El riesgo de amar
(Juan 13:16-20) “Felices” somos
si sabemos situarnos verdaderamente en relación con Dios y con los demás.
En el contexto del lavatorio
de los pies entendemos que no hay otro camino que el de Jesús. Se trata de un
verdadero desafío, porque se trata de ser coherentes con la llamada recibida,
de elegir el lado de la vida, de respetar la alteridad del otro, sin tener
miedo a la diferencia, a la traición, a ser arrancado, en definitiva, correr el
riesgo de amar sin esperar nada a cambio.
Emmanuelle Billoteau, ermitaña
(Hechos 13, 13-25) La historia del pueblo de Israel es de esperanza, porque da testimonio de la fidelidad y de la generosidad de Dios para con los suyos. Y todos hacemos parte de eso. Por tanto, hoy le damos las gracias por estar siempre presente a nuestro lado.
Primera lectura de hoy
Lectura de los Hechos de los Apóstoles
Hch 13, 13-25
Predicación en Antioquía de Pisidia
13 Pablo y sus compañeros se embarcaron en Pafos y viajaron a Perge, en la región de Panfilia; pero Juan los dejó y volvió a Jerusalén. 14 De Perge pasaron a Antioquía de Pisidia. Allí, el sábado, entraron en la sinagoga y se sentaron. 15 Después de la lectura de la ley y de los profetas, los jefes de la sinagoga los invitaron:
—Hermanos, si tienen algo que decir para dar ánimo a la gente, díganlo ahora.
16 Entonces Pablo se levantó y, pidiéndoles con la mano que guardaran silencio, dijo:
—Escuchen ustedes, israelitas, y también ustedes, los extranjeros que tienen temor de Dios. 17 El Dios del pueblo de Israel escogió a nuestros antepasados; hizo de ellos una nación grande cuando todavía estaban viviendo como extranjeros en Egipto, y después, con su poder, los sacó de aquella tierra. 18 Dios soportó su conducta en el desierto unos cuarenta años, 19 y destruyó siete naciones en el país de Canaán, para dar sus tierras a nuestros antepasados. 20 Todo esto duró unos cuatrocientos cincuenta años.
»Después les dio caudillos, hasta los días del profeta Samuel. 21 Entonces ellos pidieron un rey que los gobernara, y Dios, durante cuarenta años, les dio como rey a Saúl, hijo de Quis, que era de la tribu de Benjamín. 22 Más tarde, Dios quitó de su puesto a Saúl, y les dio por rey a David, de quien dijo: “He encontrado que David, hijo de Jesé, es un hombre que me agrada y que está dispuesto a hacer todo lo que yo quiero.” 23 Uno de los descendientes de este mismo David fue Jesús, a quien Dios envió para salvar a Israel, como había prometido. 24 Antes que Jesús viniera, Juan anunciaba el mensaje a todo el pueblo de Israel, diciéndoles que debían volverse a Dios y ser bautizados. 25 Y cuando Juan se iba acercando al fin de su vida, dijo: “Yo no soy lo que ustedes piensan; pero después de mí viene uno a quien yo ni siquiera merezco desatarle las sandalias de los pies.”
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
Salmo responsorial del día
Salmo 89(88)
Sal 89(88),
El pacto de Dios con David
R/. Tuviste misericordia de David y su linaje por siempre.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades Pues dijiste: “Cimentado está por siempre mi amor, asentada más que el cielo mi lealtad”. R/.
“Encontré a David, mi siervo, y lo he ungido con óleo sagrado; para que mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga valeroso”. R/.
“Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán, por mi nombre crecerá su poder. Él me invocará: ‘Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora’”. R/.
Evangelio del día según San Juan
Jn 13, 16-20
Jesús lava los pies de sus discípulos
–En la última cena, después de lavar los pies a sus discípulos les dijo Jesús–
16 Les aseguro que ningún servidor es más que su señor, y que ningún enviado es más que el que lo envía. 17 Si entienden estas cosas y las ponen en práctica, serán dichosos.
18 »No estoy hablando de todos ustedes; yo sé quiénes son los que he escogido. Pero tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: “El que come conmigo, se ha vuelto contra mí.”
