30 de enero del 2024: martes de la cuarta semana del tiempo ordinario (año par)


Audacia y confianza

 

(Marcos 5, 21-43) ¡La desesperación de un padre por su hija moribunda de 12 años, la de una mujer que lleva el mismo tiempo enferma y una esperanza loca que se aferra al borde del manto de Jesús! Un gesto, una palabra bastaría para sanar, es la fe de ambos. Y “el Maestro” agradece su audaz confianza. Dejemos que Jesús responda a nuestro clamor hoy: tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curado (a) de tu enfermedad»»

Colette Hamza, Javiera



(Marcos 5, 21-43) Dios nos ha creado con un cuerpo y Él se hizo carne para venir a nuestro encuentro en "nuestro mundo". La humildad de nuestra condición, con sus debilidades y limitaciones, nos lleva de vuelta al momento presente, a lo esencial.

 

(Marcos 5,21-43) Al decirle a la mujer que sangraba: "Hija, tu fe te ha salvado", Jesús le muestra que su curación es el resultado de la confianza que ella ha puesto en él. El manto o la túnica no tiene nada que ver con eso. Sin una fuerte conexión con Dios, cualquier objeto, sea lo que sea, se vuelve secundario.



Primera lectura

Lectura del segundo libro de Samuel (18,9-10.14b.24-25a.30–19,3):

En aquellos días, Absalón fue a dar en un destacamento de David. Iba montado en un mulo, y, al meterse el mulo bajo el ramaje de una encina copuda, se le enganchó a Absalón la cabeza en la encina y quedó colgando entre el cielo y la tierra, mientras el mulo que cabalgaba se le escapó.
Lo vio uno y avisó a Joab: «¡Acabo de ver a Absalón colgado de una encina!»
Agarró Joab tres venablos y se los clavó en el corazón a Absalón. David estaba sentado entre las dos puertas. El centinela subió al mirador, encima de la puerta, sobre la muralla, levantó la vista y miró: un hombre venía corriendo solo.
El centinela gritó y avisó al rey. El rey dijo: «Retírate y espera ahí.» Se retiró y esperó alli.
Y en aquel momento llegó el etíope y dijo: «¡Albricias, majestad! ¡El Señor te ha hecho hoy justicia de los que se habían rebelado contra ti!»
El rey le preguntó: «¿Está bien mi hijo Absalón?»
Respondió el etíope: «¡Acaben como él los enemigos de vuestra majestad y cuantos se rebelen contra ti!»
Entonces el rey se estremeció, subió al mirador de encima de la puerta y se echó a llorar, diciendo mientras subía: «¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! Hijo mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera muerto yo en vez de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!»
A Joab le avisaron: «El rey está llorando y lamentándose por Absalón.»
Así la victoria de aquel dia fue duelo para el ejército, porque los soldados oyeron decir que el rey estaba afligido a causa de su hijo. Y el ejército entró aquel día en la ciudad a escondidas, como se esconden los soldados abochornados cuando han huido del combate
.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 21,26b-27.28.30.31-32

R/.
 Te alabarán, Señor, los que te buscan

Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R/.

Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán las familias de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R/.

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor. R/.


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (5,21-43):

EN aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando:
«Con solo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba:
«Quién me ha tocado el manto?».
Los discípulos le contestaban:
«Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “Quién me ha tocado?”».
Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los píes y le confesó toda la verdad.
Él le dice:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor

 

 

Fe extraordinaria


“y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado.”

Marcos 5:28-29

 

Estos son los pensamientos y la experiencia de la mujer que había sufrido mucho durante doce años con hemorragias. Buscó a muchos médicos y había gastado todo lo que tenía en un intento por curarse. Lamentablemente, nada funcionó.

Es posible que Dios permitiera que su sufrimiento durara todos esos años para que tuviera esta oportunidad particular de manifestar su fe para que todos la vieran. Es interesante ver como  este versículo en realidad revela su pensamiento interior cuando se acerca a Jesús. «Con solo tocarle el manto...» Este pensamiento interior es una hermosa ilustración de la fe.

¿Cómo habría sabido ella que sería sanada? ¿Qué fue lo que la llevó a creer esto con tanta claridad y convicción? ¿Por qué, después de pasar doce años en tratamiento con todos los médicos que pudo encontrar, de repente se dio cuenta de que todo lo que necesitaba hacer era tocar el manto de Jesús para ser sanada? La respuesta es simple. Porque a ella se le dio el don de la fe.

Esta ilustración de su fe revela que la fe es un conocimiento sobrenatural de algo que solo Dios puede revelar. En otras palabras, ella sabía que sería sanada, y su conocimiento de esta sanación le llegó como un don impartido por Dios. Una vez impartido, tuvo que actuar sobre este conocimiento y, al hacerlo, dio un maravilloso testimonio a todos los que leyeron su historia. 

Su vida, y en particular esta experiencia, debe desafiarnos a todos a darnos cuenta de que Dios también nos dice verdades profundas, si solo escuchamos. Él está constantemente hablándonos y revelándonos la profundidad de Su amor, llamándonos a entrar en una vida de fe manifiesta. Él quiere que nuestra propia fe no solo sea el fundamento de nuestras vidas, sino que también sea un poderoso testimonio para los demás.  

Reflexiona, hoy, sobre la convicción interior de fe que tenía esta mujer. Ella sabía que Dios la sanaría porque se permitió escucharlo hablar. Reflexiona sobre tu propia atención interior a la voz de Dios y trata de estar abierto a la misma profundidad de fe testimoniada por esta santa mujer.

 

Mi compasivo Señor, te amo y deseo conocerte y escucharte hablarme todos los días. Por favor, aumenta mi fe para que pueda conocerte a ti y tu voluntad para mi vida. Por favor, utilízame como deseas para ser un testigo de fe para los demás. Jesús, en Ti confío.

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