viernes, 30 de mayo de 2025

31 de mayo del 2025: Fiesta de la Visitación de María a su prima Santa Isabel

 

Primer encuentro

La visita de María a Isabel es la ocasión de un primer encuentro entre sus hijos aún no nacidos. Más adelante, los dos primos se encontrarán en las orillas del Jordán, donde Jesús, en el agua, recibirá el bautismo de Juan Bautista. La salutación de María a Isabel es el fundamento invertido de este acontecimiento: un bautismo en el Espíritu, del cual Jesús es la fuente y Juan Bautista el dichoso receptor, que salta de alegría.

Nicolas Tarralle, prêtre assomptionniste





Primera lectura
Lectura de la profecía de Sofonías (3,14-18):

Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán a Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.» Apartaré de ti la amenaza, el oprobio que pesa sobre ti.

Palabra de Dios


Salmo
Is 12,2-3.4bcd.5-6

R/. Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel


El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R/.

Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R/.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.» R/.



Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor


1

 "La alegría de la presencia que salva"

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos la Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María, una fiesta luminosa, llena de fe, alegría y Espíritu Santo. Nos encontramos en el corazón mismo del misterio de la Encarnación, donde Dios se hace carne, y también en el corazón de la caridad cristiana, donde el amor se pone en camino.

1. Un encuentro prenatal lleno del Espíritu

El Evangelio nos presenta a dos mujeres embarazadas que se encuentran: María y su prima Isabel. Pero detrás de este encuentro, hay una realidad aún más profunda: es Jesús quien va al encuentro de Juan, y es Juan quien salta de gozo al reconocerlo. No es un simple movimiento fetal, sino una verdadera exultación espiritual, un gozo místico que anticipa la misión de ambos: Jesús como Salvador y Juan como su Precursor.

Este detalle nos muestra que la vida humana es sagrada desde el vientre materno, y que el Espíritu Santo actúa ya en ese misterio de la gestación. No se puede ser cristiano sin tener esta mirada llena de reverencia ante toda vida que comienza.

2. Un "bautismo invertido"

Como decía el texto introductorio: esta escena es como un bautismo al revés. En el Jordán, será Juan quien bautice a Jesús. Aquí, en casa de Zacarías, es Jesús quien "bautiza" con su presencia a Juan, y lo llena del Espíritu Santo por medio de la voz de María. Este gesto revela que Jesús es la fuente de la verdadera alegría, la que viene del Espíritu.

3. Una caridad que se pone en camino

María, movida por la gracia y por el anuncio del ángel, no se encierra en su misterio. Sale presurosa, recorre caminos montañosos, lleva consigo a Jesús en su seno, y va al encuentro de quien la necesita. Esta actitud nos habla de una fe que no se queda quieta, sino que se convierte en servicio, en cercanía, en consuelo.

Aquí podemos conectar con la segunda lectura opcional de Romanos 12:

Que su amor sea sincero, aborrezcan el mal y apeguense al bien. Amense los unos a los otros con amor fraterno, compitan en estimarse mutuamente.”
María encarna perfectamente este estilo de vida cristiana.

4. Un cántico que transforma la historia

Después de la salutación y la bendición de Isabel, María proclama el Magníficat. Con su canto, María interpreta la historia desde la óptica de Dios: Él enaltece a los humildes, derriba a los poderosos, sacia de bienes a los hambrientos… El Magníficat no es solo una oración piadosa: es un manifiesto profético, un canto de liberación, una mirada esperanzada hacia el Reino que comienza con Cristo.

Aquí el Salmo de Isaías 12 resuena como un eco:

“Gritad jubilosos: ¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!”


🙏 Aplicación pastoral:

En este día, el Evangelio nos invita a ser portadores de Cristo, como María. Nos llama a caminar hacia el otro, a dejarnos conducir por el Espíritu para que también nuestros gestos cotidianos —una visita, una palabra, un servicio— puedan ser ocasión de alegría y redención para quienes nos rodean.

En el Año Jubilar, como peregrinos de la esperanza, debemos preguntarnos:

  • ¿A quién estoy llamado a visitar con amor?
  • ¿Dónde debo llevar a Cristo con alegría?
  • ¿Quién necesita de mí un gesto de consuelo?

🙌 Oración final:

Señor Jesús, que por medio de María visitaste y llenaste de gozo a Juan e Isabel, ven también hoy a nuestras casas, a nuestras comunidades y a nuestro corazón. Que, como María, sepamos llevarte a los demás con prontitud y alegría. Y que, como Juan, sepamos reconocerte y exultar de gozo en tu presencia.

Amén.


2

Alegría por la presencia del Señor


Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María

“María se puso en camino y fue aprisa a la región montañosa, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó con voz fuerte: '¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!'”
(Lucas 1, 39–42)

La hermosa fiesta que celebramos hoy presenta dos embarazos milagrosos. Uno se realizó por la sombra del Espíritu Santo; el otro fue la concepción prodigiosa en el seno de una mujer ya entrada en años. El pasaje de la Escritura citado arriba nos muestra el primer encuentro entre María e Isabel, al saludarse en la llegada de María. Ella había recorrido un largo camino para estar con su prima durante los últimos meses del embarazo de Isabel. Y en cuanto saludó a Isabel, ocurrió otro hecho milagroso: el niño en el vientre de Isabel, San Juan Bautista, saltó de alegría. Así, incluso antes de nacer, Juan comenzó a cumplir su misión única de preparar el camino del Señor. Lo hizo en ese momento inspirando a su propia madre, Isabel, con el conocimiento de la presencia divina del Salvador en el vientre de María.

