Como comprender que un Dios único sea al mismo tiempo tres?
La Palabra de Dios de este domingo, nos dice que el Señor se nos revela como un amor que se da. En Él, todo es relación
El libro del Éxodo denuncia el
riesgo de tortícolis, cuando los cuellos rígidos impiden cualquier movimiento
interior. Frente a estos bloqueos que nos amenazan a cualquier edad, la
fiesta de la Trinidad nos invita a inscribir la dinámica divina en nuestra
vida, porque el Dios único en tres personas está en perpetuo movimiento.
Al meditar en este pasaje del
Éxodo, los cristianos vieron en él una prefiguración del misterio de la
Trinidad. Dios es a la vez el que desciende al encuentro de Moisés, el que
camina por nuestros caminos y el que se comunica en la nube. Ahora bien,
este movimiento en el corazón de la divinidad nos es verdaderamente accesible,
como muestra la señal de la cruz. A veces esbozado furtivamente, este
gesto trinitario, a la vez simple y sutil, inscribe en nuestros cuerpos el amor
del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu Santo. La
iniciativa del Padre, el don hasta el extremo del Hijo y el poder del amor
del Espíritu Santo no se expresan primero en ideas.
El movimiento trinitario se
percibe en la convergencia entre el relato bíblico y el gesto litúrgico, entre
el recordatorio de la Alianza entre Dios y su pueblo y su inscripción corpórea,
desde el día de nuestro bautismo hasta el día de nuestro funeral, cuando nuestros
seres queridos realizarán el mismo gesto sobre nuestro cuerpo.
Trazar la Trinidad en nuestros
cuerpos, en nuestra comida, en las personas de las que somos responsables,
constituye una forma muy segura de entrar en el movimiento trinitario, y de
dejarnos enviar como testigos en la historia humana.
PRIMERA
LECTURA
LECTURA DEL
LIBRO DEL ÉXODO 34, 4b-6. 8-9
En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había
mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó
en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El
Señor pasó ante él, proclamando:
--Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en
clemencia y lealtad.
Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo:
--Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es
un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como
heredad tuya.
Palabra de
Dios
SALMO
RESPONSORIAL (Dn 3, 52. 53. 54. 55. 56)
R.- A TI
GLORIA Y ALABANZA POR LOS SIGLOS.
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso. R.-
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R.-
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos. R.-
Bendito eres en la bóveda del cielo. R.-
SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE
LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 13, 11-13
Hermanos:
Alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos; tened un mismo sentir
y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos
mutuamente con el beso santo. Os saludan todos los fieles. La gracia de nuestro
Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre
con vosotros.
Palabra de Dios
ALELUYA Ap
1, 8
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene.
EVANGELIO
Juan 3, 16-18
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios."
A guisa de introducción:
Celebramos este domingo la Fiesta de la Santísima Trinidad…
Para muchas personas que no tienen una formación cristiana sólida y o bien fundamentada, creen que la Santísima Trinidad es una advocación u otro nombre para la Virgen María.
El dogma de la Santa Trinidad es propio y exclusivo de los cristianos católicos y el catecismo varias veces hace alusión a él:
"El misterio de la Santísima TRINIDAD es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la 'jerarquía de las verdades de fe'. 'Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos'." (CIC. 234)
Nosotros creemos en un Dios trino que es Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres Personas distintas y un solo Dios verdadero, decía el catecismo tradicional del padre Astete. Es evidente que es un misterio difícil de comprender y asimilar, cómo creer en un Dios único que a la vez son 3? Y entonces se ha recurrido así a las figuras o comparaciones populares como la del huevo que es clara, yema y cascara pero un solo huevo…Pero concluimos entonces que de Dios o sobre Dios es inútil elaborar discursos o meterse en largas y teóricas discusiones que nos conducen finalmente a una fe o espiritualidad fría, tediosa y aburrida…Descubrimos que a Dios no se le puede estudiar, no se puede especular sobre Él y que solo en la relación, en el encuentro con los otros, en el amor y el servicio podemos descubrir su esencia…
Así El es presencia antes que ESENCIA,
VERBO ANTES QUE SUSTANTIVO,
amar con las manos antes que poesía...
Yo soy una persona.
