Cristo confía en nosotros
Por su amor y su consuelo, Cristo comunica a
sus discípulos la confianza necesaria para avanzar en el camino de la fe y la
esperanza. Él que es la piedra angular, rechazada por los arquitectos, hace de
nosotros piedras vivas en su Iglesia. Como Camino, Verdad y Vida Él nos invita
a seguirle con convicción y seguridad.
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Dios confía en nosotros, hasta tal punto que
como a su Hijo Amado se atreve a llamarnos sus hijos muy amados. Recordemos que
ante sus ojos somos muy importantes. Somos bautizados, revestidos de una
dignidad inestimable.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de
los apóstoles (6,1-7):
EN aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los
de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio
diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los
discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de
las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena
fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea;
nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe
y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás,
prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron
las manos orando.
La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de
discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 32,1-2.4-5.18-19
R/. Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pedro (2,4-9):
QUERIDOS hermanos:
Acercándoos al Señor, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y
preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la
construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer
sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.
Por eso se dice en la Escritura:
«Mira, pongo en Sion una piedra angular, elegida y preciosa;
quien cree en ella no queda defraudado».
Para vosotros, pues, los creyentes, ella es el honor, pero para los incrédulos
«la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular», y
también «piedra de choque y roca de estrellarse»; y ellos chocan al despreciar
la palabra. A eso precisamente estaban expuestos.
Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación
santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os
llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san
Juan (14,1-12):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa
de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a
prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré
conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya
sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me
conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo
habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto
a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo
estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta
propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo
estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que
yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».
Palabra del Señor
A
guisa de introducción
La muerte y la fe en Dios nos aseguran
un futuro
Si el bebé en el vientre de su madre pudiera pensar y hablar
diría:
"Aquí estoy bien. Para
qué ir a otra parte? Tengo mi comida. De qué o por qué quejarme? Me siento
seguro, al menos esto es algo real. Quién me asegura que al otro lado, hay de
verdad otra cosa? Yo escucho a la gente hablando de otra vida más allá, pero se
ha podido comprobar? Yo siento bien que he sido hecho para la luz y el
movimiento, pero nada me asegura que yo los encontraré una vez salga de aquí.
Hay otros que se han ido, que han partido de aquí, pero no han vuelto para
decirme que verdaderamente hay otra vida. Prefiero quedarme aquí. Tengo miedo
de salir de aquí. Yo sé bien que un día, alguien vendrá a cortarme el cordón
umbilical y eso significará mi muerte y no sé nada sobre lo que sucederá
después. Entonces, prefiero aprovechar lo máximo posible el momento
presente".
Cada uno de nosotros es como un bebé en el seno de su madre.
Él se siente más seguro en su espacio presente, en el hoy más que en el mañana.
Por lo tanto este hoy, a primera vista, no nos comunica
mucha seguridad: en los países con 4
estaciones como Canadá, en el otoño, los árboles son despojados de sus hojas;
parecen muertos; hasta tal punto que esto inquieta a personas venidas de otros
países donde no se conocen más que dos estaciones.
Este hoy no me garantiza la visión de Dios: yo no puedo
probar con certeza su existencia. Soy capaz de acercarme a Él, y Él es capaz
también de hacerse conocer?
Si yo me encuentro en presencia de alguien que no habla y que
no conozco, yo me digo: "Estará acaso brava conmigo esta persona? tiene mal genio? Está
decidido a callar? Acaso será tímido?..Sí, yo me siento mal…Si pienso que Dios no habla, yo me
siento mal.
"cuando yo conozco
bien a alguien y que es mi amigo, me gusta mucho recibir una carta, me gusta
recibir su llamada telefónica, pero nada reemplaza una visita personal
Si yo creo en Dios, la
naturaleza me habla de Él,
la Biblia todavía más,
pero nada puede
reemplazar la experiencia de la presencia de Dios".
Si Dios existe (no hay duda),
Él se parece a Jesucristo, rostro humano de Dios: "ustedes creen en Dios, crean también en mí".
Rostro de Verdad, de libertad, de sensibilidad por el otro,
de fidelidad, de bondad, de luz y de confianza.