Pensemos, especialmente, en las conversaciones que estas dos santas mujeres habrán compartido durante los meses que estuvieron juntas. Aunque las Escrituras solo nos ofrecen un breve vistazo de su diálogo inicial, podemos estar seguros de que hubo muchas conversaciones profundas, espirituales y llenas de oración. En particular, esas conversaciones habrían sido un intercambio mutuo del don espiritual de la alegría.

La alegría es mucho más que una emoción. Es de naturaleza espiritual. No se trata solamente de experimentar algo divertido; es la vivencia de reconocer la acción de Dios en la vida. Ver a Dios obrando de forma maravillosa conduce a la gratitud y al regocijo. Y esa alegría produce una fuerza y una energía que es contagiosa y edificante.

Todos debemos esforzarnos por ver la mano de Dios obrando en nuestra propia vida, de modo que al concentrarnos en sus acciones divinas, también se produzca en nosotros alegría. Necesitamos alegría. Necesitamos ser fortalecidos por este don para que seamos animados y alentados a cumplir cada día su voluntad.

Reflexiona hoy sobre el testimonio de alegría que nos dan estas dos santas mujeres. Reconoce que tú también estás llamado a participar de esa misma alegría al volver humildemente tu atención a las maneras en que Dios te ha bendecido. Si sientes que te falta alegría en la vida, examina en qué dejas que tu mente se detenga durante el día. ¿Te enfocas en el pasado, en heridas, en problemas y cosas similares? Si es así, esos pensamientos sin duda te llevarán a la tristeza, e incluso a la desesperanza. Intenta centrar tu mente en la acción de Dios en tu vida. Observa las muchas bendiciones que has recibido y saborea esas obras divinas. Hacer esto te llevará a regocijarte con santa Isabel y con nuestra Madre bendita.


🙏 Oración final:

Mi santo Niño Jesús, cuando habitabas en el sagrado vientre de tu amadísima Madre, tu presencia provocó un gran gozo en su corazón y también en los corazones de Isabel y Juan. Ayúdame a ver tu presencia en nuestro mundo y en mi vida, para que también yo me llene de la alegría de saber que vienes constantemente a mí.

Jesús, en Ti confío.

 


jueves, 29 de mayo de 2025

30 de mayo del 2025: viernes de la sexta semana de Pascua

 

Alegría cristiana

(Hechos 18, 9-18; Juan 16, 20-23a) La alegría anunciada por Jesús en el Evangelio es, ante todo, la prometida a sus seres queridos, para quienes el duelo de la Cruz conducirá a la Resurrección. Pero también es la alegría de todos los que se benefician de la acción de Dios en su favor, como Pablo, que escapa al juicio porque un sabio procónsul se niega a entrometerse en asuntos religiosos. La alegría es el sello del Espíritu. 




Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (18,9-18):

CUANDO estaba Pablo en Corinto, una noche le dijo el Señor en una visión:
«No temas, sigue hablando y no te calles, pues yo estoy contigo, y nadie te pondrá la mano encima para hacerte daño, porque tengo un pueblo numeroso en esta ciudad».
Se quedó, pues, allí un año y medio, enseñando entre ellos la palabra de Dios.
Pero, siendo Gallón procónsul de Acaya, los judíos se abalanzaron de común acuerdo contra Pablo y lo condujeron al tribunal diciendo:
«Este induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la ley».
Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Gallón dijo a los judíos:
«Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, sería razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de vuestra ley, vedlo vosotros. Yo no quiero ser juez de esos asuntos».
Y les ordenó despejar el tribunal.
Entonces agarraron a Sóstenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal, sin que Galión se preocupara de ello.
Pablo se quedó allí todavía bastantes días; luego se despidió de los hermanos y se embarco para Siria con Priscila y Aquila. En Cencreas se había hecho rapar la cabeza, porque había hecho un voto.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 46,2-3,4-5.6-7

R/. Dios es el rey del mundo

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R/.

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado. R/.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.


Lectura del santo evangelio según san Juan (16,20-23a):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».

Palabra del Señor




1
La alegría que viene de Dios: promesa, presencia y protección



Lecturas:

  • 1ª Lectura: Hechos 18, 9-18
  • Salmo: Sal 47(46),2-3.4-5.6-7 (R. cf. 10a)
  • Evangelio: Juan 16, 20-23a

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Nos encontramos ya en el umbral de la Solemnidad de la Ascensión del Señor. La liturgia de este viernes nos ofrece un anuncio poderoso: la alegría cristiana no es evasión, sino fruto de la esperanza que se abre paso en medio de la lucha. Es un gozo que nace en la Pascua, se alimenta del Espíritu Santo y se sostiene en la promesa firme de Cristo: “Su tristeza se convertirá en alegría”.

1. La alegría prometida en medio del dolor (Evangelio)

El Evangelio de hoy nos sitúa en ese momento íntimo y profético de Jesús con sus discípulos. Les habla del “poco tiempo” que queda antes de la Pasión. Les anticipa que llorarán, se entristecerán, pero que su tristeza se convertirá en gozo. ¡Qué contraste tan fuerte y tan humano! Jesús no oculta la cruz, pero asegura que el dolor tendrá un sentido, que no será estéril.

Esta alegría no es superficial ni pasajera; no se basa en emociones volátiles. Es una alegría que nace de la fe: saber que el Resucitado ha vencido el mal, que nuestras lágrimas tienen redención, que el Espíritu vendrá a consolar, guiar y sostener. Esta promesa es también para nosotros: “Nadie les quitará su alegría”. Qué consoladora es esa frase para tantos que sufren hoy.

