sábado, 6 de mayo de 2023

7 de mayo del 2023: Quinto Domingo de Pascua (A)



Cristo confía en nosotros

Por su amor y su consuelo, Cristo comunica a sus discípulos la confianza necesaria para avanzar en el camino de la fe y la esperanza. Él que es la piedra angular, rechazada por los arquitectos, hace de nosotros piedras vivas en su Iglesia. Como Camino, Verdad y Vida Él nos invita a seguirle con convicción y seguridad.

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Dios confía en nosotros, hasta tal punto que como a su Hijo Amado se atreve a llamarnos sus hijos muy amados. Recordemos que ante sus ojos somos muy importantes. Somos bautizados, revestidos de una dignidad inestimable.




 Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (6,1-7):

EN aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

Palabra de Dios



Salmo
Sal 32,1-2.4-5.18-19

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/. R/.




Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (2,4-9):

QUERIDOS hermanos:
Acercándoos al Señor, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.
Por eso se dice en la Escritura:
«Mira, pongo en Sion una piedra angular, elegida y preciosa;
quien cree en ella no queda defraudado».
Para vosotros, pues, los creyentes, ella es el honor, pero para los incrédulos «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular», y también «piedra de choque y roca de estrellarse»; y ellos chocan al despreciar la palabra. A eso precisamente estaban expuestos.
Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.

Palabra de Dios




Lectura del santo evangelio según san Juan (14,1-12):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».

Palabra del Señor



A guisa de introducción

La muerte y la fe en Dios nos aseguran un futuro



Si el bebé en el vientre de su madre pudiera pensar y hablar diría:

"Aquí estoy bien. Para qué ir a otra parte? Tengo mi comida. De qué o por qué quejarme? Me siento seguro, al menos esto es algo real. Quién me asegura que al otro lado, hay de verdad otra cosa? Yo escucho a la gente hablando de otra vida más allá, pero se ha podido comprobar? Yo siento bien que he sido hecho para la luz y el movimiento, pero nada me asegura que yo los encontraré una vez salga de aquí. Hay otros que se han ido, que han partido de aquí, pero no han vuelto para decirme que verdaderamente hay otra vida. Prefiero quedarme aquí. Tengo miedo de salir de aquí. Yo sé bien que un día, alguien vendrá a cortarme el cordón umbilical y eso significará mi muerte y no sé nada sobre lo que sucederá después. Entonces, prefiero aprovechar lo máximo posible el momento presente".

Cada uno de nosotros es como un bebé en el seno de su madre. Él se siente más seguro en su espacio presente, en el hoy más que en el mañana.

Por lo tanto este hoy, a primera vista, no nos comunica mucha  seguridad: en los países con 4 estaciones como Canadá, en el otoño, los árboles son despojados de sus hojas; parecen muertos; hasta tal punto que esto inquieta a personas venidas de otros países donde no se conocen más que dos estaciones.

Este hoy no me garantiza la visión de Dios: yo no puedo probar con certeza su existencia. Soy capaz de acercarme a Él, y Él es capaz también de hacerse conocer?

Si yo me encuentro en presencia de alguien que no habla y que no conozco, yo me digo: "Estará acaso brava conmigo esta persona?  tiene mal genio? Está decidido a callar? Acaso será tímido?..Sí, yo me siento mal…Si pienso que Dios no habla, yo me siento mal.

"cuando yo conozco bien a alguien y que es mi amigo, me gusta mucho recibir una carta, me gusta recibir su llamada telefónica, pero nada reemplaza una visita personal
Si yo creo en Dios, la naturaleza me habla de Él,
la Biblia todavía más,
pero nada puede reemplazar la experiencia de la presencia de Dios".

Si Dios existe (no hay duda),  Él se parece a Jesucristo, rostro humano de Dios: "ustedes creen en Dios, crean también en mí".

Rostro de Verdad, de libertad, de sensibilidad por el otro, de fidelidad, de bondad, de luz y de confianza.

La partida de Jesús de este mundo no debe dar lugar al desaliento, en medio de la incertidumbre; sino que Él abre la posibilidad de estar en comunión con Dios.

