La fiesta de un nuevo comienzo
La Ascensión es una fiesta de gran alegría. No
tengamos miedo pues celebramos a Jesús que entra en su Gloria. Al entrar al
cielo, deja una puerta abierta por la cual podremos entrar para participar en la
celebración de la Vida Eterna con Dios. Pero antes de eso, debemos ser fermento
de un mundo nuevo, anunciadores de una buena noticia para toda la humanidad. Él
nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin de los tiempos y está aquí y
ahora cuando nos reunimos para celebrar esta Eucaristía.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de
los apóstoles (1,1-11):
EN mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús
hizo y enseno desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo,
después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido
por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles
numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y
hablándoles del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino:
«aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar,
porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu
Santo dentro de no muchos días».
Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?».
Les dijo:
«No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha
establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del
Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”».
Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo
quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando,
se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha
sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto
marcharse al cielo».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 46,2-3.6-7.8-9
R/. Dios asciende entre
aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R/.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.
Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Efesios (1,17-23):
HERMANOS:
El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de
sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón
para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de
gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su
poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza
poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y
sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder,
fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este
mundo, sino en el futuro.
Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo.
Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.
Palabra de Dios
El final del Evangelio de San
Mateo nos da las instrucciones de Jesús para el tiempo que sigue a su
Ascensión.
Estos pocos versículos merecen
una lectura cuidadosa.
En la versión griega del texto
recibido, sólo un verbo está en imperativo, el que traducimos como “hacer
discípulos”. Los demás verbos son participios que indican la ocasión o el
medio de esta "escuela de discípulos": "Caminad, haced
discípulos, bautizándolos, enseñándoles".
Luego sigue la promesa de la
presencia indefectible del Señor a sus discípulos. Esto sugiere que la
vida cristiana es una vida de discipulado. Esto hace eco del llamado de
Jesús al final del capítulo 11 del mismo Evangelio: “Llevad mi yugo sobre
vosotros, convertíos en mis discípulos” (Mt 11,29).
Pero, ¿cómo llevas a alguien a convertirse en discípulo de Jesús? Esta
pregunta tiene su lugar en el corazón de nuestras comunidades. Este
vínculo de discípulo a Jesús no es solo un vínculo ordinario de discípulo a
maestro. Porque, por el bautismo, somos asociados a Jesús, unidos a él, de
tal modo que Pablo, en la segunda lectura, nos revela que Dios Padre despliega
en nosotros "la energía, la fuerza, el vigor que ha puesto en práctica en
Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su diestra en
el cielo”.
Ser discípulo de Jesús es, por tanto, escuchar sus palabras y ponerlas en
práctica, como participar en su misterio pascual.
¿Cuáles son los hitos de una vida como discípulo de Jesús?
¿Qué nos muestran los catecúmenos sobre la novedad radical de una vida de
discipulado de Jesús?
¿Cómo habita esta pregunta en nuestras comunidades?
Emmanuel Schwab, párroco de
Saint-Léon, París (siglo XV)
Conclusión del santo evangelio según
san Mateo (28,16-20):
EN aquel tiempo, los once discípulos se
fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced
discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los
tiempos».
Palabra del Señor
A guisa de introducción:
Las dudas buscan nuevas estrategias para mantenerse
1. Cuando vieron a Jesús, los discípulos se postraron ante él,
aunque algunos todavía dudaban.
Les pregunto por qué surgen las
dudas. De dónde vienen ellas? Las dudas vienen de las dificultades personales,
de las personas que son indiferentes con nosotros, de las incomprensiones, de
nuestros opositores.
Cuando nuestra vida llega a parecerse a un piso de carro viejo: rayado,
roto, es porque está pidiendo a gritos una verificación, un buen chequeo, y
eventualmente una reparación.
Que se trate de la salud del cuerpo, de la salud mental, espiritual,
cuando las dudas invaden una existencia hasta el punto de impedirle avanzar, se
hace urgente ver y poner en práctica los medios para salir de ellas.