Sabían ustedes que es el Pensamiento cristiano que ha forjado el concepto de persona? Desde los primeros siglos de la Iglesia, para hablar del misterio de la Santísima Trinidad, un solo Dios en 3 personas, ha sido necesario reflexionar, precisar, definir este término. El concepto existía anteriormente, pero ha sido necesario decir claramente que padre, Hijo y Espíritu Santo no son tres maneras de hablar, como se podría decir de alguien que es a la vez padre de familia, medico y¸ pianista…No! El Padre es bien distinto del Hijo, y el Espíritu Santo no es un segundo hijo: ellos son 3 personas. Se ha debido trabajar mucho para expresarlo con exactitud. Y como la Biblia nos dice que el hombre fue creado a la imagen de Dios, la Iglesia dice “cada uno es una persona”. Antes, cuando se creía que Dios era un viejo solitario, gran arquitecto, un poco tiránico, uno decía individuo. Persona, entonces, quiere decir mucho mas. Una persona, no es un número, es ALGUIEN. Es un ser en relación, y en relación ante todo con su Creador.
Un día le preguntaban al Padre Sève como explicaba él, el por qué tan pocos cristianos vivieran verdaderamente el amor por sus hermanos. Andrés Sève ha respondido: “quizás tenga una explicación. En mi caminada, yo no he encontrado muchos cristianos persuadidos o convencidos de que Dios los ama con TERNURA. La mayoría no alcanzan o llegan a vivir dentro de esta certitud. Entonces, ellos mismos, para con Dios y para con sus hermanos no sienten o experimentan ni un poco de ternura. Las dos cosas se sostienen, yo lo veo bien, entre mas se siente uno amado por Dios, más deseos se siente de ser bueno”.
El misterio de la Trinidad es un poco como el secreto del sol. No logramos mirarlo de frente ni a comprender su composición (aquello de que esta hecho) ya que nos enceguecería. Mas el sol ilumina todo lo que existe. La Trinidad queda siendo para nosotros un misterio, pero ella ilumina nuestra existencia, le da un sentido a todo lo que nos pasa, alimenta nuestra esperanza y llena nuestros vacíos y acompaña nuestra soledad.
En esta fiesta de la Trinidad, es bueno preguntarnos qué tipo de dios adoramos. Es un dios vengador y sin piedad o el Dios que se nos ha revelado a través de los profetas y a través Jesucristo?
Es esta presencia maravillosa de Dios en nuestras vidas que celebramos en esta grande fiesta de la Trinidad
Aproximación psicológica al texto del Evangelio
Una acción a largo plazo
Este pasaje del evangelio está centrado en la Salvación del mundo: Dios quiere salvar al mundo del fracaso y de la ruina o caos, de la auto-destrucción. A causa de su amor, Dios no puede tolerar un mundo donde el hombre explota a su hermano y donde ellos se matan entre sí, sin cesar, de un país al otro, en los 5 continentes.
Por razones que quedan aún por precisar o aclarar, Dios decide no actuar de un solo golpe con su vara mágica, sino más bien de intervenir a partir de una estrategia a largo plazo. Él “da su Hijo, su Unigénito, su único Hijo”. Este Hijo, siente la misma pasión por la vida que el Padre, Él quiere evitar el mismo fracaso, Él también quiere que el amor salve al mundo.
Por razones que permanecen también misteriosas como en el caso del Padre, el Hijo decide también utilizar una estrategia a largo plazo. Él “envía el Espíritu del lado del Padre” (Juan 15,26) con la misma misión: liberar del caos y de la confusión, aportar el amor y la paz.
Todos sabemos que al igual que el Padre y el Hijo, el Espíritu no actúa o interviene con una vara mágica. Él comienza también su trabajo de largo esfuerzo, de largo aliento! Pero el objetivo es siempre el mismo: nada menos que el de salvar al mundo, arrancar a la humanidad de todas las formas de esclavitud, y de opresión, abrir los hombres al amor.
Por razones que permanecen siempre también misteriosas, es ahora el hombre quien se rencuentra con el mandato de liberar y de unificar al mundo. Para este affaire o tarea, él dispone de 3 grandes recursos o fuentes:
La fe en el amor del Padre,
El ejemplo de la Vida de Jesús, y
La presencia activa, transformadora del Espíritu.
