14 de mayo del 2023: sexto domingo de Pascua (A)



Dar razón de nuestra esperanza

Si amamos a Jesús, permanecemos fieles a sus mandamientos, y un defensor, el Espíritu de Verdad nos será dado para guiarnos por el camino del amor trinitario. Estamos invitados a testimoniar este amor y a ser responsables del futuro de nuestra Iglesia.

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En el mundo actual, a veces es difícil y también arriesgado afirmarse, decirse cristiano. Hoy, nuestro amor por Cristo y nuestra fidelidad a sus mandamientos nos permiten recibir el Espíritu Santo de la Verdad, para apropiárnoslo y ayudarnos…Sabremos acogerlo?





Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (8,5-8.14-17):

EN aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría. Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo; pues aún no había bajado sobre ninguno; estaban solo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 65,1-3a.4-5.6-7a.16.20

R/. Aclamad al Señor, tierra entera


Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!». R/.

Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. R/.

Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él.
Con su poder gobierna eternamente. R/.

Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R/.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (3,1.15-18):

QUERIDOS hermanos:
Glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo.
Pues es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el mal.
Porque también Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu.

Palabra de Dios



Lectura del santo evangelio según san Juan (14,15-21):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».

Palabra del Señor



A guisa de introducción:

Aquel que ya está aquí:

Todos nosotros hemos tenido un día u otro, la experiencia de ser arrastrados por algo indeseable, o estar girando en un círculo vicioso: ese de las dependencias, de las rupturas de las relaciones, de la sociedad de consumo, y tantas otras. Es un ciclo donde una acción lleva a otra que intensifica la primera y así sucesivamente, hasta encontrarse tocando fondo.

Jesús hoy nos propone otro tipo de ciclo, que se parece más bien a una turbulencia de vida y de progresión feliz, un “círculo gracioso (de Gracia, no como sinónimo de humor, pero sí con él implícito) ” , porque está lleno de gracia, de gratuidad y de vigilancia puesta en las buenas cosas. Para permitirnos entrar, Él ha dado  ya el primer paso: es el don del Espíritu, quien está  ya presente en el corazón de toda criatura. Nos basta con aprender a conocerlo para que Cristo nos lo envíe de nuevo, una y otra vez, más intimo, haciendo que lo veamos actuando de manera más intensa aún. En cada etapa, un don de su parte, un sí de nuestro lado, una apertura más grande, hasta que nuestro corazón llegue a ser tan vasto como el mundo.

Este Espíritu es el que nos inspira para amar a nuestro prójimo, es eso la dimensión social de la fe cristiana…y nosotros hablamos frecuentemente de este amor, pero muy pocas hablamos del amor de Dios.

Es hacia esta realidad que nos dirige el evangelio de este domingo. En efecto, él comienza y se termina con el mismo llamado y o invitación a amar a Dios.

Es importante tomar conciencia de esta realidad sorprendente y maravillosa: estamos llamados a amar a Dios, pero  esta relación con Dios, que es por lo tanto nuestro destino, es difícil de vivirla en nuestro mundo. Sin embargo amar a Dios, estar con Él es posible, puesto que el elemento esencial del amor, es la presencia, y Jesús nos asegura la suya.

Bueno y cómo verificar si amo verdaderamente a Dios? Es el amor autentico al prójimo que es el signo del amor autentico a Dios…y esta dinámica de amor genuino y divino no es posible sin el elemento catalizador- transformador del Espíritu.

Algunos se sorprenden: por qué y o para qué celebrar la confirmación, sabiendo que el Espíritu ha sido ya comunicado en el bautismo? Por qué esperar Pentecostés, cuando Cristo ha ya soplado sobre sus discípulos la noche de pascua? Es justamente para adentrarnos en ese círculo de Gracia donde nada ha terminado de manera definitiva y que le da a nuestras vidas una dimensión de profundidad insospechada.



