Puertas y manos abiertas
Ninguna
puerta permanecerá cerrada, anuncia Isaías.
En
la vida diaria de nuestros peregrinos, muchas puertas parecen cerradas.
Las
de un encuentro auténtico con algunos de nuestros seres queridos,
las
de un diálogo, aunque necesario, con los demás,
las
de futuro para nuestros hermanos y hermanas más jóvenes que dudan en entrar
verdaderamente en la existencia,
las
de curación para las personas afectadas por la enfermedad,
las
de paz para nuestros países y para nuestras familias, etc.
Ahora
bien, Mateo explica sutilmente la apertura de todas las puertas que implica la
resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Nos muestra cómo Jesús
escapa de la trampa que le tendieron empujando a los fariseos para que les
soltaran las manos. Son ellos quienes muestran a Jesús la moneda que
tienen en la mano y que, en realidad, los encierra en una lógica puramente
contable. Para ello, deben abrir las manos y renunciar a aferrarse al
dinero, entregando plenamente a Dios lo que sólo reciben de él, es decir, la
vida. Al renunciar a sus posesiones, finalmente podrán vivir para los
demás. Aquí se abren puertas para nosotros hoy, como para los primeros
cristianos de Tesalónica, a quienes Pablo escribe y a quienes anima fraternalmente. Que
en este domingo sople el Espíritu del Resucitado para permitirnos acoger la
vida nueva que viene del Padre y atravesar con alegría las puertas que esta
semana nos presentará.
¿A quién transmitiré la experiencia de vida que recibo sólo de Dios?
¿Qué puertas se me abrirán esta semana?
Luc
Forestier, sacerdote del Oratorio
A imagen de quién?
Sobre La moneda para pagar el impuesto en Roma estaba estampada la efigie del emperador. Apoyándose en esta evidencia, el Señor recuerda que es necesario devolver esta moneda al César y darle a Dios lo que es debido. Por esta vía, Jesús nos invita a ponernos al servicio de Dios y de la humanidad.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 15-21
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
-- Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
-- Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
-- ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
-- Del César.
Entonces les replicó:
-- Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Palabra del Señor
A guisa de introducción:
De quien somos nosotros imagen?
En el mundo de la publicidad es muy corriente escuchar: “Ah, Jessica Alba es la nueva imagen de Revlon, no es Jessica Biel”, que “la imagen de Vogue es Kate Moss”, que Natalia Paris es la imagen de Falabella”, etc. Quiere decir que esas modelos representan lo que ofrecen, que ellas reflejan a la empresa y que venden gracias a sus caras o imagen completa de su físico y así se promocionan sus productos…
Y como no evocar el famoso show con mezclas de reality , al estilo "Yo me llamo: los participantes apuestan cada día por parecerse más en la voz, la apariencia, el estilo, los gestos a su ídolo musical…
Hasta qué punto seremos conscientes que como seres humanos cada uno es una imagen de Dios? Y que Él nos hizo a su imagen y semejanza, pero que esta semejanza debe ir más allá de un parecido o apariencia física y que hemos de amar, pensar y actuar como Dios?
Ahora bien, sin importar quienes seamos y cualquiera sea nuestro origen, nosotros nos parecemos forzosamente a alguien. La mayoría de las veces, la semejanza física es impactante.
De un niño se dice muy a menudo: “es la viva imagen de su padre, de su madre”. A veces son los trazos de carácter, las fortalezas o debilidades que establecen las afinidades entre las personas.
Personalmente, yo me parezco mucho a mi padre, y eso me lo remarcan seguido las personas, los amigos, cuando tienen la ocasión.
Inclusive en Facebook y páginas webs especializadas ponen las fotos de los usuarios mismos y amigos de estos al lado de fotos de celebridades que se les parecen increíblemente.
Ciertas personas creen y dicen que “uno tiene su doble en alguna parte”. Que lo queramos o no, que eso nos estimule (nos alce del suelo o nos haga sentir más altos) o nos irrite, los parecidos pueden difícilmente ser negados.
