29 de septiembre del 2024: vigésimo sexto domingo del tiempo ordinario- ciclo B
San Miguel, San Gabriel, San Rafael
Los nombres de estos tres arcángeles, mensajeros de Dios, significan en hebreo “quién es como Dios” (Michel), “Dios muestra su fuerza” (Gabriel) y “Dios sana” (Rafael).
Increíblemente simple
Al parecer, para Juan y sus amigos, pertenecer al grupo de los Doce les confiere el derecho de decidir quién es legítimo para actuar en su nombre y quién no.
Como parte de esta membresía, los amigos de Jesús tomaron la iniciativa de impedir que un hombre realizara un exorcismo.
El evangelio de hoy cuenta cómo Juan luego se jacta ante su Maestro de haber realizado tal acto de autoridad. Pero Jesús tiene cuidado de no entrar en un juego que acabe enfrentando a unos contra otros. Destaca lo único que le importa: actuar en su nombre. Luego pone una condición para ser contado entre los suyos: sólo tienes que no estar en contra de él y sus amigos. Ni siquiera es necesario declararse para ello. ¿No es realmente increíble esta condición que se cumple tan fácilmente?
Pero Jesús no se queda ahí e invita a Juan –y a nosotros con él– a ir más allá.
Conociendo nuestra tendencia a buscar enemigos afuera, Jesús nos anima a mirar hacia adentro, dentro de nosotros mismos. Aquí es donde debemos buscar lo que se declara “contra” Cristo y lo que nos hace caer.
Estamos invitados a arrancar
en nosotros lo que se opone a Cristo y nos aleja de él, “tu mano”, “tu pie”,
“tu ojo”, aunque nos cueste. Porque a veces estamos tan apegados a ideas o
hábitos que nos separan del Señor como a nuestra mano, nuestro pie, nuestro
ojo... hasta el punto de que separarnos de ellos se vuelve tan impensable como
una amputación.
¿Qué declaraciones hace Jesús que me conmueven en este evangelio? o quien me
lastimó?
¿Qué es para mí hoy una fuente de esperanza en este texto? ¿qué palabra? ¿Qué
actitud de Jesús?
Marie-Caroline Bustarret, teóloga, profesora en las facultades de Loyola París
El Evangelio no cesa de invitarnos a la tolerancia y a la acogida de los otros.
Palabra de Dios
R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.
Aunque tu siervo vigila
para guardarlos con cuidado,
¿quién conoce sus faltas?
Absuélveme de lo que se me oculta. R/.
Preserva a tu siervo de la arrogancia,
para que no me domine:
así quedaré libre e inocente
del gran pecado. R/.
Palabra de Dios
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no es de nuestro grupo.»
Jesús replicó: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro. Os aseguro que el que os dé a beber un vaso de agua porque sois del Mesías no quedará sin recompensa. Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una piedra de molino y lo echaran al mar. Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego eterno que no se extingue. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con los dos pies al fuego eterno. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego eterno, donde el gusano que roe no muere y el fuego no se extingue.»
Palabra del Señor
Cambiar el corazón
Las
lecturas bíblicas de este domingo nos revelan un Dios que quiere conducirnos
por el camino de la Vida. Por eso viene a liberarnos de todo lo que nos
distrae. En el camino a la tierra prometida, los hebreos eran sólo un grupo de
esclavos. Moisés había sido elegido por Dios para conducirlos a la libertad.
Pero como la carga se volvió demasiado pesada, distribuyó su poder nombrando
funcionarios. Dios le prometió derramar su espíritu sobre ellos.
Pero surge un problema: dos hombres, Eldad y Médad, empiezan a profetizar, aunque no han sido designados. Josué los denuncia a Moisés. Los acusa de “ejercicio ilegal de profecía”. Pero no podemos impedir que el Espíritu de Dios sople donde quiera. Nadie tiene el monopolio sobre ello.
Esto también es válido para nosotros hoy.
Durante mucho tiempo se ha pensado que el Papa, los obispos y los sacerdotes son los únicos con derecho a hablar en nombre de Dios.