La partida de Jesús de este mundo no debe dar lugar
al desaliento, en medio
de la incertidumbre; sino que Él abre la posibilidad de estar en comunión con
Dios.
Es el tiempo del Espíritu de Jesús, presente en medio de la
comunidad.
Creer en Jesús, es realizar las obras que Él ha hecho y
muchísimas más; nuestros sueños llegan a ser realidad e igualmente la realidad
supera nuestros sueños…
Una aproximación psicológica al texto del
Evangelio
Si
Dios existe, Jesús se le parece
Con palabras muy simples y
haciendo intervenir a dos de los discípulos, Juan desarrolla lo que es el centro o CORAZÓN de la
experiencia cristiana.
Si Dios existe- Y de ello , Juan
está convencido- se parece a Jesús. En Jesús, las actitudes de fuerza de
toda experiencia humana:
- libertad,
- sensibilidad
ante el otro,
- fidelidad,
han llegado a tanta profundidad
que uno se encuentra con alguien que está más allá de lo humano (es decir, Jesús es más
que un simple ser humano).
Algunas palabras de Jesús eran
“rudas” y difíciles de escuchar: “Si ustedes no comen
la carne del Hijo del hombre, no tendrán vida en ustedes…” (Jn 6,60). En ocasiones, Él se veía en
la obligación de explicarse inmediatamente ante sus discípulos sobre el sentido
de sus palabras (Mc 4,34), lo que significa entonces que no era siempre
comprendido (Mc 8,21), y con frecuencia los apóstoles debieron decirse entre
ellos “No comprendemos lo
que Él quiere decir!” (Jn 16,18).
Sin embargo, a los discípulos, esta dificultad para “seguir” a Jesús
intelectualmente no les impedía seguirle físicamente y creer en Él.
Humanamente hablando, las acciones de Jesús no engañaban a los discípulos.
Los apóstoles no eran ni
psicoanalistas ni exegetas (intérpretes o estudiosos de la biblia), no obstante,
ellos eran hombres que podían distinguir entre un fruto bueno y
otro malo (Mt 7,15-20), entre la libertad y la esclavitud, entre la
apertura al otro y el egoísmo.
Si ellos creían en Jesús, era más
que todo por lo que era y por lo
que hacía más que por sus enseñanzas, las cuales han necesitado mucho tiempo para penetrar en ellos y
asimilarlas. Es
el sentido de las palabras del versículo 11: “Si ustedes no creen
en mi Palabra, crean al menos a causa de mis obras”.
Hoy , para nosotros también, el
reconocimiento de la divinidad de Jesús se encuentra al final del mismo camino.
La fe no viene por un análisis de la teología del Nuevo Testamento, sino por
una disponibilidad para escuchar lo que Jesús ha vivido, teniendo en cuenta que
esa vivencia (experiencia de vida) aflora en cada página del evangelio.
No es seguro que antes de su
encuentro con Jesús, los apóstoles fueran grandes creyentes y que haya sido
la intensidad de su fe en Dios que les haya posibilitado abrirse a Jesús.
Cuando ellos descubren en Jesús “el camino, la verdad y la vida”, probablemente
ellos hacen el camino inverso.
A través de un hombre en el cual
la libertad, la apertura al otro y la fidelidad les impresiona, ellos descubren
la fe: fe de Jesús en el hombre, fe de Jesús en Dios. Es ahora que ellos se
disponen a tratar de darle un lugar a Dios, en sus vidas, el mismo
lugar que Jesús
le daba en su vida.
He aquí entonces el impacto de
Jesús sobre los apóstoles y sobre todo discípulo que viene después: una
experiencia de vida humana, donde la intensidad y la profundidad remiten a otra cosa,
y de lo cual Jesús testimonia y o manifiesta por la influencia que Dios tiene sobre Él.
He aquí el por qué los
apóstoles se ven llevados a afirmar, después de haber encontrado a Jesús :
“Dios existe y Jesús se le parece!”
Reflexión Central:
Yo soy el Camino,
Y la Verdad,
Y la vida
Las lecturas de la Palabra de Dios de este 5o
domingo de Pascua, nos dicen que Cristo guía a su pueblo.