2. La alegría de quien experimenta la protección de Dios (Hechos)

En la primera lectura vemos cómo Pablo, en Corinto, experimenta una forma concreta de esta promesa de Jesús. Dios le habla en visión para animarlo: “No tengas miedo… sigue hablando”. El Señor no solo le confirma su misión, sino que le garantiza su presencia: “Estoy contigo”. Y en efecto, cuando lo quieren llevar a juicio, el procónsul Galión no cede ante la presión, y Pablo sale indemne.

Aquí vemos cómo Dios actúa en lo concreto: en la historia, en las estructuras, incluso en decisiones humanas que, aunque no sean siempre plenamente conscientes, forman parte de Su providencia. Pablo experimenta que no está solo, que la misión sostenida en el Espíritu no puede ser derrotada.

También nosotros podemos encontrar esa alegría cuando, aun en medio de amenazas, críticas o incomprensiones, experimentamos que el Señor no nos abandona. Él está cerca, guía nuestras palabras, y muchas veces obra por caminos inesperados.

3. La alegría de los pueblos que aclaman al Señor (Salmo 47)

El salmo de hoy es una invitación vibrante a aclamar a Dios con alegría:
“Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo”.
¿Por qué tanta algarabía? Porque el Señor es el Rey de toda la tierra. Su dominio no es opresor, sino salvador; no es egoísta, sino generoso.

En este tiempo pascual, este salmo cobra un nuevo brillo: Cristo resucitado reina, y su victoria es universal. En un mundo dividido, marcado por el miedo, la guerra y la incertidumbre, esta proclamación se convierte en profecía y compromiso: ¡Dios reina! Pero lo hace desde la cruz y con las llagas de amor.

Nuestra misión como cristianos es ayudar al mundo a reconocer este reinado. Y lo hacemos con nuestro testimonio, con la serenidad de nuestra esperanza, con la alegría que brota del Espíritu, incluso en los momentos de prueba.


Conclusión: Una alegría que es don y misión

Hermanos, la alegría es el sello del Espíritu. No es un lujo, ni una concesión para quienes tienen vidas fáciles. Es un regalo pascual que todos estamos llamados a acoger y a compartir.

Hoy, más que nunca, necesitamos cristianos alegres —no superficiales ni ingenuos, sino firmes en la esperanza—. Como Pablo en Corinto, como los discípulos que lloraron, pero luego vieron a Jesús, como los pueblos que aclaman al Señor con palmas… vivamos esta alegría que nadie nos puede quitar.

Y como Iglesia en camino hacia Pentecostés y en el marco de este Año Jubilar como Peregrinos de la Esperanza, hagamos de nuestra alegría un signo profético para el mundo. Porque un cristiano triste no tiene futuro, y un cristiano que se deja llevar por el gozo de Dios, ya está anticipando el cielo.

Amén.



2

Los “dolores de parto” de la voluntad de Dios

“La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ya no se acuerda del sufrimiento, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre”
(Juan 16,21)

 

Jesús, con la ternura del buen Pastor, nos regala esta imagen cargada de humanidad y esperanza. El dolor del parto es real, profundo y exigente. Pero es también un dolor fecundo, orientado a una vida nueva. Esa comparación que usa el Señor en su despedida a los discípulos nos ayuda a entender el valor salvífico del sufrimiento cuando se vive desde la fe y en fidelidad a la voluntad de Dios.

Así como una madre olvida su sufrimiento al ver a su hijo, así también quienes seguimos a Cristo podemos atravesar pruebas, incomprensiones, fatigas e incluso persecuciones, y aún así no desesperar, pues el fruto que se gesta en medio del dolor es la alegría del Reino.

Jesús advierte a sus discípulos que sentirán tristeza ante su partida. Pero esa tristeza no será definitiva. La Pascua, su Resurrección, y la venida del Espíritu Santo transformarán su tristeza en gozo incontenible. Entonces, dice el Maestro, “ese día no me preguntarán nada”. El dolor ya no generará dudas. Porque el sufrimiento acogido con fe habrá dado paso a una comprensión más profunda y a una confianza más firme.

También nosotros, cuando experimentamos fracasos, enfermedades, tensiones familiares, incomprensiones o incluso soledad espiritual, corremos el riesgo de dudar, de cuestionar a Dios, de querer abandonar el camino. Pero este Evangelio nos invita a una lectura más profunda: ¿y si lo que estamos viviendo son los dolores de parto de la voluntad de Dios en nosotros?

Quizás estás perseverando en una oración silenciosa que parece no dar fruto; quizás estás luchando por mantener la fe en medio de la sequedad; quizás estás perdonando a alguien que no cambia; o soportando una cruz que no elegiste. No estás solo. Cristo ya ha pasado por allí, y te precede con su gracia.

El Espíritu Santo —el gran protagonista del tiempo pascual— es quien nos fortalece para vivir estos combates cotidianos. No siempre sentiremos consuelo en el momento, pero el gozo verdadero se alcanza por la fidelidad, no por las emociones. Y ese gozo, como el del parto, será más fuerte que el dolor.

Preguntas para meditar:

·        ¿Qué situaciones de mi vida podrían ser esos "dolores de parto" espirituales?

·        ¿Qué me está costando aceptar de la voluntad de Dios?

·        ¿Estoy evitando alguna invitación del Señor por temor al sufrimiento?