Hoy en día, vemos cristianos que están siendo capacitados para ejercer la enseñanza religiosa y responsabilidades de capellanía en escuelas intermedias, secundarias u hospitales. Y lo extraordinario es que el Espíritu actúa incluso fuera de la Iglesia. Interviene también en el corazón de los que son de otra religión y en el de todos los hombres.
En el Evangelio, es más o menos la misma pregunta que se le hace a Jesús.
Recordemos, que ya la semana pasada, los 12 simplemente discutían compitiendo por las primeras posiciones. Creen que son los únicos con este poder.
Están molestos al ver a un hombre expulsando demonios en el nombre de Jesús. Esta es una competencia desleal. A Cristo le gustaría darles un poco más de humildad. El que actúa en el nombre de Jesús no debe ser impedido. Entendamos, el demonio es quien nos lleva por caminos de perdición. Si lo ahuyentamos, no podemos estar en contra de Jesús.
El resto del Evangelio nos muestra las severas advertencias contra quien provoca la caída de un pequeño. Derribar a un discípulo que ha decidido seguir a Jesús es gravísimo.
Cuando San Marcos escribe su Evangelio, piensa en aquellos que no son de “nuestra Iglesia”. Entre ellos se encuentran simpatizantes que están dispuestos a cruzar el umbral. No debemos rechazarlos. Al contrario, somos enviados a trabajar por la salvación de todos los hombres. Dios los ama a todos y no quiere que ninguno se pierda.
En el Evangelio encontramos tres ejemplos para evitar la caída.
Jesús nos habla primero de la mano. Está hecho para recibir los dones de Dios y compartirlos. La mano que lleva al pecado es la que busca acumular riquezas en detrimento de los más pobres. Ella no duda en atacar para conseguir aún más. Es esta sed de riquezas la que puede llevar a la ruina de un pequeño. Esto es extremadamente serio, especialmente cuando viene de un cristiano.
El pie es independencia y autonomía. Nos permite ir y venir. Hoy entendemos que Jesús nos llama a todos a seguirlo. Él es el camino, la Verdad y la Vida. Es por él que vamos al Padre. Podemos pecar con los pies cuando corremos hacia el mal y llevamos a otros a él. Pecar con el pie es alejarse de Dios y emprender caminos de perdición.
El pecado del ojo es ver bien lo que Dios declara malo. Los ojos pueden llevarnos a la ilusión y alejarnos de Dios y de los demás. Pensemos en el hombre rico que no vio al pobre Lázaro al pie de su puerta. Su pecado fue verse sólo a sí mismo y a sus intereses personales inmediatos.
Esto es exactamente lo que denuncia la carta de Santiago (2ª lectura). Ataca a quienes acumulan riqueza y dinero para sí mismos.
Ataca a quienes explotan a los trabajadores a su cargo. Estas riquezas que acumulan “están podridas”. Sólo distorsionan las relaciones de fraternidad y justicia.
Si Dios nos da más y abundantes bienes es para hacer felices a más personas. Lo que hace que la vida sea valiosa es el amor.
En el Evangelio, Jesús nos pide que cortemos y decidamos. Esto no es una mutilación; lo que se nos pide es romper categóricamente con aquellos hábitos que nos llevan al pecado.
El Señor espera de nosotros un verdadero cambio de rumbo: que nuestra mano esté siempre extendida hacia Dios y hacia los demás, que nuestros pies sigan las huellas de Jesús, que nuestros ojos vean a los demás con la misma mirada de Dios, una mirada llena de amor y ternura…
Sí Señor, haz que mi mirada sobre los demás y sobre mí mismo sea a la medida de tu mirada de misericordia sobre nuestro mundo y sobre cada uno de nosotros.
María Santísima, madre nuestra intercede por nosotros, inspírame para
que yo sepa alegrarme por todo lo bueno que se hace alrededor de mí; y que, en toda cosa, yo busque la más grande Gloria para tu Hijo Jesucristo. Amén.
Para ser verdaderos profetas, es necesario al menos dos condiciones según nos dice la Palabra de Dios de este día.