Es así como “el tiempo del Espíritu” coincide con “el tiempo del hombre”. Ni Dios, ni Jesús han perdido de vista su proyecto de liberar al mundo. Pero este proyecto pasa por hombres y mujeres concretos, quienes son reunidos directamente por el Espíritu. “La verdad les hará libres” (Juan 8,32), mas es “el Espíritu (quien) les permitirá acceder a la verdad toda plena” (Juan 16,13), de tal modo que “allí donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Corintios 3,17), y una libertad que debe desembocar en un servicio concreto:
“es a la libertad que ustedes han sido llamados (…); por el amor, pónganse ustedes al servicio los unos de los otros (…), caminen bajo el impulso del Espíritu” (Gálatas 5, 13,16).
Todas estas dimensiones de la acción del Espíritu deben integrarse en una espiritualidad unificada, donde el creyente hace su síntesis personal de lo que él es, de aquello que lo habita, y a lo que él está llamado.
Tener una espiritualidad, es a la vez tomar en mano lo que se es, lo que se piensa y lo que se hace, y dejarse moldear o trabajar por el Espíritu en esos 3 campos: Es a la vez llegar a ser consciente (“acceder” a la verdad- Juan 16,13), llegar a ser libre (Juan 8,32) y llegar a comprometerse (Gálatas 5,13).
La verdadera espiritualidad, es la experiencia constante del Espíritu hecha por las mujeres y los hombres lo suficientemente conscientes y suficientemente libres para comprometerse en su momento en la concientización y la liberación de sus ambientes de vida.
He aquí como Dios nos revela lo que Él entiende por “Salvar el mundo”.
Reflexión Central:
ANTE nosotros, CON nosotros, EN nosotros
La fiesta de la Trinidad presenta de manera inevitable y casi siempre un problema de comunicación.
No es tan simple hablar de Dios, porque Dios supera nuestro entendimiento y la capacidad de nuestras palabras para expresar su misterio.
Mismo los judíos no se atrevían a pronunciar el nombre de Dios, ya que este nombre revelado a Moisés no podía ser repetido banalmente y por costumbre. Eso hubiera sido una profanación.
En la espiritualidad católica, decimos que Dios es Trinidad: PADRE, HIJO Y ESPÍRITU. Nosotros hablamos de un solo Dios en tres personas. En efecto, es un lenguaje técnico, cuyo objetivo no es ensayar de definir o encerrar en un concepto a Dios, sino el evitar errores (herejías) al definirlo.
En los comienzos del cristianismo ciertamente hubo numerosas querellas teológicas sobre la manera de representar a Jesús y decir quién era Él. No era más que un hombre adoptado por Dios? O a la inversa un Dios que aparentaba ser hombre? Y si Él es Dios cómo puede llamar Dios su padre y obedecerle? Para salvar aquello que estimaba lo esencial de su FE, la Iglesia entonces ha afirmado que Jesús es verdadero Dios y Verdadero Hombre y que Dios es Trino, a la vez Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Es por ello que nosotros bautizamos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es por ello que hacemos la señal de la Cruz en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es por esto que todavía la oración litúrgica está dirigida al padre, por el Hijo, en el Espíritu. Dios es comunión de personas en una unidad indisociable.
En nuestra existencia hay siempre una tensión jamás resuelta en el seno del amor, entre la fusión amorosa y la autonomía de personas. Dos personas locamente enamoradas querrán a menudo no ser que una sola persona. Pero esto, llega a ser rápidamente algo sofocante, o bien uno de los miembros de la pareja aparece como absorbido por el otro, en todo caso algo infernal. De ahí el proceso jamás terminado y constante para buscar y descubrir al otro, sin por otro lado, abolir la distancia que los separa.
La doctrina cristiana de la Trinidad nos anuncia que en Dios no hay conflicto entre la autonomía y el amor, que el Padre, el Hijo y el Espíritu se aman sin confusión y que el ser de Dios se mantiene todo entero en el amor.
Si la relación amorosa es difícil entre dos individuos, nosotros sabemos también que en la pareja habitual formada por un hombre y una mujer, el amor es retransmitido o relevado gracias al nacimiento de un hijo. La relación se convierte de cualquier modo en algo diferente y triangular. El hijo es a la vez imagen de su padre y de su madre, pero él es mucho más que su doble. Él es otro, un tercero que se afirma y que se opone. Es llegando a ser 3 que una pareja evoluciona en su crecimiento. Esta explosión se acentuará todavía cuando lleguen los nietos.