2. Se puede volver a encontrar la confianza, la seguridad, la valentía,
gracias a la promesa de Jesús: "Yo
estoy con ustedes todos los días hasta el fin…"
Una presencia del Resucitado que llega a ser encuentro con Dios Padre,
Hijo y Espíritu; vida de amor de los cristianos en unión con la familia divina,
con el único Dios.
3. La fe en Dios empuja a la acción: "Vayan…"
Que los bautizados encuentren otros colaboradores! Es todo lo contrario
de querer guardar el poder, el protagonismo, de no querer entrar en contacto
con el mundo exterior (encerrados, quedarse en el yo como centro) y llamar la
atención sobre sí mismos.
Jesús se acerca a los bautizados, les hace sentir su presencia, para que
a su vez, ellos se hagan cercanos a los demás.
Nosotros a veces encontramos personas indiferentes en nuestra familia
(hacia las cosas cristianas, de fe, espirituales…) Cómo
actuar con ellas?
Recientemente una madre amiga me confesaba su terrible tristeza y amarga
decepción, porque su hijo de 21 años a pesar de ser buen hijo, buen estudiante,
responsable, una buena persona, no creía en Dios y hasta a veces se burla de Él,
blasfema de Dios. Y me preguntaba cómo le hago padre Gustavo para que mi hijo sea
creyente, se acerque a Dios y a la Iglesia…? pues yo sufro mucho con toda esta situación. Y entonces le enviaba un muy buen
artículo que encontré en la página de Catholic.net:
http://www.es.catholic.net/op/articulos/60327/siete-pasos-para-que-tu-hijo-vuelva-a-la-fe.
(7 pasos para acercar tus hijos a la fe
A continuación indicamos siete estrategias sencillas que puedes utilizar a partir de ahora para hacer volver a tu hijo. No es un esquema para una conversión rápida, porque estos pasos necesitan meses o años. Pero son indicaciones que se han verificado en el camino que lleva de nuevo a la fe.
1. Oración, ayuno y sacrificio
Si no haces estas tres cosas, puedes olvidarte de los otros pasos. Empieza a rezar desde ahora cada día durante 5-10 minutos por la vuelta de tu hijo. La parábola de Jesús sobre la viuda persistente en la oración (Lc 18, 1-8) confirma que Dios ama la oración continua, incluso si rezas pidiendo cada día por la misma necesidad. No abandones y no pienses que tu oración es ignorada e inútil. Recuerda las oraciones de Santa Mónica por su hijo, San Agustín.
Ayuna y haz sacrificios por tu hijo. Ayuna una vez al día, no utilices Facebook o Netflix durante una semana o soporta voluntariamente un pequeño dolor. Ofrece tus sufrimientos a Dios por tu hijo. Únelos a la cruz y pide que Él llene de nuevo de gracia la vida de tu hijo.
2. Fórmate: Biblia y Catecismo
No puedes ofrecer lo que no tienes. Seguramente la idea de compartir la fe te entusiasma, pero entusiasmo y buena voluntad no te llevarán muy lejos. Tienes que conocer tu fe. Las mejores dos fuentes son la Biblia y el Catecismo. Familiarízate con ellas y léelas cada día, en pequeñas dosis.
Después busca buenos libros católicos que te ayudarán a explicar y defender la fe; así estarás preparado cuando tu hijo te revele sus principales problemas con la Iglesia.
3. Plantar las semillas
Antes de que empieces a discutir sobre Dios o la Iglesia con tu hijo, tienes que plantar pequeñas semillas de fe y confianza en su vida. Una semilla es el amor incondicional. Tu hijo tiene que saber que le amas a pesar de todo: a pesar de sus elecciones morales o de su lejanía de la Iglesia. Debe saber que deseas por completo su bien. Sólo entonces te escuchará.
Deberías empezar plantando "semillas-regalo" en su vida, como DVDs, libros o CDs que le hagan reconsiderar su posición sobre la Iglesia. Muchas de las personas que han vuelto a la Iglesia han indicado a uno de estos recursos como instrumental para su vuelta. Deja un opúsculo en su mesa, envíale un DVD o deja un CD en su coche.