Es el tiempo del Espíritu de Jesús, presente en medio de la comunidad.

Creer en Jesús, es realizar las obras que Él ha hecho y muchísimas más; nuestros sueños llegan a ser realidad e igualmente la realidad supera nuestros sueños…



Una aproximación psicológica al texto del Evangelio

Si Dios existe, Jesús se le parece



Con palabras muy simples y haciendo intervenir a dos de los discípulos, Juan desarrolla  lo que es el centro o CORAZÓN de la experiencia cristiana.

Si Dios existe- Y de ello , Juan está convencido- se parece a Jesús.  En Jesús, las actitudes de fuerza de toda experiencia humana:
- libertad,
- sensibilidad ante el otro,
- fidelidad,
han llegado a tanta profundidad que uno se encuentra  con alguien que está más allá de lo humano (es decir, Jesús es más que un simple ser humano).

Algunas palabras de Jesús eran “rudas” y difíciles de escuchar: “Si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre, no tendrán vida en ustedes…” (Jn 6,60). En ocasiones, Él se veía en la obligación de explicarse inmediatamente ante sus discípulos sobre el sentido de sus palabras (Mc 4,34), lo que significa entonces que no era siempre comprendido (Mc 8,21), y con frecuencia los apóstoles debieron decirse entre ellos  “No comprendemos lo que Él quiere decir!”  (Jn 16,18).

Sin embargo, a los discípulos,  esta dificultad  para “seguir” a Jesús intelectualmente no les impedía seguirle físicamente y  creer en Él.

Humanamente hablando, las acciones de Jesús no engañaban a los discípulos.

Los apóstoles no eran ni psicoanalistas ni exegetas (intérpretes o estudiosos  de la biblia), no obstante,  ellos eran hombres que podían distinguir entre un  fruto bueno y otro malo (Mt 7,15-20), entre la libertad y la esclavitud,  entre la apertura al otro y el egoísmo.

Si ellos creían en Jesús, era más que todo por lo que  era  y por lo que hacía más que por  sus enseñanzas, las cuales han necesitado mucho tiempo para penetrar en ellos y asimilarlas.  Es el sentido de las palabras del versículo 11: “Si ustedes no creen en mi Palabra, crean al menos  a causa de mis obras”.

Hoy , para nosotros también, el reconocimiento de la divinidad de Jesús se encuentra al final del mismo camino. La fe no viene por un análisis de la teología del Nuevo Testamento, sino por una disponibilidad para escuchar lo que Jesús ha vivido, teniendo en cuenta que esa vivencia (experiencia de vida) aflora en cada página del evangelio.

No es seguro que antes de su encuentro con Jesús, los apóstoles fueran grandes creyentes y que haya sido la intensidad de su fe en Dios que les haya posibilitado abrirse a Jesús. Cuando ellos descubren en Jesús “el camino, la verdad y la vida”, probablemente ellos hacen el camino inverso.

A través de un hombre en el cual la libertad, la apertura al otro y la fidelidad les impresiona, ellos descubren la fe: fe de Jesús en el hombre, fe de Jesús en Dios. Es ahora que ellos se disponen a tratar de darle un lugar a Dios, en sus vidas, el mismo lugar que Jesús le daba en su vida.

He aquí entonces el impacto de Jesús sobre los apóstoles y sobre todo discípulo que viene después: una experiencia de vida humana, donde la intensidad y la profundidad remiten a otra cosa, y de lo cual Jesús testimonia y o manifiesta por la influencia que Dios tiene sobre Él.

He aquí el por qué  los apóstoles se ven llevados a afirmar, después de haber encontrado a Jesús : “Dios existe y Jesús se le parece!”



Reflexión Central:

Yo soy el Camino,
Y la Verdad,
Y la vida



Las lecturas de la Palabra de Dios de este 5o domingo de Pascua, nos dicen que Cristo guía a su pueblo.