Si es difícil formar una pareja, nosotros sabemos hasta qué punto es también difícil conformar un grupo social, una comunidad parroquial, una población, un barrio, una asociación, un pueblo. Los seres humanos no son simplemente animales gregarios como las langostas o las abejas, a los cuales los comportamientos les son dictados de manera rigurosa por la biología.
Nosotros somos seres sociales, pero cada uno de nosotros entra en sociedad a su manera, libremente, comprometiéndose más o menos dentro de esta existencia, poniendo su razón, pero también su corazón. Puesto que nosotros intuimos el amor, el amor compartido en una sociedad orgullosa de su identidad, este amor aquí, vale más o es mejor que el odio, la soledad o la indiferencia.
Hoy, nos hacen saber y o nos quieren hacer creer que para que la sociedad avance es suficiente con que las leyes del mercado libre funcionen, como si el dinero y la economía fueran nuestras únicas razones de vivir. Yo prefiero (amo mejor) una concepción trinitaria de la vida que a imagen de Dios Padre, Hijo y Espíritu, busca construir el amor, la alegría, la comunión.
En el fondo, la Trinidad no puede ser nada más que un dogma para protegerse de las herejías, pues la Trinidad dice cualquier cosa sobre Dios, y de manera indirecta algo sobre nosotros. En mi humilde existencia como creyente, yo me digo a menudo que creer en Dios Padre, Hijo y Espíritu, es descubrir Dios ante MI, Con MIGO y en MÍ.
Al introducirnos en la FE, ante todo, descubrimos la paternidad de Dios, comprendemos que este mundo es creado y que es resultado de una iniciativa del amor de Dios. Es sorprendente que haya cualquier cosa y no NADA.
La ciencia ahora nos hace descubrir la fabulosa historia del cosmos. Pero este inmenso proceso en ruta después quizás 15 mil millones de años, no explica el por qué de las cosas, él ilustra el cómo y el desarrollo. Pero cuál es el misterio de aquel que hace surgir el mundo y lo tiene entre sus manos?
Creer en Dios el Padre, es creer en una generosidad primera nunca acabada. Vivir en la fe, es recibir cada día la vida como un don inefable y tierno. “Dios tierno y misericordioso, lento a la cólera, pleno de amor y de fidelidad” (Éxodo 34,6).
Nosotros, cristianos, hemos perdido el sentido de la creación, el sentimiento de estar precedidos por el amor del Padre. Nosotros hemos desencantado el mundo y no tenemos más esta admiración (arrobamiento, sorprenderse) de niño ante la belleza del mundo y la grandeza de la creación. La menor puesta de sol, el más mínimo canto de un pájaro, el más pequeño brote de hierba que insiste crecer entre las zanjas del asfalto, todo esto es gracia y belleza. Descubrir al Padre, es descubrir la fuente y el origen, es palpar el amor presente detrás de la opacidad del mundo. Es ver Dios ante MÍ.
Pero es en Jesucristo que nuestra experiencia de Dios se profundiza. Jesús es el Emanuel, Dios con (en medio de) nosotros. En cierto sentido, Dios escapa a nuestras experiencias empíricas. Nosotros no vemos a Dios. Es en el hombre JESÚS que nosotros hacemos la experiencia de Dios, que su rostro se descubre o revela y se concretiza. “Yo tenía hambre y ustedes me dieron de comer” (Mateo 25,35)
Nosotros, como insistía tanto el Padre Varillon, S.J, imaginamos a Dios bajo la forma de la fuerza y el poder. En Jesús nosotros lo descubrimos bajo la forma de la solidaridad y de la compañía. Más todavía, nosotros lo descubrimos bajo el signo de la debilidad, de la renuncia a la fuerza. Dios nos ama hasta tal punto de renunciar a su poder y hacerse vulnerable entre nuestras manos para que nosotros comprendamos qué clase de amor nos es ofrecido. Como lo decimos en Navidad, Jesús nos revela la humanidad de Dios, su filantropía, su solidaridad hasta en el sufrimiento. Por su Hijo Único Jesucristo, Dios es Dios con nosotros.
