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28 de mayo del 2025: miércoles de la sexta semana de Pascua

El Soplo en misión

(Juan 16,12-15) La misión del Espíritu Santo es hacernos conocer la verdad. Y este conocimiento es inseparable del amor. Amor y verdad se encuentran, dice el salmista (Sal 84 [85], 11), la justicia y la paz se besan. Nuestro deseo de verdad es, por tanto, movido por el Espíritu de la reconciliación. En un mundo ruidoso por las guerras, dejemos que el Espíritu de Cristo nos aporte el conocimiento interior y contagioso de una paz verdadera. 


(Hechos 17, 15. 22 – 18, 1; Juan 16, 12-15) Las dos lecturas se hacen eco entre sí. Jesús anuncia a su pueblo que el Espíritu les revelará facetas aún ocultas de la verdad. En Atenas vemos a Pablo desplegando esta creatividad del Espíritu e inaugurando un estilo misionero sin precedentes apostando por la apertura de los griegos “al dios desconocido”. 

Que el Espíritu renueve nuestros patrones de comprensión y nuestros lenguajes a través del contacto con los demás. 



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (17,15.22–18,1):

EN aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con él cuánto antes.
Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
«Atenienses, veo que sois en todo extremadamente religiosos. Porque, paseando y contemplando vuestros monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: “Al Dios desconocido”.
Pues eso que veneráis sin conocerlo os lo anuncio yo. “El Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene”, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por manos humanas, ni lo sirven manos humanas, como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo.
De uno solo creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo han dicho incluso algunos de vuestros poetas: “Somos estirpe suya”.
Por tanto, si somos estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos».
Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
«De esto te oiremos hablar en otra ocasión».
Así salió Pablo de en medio de ellos. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos.
Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 148,1-2.11-12.13.14

R/.
 Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos. R/.

Reyes del orbe y todos los pueblos,
príncipes y jueces del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños. R/.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (16,12-15):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

Palabra del Señor


1

"El Espíritu de la Verdad y la Misión de la Reconciliación"

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, en este tiempo pascual que se acerca a su culmen en la solemnidad de Pentecostés, la Palabra de Dios nos invita a contemplar con asombro y esperanza la acción misionera del Espíritu Santo, que nos conduce a la verdad plena y nos hace testigos de la paz en un mundo agitado por conflictos y tensiones.

1. El Espíritu nos guía hacia la verdad completa (Jn 16,12-15)

Jesús, en su despedida, nos revela que aún tiene mucho por decirnos, pero que no lo podríamos soportar ahora. Es el Espíritu Santo quien vendrá para guiarnos hacia la verdad completa. No hablará por su cuenta, sino que comunicará lo que ha oído y nos anunciará lo que está por venir. Esto nos dice que el Espíritu no es un maestro autónomo, sino el soplo vivo del amor entre el Padre y el Hijo, que prolonga la misión de Cristo en la historia.

En un mundo que se muestra hostil a la verdad, o que la relativiza, el Espíritu nos concede una verdad que no es fría información ni abstracta teoría, sino una verdad vivida, encarnada en el amor. Como recuerda el salmo 84 (85), "el amor y la verdad se encuentran, la justicia y la paz se besan". Esta verdad es también reconciliación, porque no separa ni destruye, sino que une, perdona, renueva.

2. Pablo en el Areópago: el Espíritu impulsa la misión (Hch 17,22—18,1)

La primera lectura nos presenta a san Pablo en el centro cultural e intelectual de Atenas. Desde el Areópago, se dirige a un auditorio pagano, utilizando su sabiduría para presentar a Jesucristo como el Dios desconocido que ellos adoraban sin saberlo. Este episodio muestra cómo el Espíritu empuja la misión de la Iglesia hacia las periferias culturales, hacia quienes aún no conocen al Resucitado.

Pablo no impone, sino que propone. No condena, sino que interpreta los signos del anhelo humano y los orienta hacia Cristo. El Espíritu que lo guía le permite leer el corazón de los oyentes y sembrar la semilla de la fe allí donde parecía estéril el terreno. Aunque no hubo una gran conversión en masa, sí hubo un pequeño fruto: algunos creyeron, entre ellos Dionisio y Damaris.