 Aproximación psicológica al texto del evangelio:

La incapacidad de acoger, cuando se tiene la incapacidad de ver:




Jesús enuncia acá una terrible verdad que tiene ya todo su peso en el plan psicológico: “uno es incapaz de acoger lo que no ve y lo que no conoce” (v.17).

Alguien en la calle me pide una información: mas yo no veo lo que en efecto él me dice en el momento: yo estoy solo, yo te ruego, háblame. Yo soy entonces, “incapaz de acoger” su soledad que “yo no veo y que no conozco”. Yo le doy la información y le vuelvo la espalda para seguir caminando…

Alguien vive a mi lado y encuentra el tiempo y las semanas demasiado largas, pero “yo no veo y no conozco” aquello que lo habita en profundidad, de qué están hechas sus esperanzas y sus sufrimientos: “yo soy incapaz de acogerlo”, y de manera diplomática, paso de largo.

Instalado en mis seguridades, en mis posesiones, en mis relaciones, en la imagen que me hago de la sociedad, “yo no veo” cómo yo exploto los otros, “yo no conozco” las maquinarias económicas y políticas, que hacen que mi hermano se empobrezca para mi provecho y ventaja.  Yo soy entonces “incapaz de acogerle” cuando él solicita mi compromiso o mi acción responsable para un compartir más justo. Yo vivo y yo me digo: que los otros hagan como yo.

En el plano espiritual, “yo no veo” la profundidad de mi vivencia, “yo no conozco” la riqueza de lo que me habita. Yo soy “incapaz de acoger” Dios, de reconocer su presencia en mi vida. Yo me digo: yo hago lo que tengo que hacer; si Dios existe, que Él se me manifieste y yo creeré.

La solución a tanta inconsciencia no reside en una gran conversión moral que corre el riesgo de no tener un mañana. Ella consiste antes que nada en admitir que “uno no ve”: “Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado. Pero ustedes dicen “nosotros vemos”: ustedes permanecen en pecado” (Juan 9,41). Si ustedes fueran completamente inconscientes, ustedes no tendrían pecado. Pero ustedes saben que hay algo que no va bien y ustedes continúan diciendo “todo va bien”: su pecado permanece.

En un primer tiempo, yo admito que hay cosas que se me escapan. Después, yo comienzo de manera tranquila a aprender a ver, yo me abro de manera progresiva a realidades que permanecían hasta ahora desconocidas: el mundo de los sentimientos, las realidades socio-políticas, la dimensión espiritual de mi existencia…

Es así como yo logro poco a poco ser capaz de acoger la verdad de mi situación humana, en todas sus facetas y dimensiones.

Acoger el Espíritu de Verdad”, es quizás ante todo eso!




REFLEXIÓN central:

"No os dejaré huérfanos"




Cuando leemos el libro de los Hechos de los Apóstoles, descubrimos cómo la Buena Noticia del Evangelio se extiende. La Cruz de Cristo produce frutos que permanecen, ella da la audacia y la seguridad. Todo esto no ocurrió sin persecución, sucedió la muerte del diácono Esteban. Pero nada ni nadie puede detener el progreso de la Palabra de Dios. El diácono Felipe fue enviado a Samaría, no para esconderse sino para predicar. Todo esto, se cumple, se realiza en comunión con aquellos que les han confiado esta misión. Estos últimos vendrán de Jerusalén para confirmar, convalidar su trabajo, darle respaldo.

Es necesario saber que Samaria es una región despreciada. Los judíos piadosos evitaban hablarles y frecuentar los samaritanos. Estos últimos eran considerados como infieles al Dios de Israel. Pero tocados por la gracia, ellos se convierten y se hacen bautizar, siendo un Pentecostés para los samaritanos. Es verdad, nosotros hemos de dar gracias por las grandezas de Dios. para Dios, nadie es irrecuperable y como Felipe, somos enviados para realizar gestos que curen, que liberen, que vuelvan a levantar a quienes caen y devuelvan la vida y la esperanza a los hermanos.

