Dar razón de nuestra esperanza
Si amamos a Jesús, permanecemos fieles a sus mandamientos, y un defensor,
el Espíritu de Verdad nos será dado para guiarnos por el camino del amor
trinitario. Estamos invitados a testimoniar este amor y a ser responsables del
futuro de nuestra Iglesia.
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En el mundo actual, a veces es difícil y también arriesgado afirmarse,
decirse cristiano. Hoy, nuestro amor por Cristo y nuestra fidelidad a sus mandamientos
nos permiten recibir el Espíritu Santo de la Verdad, para apropiárnoslo y ayudarnos…Sabremos
acogerlo?
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles (8,5-8.14-17):
EN aquellos días, Felipe bajó a la ciudad
de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con
atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que
hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos
lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó
de alegría. Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que
Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos
bajaron hasta allí y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo;
pues aún no había bajado sobre ninguno; estaban solo bautizados en el nombre
del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 65,1-3a.4-5.6-7a.16.20
R/. Aclamad al Señor, tierra entera
Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!». R/.
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. R/.
Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él.
Con su poder gobierna eternamente. R/.
Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pedro (3,1.15-18):
QUERIDOS hermanos:
Glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar
explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con
delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os
calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en
Cristo.
Pues es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir
haciendo el mal.
Porque también Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los
pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne
pero vivificado en el Espíritu.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san
Juan (14,15-21):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé
otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El
mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio,
lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré
huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero
vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo
estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis
mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre,
y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Palabra del Señor
A guisa de introducción:
Aquel que ya está aquí:
Todos nosotros hemos tenido un día u otro, la experiencia de
ser arrastrados por algo indeseable, o estar girando en un círculo
vicioso: ese de las dependencias, de las rupturas de las relaciones, de la
sociedad de consumo, y tantas otras. Es un ciclo donde una acción lleva a otra
que intensifica la primera y así sucesivamente, hasta encontrarse tocando
fondo.
Jesús hoy nos propone otro tipo de ciclo, que se parece más
bien a una turbulencia de vida y de progresión feliz, un “círculo gracioso (de
Gracia, no como sinónimo de humor, pero sí con él implícito) ” , porque está lleno de gracia, de gratuidad y de
vigilancia puesta en las buenas cosas. Para permitirnos entrar, Él ha dado
ya el primer paso: es el don del Espíritu, quien está ya presente
en el corazón de toda criatura. Nos basta con aprender a conocerlo para que
Cristo nos lo envíe de nuevo, una y otra vez, más intimo, haciendo que lo
veamos actuando de manera más intensa aún. En cada etapa, un don de su parte,
un sí de nuestro lado, una apertura más grande, hasta que nuestro corazón
llegue a ser tan vasto como el mundo.
Este Espíritu es el que nos inspira para amar a nuestro
prójimo, es eso la dimensión social de la fe cristiana…y nosotros hablamos
frecuentemente de este amor, pero muy pocas hablamos del amor de Dios.
Es hacia esta realidad que nos dirige el evangelio de este
domingo. En efecto, él comienza y se termina con el mismo llamado y o
invitación a amar a Dios.
Es importante tomar conciencia de esta realidad sorprendente
y maravillosa: estamos llamados a amar a Dios, pero esta relación con Dios, que es por lo tanto
nuestro destino, es difícil de vivirla en nuestro mundo. Sin embargo amar a
Dios, estar con Él es posible, puesto que el elemento esencial del amor, es la
presencia, y Jesús nos asegura la suya.
Bueno y cómo verificar si amo verdaderamente a Dios? Es el amor
autentico al prójimo que es el signo del amor autentico a Dios…y esta dinámica
de amor genuino y divino no es posible sin el elemento catalizador-
transformador del Espíritu.
Algunos se sorprenden: por qué y o para qué celebrar la
confirmación, sabiendo que el Espíritu ha sido ya comunicado en el bautismo?
Por qué esperar Pentecostés, cuando Cristo ha ya soplado sobre sus discípulos
la noche de pascua? Es justamente para adentrarnos en ese círculo de Gracia
donde nada ha terminado de manera definitiva y que le da a nuestras vidas una dimensión de
profundidad insospechada.
