Queridos hermanos y hermanas:
Sean todos bienvenidos a esta celebración de la Eucaristía en este tercer viernes del tiempo pascual, en el que la Iglesia sigue gozosa el camino de la Resurrección del Señor.
En este día, las lecturas nos invitan a reconocer a Jesús como el Pan vivo que ha bajado del cielo y a abrir el corazón a su Palabra, que da vida eterna.
Vivimos también el marco de la Semana de Oración por las Vocaciones, tiempo especial para pedir al Dueño de la mies que siga enviando obreros a su Iglesia. Hoy, presentamos nuestras súplicas especialmente por los jóvenes que sienten inquietud vocacional, para que descubran el llamado de Dios y tengan el valor de responder con generosidad.
Elevamos además nuestra oración por el Papa León XIV, sucesor de Pedro, para que el Señor lo fortalezca en su ministerio de unidad, le conceda sabiduría y santidad, y lo acompañe con el amor de todo el Pueblo de Dios.
Con corazón agradecido, dispongámonos a escuchar al Señor que nos habla y a alimentarnos con el Pan de Vida.
Iniciemos nuestra celebración con fe y alegría.
Date tiempo
(Juan 6:52-59) “Él
permanece en mí y yo en él”, nos dice hoy Jesús. “permanecer” o “Habitar” evoca la idea de un
hogar, de un refugio seguro.
“Permanecer” también significa
permanecer en presencia de alguien, aceptar perder el tiempo, dejar espacio al
silencio.
Entre amigos o familiares, hay
momentos en que ya no tenemos mucho que decirnos. Entonces tendremos que
quedarnos.
La relación con el Señor es como cualquier relación auténtica: se construye con el tiempo.
Bertrand Lesoing, sacerdote de la comunidad de San Martín
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9,1-20):
EN aquellos días, Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres.
Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:
«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».
Dijo él:
«¿Quién eres, Señor?».
Respondió:
«Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer».
Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:
«Ananías».
Respondió él:
«Aquí estoy, Señor».
El Señor le dijo:
«Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista».
Ananías contestó:
«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre».
El Señor le dijo:
«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».
Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:
«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo».
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado. Comió, y recobró las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 116,1.2
R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,52-59):
EN aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
Palabra del Señor
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1
📖 Comentario a las Lecturas
1ª lectura: Hechos 9,1-20
La conversión de Saulo, camino de Damasco, es uno
de los testimonios más impresionantes del poder transformador del encuentro con
Cristo. Saulo, perseguidor, se convierte en Pablo, apóstol. Dios no mira el
pasado con condena, sino que entra con misericordia en la historia personal
para hacer de cada uno un testigo.
Salmo 117(116)
Un canto breve pero universal: “¡Alaben al Señor
todos los pueblos!”. La vocación cristiana no es solo un llamado individual: es
un envío al mundo. Cada vocación es un puente entre el amor de Dios y la
humanidad.
Evangelio: Juan 6,52-59
Jesús revela que su Carne es verdadera comida y su
Sangre, verdadera bebida. No se trata de un símbolo, sino de una realidad profunda:
en la Eucaristía se nos da la vida misma de Dios. El que come de este Pan vive
para siempre y se une íntimamente al Señor.
✨ Homilía: “De perseguidor a
peregrino de la esperanza”
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy la Palabra de Dios nos habla de transformación,
de comunión y de misión. Y lo hace de una manera directa, que toca las fibras
más profundas de nuestra fe.
💡 Dios
transforma la historia personal
En la primera lectura, vemos a Saulo respirando
amenazas de muerte contra los discípulos. Y sin embargo, es precisamente a él a
quien el Señor elige para ser apóstol. Esto nos dice algo fundamental: Dios
no elige a los perfectos, sino que perfecciona a los que elige. La vocación
no es una recompensa para los buenos, sino un llamado para que el amor de Dios
haga de nosotros algo nuevo.
Quizá tú también, como Saulo, has tenido momentos
de ceguera, de persecución interior, de desconcierto. Pero si hoy escuchas su
voz, Dios puede hacer de ti un testigo.
🍞 La Eucaristía, alimento del
peregrino
El Evangelio nos recuerda que la Eucaristía no
es solo un rito, es comunión real con Cristo. Quien come su carne y bebe su
sangre entra en la dinámica de su vida, muerte y resurrección. Es un anticipo
del cielo, pero también es alimento para el camino, fuerza para nuestros
días de lucha, consuelo en el sufrimiento, esperanza en la enfermedad.
Por eso hoy oramos especialmente por nuestros
hermanos y hermanas que están enfermos, por quienes sufren en
silencio, por los que se sienten solos o abatidos. Que este Pan de Vida les
sostenga, les levante y les llene de consuelo.