Dios ante MI (nosotros), Dios con MIGO (con nosotros). Nos queda Dios en MI mismo (o en nosotros mismos). Es la obra del Espíritu, quien es a la vez nuestro Maestro interior, nuestra Memoria, nuestro Respiro (o Aliento). Aquel que en nosotros respira con nosotros y abre nuestro corazón a las realidades divinas. El Espíritu Santo es aquel que nos hace descubrir nuestra complicidad interior con Dios y que por esto mismo nos conduce a la paz y a la alegría. Hay tanto bien por hacer, tanto mal por reparar, tantos sufrimientos por combatir que arriesgamos con desesperarnos y matarnos en la tarea bajo el motivo de la generosidad. Tanta gente sufre depresión o se quema (corre con locura) por motivos de dinero y de carrera. Es acaso necesario por demás que los creyentes caigan en la misma dinámica y se quemen en un activismo delirante?
Acaso no es necesario rencontrar el RESPIRO? Detenerse, respirar, dejarse amar, reposarse interiormente en el sábado de Dios. Lucas cuenta que el viejo Simeón, empujado por el Espíritu, ve al niño Jesús y exclama simplemente:
“Soberano Señor, ya puedes dejar ir a tu siervo en paz.” (Lucas 2,29)
Qué bella oración de la noche o del atardecer. Uno busca a Dios en toda la creación y en el servicio de los hermanos. Y se tiene buena razón de actuar así. Pero Él está también en el fondo de mi mismo (nosotros mismos) como el huésped interior y secreto que la soledad y el silencio me (nos) revelan.
Dios ante MI, Dios con MIGO, Dios en MI, es mi manera de decir el Padre, el Hijo, El Espíritu. O preferiblemente, al nombrar Dios así, este es el camino por el cual yo descubro la diversidad de su presencia.
La Trinidad no es un dogma o una doctrina. Es la riqueza íntima de Dios que nos permite comprender mejor los seres personales que somos, fascinados y atraídos por el amor. Es también el camino por el cual nosotros podemos descubrir la presencia multiforme de Dios, ANTE nosotros, CON nosotros, EN nosotros.
Nosotros vivimos en un ambiente divino.
Por qué es tan difícil comprenderlo y abandonarse en él?
2
"Dios
amó tanto al mundo que le dio a su único Hijo, para que todos los que creen en
él no perezcan sino que tengan vida eterna".
La vida interior de Dios
¡La Trinidad! ¡La vida
interior de Dios! ¡El mayor misterio de nuestra fe!
Todos estamos acostumbrados a
la idea de que hay un Dios. Y aceptamos plenamente que este Dios es el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En la superficie, esto parece una
contradicción. ¿Cómo puede Dios ser uno y tres al mismo tiempo? Es un
misterio que vale la pena penetrar y contemplar.
Primero, debemos entender que
Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres personas divinas. Cada
uno distinto del otro. Cada persona tiene un intelecto perfecto y libre
albedrío. Cada uno es capaz de conocer y amar en un grado perfecto.
Pero es esta
"perfección" de su capacidad de conocer y amar lo que los hace
uno. Cada uno comparte la única naturaleza divina y, dentro de esa
naturaleza divina, están perfectamente unidos. Esto significa que cada uno
conoce y ama al otro perfectamente. Y ese conocimiento (un acto de su
intelecto perfecto) y amor (un acto de su perfecta voluntad) produce una unidad
tan profunda e intensa que viven y actúan como un solo Dios.
Lo que también es inspirador
de saber y comprender es que la unidad que comparten por su conocimiento mutuo
y amor también les ofrece a cada uno de ellos la realización perfecta como
Persona. Esto muestra que la "persona" llega a la plenitud con
la unidad. Qué maravillosa lección es esta para cada uno de nosotros.
No somos Dios, pero estamos
hechos a imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, encontramos
satisfacción de la misma manera que Dios lo hace. Específicamente,
encontramos satisfacción en la vida por nuestro amor a los demás y nuestra
libre elección para entrar en el conocimiento de cada persona, formando una
comunión con ellos. Esto tomará diferentes formas dependiendo de nuestras
relaciones. Por supuesto, el esposo y la esposa están llamados a compartir
la unidad más profunda en la imitación de la vida de Dios. Pero todas las
relaciones están llamadas a compartir la vida de Dios a su manera única.