Oración final:

Señor Jesús, en tu Pasión aprendemos que el dolor asumido con amor y obediencia engendra redención.
Enséñame a no huir de las pruebas, sino a verlas como oportunidades para nacer de nuevo contigo.
Dame la gracia de soportar con paciencia las cruces de cada día,
confiando en que, después del dolor, viene la alegría de tu presencia.
Jesús, en Ti confío.
Amén.

 

 

MENSAJE DE SU SANTIDAD PAPA FRANCISCO PARA LA LIX JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES


MENSAJE DE SU SANTIDAD PAPA FRANCISCO
PARA LA LIX JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Compartan con mansedumbre la esperanza que hay en sus corazones 

(cf. 1 P 3,15-16)


Queridos hermanos y hermanas:

En nuestro tiempo, marcado por la desinformación y la polarización, donde pocos centros de poder controlan un volumen de datos e informaciones sin precedentes, me dirijo a ustedes convencido de cuán necesario —hoy más que nunca— sea su trabajo como periodistas y comunicadores. Su valiente compromiso es indispensable para poner en el centro de la comunicación la responsabilidad personal y colectiva hacia el prójimo.

Pensando en el Jubileo que celebramos este año como un período de gracia en un tiempo tan turbulento, quisiera con este Mensaje invitarlos a ser comunicadores de esperanza, comenzando por una renovación de su trabajo y misión según el espíritu del Evangelio.

Desarmar la comunicación

Hoy en día, con mucha frecuencia la comunicación no genera esperanza, sino miedo y desesperación, prejuicio y rencor, fanatismo e incluso odio. Muchas veces se simplifica la realidad para suscitar reacciones instintivas; se usa la palabra como un puñal; se utiliza incluso informaciones falsas o deformadas hábilmente para lanzar mensajes destinados a incitar los ánimos, a provocar, a herir. Ya he afirmado en varias ocasiones la necesidad de “desarmar” la comunicación, de purificarla de la agresividad. Reducir la realidad a un slogan nunca produce buenos frutos. Todos vemos cómo —desde los programas de entrevistas hasta las guerras verbales en las redes sociales— amenaza con prevalecer el paradigma de la competencia, de la contraposición, de la voluntad de dominio y posesión, de manipulación de la opinión pública.

Existe también otro fenómeno preocupante, que podríamos definir como la “dispersión programada de la atención” a través de los sistemas digitales, que, al perfilarnos según las lógicas del mercado, modifican nuestra percepción de la realidad. De esa manera asistimos, a menudo impotentes, a una especie de atomización de los intereses, y esto termina minando las bases de nuestro ser comunidad, la capacidad de trabajar juntos por el bien común, de escucharnos, de comprender las razones del otro. Parece entonces que identificar un “enemigo” contra el cual lanzarse verbalmente sea indispensable para autoafirmarse. Y cuando el otro se convierte en “enemigo”, cuando su rostro y su dignidad se oscurecen para humillarlo y burlarse de él, también se pierde la posibilidad de generar esperanza. Como nos ha enseñado don Tonino Bello, todos los conflictos “encuentran su raíz en la disolución de los rostros” [1]. No podemos rendirnos ante esta lógica.

Esperar, en realidad, no es fácil en absoluto. Decía Georges Bernanos que «sólo esperan los que han tenido el valor de desesperar de las ilusiones y de las mentiras en las que encontraban una seguridad que tomaban falsamente por esperanza. […] La esperanza es un riesgo que correr. Incluso es el riesgo de los riesgos» [2]. La esperanza es una virtud escondida, constante y paciente. Sin embargo, para los cristianos la esperanza no es una elección opcional, sino una condición imprescindible. Como recordaba Benedicto XVI en la Encíclica Spe salvi, la esperanza no es optimismo pasivo sino, por el contrario, una virtud “performativa”, es decir, capaz de cambiar la vida: «Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva» (n. 2).

Dar razón con mansedumbre de la esperanza que hay en nosotros

En la Primera carta de Pedro (cf. 3,15-16) encontramos una síntesis admirable donde la esperanza se pone en relación con el testimonio y con la comunicación cristiana: «Glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor. Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con delicadeza y respeto». Quisiera detenerme en tres mensajes que podemos deducir de estas palabras.

«Glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor»: la esperanza de los cristianos tiene un rostro, el rostro del Señor resucitado. Su promesa de estar siempre con nosotros a través del don del Espíritu Santo nos permite esperar contra toda esperanza y ver los rastros del bien escondidos, incluso cuando todo parece perdido.

El segundo mensaje nos pide que estemos preparados para dar razón de la esperanza que hay en nosotros. Es interesante observar que el Apóstol invita a dar cuenta de la esperanza a «cualquiera que les pida razón». Los cristianos, ante todo, no son aquellos que “hablan” de Dios, sino aquellos que reflejan la belleza de su amor, una forma nueva de vivir todas las cosas. Es el amor vivido el que suscita la pregunta y exige la respuesta: ¿por qué viven así?, ¿por qué son así?

En la expresión de san Pedro encontramos, finalmente, un tercer mensaje: que la respuesta a esta pregunta sea dada «con delicadeza y respeto». La comunicación de los cristianos —pero también diría que la comunicación en general— debería estar entretejida de mansedumbre, de proximidad, al estilo de los compañeros de camino, siguiendo al mayor Comunicador de todos los tiempos, Jesús de Nazaret, que a lo largo del trayecto dialogaba con los dos discípulos de Emaús haciendo arder sus corazones por el modo en el que interpretaba los acontecimientos a la luz de las Escrituras.

