¿Qué
paso en Pentecostés?
Cincuenta
días después de su RESURRECCION, el señor ha enviado del cielo el ESPIRITU
SANTO sobre sus apóstoles. El tiempo de la IGLESIA ha comenzado.
El día
de Pentecostés, el Espíritu Santo ha transformado a los apóstoles bloqueados
por el miedo en valientes testigos de Cristo. En muy poco tiempo, miles de
personas se hicieron bautizar: este fue el nacimiento de la Iglesia.
El
milagro de las lenguas de PENTECOSTÉS, indica que desde el comienzo, la
Iglesia ha sido concebida para todos: ella es universal (la palabra católica viene
de una expresión griega que significa abierta a todos) y misionera. Ella se
dirige a todos, supera las barreras étnicas y lingüísticas y puede ser
comprendida por todos. Hasta nuestros días (el día de hoy) el Espíritu Santo es
el ELIXIR DE VIDA de la Iglesia.
(Youcat,
catecismo para jóvenes , No 118)
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los
Apóstoles (2,1-11):
AL cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar.
De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba
fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron
aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de
cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que
hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron
desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban
todos estupefactos y admirados, diciendo:
«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada
uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay
partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del
Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita
con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos;
también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de
Dios en nuestra propia lengua».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34
R/. Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra
Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R/.
Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R/.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san
Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13):
HERMANOS:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de
ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un
mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la
manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los
miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también
Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados
en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un
solo Espíritu.
Palabra de Dios
Secuencia
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequia,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Lectura del santo evangelio según san Juan
(20,19-23):
AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos
en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró
Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se
llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor
A guisa de introducción:
El retrato chino del
Espíritu Santo:
Si ustedes le preguntan
a los niños: “El Espíritu Santo es un animal, es una fuerza o es una persona?”
Ellos responderán enseguida: “una fuerza”. Pero, es una persona.
Ustedes conocen el
principio de los retratos chinos, es un juego de adivinar con indicaciones que
comienzan por “si yo fuera”, donde el objetivo es adivinar un personaje.
Ejemplos: “Si
yo fuera un país, yo sería Venezuela, si yo fuera una profesión, yo sería
militar; si yo fuera un nombre, tendría el mismo de un apóstol, si yo fuera
un apellido tendría el mismo de un departamento de la costa colombiana; ¿si yo
tuviera un amigo él sería alguien libre…Quién soy yo?”: Yo soy SIMON
BOLIVAR.
“Si yo fuera un
color yo sería el blanco, con unos bordados azules; si yo fuera un país sería
La India o Albania; si yo fuera un corazón, yo sería tan grande como el mar; si
yo fuera una familia, yo hubiera tenido 800 hermanos y 4.000 hermanas en
50 años: si yo tuviera un vecino, él sería leproso o un enfermo de sida: ¿Quién soy yo?” ...Yo soy la Madre Teresa.
“Si yo fuera un color
yo sería el blanco. Si yo fuera un país, yo sería Argentina; si yo fuera una
ciudad, yo sería Roma; si yo tuviera una profesión, yo sería pastor. Si yo
fuera una familia, yo sería el padre: quién soy yo?...” YO soy el Papa
Francisco.
Es así como Jesús nos
ha dejado un retrato chino del Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo
fuera un animal, él sería una paloma: por el renuevo después del diluvio,
la paz, la pureza, la irradiación, la libertad.
Si el Espíritu Santo
fuera una parte del cuerpo, él sería el dedo de Dios que muestra el
camino (o señala la ruta).
Si el Espíritu Santo
interviniera en un rescate o la salvación de alguien, él sería el aire o
respiro o aliento de Jesús que reanima.
Si el Espíritu Santo
fuera una fuerza natural, él sería el viento que penetra todo y que permanece
inalcanzable o intocable.
Si el Espíritu Santo
fuera una fuente de energía, él sería el agua viva de un torrente.
Si el Espíritu Santo se
pudiera resumir en 5 letras, él sería el fuego. Él calienta, ilumina, une, suelda (de
soldar), o sea hace poner sólido, solidariza…
Si el Espíritu Santo
fuera un color misterioso, él sería como la sombra. Él nos persigue por todos
lados (como
dice la ranchera de aquel que canta a su amada que no puede olvidar: “con el
correr de los años he tratado de olvidarte, pero no lo he podido, me persigue
tu sombra”). Nosotros lo olvidamos, pero él no nos olvida nunca.