4. Empezar la conversación
En un determinado momento, necesitarás iniciar un diálogo sobre Dios y la Iglesia. Podrías decir: "¿Puedo preguntarte algo? Me pregunto si un día serás capaz de hablar sobre temas espirituales. Sé que tú relación con la Iglesia no es clara, ¿pero estarás dispuesto a hablar sobre ello algún día conmigo? Sólo quiero oír lo que tienes que decir".
¡Y haz sólo esto: escuchar!
Tu objetivo es saber porqué tu hijo se alejó de la Iglesia. Las razones que te dé pueden ser distintas a las que tu esperas.
Pregúntale en qué cree y porqué; y qué le alejó.
No respondas de inmediato a las objeciones o las críticas, acéptalas. Esto implica que tendrás que morderte la lengua, pero ¡vale la pena!
5. Impulsar el diálogo
Ahora ya sabes porqué tu hijo se alejó de la Iglesia. Tal vez se ha alejado involuntariamente. Tal vez ha cambiado de religión. Tal vez no está de acuerdo con la enseñanza moral de la Iglesia. O tal vez es que ya no cree en Dios. Cualquiera que sea el motivo, ha llegado el momento de discutir sobre estos factores.
Habla con alegría y de manera positiva para aclarar cualquiera de sus ideas equivocadas. Por ejemplo, si dice: "Nunca crecí espiritualmente como católico”, lo más seguro es que nunca entendió del todo la Eucaristía o nunca se le enseñó nada sobre los grandes maestros espirituales de nuestra tradición. Propónselos con amabilidad y anímale a reconsiderar sus ideas.
6. Invítale y conéctalo
Cuando tu hijo muestre curiosidad e inclinación a volver, invítale a un evento de la parroquia. Puede ser un retiro de fin de semana, como Cristo Renueva su Parroquia o un Cursillo de Cristiandad; o un pequeño grupo parroquial de estudio o un evento comunitario. Tu objetivo es acompañarle en la vida de la parroquia, para que así restablezca los vínculos comunitarios de fe.
Si tu hijo está en la universidad, anímale a que se ponga en contacto con la organización católica presente en la misma, como FOCUS o el Newman Center o aquella que exista en su localidad. Sus líderes estarán encantados de hablar con él y ayudarle en su viaje.
Pero no te precipites. Invítale sólo después de que él haya expresado su deseo de volver, pues en caso contrario conseguirías sólo que se aleje de nuevo.
7. Cerrar el círculo
Por último, tienes que ayudar a tu hijo a reconciliarse formalmente con la Iglesia. Mucha gente, cuando llega este momento, se queda bloqueada. Un sacerdote me explicó una vez el caso de una señora que había abandonado la Iglesia cuando era adolescente y permaneció alejada durante más de treinta años. ¿Su motivo? No sabía cómo volver.
No dejes que esto suceda. Cuando tu hijo ya esté preparado para volver, habla con tu párroco y determina los pasos justos para cerrar el círculo.
Tal vez sólo necesita una buena confesión, o tal vez lo más apropiado para él sea el Rito de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA). Un buen sacerdote puede valorar la situación y determinar los mejores pasos que hay que seguir.
Obviamente, sólo hemos rascado la superficie de esta hoja de ruta. Para profundizar más, ver los consejos y estrategias de “ReturnGameplan.com”.
La clave es no perder nunca la esperanza. Desesperanza no es una palabra del diccionario de Dios. Mientras tu hijo siga respirando, existe la esperanza. Dios ama a tu hijo más incluso que tú mismo. Por mucho que puedas desear que tu hijo vuelva a casa,
Dios desea su vuelta infinitamente más y trabaja incesantemente para que esto suceda, incluso cuando la situación parece desesperada.
Confía en Dios, pídele que siga actuando en la vida de tu hijo y confía en Su ayuda para que vuelva a casa.)
Seamos nosotros mismos creyentes, practicantes, y dejemos a los otros
vivir libremente su vida humana, su fe, su compromiso. Algún día nuestros seres
queridos aprovecharán el ejemplo y la acogida que les damos.
Así como la luz es indispensable para las flores de Lila, para que ellas
despidan su perfume característico, del mismo modo, la fe es esencial a la
vida, para que ella brote y se desarrolle.