Por eso, sueño con una comunicación que sepa hacernos compañeros de camino de tantos hermanos y hermanas nuestros, para reavivar en ellos la esperanza en un tiempo tan atribulado. Una comunicación que sea capaz de hablar al corazón, no de suscitar reacciones pasionales de aislamiento y de rabia, sino actitudes de apertura y amistad; capaz de apostar por la belleza y la esperanza aun en las situaciones aparentemente más desesperadas; capaz de generar compromiso, empatía, interés por los demás. Una comunicación que nos ayude a «reconocer la dignidad de cada ser humano y [a] cuidar juntos nuestra casa común» (Carta enc. Dilexit nos, 217).

Sueño con una comunicación que no venda ilusiones o temores, sino que sea capaz de dar razones para esperar. Martin Luther King dijo: «Si puedo ayudar a alguien al pasar, si puedo alegrar a alguien con una palabra o una canción, […] entonces mi vida no habrá sido en vano» [3]. Para hacer esto debemos sanar de las “enfermedades” del protagonismo y de la autorreferencialidad, evitar el riesgo de discursos inútiles. Lo que logra el buen comunicador es que quien escucha, lee o mira pueda participar, pueda sentirse incluido, pueda encontrar la mejor parte de sí mismo y entrar con estas actitudes en las historias narradas. Comunicar de esa manera ayuda a convertirse en “peregrinos de esperanza”, como dice el lema del Jubileo.

Esperar juntos

La esperanza es siempre un proyecto comunitario. Pensemos por un momento en la grandeza del mensaje de este año de gracia: todos estamos invitados —¡realmente todos!— a recomenzar, a permitirle a Dios que nos levante, a dejar que nos abrace y nos inunde de misericordia. En todo esto se entrelazan la dimensión personal y la comunitaria: emprendemos un viaje juntos, peregrinamos junto con muchos hermanos y hermanas, cruzamos juntos la Puerta Santa.

El Jubileo tiene muchas implicaciones sociales. Pensemos, por ejemplo, en el mensaje de misericordia y esperanza para los que viven en las cárceles, o en la llamada a la cercanía y a la ternura hacia los que sufren y están marginados. El Jubileo nos recuerda que cuantos trabajan por la paz «serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). Así nos abre a la esperanza, nos indica la exigencia de una comunicación atenta, tranquila, reflexiva, capaz de indicar caminos de diálogo. Los animo, por tanto, a descubrir y a contar las numerosas historias de bien escondidas entre los pliegues de la crónica; a imitar a los buscadores de oro, que tamizan incansablemente la arena en busca de la minúscula pepita. Es hermoso encontrar estas semillas de esperanza y darlas a conocer. Ayuda al mundo a ser un poco menos sordo al grito de los últimos, un poco menos indiferente, un poco menos cerrado. Sepan encontrar siempre los destellos de bien que nos permiten esperar. Esta comunicación puede contribuir a entretejer la comunión, a hacernos sentir menos solos, a descubrir la importancia de caminar juntos.

No olvidar el corazón

Queridos hermanos y hermanas, ante las vertiginosas conquistas de la técnica, los invito a cuidar sus corazones, es decir, la vida interior.  ¿Qué significa esto? Les dejo algunas pistas.

Ser mansos y no olvidar nunca el rostro del otro; hablar al corazón de las mujeres y los hombres a cuyo servicio está dirigido su trabajo.

No permitir que las reacciones instintivas guíen la comunicación. Sembrar esperanza siempre, aun cuando sea difícil, aun cuando cueste, aun cuando parezca no dar fruto.

Intentar practicar una comunicación que sepa sanar las heridas de nuestra humanidad.

Dar espacio a la confianza del corazón que, como una flor frágil pero resistente, no sucumbe ante las inclemencias de la vida sino que florece y crece en los lugares más impensados: en la esperanza de las madres que rezan cada día para ver a sus hijos regresar de las trincheras de un conflicto; en la esperanza de los padres que migran entre mil riesgos y peripecias en busca de un futuro mejor; en la esperanza de los niños que logran jugar, sonreír y creer en la vida incluso entre los escombros de las guerras y en las calles pobres de las favelas.

Ser testigos y promotores de una comunicación no hostil, que difunda una cultura del cuidado, que construya puentes y atraviese los muros visibles e invisibles de nuestro tiempo.

Contar historias llenas de esperanza, teniendo en cuenta nuestro destino común y escribiendo juntos la historia de nuestro futuro.

Todo esto pueden y podemos hacerlo con la gracia de Dios, que el Jubileo nos ayuda a recibir en abundancia. Rezo por esto y los bendigo a cada uno de ustedes y a su trabajo.

 

Roma, San Juan de Letrán, 24 de enero de 2025, memoria de san Francisco de Sales.
 

FRANCISCO

________________

[1] Cf. « La pace come ricerca del volto», en Omelie e scritti quaresimali, Molfetta 1994, 317.

[2] Georges Bernanos, La libertad, ¿para qué ?, Madrid 1989, 91-92.

[3] Sermón “ The Drum Major Instinct” (4 febrero 1968).

miércoles, 28 de mayo de 2025

29 de mayo del 2025: jueves de la sexta semana de Pascua

 

Docilidad 

(Hechos 18:1-8) En nuestras vidas, tenemos metas y proyectos muy valiosos. Sin embargo, pueden surgir dificultades o circunstancias imprevistas. Seamos capaces de leer los acontecimientos y si es necesario, seamos lo suficientemente dóciles para cambiar de rumbo. Que el Espíritu Santo nos ayude en esto.


