miércoles, 11 de septiembre de 2024

12 de septiembre del 2024: jueves de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario- año II

 

Dios de ternura

(Salmo 138 (139)) El salmista canta su conciencia de vivir permanentemente bajo la mirada de Dios.

Esta presencia podría resultar opresiva si no estuviera rodeada de ternura desde el principio: “Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno”.

Sí, desde toda la eternidad he sido deseado, esperado.

Este amor inquebrantable me convierte en un ser “asombroso”, singular. Un milagro a los ojos del Creador. ■

Benedicta de la Cruz, cisterciense



(Lucas 6, 27-38) Gracias al Espíritu, nosotros podemos vivir el amor sin límites de Dios.
Lo que Él nos pide no está más allá de nuestras fuerzas, porque Él mismo viene a sostenernos en esta tarea. No nos queda más que abrirnos a su amor ardiente y poderoso.



Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (8,1b-7.11-13):

El conocimiento engríe, lo constructivo es el amor. Quien se figura haber terminado de conocer algo, aún no ha empezado a conocer como es debido. En cambio, al que ama a Dios, Dios lo reconoce. Vengamos a eso de comer de lo sacrificado. Sabemos que en el mundo real un ídolo no es nada, y que Dios no hay más que uno; pues, aunque hay los llamados dioses en el cielo y en la tierra –y son numerosos los dioses y numerosos los señores–, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede el universo y a quien estamos destinados nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe el universo y por quien existimos nosotros. Sin embargo, no todos tienen ese conocimiento: algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace poco, comen pensando que la carne está consagrada al ídolo y, como su conciencia está insegura, se mancha. Así, tu conocimiento llevará al desastre al inseguro, a un hermano por quien Cristo murió. Al pecar de esa manera contra los hermanos, turbando su conciencia insegura, pecáis contra Cristo. Por eso, si por cuestión de alimento peligra un hermano mío, nunca volveré a comer carne, para no ponerlo en peligro.

Palabra de Dios



Salmo

Sal 138,1-3.13-14ab.23-24


R/. Guíame, Señor, por el camino eterno


Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras. R/.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno. 
R/.



Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,27-38):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

Palabra del Señor



1

Principio de precaución

(1 Corintios 8, 1b-7.10-13). Los sacrificios ofrecidos en los templos paganos producían una gran cantidad de carnes que eran enseguida parcialmente esparcidas por los mercados. Los banquetes en los cuales participaban los ciudadanos, eran también organizados en los recintos de los templos. Muchas preguntas entonces se hacían los cristianos como, por ejemplo: ¿comprar y comer estas carnes ofrecidas a los ídolos, no era una manera de comprometerse con ellos?
Con toda seguridad que los ídolos no son reales, no tienen vida.  El cristiano bien lo sabe, no hay más que un solo Dios. Pero si un cristiano aparentemente se compromete con los ídolos, éste puede fácilmente afectar la fe de un hermano menos seguro. ¡Entonces, es mejor no comer estas carnes procedentes de los templos paganos!
Mismo, si yo me siento libre de actuar a mi manera, en concordancia con Dios, yo debo también prestar atención de no chocar o herir con mi actitud a aquellos que me rodean.

En el Evangelio, para Jesús, el amor de Dios da el tono, ¡pues Dios ama gratuitamente que cada uno ame gratuitamente! Vivir juntos, amar sin esperar nada a cambio e igualmente dar un paso hacia el enemigo, es posible. El ideal de vida propuesto a los discípulos, puede parecer ingenuo o aberrante. Pero un verdadero amor, como aquel de los padres por sus hijos, permite con frecuencia, dar más más allá de toda razón o de todo juicio. Dios ama hasta el infinito: ¡qué perspectiva y que reto para la vida de cada uno!



2
¡Ama a tus enemigos!


dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.”. 



Estas palabras son claramente más fáciles de decir que de practicar.

 Cuando se trata de eso, cuando alguien te odia y te trata mal, lo último o lo menos que quieres hacer es amarlo, bendecirlo y orar por él. Pero Jesús es muy claro en el hecho de que esto es lo que estamos llamados a hacer.

En medio de alguna persecución directa o maldad que se nos haga, fácilmente podemos resultar heridos. Este dolor puede llevarnos a la ira, al deseo de venganza e incluso al odio. Si cedemos a estas tentaciones, de repente nos convertimos en lo que nos lastima. Lamentablemente, odiar a quienes nos han lastimado solo empeora las cosas.

Pero sería ingenuo negar cierta tensión interior que todos enfrentamos cuando nos enfrentamos al daño de otro y al mandamiento de Jesús de amarlo a cambio. Si somos honestos, debemos admitir esta tensión interior. La tensión surge cuando tratamos de abrazar el mandato del amor total a pesar de los sentimientos de dolor y enojo que tenemos.  

