15 de junio del 2014: Domingo de la Santísima Trinidad (A)
El rostro de Dios
Como comprender que un Dios único sea al mismo tiempo tres?
La Palabra de Dios de este domingo, nos dice que el Señor se nos revela como un amor que se da. En Él, todo es relación
EVANGELIO
Juan 3, 16-18
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios."
A guisa de introducción:
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Celebramos este domingo la Fiesta de la Santísima Trinidad…
Para muchas personas que no tienen una formación cristiana sólida y o bien fundamentada, creen que la Santísima Trinidad es una advocación u otro nombre para la Virgen María.
El dogma de la Santa Trinidad es propio y exclusivo de los cristianos católicos y el catecismo varias veces hace alusion a él:
"El misterio de la Santísima TRINIDAD es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la 'jerarquía de las verdades de fe'. 'Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos'." (CIC. 234)
Nosotros creemos en un Dios trino que es Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres Personas distintas y un solo Dios verdadero, decía el catecismo tradicional del padre Astete. Es evidente que es un misterio difícil de comprender y asimilar, cómo creer en un Dios único que a la vez son 3? Y entonces se ha recurrido así a las figuras o comparaciones populares como la del huevo que es clara, yema y cascara pero un solo huevo…Pero concluimos entonces que de Dios o sobre Dios es inútil elaborar discursos o meterse en largas y teóricas discusiones que nos conducen finalmente a una fe o espiritualidad fría, tediosa y aburrida…Descubrimos que a Dios no se le puede estudiar, no se puede especular sobre Él y que solo en la relación, en el encuentro con los otros, en el amor y el servicio podemos descubrir su esencia…
Asi El es presencia antes que ESENCIA,
VERBO ANTES QUE SUSTANTIVO,
amar con las manos antes que poesia...
Yo soy una persona.
Sabían ustedes que es el Pensamiento cristiano que ha forjado el concepto de persona? Desde los primeros siglos de la Iglesia, para hablar del misterio de la Santísima Trinidad, un solo Dios en 3 personas, ha sido necesario reflexionar, precisar, definir este término. El concepto existía anteriormente, pero ha sido necesario decir claramente que padre, Hijo y Espíritu Santo no son tres maneras de hablar, como se podría decir de alguien que es a la vez padre de familia, medico y¸ pianista…No! El Padre es bien distinto del Hijo, y el Espíritu Santo no es un segundo hijo: ellos son 3 personas. Se ha debido trabajar mucho para expresarlo con exactitud. Y como la Biblia nos dice que el hombre fue creado a la imagen de Dios, la Iglesia dice “cada uno es una persona”. Antes, cuando se creía que Dios era un viejo solitario, gran arquitecto, un poco tiránico, uno decía individuo. Persona, entonces, quiere decir mucho mas. Una persona, no es un número, es ALGUIEN. Es un ser en relación, y en relación ante todo con su Creador.
Un día le preguntaban al Padre Sève como explicaba él, el por qué tan pocos cristianos vivieran verdaderamente el amor por sus hermanos. Andrés Sève ha respondido: “quizás tenga una explicación. En mi caminada, yo no he encontrado muchos cristianos persuadidos o convencidos de que Dios los ama con TERNURA. La mayoría no alcanzan o llegan a vivir dentro de esta certitud. Entonces, ellos mismos, para con Dios y para con sus hermanos no sienten o experimentan ni un poco de ternura. Las dos cosas se sostienen, yo lo veo bien, entre mas se siente uno amado por Dios, más deseos se siente de ser bueno”.
El misterio de la Trinidad es un poco como el secreto del sol. No logramos mirarlo de frente ni a comprender su composición (aquello de que esta hecho) ya que nos enceguecería. Mas el sol ilumina todo lo que existe. La Trinidad queda siendo para nosotros un misterio, pero ella ilumina nuestra existencia, le da un sentido a todo lo que nos pasa, alimenta nuestra esperanza y llena nuestros vacíos y acompaña nuestra soledad.
En esta fiesta de la Trinidad, es bueno preguntarnos qué tipo de dios adoramos. Es un dios vengador y sin piedad o el Dios que se nos ha revelado a través de los profetas y a través Jesucristo?