Aproximación psicológica al texto del evangelio
Díganles que esto es posible
“Todos los reinos del mundo con su gloria…yo te los daré” (Mateo 4,8-9). Jesús había rechazado esta oferta y
la enfrentó como una tentación. “Todo poder me ha sido dado en el cielo y en
la tierra” (Mateo 28,18).
Jesús acoge este don como algo venido de Dios.
“Ordena que estas piedras se conviertan en pan…” (Mateo 4,3). Jesús se había negado a hacerlo. “El pan que yo les daré es mi
Cuerpo para la vida del mundo” (Juan
6,51).
“Arrójate desde esta altura…” (Mateo 4,6). Jesús se había negado. Él no quería lanzarse
al vacío, pero esperaba la hora de caer en las manos del Padre. “Si el grano de trigo no cae en
tierra…” (Juan 12,24).
Ahora, en el último momento cuando deja a sus discípulos,
Jesús siente que todos los desafíos, han sido enfrentados y sorteados, que
todas las cosas han sido vividas hasta el final, “hasta el extremo” (Juan 13,1). De una orilla a la otra
de su vida, Jesús siente que ha hecho lo que debía hacer, sin segundas
intenciones y sin pretensión. El ha muerto sabiendo que no tenía ningún derecho
sobre Dios: “cuando ustedes
hayan hecho lo que se les había ordenado, digan: somos siervos inútiles. Hemos
hecho lo que teníamos que hacer” (Lucas
17,10).
Desde ya, este sentimiento procura una gran paz y una gran
fuerza interior. “He hecho lo
que debía hacer…” Es la
experiencia que ha tenido el Siervo de Dios en Isaías, al cual se refiere Jesús
en varias ocasiones en el evangelio: “yo
no me acobardé ni me eché para atrás…yo no cubrí mi rostro…yo he sabido que no
sentiría vergüenza” (Isaías
50, 5-7).
Al término de toda su aventura. Jesús no se sorprende por
haber conservado su integridad física y espiritual, y sentir en Él un poder
ilimitado (Mateo 28,18), y una capacidad de presencia infinita (Mateo 28,20).
El ha sido invadido enteramente por la fuerza de Dios, por esta fuerza que Él
había identificado desde el comienzo de su vida: “El Espíritu de Dios está
sobre mi…” (Lucas 4,18). Y de
esta fuerza, Él quiere que todos tengan la experiencia., Jesucristo quiere que hombres y mujeres de todas partes puedan vivir también como
Él, con su
bautismo en el Espíritu en su correspondiente momento.
Vivir eso y resucitar de ese modo, a su manera; Jesús dice: vayan, y díganles que esto es posible!
Reflexión Central
A la manera de Cristo
1
Queridos
hermanos, estamos terminando el mes de la Santísima Virgen María, el mes de las
madres, el mes de las mujeres quienes como esposas, madres, hermanas, nos
brindan su amor y su ternura. A través de ellas, Dios nuestro Padre, nos manifiesta
su amor, para que a la vez nosotros desarrollemos
nuestra creatividad y seamos bondadosos con todos.
El párrafo
del Evangelio que acabamos de escuchar nos invita a vivir y a desarrollar esa
misma tarea. Esta escena de la Ascensión nos invita a caminar tras los pasos de
Jesús. Estamos invitados a convertirnos en peregrinos conscientes (espero que
me entiendan), tomando nuestro bordón o bastón, para marchar y recorrer las
rutas del mundo, viviendo esta frase: "Vamos
, como Jesús, a ofrecer la Palabra, pues Él está con nosotros".
