Nueva mirada
Juan 16, 23b-28
“Pedid y recibiréis”: ¿un eslogan? ¿Una
hermosa promesa sin compromiso? Estaríamos tentados a pensar que sí, ya que
esta afirmación choca con fuerza contra nuestra experiencia cotidiana: pedimos
muy a menudo, pero rara vez recibimos. Entonces pueden surgir la amargura y la decepción.
Cambiemos de perspectiva: el suelo de nuestra vida puede haber sido arado,
removido, incluso quebrado, pero también ha sido sembrado por la presencia y el
amor de Dios. ¡Qué fuente inagotable de alegría! ■
Bertrand
Lesoing, sacerdote de la comunidad de Saint-Martin
(Hechos 18, 23-28) Nadie puede pretender saber todo sobre las Sagradas Escrituras o sobre Cristo. Uno siempre tendrá necesidad de los otros para comprender mejor el Evangelio y las exigencias de la misión cristiana.
El Evangelio es ante todo, fuente de acercamiento y de comunión, no de división.
(Juan 16, 23b-28) La oración tiene un elemento de misterio. Pero una cosa es cierta: si la gracia solicitada no siempre está ahí, Dios siempre está ahí. No es el favor que le pedimos lo que nos concede, sino su presencia, con todo su amor.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (18,23-28):
PASADO algún tiempo en Antioquía, Pablo marchó y recorrió sucesivamente Galacia y Frigia, animando a los discípulos.
Llegó a Éfeso un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, hombre elocuente y muy versado en las Escrituras. Lo habían instruido en el camino del Señor y exponía con entusiasmo y exactitud lo referente a Jesús, aunque no conocía más que el bautismo de Juan.
Apolo, pues, se puso a hablar públicamente en la sinagoga. Cuando lo oyeron Priscila y Áquila, lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino de Dios. Decidió pasar a Acaya, y los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos de allí que lo recibieran bien. Una vez llegado, con la ayuda de la gracia, contribuyó mucho al provecho de los creyentes, pues rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús es el Mesías.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 46,2-18-9.10
R/. Dios es el rey del mundo
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R/.
Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.
Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (16,23b-28):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente.
Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.
Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».
Palabra del Señor
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Poco a poco se comprende la Buena Noticia y se accede a la Salvación!
Jesús reconoce delante de sus discípulos que su labor evangelizadora ha seguido dos etapas: una, marcada por el misterio y el lenguaje de las parábolas y las comparaciones y otra, comunicada a través de la claridad y la experiencia intensa del Espíritu.
En su momento, Jesús se asoció con la Vid, con la Luz, con el Pastor y otras imágenes familiares para sus oyentes. En su Resurrección, Jesús se comunica de manera viva por medio de su Espíritu. Los suyos aprenderán a descubrir esa nueva forma de presencia . Con esa promesa, Jesús mantiene viva la esperanza de sus discípulos.
En cierto sentido , y como nos lo cuenta la primera lectura de los Hechos, Apolo vivió un proceso parecido. En la primera etapa de su vida como discípulo, apenas conocía el bautismo de Juan Bautista, posteriormente recibió una catequesis más profunda por parte de Priscila y Áquila (los amigos y condiscípulos de Pablo de quien hablamos esta semana) y así llegó a comprender mucho más el camino cristiano.
Queridos hermanos: Así también nosotros, si manifestamos un verdadero y sincero amor por Dios, poco a poco en nuestro avance por la vida iremos conociendo gradualmente su palabra, la Buena Noticia de su Hijo, la profundidad de los sacramentos, lo que implica nuestra pertenencia a la Iglesia, y nos comprometeremos más con ella, para gozar de la salvación perfecta ofrecida por Jesucristo, su Hijo Resucitado…Y todo esto con la ayuda del Espíritu Santo, consejero, consolador y guía.
2
Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente.”
¿Por qué Jesús habla con comparaciones, en lugar de hablar con claridad? Buena pregunta.
Vemos este mismo hecho en las muchas parábolas que Jesús habló. Lo más probable es que, cuando la gente escuchara sus parábolas, se irían preguntando: "¿Qué crees que quiso decir con eso?" Entonces, ¿por qué Jesús habla en un idioma velado en lugar de hablar clara y directamente?
La respuesta tiene que ver con nosotros y nuestra falta de apertura a la Verdad. Si estuviéramos completamente abiertos a la Verdad, y si estuviéramos completamente listos para abrazar la Verdad sin importar lo que fuera, Jesús podría hablarnos con claridad y responderíamos de inmediato. Pero rara vez es así. La clave para entender esto es comprender la conexión entre el conocimiento de la voluntad de Dios y la voluntad de cumplir de inmediato esa voluntad.
Muy a menudo, queremos que Jesús nos diga su voluntad, reflexione sobre ello, lo considere y luego regrese con nuestra respuesta. Pero no sucede de esa manera. Por el contrario, si queremos que Jesús nos hable claramente, debemos decirle que sí incluso antes de saber lo que quiere. La voluntad de abrazar su voluntad es un requisito previo para comprender su voluntad.
Por supuesto, nuestra Santísima Madre es el ejemplo perfecto de esto en su fiat (sí a Dios). Antes de que el ángel viniera a ella, ella continuamente decía "Sí" a la voluntad de Dios. Luego, cuando el ángel se acercó a ella y le dijo lo que sucedería, ella pidió claridad. Y de hecho obtuvo esa claridad como respuesta directa a su pregunta. "El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra y el poder del Altísimo vendrá sobre ti ...", dijo el ángel. Pero la única razón por la que el ángel, como mensajero de Dios, habló tan claramente fue porque ella ya había demostrado que su corazón cumplía plenamente con el plan de Dios, sin importar lo que fuera.
Reflexiona hoy sobre cuán claramente escuchas que Dios te habla. ¿Quieres que sea más claro para ti? ¿Quieres que te hable con mayor claridad? Si es así, trabaja en entregar tu voluntad más completamente a lo que ni siquiera sabes. Di "Sí" a lo que Dios quiere de ti mañana, y di "Sí" a eso hoy. Desarrollar este hábito de decir sí inmediatamente abrirá la puerta a una mayor claridad en todo lo que Dios quiere decir.
Señor, la respuesta es "Sí". Elijo Tu voluntad hoy, mañana y siempre. Elijo nada más que tu voluntad. Cuando te diga "Sí", ayúdame a crecer con mayor claridad en todo lo que me pidas. Jesús, confío en ti.
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