Aproximación psicológica al
texto del evangelio:
La incapacidad de acoger, cuando se
tiene la incapacidad de ver:
Jesús enuncia acá una terrible verdad que tiene ya todo su
peso en el plan psicológico: “uno es incapaz de acoger lo que no ve y lo que no
conoce” (v.17).
Alguien en la calle me pide una información: mas yo no veo lo
que en efecto él me dice en el momento: yo estoy solo, yo te ruego, háblame.
Yo soy entonces, “incapaz de acoger” su soledad que “yo no veo y que no
conozco”. Yo le doy la información y le vuelvo la espalda para seguir
caminando…
Alguien vive a mi lado y encuentra el tiempo y las semanas
demasiado largas, pero “yo no veo y no conozco” aquello que lo habita en
profundidad, de qué están hechas sus esperanzas y sus sufrimientos: “yo soy
incapaz de acogerlo”, y de manera diplomática, paso de largo.
Instalado en mis seguridades, en mis
posesiones, en mis relaciones, en la imagen que me hago de la sociedad, “yo no
veo” cómo yo exploto los otros, “yo no conozco” las maquinarias económicas y
políticas, que hacen que mi hermano se empobrezca para mi provecho y
ventaja. Yo soy entonces “incapaz de acogerle” cuando él solicita mi
compromiso o mi acción responsable para un compartir más justo. Yo vivo y yo me
digo: que los otros hagan como yo.
En el plano espiritual, “yo no veo” la profundidad de mi
vivencia, “yo no conozco” la riqueza de lo que me habita. Yo soy “incapaz de
acoger” Dios, de reconocer su presencia en mi vida. Yo me digo: yo hago lo que
tengo que hacer; si Dios existe, que Él se me manifieste y yo creeré.
La solución a tanta inconsciencia no reside en una gran
conversión moral que corre el riesgo de no tener un mañana. Ella consiste antes
que nada en admitir que “uno no ve”: “Si ustedes fueran ciegos, no tendrían
pecado. Pero ustedes dicen “nosotros vemos”: ustedes permanecen en pecado” (Juan
9,41). Si ustedes fueran completamente inconscientes, ustedes no tendrían
pecado. Pero ustedes saben que hay algo que no va bien y ustedes continúan
diciendo “todo va bien”: su pecado permanece.
En un primer tiempo, yo admito que hay cosas que se me escapan.
Después, yo comienzo de manera tranquila a aprender a ver, yo me abro de manera
progresiva a realidades que permanecían hasta ahora desconocidas: el mundo de
los sentimientos, las realidades socio-políticas, la dimensión espiritual de mi
existencia…
Es así como yo logro poco a poco ser capaz de acoger la
verdad de mi situación humana, en todas sus facetas y dimensiones.
Acoger el Espíritu de Verdad”, es quizás ante todo eso!
REFLEXIÓN central:
Cuando leemos
el libro de los Hechos de los Apóstoles, descubrimos cómo la Buena Noticia del
Evangelio se extiende. La Cruz de Cristo produce frutos que permanecen, ella da
la audacia y la seguridad. Todo esto no ocurrió sin persecución, sucedió la
muerte del diácono Esteban. Pero nada ni nadie puede detener el progreso de la
Palabra de Dios. El diácono Felipe fue enviado a Samaría, no para esconderse
sino para predicar. Todo esto, se cumple, se realiza en comunión con aquellos
que les han confiado esta misión. Estos últimos vendrán de Jerusalén para
confirmar, convalidar su trabajo, darle respaldo.
Es necesario
saber que Samaria es una región despreciada. Los judíos piadosos evitaban hablarles
y frecuentar los samaritanos. Estos últimos eran considerados como infieles al
Dios de Israel. Pero tocados por la gracia, ellos se convierten y se hacen
bautizar, siendo un Pentecostés para los samaritanos. Es verdad, nosotros hemos
de dar gracias por las grandezas de Dios. para Dios, nadie es irrecuperable y
como Felipe, somos enviados para realizar gestos que curen, que liberen, que
vuelvan a levantar a quienes caen y devuelvan la vida y la esperanza a los
hermanos.