Reflexiona hoy, mientras
celebramos este Domingo de la Trinidad, sobre las relaciones a las que Dios te
ha llamado. ¿Cuán completamente imitas el amor de la Trinidad en tus
relaciones? Ciertamente, todos encontraremos áreas en las que
crecer. Comprométete a dar un paso más profundo y, en ese paso de amor,
deja que Dios te dé una mayor satisfacción como resultado.
Padre,
Hijo y Espíritu Santo, ayúdame a conocerte y amarte. Ayúdame a descubrir
el amor que compartes dentro de tu propia vida divina. En ese
descubrimiento, ayúdame a amar también a los demás con Tu corazón. Padre,
Hijo y Espíritu Santo, confío en ti.
La esencia de la Santísima Trinidad
De todas las grandes fiestas
que celebramos dentro de la Iglesia a lo largo del año, la Solemnidad de hoy
nos presenta un Misterio tan profundo y trascendente que nuestra eternidad la
pasaremos en perpetua contemplación.
La Trinidad, la vida del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo, nunca envejecerá, nunca será plenamente
comprendida, y será motivo de nuestra eterna adoración y gozo.
Aunque la Iglesia ha utilizado
conceptos filosóficos para explicar la Trinidad, ningún concepto o descripción
humana explicará por completo quién es Dios. Aunque podemos señalar
algunas verdades generales acerca de Dios, nunca podremos describir
completamente la esencia interna, la profundidad, la belleza y la omnipotencia
de la Trinidad.
Al considerar ese hecho, es
importante entender que la Trinidad no es primero un misterio
teológico que tratamos de definir. Más bien, la Trinidad es primero una
comunión de Personas que estamos invitados a conocer. Principalmente no
llegamos a conocer a Dios a través de la deducción intelectual. Llegamos a
conocer a Dios a través de la unión en oración con Él. Aunque la teología
es excepcionalmente útil e importante, la esencia de Dios está más allá de
cualquier concepto filosófico que podamos definir.
El Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo son Personas. Y como Personas, quieren ser
conocidas. Y quieren darse a conocer principalmente a través de una vida
de oración profunda e íntima. Orar a Una Persona, por supuesto, es orar a
todos, ya que son Un Dios. Pero estamos, no obstante, llamados a una
relación de amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y aunque
nuestras mentes débiles no puedan comprender completamente la esencia de Dios,
Él nos llevará cada vez a un profundo conocimiento de Él si se lo permitimos.
La oración a menudo comienza
diciendo frases, rezos, meditando en las Escrituras y escuchando. Pero la
verdadera oración es algo mucho más profundo. La verdadera oración es la
oración contemplativa que finalmente conduce a la unión divina. Solo Dios
puede iniciar esta forma de oración en nuestras vidas, y solo Dios, a través de
esta forma profunda de oración, puede comunicarse con nosotros tal como
es.
Algunos de los más grandes
místicos de nuestra Iglesia, como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila,
explican en su teología mística que el conocimiento más profundo de Dios no
llega a través de conceptos o imágenes. De hecho, si deseamos obtener un
conocimiento de Dios en Su esencia, debemos permitirle que purgue todo concepto
de Quién es Él para que la luz pura de Su esencia pueda derramarse sobre
nuestras mentes. Este conocimiento, dicen, está más allá de saber “sobre”
Dios. Es el comienzo de un conocimiento “de” Dios.
Reflexiona, hoy, sobre la
Santísima Trinidad. Mientras lo haces, di una oración a Dios pidiendo un
conocimiento más profundo e íntimo de Él. Pídele que te comunique Su amor
divino y que abra tu mente y tu corazón a una comprensión más profunda de Quién
es Él.
Trata de humillarte ante el
gran Misterio de la vida interior de Dios.
La humildad ante el Misterio
de Dios significa que sabemos muy poco de Él. Pero esa humilde verdad te
ayudará a acercarte a la relación más profunda de amor a la que estás llamado.
Santísima Trinidad, Padre,
Hijo y Espíritu Santo, por favor, llévame a una relación de amor contigo, que
eres un solo Dios y tres Personas divinas. Que el misterio y la belleza de
Tu vida sean cada día más conocidos y amados por mí a través del don de la
oración mística transformadora. Jesús, en Ti confío.
BIBLIOGRAFÍA:
http://paroissesaintefamilledevalcourt.org
HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole (cycle A). Novalis, 2007
https://catholic-daily-reflections.com/
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