19 Les digo esto de antemano para que, cuando suceda, ustedes crean que Yo Soy. 20 Les aseguro que el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
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✨ COMENTARIO EXEGÉTICO Y PASTORAL
📖 Primera Lectura: Hechos 13,13-25
Este texto nos presenta parte del discurso
misionero de Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia. Pablo y sus
compañeros, en una línea similar a la de Pedro en Pentecostés, hacen una relectura
de la historia de la salvación desde la perspectiva del cumplimiento en
Cristo. El apóstol destaca la fidelidad de Dios a su pueblo: Él elige, libera,
conduce, da jueces, reyes, y finalmente suscita a Jesús como Salvador.
Pablo cita especialmente a David, figura clave en
la tradición judía, para conectar la historia pasada con el presente de la
salvación. La vocación de David es presentada como designio y elección
divina, subrayando que Dios se fija en el corazón.
En este Año Jubilar, este pasaje nos invita a leer
nuestra propia historia —personal, eclesial y nacional— desde la acción fiel de
Dios. La vocación no nace del mérito humano, sino de la elección misericordiosa
de un Dios que guía y llama a su pueblo a través del tiempo.
🎶 Salmo 89(88)
Este salmo es un himno a la fidelidad de Dios,
centrado en la alianza con David. Se presenta a Dios como roca firme, fiel a
su promesa, que unge al elegido y lo acompaña con su fuerza. El salmista
canta la misericordia del Señor "eternamente", reconociendo que la
vocación tiene una raíz en el amor estable de Dios.
Es un salmo que resuena con fuerza en el corazón de
quienes viven su vocación en fidelidad diaria, especialmente en tiempos de
prueba o cansancio. También es un canto que estimula a los jóvenes a confiar en
el llamado de Dios, que unge, acompaña y sostiene.
📖 Evangelio: Juan 13,16-20
Estas palabras son parte del discurso de despedida
de Jesús tras el lavatorio de los pies. Jesús insiste en que el discípulo no es
mayor que su Señor. El contexto es claramente vocacional y misionero: el
Maestro ha servido, y los discípulos están llamados a hacer lo mismo. Servir no
es un rol opcional, sino una consecuencia de haber sido enviados por Él.
Además, Jesús promete que quien reciba a sus
enviados, lo recibe a Él mismo, y por Él, al Padre. Hay aquí una afirmación
profundamente eclesial y sacramental de la misión: quien responde a una
vocación, lo hace en nombre del mismo Cristo.
En el Año Jubilar, este texto nos llama a ser Iglesia
servidora, alegre y testimonial, que forma discípulos misioneros con
corazón humilde.
🙌 HOMILÍA
Hermanos
y hermanas en Cristo,
Nos reunimos hoy, en este tiempo pascual lleno de
alegría, para escuchar cómo la Iglesia primitiva anunciaba el Evangelio, cómo
Dios es fiel a sus promesas, y cómo Jesús nos llama a servir en humildad. En
este camino de Pascua, la Palabra de Dios ilumina nuestro andar como peregrinos
de la esperanza, en este año jubilar al que el Papa Francisco nos convocó
para volver al centro de nuestra fe y misión.
1. Dios llama y guía la historia (Hechos 13,13-25)
Pablo se encuentra en tierra pagana, pero se dirige
a la comunidad judía en la sinagoga. Allí hace una catequesis misionera,
repasando la historia del pueblo de Israel para mostrar que Jesús es el
cumplimiento de todas las promesas. Es una palabra fuerte, clara, valiente.
En su discurso, Pablo repite constantemente que Dios
es quien actúa: "Eligió a nuestros padres", "engrandeció
al pueblo", "les dio jueces", "les dio un rey",
"suscitó a David", y finalmente "trajo a Jesús". Todo
es iniciativa de Dios.
Esto tiene una gran fuerza para nosotros hoy.
Nuestra vocación no es un proyecto personal, sino una respuesta a una
historia de amor que nos precede. Dios ha estado obrando en nuestras vidas
mucho antes de que lo reconociéramos. Y en este año jubilar, se nos invita a
mirar hacia atrás con gratitud y hacia adelante con esperanza: ¡Dios sigue
guiando a su Iglesia!
¿No es eso lo que vivimos en nuestras comunidades?
¿Cuántas vocaciones han nacido del testimonio de abuelos creyentes, de
catequistas humildes, de sacerdotes entregados? Nuestra historia está tejida
de vocaciones que han hecho visible a Cristo.