(Jn 16,16-20) La vida humana transcurre entre sombras y luces, entre dudas y horizontes nuevos. O si se quiere decir: entre “Paradigmas Nuevos” que crean inseguridad, pero que, nos empujan hacia adelante con la confianza de que, el Dios de la Vida nos envuelve y nos plenifica.  



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (18,1-8):

 

EN aquellos días, Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Áquila, judío natural del Ponto, y a su mujer, Priscila; habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonasen Roma.

Se juntó con ellos y, como ejercía el mismo oficio, se quedó a vivir y trabajar en su casa; eran tejedores de lona para tiendas de campaña. Todos los sábados discutía en la sinagoga, esforzándose por convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó enteramente a predicar, dando testimonio ante los judíos de que Jesús es el Mesías,

Como ellos se oponían y respondían con blasfemias, Pablo sacudió sus vestidos y les dijo:

«Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza. Yo soy inocente y desde ahora me voy con los gentiles».

Se marchó de allí y se fue a casa de un cierto Ticio Justo, que adoraba a Dios y cuya casa estaba al lado de la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia; también otros muchos corintios, al escuchar a Pablo, creían y se bautizaban.

 

Palabra de Dios

 


Salmo

Sal 97,1-2ab.2cd-3ab.3cd-4

 

R/. El Señor revela a las naciones su victoria

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas.

Su diestra le ha dado la victoria,

su santo brazo. R/.

 

El Señor da a conocer su salvación,

revela a las naciones su justicia.

Se acordó de su misericordia y su fidelidad

en favor de la casa de Israel. R/.

 

Los confines de la tierra han contemplado

la victoria de nuestro Dios.

Aclama al Señor, tierra entera;

gritad, vitoread, tocad. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (16,16-20):

 

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver».

Comentaron entonces algunos discípulos:

«¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?».

Y se preguntaban:

«¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice».

Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:

«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».

Palabra del Señor



1

Homilía: “Cambiar de rumbo con fe y docilidad”

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

En este tiempo de Pascua, seguimos acompañando a la Iglesia naciente en su camino de evangelización. Hoy, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta a San Pablo en una nueva etapa de su misión: después de dejar Atenas, llega a Corinto. No lo hace como un turista, ni como un predicador itinerante más; llega como un apóstol que sabe adaptarse a las circunstancias, y que en medio de los cambios, mantiene firme su misión. El Espíritu Santo, que lo guía, le va mostrando nuevos caminos.

I. El discernimiento del rumbo

Pablo tenía grandes proyectos. Él soñaba con llegar a todos los rincones del mundo conocido para anunciar el Evangelio. Sin embargo, en ocasiones, el Señor le cerraba una puerta y le abría otra. En Corinto, en lugar de predicar de inmediato con grandes discursos, lo vemos realizando un gesto muy humano: se une a Priscila y Aquila, con quienes comparte el oficio de fabricar tiendas. Pablo no desprecia el trabajo manual, ni se desespera porque su misión parezca estancada. Más bien, lee los acontecimientos, se adapta, trabaja, y en ese contexto, sigue evangelizando.

La vida es así. Todos tenemos metas y proyectos: un ministerio pastoral, una vocación familiar, un ideal misionero o académico. Pero de pronto, las cosas cambian: enfermedades, pérdidas, traslados inesperados, fracasos humanos. ¿Qué hacemos en esos momentos? ¿Nos quejamos? ¿Abandonamos la esperanza? ¿O sabemos, como Pablo, hacer un silencio interior, ponernos en oración y discernir el nuevo rumbo al que el Señor nos llama?

El Espíritu Santo es clave en este proceso. Él no es un viento que arrebata sin sentido, sino una brisa suave que susurra a nuestro corazón: “Sigue este nuevo camino. No tengas miedo. Aquí también estoy contigo”.

II. La fidelidad da fruto

Pablo, aun en la dificultad, predica. Y aunque en un momento se ve rechazado por los suyos —los judíos de la sinagoga— no se encierra en la frustración. Se sacude el polvo de encima, va a la casa de Ticio Justo, y allí sigue anunciando. ¿Y cuál es el fruto? ¡Crispo, el jefe de la sinagoga, se convierte con toda su familia!

Esto nos enseña que cuando somos fieles, incluso si debemos cambiar de estrategia, el fruto llega. La obra de Dios nunca se frustra si nosotros permanecemos en actitud de docilidad. Tal vez no veremos la cosecha de inmediato, pero el Espíritu sigue actuando.

III. “Vuestra tristeza se convertirá en gozo”

El Evangelio de hoy, tomado de san Juan, nos sitúa en un momento de tensión para los discípulos: Jesús les habla de una partida inminente, de una “poca” de tiempo en la que no lo verán. Ellos no entienden. Se sienten confundidos y tristes. Sin embargo, Jesús les asegura que su tristeza se convertirá en alegría.

Esta es una palabra también para nosotros. A veces Dios parece esconderse. Las cosas no salen como esperábamos. La vida toma rumbos que no planificamos. Pero esa ausencia aparente es preparación para una presencia más profunda. Jesús se va para que venga el Espíritu. La tristeza del momento se transformará en gozo pascual si permanecemos en la fe.

Así es nuestra vida espiritual: ciclos de aparente pérdida que se transforman en gracia, como la cruz que se convierte en resurrección. Jesús no nos deja solos: nos prepara para una presencia más íntima, la del Espíritu que nos guía desde dentro.