En la segunda
lectura, es Pedro quien dirige la palabra a los cristianos que se dedican a la
calumnia y a la persecución de sus adversarios. El apóstol les muestra el
camino y la conducta que se debe tener. Ellos como cristianos, no pueden nunca
dejar de testimoniar su fe y por eso, deben reaccionar con ternura, mansedumbre
ante los ataques de los enemigos, han de respetarlos. En el momento en que
escribe su carta, algunos cristianos han renegado de su fe y tienen miedo del
peligro. Al escuchar este mensaje de Pedro, cómo no pensar en los muchos
cristianos que hoy son igualmente perseguidos a causa del Evangelio? Es en este
mundo, tal como es, que debemos
testimoniar nuestra adhesión y filiación a Cristo. Y para cumplir con esta misión
es que Él nos envía el Espíritu Santo.
Es esta
promesa que hemos escuchado de Jesús en el momento en que se prepara para pasar
de este mundo a su Padre. Dirigiéndose a sus discípulos les dice: " yo le pediré al Padre que os dé otro
Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad". Este
defensor, el evangelio de San Juan lo llama el paráclito que era un hombre
notable que se interponía entre el juez y el acusado. Era un hombre libre de
toda sospecha que era escuchado y respetado y tenía la posibilidad de eliminar
una condenación y hacer liberar al acusado bajo su propia responsabilidad y en
nombre de su propia reputación.
El Espíritu
Santo es para nosotros ese paráclito, ese defensor que interviene cuando somos
acusados en nombre de nuestra fe. Todos los días vemos como la Iglesia es
objeto de risa, de ataques de ser retrógrada, demasiado conservadora por
oponerse a las orientaciones que son contrarias al evangelio de cristo. Pero el
Espíritu Santo interviene para aconsejarnos, para darnos valentía, para
consolarnos y sostenernos en los momentos difíciles de nuestra vida. Él nos
empuja constantemente hacia la liberación y alejamiento de todo temor.
El apóstol
Pedro nos dice que nosotros debemos estar siempre dispuestos a dar razón de
nuestra esperanza a quienes nos lo pidan. Pero para responder a este llamado,
necesitamos también del Espíritu Santo. Él está ahí, del lado de quienes son
atacados a causa de su fe en Jesucristo. Él interviene también cuando nosotros nos
enfrentamos a nuestras propias debilidades, cuando decimos: "yo no soy
capaz". Él nos dice: "ve, no temas, yo estoy contigo".
En los
últimos días las malas noticias nos preocupan, nos llenan de temor… Pero hemos de acudir
constantemente a la oración, al apoyo fraterno, a la caridad y a la solidaridad
para que el temor no nos apabulle…En esta tarea nos ayuda el Santo Espíritu.
El anuncio
del Reino de Dios debe ser siempre alegre., pues se trata de una Buena Noticia:
Dios nos invita al banquete de bodas, es una invitación a la felicidad y es
necesario que esto se refleje en nuestra vida.
Estamos a las
puertas de Pentecostés y estaremos invitados a acoger el Espíritu Santo y a responder
al amor de Cristo que se ha entregado por la salvación del mundo. Supliquémosle
para que Él nos transforme en lo más profundo de nosotros mismos, para
ayudarnos a vivir y amar como Él y con ÉL. Amén!
2
Saber dar
razón de nuestra esperanza
En el momento en que Juan escribe su
evangelio, los discípulos de Jesús se encuentran en una situación muy
lamentable. La gente se ríe de ellos, se les echa de las sinagogas judías, se
les persigue. Cristo entonces les promete el Espíritu santo que
estará con ellos todos los días hasta el fin del mundo y ese espíritu será la
fuente de esperanza que Pedro menciona en la segunda lectura de
hoy. Ante la agresividad de los adversarios, él invita al testimonio
y a la no violencia:
“Estad siempre
preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que
os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1
Pedro 3,15-16)
Nuestra esperanza viene de la revelación del Señor: « ustedes son los bien amados de Dios,
el Espíritu santo habita en ustedes, yo los acompaño siempre y su vida no se
termina en el cementerio”. Si testimoniamos de esta esperanza, la
gente alrededor nuestro no dejará de interrogarse o cuestionarse sobre nuestra
manera de vivir.