Jesús nos da
prueba de su amor dando la vida por nosotros. Jesús ha corrido todos los
riesgos, mismo el de sacrificar su vida para que nosotros podamos descubrir un
Dios que está cerca de nosotros, que es cercano, familiar. Un Dios que puede
comprendernos puesto que Jesús ha experimentado nuestra condición humana, Él ha
trabajado, Él ha vivido en una familia, Él ha podido encontrar a la gente que
le ha compartido momentos de alegría. Él se admiró ante la belleza de la
naturaleza y ante muchas obras humanas. Él ha conocido también la miseria de la
humanidad, Él ha visto personas enfermas, agonizantes, hambrientas, en búsqueda
espiritual y en búsqueda de justicia. Él no se ha conformado con ser un simple
observador de la miseria y un denunciador de las desgracias que podemos
experimentar en nuestra vida. Él se ha implicado personalmente, Él ha sostenido
a los enfermos, Él les ha curado, Él ha escuchado las personas tristes, ÉL ha
compartido con los más pobres y ha invitado a la gente a la honestidad y a la
justicia. Todos estos gestos han sido vividos con intensidad, para que nosotros
podamos descubrir la profundidad de su amor que tiene su fuente en la comunión
amorosa que une al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Jesús tiene
un objetivo: permitirle al ser humano liberarse de las cadenas del mal y abrir el camino para que nosotros
podamos encontrar a Dios y compartir su vida aquí, hoy y mañana en la vida
eterna. Jesús abre el camino de diálogo entre la humanidad y Dios. Los eventos
de su muerte y su Resurrección son una Buena Noticia, nada puede detener el amor
de Dios hacia nosotros, ni siquiera el odio, el desprecio, la tortura, la
muerte.
La
resurrección, que gozosamente hemos celebrado durante estos cuarenta y tres
días, es la prueba que Jesús es más fuerte que todas esas fuerzas de odios, de
indiferencias y de egoísmos que nos hacen sufrir.
Por la fiesta
de la Ascensión, estamos invitados a reconocer este amor recibido y a
compartirlo con los demás. Pero, estamos invitados a una tarea colectiva, a un
trabajo en comunidad. Hay necesidad de anunciar esta Buena Noticia y a ponernos
en camino juntos (esta es la razón de que existan los grupos apostólicos en la
parroquia, la catequesis, las comunidades del SINE o de Nueva Evangelización).
Vivir el
Evangelio es desde ya un anuncio de la Buena Noticia. Jesús nos invita a ser
testigos, es decir a demostrar con nuestras palabras y gestos que de verdad
creemos en Él. Vayamos entonces y tomemos la iniciativa, atrevámonos.
No obstante,
este anuncio nos invita a ser rigurosos. Somos invitados a anunciar la Buena
Noticia a la manera de Jesús, tal como Él lo ha hecho.
En un primer
momento debemos interiorizar los relatos de los 4 evangelios que nos permiten
descubrir cuál es la actitud con la cual Él ha vivido esta experiencia. Jesús
ha ido al encuentro de las personas, Él fue atento más particularmente con los
excluidos, con los pequeños, Él ha respetado la libertad de la gente sin jamás
borrarse o negar quién era Él. Vamos entonces como Él, que nuestra vida
testimonie y sea reflejo de Cristo Resucitado. Seamos dignos por nuestras
actitudes y nuestras manos de la ternura de Cristo.
Como Él,
vayamos a ofrecer su Palabra.
El mensaje de
la Buena Noticia no nos pertenece, y tampoco pertenece a un determinado grupo
ni a una Asociación.
La Buena
Noticia es la Palabra misma de Jesús. Hemos de ofrecerla, dejando al otro
libre.
Es un regalo
que hemos recibido gratuitamente y que somos invitados a dar gratuitamente.
Ofrecer la
Palabra produce dos frutos; el primero es compartir una Buena Noticia y el
segundo profundizar, ahondar en nuestra propia fe.
Y cuando
estamos dos o tres reunidos en su nombre, tengamos la certeza que Jesús está presente en medio de
nosotros.
La Fiesta de
la Ascensión es la ocasión para reconocer el don, el regalo que hemos recibido.
Anunciar a
Jesús como discípulos suyos, es reconocer el amor que yo he recibido y
reconocer que Él está presente en nuestras vidas. Él nos inspira y nos ayuda a superarnos, a cambiar, a
transformarnos para ser auténticos discípulos.
Ahora, ser
discípulo me invita a seguir esta tradición de transmitir la vida. La
transmisión de la Palabra es un acto de amor, es preservar y desarrollar una
herencia o heredad para que las generaciones venideras puedan aprovecharla y
sacar mucho más bendiciones de ella.
