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30 de abril del 2025: miércoles de la segunda semana de Pascua- San Pío V, papa-memoria opcional


Santo del día:

San Pío V, papa

Miguel Ghislieri nació en Italia en 1504 y entró en la Orden a los quince años tomando el nombre de Pío. Fue prior, inquisidor, obispo, cardenal y elegido Papa el 7 de enero de 1566. Res­tauró el culto cristiano y la disciplina eclesiástica, poniendo en práctica, sobre todo con su misma vida, las normas del concilio de Trento. 


La Luz vino al mundo

(Hechos 5,17-26, Juan 3,16-21) Dios es siempre más grande que nuestras faltas y miedos. Su bondad es un faro que nos guía y nos invita a caminar en la luz, en la confianza de que su amor nunca falla.

¿En qué situaciones encuentro caminos abiertos donde parecía no haber salida?

¿Me vence el miedo o confío en que Dios me sostiene para testimoniar su amor?

¿Estoy recibiendo el amor incondicional de Dios con confianza o con dudas?

¿Cuáles son esos obstáculos en mi corazón que me impiden vivir plenamente? ¿Estoy dispuesto a enfrentarlos y superarlos?

dominicos.org


(Juan 3, 16-21) Nosotros que buscamos hacer el bien y la verdad en nuestra vida no tengamos miedo de salir a la luz. Presentémonos al Señor como somos, sin vergüenza. Y reconozcamos nuestras buenas obras, así como son buenas las obras de Dios.



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5,17-26):

EN aquellos días, el sumo sacerdote y todos los suyos, que integran la secta de los saduceos, en un arrebato de celo, prendieron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel y los sacó fuera, diciéndoles:
«Marchaos y, cuando lleguéis al templo, explicad al pueblo todas estas palabras de vida».
Entonces ellos, al oírlo, entraron en el templo al amanecer y se pusieron a enseñar. Llegó entre tanto el sumo sacerdote con todos los suyos, convocaron el Sanedrín y el pleno de los ancianos de los hijos de Israel, y mandaron a la prisión para que los trajesen. Fueron los guardias, no los encontraron en la cárcel, y volvieron a informar, diciendo:
«Hemos encontrado la prisión cerrada con toda seguridad, y a los centinelas en pie a las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro».
Al oír estas palabras, ni el jefe de la guardia del templo ni los sumos sacerdotes atinaban a explicarse qué había pasado. Uno se presentó, avisando:
«Mirad, los hombres que metisteis en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo».
Entonces el jefe salió con los guardias y se los trajo, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease.


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 33,2-3.4-5.6-7.8-9

R/.
 Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha



Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,16-21):

TANTO amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.


Palabra del Señor

 

 

************

1

 

🕊Monición Inicial

Queridos hermanos:

Celebramos hoy la Eucaristía en este tiempo de Pascua, iluminados por la Palabra del Señor que nos habla del poder de la luz frente a las tinieblas, del coraje de los apóstoles, y del amor sin medida de Dios por el mundo.

En este quinto día del novenario por el eterno descanso del Papa Francisco, pedimos al Señor que le conceda el premio prometido al siervo bueno y fiel que guio a la Iglesia con esperanza, misericordia y alegría. Que su testimonio de vida sencilla, su amor por los pobres, y su incansable impulso misionero, nos animen a seguir caminando como peregrinos de la esperanza hacia el Reino.

 

📖 Comentario a las Lecturas

Primera Lectura – Hch 5,17-26

La persecución no detiene a los apóstoles. A pesar de ser encarcelados por anunciar a Jesús resucitado, un ángel los libera y les manda continuar su misión: hablar al pueblo “de todo lo que se refiere a esta vida”. Esta vida es la vida nueva que brota de Cristo resucitado. Nada, ni el encierro ni las amenazas, puede frenar la esperanza pascual.

Salmo 34 (33)

“El ángel del Señor libra a los que temen a Dios”. Este salmo resuena en perfecta sintonía con la lectura de los Hechos. Quien pone su confianza en el Señor no queda defraudado. Dios escucha, salva, consuela, y acompaña.