Es por nuestra manera de vivir como hacemos que
los demás se interroguen
sobre la esperanza que nos habita.
Dense cuenta de la esperanza que está en nosotros! Y Pedro agrega: “háganlo con ternura y respeto”. No
se trata de provocar controversias, de hacer proselitismo, sino de dar
testimonio.
Se encuentra un bello ejemplo de este testimonio de esperanza
en las crónicas de la conquista de América Latina. En el siglo XVIII, en una
prisión de Brasil, un sacerdote que ha sido condenado a muerte (ya que se ha
opuesto al tráfico de esclavos), estaba a punto de ser fusilado. Como se deben
hacer las cosas en buena y debida forma, mismo cuando se trata de una muerte
bárbara cometida por el Estado, el capitán a cargo, demanda al
prisionero si él tenía un último deseo antes de darle cara al pelotón de
ejecución. El sacerdote sorprende al oficial y a los soldados replicándoles: “Si,
me gustaría interpretar una última melodía de flauta antes de morir”. El
oficial le concede este último deseo y los 7 soldados, sus compatriotas,
encargados de darle muerte, adoptan una posición de reposo. Pero rápidamente,
este sacerdote que tocaba la flauta antes de ser fusilado crea una situación
insoportable para sus verdugos. Era totalmente absurdo escuchar este condenado
a muerte tocando tranquilamente la flauta. El oficial le arranca de sus manos
el instrumento musical, le venda los ojos y da la orden de disparar el fuego!
El padre murió de manera instantánea.
Qué tipo de esperanza le da a un condenado a muerte el coraje
o la valentía de tocar la flauta antes de morir?... ” Estad siempre
preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que
os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.
Una de las realidades que vienen una y otra vez sobre
nuestras pantallas de televisión, nuestros computadores, nuestros juegos
electrónicos, es la violencia: la guerra y el terrorismo, la tortura, la
masacre de inocentes, los niños y las mujeres víctimas de abusos sexuales, las
violencias conyugales e intrafamiliares, los niños
esclavos obligados a trabajar de diez a 12 horas por
jornada, el asesinato de líderes sociales y reinsertados. Uno no termina de señalar los datos
de las víctimas inocentes y esto en un mundo que se dice
civilizado y que ha creado o se ha dado constituciones o cartas de derechos de
la persona, derechos de los niños, de las personas con limitaciones físicas y
mentales, de las mujeres, de los derechos de los prisioneros, etc.
El corazón
humano no contiene solo buenos sentimientos. Él esconde también la agresividad,
la ambición desmedida, las bajezas de todo tipo, las tormentas y los truenos de
muerte de un gran número de nosotros.
Las personas mansas, tiernas o dulces son un regalo de Dios y
una bendición para nuestro mundo. Ellas rompen la espiral infernal en la cual
se encierra nuestro universo de violencia. Cuando el respeto y la bondad están
presentes en una familia, en una comunidad, en una institución, la paz y la
armonía se llevan bien.
La ternura y el respeto no son comportamientos exclusivos de
personas bien educadas, ellos se constituyen también en virtudes evangélicas.
Desde el comienzo de su ministerio público, Jesús proclama: “felices
(bienaventurados los mansos…felices los artesanos de la paz, ellos
serán llamados hijos e hijas de Dios” Y el agrega: “aprendan de mí
que soy manso y humilde de corazón”. Sabemos del respeto con el cual trataba
los niños, las mujeres, los infelices o desdichados, los enfermos, los
excluidos, los pecadores.
La mansedumbre y el respeto evitan las peleas, las
incomprensiones, la desconfianza, la violencia. Ellos crean un clima de
confianza y desarman seguramente los espíritus bien belicosos.
Terminamos con el ejemplo de un obispo africano que aloja una
mujer que había cometido adulterio. El brujo del pueblo responsable de ejecutar
la sentencia de muerte por este tipo de delito se presenta en casa del obispo
que se opone a entregarle la mujer condenada. El brujo acusa entonces al obispo
de ser inmoral y de no respetar las leyes de su tribu. El obispo le responde: “es
verdad que yo soy inmoral en relación a vuestras leyes. Así que mira tú, mi
Dios es más humano que el tuyo!”
