29 de mayo del 2024: miércoles de la octava semana del tiempo ordinario (año par)


 Solidaridad radical

 (Marcos 10, 32-45) Es imposible seguir a Jesús sin asumir con Él el destino que le reserva Jerusalén. La multitud y los discípulos que lo acompañaban sintieron la tragedia. Los Apóstoles, confiados en el poder de su Maestro, parecen menos lúcidos. Dedicados a servirle, aún no han comprendido la radicalidad de su solidaridad. Jesús aclara su inapropiada disputa abriendo el camino a una vida entregada por la multitud. Nuestras vidas están iluminadas por ello. ■

Nicolás Tarralle, sacerdote asuncionista


(Marcos 10, 32-45) La mejor manera de compartir la gloria del Señor es hacerse como él cada día, el servidor de todos



Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,18-25):

Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por vuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza. Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente. Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal, sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera, porque «toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, la flor se cae; pero la palabra del Señor permanece para siempre.» Y esa palabra es el Evangelio que os anunciamos.

Palabra de Dios

 

Salmo

Sal 147,12-13.14-15.19-20

R/. Glorifica al Señor, Jerusalén

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.

Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R/.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,32-45):

En aquel tiempo, los discípulos iban subiendo camino de Jerusalén, y Jesús se les adelantaba; los discípulos se extrañaban, y los que seguían iban asustados.
Él tomó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que le iba a suceder: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará.»
Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»
Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»
Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»
Contestaron: «Lo somos.»
Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo; está ya reservado.»
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»

Palabra del Señor

 

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Grandeza en el santo servicio


Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»
Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»

 

Marcos 10: 35–37

 

 

Santiago y Juan aquí se mostraron bastante atrevidos. Su audacia puede venir, en parte, por el hecho de que se habían familiarizado mucho con la bondad de Jesús. Él era un maestro diferente a cualquier otro, y su autenticidad era muy evidente para ellos. Por lo tanto, se permitieron caer en la trampa de dar por sentada la bondad de Jesús al buscar un favor egoísta de nuestro Señor. 

 

La respuesta de Jesús es gentil y reflexiva y, al final, Santiago y Juan se sienten algo humillados por su intento de obtener este favor egoísta cuando los otros discípulos se “indignan” ante su pedido.

 

Jesús resume su respuesta a estos discípulos de esta manera: “… el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.” Jesús, por supuesto, estaba hablando especialmente de sí mismo. Fue el más grande y el primero entre ellos. Y por esa razón, Jesús se humilló a sí mismo como su servidor y el "esclavo de todos". Normalmente, la idea de ser esclavo tiene connotaciones muy negativas. La esclavitud es un abuso de la dignidad de otro. Es una forma de descartar la dignidad de la persona; sin embargo, Jesús dice que la forma ideal de ser verdaderamente grande es convertirse en esclavo de todos.

 

Cuando se impone la esclavitud literal a otro, esto es un abuso grave. Pero hay otra forma de santa esclavitud de la que habla Jesús. Para Jesús, una santa esclavitud es aquella en la que nos entregamos al otro en forma sacrificada por amor. Y esto es lo que Jesús hizo a la perfección. Su muerte en la Cruz fue una verdadera muerte física. Fue un sacrificio de Su vida terrenal, pero fue hecho libremente y con el propósito de liberar a otros. Al referirse a sí mismo, Jesús explica Su santa "esclavitud" cuando dicePorque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»

La grandeza de Jesús se encuentra primero en el simple hecho de que Él es Dios. Pero su grandeza se manifiesta más en su naturaleza humana cuando da su vida "en rescate por muchos". Es la Cruz la que se convierte en el mayor acto de amoroso servicio jamás conocido. El fruto de su sacrificio desinteresado es la salvación de todos los que se vuelven a él. Así, Jesús convierte la esclavitud y la muerte en el mayor acto de amor jamás conocido.

 

Reflexione hoy sobre su propio llamado a vivir una vida de santa esclavitud. ¿Cómo lo está llamando Dios a entregarse con sacrificio a los demás por amor? Desde un punto de vista puramente humano, la idea del sacrificio, la servidumbre e incluso la santa esclavitud es difícil de comprender. Pero cuando nos valemos de Jesús y lo vemos como modelo, se vuelve mucho más claro. Busque formas en las que pueda entregarse a los demás desinteresadamente y sepa que cuanto más pueda imitar a nuestro Señor en este santo esfuerzo, mejor y más grande será su vida.


 

Señor de toda santidad, Tu grandeza se manifestó en Tu naturaleza humana por Tu acto de perfecta servidumbre cuando elegiste libremente morir por los pecados de aquellos que se vuelven a Ti en busca de redención. Te humillaste tomando la forma de un esclavo, para que todos pudieran ser liberados. Ayúdame a confiar siempre en Tu gran amor y a abrirme continuamente al don de la redención que Tú ofreces. Jesús, en Ti confío.

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