En nuestra sociedad donde la imagen tiene tanta importancia, muchas son las personas que buscan hacerse una a partir de los modelos que circulan. En el mundo del cine, de las artes, de la moda y del deporte, las vedettes aparecen muy a menudo como modelos de inspiración.
El mundo político no se escapa; los partidos contratan en sus campañas “hacedores de imagen”, para que ciertos candidatos tengan más chance (oportunidad) de seducir al electorado.
Pero todas estas imágenes reflejaran ellas la belleza profunda del ser humano? Mirémonos con atención y detenimiento: de quien queremos ser imagen? Cuando Jesús dice: “den entonces (…) a Dios lo que es de Dios”, no nos deja entender que el ser humano es la imagen de Dios y que él debe esforzarse por reproducir su modelo? “sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”, decía todavía él, en otra ocasión.
Aproximación psicológica y política al texto del evangelio:
“Una cuestión de 50-50”
Este pasaje proyecta una gran luz sobre el compromiso de Jesús, siempre y cuando lo interpretemos con precisión. El modo como comprendemos a menudo este texto roza con (es vecino de) lo que Jesús quería precisamente evitar. En efecto, a menudo, le hacemos decir, en la práctica: la religión y la política es 50-50; déjenme hacer mi religión y yo les dejare hacer su política…
Si tal es la respuesta de Jesús, es necesario decir que Él ha caído con los dos pies juntos en la trampa que le tendían los partidarios del poder, ya que era esta exactamente su posición.
Mas esta respuesta debe ser interpretada de otra manera. Y uno no puede hacerlo que teniendo claro en la cabeza (mente) la posición de Jesús con respecto a las instituciones políticas de su tiempo. Para Él, cualesquiera que sean su legitimidad o su carácter opresivo, estas instituciones serán muy pronto destruidas y reemplazadas por el Reino que llega “en la plenitud del poder” (Lucas 21,27). Se puede entonces sostener por los impuestos las instituciones existentes en el presente: ellas serán destruidas de todas maneras, no por la resistencia civil, sino por Dios mismo.
Pero no le den al poder más de lo que no le reviene. Denle un poco de su dinero, pero sobre todo no le den su libertad: “ustedes no tienen más que un solo amo (maestro) , ustedes no tienen más que un Padre, ustedes no tienen sino un Doctor…(Mateo 23,8-10).
Jesús toma distancia tanto en referencia a los que oponen resistencia como a los colaboradores. Él se rehúsa tanto a tumbar el poder como a legitimarlo. En efecto, a Jesús no le gusta hablar de política. Nunca lo hace, solo si se ve forzado a hacerlo. Pero mismo aquí, si él responde a la cuestión, es para hacerla desembocar sobre otra cosa, porque es como profeta de Dios que Él responde: ustedes tienen sobre su moneda la imagen del Cesar, entonces ella le pertenece (al César). Pero ustedes portan la imagen de Dios, luego ustedes le pertenecen a Él (a Dios).
La respuesta de Jesús no tiene nada que ver con una teoría sobre el poder; ella no es, sobre todo, un juicio al estilo de Salomón que establecería la autonomía de la política y de la religión, una en referencia con la otra, como se ha comprendido a menudo.
La respuesta de Jesús, es la palabra de un profeta que pone el hombre todo desnudo frente a su Dios. Es bien correcto interrogarse sobre las exigencias del impuesto sobre sus ganancias (salario, entradas). Pero usted ya ha reflexionado sobre las exigencias de Dios sobre la totalidad de su existencia?
Reflexión Central
Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios
Todos conocemos esta famosa respuesta de Jesús, pero esta no tiene nada que ver con la separación de la Iglesia y el Estado. El Señor nos recuerda aquí, que ningún emperador, ningún dictador, ningún jefe de gobierno no puede todo controlar en nuestras vidas. No solamente está el César, también hay un Dios.
La moneda mostrada por los fariseos portaba la efigie o la imagen del emperador. Significaba entonces que le pertenecía. Pero el ser humano esta creado a la imagen de Dios: “hombre y mujer él los crea, a su imagen él los crea” (Genesis 1). Nosotros pertenecemos entonces a Dios y no al emperador.