IV. Cantar la salvación de Dios

El Salmo 98 nos invita hoy a cantar: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas”. La verdadera alabanza no brota de vidas perfectas ni de proyectos sin dificultades, sino de corazones que han visto la fidelidad de Dios incluso en medio de los cambios, los giros y las noches oscuras. Por eso el salmista canta: “Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios”.

Queridos hermanos: en este Año Jubilar, en el que nos reconocemos como peregrinos de la esperanza, esta Palabra nos exhorta a confiar, a dejarnos conducir por el Espíritu, a no temer si las cosas no salen como esperábamos. Como Pablo, como los primeros discípulos, también nosotros seremos testigos de que Dios es capaz de sacar alegría de la tristeza, fruto del fracaso, camino de la aparente pérdida.

Que no nos aferremos a lo que fue. Que no nos angustiemos por lo que no entendemos. Más bien, dejémonos guiar por el Espíritu, y en medio de cada cambio o crisis, oremos diciendo: “Señor, si este no era el camino que yo pensaba, enséñame el que tú me propones. Si debo empezar de nuevo, dame la fuerza y la paz. Si debo esperar, regálame la paciencia. Pero sobre todo, no me sueltes de tu mano”.


Conclusión y exhortación final

Como Pablo en Corinto, como los discípulos en el cenáculo, nosotros también estamos llamados a ser dóciles y fieles. Aunque a veces no entendamos, aunque nos sintamos tristes o desconcertados, el Señor no deja de acompañarnos.

Él sigue obrando maravillas en nuestras vidas, especialmente cuando somos humildes para cambiar de rumbo, si es necesario, y permitir que el Espíritu conduzca nuestros pasos. Y cuando menos lo esperemos, nuestra tristeza se transformará en gozo.

Que María, en este mes de mayo, interceda por nosotros y nos enseñe a decir cada día: “Hágase en mí según tu Palabra”. Amén.

 


2

Disipando Dudas

Reflexión a la luz de Juan 16,17-18

Comentaron entonces algunos discípulos: «¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?» Y se preguntaban: «¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice».
(Juan 16,17-18)

¿Y tú? ¿Entiendes lo que quiso decir Jesús? ¿O, como aquellos discípulos, también te sientes confundido por sus palabras?

Aunque el orgullo nos tiente a aparentar una comprensión total del Evangelio, la verdad humilde y honesta es que muchas veces estamos tan perplejos como ellos. Pero esta confusión, lejos de ser un defecto, puede ser un punto de partida para la fe auténtica.

La duda sincera de los discípulos es una señal de que tomaban a Jesús en serio. No eran indiferentes. Escuchaban con atención, reflexionaban, dialogaban… Y reconocían su incapacidad para comprender del todo. Esa actitud humilde les abría el corazón para recibir la verdad.

Jesús no los regaña por no entender. Al contrario, sigue hablándoles con ternura, usando imágenes y palabras profundas, porque las verdades del Reino de Dios no son lecciones escolares, sino misterios que solo se penetran desde la fe.

Y es que la fe no es lo contrario de la razón, sino su elevación. Es el don que Dios nos da para creer incluso cuando no vemos con claridad. Es la luz que comienza como chispa y se convierte en faro cuando es acogida con humildad y perseverancia. Y esa fe, con el tiempo, abre la puerta a una comprensión más profunda.

Más adelante en el mismo capítulo, los discípulos exclaman con alegría:

«Ahora entendemos que lo sabes todo… Por eso creemos que has venido de Dios» (Juan 16,30).

Esa es la meta del camino espiritual: pasar de la confusión a la fe, y de la fe a la confianza total.


Para meditar hoy:

¿Estoy luchando con dudas o confusión en mi fe? ¿Estoy tentado a la indiferencia, o me comprometo como los discípulos a seguir escuchando, buscando, preguntando?

No temas tus dudas. Preséntaselas al Señor. Él no busca eruditos perfectos, sino corazones abiertos y sinceros. Ruega por el don de la fe y permite que esa luz divina ilumine tu caminar en medio de los misterios de la vida.


Oración:

Señor Jesús,
Tú eres misterio insondable, fuente de sabiduría y verdad.
Gracias por hablarme con paciencia,
incluso cuando no entiendo del todo.
Hazme humilde para reconocer mis dudas
y perseverante para seguir escuchándote.
Dame la fe para creer sin ver,
y la esperanza de que un día comprenderé mejor.
Creo, Señor. Ayuda mi incredulidad.
Jesús, en Ti confío.


29 de mayo: San Pablo VI, Papa — Memoria opcional

1897–1978
Patrono del Concilio Vaticano II
Canonizado por el Papa Francisco el 14 de octubre de 2018



Cita:


Y lo más importante de todo, al despedirme de esta escena terrenal y encaminarme a enfrentar el juicio y la misericordia de Dios, hay tantas cosas que debería decir, muchísimas.
Sobre el estado de la Iglesia: que escuche algunas de nuestras palabras que pronunciamos en su favor con seriedad y amor.
Sobre el Concilio: que se lleve a buen término y que se implementen sus disposiciones.
En cuanto al ecumenismo: debe continuar el acercamiento a los Hermanos separados, con gran comprensión y paciencia, con gran amor; pero sin desviarse de la verdadera doctrina católica.
En cuanto al mundo: no se debe pensar que se le ayuda adoptando sus formas de pensar, sus hábitos y gustos, sino estudiándolo, amándolo y sirviéndolo.
Cierro los ojos ante este mundo doloroso, dramático y magnífico, invocando una vez más sobre él la bondad divina.
Bendigo nuevamente a todos, especialmente a Roma, Milán y Brescia.
Para Tierra Santa, la tierra de Jesús, donde fui como peregrino de fe y paz, un saludo y bendición especial.