2. La fidelidad de Dios es el
terreno de la vocación (Salmo 89)
El salmo nos recuerda que Dios es fiel a su
alianza, que no olvida a sus ungidos. En un mundo donde reina la
inestabilidad, esta es una buena noticia: nuestras vocaciones no se apoyan
en nuestras fuerzas, sino en su fidelidad. Dios unge, fortalece y acompaña.
Este canto es una invitación a los llamados: no
temas, porque Dios que te ha elegido te sostendrá. Es también un consuelo para
quienes han sentido el desgaste de los años o la fatiga del camino vocacional:
Dios no olvida su promesa.
Y es, finalmente, un llamado para todos: la
vocación es un don que florece en comunidad, en una Iglesia que canta y
celebra la fidelidad de su Señor.
3. El discípulo es servidor (Juan
13,16-20)
Jesús acaba de lavar los pies. En ese gesto
escandaloso para su tiempo, ha dejado un programa de vida para sus seguidores: la
vocación cristiana es servicio. No se trata de buscar privilegios, sino de
poner la vida al servicio de los demás.
"El que recibe al que yo envío, me recibe a
mí", dice Jesús. Esto es profundamente misionero y eclesial. Cada
vocación dentro de la Iglesia —sacerdotes, religiosas, matrimonios, misioneros
laicos— es un envío en nombre de Cristo. Y por eso debe vivirse con humildad
y autenticidad.
En este Año Jubilar, necesitamos una Iglesia de
pies descalzos, servidora, que no se encierre en sus estructuras sino que
se incline ante los pies de la humanidad herida. Una Iglesia que escuche, que
sirva, que llame con ternura.
🎯 CONCLUSIÓN
Hoy, al escuchar a Pablo, al cantar con el
salmista, y al contemplar a Jesús sirviendo, queremos renovar nuestra fe en la
vocación de la Iglesia.
Queremos pedir:
- Por los
jóvenes, para que descubran que su vida tiene sentido en Cristo.
- Por los
matrimonios, para que vivan su vocación como signo de amor fiel.
- Por los
consagrados, para que sean testigos alegres del Reino.
- Por los
ministros ordenados, para que sirvan con humildad y pasión
evangelizadora.
- Por todas
las comunidades, para que sean semilleros de vocaciones y de
esperanza.
🙏 Oración final (puede usarse al
final de la homilía o como oración universal)
Señor
Jesús,
Tú que fuiste el Siervo por excelencia,
enséñanos a vivir nuestra vocación desde el amor que se dona.
Mira a tu Iglesia, peregrina en este año jubilar,
y suscita en su interior nuevas vocaciones al servicio del Evangelio.
Renueva en cada bautizado el fuego del primer amor,
y haznos servidores fieles y generosos en tu Nombre.
A Ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
–En la última cena, después de lavar los pies a sus discípulos les dijo Jesús–
16 Les aseguro que ningún servidor es más que su señor, y que ningún enviado es más que el que lo envía. 17 si entienden estas cosas y las ponen en práctica, serán dichosos.
Juan 13: 16-17
Durante esta Cuarta Semana de Pascua, volvemos a la Última Cena y pasaremos algunas semanas considerando el discurso que Jesús dio esa noche de Jueves Santo a sus discípulos. La pregunta que debes hacerte hoy es esta: "¿Eres bendecido?" Jesús dice que eres bendecido si "entiendes" y "haces" lo que enseña a sus discípulos. Entonces, ¿qué les enseñó?
Jesús ofrece esta acción profética mediante la cual asumió el papel de esclavo al lavar los pies de los discípulos. Su acción fue mucho más fuerte que las palabras, como dice el refrán. Los discípulos se sintieron humillados por este acto, y Pedro, al principio, lo rechazó. No hay duda de que este humilde acto de servicio, mediante el cual Jesús se rebajó ante sus discípulos, les causó una fuerte impresión.