Evangelio – Jn 3,16-21

Aquí escuchamos uno de los versículos más luminosos del Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. Este amor no condena, sino que salva. Pero cada persona debe decidir entre vivir en la luz o refugiarse en la oscuridad. La Pascua nos llama a caminar en la verdad, dejando atrás nuestras sombras, con la mirada puesta en el Resucitado.

 

✝️ Homilía

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

La Pascua no es una temporada de nostalgia sino un tiempo de misión. La resurrección de Jesús ha desatado en el mundo una fuerza imparable: el Evangelio de la vida. Los apóstoles, liberados de la prisión, no regresan a casa a esconderse. Vuelven al templo, al corazón de Jerusalén, y siguen proclamando a Cristo. Esa es la audacia de la fe que brota de la certeza de que el Señor vive.

Hoy, al orar por el Papa Francisco, recordamos cómo él vivió y predicó esa misma audacia evangélica. Con un corazón libre y una fe confiada, caminó entre nosotros anunciando que Dios nunca se cansa de perdonarnos, que la Iglesia debe ser hospital de campaña, y que en el centro está siempre el amor que salva.

En este Año Jubilar, con el lema “Peregrinos de la Esperanza”, se nos recuerda que la esperanza cristiana no es un optimismo superficial. Es la firme certeza de que Dios nos ama, camina con nosotros, y nos conduce hacia una tierra prometida que no es un sueño, sino una promesa: el cielo. Francisco nos mostró cómo ser peregrinos: con sencillez, con apertura al Espíritu, con ternura, y con valentía.

El Evangelio de hoy nos dice que ese amor divino no viene a condenar sino a salvar. Dios no nos obliga, nos propone. No aplasta, sino que enciende. No impone luz, sino que la ofrece. ¿La aceptamos o la rechazamos?

La gran pregunta es: ¿amamos más nuestras oscuridades o nos atrevemos a exponernos a la luz? A veces, como dice el Evangelio, preferimos las sombras porque tememos que la verdad de Dios revele nuestras heridas. Pero sólo en la luz se puede sanar. Sólo en la verdad se puede caminar.

El testimonio del Papa Francisco es el de un hombre que eligió caminar en esa luz, aún con fragilidad, pero con transparencia, humildad y esperanza.

 

🙏 Oración de los Fieles (adaptada al contexto)

R. El Señor libra a los justos de sus angustias.

1.    Por la Iglesia, para que guiada por el Espíritu Santo siga anunciando con valentía la vida nueva en Cristo resucitado, oremos al Señor.

2.    Por el eterno descanso del Papa Francisco: que el Buen Pastor le reciba en su morada eterna, y su memoria sea semilla de renovación en la Iglesia, oremos al Señor.

3.    Por los misioneros, catequistas, y testigos del Evangelio en lugares difíciles, que no se dejen vencer por el miedo sino que vivan como peregrinos de esperanza, oremos al Señor.

4.    Por todos los que caminan en oscuridad, los que sufren en el alma o en el cuerpo, para que encuentren luz y consuelo en el amor de Cristo, oremos al Señor.

5.    Por nosotros, que celebramos esta Eucaristía: que la Pascua renueve nuestra alegría y nos haga discípulos que caminan hacia el Reino, oremos al Señor.

 

🕯Oración final (tras la comunión o al final del novenario)

Señor Dios, fuente de toda vida y esperanza:
te damos gracias por el testimonio del Papa Francisco,
por su vida entregada al Evangelio,
por su corazón de padre y pastor.
Concédele, por tu infinita misericordia,
gozar de la luz eterna que no conoce ocaso.

Y a nosotros, sus hermanos en la fe,
ayúdanos a seguir caminando,
con paso firme y corazón abierto,
como verdaderos peregrinos de la esperanza,
hasta encontrarnos contigo en la plenitud del Reino.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.


 2

Un resumen de claridad


“TANTO amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.”