Con el relato de los Hechos de los Apóstoles (1a lectura) tenemos el testimonio de la Comunidad Cristiana de Jerusalén. Una comunidad todavía muy incipiente, inexperta, joven pero en plena efervescencia. El número de personas que quieren adherirse a la comunidad, no dejan de aumentar: hay entre ellos además de judíos,  hermanos de lengua griega. Esto últimos se quejan del mal funcionamiento o ineficiencia en la asistencia de las viudas y se presenta  entonces la ocasión a los apóstoles para volver a definir las prioridades y volver a pensar las estructuras del grupo. Y es así como se crea y pone en funcionamiento el grupo de los siete diáconos cuya misión será el servicio de las mesas pero también el servicio a la comunidad, bajo todas sus formas. Descubrimos cómo desde siempre, desde los mismos inicios, el crecimiento de la Iglesia hace surgir problemas o dificultades nuevas, condiciones nuevas de evangelización.

Bajo la guía del Espíritu Santo, ella se esfuerza por congregar y unirse al mundo con sus vivencias.

Hoy como en otro tiempo, lo más importante es cuidar que la Palabra no sea bloqueada y una Iglesia que no se preocupara  por los más pobres no sería la Iglesia de Jesucristo.

En la segunda lectura, San Pedro se dirige a comunidades cristianas que se enfrentan con grandes dificultades: los cristianos son perseguidos y deshonrados por el ambiente pagano. El templo de Jerusalén acaba de ser destruido. Para los judíos, éste era el lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Pero con Jesús toda ha cambiado: Él mismo se presenta como el verdadero templo, la casa o  la morada  de Dios entre los hombres. Este templo espiritual es prolongado, extendido por el pueblo cristiano. Esta comunidad está fundada en Cristo: Él es la piedra angular del nuevo edificio. Esta comunidad realiza lo que el judaísmo no podía realizar: el verdadero sacrificio que permite a los hombres encontrar a Dios, fuente de vida y de luz.

El Evangelio de este domingo, por su parte, nos vuelve a llevar a la tarde del jueves santo. Jesús anuncia a sus discípulos su partida hacia el Padre. Pero su enseñanza quiere dar seguridad a los discípulos. Esta partida no es un abandono ni una huida. Jesús les anuncia que Él les preparará un lugar, una morada en la casa de su Padre. Este anuncio es una Buena Noticia, un llamado a vivir en la esperanza. Las pruebas y dificultades no faltarán: en algunas horas, será la pasión y la muerte de su Maestro; y enseguida, ellos conocerán el tiempo de las persecuciones. Pero nada debe hacer temblar la esperanza de los cristianos. Cristo está bien presente en medio de ellos. Él es "camino, la Verdad y la Vida". Es por Él que vamos al Padre. Jesús no es un simple jefe religioso que enseña en una sinagoga. Sus enseñanzas se expandieron por todas las rutas de Galilea, de Samaria y de Judea. Es lo que se debe comprender, que este camino no es un lugar ni una destinación, sino más bien, un encuentro, una Palabra compartida con Jesús. En Él encontramos la plenitud de la Verdad. Si nos apartamos de Él, corremos hacia nuestra perdición.

Con Cristo Resucitado, nuestra vida se convierte en un camino de esperanza, un camino de confianza.

Nuestra vida será transformada por el amor que está en Dios. Su Palabra nos pone en movimiento y nos llama a una conversión de vida, a un cambio en nuestra manera de pensar, de nuestros razonamientos, a veces tan influenciados por la falsa propaganda que la sociedad, los medios de comunicación y el mundo quieren imponernos como verdad.

Es necesario pues este cambio, si queremos que el amor de Dios se irradie en nuestras vidas. Hoy, como en otro tiempo, el llamado de Cristo se oye: "crean en mí".

Este Jesús que les hablaba a los discípulos es "Dios con nosotros" (El "Emanuel" que proclamamos en el tiempo de Adviento y de navidad); cada día, es Él quien viene hacia nosotros como luz en medio de la noche; Él nunca ha dejado de amarnos. Y cuando caemos, Él llega para decirnos "vuelve a confiar en ti; ponte de nuevo en camino; tu vales más de lo que crees; yo estoy contigo para llevarte de la mano cuando tropiezas".