Vivir la
Ascensión, es correr el riesgo de dar la vida espiritualmente. Es creer que este
don será recibido y transmitido y que será de nuevo acogido por otras personas
que podrán descubrir o redescubrir la originalidad y la grandeza de la persona
de Cristo.
Una madre
como María, tiene un amor que aumenta con el correr de los días sin secarse,
sin agotarse. Cristo tiene un amor que se multiplica y que sacia nuestra sed de
felicidad a medida que se le comunica por todos lados. Tenemos un bello reto,
un lindo desafío ante nosotros, creer en la belleza de dar vida, transmitir la
luz.
Hoy, somos en
esta Eucaristía nuevamente invitados a dar la vida humanamente y
espiritualmente alrededor de nosotros.
Feliz Fiesta
de la Ascensión y que la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, nos
ayude en esta misión de amor. Amén!
2
Una nueva presencia:
La Ascensión nos enseña antes que nada a
no poner las manos sobre Jesucristo no es ya más visible ni tangible para sus discípulos, Él escapa
también a nuestras tomas o posiciones posesivas y egoístas. Si Él esquiva
nuestras garras o uñas, es para obligarnos a creer en su nueva manera de estar
presente (de hacer presencia).
Jesús montado en los cielos, nos planta
sólidamente en tierra. Nosotros somos en adelante, su única presencia al lado
de nuestros hermanos.
La Ascensión nos descubre el sentido
profundo de la Eucaristía:
Jesús ya no esta mas a nuestro lado
puesto que Él quiere estar en o dentro de nosotros.
El ya no es más el compañero de ruta,
porque Él es nuestra fuerza para caminar.
Él no es más un compañero o amigo al que
se pueda abrazar y tocar, puesto que Él se convierte en nuestra vida,
Él no puede ya más ser visto porque se
convierte en nuestra mirada.
Él no es más nuestro amigo porque ha
llegado a ser nuestra fuerza de amar.
Él Ya no es más nuestro interlocutor,
puesto que se ha convertido en nuestra Palabra, más intima a nosotros mismos que nosotros mismos.
Él nos precede en el corazón de todos
aquellos que pone sobre nuestra ruta (en nuestro camino).
EL mundo ha de poder contemplar su
rostro a través de nosotros, escuchar su mensaje a través de nuestras palabras
y nuestras vidas. Y sobre todo ellos deben descubrir en nosotros cualquier cosa
o indicio del amor apasionado por toda la humanidad. Es importante que nuestro
corazón sea cada vez más acorde y en armonía con su ternura infinita por toda
la humanidad. Entonces, no perdamos un minuto más. Es a cada instante que hemos
de irradiar esta luz que viene de Él.
Como los apóstoles, somos todos enviados
para testimoniar a Jesús Resucitado; pero el principal trabajo, es el Él quien
lo hace al interior del corazón de aquellos que escuchan su Palabra.
Acojamos la alegre misión que se nos
confía (da) en esta fiesta. “Vayan al mundo entero. Proclamen la Buena Noticia (evangelio) a toda la
creación…”Jesús por nuestras manos, nuestros ojos, nuestros
labios, nuestros pies y nuestro corazón, quiere, por nosotros, continuar amando
sin cesar, rencontrar y salvar a toda la humanidad.
Volviendo al seno del Padre, con todo su
peso de carne y de humanidad, Jesús nos diviniza. EL nos hace compartir el amor
de Dios. Y con nosotros, todo el universo es transfigurado, porque estamos
compuestos de “polvo de estrellas”, según el titulo de un bello álbum del
astrofísico Hubert Reeves. El Papa San León escribió esta frase luminosa:
“La Ascensión de Cristo es nuestra promoción”.
En este gran cuerpo que forma el Cristo
total, la cabeza ya está en el cielo. Los miembros se benefician desde ya
mismo de esta alegría divina en la cual la cabeza (Cristo) se baña.
Es la fiesta de la esperanza…Puesto que
ahí donde la cabeza ha pasado, ahí también el cuerpo pasará.
