domingo, 22 de octubre de 2023

23 de octubre del 2023: lunes de la vigésima novena semana del tiempo ordinario

 

(Lucas 12, 13-21) «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.». Jesús se niega a arbitrar disputas familiares sobre derechos de herencia. Deja que los jueces se ocupen de los conflictos humanos, pero advierte contra la codicia. Para él, amasar bienes y riquezas únicamente para uno mismo es pura vanidad. “Ser rico ante los ojos de Dios” es el camino. Es abrirse a compartir por amor a él. ■

Jean-Paul Musangania, sacerdote asuncionista


(Romanos  4, 20-25)  Según San Pablo, Abraham nunca tuvo dudas ni fue presa de la incredulidad. Sin embargo, aunque conoció períodos oscuros, con todo, permaneció  "justo" a los ojos del Señor. La fe no evacúa las incertitudes y los cuestionamientos: al contrario, ella madura al afrontarlos.



Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (4,20-25):

Ante la promesa de Dios Abrahán no fue incrédulo, sino que se hizo fuerte en la fe, dando con ello gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete, por lo cual le valió la justificación. Y no sólo por él está escrito: «Le valió», sino también por nosotros, a quienes nos valdrá si creemos en el que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación.

Palabra de Dios


Salmo
Lc 1,69-70.71-72.73-75

R/.
 Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado a su pueblo


Nos ha suscitado una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas. R/.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. R/.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días
R/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»

Palabra del Señor

///////

Nuestro modelo en la fe: Abraham

Abraham es considerado por los judíos, los cristianos y los musulmanes, como "el padre de los creyentes". Él dio su fe a Dios, confió en Él, mismo cuando las promesas parecían irrealizables. La circuncisión que será retomada en la Ley de Moisés, no apareció sino después como signo de la alianza entre Dios y la descendencia de Abraham. Lo que es decisivo es la fe de Abraham, existente antes de la práctica de la circuncisión.
Abrahán se salvó no por lo que hizo,  sino porque, cuando era un pagano y pecador, descubrió a un Dios bondadoso en quien creyó. Él sabía que estaba ante Dios con manos vacías y aceptó recibir gratuitamente de las manos del mismo Dios.
 Hoy para nosotros también, la apertura al don de Dios puede ser nuestra primera respuesta.


Seguro de vida

Cuando Jesús habla abiertamente contra los ricos, no intenta condenarlos, sino liberarlos. Lo que él denuncia no es el hecho de que tengan bienes materiales, sino su propio apego excesivo a ellos y el uso egoísta que hacen de sus riquezas: para acumular y atesorar, para disfrute y placer egoísta o, como algunos países ricos hacen, almacenando o haciendo acopio de trigo en silos o usando el petróleo para presiones políticas y económicas. El valor de las posesiones es relativo ante los bienes del Reino, como son la justicia y el amor. Lo que cuenta realmente es ser rico y sabio ante Dios.
A menudo uno se hace la pregunta: qué será de mi mañana? Ante lo desconocido, el reflejo que tenemos es el de amontonar, darnos seguridades y garantías de todo género, o aun más algunos buscan quienes puedan predecirles su futuro. Jesús muestra otro camino. En lugar de replegarse sobre un futuro para uno mismo, es mejor tener una apertura  a los demás hoy, en particular a los más pobres. Los bienes y las riquezas son provisorias…Aprovechemos, mientras podemos y los tenemos  compartirlas. Todo lo que uno se guarda para sí mismo es perdido: todo lo que es dado, donado es salvado.


Oración

Oh Dios, Padre bueno y misericordioso:
Buscamos con frecuencia seguridad y garantía
en cosas que anhelamos poseer y acaparar.
No permitas que las cosas nos posean y controlen.
Cuando nuestras riquezas supongan pobreza para otros,
cuando nuestra vida suponga muerte para otros,
enséñanos la alegría del compartir
y danos el valor
de buscar primero las riquezas de tu reino
por medio de Jesucristo, nuestro Señor.


2

La realidad de la codicia




dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»

Lucas 12:13–15

 

Lo interesante de la declaración de Jesús es que de todas las personas que alguna vez caminaron sobre la tierra, nadie es más digno de ser “juez y árbitro” de una injusticia que Jesús mismo. Sin embargo, se niega a intervenir. ¿Porqué es eso? Parece ser una petición justa de la persona, pero en lugar de intervenir Jesús cuenta una parábola sobre la avaricia.

Las posesiones materiales pueden ser muy seductoras. Es un hecho. Sin embargo, a muchas personas les resulta muy difícil admitir su apego a las posesiones y al dinero. Racionalizan que han trabajado duro, se han ganado lo que tienen y deberían poder darse un capricho. Algunas personas de buenas intenciones que tienen muchas posesiones apaciguan sus conciencias donando una pequeña porción de lo que tienen a causas benéficas y luego concluyen que pueden quedarse con el resto. Pero ¿qué piensa Jesús sobre eso?

En sí mismas, las posesiones materiales no son ni buenas ni malas. El problema es el pecado de la avaricia. La avaricia es una disposición interior por la cual una persona se apega más a las cosas pasajeras de este mundo que a Dios y su santa voluntad. Aunque sea posible tener muchas posesiones y aun así permanecer interiormente desapegado de ellas, esto es bastante difícil. Pero tener posesiones no es el problema fundamental. Desear posesiones es el verdadero problema. Por lo tanto, incluso aquellos que tienen muy poco pueden caer en la misma trampa al apegarse a lo que no tienen y al creer que lograr más les satisfará.

Jesús se negó a actuar como “juez y árbitro” en este caso porque tenía claro que la persona que hacía la petición estaba luchando contra la avaricia. Jesús estaba mucho más preocupado por los apegos interiores de esta persona que por que la herencia fuera adecuadamente compartida. La justicia terrenal significa muy poco desde la perspectiva de la eternidad. Esto puede resultar difícil de entender y aceptar para muchos. ¿La justicia no exige equidad? No si el deseo de ser tratado con justicia se basa en algún pecado como la avaricia. En ese caso, es mucho mejor para el alma ser estafada de su herencia que recibir su parte justa. De hecho, si una persona lucha contra la codicia, una de las mejores cosas para su alma podría ser que le roben sus propias posesiones. Esto sólo se entenderá cuando veamos que las riquezas espirituales son infinitamente mayores que las riquezas materiales.

Reflexiona hoy sobre tus deseos interiores. Míralos honestamente. ¿Qué es lo que más deseas en la vida? ¿Sueñas con hacerte rico? Si es así, ¿ese deseo consume gran parte de tu pensamiento? Reflexiona sobre el escenario en el que se suponía que ibas a recibir una herencia muy grande, pero te estafaron. ¿Cómo reaccionarías? La reacción correcta sería preocuparse más por el alma de la persona que te engañó que preocuparte por ser engañado. A una persona que está completamente desapegada de las posesiones materiales le importará poco perder o ganar esa herencia. Realmente no importará. Si eso te resulta difícil de aceptar, debes saber que es una señal de que tu alma está demasiado apegada a las cosas de este mundo. Ora por la libertad de toda avaricia. Esa es la única manera de obtener las verdaderas riquezas de Dios.


Señor generosísimo, Tú concedes misericordia en sobreabundancia. Tu gracia y amor es todo lo que necesito en la vida. Al obtenerte a Ti y Tu misericordia, obtengo la única fuente de satisfacción en la vida. Por favor, líbrame de la avaricia terrenal y ayúdame a ver las cosas de este mundo como Tú las ves. Jesús, en Ti confío.

 

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