Con el relato de los Hechos de los Apóstoles
(1a lectura) tenemos el testimonio de la Comunidad Cristiana de Jerusalén. Una
comunidad todavía muy incipiente, inexperta, joven pero en plena efervescencia.
El número de personas que quieren adherirse a la comunidad, no dejan de
aumentar: hay entre ellos además de judíos, hermanos de lengua griega. Esto últimos se
quejan del mal funcionamiento o ineficiencia en la asistencia de las viudas y
se presenta entonces la ocasión a los
apóstoles para volver a definir las prioridades y volver a pensar las
estructuras del grupo. Y es así como se crea y pone en funcionamiento el grupo
de los siete diáconos cuya misión será el servicio de las mesas pero también el
servicio a la comunidad, bajo todas sus formas. Descubrimos cómo desde siempre,
desde los mismos inicios, el crecimiento de la Iglesia hace surgir problemas o
dificultades nuevas, condiciones nuevas de evangelización.
Bajo la guía del Espíritu Santo, ella se
esfuerza por congregar y unirse al mundo con sus vivencias.
Hoy como en otro tiempo, lo más importante es
cuidar que la Palabra no sea bloqueada y una Iglesia que no se preocupara por los más pobres no sería la Iglesia de
Jesucristo.
En la segunda lectura, San Pedro se dirige a
comunidades cristianas que se enfrentan con grandes dificultades: los
cristianos son perseguidos y deshonrados por el ambiente pagano. El templo de
Jerusalén acaba de ser destruido. Para los judíos, éste era el lugar de la
presencia de Dios en medio de su pueblo. Pero con Jesús toda ha cambiado: Él
mismo se presenta como el verdadero templo, la casa o la morada de Dios entre los hombres. Este templo
espiritual es prolongado, extendido por el pueblo cristiano. Esta comunidad
está fundada en Cristo: Él es la piedra angular del nuevo edificio. Esta
comunidad realiza lo que el judaísmo no podía realizar: el verdadero sacrificio
que permite a los hombres encontrar a Dios, fuente de vida y de luz.
El Evangelio de este domingo, por su parte,
nos vuelve a llevar a la tarde del jueves santo. Jesús anuncia a sus discípulos
su partida hacia el Padre. Pero su enseñanza quiere dar seguridad a los
discípulos. Esta partida no es un abandono ni una huida. Jesús les anuncia que
Él les preparará un lugar, una morada en la casa de su Padre. Este anuncio es
una Buena Noticia, un llamado a vivir en la esperanza. Las pruebas y
dificultades no faltarán: en algunas horas, será la pasión y la muerte de su
Maestro; y enseguida, ellos conocerán el tiempo de las persecuciones. Pero nada
debe hacer temblar la esperanza de los cristianos. Cristo está bien presente en medio de ellos. Él es
"camino, la Verdad y la Vida". Es por Él que vamos al Padre. Jesús no
es un simple jefe religioso que enseña en una sinagoga. Sus enseñanzas se expandieron por todas las
rutas de Galilea, de Samaria y de Judea. Es lo que se debe comprender, que este
camino no es un lugar ni una destinación, sino más bien, un encuentro, una
Palabra compartida con Jesús. En Él encontramos la plenitud de la Verdad. Si nos apartamos de Él, corremos hacia nuestra
perdición.
Con Cristo Resucitado, nuestra vida se convierte
en un camino de esperanza, un camino de confianza.
Nuestra vida será transformada por el amor que
está en Dios. Su Palabra nos pone en movimiento y nos llama a una conversión de
vida, a un cambio en nuestra manera de pensar, de nuestros razonamientos, a
veces tan influenciados por la falsa propaganda que la sociedad, los medios de
comunicación y el mundo quieren imponernos como verdad.
Es necesario pues este cambio, si queremos que
el amor de Dios se irradie en nuestras vidas. Hoy, como en otro tiempo, el
llamado de Cristo se oye: "crean en mí".
Este Jesús que les hablaba a los discípulos es
"Dios con nosotros" (El "Emanuel" que proclamamos en el
tiempo de Adviento y de navidad); cada día, es Él quien viene hacia nosotros
como luz en medio de la noche; Él nunca ha dejado de amarnos. Y cuando caemos,
Él llega para decirnos "vuelve a confiar en ti; ponte de nuevo en camino;
tu vales más de lo que crees; yo estoy contigo para llevarte de la mano cuando
tropiezas".