La misión puede comenzar. Ella es la
alegría de anunciar al mundo su más bello destino.
3
Reflexión para quienes viven en
comunidad
La fiesta de la
tierra
"Seréis mis testigos... hasta los confines del mundo. Dicho esto, lo vieron levantarse
hasta que una nube se lo quitó de la vista" (Hechos 1, 8-9).
El año pasado mi sacristana, que habitualmente me
apunta alguna idea para la homilía, mientras me ponía el
alba, me animó:
—¡Hoy es la fiesta
del cielo!, nos hablará sin duda del paraíso.
Por primera vez he tenido que contradecirla.
Hoy es la fiesta de la tierra, no del cielo.
A los apóstoles se les echó precisamente en cara que se habían quedado plantados mirando al cielo.
«Mientras miraban
fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?» (Hech 1, 10-11).
Hoy es necesario mirar a la tierra.
Se nos ha confiado la tierra.
Ha sonado nuestra «hora».
Nos toca a nosotros.
Cristo ha desaparecido. Toca a los «suyos» asegurarle
su presencia visible.
Nace la iglesia itinerante.
«Ellos fueron y proclamaron el evangelio por todas
partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la palabra
con los signos que los acompañaban» (Marcos 16, 20).
Y nace nuestro compromiso.
El compromiso con la tierra.
El compromiso con los demás.
«La vida con la
gente, que no se trata de huir, y tampoco de dominar, sino de encontrar» (F. Chalet).
Con la encarnación, lo humano se convierte en «el
espacio de la irrupción de Dios».
Después de la ascensión, lo humano es el espacio que
continúa la encarnación.
Dios ha tomado la palabra a través del rostro de su
hijo.
Tiene razón Camus: «Este
dios, si os toca, es a través de su rostro de hombre».
Ahora Dios continúa manifestándose, hablando,
haciéndose tangible a través de nuestro rostro.
Hoy es la fiesta de la comunidad cristiana, de cada
comunidad religiosa.
Es la inauguración del vivir juntos a causa de Cristo.
Para realizar su presencia, para manifestarla, para
llevarla.
La famosa fórmula de Hugo de San Víctor —nos hacemos
solos para estar con
todos— podríamos parafrasearla así: vivimos juntos para estar con todos.
No somos, pues, unos separados, sino seres en
comunión.
No criaturas de la fuga. Sino criaturas del encuentro.
«En mi primer libro,
querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y
enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que
había escogido, movido por el Espíritu santo, y ascendió al
cielo».
Así comienza Lucas el libro de los Hechos de los
Apóstoles.
El otro libro... fue confiado a nosotros. Lo tenemos
que escribir nosotros. Nuestros actos.
Esta es la «práctica» fundamental de cada comunidad.
Adelante, escribamos todo aquello que hemos hecho, lo
que hacemos, para que Cristo no esté ausente de la
tierra...
Y no deben faltar los milagros, entiéndase bien. No
deben faltar los «signos».
Así pues, cita con los actos.
Sólo así la ascensión se convierte en la fiesta de la
tierra.
Mejor, del reino inaugurado sobre
la tierra.
(Pronzato Alessandro, en "El acoso de Dios")
PARA LA
REVISIÓN DE VIDA
1. Las malas noticias vienen y van. El progreso está ahí, es evidente,
lo veo. La ciencia, la tecnología, la medicina hacen grandes avances pero por
el contrario la humanidad parece estar estancada en lo espiritual, a veces se
tiene la impresión de que "las cosas de arriba" ya no son tan
importantes", la deshumanización pareciera ganar terreno sobre nuestro
mundo. Ante todo este panorama complejo qué me dice y a qué me invita la Fiesta de la Ascensión del
Señor?
2. Como cristiano que soy, bautizado, creyente y tal vez poco
practicante (en relación con la participación en la misa y frecuentación de los
demás sacramentos) me pregunto hoy cómo estoy hoy ante el Señor Jesús…Me
encierro en mis sofismas, me dejo influenciar por otras voces engañosas, distintas
a las de la Palabra de Dios y de la
Iglesia? Me siento bien en la manera como estoy llevando mi vida de fe? Miro
excesivamente al cielo? o estoy demasiado anclado en las cosas de la tierra?