Si el Espíritu fuera
una profesión, él sería un abogado. El defiende a Jesús en el proceso comenzado
en tiempos de Poncio Pilatos y que durará hasta el fin del mundo. Él es acusado
de ser un impostor. En el tribunal de nuestra conciencia, el abogado del cielo
demuestra que Él es sin duda, bien Dios Hijo.
Además de estos
símbolos bíblicos, muchos otros pueden ser propuestos.
Por ejemplo, si
el Espíritu Santo fuera una reacción química, él sería el catalizador…
El catalizador es un
material que permite a otras dos sustancias unirse.
Un catalizador es una
sustancia que facilita y hace posible la reacción química entre otros dos
elementos! Su presencia es importantísima si queremos que dos elementos entren
en reacción para fundirse o para obtener otra sustancia nueva!
Para hacer mortero (mezcla) en
construcción, nosotros lo llamamos popularmente “mezcla”, es necesario arena
y cemento. Pero nada pasaría si no hubiera agua. El agua permite la ósmosis y
desaparece. El Espíritu Santo como catalizador, permite la
unidad y se hace olvidar. Bueno, la definición tal vez no sea
demasiado científica, ¡pero hemos entendido el concepto!!!
Una catequista muy
experimentada o profesional un día tuvo la idea de hacer esta comparación o
asociación: algunas mamás confeccionaron una “caja de besos” para sus pequeños
hijos que se les hacía difícil separarse de ellas con el fin de pasar algunos
días en casa de la abuela o del abuelo. Entonces el niño encontraba mucho
alivio, se sentía reconfortado al abrirla en intervalos de tiempo, y en ciertos
momentos cuando la melancolía era muy fuerte.
Jesús nos ha dejado el
Espíritu Santo a quien Él presenta como el consolador (lástima que esta
palabra a la primera nos envíe la imagen de un objeto erótico o juguete sexual)
…entonces mejor hablemos de aquel que alivia, que consuela…
¿Sin saberlo, aquella
catequista no encontraba acaso la intuición de los místicos que dicen que El
Espíritu Santo es el beso del Padre y del Hijo? El Espíritu Santo
se ha hecho un lugar, un rincón en cada uno de nosotros, el día de nuestro
bautismo. Su presencia ha sido confirmada en nuestra…confirmación.
Pero Él es también como
el chocolate caliente de su desayuno. Si ustedes no lo remueven, no hacen girar
la cuchara, el chocolate se queda en el fondo.
Pero si nosotros oramos,
si participamos en la misa, si abrimos el Evangelio, si nosotros le pedimos su
ayuda, Él invadirá poco a poco todo nuestro ser y toda nuestra vida como lo
hizo con los santos…ejemplo Laura Montoya o San Francisco de Asís y tantos
otros.
Aproximación
psicológica al texto del evangelio:
Permanecer siendo el
mismo
Cada uno de nosotros
sabemos cuán difícil es darse completamente, sea a una causa o a otra persona,
y al mismo tiempo continuar siendo el mismo, continuar perteneciéndose.
Es difícil
comprometerse a fondo en la vida comunitaria, y al mismo tiempo, ir seriamente
al encuentro de sí mismo en el silencio y la soledad. Es difícil de “ser
miembros los unos de los otros” (Romanos 12,5), como nos lo demanda
Pablo, y al mismo tiempo conservar una libertad profunda en relación a las
personas que hay a nuestro alrededor (el mismo Pablo pregunta: “¿por qué ha de ser juzgada mi libertad por la
conciencia ajena?” ( 1
Corintios 10,29).
Para
decirlo en dos palabras: es difícil permanecer siendo el mismo cuando uno
decide (de) abrirse completamente. Jesús ha ido lejos en esta experiencia. El
permaneció siendo el mismo compartiendo todo con sus apóstoles (“todo lo que
he aprendido de mi Padre, se los he dado conocer” – Juan 15,15).
El estuvo siempre presente y disponible para los apóstoles yendo hasta su
experiencia definitiva de intimidad con el Padre (“…después de haber
despedido la multitud, Él se retira a la montaña para orar. Llegada la noche,
se encontraba allí solo”- Mateo 14,23). Y al mismo tiempo
Él permanecía disponible para entrar en relación de intimidad con aquellos que
encontraba en su camino.
