3 de octubre del 2023: martes de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario
(Lucas
9, 51-56) ¿Por qué hacer un drama si alguien no recibe a Jesús y la Buena
Nueva? Hay mejores cosas que hacer que albergar resentimientos. Otros tienen
hambre y sed de la vida verdadera y solo esperan el paso de Cristo por su vida
para renacer
Primera lectura
Lectura de la profecía de Zacarías (8,20-23):
Así dice el Señor de los Ejércitos: Todavía vendrán pueblos y habitantes de
grandes ciudades, y los de una ciudad irán a otra diciendo: «Vayamos a implorar
al Señor, a consultar al Señor de los Ejércitos. – Yo también voy contigo.» Y
vendrán pueblos incontables y numerosas naciones a consultar al Señor de los
Ejércitos en Jerusalén y a implorar su protección. Así dice el Señor de los
Ejércitos: Aquel día diez hombres de cada lengua extranjera agarrarán a un judío
por la orla del manto, diciendo: «Queremos ir con vosotros, pues hemos oído que
Dios está con vosotros.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 86,1-3.4-5.6-7
R/. Dios
está con nosotros
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! R/.
«Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles;
filisteos, tirios y etiópes han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno, por uno todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.» R/.
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(9,51-56):
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la
decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron
en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron,
porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor,
¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó y dijo: «No sabéis de que espíritu sois. Porque el
Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos.»
Y se marcharon a otra aldea.
Palabra del Señor
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús
tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
Poco después de que Jesús les habló a sus
discípulos acerca de su sufrimiento, muerte y resurrección venideros, leemos
que Jesús “tomó la decisión de ir a Jerusalén”. Hay mucho sobre lo que reflexionar en esa breve declaración.
En primer lugar, Jerusalén era el lugar del
Templo donde se llevaban a cabo los sacrificios de animales del Antiguo
Testamento como una prefiguración del único y último sacrificio por venir. Jesús
vino a este mundo como el Cordero de Dios, la víctima del sacrificio que
moriría por nuestros pecados. Él conocía su fin definitivo en este mundo y
sabía que requeriría mucho sufrimiento. Este conocimiento de Su
sufrimiento futuro es el contexto fundamental de este pasaje hoy.
A medida que se acercaban el sufrimiento y la
muerte de Jesús, se volvió cada vez más decidido en su voluntad humana la de
cumplir la voluntad del Padre al dar su vida. Por supuesto, Jesús siempre
cumplió la voluntad del Padre, pero la manifestación humana de la determinación
de Jesús se hizo cada vez más pronunciada, es decir de manera paulatina. La
virtud humana específica que se manifestó lentamente fue el coraje.
El valor espiritual es la habilidad sobrenatural de abrazar la
voluntad del Padre cuando Su voluntad lleva a una persona a una vida de
sacrificio. Dentro de nuestra naturaleza humana caída, tendemos a evitar
el sacrificio. A menudo trabajamos para evitar los conflictos y el
sufrimiento y para abrazar el camino fácil en la vida. Por lo tanto,
enfrentarse cara a cara con algún sufrimiento futuro trae consigo la tentación
de temer, y ese miedo requiere valor para superarlo.
A medida que su sufrimiento se acercaba, en Jesús, la
tentación de temer se hizo más fuerte y, como resultado, Su perfecta virtud de
coraje se hizo más manifiesta.
Tenga en cuenta que Jesús no solo decidió ir a Jerusalén para
ofrecer su vida en sacrificio, sino que “decidió resueltamente” hacerlo. No
hubo vacilaciones, no hubo duda de la voluntad del Padre, no hubo vacilación,
no hubo miedo. Su perfecto amor sacrificial se hizo manifiesto lentamente
para que todos lo vieran.
Otra razón por la que Jesús se mostró resuelto
en su determinación de viajar a Jerusalén fue para dar testimonio de su amor
por sus discípulos. Ellos mismos necesitaban valentía, arrojo. Entonces,
al escuchar a Jesús hablar sobre lo que vendría en Jerusalén y al presenciar su
determinación inquebrantable, también se sintieron animados y fortalecidos para
vencer las tentaciones del temor. Por supuesto, solo perfeccionaron esa
virtud más adelante en sus vidas cuando también siguieron los pasos de nuestro
Señor, entregando sus propias vidas como mártires.
Reflexione hoy sobre todo aquello que le causa
miedo y ansiedad en su propia vida. Si ese sufrimiento es de su propia autoría,
entonces trate de rectificarlo. Pero si ese sufrimiento es una cruz que
nuestro Señor le está llamando a abrazar con amor, entonces hágalo con
sacrificio y con mucha determinación. No se deje intimidar por la pesadez
de la cruz que se le da en la vida. Las cruces que estamos llamados a
abrazar siempre se pueden transformar en gracia. Permita que el valor
crezca dentro de usted y permita que el testimonio de nuestro Señor lo anime
mientras busca imitar Su amor sacrificado.
Mi valiente Señor, enfrentaste Tu sufrimiento
con mucha valentía, fuerza, entrega y esperanza. Viste el valor de Tu
abrazo libre de Tu sufrimiento y lo elegiste con todo el poder de tu alma. Dame
la gracia que necesito, querido Señor, para también decidirme férreamente a
caminar hacia la cruz que estoy llamado a abrazar en la vida, para que mi
abrazo libre de mi cruz me una más plenamente contigo. Jesús, en Ti
confío.
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