 

Juan 3:16

 

 


Continuamos, hoy, leyendo la conversación que Jesús tuvo con Nicodemo, el fariseo que finalmente se convirtió y es venerado como uno de los primeros santos de la Iglesia. Recuerde que Jesús desafió a Nicodemo como una forma de ayudarlo a tomar la difícil decisión de rechazar la malicia de los otros fariseos y convertirse en su seguidor. Este pasaje de hoy  proviene de la primera conversación de Nicodemo con Jesús y a menudo es citado por nuestros hermanos y hermanas evangélicos como un resumen de todo el Evangelio. Y de hecho lo es.

 

A lo largo del Capítulo 3 del Evangelio de Juan, Jesús enseña sobre la luz y las tinieblas, el nacimiento de arriba, la maldad, el pecado, la condenación, el Espíritu y mucho más. Pero de muchas maneras, todo lo que Jesús enseñó en este capítulo y a lo largo de Su ministerio público se puede resumir en esta breve y directa declaración: TANTO amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna...Esta breve enseñanza se puede dividir en cinco verdades esenciales.

 

Primero, el amor del Padre por la humanidad, y específicamente, por ti, es un amor tan profundo que no hay forma de que entendamos por completo las profundidades de Su amor. 

 

En segundo lugar, el amor que el Padre nos tiene lo obligó a darnos el mayor regalo que pudiéramos recibir y el mayor regalo que el Padre podría dar: Su propio Hijo divino. Este don debe meditarse en oración si queremos llegar a una comprensión más profunda de la infinita generosidad del Padre.

 

En tercer lugar, a medida que entramos en oración cada vez más profundamente en nuestra comprensión de este increíble regalo del Hijo, nuestra única respuesta apropiada es la fe. Debemos "creer en Él". Y nuestra fe debe profundizarse al igual que nuestra comprensión.

 

Cuarto, debemos darnos cuenta de que la muerte eterna siempre es posible. Es posible que eternamente "perezcamos". Darnos cuenta de ello nos dará una mayor comprensión del don del Hijo, ya que nos daremos cuenta de que el primer deber del Hijo es salvarnos de la separación eterna del Padre.

 

Por último, el don del Hijo del Padre no es solo para salvarnos, sino también para llevarnos a las alturas del cielo. Es decir, se nos da "vida eterna". Este don de la eternidad tiene una capacidad, valor, gloria y plenitud infinitos.

 

Reflexiona hoy sobre este resumen de todo el Evangelio: TANTO amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna". Tómalo línea por línea, buscando en oración comprender las hermosas y transformadoras verdades que nuestro Señor nos reveló en esta santa conversación con Nicodemo. Trata de verte a ti mismo como Nicodemo, una buena persona que está tratando de entender a Jesús y sus enseñanzas con mayor claridad. Si puedes escuchar estas palabras con Nicodemo y aceptarlas profundamente con fe, entonces tú también compartirás la gloria eterna que estas palabras prometen.

 

Mi glorioso Señor, viniste a nosotros como el regalo más grande jamás imaginado. Eres el regalo del Padre Celestial. Fuiste enviado por amor con el propósito de salvarnos y llevarnos a la gloria de la eternidad. Ayúdame a comprender y creer todo lo que eres y a recibirte como el regalo salvador para la eternidad. Jesús, en Ti confío.



30 de abril: San Pío V, Papa—Memoria libre

1504–1572 Santo Patrono del Dicasterio para la Doctrina de la Fe Invocado para la reforma y defensa de la Iglesia 

Canonizado por el Papa Clemente XI el 22 de mayo de 1712 




Cita:


Desde el principio, al ser elevados al Apostolado Mayor, con gusto dedicamos nuestra mente y energías, y dirigimos todos nuestros pensamientos a los asuntos concernientes a la preservación de una liturgia pura, y nos esforzamos, con la ayuda de Dios, por todos los medios a nuestro alcance, por lograr este propósito. Pues, además de otros decretos del sagrado Concilio de Trento, se nos dispuso la revisión y reedición de los libros sagrados: el Catecismo, el Misal y el Breviario. Con el Catecismo publicado para la instrucción de los fieles, con la ayuda de Dios, y el Breviario completamente revisado para la digna alabanza de Dios… Consideramos necesario dedicar nuestra atención inmediata a lo que aún quedaba por hacer, a saber, la reedición del Misal lo antes posible…