Este
fenómeno de disponibilidad para sí mismo y para los otros nos acerca al misterio
de Pentecostés, porque es dándonos a nosotros mismos, tomando conciencia de
quién somos, de nuestras posibilidades y potencias que al mismo tiempo el
Espíritu nos hace capaces de APERTURA…Mas este fenómeno también nos aproxima al
misterio de la TRINIDAD, porque es por el Espíritu que el Padre y el Hijo son
pura autonomía al mismo tiempo que son total apertura, y el Espíritu actuaría
en los hombres como él actúa en la Trinidad.
Y es
porque el “ Espíritu está sobre Él” (Lucas 4,18) que Jesús es capaz de
conciliar tanto libertad como compromiso. Además de manifestarse por los
dones y carismas, el Espíritu actúa en el interior del hombre y esta acción
está centrada en su liberación progresiva, en su lento crecimiento en y por el
amor.
En
la Fiesta del Padre, no hará más profetas, ni convocadores, ni predicadores, ni
sanadores. No habrá nada más que personas para quienes la libertad y el amor
estarán al fin reconciliados, personas que podrán amar sin perder su libertad
ni dominar al otro.
En
la Trinidad esto permanece (dura por) siempre. Para nosotros esto ha comenzado
con el Espíritu.
REFLEXIÓN CENTRAL:
La respiración (o
soplo) interior
Han notado ustedes que,
cuando Jesús habla de su partida, Él anuncia también a sus discípulos que él se
quedará con ellos. Vean y escuchen el evangelio de nuevo:
Antes de pasar (partir) a
la casa de su Padre, Jesús decía a sus discípulos:
–El que me ama hace
caso a mi palabra; y mi Padre le amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con
él.
Hay una especie o forma
de paradoja. ¿Se puede a la vez partir y quedarse? Cuando Jesús habla de
partir, Él evoca su muerte con toda seguridad y la desaparición de su presencia
carnal (física) ante los suyos, de la experiencia de no verle, no
escucharle, no tocarle, que es la característica de nuestra manera habitual de
comunicar. Pero al partir, Jesús anuncia otra manera de estar presente. “Yo
oraré (rogaré) al Padre, y les dará otro defensor” (Juan 14,16). Jesús
mismo ha sido un defensor de los suyos. Pero Él enviará otro defensor, el
Espíritu de Verdad. La palabra DEFENSOR, hace pensar o evocar un proceso en el
tribunal con el abogado de la defensa.
Se sospecha que vendrán
tiempos difíciles, tiempos de persecución, y la necesidad para los discípulos
de defender su causa.
¿Qué es lo quiere decir
Jesús cuando nos habla de enviarnos el Espíritu, llamado Espíritu de verdad,
Defensor? Este Espíritu también cumple funciones de maestro y de memoria. “Él
les enseñará todo, y Él les hará recordar todo lo que les he dicho” (Juan
14,26).
El Espíritu de Dios, el
Espíritu Santo, es la respiración (el aliento) de Dios. Al recordar la creación
del mundo, el libro del Génesis dice que el Espíritu de Dios se movía
(planeaba) (aleteaba) sobre las aguas (Génesis 1,2). En el segundo
relato de la creación, que es muy ingenuo y muy poético, el autor habla de Dios
como de un alfarero que con un poco de tierra (o arcilla) forma al primer
humano: “luego sopló en sus narices un
aliento de vida, y existió el hombre con aliento y vida.
El ser
humano está hecho de aire. Cuando alguien muere, se dice indiferentemente que
ha entregado el Espíritu o que él ha dado su último respiro. Se esté dormido o
despierto, la respiración es continua y sigue su curso. RESPIRAR ES VIVIR.
Cuando uno se siente angustiado, uno se siente ahogado. Uno respira con
dificultad, uno se siente oprimido. Uno busca recuperar su aliento.
Bien
canta Alejandro Lerner en aquella bella canción “Todo a pulmón”:
Cada nota cada idea
cada paso en mi carrera
y la estrofa de mi última canción
cada fecha postergada
la salida y la llegada
y el oxígeno de mi respiración
y todo a pulmón todo a pulmón.
Que difícil se me hace
seguir pagando el peaje
de esta ruta de locura y ambición
un amigo en la carrera
una luz y una escalera
y la fuerza de hacer todo a pulmón…
Yo he
conocido varias personas asmáticas (no me olvido nunca de la Tía Odilia que de
pequeños convivió con nosotros y nos cuidó algún tiempo, cuando jugábamos a las
escondidas con ella, era fácil encontrarla, no solo por su obesidad sino
también por su asma que la hacía respirar fuertemente), uno ve a esas personas
angustiadas, que se sienten oprimidas tratando de recuperar su respiración.