Una cosa que revela esta tensión interior es que Dios quiere mucho más para nosotros que una vida simplemente basada en nuestros sentimientos. Estar enojado o herido no es tan agradable. De hecho, puede ser causa de mucha miseria. Pero no tiene por qué ser así. 
Si entendemos este mandamiento de Jesús de amar a nuestros enemigos, comenzaremos a comprender que este es el camino para salir de la miseria. Empezaremos a darnos cuenta que ceder a los sentimientos heridos y devolver la ira por la ira o el odio por el odio solo hace que la herida sea más profunda. Por otro lado, si podemos amar cuando nos maltratan, de repente descubrimos que el amor en este caso es bastante poderoso. Es el amor que va más allá de cualquier sentimiento. Es amor verdadero purificado y dado gratuitamente como un regalo de Dios. Es caridad al más alto nivel y es una caridad que nos llena de una abundancia de auténtica alegría.

Reflexiona hoy sobre las heridas que llevas dentro. 
Debes saber que estas heridas pueden convertirse en la fuente de tu propia santidad y felicidad si dejas que Dios las transforme y si dejas que Dios llene tu corazón de amor por todos los que te han maltratado.

Señor, sé que estoy llamado a amar a mis enemigos. Sé que estoy llamado a amar a todos los que me han maltratado. Ayúdame a entregarte cualquier sentimiento de ira u odio y reemplazar esos sentimientos con verdadera caridad. Jesús, en Ti confío.


3

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"Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6, 36)

Queridos hermanos y hermanas,

Las palabras del Evangelio de hoy nos desafían profundamente. Jesús nos llama a vivir un amor que parece humanamente imposible: amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen y rezar por aquellos que nos maltratan. Este mandato nos sumerge en el corazón de la misericordia divina, un concepto que trasciende las normas de justicia que rigen en nuestro mundo.

1. El amor que transforma
Jesús nos invita a superar la ley del "ojo por ojo" y responder al mal con bien. Este tipo de amor no se basa en méritos ni en reciprocidad, sino que es una expresión de la generosidad del corazón. ¿Cómo es posible amar así? Solamente con la ayuda de Dios. El amor de Dios transforma nuestros corazones, capacitándonos para amar incluso a aquellos que nos hieren. 

Esta enseñanza nos recuerda que nuestro amor por los demás no puede depender de las acciones de ellos, sino de nuestra decisión de ser instrumentos de la misericordia de Dios en el mundo. En un mundo donde predomina el odio y la venganza, la llamada a amar de esta manera es revolucionaria.

2. Amar a los enemigos: un acto de libertad
Cuando perdonamos y amamos a nuestros enemigos, no estamos ignorando el daño que nos hicieron, sino que elegimos no permitir que ese mal nos defina. Al elegir el perdón, nos liberamos del resentimiento y la amargura que nos esclavizan. Este es un camino de sanación personal, porque no hay paz en el corazón que guarda rencor. 

Amar a quienes nos han hecho daño es un acto de valentía y, sobre todo, un acto de libertad. Es elegir el camino de Cristo, que desde la cruz perdonó a aquellos que lo crucificaron.

3. La misericordia como reflejo del Padre
Jesús nos da una razón fundamental para amar y perdonar: "Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso". No se trata simplemente de una recomendación, sino de una invitación a imitar al Dios que ama incondicionalmente. Él nos ama, no porque seamos perfectos, sino precisamente en medio de nuestras debilidades y fallos.

Este llamado a la misericordia nos invita a ser como Dios, a mirar al otro con los ojos de la compasión. Esto no solo transforma nuestras relaciones personales, sino que tiene el potencial de transformar nuestra sociedad. La misericordia construye puentes, derriba muros y siembra esperanza en los corazones heridos.

4. La humildad en el conocimiento (Primera lectura)
En la primera lectura de hoy, San Pablo nos habla del conocimiento que "envanece" frente al amor que "edifica". No basta con saber lo que es correcto; debemos actuar con amor. Muchas veces podemos tener razón en nuestros argumentos, pero si no hay caridad en nuestras palabras y acciones, nuestro conocimiento se convierte en una piedra que destruye en lugar de construir.

En nuestras relaciones cotidianas, a veces puede parecer que estamos en lo correcto, pero el desafío del Evangelio es actuar siempre con amor y misericordia. El conocimiento por sí solo no es suficiente para edificar el cuerpo de Cristo; necesitamos la humildad de reconocer que, aunque sepamos lo correcto, debemos amar por encima de todo.

Conclusión: El desafío de la misericordia

Queridos hermanos y hermanas, Jesús nos propone un camino difícil, pero liberador. Nos llama a ser instrumentos de su amor y su misericordia en el mundo. Este amor no es una emoción pasajera, sino una decisión consciente de hacer el bien a los demás, incluso cuando no lo merecen.

Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de amar como Él ama, de perdonar como Él perdona y de ser testigos de su misericordia en nuestro entorno. Solo así podremos ser verdaderamente sus discípulos y contribuir a la construcción de su Reino en la tierra.

Amén.

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