miércoles, 22 de junio de 2022

23 de junio del 2022: jueves de la duodécima semana del Tiempo Ordinario



( Mateo 7: 21-29) Decir Simplemente   "¡Señor, Señor!" no es suficiente. Invocar a Cristo es ante todo actuar en este mundo para que su presencia sea manifiesta y significativa.




Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Reyes (24,8-17):

Cuando Jeconías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre. En aquel tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la cercaron. Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén cuando sus oficiales la tenían cercada. Jeconías de Judá se rindió al rey de Babilonia, con su madre, sus ministros, generales y funcionarios. El rey de Babilonia los apresó el año octavo de su reinado. Se llevó los tesoros del templo y del palacio y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de Israel, había hecho para el templo según las órdenes del Señor. Deportó a todo Jerusalén, los generales, los ricos –diez mil deportados–, los herreros y cerrajeros; sólo quedó la plebe. Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia. Llevó deportados, de Jerusalén a Babilonia, al rey y sus mujeres, sus funcionarios y grandes del reino, todos los ricos –siete mil deportados–, los herreros y cerrajeros –mil deportados–, todos aptos para la guerra. En su lugar nombró rey a su tío Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.

Palabra de Dios




Salmo
Sal 78,1-2.3-5.8.9

R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre


Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.

Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R/.

No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.




Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,21-29):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: 'Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados." El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.

Palabra del Señor




Fuerza!

" El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.”


Este pasaje anterior es seguido por el contraste de alguien que construyó su casa sobre arena. El viento y las lluvias llegaron y la casa se derrumbó. Es un contraste claro que lleva a cualquiera a concluir que tener su casa construida sobre roca sólida es mucho mejor.

La casa es tu vida. Y la pregunta que plantea es simplemente, ¿qué tan fuerte soy? ¿Qué tan fuerte soy para enfrentar las tormentas, las dificultades y las cruces que inevitablemente vendrán en mi camino?  

Cuando la vida es fácil y todo transcurre sin problemas, no necesariamente necesitamos una gran fuerza interior. Cuando el dinero es abundante, y tenemos muchos amigos, y tenemos nuestra salud y nuestra familia se lleva bien, la vida puede ser buena. Y, en ese caso, la vida puede incluso ser fácil. Pero hay pocos que puedan pasar por la vida sin enfrentar una tormenta. Cuando eso sucede, se prueba nuestra fuerza interior y se requiere la fuerza de nuestras convicciones internas.

En esta historia de Jesús, la lluvia, las inundaciones y el viento que azotaron la casa son realmente algo bueno. ¿Por qué? Porque permiten que los cimientos de la casa manifiesten su estabilidad. Así es con nosotros. El fundamento de nuestras vidas debe ser nuestra fidelidad a la Palabra de Dios. ¿Crees en la Palabra de Dios? ¿La has meditado, estudiado, interiorizado y permitido que ella se convierta en el fundamento de tu vida? Jesús deja en claro que tendremos una base sólida sólo cuando escuchemos Sus palabras y actuemos en consecuencia.

Reflexiona hoy sobre cuán profundamente crees todo lo que Jesús dice. ¿Confías en cada palabra que ha dicho? ¿Le crees lo suficiente como para confiar en sus promesas incluso en medio de los mayores desafíos de la vida? Si no estás seguro, entonces este es un buen día para volver a comprometerte con la lectura en oración de Su Palabra.

Todo lo que dice en las Escrituras es verdad y esas verdades son lo que necesitamos para crear una base firme para el resto de nuestras vidas.

Señor, ayúdame a escuchar tus palabras y a actuar en consecuencia. Ayúdame a creer en tus promesas y a confiar en ti incluso cuando las tormentas de la vida parezcan feroces. Jesús, confío en ti.

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