Creer en Jesús es renacer cada día a la esperanza, a la confianza y al coraje de vivir. Y esto sólo es posible cuando le frecuentamos asiduamente en la oración, en la meditación de la Palabra, el sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía.

Jesús termina su discurso con unas palabras solemnes: "El que crea en mí, realizará las mismas obras que yo". Esta palabra "obra", nos remite a la gran obra de Dios que es liberar a su pueblo. Todos estamos asociados a esta obra: el mismo Dios quiere liberar a la humanidad de todas sus esclavitudes; y al igual que los apóstoles, somos enviados para ser los mensajeros de esta Buena Noticia.

En este domingo, demos gracias a Dios por esta luz de la fe que nos ha sido dada el día de nuestro bautismo. A través de ella, es Cristo quien ilumina nuestros pasos a veces vacilantes, a veces seguros en dirección hacia el Reino de Dios. Oremos y pidamos los unos por los otros: que Él nos haga más disponibles para testimoniar su amor que viene a salvar a todos los hombres.

Que la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de Fátima nos inspire y ayude también en esta excelsa y sublime misión de Dios y nuestra…Amén!



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2
AQUEL o AQUELLA que crea en mí, realizará las mismas obras que yo”.


San Juan nos propone hoy el comienzo del discurso de Jesús durante la Última Cena. El utiliza las palabras del Señor para darnos un bosquejo o imagen de su personalidad y hacer un resumen de su mensaje.

Habiendo lavado los pies a sus discípulos, después de anunciar la traición de Judas y predicho la negación de Pedro, Jesús da sus últimas recomendaciones a los suyos. El evoca su partida próxima. Pero el agrega que regresará a buscarlos.  Ellos no tienen entonces por qué estar preocupados.

Cuando San Juan escribe su evangelio, 60 años después de la muerte de Jesús, los cristianos sufrían de discriminación y eran perseguidos. Habían sido expulsados de las sinagogas y habían perdido el contacto con sus comunidades respectivas. Ellos eran considerados como enemigos públicos para los romanos y considerados herejes por sus compatriotas judíos. Era para ellos un tiempo de grandes sufrimientos. En este contexto difícil, las palabras reconfortantes de Jesús son bien acogidas: “No tengan miedo. Ustedes creen en Dios, crean también en mi”.

En nuestras vidas, nosotros atravesamos a veces por momentos semejantes a los de los primeros cristianos y vivimos miedos, momentos de angustia, que se apoderan de nosotros, a causa de un futuro incierto, una ruptura en nuestras relaciones, una crisis económica imprevista, una invalidez debilitante, una enfermedad incurable, una seria disminución física que acompaña la vejez, etc.

A nuestros dramas individuales, se agregan los miedos colectivos: el desempleo, la violencia, la corrupción, la superpoblación, el hambre en el mundo, la contaminación, el cambio climático, el intenso invierno, los conflictos que se multiplican...ahora se suma el Covid-19

En nuestra Iglesia, la práctica religiosa disminuye, los cambios se multiplican, las iglesias se venden, el clero envejece y no responde más a las necesidades y exigencias actuales y o coyunturales, un viento de pánico se apodera mismo de los más fieles que tienen a veces la impresión que ya nada va bien.

A través estas tempestades de la vida, Cristo nos asegura y nos ofrece una dirección y una protección: “Yo estoy con ustedes todos los días…Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Entonces, como Pedro, podemos confiar y responderle al Señor que nos pregunta si también nosotros queremos dejarle: “Señor, a quien iremos? Tu solo tienes Palabras de Vida Eterna” (Jn 6,68).

EL Evangelio de este domingo nos recuerda que estamos llamados no solamente a creer en Jesús  sino también a utilizar nuestros talentos para hacer lo que Él ha hecho.