A quienes buscan tenderle una trampa con el fin de acusarlo ante el representante romano, Jesús responde que es necesario respetar la autoridad civil, pero, subraya que el emperador no es todopoderoso. Sobre la moneda que se le presentaba, había la imagen del emperador Tiberio, quien dominaba sobre el inmenso territorio (imperio) romano a partir de su isla de Capri, y sobre esta moneda se calificaba al emperador de “divino”. Cristo replica a esta afirmación y dice que el emperador no es divino, él no es Dios. San Pedro recordará a los cristianos que en diversas circunstancias “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5,29)
En el siglo II, un autor cristiano, Teófilo, obispo de Antioquía, escribía: « Yo rendiré homenaje al emperador, pero no lo adoraré. Adoraré solamente a Dios solamente, sabiendo que el emperador es un ser humano como yo y que él ha sido creado como yo”. Otro escritor de los primeros siglos aconsejaba a los cristianos de “no dejarse subyugar por ninguno de los Césares de este mundo”. Y agregaba: “No renuncien nunca a su libertad interior que es el don más precioso que ustedes han recibido”.
Cristo repite entonces que César es César, mas él no es Dios. El poder político, cualquiera que sea, no tiene derecho de invadir las conciencias y de ampararse de la totalidad del ser humano. Es esa la razón por la cual la frase más importante del texto de hoy es donde Jesús dice: “Den a Dios lo que es de Dios”.
No daremos al emperador y al imperio de hoy ni nuestra fe, ni nuestro comportamiento moral, ni tampoco nuestras esperanzas ni nuestros sueños. Conservaremos nuestra libertad interior y nuestro sentido crítico. Los gobiernos no pueden nunca obligarnos a actuar contra nuestra conciencia.
A comienzos de la guerra en Irak, uno se acuerda de haber leído, en una revista americana, las remarcas de un sacerdote sobre la decisión de su país de arriesgar la vida de sus jóvenes soldados y de invertir (gastar) millones de dólares para iniciar una guerra que las Naciones Unidas, los mismos norteamericanos, los británicos, los franceses, millones de personas a través del mundo, y todas las grandes religiones, declaraban ilegal y sin razones suficientes. Después de la misa, el sacerdote en cuestión, fue severamente criticado y amonestado por el consejo parroquial que le pide no mezclarse en política. Para concluir su argumento, los consejeros utilizaron el texto de hoy: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. De hecho, estos consejeros no habían comprendido nada de la respuesta de Cristo.
Jesús nunca les pidió a los cristianos no criticar las decisiones del gobierno. Si él lo hubiera hecho, los cristianos de África del sur no habrían podido oponerse a las leyes injustas e inhumanas que permitían mantener el sistema del Apartheid; los cristianos americanos no habrían podido combatir las prácticas inmorales de la esclavitud y la violencia hecha a los negros por largo tiempo después que la esclavitud había sido abolida; los cristianos de Europa y de Asia no habrían podido resistir a las políticas ateas de la Unión soviética, de la China y de otros países comunistas; ellos no podrían oponerse a los gobiernos musulmanes que rechazan todo derecho a un lugar a las otras religiones y que tratan a las mujeres como a seres humanos de clase inferior; ellos no podrían criticar a ciertos dirigentes de nuestra propia Iglesia que protegen su poder asociándose a gobiernos que reducen (o aplastan) todo disentimiento, que utilizan la tortura y masacran aquellos que se oponen a su dictadura, como fue el caso en Chile, en Argentina y en El Congo.
Varios gobiernos se rehúsan, (no quieren) muy a menudo darle a Dios lo que le pertenece. Otros manipulan la religión con sus propios intereses y conceden a la Iglesia ciertos privilegios con el fin de poder controlarla mejor imponiéndole su propia ideología.
