y profetas y a nuestros padres; porque pecamos contra el Señor no haciéndole caso, desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los mandatos que el Señor nos había dado. Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios, hemos rehusado obedecerle. Por eso, nos persiguen ahora las desgracias y la maldición con que el Señor conminó a Moisés, su siervo, cuando sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba por medio de sus enviados, los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos, sirviendo a dioses ajenos y haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba.
Palabra de Dios
R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre
Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.
Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R/.
No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.
En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafárnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.»
Palabra del Señor
Nos resulta fácil condenar guerras, conflictos civiles,
corrupción, explotación, esclavitud de cualquier tipo.
Pero te pedimos, Señor Dios, aunque con mucha timidez,
que abras nuestros ojos al mal que anida en nosotros mismos.
Ayúdanos a ver que nosotros hacemos,
a menor escala, en nuestros pequeños mundos
el mal que recriminamos al gran mundo.
Haznos ver que nosotros también somos pecadores,
necesitados del gran perdón que benévolamente nos ofrece
Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Arrepentimiento público
dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza.
¿Alguna vez te has vestido de sayal y sentado en cenizas? En el pasaje del Evangelio anterior, Jesús da una clara indicación de que hacerlo es una señal santa de responder a Su predicación. Afirma que las ciudades paganas de Tiro y Sidón ciertamente se habrían vestido de sayal y sentado en cenizas si hubieran tenido el privilegio de presenciar las grandes hazañas realizadas en las ciudades judías de Corozaín y Betsaida.
“Sayal y ceniza” eran un signo común que se usaba para indicar arrepentimiento interior y dolor por el pecado. En muchas ocasiones a lo largo del Antiguo Testamento sucedió esto. Recordemos, por ejemplo, que cuando Jonás predicó a la gente de Nínive, todos, desde el rey hasta el ciudadano común, respondieron expresando su arrepentimiento de esta manera ( Jonás 3: 5-7) vestirse de sayal y sentarse sobre cilicio. El cilicio era un material áspero e incómodo, generalmente hecho de pelo negro de cabra, que simbolizaba el rechazo del falso consuelo del pecado.
Las cenizas simbolizan la desolación y la destrucción resultantes del fuego purificador. Por supuesto, todos nos hacemos imponer las cenizas cada Miércoles de Ceniza como una manifestación externa de nuestro deseo de arrepentirnos. Y aunque el vestirnos de sayal y sentarnos sobre cilicio de verdad hoy en día puede no ser nuestra práctica literal, es bueno ver la fecundidad espiritual de estas acciones y considerar las formas en que estas acciones todavía se pueden realizar en nuestros días. ¿Cómo podrías sentarte hoy en cilicio y ceniza? ¿Qué acción práctica puedes tomar para manifestar públicamente tu deseo de dejar el pecado y volverte hacia el Evangelio?
En primer lugar, para responder correctamente a esta pregunta, es importante reconocer el hecho de que apartarse del pecado no solo debe ser un acto personal e interior, también debe ser exterior y manifiesto para que otros lo vean. El pecado no solo nos daña a nosotros individualmente, sino que también daña a otros en diversos grados. Por lo tanto, si tu pecado ha hecho un daño evidente a otros, es importante que te des cuenta de que no solo necesitas arrepentirte ante Dios, sino que también debes arrepentirte de tal manera que otros vean tu arrepentimiento y dolor.
Entonces, ¿cómo podrías arrepentirte con cilicio y cenizas hoy? Hay muchas maneras de hacer esto. La cualidad esencial presente en tal acto será que a los demás les resultará claro que te arrepientes de tu pecado y que estás intentando cambiar. Si el pecado que has cometido hacia otro es grave, entonces tu arrepentimiento interior debe coincidir con la gravedad de tu pecado, y la manifestación exterior de ese arrepentimiento también debe estar a la altura.
Reflexiona hoy sobre algunas formas prácticas en las que Dios te está llamando a manifestar públicamente “sentado en cilicio y ceniza” como una señal de tu dolor hacia aquellos contras quienes ha pecado. Por ejemplo, si tu pecado es el de la ira y regularmente has dañado a otro por ese pecado, entonces no basta con que te arrepientas ante Dios, busca también formas externas de manifestarle tu dolor. Quizás les hagas algún tipo de servicio manifiesto. O participa en un acto público de penitencia, como el ayuno, como una forma de mostrarles que lo sientes. Las buenas obras de caridad manifiesta, el servicio, la oración, la penitencia pública y cosas por el estilo son todas formas en las que puedes sentarte espiritual y prácticamente "en cilicio y ceniza" hoy.
Mi misericordioso Señor, Tú me llamas a arrepentirme diariamente de mi pecado y a hacerlo a través de los signos manifiestos de estar sentado “en cilicio y ceniza”. Dame la gracia del verdadero dolor por mis pecados y ayúdame a arrepentirme sinceramente mientras confío en Tu misericordia. Al hacerlo, por favor, guíame también para que pueda humillarme y expresar mi dolor de manera manifiesta hacia aquellos contra quienes he pecado. Que este acto humilde traiga curación y unidad en Ti. Jesús, en Ti confío.
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