12 de enero del 2024: viernes de la primera semana del tiempo ordinario (año par)
El perdón que sana
(san Marcos 2, 1-12) Hacer lo correcto, lo bueno, no siempre está bien visto; podemos pensar cuántas veces en nuestra vida actuamos correctamente, obrando el bien y sin embargo, como le pasa a Jesús, no somos bien vistos, somos juzgados y condenados. No dejemos por ello de actuar bien; nuestras obras tienen su recompensa, a veces aquí en la tierra y si no en la vida eterna.
Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio Stma. Trinidad y Sta. Lucía (Orihuela)
(Marcos 2, 1-12) Los cuatro hombres querían que el paralítico se curara. Lo obtuvieron, además con la remisión de los pecados. El Señor quiere responder a nuestras oraciones más allá de nuestras expectativas: así que atrevámonos a dirigirnos a él.
Primera lectura
Lectura del primer libro de Samuel (8,4-7.10-22a):
En aquellos dias, los ancianos de Israel se reunieron y fueron a
entrevistarse con Samuel en Ramá.
Le dijeron: «Mira, tú eres ya viejo, y tus hijos no se comportan como tú.
Nómbranos un rey que nos gobierne, como se hace en todas las naciones.»
A Samuel le disgustó que le pidieran ser gobernados por un rey, y se puso a
orar al Señor.
El Señor le respondió: «Haz caso al pueblo en todo lo que te pidan. No te
rechazan a ti, sino a mí; no me quieren por rey.»
Samuel comunicó la palabra del Señor a la gente que le pedía un rey: «Éstos son
los derechos del rey que os regirá: a vuestros hijos los llevará para
enrolarlos en sus destacamentos de carros y caballería, y para que vayan
delante de su carroza; los empleará como jefes y oficiales en su ejército, como
aradores de sus campos y segadores de su cosecha, como fabricantes de armamento
y de pertrechos para sus carros. A vuestras hijas se las llevará como
perfumistas, cocineras y reposteras. Vuestros campos, viñas y los mejores
olivares os los quitará para dárselos a sus ministros. De vuestro grano y
vuestras viñas os exigirá diezmos, para dárselos a sus funcionarios y
ministros. A vuestros criados y criadas, vuestros mejores burros y bueyes, se
los llevará para usarlos en su hacienda. De vuestros rebaños os exigirá
diezmos. Y vosotros mismos seréis sus esclavos. Entonces gritaréis contra el
rey que os elegisteis, pero Dios no os responderá.»
El pueblo no quiso hacer caso a Samuel, e insistió: «No importa. ¡Queremos un
rey! Así seremos nosotros como los demás pueblos. Que nuestro rey nos gobierne
y salga al frente de nosotros a luchar en la guerra.»
Samuel oyó lo que pedía el pueblo y se lo comunicó al Señor.
El Señor le respondió: «Hazles caso y nómbrales un rey.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 88,16-17.18-19
R/. Cantaré
eternamente tus misericordias, Señor
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R/.
Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo
y el Santo de Israel nuestro rey. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,1-12):
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en
casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la
palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo por
el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un
boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.
Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan
perdonados.»
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «Por qué
habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?»
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué
es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o
decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"? Pues, para que
veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar
pecados...»
Entonces le dijo al paralítico: «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y
vete a tu casa.»
Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se
quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa
igual.»
Palabra del Señor
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que
estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les
proponía la palabra.
Había tanta gente viniendo a Jesús que no
había lugar para todos, ni siquiera alrededor de la puerta de la casa en la que
estaba.
Esta es una situación interesante. En una nota práctica, ¿por
qué Jesús no se dio cuenta de este dilema y no hizo algo al respecto? ¿Por
qué no mudarse a un área más grande donde todos pudieran verlo y escucharlo?
Es difícil responder a esa pregunta, pero hay
una cosa de la que podemos estar seguros. Podemos estar seguros de que
aquellos que vinieron a escucharlo, aunque no pudieron entrar, fueron
grandemente recompensados por su fe. Este pasaje revela un principio
espiritual muy importante. Revela que el anhelo espiritual de estar cerca
de Jesús fue, en sí mismo, transformador.
Muchas veces tendremos una experiencia
similar. Podemos descubrir que anhelamos escuchar a Jesús hablarnos, pero
parece que no podemos escucharlo. Puede ser que nos parezca silencioso o
que no sepamos dónde encontrarlo. Pero no te desanimes si esta es tu
experiencia. El hecho es que tu deseo de estar con Él es en sí mismo un
gran regalo y tiene potencial para transformar tu vida.
Reflexiona hoy sobre lo que podría llamarse
“el silencio de Dios”. Puede haber momentos en tu vida en los que Dios
parezca distante y no se encuentre por ninguna parte. Cuando esto suceda,
debes darte cuenta de que esta es una forma en que Dios te llama aún más cerca
de Él. Es una forma en que Dios susurra para obtener toda tu atención. Si
esta es una “lucha” que experimentas a veces, dirige tu atención a nuestro
Señor con mayor intensidad y deja crecer el deseo por Él. Es este deseo de
estar cerca de Jesús lo que en realidad puede producir un fruto mucho mayor en
tu vida que si lo escucharas alto y claro.
Mi Señor silencioso, por favor aumenta dentro
de mí el deseo de estar cerca de Ti. Ayúdame a anhelarte con todo mi
corazón. En ese anhelo, ayúdame a despojarme de todo lo que no sea tuyo y
a prestarte toda mi atención. Jesús, en Ti confío.
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