Es esta presencia maravillosa de Dios en nuestras vidas que celebramos en esta grande fiesta de la Trinidad
Aproximación psicológica al texto del Evangelio
Una acción a largo plazo
Este pasaje del
evangelio está centrado en la Salvación del mundo: Dios quiere salvar al mundo
del fracaso y de la ruina o caos, de la auto-destrucción. A causa de su amor,
Dios no puede tolerar un mundo donde el hombre explota a su hermano y donde
ellos se matan entre sí, sin cesar, de un país al otro, en los 5 continentes.
Por razones que
quedan aún por precisar o aclarar, Dios decide no actuar de un solo golpe con
su vara mágica, sino más bien de intervenir a partir de una estrategia a largo
plazo. Él “da su Hijo, su Unigénito, su único Hijo”. Este Hijo, siente la misma pasión por la
vida que el Padre, Él quiere evitar el mismo fracaso, Él también quiere que el
amor salve al mundo.
Por razones que
permanecen también misteriosas como en el caso del Padre, el Hijo decide
también utilizar una estrategia a largo plazo. Él “envía el Espíritu del lado del Padre” (Juan 15,26) con la misma misión: liberar del caos y de la confusión, aportar el amor y la paz.
Todos sabemos que al
igual que el Padre y el Hijo, el Espíritu no actúa o interviene con una vara mágica.
Él comienza también su trabajo de largo esfuerzo, de largo aliento! Pero el
objetivo es siempre el mismo: nada meno que salvar al mundo, arrancar a la humanidad de todas las formas de esclavitud, y de
opresión, abrir los hombres al amor.
Por razones que
permanecen siempre también misteriosas, es ahora el hombre quien se rencuentra
con el mandato de liberar y de unificar al mundo. Para este affaire o tarea, él
dispone de 3 grandes recursos o fuentes:
La fe en el amor del
Padre,
El ejemplo de la Vida
de Jesús, y
La presencia activa,
transformadora del Espíritu.
Es así como “el
tiempo del Espíritu” coincide con “el tiempo del hombre”. Ni Dios, ni Jesús han
perdido de vista su proyecto de liberar al mundo. Pero este proyecto pasa por
hombres y mujeres concretos, quienes son reunidos directamente por el
Espíritu. “La verdad les hará libres”
(Juan 8,32), mas es “el Espíritu (quien) les permitirá acceder a
la verdad toda plena” (Juan 16,13), de tal modo que “allí donde está el
Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2
Corintios 3,17), y una libertad que debe desembocar en un servicio concreto:
“es a la libertad que
ustedes han sido llamados (…); por el amor, pónganse ustedes al servicio
los unos de los otros (…), caminen bajo el impulso del Espíritu”
(Gálatas 5, 13,16).
Todas estas
dimensiones de la acción del Espíritu deben integrarse en una espiritualidad
unificada, donde el creyente hace su síntesis personal de lo que él es, de
aquello que lo habita, y a lo que él está llamado.
Tener una espiritualidad, es a la vez tomar en mano
lo que se es, lo que se piensa y lo que se hace, y dejarse moldear o trabajar
por el Espíritu en esos 3 campos: Es a la vez llegar a ser consciente
(“acceder” a la verdad- Juan 16,13), llegar a ser libre (Juan 8,32) y llegar a
comprometerse (Gálatas 5,13).
La verdadera
espiritualidad, es la experiencia constante del Espíritu hecha por las mujeres
y los hombres lo suficientemente conscientes y suficientemente libres para comprometerse en su momento en la
concientización y la liberación de sus ambientes de vida.
He
aquí como Dios nos revela lo que Él entiende por “Salvar el mundo”.
Reflexión Central:
ANTE nosotros, CON nosotros, EN nosotros
La fiesta de la Trinidad presenta de
manera inevitable y casi siempre un problema de comunicación.
No es tan simple hablar de Dios,
porque Dios supera nuestro entendimiento y la capacidad de nuestras palabras
para expresar su misterio.
Mismo los judíos no se atrevían a
pronunciar el nombre de Dios, ya que este nombre revelado a Moisés no podía ser
repetido banalmente y por costumbre. Eso hubiera sido una profanación.
En la espiritualidad católica,
decimos que Dios es Trinidad: PADRE, HIJO Y ESPÍRITU. Nosotros hablamos de un
solo Dios en tres personas. En efecto,
es un lenguaje técnico, cuyo objetivo no es ensayar de definir o encerrar en un
concepto a Dios, sino el evitar errores (herejías) al definirlo.