~Promulgación de la Liturgia Tridentina, San Pío V

 

Reflexión: 

En 1517, cuando Martín Lutero publicó sus Noventa y cinco Tesis en Alemania, lo que dio inicio a la Reforma Protestante, los reinos europeos enfrentaban numerosos desafíos y la Iglesia necesitaba urgentemente una reforma.

Las relaciones entre la Iglesia y el Estado eran constantemente tensas. Algunos gobernantes civiles luchaban por mantener la fe católica en sus territorios, mientras que otros luchaban por eliminarla. Muchos de estos reinos se enfrentaban entre sí, y todos estaban bajo la amenaza constante de invasores musulmanes.

Dentro de la Iglesia, era necesaria una reforma para abordar los abusos financieros, el nepotismo, la formación deficiente del clero, la gobernanza deficiente, los debates teológicos y la falta de un culto litúrgico uniforme. Fue en esta situación histórica que nació el santo que hoy conocemos.

Antonio Ghislieri nació en Bosco Marengo, en el noroeste de Italia.

De niño, Antonio era pobre y trabajaba para ayudar a su familia. A los catorce años, adoptó el nombre de Michele al ingresar en la orden dominica y recibió su educación de los frailes de Vigevano, Bolonia y Génova.

A lo largo de su formación, fue un estudiante excelente y aplicado, especialmente atraído por el estudio de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino.

A los veinticuatro años, fue ordenado sacerdote, y durante los dieciséis años siguientes enseñó teología y filosofía, formó novicios dominicos y fue prior en varios conventos. Siendo un joven sacerdote, el padre Michele continuó profundizando su vida de oración, desarrolló una profunda devoción a la Santísima Virgen María y al Rosario, hacía vigilias nocturnas, abrazó el carisma dominicano, ayunaba, hacía penitencia, abrazaba la pobreza y practicaba el silencio interior, con el que se esforzaba por mantenerse continuamente recogido, negándose a las conversaciones ociosas.

En 1542, para hacer frente a la amenaza constante que representaban los errores introducidos por la Reforma Protestante, que se extendían lentamente por los estados italianos, el papa Pablo III reorganizó la Inquisición Italiana. Poco después, el padre Michele fue nombrado para servir en varias misiones inquisitoriales, lo que llevó a cabo con inquebrantable determinación.

En 1556, el papa Pablo IV lo nombró obispo de Sutri, una diócesis al norte de Roma, y ​​un año después fue nombrado cardenal.

Como obispo y luego cardenal, continuó trabajando con celo, defendiendo vigorosamente la verdadera fe, erradicando la herejía, corrigiendo abusos, fortaleciendo las estructuras eclesiásticas y viviendo personalmente la vida de fe y moral a la que estaba llamado. Llegó a ser tan respetado, y su valentía, claridad y celo fueron tan beneficiosos para la Iglesia, que el Santo Padre lo nombró Gran Inquisidor de toda la cristiandad.

En 1559, fue trasladado más al norte, a la diócesis de Mondovì, pero era llamado regularmente a Roma para consultar con el Papa. En Mondovì, se esforzó por reconstruir dicha diócesis tras ser devastada por las guerras, alimentadas por la confusión teológica causada por la Reforma Protestante.

El obispo Michele no era un pusilánime, ni siquiera en lo que se refería al papa. Uno de los abusos recurrentes dentro de la Iglesia en aquella época era el nepotismo, la práctica de otorgar favores eclesiásticos a familiares. Cuando el papa Pablo IV anunció a su corte que quería nombrar cardenal a su sobrino de catorce años, el obispo Michele se opuso firmemente y detuvo el abuso. Si bien esto llevó al papa a disminuir parte de la autoridad inquisitorial del obispo Michele, también provocó la admiración de muchos cardenales. Como resultado, en 1566, el obispo Michele fue elegido nuevo papa y adoptó el nombre de Pío V.

