7 de mayo del 2024: martes de la sexta semana de Pascua
Y ahora…
Juan 16, 5-11
“Ahora me voy”, dijo Jesús a
sus Apóstoles. Estos últimos, antes de recibir el Espíritu Santo,
experimentarán, por tanto, la separación, una experiencia que marca
profundamente cada una de nuestras vidas: la separación tras la muerte de uno
de nuestros seres queridos, la separación de los padres o de los hijos que se
van a vivir lejos... Estas separaciones que son tantos duelos –pequeños o
grandes– pueden convertirse también en crisol y receptáculo del amor de Dios.
¡El Señor puede sacar vida de todo! ■
Bertrand Lesoing, sacerdote de
la comunidad de Saint-Martin
(Juan 16:5-11) Los discípulos se preparan para vivir el duelo de la no presencia física del Señor a su lado. Todavía no pueden comprender el significado de la venida del Defensor. Este duelo, también lo tenemos que vivir hoy nosotros para reconocer el papel del Espíritu.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (16,22-34):
EN aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados ordenaron que les arrancaran y que los azotaran con varas; después de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los vigilara bien; según la orden recibida, él los cogió, los metió en la mazmorra y les sujetó los pies en el cepo.
A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los presos los escuchaban. De repente, vino un terremoto tan violento que temblaron los cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron todas las puertas, y a todos se les soltaron las cadenas. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada para suicidarse, imaginando que los presos se habían fugado. Pero Pablo lo llamó a gritos, diciendo:
«No te hagas daño alguno, que estamos todos aquí».
El carcelero pidió una lámpara, saltó dentro, y se echó temblando a los pies de Pablo y Silas; los sacó fuera y les preguntó:
«Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»
Le contestaron:
«Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia».
Y le explicaron la palabra del Señor, a él y a todos los de su casa.
A aquellas horas de la noche, el carcelero los tomó consigo, les lavó las heridas, y se bautizó en seguida con todos los suyos; los subió a su casa, les preparó la mesa, y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 137,1-2a.2bc.3.7c-8
R/. Señor, tu derecha me salva
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R/.
Daré gracias a tu nombre
por tu misericordia y tu lealtad.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.
Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (16,5-11):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿A dónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».
Palabra del Señor
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“Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Los corazones de los Apóstoles estaban en conflicto. Estaban llenos de dolor, pero también estaban tratando de confiar en lo que Jesús les dijo. Jesús les dijo que estaba ascendiendo a su Padre y que era mejor para ellos que se fuera. ¿Por qué? Porque si se va, les enviará el Espíritu Santo.
A nivel humano, habría sido bastante difícil para los Apóstoles dejar de lado sus interacciones diarias con Jesús. Ciertamente extrañaron verlo con sus ojos, tocarlo y escucharlo. Pero Jesús dejó en claro que, aunque se fuera, estaría con ellos siempre. Y también enviaría el Espíritu Santo sobre ellos para guiarlos, darles valor y enseñarles toda la verdad. Ahora serían Su presencia en el mundo por el poder del Espíritu Santo.
Nunca tuvimos el privilegio de ver a Jesús en la forma en que lo hicieron los Apóstoles. Pero tenemos el mismo privilegio de que Él esté con nosotros siempre. Y tenemos el mismo privilegio de recibir la plenitud del Espíritu Santo. Esto es bueno. Es muy bueno. Pero es un bien que muchas veces echamos de menos. Es posible que hayamos sido confirmados, pero también es posible que aún no dejemos que el Espíritu Santo entre y transforme nuestras vidas.
En menos de dos semanas celebraremos la Solemnidad de Pentecostés. Esta es la celebración anual del cumplimiento de esta promesa de Jesús. En ese día conmemoramos el hecho de que el Espíritu Santo ha venido y que ahora estamos en el tiempo del Espíritu Santo.
Reflexione, hoy y durante las próximas dos semanas, sobre el Espíritu Santo. Humildemente admítase a sí mismo si necesita dejar que el Espíritu Santo se vuelva más vivo en su vida. Confíe en que Jesús quiere que lo reciba en Su plenitud. Y no tenga miedo de dejar que esta unión se lleve a cabo.
Espíritu Santo, por favor ven a mí. Ayúdame a avivar la llama de Tu presencia en mi vida. Que yo te reciba a Ti que fuiste prometido por Jesús en Tu plenitud. Espíritu Santo, Divino Jesús, Padre Misericordioso, en Ti confío.
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