Cada
respiración es un combate. El cuerpo pide su dosis de aire y de oxígeno, pero
algo al interior parece bloquear su entrada. Al cabo de algunas horas, sentimos
como puntos opresivos en la espalda y una voz interna parece murmurar: es tu
último suspiro.
Hoy
uno puede comprender el combate de los no fumadores para obtener lugares libres
de humo. Durante mucho tiempo, en nuestra sociedad fumar era aparentemente
normal e inofensivo y los fumadores apestaban todo: la cocina, la sala, el
auto, el bus, los lugares públicos. Pero finalmente uno se ha dado cuenta que
el humo no era solamente peligroso para los fumadores, sino que también lo era
para los no fumadores. Numerosos estudios han demostrado el carácter nocivo del
humo secundario, y el no fumador es ahora percibido como una víctima cuando él
es sometido contra su voluntad a aspirar el humo de otros.
Recuerdo
por incidencia que la caída en cuenta de la conveniencia del humo para los no
fumadores es una exigencia moral de los fumadores. No se trata solo de una
cuestión de respeto de la ley o de cortesía. Es una cuestión de justicia.
Exponer a alguien a un riesgo importante para su salud, es atentar contra su
integridad. Quizás se nos demande que hagamos de la Fiesta de Pentecostés
una ocasión para defender a los no fumadores y más ampliamente ¿una
ocasión de militar contra la polución del aire?
La
lucha social y política que han asumido como empresa los no fumadores para
hacer valer sus derechos muestra hasta qué punto la respiración es uno de los
primeros reflejos de la vida. Uno puede sobrevivir varios días en una sequía
total. Pero en un lugar sin aire uno puede sobrevivir apenas durante algunos
minutos.
LA
RESPIRACIÓN ilustra maravillosamente nuestra dependencia con respecto a la
naturaleza. Nuestro cuerpo solo puede vivir mientras esté inmerso en la
naturaleza, en comunicación ininterrumpida con el fuego, la tierra, el agua, el
aire. El aire penetra en el fondo de nuestro organismo, penetra en los alvéolos
del pulmón y después se difunde en los vasos sanguíneos. Enseguida, la sangre
enriquecida en oxígeno se va hacia los diferentes tejidos del organismo. Estos
tejidos utilizan el oxígeno, producen la energía requerida y devuelven
enseguida el gas carbónico que es expulsado por los pulmones.
La
respiración es el símbolo mismo de la vida. El ser humano es
un respiro viviente, un ser animado. Y este aliento o respiración del cual
dependemos totalmente, no es solamente la naturaleza exterior, lo es también
Dios. El aliento de Dios está en nosotros.
Jesús
va más lejos. Él habla de la habitación de Dios en nosotros. “Si
alguien me ama, él permanecerá fiel a mi Palabra; mi Padre lo amará y nosotros
(mi Padre y yo) vendremos a habitar en él” (Juan 14,23). Ya no
se trata más simplemente de buscar a Dios afuera, es necesario
descubrirlo al interior (dentro). El creyente que guarda la Palabra de Jesús,
que permanece fiel a sus mandamientos entrará en la intimidad de Dios. Y puede
uno decir, Dios entrará en él (ella): “nosotros vendremos habitar en
él” (Juan 14,23). Esta habitación de Dios en nosotros está simbolizada
por el Espíritu. El Espíritu de Dios habitará la persona fiel, “Él
les enseñará todo, y les hará recordar todo lo que les he dicho”.
Hay
acá una función de enseñanza y de memoria. La relación con Dios no es
simplemente una relación con alguien exterior a sí mismo. Es
una relación con la profundidad de sí mismo. En el fondo de nosotros, Dios ha
hecho su morada. Él está en lo más secreto del corazón, en el fondo de la
respiración, en el fondo del vientre. Él es el maestro interior que nos
educa y nos enseña a gustar las cosas interiores, a pasar de lo externo a lo
interno, de la superficialidad de las cosas a la profundidad del ser. El
Espíritu, dice Jesús, les hará recordar (evocar) todo lo que les he dicho.