~ Testamento espiritual de Pablo VI


Reflexión:

Giovanni Battista Montini nació en el norte de Italia, a unos 80 kilómetros al este de Milán. Fue el segundo de tres hermanos. Su padre era abogado, dirigía un periódico católico en la provincia de Brescia y era miembro de la Acción Católica Italiana, una organización laical que promovía mayor influencia de la fe católica en la sociedad. Su madre provenía de una familia noble adinerada, pero tras la muerte temprana de sus padres, pasó gran parte de su adolescencia en un internado dirigido por religiosas francesas en Milán.

De niño, su familia lo llamaba "Battista". Fue educado por jesuitas, disfrutaba los deportes y jugar a las cartas. A los doce años fue diagnosticado con una afección cardíaca crónica y problemas intestinales, por lo que a menudo debía ausentarse largos períodos de la escuela y recibir tutorías privadas en la villa familiar.

Aunque por mucho tiempo quiso ser periodista como su padre, Battista ingresó al seminario a los 18 años y fue ordenado sacerdote cuatro años después. Poco tiempo después fue enviado a Roma para estudiar Derecho Canónico. A pesar de sus problemas de salud, obtuvo el doctorado y se preparó para el cuerpo diplomático del Vaticano. Sirvió brevemente en la nunciatura en Varsovia, Polonia, y luego regresó a Roma para trabajar con el Papa Pío XI como diplomático de la Santa Sede, colaborando también con la Signatura Apostólica, el Santo Oficio y la Secretaría de Estado.

Cuando Pío XII fue elegido en 1939, Montini trabajó con él diariamente y se convirtió, de hecho, en su secretario personal. Durante la Segunda Guerra Mundial, ayudó al papa a enfrentar el caos. Organizó la asistencia del Vaticano a los refugiados en Roma: alojamiento, alimentación, escondites y atención espiritual.

En 1952 fue nombrado Prosecretario de Estado para Asuntos Generales, y en 1954 fue ordenado Arzobispo de Milán y secretario de la Conferencia Episcopal Italiana. Allí demostró gran capacidad organizativa: fundó parroquias, reformó la catequesis diocesana y buscó nuevas formas de evangelización. En respuesta al auge del marxismo, defendió la dignidad del trabajador y promovió los derechos de los inmigrantes, además de establecer vínculos con otros cristianos, judíos, musulmanes y no creyentes.

Cuando murió Pío XII en 1958, muchos pensaron que Montini sería su sucesor. No obstante, no era cardenal, aunque se supo después que Pío XII le había ofrecido el cardenalato al menos en dos ocasiones, y él las había rechazado. El cónclave eligió entonces al Patriarca de Venecia, Juan XXIII, quien tenía gran aprecio por Montini. Al poco tiempo de su elección, lo nombró cardenal y le confirió varias responsabilidades en la Curia romana.

Entre 1958 y 1960, el Cardenal Montini mostró gran interés por la Iglesia universal, visitando países de África, Sudamérica, Estados Unidos y Europa. En 1961 fue nombrado miembro de la comisión preparatoria del Concilio Vaticano II. Aunque al principio fue escéptico, colaboró fielmente.

El 11 de octubre de 1962, el Papa Juan XXIII abrió oficialmente el Concilio. Su visión era actualizar la fe de la Iglesia, buscando una nueva primavera espiritual y mayor diálogo con los no creyentes. Quería que la Iglesia afrontara temas como la modernización, el comunismo, el desarrollo económico, la guerra y la pobreza.

Tras la muerte de Juan XXIII en 1963, Montini fue elegido Papa el 21 de junio. Reanudó el Concilio y supervisó su implementación. Reformó los ritos litúrgicos y el calendario litúrgico. Fue el primer papa viajero, visitando 17 países. En Tierra Santa se reunió con el Patriarca Atenágoras, levantando mutuamente las excomuniones de 1054. En sus viajes, promovió la paz, la justicia social, la alfabetización, el ecumenismo y la unidad mundial.

Una de sus decisiones más difíciles fue publicar la encíclica Humanae Vitae, que reafirmó la enseñanza tradicional sobre la anticoncepción. Aunque fue muy criticado, especialmente en Occidente, siguió su conciencia en oración y con firmeza. Su encíclica anticipó consecuencias del uso indiscriminado de anticonceptivos: infidelidad, decadencia moral, cosificación de la mujer, abusos del poder estatal y el error de creer que tenemos dominio total sobre nuestros cuerpos. Hoy, muchas de esas advertencias se han cumplido.

San Pablo VI fue uno de los primeros papas en afrontar los desafíos del mundo moderno. Buscó mantener la fe antigua de la Iglesia siempre viva, nueva y pertinente. Promovió la unidad, la paz y la dignidad humana. Sus decisiones han influido directamente en nuestra forma actual de celebrar la liturgia y vivir los sacramentos.


Oración:

San Pablo VI, Papa, fuiste un fiel servidor de Cristo y de su Iglesia. Con oración y valentía buscaste compartir la fe antigua y gloriosa con el mundo entero. Ruega por mí, para que también yo sea un fiel servidor de la Iglesia de Cristo, cumpliendo con amor la misión de llevar la gracia y la misericordia de Dios a todos.
San Pablo VI, ruega por mí. Jesús, en Ti confío.

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