En la segunda lectura, es Pedro quien dirige la palabra a los cristianos que se dedican a la calumnia y a la persecución de sus adversarios. El apóstol les muestra el camino y la conducta que se debe tener. Ellos como cristianos, no pueden nunca dejar de testimoniar su fe y por eso, deben reaccionar con ternura, mansedumbre ante los ataques de los enemigos, han de respetarlos. En el momento en que escribe su carta, algunos cristianos han renegado de su fe y tienen miedo del peligro. Al escuchar este mensaje de Pedro, cómo no pensar en los muchos cristianos que hoy son igualmente perseguidos a causa del Evangelio? Es en este mundo, tal como es,  que debemos testimoniar nuestra adhesión y filiación a Cristo. Y para cumplir con esta misión es que Él nos envía el Espíritu Santo.

Es esta promesa que hemos escuchado de Jesús en el momento en que se prepara para pasar de este mundo a su Padre. Dirigiéndose a sus discípulos les dice: " yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad". Este defensor, el evangelio de San Juan lo llama el paráclito que era un hombre notable que se interponía entre el juez y el acusado. Era un hombre libre de toda sospecha que era escuchado y respetado y tenía la posibilidad de eliminar una condenación y hacer liberar al acusado bajo su propia responsabilidad y en nombre de su propia reputación.

El Espíritu Santo es para nosotros ese paráclito, ese defensor que interviene cuando somos acusados en nombre de nuestra fe. Todos los días vemos como la Iglesia es objeto de risa, de ataques de ser retrógrada, demasiado conservadora por oponerse a las orientaciones que son contrarias al evangelio de cristo. Pero el Espíritu Santo interviene para aconsejarnos, para darnos valentía, para consolarnos y sostenernos en los momentos difíciles de nuestra vida. Él nos empuja constantemente hacia la liberación y alejamiento de todo temor.

El apóstol Pedro nos dice que nosotros debemos estar siempre dispuestos a dar razón de nuestra esperanza a quienes nos lo pidan. Pero para responder a este llamado, necesitamos también del Espíritu Santo. Él está ahí, del lado de quienes son atacados a causa de su fe en Jesucristo. Él interviene también cuando nosotros nos enfrentamos a nuestras propias debilidades, cuando decimos: "yo no soy capaz". Él nos dice: "ve, no temas, yo estoy contigo".

En los últimos días las malas noticias nos preocupan, nos llenan de temor… Pero hemos de acudir constantemente a la oración, al apoyo fraterno, a la caridad y a la solidaridad para que el temor no nos apabulle…En esta tarea nos ayuda el Santo Espíritu.

El anuncio del Reino de Dios debe ser siempre alegre., pues se trata de una Buena Noticia: Dios nos invita al banquete de bodas, es una invitación a la felicidad y es necesario que esto se refleje en nuestra vida.

Estamos a las puertas de Pentecostés y estaremos invitados a acoger el Espíritu Santo y a responder al amor de Cristo que se ha entregado por la salvación del mundo. Supliquémosle para que Él nos transforme en lo más profundo de nosotros mismos, para ayudarnos a vivir y amar como Él y con ÉL. Amén!



2
Saber dar razón de nuestra esperanza

En el  momento  en que Juan escribe su evangelio, los discípulos de Jesús se encuentran en una situación muy lamentable. La gente se ríe de ellos, se les echa de las sinagogas judías, se les persigue.  Cristo entonces les promete el Espíritu santo que estará con ellos todos los días hasta el fin del mundo y ese espíritu será la fuente de esperanza que Pedro menciona en la segunda lectura de hoy.  Ante la agresividad de los adversarios, él invita al testimonio y a la no violencia:

“Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”  (1 Pedro  3,15-16)

Nuestra esperanza viene de la revelación del Señor: « ustedes son los bien amados de Dios, el Espíritu santo habita en ustedes, yo los acompaño siempre y su vida no se termina en el cementerio”. Si testimoniamos de esta esperanza, la gente alrededor nuestro no dejará de interrogarse o cuestionarse sobre nuestra manera de vivir.