Esto nos recuerda que el éxito de la misión no se mide por números, sino por fidelidad al Espíritu. Nos toca sembrar, hablar con respeto, vivir con coherencia, y dejar que Dios haga crecer.

3. El Salmo: la alegría de los fieles que escuchan y actúan

El salmo 149 canta la alegría de los fieles que se reúnen en asamblea, que se gozan en su Creador, que dan gloria con sus labios y sus acciones. Esa alegría no nace del bienestar ni de la abundancia, sino de saberse pueblo elegido, portador de una promesa. Por eso, incluso en medio de adversidades, el corazón puede cantar.

Esa es la alegría que el Espíritu produce en quienes se dejan guiar por Él: no una emoción pasajera, sino la paz contagiosa. Esa paz verdadera que brota del interior y transforma el entorno.

4. Aplicación pastoral y jubilar

En este Año Jubilar, en el que el Papa León XIV nos llama a ser Peregrinos de la Esperanza, el Espíritu quiere soplar también sobre nuestras comunidades. Nos encontramos en un mundo herido por guerras, polarizaciones ideológicas, violencias silenciosas que desgarran las familias, y un ruido constante que no deja espacio al silencio interior. Pero en medio de todo esto, Cristo nos promete que no estamos solos: su Espíritu está en misión.

(En el contexto de nuestro Vicariato de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, donde las heridas del huracán, la pobreza estructural y las tensiones sociales se hacen sentir, este mensaje es vital. El Espíritu es fuerza de reconstrucción, es consuelo para los que han perdido todo, es sabiduría para quienes gobiernan, es reconciliación para los que han vivido en desconfianza.)

El Espíritu nos invita hoy a ser constructores de una cultura de paz, sembradores de verdad y de diálogo, testigos del amor que todo lo sana. Él es el gran protagonista de la misión. A nosotros nos corresponde dejarle actuar, abrir el corazón, orar en silencio, escuchar su voz, y luego caminar —aunque sea entre ruinas— llevando esperanza.


Conclusión

Queridos hermanos, hoy el Señor nos recuerda que no estamos solos. El Espíritu de la verdad está en misión: guía a la Iglesia, forma los corazones, revela el amor del Padre, y hace de nosotros testigos de Cristo en medio del mundo.

Dejemos que su soplo nos transforme. Que su luz nos libere de toda mentira, que su amor nos lleve a perdonar, y que su paz, tan distinta a la del mundo, habite en nuestros corazones y los contagie.

¡Ven, Espíritu Santo! Sopla sobre tu pueblo y renueva la faz de la tierra. Amén.


                                                                 2

 

“Guiados a la Verdad Plena por el Espíritu”

 

1. “Tengo muchas cosas más que decirles” (Jn 16,12)

Queridos hermanos y hermanas:

Estas palabras de Jesús a sus discípulos en la última cena resuenan con una ternura especial. Él conoce nuestras limitaciones, nuestras ansias, y nuestra capacidad de asombro. Por eso no se impone. No nos revela de golpe todo el misterio de Dios, sino que nos lleva paso a paso, como un maestro paciente que acompaña, como un amigo fiel que sabe esperar.

¡Qué consuelo saber que Dios tiene muchas cosas más que decirnos! Que no hemos agotado Su Palabra, que su misterio no se ha terminado de desvelar. Cada día, si abrimos el corazón, podemos escuchar algo nuevo, algo profundo, algo transformador. Esta verdad no es para llenarnos de ansiedad, sino para despertarnos al asombro. En el corazón de cada creyente debe arder una santa curiosidad, una sed de Dios que solo Él puede saciar.

2. “Pero ahora no pueden con ello” – el ritmo de la gracia

Jesús no solo reconoce que aún hay más, sino que también reconoce nuestro ritmo. No podemos con todo de una vez. Nuestra alma necesita crecer, ser trabajada desde dentro. Por eso, en su pedagogía divina, Él se adapta a nuestro tiempo interior. Esta es una clave preciosa de la espiritualidad cristiana: la verdad no se impone, se revela cuando el corazón está preparado.