El
grupo Caifanes cantaba en una canción de los 90s :
Afuera
afuera tú no existes, sólo adentro
afuera
afuera no te cuido, sólo adentro
afuera
te desbarata el viento sin dudarlo
afuera
nadie es nada, sólo adentro
Afuera
afuera tú no existes, sólo adentro
afuera
afuera no te cuido, sólo adentro
afuera
te desbarata el viento sin dudarlo
afuera
nadie es nada, sólo adentro
Nosotros
vivimos en una cultura que trata de cazar (desterrar, aniquilar) la memoria,
como si el pasado fuera vergonzoso; pero sin memoria no hay identidad. Las
Palabras de Jesús nunca han terminado de revelar su sentido. Uno llena un libro
de crucigramas o de sopa de letras y se le arroja a la basura, uno lee una
novela y es todo. Pero las palabras de Jesús nunca han expresado todo su
sentido. Ellas duermen en nosotros, ellas caminan a través de nuestra vida. Y
el Espíritu las retoma sin cansarse; Él nos permite recordar de nuevo y decir
el sentido que las palabras de Jesús tienen hoy. Este sentido nunca se
termina, está siempre aflorando, naciendo.
La
Fiesta de Pentecostés tiene varios significados.
Para
los judíos del tiempo de Jesús, era una fiesta de peregrinación durante la cual
se hacía memoria de la alianza que Dios había hecho con su pueblo.
En
Pentecostés, nosotros festejamos la nueva alianza de Dios con nosotros. En
Jesús, Dios ha establecido su alianza definitiva. Él habita entre
nosotros. El don del Espíritu es el símbolo de esta habitación de Dios
en medio de nosotros. En el relato de los Hechos de los Apóstoles, los
discípulos tienen miedo. Pero viene un viento violento que los sacude y lenguas
de fuego que se establecen sobre ellos y dan a su lenguaje una fuerza de
comunicación irresistible. Todo el mundo les entiende, los comprende. Bajo este
aspecto, la fiesta de Pentecostés es una fiesta de la misión.
Pero
en adelante, no es en un templo que Dios habita, Él habita al interior de la
misma humanidad. Es en el fondo de cada discípulo que el Espíritu viene a
habitar (morar) y se propone como un Defensor, como un maestro interior,
como una memoria. Como dice San Pablo: “Impulsados por el Espíritu, clamamos
hacia el Padre llamándolo: Abba!” El Espíritu nos convierte en Hijos
de Dios, hijos e hijas viviendo en la intimidad de Dios. Viene de Dios un soplo
que sopla en nosotros. La flauta sólo suena cuando quien la ejecuta sopla (mete
el aire) en el tubo. Y el aire que vibra puede llegar a ser una elocuente o
tierna melodía, según el arte del flautista. Pero el arranque de todo esto, es
el soplo. El soplo (aliento; respiro) de Dios entra en nosotros, y nos toca a nosotros
hacer (componer) una melodía de alegría, de amor y de esperanza.
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2
De la Conferencia Episcopal de Colombia
I.Orientaciones
para la Predicación
Introducción
Esta solemnidad que concluye el gozoso tiempo pascual ofrece varios elementos
para el crecimiento personal y comunitario, de la Palabra de Dios, destacamos
tres.
• El primero lo sintetiza Jesús así: “Reciban el Espíritu
Santo”, como se observa Dios envía su Espíritu y todo aquel que lo recibe
renueva su vida personal y comunitaria.
• En segundo lugar, Jesús indica claramente que somos
enviados, en efecto, afirma: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”.
Desde los inicios del cristianismo este mandato del Señor es un imperativo que
no pasa de moda, por ello, la insistencia del Papa Francisco de ser “una
Iglesia en salida” que no cesa de anunciar el amor del Padre en Cristo.
• Finalmente, se destaca en la primera carta del apóstol san
Pablo a los Corintios, cómo el Espíritu Santo presente en la Iglesia en
general, está también en cada uno de los creyentes en particular: “en cada uno
se manifiesta el Espíritu para bien común”, esta afirmación se refiere a los
carismas del Señor que cada creyente recibe y que en este tiempo en el que el
Papa Francisco está invitando a reflexionar en la sinodalidad de la Iglesia,
reviste singular importancia. Se profundizará especialmente en este tercer
elemento.
1.
Lectio: ¿Qué dice la Sagrada
Escritura?
“En cada uno se manifiesta el Espíritu para bien común”: Esta afirmación de la
segunda lectura expresa explícitamente que el Espíritu Santo está en la Iglesia
en general, pero también está en cada creyente en particular que con fe y
devoción lo recibe, esto fue lo que experimentaron los primeros cristianos que,
como dice el libro de los Hechos de los Apóstoles “se llenaron todos de
Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras”. El hablar en
lenguas y “oirlos hablar de las maravillas de Dios en la propia lengua”, indica
cómo el evangelio llega a varios lugares del mundo, por lo que muchas son las
lenguas de la Iglesia, aunque todas profesan la misma verdad, la única fe en el
Señor Jesús.