En los comienzos del cristianismo
ciertamente hubo numerosas querellas teológicas sobre la manera de representar
a Jesús y decir quién era Él. No era más que un hombre adoptado por Dios? O a
la inversa un Dios que aparentaba ser hombre? Y si Él es Dios cómo puede llamar
Dios su padre y obedecerle? Para salvar
aquello que estimaba lo esencial de su FE, la Iglesia entonces ha afirmado que Jesús es verdadero Dios y Verdadero
Hombre y que Dios es Trino, a la vez Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Es por ello que nosotros bautizamos
en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es por ello que hacemos
la señal de la Cruz en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es
por esto que todavía la oración litúrgica está dirigida al padre, por el Hijo,
en el Espíritu. Dios es comunión de personas en una unidad indisociable.
En nuestra existencia hay siempre una
tensión jamás resuelta en el seno del amor, entre la fusión amorosa y la autonomía
de personas. Dos personas locamente enamoradas querrán a menudo no ser que una
sola persona. Pero esto, llega a ser rápidamente algo ahogador, o bien uno de
los miembros de la pareja aparece como absorbido por el otro, en todo caso algo
infernal. De ahí el proceso jamás terminado y constante para buscar y descubrir al otro, sin por otro
lado, abolir la distancia que los separa.
La doctrina cristiana de la Trinidad
nos anuncia que en Dios no hay conflicto entre la autonomía y el amor, que el
Padre, el Hijo y el Espíritu se aman sin confusión y que el ser de Dios se
mantiene todo entero en el amor.
Si la relación amorosa es difícil entre
dos individuos, nosotros sabemos también que en la pareja habitual formada por
un hombre y una mujer, el amor es retransmitido o relevado gracias al
nacimiento de un hijo. La relación se convierte de cualquier modo en algo
diferente y triangular. El hijo es a la vez imagen de su padre y de su madre,
pero él es mucho más que su doble. Él es otro, un tercero que se afirma y que
se opone. Es llegando a ser 3 que una pareja evoluciona en su crecimiento. Esta
explosión se acentuará todavía cuando lleguen los nietos.
Si es difícil formar una pareja,
nosotros sabemos hasta qué punto es también difícil conformar un grupo social, una
comunidad parroquial, una población, un barrio, una asociación, un pueblo. Los
seres humanos no son simplemente animales gregarios como las langostas o las
abejas, a los cuales los comportamientos les son dictados de manera rigurosa
por la biología.
Nosotros somos seres sociales, pero
cada uno de nosotros entra en sociedad a su manera, libremente, comprometiéndose más o menos dentro de esta
existencia, poniendo su razón, pero también su corazón. Puesto que nosotros intuimos
el amor, el amor compartido en una sociedad orgullosa de su identidad, este
amor aquí, vale más o es mejor que el odio, la soledad o la indiferencia. Hoy,
nos hacen saber y o nos quieren hacer creer que para que la sociedad avance es
suficiente con que las leyes del mercado libre funcionen, como si el dinero y
la economía fueran nuestras únicas razones de vivir. Yo prefiero (amo mejor)
una concepción trinitaria de la vida que a imagen de Dios Padre, Hijo y Espíritu, busca
construir el amor, la alegría, la comunión.
En el fondo, la Trinidad no puede ser
nada más que un dogma para protegerse de las herejías, pues la Trinidad dice cualquier
cosa sobre Dios, y de manera indirecta algo sobre nosotros. En mi humilde existencia
como creyente, yo me digo a menudo que creer en Dios Padre, Hijo y Espíritu, es
descubrir Dios ante MI, Con MIGO y en MÍ.
Al introducirnos en la FE, ante todo, descubrimos la paternidad de Dios, comprendemos que este mundo es
creado y que es resultado de una iniciativa del amor de Dios. Es sorprendente
que haya cualquier cosa y no NADA.
La ciencia ahora nos hace descubrir
la fabulosa historia del cosmos. Pero este inmenso proceso en ruta después quizás
15 mil millones de años, no explica el por qué de las cosas, él ilustra el cómo y
el desarrollo. Pero cuál es el misterio de aquel que hace surgir el mundo y lo
tiene entre sus manos?
Creer en Dios el Padre, es creer en una
generosidad primera nunca acabada. Vivir en la fe, es recibir cada día la vida
como un don inefable y tierno. “Dios
tierno y misericordioso, lento a la cólera, pleno de amor y de fidelidad” (Éxodo
34,6).