🕊️ Peregrinos
de la Esperanza
En este Año Jubilar, el Papa nos ha
convocado como Peregrinos de la Esperanza. ¡Qué imagen tan bella! Todos
caminamos, a veces cansados, con heridas o preguntas sin responder. Pero no
caminamos solos. Cristo resucitado va con nosotros, en la Eucaristía y en su
Palabra, en cada vocación que florece, en cada corazón que vuelve a Él como
Pablo.
Damos gracias hoy por el Papa León XIV,
sucesor de Pedro, que inicia su pontificado en estos tiempos desafiantes. Que
el Señor lo bendiga, lo ilumine y lo fortalezca como pastor de toda la Iglesia.
Y nosotros, como comunidad, caminemos con él, en fidelidad y comunión.
🙏 Una Iglesia en oración por
las vocaciones
Finalmente, en esta Semana de Oración por las
Vocaciones, miremos a Jesús que sigue diciendo: “Sígueme”. Él sigue
llamando: a jóvenes, adultos, laicos, consagrados, sacerdotes, misioneros… La
Iglesia necesita corazones valientes que digan: “Aquí estoy, Señor”.
Querido joven, si sientes una inquietud en el alma,
no la ignores. No estás solo en este camino. Jesús quiere alimentarte
con su Cuerpo, guiarte con su Palabra, y hacer de tu vida una peregrinación
llena de sentido y esperanza.
🙌 Oración final sugerida
Señor
Jesús, Pan de Vida, acompaña a tus hijos e hijas que sufren, fortalece a
quienes están enfermos, y haznos a todos peregrinos de esperanza.
Bendice al Papa León XIV, guía su corazón y su palabra.
Y suscita en tu Iglesia vocaciones santas, alegres y generosas.
Que comulgando contigo, aprendamos a vivir como tú, y a amar como tú.
Amén.
2
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
A nivel filosófico, es útil considerar varias cosas que parecen ser "fuerzas en competencia". El bien parece ser lo opuesto al mal. La luz lo opuesto a la oscuridad. Caliente lo opuesto al frío. Y la vida es lo opuesto a la muerte. Pero, ¿son realmente opuestos en el sentido de ser fuerzas en competencia? Cuando se considera cuidadosamente, está claro que el bien y el mal, la luz y la oscuridad, el calor y el frío, y la vida y la muerte no son en realidad "fuerzas en competencia"; más bien, el mal es simplemente la ausencia del bien, la oscuridad la ausencia de luz, el frío la ausencia de calor y la muerte la pérdida de vida. Y aunque esta distinción filosófica puede no parecer tan interesante para algunos y confusa para otros, es una verdad útil para reflexionar a la luz del Evangelio de hoy.
El evangelio de hoy nos dice que no “comer la carne del Hijo del hombre y beber su sangre” resulta en la muerte. La muerte es la pérdida de la vida y la Eucaristía es la fuente de la vida. Jesús dice que, si no comes Su Carne y bebes Su Sangre, "no tienes vida dentro de ti".
Esta audaz enseñanza de Jesús debería hacer que nos detengamos y examinemos nuestra visión de la Santísima Eucaristía. A veces podemos caer en la trampa de pensar que ir a Misa y recibir la Comunión es algo que hacemos como un “favor” a nuestro Señor. Pero en verdad, es el favor más profundo de Dios para nosotros, porque la Eucaristía es la puerta de entrada a la vida eterna. Y sin él, no tenemos vida dentro de nosotros. Nuestros espíritus mueren porque perdemos la presencia de Dios.
Observar el efecto negativo de no recibir la Santísima Eucaristía puede ser muy útil. A veces debemos considerar las consecuencias de nuestras acciones como una forma de motivarnos a una mayor fidelidad. Por esa razón, considerar el hecho de que no comer la Carne del Hijo de Dios resulta en la muerte debería ser muy motivador. Debe llenarnos de un santo temor de perder la presencia vivificante de Dios dentro de nosotros. Este "temor santo" es un verdadero regalo de Dios y, de hecho, es uno de los siete dones del Espíritu Santo.
Reflexiona hoy sobre tu actitud interior hacia la Santísima Eucaristía. ¿Ves tu participación en la Santa Misa más como un favor que le ofreces a nuestro Señor? ¿O lo ves como lo que es: la fuente vivificante de la vida eterna? Reflexiona sobre lo importante que es realmente este precioso regalo y vuelve a comprometerte a participar fiel y devotamente en este regalo tan sagrado.
Mi Señor Eucarístico, Tu Carne y Tu Sangre son verdaderamente la fuente de vida eterna para todos los que te reciben con fe. Te agradezco, querido Señor, por este don tan precioso de la Santísima Eucaristía, y oro para que me llene de un hambre y una sed profundas por Ti siempre. Jesús, en Ti confío.
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