Creer en Jesús es renacer cada día a la
esperanza, a la confianza y al coraje de vivir. Y esto sólo es posible cuando
le frecuentamos asiduamente en la oración, en la meditación de la Palabra, el sacramento
de la Reconciliación y la Eucaristía.
Jesús termina su discurso con unas palabras
solemnes: "El que crea en mí, realizará las mismas obras que yo".
Esta palabra "obra", nos remite a la gran obra de Dios que es liberar
a su pueblo. Todos estamos asociados a esta obra: el mismo Dios quiere liberar
a la humanidad de todas sus esclavitudes; y al igual que los apóstoles, somos
enviados para ser los mensajeros de esta Buena Noticia.
En este domingo,
demos gracias a Dios por esta luz de la fe que nos ha sido dada el día de
nuestro bautismo. A través de ella, es Cristo quien ilumina nuestros pasos a
veces vacilantes, a veces seguros en dirección hacia el Reino de Dios. Oremos y
pidamos los unos por los otros: que Él nos haga más disponibles para
testimoniar su amor que viene a salvar a todos los hombres.
Que la Santísima
Virgen María, Nuestra Señora de Fátima nos inspire y ayude también en esta
excelsa y sublime misión de Dios y nuestra…Amén!
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2
“AQUEL o AQUELLA que crea en mí, realizará las mismas obras que yo”.
San Juan nos propone hoy el
comienzo del discurso de Jesús durante la Última Cena. El utiliza las palabras
del Señor para darnos un bosquejo o imagen de su personalidad y hacer un
resumen de su mensaje.
Habiendo lavado los pies a sus
discípulos, después de anunciar la traición de Judas y predicho la negación de
Pedro, Jesús da sus últimas recomendaciones a los suyos. El evoca su partida
próxima. Pero el agrega que regresará a buscarlos. Ellos no tienen
entonces por qué estar preocupados.
Cuando San Juan escribe su
evangelio, 60 años después de la muerte de Jesús, los cristianos sufrían de
discriminación y eran perseguidos. Habían sido expulsados de las sinagogas y
habían perdido el contacto con sus comunidades respectivas. Ellos eran
considerados como enemigos públicos para los romanos y considerados herejes por
sus compatriotas judíos. Era para ellos un tiempo de grandes sufrimientos. En
este contexto difícil, las palabras reconfortantes de Jesús son bien acogidas:
“No tengan miedo. Ustedes creen en Dios, crean también en mi”.
En nuestras vidas, nosotros
atravesamos a veces por momentos semejantes a los de los primeros cristianos y
vivimos miedos, momentos de angustia, que se apoderan de nosotros, a causa de un futuro incierto, una ruptura en nuestras relaciones, una crisis económica imprevista,
una invalidez debilitante, una enfermedad incurable, una seria disminución
física que acompaña la vejez, etc.
A nuestros dramas individuales,
se agregan los miedos colectivos: el desempleo, la violencia, la corrupción, la
superpoblación, el hambre en el mundo, la contaminación, el cambio climático, el
intenso invierno, los conflictos que se multiplican...ahora se suma el Covid-19
En nuestra Iglesia, la práctica
religiosa disminuye, los cambios se multiplican, las iglesias se venden, el
clero envejece y no responde más a las necesidades y exigencias actuales y o
coyunturales, un viento de pánico se apodera mismo de los más fieles que tienen
a veces la impresión que
ya nada va bien.
A través estas tempestades de la
vida, Cristo nos asegura y nos ofrece una dirección y una protección: “Yo estoy
con ustedes todos los días…Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Entonces,
como Pedro, podemos confiar y responderle al Señor que nos pregunta si también
nosotros queremos dejarle: “Señor, a quien iremos? Tu solo tienes Palabras de
Vida Eterna” (Jn 6,68).
EL Evangelio de este domingo nos
recuerda que estamos llamados no solamente a creer en Jesús sino también
a utilizar nuestros talentos para hacer lo que Él ha hecho.