Es significativo que en el texto de hoy, Jesús ponga en valor « nuestros deberes para con Dios », cuando se le preguntaba acerca de los deberes para con el emperador. Jesús no ha querido nunca impedirle a la gente ser ciudadanos responsables, pero Él nos recuerda que la política no es la única realidad en nuestras vidas. César no es Todopoderoso, él no es Dios. El Estado juega un papel importante pero él no puede tener el monopolio de nuestras vidas.
En un mundo pluralista, los gobiernos son llevados, en ocasiones, a hacer pasar leyes que son contrarias a nuestros propios valores cristianos, pero esto no debe impedirnos el ejercer nuestra libertad cristiana y actuar según nuestra propia conciencia.
En un mundo donde todas las opiniones tienen piñón sobre rueda, hace falta mucho discernimiento para hacer la parte de las cosas y saber “dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
2
PARA EL DOMUND 2023:
Celebramos
hoy la Jornada Mundial de las Misiones, el DOMUND,
y toda la iglesia en comunión celebramos esta jornada renovando nuestro ser
misionero, y la alegría de sentirnos llamados a compartir el Evangelio con
todos los que nos rodean.
“Corazones ardientes/Pies en camino” es el lema de este año elegido por el Papa
Francisco que nos recuerda el
encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús que estaban tristes tras ver al
Mesías crucificado y habían pensado que su muerte era el fin. Pero al ir
explicándoles el mismo Jesús, al que en un primer momento no reconocieron, las
Escrituras y los misterios pascuales, sintieron que su corazón “ardía” (Lucas
24, 32). Ese fuego en el corazón refleja la alegría que emana de la verdadera
conversión que los llevó, “levantándose en aquel momento” (Lucas 24, 34), a ir
con presteza a compartir su experiencia con los demás discípulos. Fuego que a
todos nosotros nos debe llevar a colaborar en la gran promesa misionera y
evangelizadora de Jesús “en su nombre se proclamará la conversión para el
perdón de los pecados a todos los pueblos” (Lucas 24, 47). Es este
ardor el que todos los bautizados tenemos que recuperar, del encuentro personal
con Cristo, uno no puede quedar igual, tenemos el ejemplo de nuestros
misioneros que llevan con pasión el Evangelio a todos los rincones de la
tierra.
Esa llamada es lo que nos recuerda esta Jornada.
El papa Francisco, en su mensaje para esta
Jornada, nos recuerda que “no es posible encontrar verdaderamente a Jesús
resucitado sin sentirse impulsados por el deseo de comunicarlo a todos”, por lo
que “la misión tiene un carácter universal”. Esto es, va dirigida a todos y
para todos.
Todos los
cristianos hemos de ser misioneros, cada uno conforme a su vocación y sus
posibilidades y a través de muy distintas contribuciones: las personas de vida
consagrada a través de la oración que fortalece el cuerpo místico de la
Iglesia; los padres y educadores, inculcando esa llama en sus hijos y pupilos,
el seminario priorizando la animación misionera en el discernimiento
vocacional; todos orando y si es posible con una colecta generosa sin la cual
sería imposible el sostenimiento de tantos misioneros y misioneras.
Pero son los que parten a tierras y culturas lejanas, aún con el riesgo
de su propia vida, quienes más vivamente representan ese anhelo de llevar el
mensaje de Cristo a todos los confines de la tierra, haciendo suyo el firme
convencimiento de toda la Iglesia “de la capacidad de la Palabra de Dios para
llegar a todas las personas humanas en el contexto cultural en que viven”,
asumiendo con ello que “el auténtico paradigma de la inculturación es la
encarnación del Verbo”, para evangelizar “haciendo fermentar desde dentro la
cultura local, valorizando los semina
Verbi (semillas de la Palabra) y todo lo que hay en ella de
positivo, abriéndola a los valores evangélicos” (Benedicto XVI, exhortación
apostólica postsinodal Verbum
Domini).
Como
bautizados una de nuestras tareas es no dejar enfriar la Palabra que hemos
recibido, cuidarla, acrecentarla, es un deber, pero sobre todo un don. La
Palabra recibida y que hemos guardado en nuestro corazón, nos hace reconocer en
el otro al prójimo, al hermano, y no nos puede resultar indiferente, el gran
don que tenemos es para compartirlo, para darlo, y al darlo, nuestro corazón
vuelve a arder, la pasión evangelizadora nos desborda. Vemos la representación
del patrón de las misiones y de otros grandes santos, del pecho les brota una
llama.