La visión mundana de la grandeza es muy diferente a la que enseñó Jesús. La grandeza mundana es un proceso de elevarte a los ojos de los demás, esforzándote por hacerles saber lo bueno que eres. La grandeza mundana a menudo está impulsada por el miedo a lo que otros puedan pensar de ti y el deseo de ser honrado por todos. Pero Jesús quiere dejar claro que solo seremos grandes si servimos. Debemos humillarnos ante los demás, sosteniéndolos a ellos y con bondad, honrándolos y mostrándoles el más profundo amor y respeto. Al lavarles los pies, Jesús abandonó por completo la visión mundana de la grandeza e invitó a sus discípulos a hacer lo mismo.
La humildad a veces es difícil de entender. Es por lo que Jesús dijo: “Si entienden estas cosas…” Se dio cuenta de que los discípulos, así como todos nosotros, lucharemos por comprender la importancia de humillarnos ante los demás y servirlos. Pero si entiendes la humildad, serás "bendecido" cuando la vivas. No serás bendecido a los ojos del mundo, pero serás verdaderamente bendecido a los ojos de Dios.
La humildad se logra especialmente cuando purificamos nuestro deseo de honor y prestigio, cuando superamos todo temor de ser maltratados y cuando, en lugar de este deseo y temor, deseamos abundantes bendiciones para los demás, incluso antes que nosotros mismos. Este amor y humildad es el único camino a esta profundidad misteriosa y profunda de amor.
Reflexiona hoy sobre este acto humilde del Hijo de Dios, el Salvador del mundo, rebajándose ante sus discípulos, sirviéndoles como si fuera un esclavo. Intenta imaginarte a ti mismo haciendo esto por los demás. Piensa en varias formas en las que puedes hacer más fácilmente todo lo posible para poner a los demás y sus necesidades antes que las tuyas. Busca eliminar todos los deseos egoístas con los que luches e identifica cualquier miedo que te impida la humildad. Comprende este don de la humildad y vívelo. Solo entonces serás verdaderamente bendecido.
Mi humilde Señor, Tú nos diste el ejemplo perfecto de amor cuando elegiste servir a Tus discípulos con gran humildad. Ayúdame a comprender esta hermosa virtud y a vivirla. Líbrame de todo egoísmo y miedo para que pueda amar a los demás como Tú nos has amado a todos. Jesús, en Ti confío.
15 de mayo: San Isidoro—Memorial opcional
C. 1070-c. 1130 Patrón de Madrid, de labradores, albañiles y comunidades rurales
Canonizado por el Papa Gregorio XV, 12 de marzo de 1622
San Isidoro, a quien honramos hoy, a menudo se llama Isidoro el Labrador o Isidro Labrador.
Era un hombre común, esposo y padre que vivió una vida humilde y sencilla trabajando los campos para un terrateniente. Su fe extraordinaria, por la que siempre buscó primero el Reino de Dios, nos da un excelente ejemplo de cómo lograr una santidad extraordinaria en la rutina ordinaria del trabajo diario.
Isidoro nació en la pobreza material de Madrid. Sus padres, sin embargo, eran ricos en virtud y fomentaron en él una fe profunda. En su bautismo, se le dio el nombre de Isidoro, en honor a San Isidoro de Sevilla, el gran erudito español y obispo de Sevilla que vivió unos 500 años antes. A causa de la pobreza de la familia, Isidoro el Obrero no recibió educación. En cambio, desde muy joven, Isidoro trabajó como jornalero para un rico terrateniente. El hacendado se encariñó mucho con Isidoro y lo trató como a un hijo, confiándole incluso la administración de su finca. Se cree que Isidoro vivió durante sesenta años como peón, pero otra especulación es que pudo haber muerto alrededor de los cuarenta años.
¿Qué es lo que elevó a este hombre humilde y sencillo a las filas de los santos de la Iglesia? Para empezar, se dice que Isidoro fue excepcionalmente generoso con los pobres. Aunque él mismo era pobre, él y su esposa distribuían regularmente lo poco que tenían a aquellos que tenían una necesidad aún mayor. También se dice que fue un hombre de profunda oración. Asistía regularmente a Misa todos los días antes del trabajo, poniendo a Dios primero todos los días. Y como resultado de su intercesión, abundaron los milagros, no sólo durante su vida, sino también después de su muerte.
Isidoro y su esposa tuvieron un hijo. Una leyenda dice que su hijo pequeño cayó en un gran pozo. Isidoro y su esposa oraron con fervor y de repente, el agua del pozo comenzó a subir. Muy pronto, el agua había llevado al niño a la superficie, e Isidoro y su esposa pudieron sacarlo.