3
Obediencia,
verdad y libertad
dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé
otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El
mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo
conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.
Juan 14:15–17
Imagínese usted a un cónyuge o
a un amigo que le diga: “Si me ama, usted guardará mis mandamientos”. Tal
declaración podría causarle una reacción de sorpresa. Por lo general, no
vemos la obediencia a otro como una señal de que lo amamos. Sin embargo,
¿qué pasaría si un padre le dijera a un hijo: “Si me amas, serás obediente”. Esa
declaración es más fácil de aceptar debido al rol único de un padre para sus
hijos.
En cuanto a nuestro amor a
Dios, la obediencia a su voluntad divina es el mayor acto de amor que podemos
ofrecer. Esto se debe a que la voluntad de Dios es perfecta. Es
exactamente lo que necesitamos en la vida. Es para lo que fuimos
hechos. Y es el único camino para lograr la realización humana que
buscamos. Solo Dios puede decirnos tal cosa porque solo Dios es Dios.
Jesús siguió Su llamado a la
obediencia diciendo que la obediencia a Él resultará en que Jesús y Su Padre
otorguen el Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad sobre nosotros.
El Espíritu Santo permanecerá
“con vosotros, y estará en vosotros”. Esta es una declaración tan profunda
de nuestro Señor. De hecho, gran parte de lo que Él dice en este sermón,
dado en la Última Cena, es tan profundo que comprenderlo es difícil.
Una cosa clara que esto nos
dice es que la obediencia a Dios lleva al descubrimiento de la Verdad. Y
como dice Jesús en otra parte: “Si permanecéis en mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres” (Juan 8:31–32 ) . La
obediencia lleva a la Verdad. La verdad lleva a la libertad.
Esto plantea la pregunta:
¿Quiere usted ser libre? Claramente lo sí. No
podemos no querer ser libres. Es decir, estamos obligados a
querer la libertad, al igual que estamos obligados a querer la
felicidad. ¿Por qué? Porque el deseo de libertad y felicidad está
escrito en nuestra misma naturaleza. Es un deseo del que no podemos
escapar. Así es como estamos conectados. Sin embargo, es muy posible
confundirse acerca de la forma en que logramos estos deseos. Para muchos,
la obediencia no siempre es entendida como el camino hacia esa deseada libertad
y felicidad.
Considere, de nuevo, un
niño. Imagine a un padre diciéndole a su hijo que no coma cierta baya
silvestre que crece detrás de su casa porque el padre sabe que la baya es
venenosa y hará que el niño se enferme. Si el niño desobedece y come la
baya de todos modos, aprenderá la importante lección de que debería haber sido
obediente. O si el niño se peleara con su hermano y estuviera enojado y
llorando, el padre puede decirle que se arrepienta y se reconcilie con su
hermano. Si el niño se niega, seguirá enojado y llorando. Pero si
obedece, entonces él y su hermano podrán seguir divirtiéndose juntos.
A gran escala, esto es lo que
Dios hace por nosotros. Él es el Padre perfecto que siempre sabe lo que es
mejor para nosotros. Por eso, no sólo debemos conformarnos a Su voluntad,
debemos desearla, buscarla y desear ser obedientes en el mayor grado. Este
es el camino a la Verdad. Es el camino a la libertad. Es el camino
hacia la felicidad que deseamos.
Reflexione hoy sobre su propio
nivel de obediencia a la voluntad de Dios y su comprensión de la importancia de
esa obediencia. ¿Se da cuenta de que la voluntad de Dios es
perfecta? Tal vez lo haga intelectualmente, pero ¿qué hay de la
práctica? Cuando lee las Escrituras y escucha los mandatos de amor de
Jesús, ¿busca usted seguirlos sin vacilación? Por ejemplo, ¿perdona a los
que parecen indignos? ¿Puede usted decir, con nuestro Señor desde la Cruz:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”?