“Aquel que crea en mi hará también las obras que yo hago”: aportar el consuelo a aquellos que están afligidos, acompañar los enfermos, proteger los débiles y vulnerables, comer con los pecadores, defender el derecho de los oprimidos, denunciar la injusticia. Nosotros somos las manos, los pies y el corazón, el cuerpo de Cristo en nuestro mundo.

Para Jesús, lo más importante no es la actividad en el culto, sino la calidad de vida: “Yo he venido para que ustedes tengan la vida y la tengan en abundancia”. Es por ello que los templos de piedra serán siempre menos importantes que los templos vivos que somos nosotros, los cristianos.

La primera lectura de hoy es reveladora y subraya la importancia del servicio para los cristianos. Cuando los discípulos, después de la resurrección, comenzaron a comprender el mensaje de Jesús, ellos crearon estructuras que correspondían a la enseñanza de Él: ellos instituyeron diáconos para servir las mesas, consolar y cuidar las viudas, ayudar los pobres, visitar los enfermos. Es la primera estructura de la Iglesia. Es un símbolo muy significativo que nos recuerda que la “práctica religiosa” consiste ante todo en  encarnar en nuestras vidas las exigencias del evangelio, es decir, saber ponernos al servicio de los demás”.

San Juan que estaba tan cercano a Jesús, ha comprendido muy bien esta enseñanza fundamental del Señor. En su evangelio, él nos cuenta “el lavatorio de los pies”, pero no menciona la “institución de la Eucaristía”. La Eucaristía era por lo tanto muy importante para Él y cuando él escribe su evangelio, varias décadas después de la muerte  y resurrección de Jesús los cristianos se reunían cada domingo, “el primer día de la semana” para “partir el pan” (celebrar la Eucaristía). Pero Juan quiere subrayar que esta celebración de la Eucaristía solo toma todo su valor cuando nosotros somos capaces de ponernos al servicio de los demás, como Cristo lo ha hecho durante su vida y como Él ha querido remarcarlo por el lavatorio de los pies.

Cristo ha sido para nosotros no solamente un « maestro espiritual » sino también un ejemplo vivo de aquello que debemos hacer en nuestra vida de todos los días.


3

Un corazón atribulado

 


dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar”.

Juan 14:1–2


Estas palabras de consuelo y aliento, pronunciadas por Jesús a los Apóstoles en la Última Cena, vienen inmediatamente después de que Judas partiera para traicionar a Jesús y después de que Jesús le dijera a Pedro, en presencia de los demás, que él lo negaría tres veces antes de que cantara el gallo. Como resultado, los Doce (ahora Once) se habrían desanimado, especialmente Pedro. Jesús lo percibe y dice: “No se turbe vuestro corazón…”

A Pedro se le dijo que pronto cometería un pecado grave contra Jesús. Como se nos dice más adelante, tan pronto como Pedro cometió estos pecados, salió y lloró amargamente. Tal vez, al hacerlo, habría recordado las palabras de Jesús: “No se turbe vuestro corazón…”

Ser tentado hacia el pecado puede ser desalentador. Pero eso puede convertirse en algo bueno. Si no somos afectados por nuestras tentaciones, entonces carecemos de amor por Dios. Y si cedemos a esas tentaciones y no experimentamos tristeza, esto es aún peor. Sin embargo, el desánimo por nuestros pecados no puede permanecer; debe convertirse en su opuesto, la virtud de la esperanza. La esperanza resultará del pecado solo cuando escuchemos y entendamos la promesa de Jesús, citada anteiormente.

Jesús no solo les dice a los discípulos que no se turben, también les dice por qué. Jesús les promete que Él les preparará un lugar en el Cielo y vendrá a llevarlos a ese lugar en la Casa de Su Padre, a pesar de sus fallas. Al creer, Pedro y los demás apóstoles podrán disipar el desánimo inicial que sienten por sus fallas y volverse a Dios con la anticipación del Cielo.