Como dice un autor espiritual: “Saber que hay tanto que aún no sabemos, ya es un comienzo de sabiduría.” Saber que el misterio de Dios es infinito nos debe llenar de humildad, sí, pero también de esperanza. Saber que hay más por descubrir, más por amar, más por vivir, nos impulsa a orar más, a escuchar más, a abrirnos más al Espíritu Santo.

3. “El Espíritu de la Verdad los guiará” – una promesa en presente continuo

Aquí está el centro de esta Palabra: el Espíritu Santo es nuestro guía hacia la verdad plena. Y esta verdad no es solo un conjunto de doctrinas, sino la Verdad Viva que es Cristo mismo. El Espíritu no solo nos enseña cosas, sino que nos introduce en una comunión cada vez más profunda con el Corazón del Padre.

El verbo guiar está en presente continuo. No es un acto único, es un proceso continuo: hoy, mañana, cada día de nuestra vida, el Espíritu quiere conducirnos. ¿Nos dejamos guiar? ¿Reconocemos Su voz en nuestra conciencia, en la Escritura, en los signos de los tiempos, en los sacramentos?

Recordemos que este proceso no termina aquí. El cielo será ese gozo eterno de seguir descubriendo a Dios, sin agotarlo nunca. Y ya desde ahora podemos comenzar esa eternidad, si dejamos que el Espíritu nos tome de la mano y nos muestre más de Jesús.

4. San Pablo y el Espíritu de sabiduría (Hechos 17,22–31)

La primera lectura nos muestra un ejemplo concreto de lo que significa dejarse guiar por el Espíritu: Pablo, en Atenas, no improvisa su discurso; es el Espíritu quien le da la sabiduría para hablar con inteligencia, con respeto, con fuerza. Él no impone, propone. No juzga, interpreta. Y en medio de una cultura pagana, sabe encontrar puntos de encuentro para sembrar la semilla del Evangelio.

Así también nosotros, en nuestros ambientes, estamos llamados a ser misioneros de la verdad con delicadeza, con inteligencia espiritual, y con un corazón lleno de esperanza.

5. La alegría de los que se dejan guiar (Sal 148/149)

El salmo de hoy nos invita a la alabanza: “Que se alegren los fieles con su gloria…”. ¿Cuál es la gloria del cristiano? ¡Dejarse transformar por Dios! El verdadero gozo no está en tenerlo todo claro, sino en saberse en camino, en ser guiado, en confiar.

La alegría del creyente es esa paz profunda que no depende de saberlo todo, sino de saber en quién confía. Esa alegría es el fruto del Espíritu que nos va revelando, poco a poco, los secretos del Reino.


6. Aplicación espiritual y oración por los enfermos

Hoy, pidamos al Espíritu Santo que nos renueve en esta sed de verdad, en esta disposición a dejarnos conducir. Que no tengamos miedo de reconocer que aún hay tanto por aprender, tanto por sanar, tanto por crecer.

Pidamos también por los enfermos de nuestras familias y comunidades parroquiales. Que el Espíritu Consolador, el Paráclito, los fortalezca en su dolor, les conceda paz interior y, si es voluntad de Dios, la salud corporal. Que se sientan acompañados por nuestra oración y por el amor de Cristo que no abandona nunca.


Conclusión

Queridos hermanos, esta palabra de Jesús nos abre el corazón a un proceso maravilloso: descubrir a Dios, guiados por su Espíritu, cada día un poco más. Es tiempo de dejarnos conducir. Es tiempo de decir: “Señor, no lo entiendo todo, pero confío. Guíame Tú, enséñame, condúceme. Quiero comenzar a vivir el cielo desde hoy.”

Y así, con los ojos fijos en la Verdad, pero el corazón humilde, podremos hacer nuestra esta sencilla y poderosa oración:

“Ven, Espíritu Santo, Espíritu de Verdad. Enséñame a ver con los ojos de Cristo, a comprender con la sabiduría del Padre, y a amar con la fuerza del Corazón de Jesús. Guíame a toda verdad. Amén.”

 

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