Es por nuestra manera de vivir como hacemos que los demás se interroguen sobre la esperanza que nos habita.

Dense cuenta de la esperanza que está en nosotros! Y Pedro agrega: “háganlo con ternura y respeto”. No se trata de provocar controversias, de hacer proselitismo, sino de dar testimonio.

Se encuentra un bello ejemplo de este testimonio de esperanza en las crónicas de la conquista de América Latina. En el siglo XVIII, en una prisión de Brasil, un sacerdote que ha sido condenado a muerte (ya que se ha opuesto al tráfico de esclavos), estaba a punto de ser fusilado. Como se deben hacer las cosas en buena y debida forma, mismo cuando se trata de una muerte bárbara  cometida por el Estado, el capitán a cargo, demanda al prisionero si él tenía un último deseo antes de darle cara al pelotón de ejecución. El sacerdote sorprende al oficial y a los soldados replicándoles: “Si, me gustaría interpretar una última melodía de flauta antes de morir”. El oficial le concede este último deseo y los 7 soldados, sus compatriotas, encargados de darle muerte, adoptan una posición de reposo. Pero rápidamente, este sacerdote que tocaba la flauta antes de ser fusilado crea una situación insoportable para sus verdugos. Era totalmente absurdo escuchar este condenado a muerte tocando tranquilamente la flauta. El oficial le arranca de sus manos el instrumento musical, le venda los ojos y da la orden de disparar el fuego! El padre murió de manera instantánea.

Qué tipo de esperanza le da a un condenado a muerte el coraje o la valentía de tocar la flauta antes de morir?... ” Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.

Una de las realidades que vienen una y otra vez sobre nuestras pantallas de televisión, nuestros computadores, nuestros juegos electrónicos, es la violencia: la guerra y el terrorismo, la tortura, la masacre de inocentes, los niños y las mujeres víctimas de abusos sexuales, las violencias conyugales e intrafamiliares, los niños esclavos  obligados a trabajar  de diez a 12 horas por jornada, el asesinato de líderes sociales y reinsertados. Uno no termina de señalar los datos de  las  víctimas inocentes y esto en un mundo que se dice civilizado y que ha creado o se ha dado constituciones o cartas de derechos de la persona, derechos de los niños, de las personas con limitaciones físicas y mentales, de las mujeres, de los derechos de los prisioneros, etc. 

El corazón humano no contiene solo buenos sentimientos. Él esconde también la agresividad, la ambición desmedida, las bajezas de todo tipo, las tormentas y los truenos de muerte de un gran número de nosotros.

Las personas mansas, tiernas o dulces son un regalo de Dios y una bendición para nuestro mundo. Ellas rompen la espiral infernal en la cual se encierra nuestro universo de violencia. Cuando el respeto y la bondad están presentes en una familia, en una comunidad, en una institución, la paz y la armonía se llevan bien.

La ternura y el respeto no son comportamientos exclusivos de personas bien educadas, ellos se constituyen también en virtudes evangélicas. Desde el comienzo de su ministerio público, Jesús proclama: “felices (bienaventurados  los mansos…felices los artesanos de la paz, ellos serán llamados hijos e hijas de Dios” Y el agrega: “aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. Sabemos del respeto con el cual trataba los niños, las mujeres, los infelices o desdichados, los enfermos, los excluidos, los pecadores.

La mansedumbre y el respeto evitan las peleas, las incomprensiones, la desconfianza, la violencia. Ellos crean un clima de confianza y desarman seguramente  los espíritus bien belicosos.

Terminamos con el ejemplo de un obispo africano que aloja una mujer que había cometido adulterio. El brujo del pueblo responsable de ejecutar la sentencia de muerte por este tipo de delito se presenta en casa del obispo que se opone a entregarle la mujer condenada. El brujo acusa entonces al obispo de ser inmoral y de no respetar las leyes de su tribu. El obispo le responde: “es verdad que yo soy inmoral en relación a vuestras leyes. Así que mira tú, mi Dios es más humano que el tuyo!”


