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10 de enero del 2024: miércoles de la primera semana del tiempo ordinario (año par)

 

Samuel (3,1-10.19-20) Nuestra vida debe ser como la de Samuel: “Háblame Señor, que tu siervo escucha” Predisposición total a la voluntad de Dios. Porque Dios nos sigue llamando igual que al profeta, nos sigue “necesitando” en medio de este mundo en el que vivimos, como el dueño de la vid a los obreros.

 


Él está en otra parte

 

(Marcos 1, 29-39) Jesús se acerca a la suegra de Pedro gracias a la gente de la casa que están hablando de la enferma. Él la levanta de la mano y, curada, ella les sirve a todos. Este encuentro personal y comunitario con Jesús adquiere luego una dimensión social: atrae a todo el pueblo a las puertas de la casa familiar. Pero Jesús ya está en otra parte, en el desierto de la oración. El Evangelio se da al mundo de corazón a corazón con el Padre. 

Nicolás Tarralle, sacerdote asuncionista



Primera lectura

Lectura del primer libro de Samuel (3,1-10.19-20):

En aquellos dias, el niño Samuel oficiaba ante el Señor con Elí. La palabra del Señor era rara en aquel tiempo, y no abundaban las visiones. Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos empezaban a apagarse, y no podía ver. Aún ardía la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios.
El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llarnado.»
Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.»
Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aqui estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»
Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse; y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era profeta acreditado ante el Señor.


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 39,2.5.7-8a.8b-9.10



R/.
 Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.
Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños. R/.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

«Como está escrito en mi libro:
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.


Palabra del Señor

 


 El propósito de la misión de Jesús

 

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»


Marcos 1, 31 ss

 

 


¿Por qué vino Jesús? ¿Cuál fue el propósito de Su vida en la Tierra? Este pasaje revela que Él vino a predicar a todas las personas la Buena Nueva.  

 

Pero entiende bien esa declaración. Esto no significa que la vida de Jesús se trata solo de lo que Él enseñó. No es como si Él fuera un gran hombre de sabiduría que vino a compartir Su sabiduría con nosotros. Aunque esa declaración es cierta, no revela la verdad completa de Jesús y su misión.

 

Entonces, ¿de qué se trataba propiamente? Se trataba de predicarse a sí mismo como LA Verdad que se habla. 

 

Jesús ES la revelación completa del Padre en el Cielo y es la revelación de TODA la Verdad. Por lo tanto, la declaración de Jesús significa que Él vino a compartirse a Sí mismo, en Su plenitud, con todas las personas. 

 

Vino a compartirse con aquellos a quienes predicaba, literalmente, mientras viajaba de pueblo en pueblo. Significa que Él continúa compartiéndose con todos nosotros cada vez que escuchamos y recibimos Su Palabra Viva: La Palabra Viva de Su misma vida.

 

Reflexiona hoy sobre el hecho de que Jesús desea “viajar” a la aldea de tu mente y tu corazón. Él quiere buscarte y traerte no solo Sus palabras de vida eterna, sino también Su propio ser. 

 

Déjate llevar por Jesús y deja que Él te hable con claridad y verdad.  

 

 

Mi Señor de toda verdad, te busco y estoy abierto a dejar que me busques. Ayúdame a estar abierto a todo lo que Tú quieres revelarme y ayúdame a recibirte como Evangelio Vivo. Jesús, en Ti confío. 

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