“Aquel que crea en mi hará
también las obras que yo hago”: aportar el consuelo a aquellos que están
afligidos, acompañar los enfermos, proteger los débiles y vulnerables, comer
con los pecadores, defender el derecho de los oprimidos, denunciar la
injusticia. Nosotros somos las manos, los pies y el corazón, el cuerpo de
Cristo en nuestro mundo.
Para Jesús, lo más importante no
es la actividad en el culto, sino la calidad de vida: “Yo he venido para que ustedes tengan la vida y la tengan en
abundancia”. Es por ello que los templos de piedra serán siempre menos
importantes que los templos vivos que somos nosotros, los cristianos.
La primera lectura de hoy es
reveladora y subraya la importancia del servicio para los cristianos. Cuando
los discípulos, después de la resurrección, comenzaron a comprender el mensaje
de Jesús, ellos crearon estructuras que correspondían a la enseñanza de Él:
ellos instituyeron diáconos para servir las mesas, consolar y cuidar las
viudas, ayudar los pobres, visitar los enfermos. Es la primera estructura de la
Iglesia. Es un símbolo muy significativo que nos recuerda que la “práctica
religiosa” consiste ante todo en encarnar en nuestras vidas las exigencias del evangelio,
es decir, saber ponernos al servicio de los demás”.
San Juan que estaba tan cercano a
Jesús, ha comprendido muy bien esta enseñanza fundamental del Señor. En su
evangelio, él nos cuenta “el lavatorio de los pies”, pero no menciona la
“institución de la Eucaristía”. La Eucaristía era por lo tanto muy importante
para Él y cuando él escribe su evangelio, varias décadas después de la muerte
y resurrección de Jesús los cristianos se reunían cada domingo, “el
primer día de la semana” para “partir el pan” (celebrar la Eucaristía). Pero
Juan quiere subrayar que esta celebración de la Eucaristía solo toma todo su
valor cuando nosotros somos capaces de ponernos al servicio de los demás, como
Cristo lo ha hecho durante su vida y como Él ha querido remarcarlo por el
lavatorio de los pies.
Cristo ha sido para nosotros no
solamente un « maestro espiritual » sino también un ejemplo vivo de
aquello que debemos hacer en nuestra vida de todos los días.
3
Un
corazón atribulado
dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa
de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a
prepararos un lugar”.
Juan 14:1–2
Estas palabras de consuelo y
aliento, pronunciadas por Jesús a los Apóstoles en la Última Cena, vienen inmediatamente
después de que Judas partiera para traicionar a Jesús y después de que Jesús le
dijera a Pedro, en presencia de los demás, que él lo negaría tres veces antes
de que cantara el gallo. Como resultado, los Doce (ahora Once) se habrían
desanimado, especialmente Pedro. Jesús lo percibe y dice: “No se turbe
vuestro corazón…”
A Pedro se le dijo que pronto
cometería un pecado grave contra Jesús. Como se nos dice más adelante, tan
pronto como Pedro cometió estos pecados, salió y lloró amargamente. Tal
vez, al hacerlo, habría recordado las palabras de Jesús: “No se turbe
vuestro corazón…”
Ser tentado hacia el pecado
puede ser desalentador. Pero eso puede convertirse en algo bueno. Si
no somos afectados por nuestras tentaciones, entonces carecemos de amor por
Dios. Y si cedemos a esas tentaciones y no experimentamos tristeza, esto
es aún peor. Sin embargo, el desánimo por nuestros pecados no puede
permanecer; debe convertirse en su opuesto, la virtud de la
esperanza. La esperanza resultará del pecado solo cuando escuchemos y
entendamos la promesa de Jesús, citada anteiormente.
Jesús no solo les dice a los
discípulos que no se turben, también les dice por qué. Jesús les promete
que Él les preparará un lugar en el Cielo y vendrá a llevarlos a ese lugar en
la Casa de Su Padre, a pesar de sus fallas. Al creer, Pedro y los demás
apóstoles podrán disipar el desánimo inicial que sienten por sus fallas y
volverse a Dios con la anticipación del Cielo.