No nos dejemos llevar por el cansancio, la desilusión, o el
abatimiento, como los discípulos de Emaús, dejemos que el Señor que ha salido a
nuestro encuentro y que camina a nuestro ritmo, nos enseñe, nos consuele y
aliente, quiere transformar nuestra vida.
Y una vez que hemos tenido el encuentro personal con Cristo y su
Iglesia descubrimos que camina junto a nosotros y le reconocemos al partir el
pan. Por eso, no podemos quedarnos quietos o paralizados, de aquí la segunda
parte del lema de este año: “pies en camino.” Así́ pasamos del
encuentro con Cristo a ponernos en camino, a caminar junto al otro y salir a su
encuentro.
Imitar al maestro, lo que ha hecho con nosotros, hacerlo
nosotros con los demás, caminar junto a ellos, enseñarles las escrituras y
compartir nuestro pan, tenemos el ejemplo de los misioneros, que escuchando la
llamada del Señor dejaron su tierra para llevar el Evangelio, para mostrar a
los demás el amor que Dios les tiene. Sus corazones ardientes hacen posible la
Iglesia en todos los rincones de la tierra, se han puesto en camino para llevar
su Palabra.
En estos
momentos en los que la Iglesia entera está celebrando el Sínodo, aprendemos de
forma especial que es necesario salir de nosotros mismos y caminar juntos. De ahí́
surge esta dinámica misionera.
Es
alimentarnos juntos para aprender a evangelizar en comunión y fraternidad. Así
entraremos en el corazón de la misión.
El mundo, atribulado por guerras, injusticias,
desastres naturales necesita más que nunca de la acción misionera de la
Iglesia, siguiendo el esquema que nos brinda el lema de esta Jornada:
escuchemos a Cristo, hagamos nuestro su mensaje y dejémonos incendiar por su
amor. Y, así con el corazón ardiente, levantémonos en este momento, abandonando
nuestras comodidades y rutinas y partamos con pies ligeros al encuentro de
nuestros hermanos para, como hicieron los discípulos de Emaus, trasladarles esa
Buena Nueva que incendia nuestro corazón; porque ese fuego que arde en nosotros
cuando nos abrimos a Cristo no puede ser apagado, sino que necesita ser
compartido.
La misión es
cosa de todos los días, pero en esta jornada, debemos centrarnos de manera
singular en la oración, la ayuda, el recuerdo y la gratitud a todos los
misioneros y misioneras, a los que partieron a la misión desde Colombia y desde
todos los lugares del mundo; a los que lo hicieron en el pasado, empezando por
los mismos Apóstoles, y a quienes parten en nuestros días. Y también debemos
pedir muy especialmente por las vocaciones misioneras. Y hagámoslo rogando la
protección de María, Reina de las misiones, Madre y Maestra que siempre nos
acompaña, y bajo la inspiración de Santa Teresa del Niño Jesús y San Francisco
Javier, patrones universales de las Misiones.
Colaboremos con las Obras Misionales Pontificias, cuya primera
obra como nos recuerda el Papa Francisco es la oración, tan necesaria para
sostener la tarea misionera de la Iglesia. La cooperación personal, dando a
conocer sus jornadas, especialmente en estas fechas la Obra Pontificia de la Propagación
de la Fe, con el DOMUND, para que puedan surgir muchas vocaciones a la misión
ad gentes y la cooperación económica ayudando a sostener los 1.121
territorios de misión.
Le pedimos a la Virgen María, Ntra. Sra. Del Carmen, Reina de
las Misiones, nos acompañe en nuestro caminar, y no deje que nuestro corazón
deje de arder para llevar a cabo la misión que Dios nos ha encomendado a cada
uno de nosotros, le pedimos también por los misioneros, especialmente por los
que viven la persecución o la enfermedad.
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