3

Obediencia, verdad y libertad

 


dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. 

Juan 14:15–17

 

Imagínese usted a un cónyuge o a un amigo que le diga: “Si me ama, usted guardará mis mandamientos”. Tal declaración podría causarle una reacción de sorpresa. Por lo general, no vemos la obediencia a otro como una señal de que lo amamos. Sin embargo, ¿qué pasaría si un padre le dijera a un hijo: “Si me amas, serás obediente”.  Esa declaración es más fácil de aceptar debido al rol único de un padre para sus hijos. 

En cuanto a nuestro amor a Dios, la obediencia a su voluntad divina es el mayor acto de amor que podemos ofrecer. Esto se debe a que la voluntad de Dios es perfecta. Es exactamente lo que necesitamos en la vida. Es para lo que fuimos hechos. Y es el único camino para lograr la realización humana que buscamos. Solo Dios puede decirnos tal cosa porque solo Dios es Dios.

Jesús siguió Su llamado a la obediencia diciendo que la obediencia a Él resultará en que Jesús y Su Padre otorguen el Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad sobre nosotros. 

El Espíritu Santo permanecerá “con vosotros, y estará en vosotros”. Esta es una declaración tan profunda de nuestro Señor. De hecho, gran parte de lo que Él dice en este sermón, dado en la Última Cena, es tan profundo que comprenderlo es difícil.

Una cosa clara que esto nos dice es que la obediencia a Dios lleva al descubrimiento de la Verdad. Y como dice Jesús en otra parte: “Si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31–32 ) . La obediencia lleva a la Verdad. La verdad lleva a la libertad.

Esto plantea la pregunta: ¿Quiere usted ser libre? Claramente lo sí. No podemos no querer ser libres. Es decir, estamos obligados a querer la libertad, al igual que estamos obligados a querer la felicidad. ¿Por qué? Porque el deseo de libertad y felicidad está escrito en nuestra misma naturaleza. Es un deseo del que no podemos escapar. Así es como estamos conectados. Sin embargo, es muy posible confundirse acerca de la forma en que logramos estos deseos. Para muchos, la obediencia no siempre es entendida como el camino hacia esa deseada libertad y felicidad.

Considere, de nuevo, un niño. Imagine a un padre diciéndole a su hijo que no coma cierta baya silvestre que crece detrás de su casa porque el padre sabe que la baya es venenosa y hará que el niño se enferme. Si el niño desobedece y come la baya de todos modos, aprenderá la importante lección de que debería haber sido obediente. O si el niño se peleara con su hermano y estuviera enojado y llorando, el padre puede decirle que se arrepienta y se reconcilie con su hermano. Si el niño se niega, seguirá enojado y llorando. Pero si obedece, entonces él y su hermano podrán seguir divirtiéndose juntos.

A gran escala, esto es lo que Dios hace por nosotros. Él es el Padre perfecto que siempre sabe lo que es mejor para nosotros. Por eso, no sólo debemos conformarnos a Su voluntad, debemos desearla, buscarla y desear ser obedientes en el mayor grado. Este es el camino a la Verdad. Es el camino a la libertad. Es el camino hacia la felicidad que deseamos.

Reflexione hoy sobre su propio nivel de obediencia a la voluntad de Dios y su comprensión de la importancia de esa obediencia. ¿Se da cuenta de que la voluntad de Dios es perfecta? Tal vez lo haga intelectualmente, pero ¿qué hay de la práctica? Cuando lee las Escrituras y escucha los mandatos de amor de Jesús, ¿busca usted seguirlos sin vacilación? Por ejemplo, ¿perdona a los que parecen indignos? ¿Puede usted decir, con nuestro Señor desde la Cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”? 