Eliminar las ocasiones de pecado
“…Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego eterno que no se extingue. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con los dos pies al fuego eterno. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo...”
A veces necesitamos despertar al horror del pecado.
El pecado, y sólo el pecado, es capaz de enviarte al infierno.
El infierno es real, y es posible que vayas allí por la eternidad.
Por lo tanto, debemos hacer lo que sea necesario para evitar esa terrible posibilidad.
Esta enseñanza de Jesús puede que no se considere, al principio, una de sus enseñanzas más inspiradoras, pero debería serlo. No es inspiradora en el sentido de que sea muy gráfica, pero sí lo es en el sentido de que tiene el potencial de motivarnos a la acción.
¿Está usted motivado a hacer todo lo que puede para evitar el pecado? ¿Iría tan lejos como para cortarse una mano o un pie, y sacarse un ojo para evitar el pecado?
En primer lugar, esto no debe verse como un mandato literal en el que Jesús nos está diciendo que nos mutilemos. Pero es Él quien eligió un lenguaje tan gráfico. Por lo tanto, no debemos evitar reflexionar sobre estas imágenes en forma de oración para poder ver más claramente aquellas cosas que nos llevan al pecado. Cuando las veamos, debemos dar el paso radical de eliminarlas por completo de nuestra vida.
Muchos de los Padres de la Iglesia dicen que la mano, el pie y el ojo en esta enseñanza se refieren a nuestros amigos.
Así como una mano, un pie y un ojo son buenos en sí mismos, también lo son los amigos. Estamos hechos para la amistad con Dios y con los demás. Sin embargo, no toda amistad nos ayuda a acercarnos a Dios. Por lo tanto, cuando un amigo terrenal se convierte en una fuente de pecado, debemos eliminar esa amistad.
La amistad es diferente de la caridad.
Debemos caridad a todas las personas, incluso a las más pecadoras. Pero actuar con caridad hacia los demás es diferente de ser amigos de ellos.
Ser amigo implica dar y recibir mutuamente. Y aunque siempre debemos darnos a los demás, no siempre debemos recibir de ellos cuando lo que tienen para ofrecer es una invitación al pecado. Así es como los “cortamos” y “los arrancamos”.
Cuando otra persona intenta relacionarse con nosotros de tal manera que nos lleva al pecado, debemos tomar esa tentación muy en serio y rechazarla con mucho vigor.
La mano, el pie y el ojo en esta enseñanza también representan cada situación en la vida que nos tienta a pecar. Por ejemplo, pensemos en las posesiones materiales. Si comprar un coche, una casa o un aparato electrónico muy caros nos tienta a volvernos más materialistas, entonces debemos evitar comprarlos.
Las personas se sienten atraídas por las cosas bonitas. Pero ¿poseer cosas bonitas ayuda a que nuestra alma se vuelva santa? Se podría argumentar que podemos tener cosas bonitas y al mismo tiempo permanecer espiritualmente desapegados de ellas. Pero es difícil vivir así.
Cuanto más lujosas sean nuestras posesiones materiales, más tentados estaremos a depender de ellas para nuestra felicidad. Por lo tanto, elegir vivir con sencillez es casi siempre mejor para nuestra alma que elegir vivir en el lujo. Esta enseñanza también se aplica a cualquier otra cosa que pueda convertirse en una fuente de tentación.
Reflexione hoy sobre aquellas cosas o personas en tu vida que se han convertido en ocasión de pecado para usted. No se engañe creyendo que puede controlar la tentación. Si tiene alguna fuente de tentación constante en su vida, necesita eliminarla. Medite sobre esta enseñanza muy gráfica de Jesús y trate de aplicarla a su vida. Identifique aquellas cosas que le llevan a pecar y elimínelas con mucha determinación.
Señor radical, Tú llamas a todos tus hijos a una vida de santidad y perfección. Ayúdame a tomar en serio tus enseñanzas para eliminar de mi vida todas las ocasiones de pecado. Que tenga ojos para ver estas tentaciones y el valor para rechazarlas con todas mis fuerzas. Jesús, en Ti confío.
Déjenles entrar en el templo de la cotidianidad
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