Nosotros, cristianos, hemos perdido el
sentido de la creación, el sentimiento de estar precedidos por el amor del
Padre. Nosotros hemos desencantado el mundo y no tenemos más esta admiración
(arrobamiento, sorprenderse) de niño ante la belleza del mundo y la grandeza de
la creación. La menor puesta de sol, el más mínimo canto de un pájaro, el más pequeño
brote de hierba que insiste crecer entre las zanjas del asfalto, todo esto es
gracia y belleza. Descubrir al Padre, es
descubrir la fuente y el origen, es palpar el amor presente detrás de la
opacidad del mundo. Es ver Dios ante MÍ.
Pero es en Jesucristo que nuestra experiencia
de Dios se profundiza. Jesús es el Emanuel, Dios con (en medio de) nosotros. En
cierto sentido, Dios escapa a nuestras experiencias empíricas. Nosotros no
vemos a Dios. Es en el hombre JESÚS que
nosotros hacemos la experiencia de Dios, que su rostro se descubre o revela y
se concretiza. “Yo tenía hambre y ustedes
me dieron de comer” (Mateo 25,35)
Nosotros, como insistía tanto el
Padre Varillon, S.J, imaginamos a Dios bajo la forma de la fuerza y el poder.
En Jesús nosotros lo descubrimos bajo la forma de la solidaridad y de la compañía.
Más todavía, nosotros lo descubrimos bajo el signo de la debilidad, de la
renuncia a la fuerza. Dios nos ama hasta tal punto de renunciar a su poder y
hacerse vulnerable entre nuestras manos para que nosotros comprendamos qué
clase de amor nos es ofrecido. Como lo
decimos en Navidad, Jesús nos revela la humanidad de Dios, su filantropía, su
solidaridad hasta en el sufrimiento. Por su Hijo Único Jesucristo, Dios es Dios
con nosotros.
Dios ante MI (nosotros), Dios con
MIGO (con nosotros). Nos queda Dios en MI mismo (o en nosotros mismos). Es la
obra del Espíritu, quien es a la vez nuestro Maestro interior, nuestra Memoria,
nuestro Respiro (o Aliento). Aquel que en nosotros respira con nosotros y abre
nuestro corazón a las realidades divinas. El Espíritu Santo es aquel que nos
hace descubrir nuestra complicidad interior con Dios y que por esto mismo nos conduce a la paz y a la alegría. Hay tanto bien por hacer, tanto mal por
reparar, tantos sufrimientos por combatir que arriesgamos con desesperarnos y matarnos en la tarea bajo el motivo de la generosidad. Tanta gente sufre depresión
o se quema (corre con locura) por motivos de dinero y de carrera. Es acaso necesario
por demás que los creyentes caigan en la misma dinámica y se quemen en un
activismo delirante?
Acaso no es necesario rencontrar el
RESPIRO? Detenerse, respirar, dejarse amar, reposarse interiormente en el sábado
de Dios. Lucas cuenta que el viejo Simeón, empujado por el Espíritu, ve al niño
Jesús y exclama simplemente:
“Soberano Señor, ya puedes dejar ir a tu siervo en paz.” (Lucas 2,29)
Qué bella oración de la noche o del
atardecer. Uno busca a Dios en toda la creación
y en el servicio de los hermanos. Y se tiene buena razón de actuar así. Pero Él
está también en el fondo de mi mismo (nosotros mismos) como el huésped interior
y secreto que la soledad y el silencio me (nos) revelan.
Dios ante
MI, Dios con MIGO, Dios en MI, es mi manera de decir el Padre, el Hijo, El Espíritu. O preferiblemente, al
nombrar Dios así, este es el camino por el cual yo descubro la
diversidad de su presencia.
La Trinidad no es un dogma o una doctrina. Es la riqueza íntima de Dios que nos permite comprender mejor los seres personales que somos, fascinados y atraídos por el amor. Es también el camino por el cual nosotros podemos descubrir la presencia multiforme de Dios, ANTE nosotros, CON nosotros, EN nosotros. Nosotros vivimos en un medio o ambiente divino. Por qué es tan difícil comprenderlo y abandonarse en él?
BIBLIOGRAFÍA:
http://paroissesaintefamilledevalcourt.org
HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole (cycle A). Novalis, 2007
http://paroissesaintefamilledevalcourt.org
HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole (cycle A). Novalis, 2007
Muy buena reflexión, que me conmovió! Gracias!
ResponderEliminarGracias por su comentario. Bienvenido! Bendiciones!
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