Tan solo tres años antes de la elección papal de Pío V, el Concilio de Trento, que duró dieciocho años, concluyó su última sesión. Este concilio marcó el inicio de la Contrarreforma católica, que abordó directamente cuestiones teológicas y litúrgicas y buscó eliminar diversos abusos dentro de la Iglesia. Solo quedaba por implementar los decretos del concilio. No fue tarea fácil, pero el papa Pío V era, sin duda, el hombre indicado para la tarea.

Desde el comienzo de su pontificado, el Papa Pío V continuó siendo el hombre de Dios santo, devoto, concienzudo y decidido que había sido desde su juventud. En lugar de actuar como un rey, actuó como un siervo. Continuó vistiendo su hábito blanco dominico (del que solo conservó uno), razón por la cual el Papa viste de blanco hoy en día. Distribuyó el dinero reservado para los extravagantes banquetes papales entre los pobres. Visitó a los enfermos, construyó hospitales, rezó dos veces al día ante el Santísimo Sacramento y resistió las trampas que conllevan el poder y la riqueza. Los Estados Pontificios, en particular, pronto se convirtieron en un monasterio más que en un reino.

Para abordar las confusiones teológicas que dividían a la Iglesia, promulgó un nuevo catecismo especialmente para párrocos, instituyó clases de catequesis para jóvenes, introdujo las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino en las universidades y continuó la buena labor del Santo Oficio de la Inquisición con celo pastoral.

Para abordar los problemas eclesiásticos, denunció las inmoralidades dentro del clero, lo vinculó más estrechamente a una sola diócesis, impuso el sistema de seminarios, reafirmó la práctica del celibato, exhortó a los obispos a permanecer en su diócesis y servirla como verdaderos pastores, y renovó la disciplina, cada vez más debilitada, dentro de las casas religiosas.

Para atender las necesidades espirituales de la Iglesia, difundió especialmente la devoción al Santo Rosario, que él mismo rezaba íntegramente a diario, y promulgó un nuevo Breviario y un Misal Romano.

En el ámbito político, no dudó en reprender, e incluso penalizar, a los gobernantes desobedientes.

Defendió a Europa de los invasores musulmanes trabajando con varios gobernantes para formar la Liga Santa, un esfuerzo cooperativo de los reinos católicos de España e Italia, que incluía la Orden de Malta.

A lo largo de la historia, la Iglesia siempre ha necesitado una reforma interna. Aunque Cristo nunca abandona a su Iglesia, quienes están a su cuidado son pecadores. Pero entre esos pecadores, Dios siempre suscita santos para encaminar a la Iglesia y sus instituciones por el buen camino. En el siglo XVI, uno de los santos más notables que Dios usó para este propósito fue el papa San Pío V.

Al honrar a este santo papa, reflexionen ustedes sobre su propio llamado a apoyar las necesidades de reforma constantes en la Iglesia. Esas necesidades siempre estarán presentes. Aunque no estén llamados a hacerlo desde la perspectiva del papado, sí están llamados a hacerlo en el contexto de su propia vocación.

Reflexionen sobre cómo pueden reformar su vida, su familia, su parroquia y su comunidad. Comprométanse a someterse en oración a la voluntad de Dios y busquen el don de la valentía para que Dios los use de maneras que están más allá de sus capacidades naturales.

Oración: 

San Pío V, fuiste inquebrantable en tu fe y tu valentía. Dios usó esas virtudes para ayudar a defender y reformar a su Iglesia en un momento de gran sufrimiento. Por favor, reza por mí, para que, mientras la Iglesia sigue necesitando renovación y el Evangelio necesite ser proclamado, yo sea un instrumento santo en las manos de Dios.

Que también sea valiente y fiel hasta el final, cueste lo que cueste.

San Pío V, ruega por mí. Jesús, confío en ti.

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