Esta experiencia, no se reduce sólo al pasado, en el presente el
mismo Espíritu sigue actuando y es enviado a cada creyente, como dice Jesús en
el evangelio según san Juan: “Reciban el Espíritu Santo”, hoy la Iglesia sigue
acogiendo esta presencia “espiritual” de Jesús que renueva todo creyente y no
sólo a los seres humanos, sino como dice el Salmo 103 a toda la creación:
“Envías tu Espíritu, Señor, y renuevas la faz de la tierra”.
2.
Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada
Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
El Espíritu Santo es la presencia espiritual de Jesús resucitado en la Iglesia,
presencia que la anima y sin la cual no pudiera existir. Sin esta presencia el
ser humano es nada, como dice la secuencia litúrgica: “Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías su
aliento”. Sin el Espíritu Santo, la Iglesia, es nada, no pasaría de ser una institución
humana, al estilo de una empresa, o de una ONG, pero en el fondo estaría vacía.
El Papa Francisco ha venido insistiendo sobre la necesidad de una
Iglesia sinodal, es decir, una Iglesia que camina unida, dando cabida a todos,
respetando los carismas y dones de cada uno y construyendo con ellos la unidad.
Sin duda, la solemnidad de Pentecostés es una buena oportunidad para comprender
esta realidad, pues los carismas que el Espíritu Santo ha dado a todos como
pueblo de Dios, favorecen en medio de la singularidad de cada uno, la unidad
del cuerpo de la Iglesia que tenemos la responsabilidad de seguir construyendo.
Pablo enseña en la primera carta a los Corintios que “en cada uno
se manifiesta el Espíritu para bien común”: junto a esto que podemos llamar un
“don particular” que reciben todos los bautizados, se advierte que, este
carisma es para el bien común, por lo que también hay un “don común” a todos
los creyentes que, en el mismo texto, a continuación, se refiere a los
sacramentos del bautismo: “Todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu” y
de la eucaristía: “Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”. Unido a estos dos
sacramentos, está el de la reconciliación, referido por el evangelio según san
Juan: “A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados”.
La relación entre el “don particular” que recibe cada creyente y
el “don común” que recibe todo el cuerpo de la Iglesia, la realiza el Espíritu
Santo; en efecto, el Espíritu “sopla donde quiere” (Jn 3,8) y, por ello, se
observa cómo este mismo Espíritu sorprende a muchos con el don dado a algunos,
porque la manifestación libre del Espíritu no está condicionada por nada, ni
por nadie; no obstante, el Espíritu se dona a través de gestos instituidos por
Cristo y regulados por la mediación de la Iglesia, pero se trata siempre del
mismo Espíritu como subraya el apóstol: “Hay diversidad de carismas, pero el
Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo;
diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos” (1Cor
12,4-6).
Los carismas son dones dados a cada uno de los fieles “don
particular” para enriquecer y santificar a la Iglesia, esto tiene que descubrir
el camino sinodal que se está realizando en la comunidad eclesial; por otra
parte, los sacramentos son dones dados a la Iglesia “don común” para enriquecer
y santificar a cada uno de los fieles. Hay pues, una armonía y una reciprocidad
completa entre el “don particular” y el “don común”; atentar contra este
equilibrio, sería empobrecer la Iglesia como misterio de fe y cuerpo de Cristo
y empobrecer a cada uno de los fieles, alejándolos de la comunidad. Quedarse
sólo con el “don común” sería simple sacramentalismo, quedarse sólo con el “don
particular” sería espiritualismo vacío, sin Iglesia.
El Concilio Vaticano II resume esta enseñanza con estas palabras:
“el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante
los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también
distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición,
distribuyendo a cada uno según quiere (1Cor 12,11) sus dones, con los que les
hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles
para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras:
«A cada uno... se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad»
(1Cor 12,7)” (Lumen Gentium 12).
3.Oratio y
Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la
misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Es esta una oportunidad para agradecer a Dios por la acción del Espíritu Santo
en la vida personal y en la vida de la Iglesia.
Gracias Jesús por enviar tu Espíritu Santo a la Iglesia que
renueva la vida personal y comunitaria. Gracias Espíritu Santo, don del Padre y
del Hijo, porque habitando en los creyentes, suscitas la unidad y la armonía en
la vida eclesial. Ilumina esta etapa de sinodalidad que la Iglesia vive y ayuda
a todos los bautizados a hacerla realidad en la relación con los hermanos y con
los hombres y mujeres que encuentran en el camino de la vida.