3. A pocos
días de Pentecostés y quizás ya orando la novena al Espíritu Santo, me pregunto
quién es ésta Persona de la Santísima Trinidad (la gran desconocida, el gran
desconocido), como decía alguien. Y para mi, me pregunto: cómo lo concibo, cuál
es mi imagen de Él, lo siento en mi vida, lo siento en mi ser de Verdad?
Conozco sus dones y sus frutos? Cuál de ellos necesitaré más?
4. los frutos del Espíritu son amor,
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí
mismo.” (Gál 5,22-23).
Tarea para
esta semana:
¿Quieres aprender a amar?
¡Invoca al Espíritu Santo!
¿Quieres ser feliz? ¡Invoca al
Espíritu Santo!
¿Necesitas paz en tu corazón? ¡Invoca
al Espíritu Santo!
¿Necesitas ser más paciente? ¡Invoca
al Espíritu Santo!
¿Quieres aprender a tratar mejor a
las personas siendo más afable? ¡Invoca al Espíritu Santo!
¿Deseas tener sentimientos más
bondadosos en tu corazón? ¡Invoca al Espíritu Santo!
¿Anhelas ser fiel? ¡Invoca al
Espíritu Santo!
¿Deseas dejar de ser presumido?
¡Invoca al Espíritu Santo!
¿Quieres salir de los vicios? ¡Invoca
al Espíritu Santo!
¿Qué sería, entonces,
de la vida sin el Espíritu Santo? ¡No habría vida! Sin el Espíritu no habría
profetas, no se hubiera encarnado el Verbo del Padre, no podríamos reconocer a
Jesús como Señor, ni amarle; no existiría la Iglesia, nadie sería cristiano ni
hijo de Dios, no habría santos ni podríamos hacer oración, no podríamos
interpretar la Biblia, más aún, no habría Biblia. Sin el Espíritu de Dios
desconoceríamos la verdad y seríamos esclavos, cobardes; sin el Espíritu Santo
no habría evangelización posible, seríamos para siempre esclavos de satanás.
Después de esto ¿alguien puede dudar de la necesidad apremiante que tenemos del
Espíritu de Dios? Sólo en el Espíritu encontraremos la unidad, la felicidad, el
amor, la paz, la fuerza para vencer. ¡El Espíritu Santo lo es todo!
ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN
Hoy, Padre, nuestro corazón está alegre.
Te damos
gracias
por la
Glorificación de Jesús (lo has justificado, lo has recompensado…),
Él es tu Hijo
y nuestro Hermano.
Él es el rey
del Universo,
Señor de la
historia y del tiempo,
que intercede
por nosotros ante Ti.
Él es juez de
vivos y muertos.
Danos Padre,
el espíritu
de sabiduría para conocerle.
Ilumina los
ojos de nuestro corazón
para que
comprendamos
cuál es la
esperanza
a la cual nos
llama el Resucitado
y conozcamos
la riqueza de la gloria
que Tú das a
tus elegidos.
Que con el paso
de los días
queramos
realizar
con acciones
concretas,
la misión que
Él nos ha confiado:
anunciar a
todos la Buena Noticia
de tu amor y
de tu salvación.
EL Reino
llegará a todos
si predicamos
el Evangelio de tu Hijo.
Él vendrá si a su manera,
hacemos que todo nuestro mundo
sea el
reflejo de la grandeza de tu gloria.
Danos Padre,
la luz y la
fuerza de tu Espíritu
para esta
misión;
que en ningún
momento
nos sintamos
abandonados,
porque
tenemos la certeza y seguridad
que Jesús
está con nosotros.
(como decimos
al inicio de nuestras liturgias)
Amén!
Referencias Bibliográficas
http://vieliturgique.ca
http://prionseneglise.ca
http://ciudadredonda.org
http://paroissesaintefamilledevalcourt.org
HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus
http://radiocanada.ca
http://kerit.be
PRONZATO, Alessandro. El Acoso de Dios.
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