Otra leyenda dice que como Isidoro asistía a misa todas las mañanas, llegaba más tarde a trabajar que los demás jornaleros. Cuando el hacendado recibió quejas de que Isidoro llegaba tarde al trabajo, decidió investigar. Efectivamente, el terrateniente descubrió que Isidoro llegaba regularmente más tarde que los demás. Cuando el hacendado fue a confrontar a Isidoro por esto, se encontró con una gran sorpresa. Mientras caminaba hacia Isidoro arando en el campo, vio que había otros arando junto a él que parecían ángeles, usando bueyes de apariencia angelical. Por lo tanto, Dios recompensó a Isidoro con la ayuda de los ángeles para realizar aún más trabajo que los demás porque Isidoro puso a Dios en primer lugar todos los días.
Isidoro también cuidó con gran solicitud a todas las criaturas de Dios. Según una leyenda, un día de invierno, cuando Isidoro llevaba un saco de grano para moler, vio unos pájaros hambrientos y compartió con ellos un poco de grano, lo que provocó las críticas de un compañero de trabajo. Pero después de que el saco de grano disminuido de Isidoro fue molido y devuelto a él, tenía el doble de harina que los demás.
Otras leyendas describen a Isidoro devolviendo a la vida a la hija de su terrateniente, levantando un manantial de agua en un lugar seco para dar de beber a los sedientos y produciendo una olla llena de comida para alimentar a los visitantes pobres y hambrientos.
También se creía que la esposa de Isidoro, María, era bastante santa. Cuando su único hijo murió a una edad muy temprana, la pareja hizo una promesa de celibato y juntos se dedicaron exclusivamente a Dios. En España, María se conoce como Santa María de la Cabeza (Santa María de la Cabeza). Se le han atribuido milagros y hasta el día de hoy se lleva en procesión la reliquia de su cabeza. Se cree que por su intercesión en múltiples ocasiones ha caído lluvia en el campo durante las sequías.
Después de la muerte de Isidoro, los milagros continuaron. Alfonso VIII, rey de Castilla, durante una batalla con los musulmanes, supuestamente tuvo una visión de San Isidoro, quien lo dirigió a él y a su ejército por el camino de la victoria en 1212. Ese mismo año, después de una inundación, el cuerpo de San Isidoro fue exhumado milagrosamente de su tumba y fue hallado incorrupto. Siglos más tarde, cuando Felipe III, rey de España, tocó el cuerpo de San Isidoro, éste se curó milagrosamente de una grave enfermedad. En total, ha habido más de 400 milagros atribuidos a la intercesión de Isidoro a lo largo de los siglos.
Otro gran honor otorgado a este sencillo, pobre y humilde agricultor fue canonizado por el Papa Gregorio XV en 1662. Fue canonizado al mismo tiempo, en la misma ceremonia, con algunos de los santos más reconocidos y queridos en la historia de la Iglesia: Santos Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Ávila y Felipe Neri.
San Isidoro es el patrón de Madrid, y su fiesta es muy celebrada en esa localidad y en toda España. También es honrado en muchas comunidades rurales de Chile, Nicaragua, Perú, Filipinas y Estados Unidos. San Isidoro es un santo para el hombre trabajador. Mientras trabajaba, oraba continuamente, ofreciendo su trabajo como un acto de amor a Dios. La vida de san Isidoro magnifica la dignidad del trabajo y muestra al trabajador común el camino de la santidad. El trabajo diario y el trabajo duro tienen el potencial de ser una forma de honrar a Dios. San Isidoro puso a Dios primero en su vida. De su fe y amor a Dios resplandecía su trabajo, caridad y dignidad.
San Isidoro, naciste en la pobreza y trabajaste con el sudor de tu frente durante toda tu vida. Todo lo que hiciste, lo hiciste para dar gloria a Dios. Incluso las tareas pequeñas fueron santificadas en tu vida. Por favor oren por mí, para que encuentre dignidad y santidad al hacer las tareas y trabajos más mundanos de mi vida con amor. Que busque siempre primero el Reino de Dios, haciendo de su voluntad el centro de mi vida. San Isidoro Obrero, ruega por mí. Jesús, en Ti confío.
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