Un compromiso práctico que puede
dejar la Palabra de Dios en la vida es preguntarse cómo favorezco la unidad y
armonía en la comunidad en la que vivo, cómo aporto desde el “don particular”
que he recibido, al bien común de los hermanos, pues el Espíritu Santo une y
lleva a la unidad, por ello, la Iglesia es un misterio de comunión entre los
hermanos, para la misión. El mejor testimonio que un creyente puede dar es la
unidad, recordemos lo que dice Jesús: “En esto sabrán los hombres que son mis
discípulos, en que sea aman los unos a los otros” (Jn 13,35).
____________
Recomendaciones
prácticas:
• Hoy termina el Tiempo Pascual. Después de la última misa, en la noche,
se apaga el Cirio pascual y se retira del presbiterio. Conviene colocarlo
decorosamente en el bautisterio para que arda durante la celebración del
Bautismo y poder encender en él los cirios de los bautizados.
• Motivar la semana de oración por la Unidad de los cristianos.
• Día del Campesino.
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3
Pentecostés: La Venida del Espíritu Santo
De repente,
se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente,
y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas
lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de
ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Hechos 2:2–4
¿Crees que hubo realmente un “ruido como de un
fuerte viento que sopla” en este primer derramamiento del Espíritu Santo? ¿Y
crees que realmente hubo “lenguas como de fuego” que vinieron y se posaron
sobre todos? Bueno, ¡lo más probable es que lo haya! ¿Por qué otra
razón habría sido registrado de esa manera en las Escrituras?
Estas manifestaciones físicas de la venida del
Espíritu Santo se hicieron presentes por numerosas razones.
Una
de las razones fue para que estos primeros receptores del derramamiento total
del Espíritu Santo comprendieran concretamente que algo asombroso estaba
sucediendo. Al ver y escuchar estas manifestaciones físicas del Espíritu
Santo, estaban mejor dispuestos a comprender que Dios estaba haciendo algo
asombroso. Y luego, al ver y oír estas manifestaciones, fueron tocados por
el Espíritu Santo, consumidos, llenos y quemados.
De
repente descubrieron dentro de sí mismos la promesa que hizo Jesús y finalmente
comenzaron a entender. ¡Pentecostés cambió sus vidas!
Lo más probable es que no hayamos visto ni
escuchado estas manifestaciones físicas del derramamiento del Espíritu Santo,
pero debemos confiar en el testimonio de aquellos en las Escrituras para
permitirnos llegar a una fe profunda y transformadora de que el Espíritu Santo
es real y quiere para entrar en nuestras vidas de la misma manera.
Dios
quiere incendiar nuestros corazones con su amor, fuerza y gracia para vivir
efectivamente vidas que produzcan cambios en el mundo.
Pentecostés
no se trata solo de que nos volvamos santos, también se trata de que se nos dé
todo lo que necesitamos para salir y llevar la santidad de Dios a todos
aquellos con los que nos encontremos.
Pentecostés
nos permite ser instrumentos poderosos de la gracia transformadora de Dios. Y
no hay duda de que el mundo que nos rodea necesita esta gracia.
Mientras celebramos Pentecostés, sería útil
reflexionar sobre los efectos primarios del Espíritu Santo en oración. A continuación,
se encuentran los Siete Dones del Espíritu Santo.
Estos
Dones son los efectos primarios de Pentecostés para todos y cada uno de
nosotros. Úselos como un examen de su vida y deje que Dios le muestre
dónde necesita crecer más profundamente en la fuerza del Espíritu Santo.
Señor, envía Tu Espíritu a mi vida y
enciéndeme con los Dones de Tu Espíritu. Espíritu Santo, te invito a tomar
posesión de mi alma. Ven Espíritu Santo, ven y transforma mi vida. Espíritu
Santo, en Ti confío.
Siete Dones del Espíritu Santo
Temor del Señor : Con este don, el cristiano se vuelve muy consciente de cualquier
cosa que pueda dañar su relación con Dios. Hay un “temor” santo de
lastimar esta relación y se da gracia para evitar estas cosas a toda costa.
Sabiduría : Con este don se da al cristiano una gracia especial para
“meditar las realidades divinas” en su razón especulativa. Somos capaces
de ver el panorama general y saber cuál es la mejor manera de ser un
instrumento de paz y armonía en nuestro mundo.