¿Te desanimas por tu pecado? Comienza recordando cualquier pecado con el que luches regularmente. El pecado habitual, especialmente, conducirá o bien al dolor, al arrepentimiento y a la esperanza, o bien a un desánimo que terminará en la desesperación y el abandono de la virtud. Como San Pedro, debemos esforzarnos por llorar amargamente por nuestros pecados. Debemos dejar que nuestros pecados y la tentación de la desesperación se conviertan en una motivación para recuperar la esperanza, el coraje y la determinación. Esto solo será posible si escuchamos siempre a Jesús decirnos: “No se turbe vuestro corazón…” Debemos sentir Su compasión y ternura y permitir que ese amor nos llene de confianza en que un día venceremos todo pecado y seremos acogidos en la Casa del Padre.

Reflexiona hoy sobre cualquier pecado con el que luches regularmente. Mientras lo haces, considera si tu desánimo conduce a la desesperación o a la esperanza. 

La esperanza no proviene de tu capacidad para vencer el pecado por ti mismo. Viene de la compasión de nuestro Señor y Su promesa de redimirte. Si tienes un corazón atribulado, eso es bueno. Es el punto de partida de la esperanza. Permite que Jesús levante tu corazón atribulado y dirija tus ojos al Cielo.

 

Mi compasivo Señor, aunque soy pecador, me hablas con ternura y me llamas al arrepentimiento para que siempre tenga esperanza en el Cielo. Por favor, dame un verdadero y santo dolor por mis pecados y ayúdame a volver siempre a Ti para que un día me lleves a la plenitud de la Casa del Padre. Jesús, en Ti confío.




Para la revisión de vida:

1. A pesar de la convivencia con Jesús por 3 años. Ahora en la Cena, se nota que los discípulos no han podido descifrar el misterio de Jesús, ni dilucidarlo.
Hoy a muchos de nosotros nos puede pasar igual. Se nos dificulta comprender a Jesús. Yo puedo comenzar esta semana meditando sobre quien es Jesús,  a la vez tan cercano y tan lejano y pedir la gracia de conocerle mejor a lo largo de la semana.

2. San Juan utiliza sucesivamente los verbos saber, conocer y creer. Si "saber" tiene una connotación intelectual y teórica, "conocer" requiere algo así como una experiencia vivida e interiorizada. "creer", agrega algo suplementario, que necesita el asentimiento de toda la persona. No estaré acaso yo también invitado a hacer este itinerario cada vez más interior para entrar en el misterio de Jesús?

3. En el centro del texto del evangelio, Jesús se presenta como "el camino, la verdad, la vida".
Él revela que los 3 están indefectiblemente unidos:
- no hay camino hacia la vida que no pase por la Verdad;
- no hay Verdad que vaya contra un crecimiento o perfeccionamiento de la vida;
-  no ha verdad ni vida que no pasen por un camino!
-No hay "buen" camino, ni Verdad, ni Vida que puedan desligarse de Jesús! Hoy puedo meditar sobre estas preposiciones, ya que todas llevan implícitas una Buena Noticia!




Oración-Meditación:

Oh Jesús,
así como has reconfortado tus discípulos
en la hora que les revelabas tu partida hacia el Padre,
ven a consolarnos con tu Espíritu.

Así como has confiado en ellos,
revelándoles
los secretos de tu comunión con el padre,
haznos entrar en la intimidad
de tu amor trinitario.

Al igual que has llegado a ser la Piedra Viva
que Dios ha escogido,
permítenos llegar a ser las piedras vivas
que sirven para construir el templo espiritual,
tu Iglesia.

Señor, gracias por tu confianza en nosotros.
Gracias por la dignidad
a la cual nos llamas.

Graba en nosotros la marca
de esta confianza y de esta dignidad
y llegaremos a ser ardientes testigos
de tu amor, ahora y por siempre.

Amén!




Referencias bibliográficas:


1.  http://vieliturgique.ca

2. http://prionseneglise.ca

3. http://ciudadredonda.org (para los textos de la Palabra de Dios)

4. http://paroissesaintefamilledevalcourt.org

5. HETU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

6. http://dimancheprochain.org

7.   http://cursillos.ca, (reflexión del P. Allard, s.v.d).


8.   http://versdimanche.com

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