Reflexione sobre cualquier
cosa del año pasado que le haya resultado difícil aceptar de
Dios. Reflexione sobre ello, ore por ello y busque obedecer todo lo que Él
le ha revelado. Si lo hace, será el primer paso hacia el cumplimiento de
sus deseos más profundos en la vida.
Glorioso Jesús, Tu voluntad es
perfecta en todo sentido. La obediencia a Tu voluntad conduce al
cumplimiento de mi vida y de todos mis deseos. Por favor, concédeme el
Espíritu de la Verdad para que siempre conozca Tu voluntad y la abrace con
todas mis fuerzas. Jesús, en Ti confío.
PARA LA REVISIÓN DE VIDA:
1. Hace varios días, venimos escuchando
este largo discurso de Jesús, en el Evangelio de Juan, situado después del
lavatorio de los pies. Es de noche, Jesús sale a las calles de Jerusalén. El
ambiente está enrarecido, el fin se acerca. Jesús, mientras caminan,
seguramente, habla a sus discípulos y
les transmite de manera breve lo esencial de su herencia, condensando 3 años de
su vida en un pequeño testamento. Después de su partida, los discípulos
guardarán un recuerdo, una palabra, un deseo…
Y a mí, de todo este discurso y
este tiempo Pascual que está llegando a su fin, qué me queda como lo esencial, lo
más importante?
2. Es condición esencial antes de emprender la misión "amar a Jesús";
por eso Él dice "Si ustedes me aman…" Entonces, no suelta por ello,
primero una seguidilla de preceptos impersonales y fríos, sino que revela el
principio mismo de su vida. Y este misterio no se descubre fuera del amor o
desentendiéndose de él. En otras palabras, Jesús me pide apasionarme por el
amor, buscar constantemente y profundizar en este interés que yo muestro por
Él.
Aquel que ama no debe buscar "comprender" primero, él debe "guardar"
lo que Jesús da: justamente su mandamiento del amor. Hoy, yo podría decirle
varias veces esta palabra (u otra): "Señor, yo te amo".
3. En este Evangelio, hay una dimensión
que incomoda: amar es un mandato. Yo no tengo opción, entonces de amar a tal o
determinada persona, sino el deber de amar a todo hombre y mujer que me cruzo
en el camino. En el fondo, este mandamiento nos impide refugiarnos detrás de
las prevenciones o preguntas que nos hacemos sobre cada persona: es que
yo amo lo que dice, lo que hace, su estrato social o su físico? Lo que importa es amar, aquí y ahora, sin
demoras, al primero que encontremos. El Espíritu puede evitarme esperar: es hoy
que yo debo amar a mi vecino, a mis hijos, al desconocido que pasa…mañana será
demasiado tarde…Entonces…
ORACIÓN-MEDITACIÓN
Dios, Padre
Nuestro,
te damos
gracias por tu Hijo Jesús.
Sin verlo
aún, nosotros proclamamos que está vivo.
Él mora y permanece
en Ti, su Padre,
y nos invita a permanecer en Él,
Él que está
en nosotros.
Te alabamos
por todas las personas
que acogen
sus mandamientos
y permanecen
fieles;
en ellas el
amor de Jesús se manifiesta.
Dios Padre
Nuestro,
tu Hijo Jesús
te ha pedido en su oración
que no nos
dejes solos:
Tú has
escuchado su deseo
dándonos el
Espíritu de la Verdad
que está
siempre con nosotros.
Gracias a Él,
presente en nuestra existencia cotidiana,
podemos dar
razón de nuestra esperanza
y hacerlo con
ternura y respeto,
como nos lo
enseñó sin cesar tu Hijo.
Te alabamos
por este espíritu misionero,
de quien,
gracias al ejemplo de Felipe,
podemos ser
testigos audaces
de su
presencia donde quiera que estemos.
Referencias Bibliográficas:
http://vieliturgique.ca
http://prionseneglise.ca
Pequeno Misal "prions en
Église", edicion quebequense mayo 2014.
HÉTU,
Jean-Luc. Les Options de Jésus.
http://dimancheprochain.org
http://cursillos.ca
http://versdimanche.com
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