Entendimiento : Esta es la habilidad de tener una seguridad sobrenatural de los
asuntos de la fe. La vida tiene sentido. Podemos dar sentido a las
partes más profundas de la revelación, dar sentido al sufrimiento y comprender
aquellas cosas que nos tientan a dudar. Con este don llegamos a ver cómo todo
en la vida puede obrar para bien de acuerdo con el plan de Dios.
Conocimiento : Con este don el cristiano sabe, más en el intelecto práctico,
cuál es la voluntad de Dios en tal o cual situación. Sabemos cómo vivir,
cómo discernir la voluntad de Dios y qué decisión tomar en nuestra vida diaria. También
nos permite aprender de nuestros errores del pasado.
Consejo : Con este don, el cristiano se ve a sí mismo como un eslabón de
una cadena que constituye toda la Iglesia. Dios usa a cada uno de nosotros
para ayudarnos y apoyarnos unos a otros en nuestro camino. Sabemos qué
decir y cómo actuar para hacer nuestra parte para edificarnos unos a otros.
Fortaleza : En pocas palabras, es una firmeza de mente y espíritu para hacer
el bien y evitar el mal. Es una especie de coraje cristiano. El
Evangelio nos llamará a todos a una vida radical de amor. La fortaleza nos
da la fuerza que necesitamos para seguir adelante.
Piedad :
Este don nos permite primero reverenciar y amar a Dios, pero también ver la
dignidad de los demás y reverenciarnos como hijos de Dios.
Otras entradas anteriores sobre este
mismo evangelio:
¿Qué
le pedirías al Espíritu Santo?
Ven,
Espíritu Santo, y envíanos tus preciados dones, como lo hiciste con los
Apóstoles en aquel atardecer de Pentecostés.
– Te pedimos el don de la Sabiduría para
aprender a descubrir y gustar cada día más de tu Palabra y actuar siempre
movidos por la caridad hacia Dios y al prójimo.
–
Ilumínanos con el don del Entendimiento para poder entender tu revelación,
aumentar nuestra fe y saber distinguir entre lo que es bueno o malo para
nosotros.
– No dejes de brindarnos el don del Consejo
para saber discernir las opciones que la vida nos ofrece, ser prudentes al
orientar y estar abiertos y predispuestos a escuchar a los demás.
–
Infúndenos el don de la Ciencia para que abramos los ojos a la contemplación de
Dios y sepamos entender cómo cada cosa de la creación nos habla de él.
–
Danos el don de la Piedad para estar siempre dispuestos y ser piadosos y justos
con todos, aun con quienes más nos cuesta tratar.
– Llénanos del don de la Fortaleza para ser
perseverantes y firmes en nuestras convicciones, y valientes al enfrentar las
adversidades.
–
Cólmanos del don del Temor de Dios para que nunca perdamos el respeto por
nuestro Padre Creador y seamos dóciles para cumplir su voluntad.
Ven,
Espíritu Santo; tú sabes bien qué es lo que necesitamos.
Por eso, escucha nuestras súplicas y, por
medio de la plenitud de tus dones, enciende en nuestros corazones ese fuego de
tu amor que nunca se apaga.
OBJETIVO VIDA DE LA SEMANA:
- Hoy
tendré tiempo para reír, para cantar y vivir simplemente de cara a Dios.
- ¿Recuerdo
el día de mi confirmación? En general estábamos muy jóvenes! El Espíritu
es alguien para mí?
- Trato
de encontrar la manera de ser un testigo de Jesús más autentico en mi ambiente
de trabajo y al interior de mi familia.
ORACIÓN- CONTEMPLACIÓN
Que sople tu soplo en MI,
que el viento del Espíritu ventee en mi vida,
que el soplo de vida penetre hasta el fondo de
mí
Y que yo me haga un hombre viviente (que vive
de verdad).
Yo no soy más que una flauta,
un clarinete, una dulzaina,
una trompeta o un saxofón,
de madera o de cobre
O simplemente de carne y de sangre.
Yo no tengo más aliento (soplo) que aquel que
recibo.
Venga sobre mí tu Espíritu:
queda tanta música para inventar!
Amén.
REFERENCIAS:
- Histoires (extraites
de « Paraboles d'un curé de campagne » de Pierre Trevet nos 23.)
- HÉTU, Jean-Luc. Les
Options de Jésus.
- Pequeño
Misal « Prions en Église », edición quebequense 2010.
-
BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole, cicle C.
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