¿Te desanimas por tu
pecado? Comienza recordando cualquier pecado con el que luches
regularmente. El pecado habitual, especialmente, conducirá o bien al
dolor, al arrepentimiento y a la esperanza, o bien a un desánimo que terminará
en la desesperación y el abandono de la virtud. Como San Pedro, debemos
esforzarnos por llorar amargamente por nuestros pecados. Debemos dejar que
nuestros pecados y la tentación de la desesperación se conviertan en una
motivación para recuperar la esperanza, el coraje y la determinación. Esto
solo será posible si escuchamos siempre a Jesús decirnos: “No se turbe
vuestro corazón…” Debemos sentir Su compasión y ternura y permitir que ese
amor nos llene de confianza en que un día venceremos todo pecado y seremos
acogidos en la Casa del Padre.
Reflexiona hoy sobre cualquier
pecado con el que luches regularmente. Mientras lo haces, considera si tu
desánimo conduce a la desesperación o a la esperanza.
La esperanza no proviene de tu
capacidad para vencer el pecado por ti mismo. Viene de la compasión de
nuestro Señor y Su promesa de redimirte. Si tienes un corazón atribulado,
eso es bueno. Es el punto de partida de la esperanza. Permite que
Jesús levante tu corazón atribulado y dirija tus ojos al Cielo.
Mi compasivo Señor, aunque soy
pecador, me hablas con ternura y me llamas al arrepentimiento para que siempre
tenga esperanza en el Cielo. Por favor, dame un verdadero y santo dolor
por mis pecados y ayúdame a volver siempre a Ti para que un día me lleves a la
plenitud de la Casa del Padre. Jesús, en Ti confío.
Para la revisión de vida:
1. A pesar de la
convivencia con Jesús por 3 años. Ahora en la Cena, se nota que los discípulos
no han podido descifrar el misterio de Jesús, ni dilucidarlo.
Hoy a muchos de
nosotros nos puede pasar igual. Se nos dificulta comprender a Jesús. Yo puedo
comenzar esta semana meditando sobre quien es Jesús, a la vez tan cercano y tan
lejano y pedir la gracia de conocerle mejor a lo largo de la semana.
2. San Juan utiliza sucesivamente los verbos
saber, conocer y creer. Si "saber" tiene una connotación intelectual
y teórica, "conocer" requiere algo así como una experiencia vivida e
interiorizada. "creer", agrega algo suplementario, que necesita el
asentimiento de toda la persona. No estaré acaso yo también invitado a
hacer este itinerario cada vez más interior para entrar en el misterio de Jesús?
3. En el centro
del texto del evangelio, Jesús se presenta como "el camino, la verdad, la
vida".
Él revela que
los 3 están indefectiblemente unidos:
- no hay camino
hacia la vida que no pase por la Verdad;
- no hay Verdad
que vaya contra un crecimiento o perfeccionamiento de la vida;
- no ha verdad ni vida que no pasen por un
camino!
-No hay
"buen" camino, ni Verdad, ni Vida que puedan desligarse de Jesús! Hoy
puedo meditar sobre estas preposiciones, ya que todas llevan implícitas una
Buena Noticia!
Oración-Meditación:
Oh Jesús,
así como has
reconfortado tus discípulos
en la hora que
les revelabas tu partida hacia el Padre,
ven a
consolarnos con tu Espíritu.
Así como has confiado en ellos,
revelándoles
los secretos de
tu comunión con el padre,
haznos entrar en
la intimidad
de tu amor
trinitario.
Al igual que has
llegado a ser la Piedra Viva
que Dios ha
escogido,
permítenos
llegar a ser las piedras vivas
que sirven para
construir el templo espiritual,
tu Iglesia.
Señor, gracias
por tu confianza en nosotros.
Gracias por la
dignidad
a la cual nos
llamas.
Graba en
nosotros la marca
de esta
confianza y de esta dignidad
y llegaremos a
ser ardientes testigos
de tu amor,
ahora y por siempre.
Amén!
Referencias bibliográficas:
1. http://vieliturgique.ca
2. http://prionseneglise.ca
3. http://ciudadredonda.org
(para los textos de la Palabra de Dios)
4. http://paroissesaintefamilledevalcourt.org
5. HETU,
Jean-Luc. Les Options de Jésus.
6.
http://dimancheprochain.org
7. http://cursillos.ca, (reflexión del P. Allard, s.v.d).
8. http://versdimanche.com
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