Reflexione sobre cualquier cosa del año pasado que le haya resultado difícil aceptar de Dios. Reflexione sobre ello, ore por ello y busque obedecer todo lo que Él le ha revelado. Si lo hace, será el primer paso hacia el cumplimiento de sus deseos más profundos en la vida.

 

Glorioso Jesús, Tu voluntad es perfecta en todo sentido. La obediencia a Tu voluntad conduce al cumplimiento de mi vida y de todos mis deseos. Por favor, concédeme el Espíritu de la Verdad para que siempre conozca Tu voluntad y la abrace con todas mis fuerzas. Jesús, en Ti confío.


PARA LA REVISIÓN DE VIDA:


1. Hace varios días, venimos escuchando este largo discurso de Jesús, en el Evangelio de Juan, situado después del lavatorio de los pies. Es de noche, Jesús sale a las calles de Jerusalén. El ambiente está enrarecido, el fin se acerca. Jesús, mientras caminan, seguramente,  habla a sus discípulos y les transmite de manera breve lo esencial de su herencia, condensando 3 años de su vida en un pequeño testamento. Después de su partida, los discípulos guardarán un recuerdo, una palabra, un deseo…
Y a mí, de todo este discurso  y este tiempo Pascual que está llegando a su fin, qué me queda como lo esencial, lo más importante?


2. Es condición esencial antes de  emprender la misión "amar a Jesús"; por eso Él dice "Si ustedes me aman…" Entonces, no suelta por ello, primero una seguidilla de preceptos impersonales y fríos, sino que revela el principio mismo de su vida. Y este misterio no se descubre fuera del amor o desentendiéndose de él. En otras palabras, Jesús me pide apasionarme por el amor, buscar constantemente y profundizar en este interés que yo muestro por Él. 
Aquel que ama no debe buscar "comprender" primero, él debe "guardar" lo que Jesús da: justamente su mandamiento del amor. Hoy, yo podría decirle varias veces esta palabra (u otra): "Señor, yo te amo".


3.  En este Evangelio, hay una dimensión que incomoda: amar es un mandato. Yo no tengo opción, entonces de amar a tal o determinada persona, sino el deber de amar a todo hombre y mujer que me cruzo en el camino. En el fondo, este mandamiento nos impide refugiarnos detrás de las prevenciones o preguntas que nos hacemos sobre cada persona: es que yo amo lo que dice, lo que hace, su estrato social o su físico?  Lo que importa es amar, aquí y ahora, sin demoras, al primero que encontremos. El Espíritu puede evitarme esperar: es hoy que yo debo amar a mi vecino, a mis hijos, al desconocido que pasa…mañana será demasiado tarde…Entonces…



ORACIÓN-MEDITACIÓN

Dios, Padre Nuestro,
te damos gracias por tu Hijo Jesús.
Sin verlo aún, nosotros  proclamamos que está vivo.
Él mora y permanece en Ti, su Padre,
y  nos invita a permanecer en Él,
Él que está en nosotros.

Te alabamos por todas las personas
que acogen sus mandamientos
y permanecen fieles;
en ellas el amor de Jesús se manifiesta.

Dios Padre Nuestro,
tu Hijo Jesús te ha pedido en su oración
que no nos dejes solos:
Tú has escuchado su deseo
dándonos el Espíritu de la Verdad
que está siempre con nosotros.

Gracias a Él, presente en nuestra existencia cotidiana,
podemos dar razón de nuestra esperanza
y hacerlo con ternura y respeto,
como nos lo enseñó sin cesar tu Hijo.

Te alabamos por este espíritu misionero,
de quien, gracias al ejemplo de Felipe,
podemos ser testigos audaces
de su presencia donde quiera que estemos.



Referencias  Bibliográficas:


http://vieliturgique.ca

http://prionseneglise.ca

Pequeno Misal "prions en Église", edicion quebequense mayo 2014.

HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

http://dimancheprochain.org

http://cursillos.ca

http://versdimanche.com



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