Está decidido
(Hechos 15, 22-31) «El
Espíritu Santo y nosotros mismos hemos decidido»:
fórmula audaz de una decisión en favor de la libertad.
Se trata de no imponer nada más que lo necesario, es decir, lo que permite
vivir juntos y compartir la mesa del Señor en plena comunión, con respeto mutuo.
Abrirse al pluralismo de orígenes, liberar de yugos inútiles, ensanchar el
espacio de nuestra tienda con la audacia del Espíritu.
(Hechos 15, 22-31) Las primeras autoridades cristianas experimentaron un grave conflicto. Sin embargo, ellas saben consultar, escuchar y orar. Buscan, sobre todo, no salvar una ley, sino la comunidad. ¿No es el primer deber de la autoridad reunirse en torno a lo esencial?
(Jn 11, 44) Amarse los unos a los otros es a la vez simple y complejo. Sea como fuere, se trata de amar sobre el modelo en que el Padre y el Hijo se aman, de amarse acogiendo la alteridad, la diferencia del otro. Lo que nos invita a todo un trabajo interior sobre la pobreza de espíritu que no busca, más o menos conscientemente, apropiarse de los demás. ¿No se trata de saber siempre "soltar", como hizo Jesús con Lázaro después de haberlo liberado de las ataduras de la muerte?
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,22-31):
EN aquellos días, los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabá, y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y enviaron por medio de ellos esta carta:
«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad. Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos».
Los despidieron, y ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la comunidad y entregaron la carta. Al leerla, se alegraron mucho por aquellas palabras alentadoras.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 56,8-9.10-12
R/. Te daré gracias ante los pueblos, Señor
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora. R/.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,12-17):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Palabra del Señor
Decidimos...
Queridos hermanos y hermanas:
Seguimos caminando en este tiempo pascual, donde la
luz del Resucitado ilumina nuestras dudas, fortalece nuestras flaquezas y
reaviva nuestra esperanza. Hoy, en este viernes penitencial, la Palabra
nos habla de decisiones inspiradas, de una libertad que nace del
Espíritu, y de una comunión que se construye desde el respeto y la
compasión mutua.
1. “El Espíritu Santo y nosotros mismos hemos
decidido” (Hch 15,28)
Esta expresión del Concilio de Jerusalén no deja de
asombrar: ¡qué osadía la de los Apóstoles! No dicen simplemente “nosotros
decidimos”, ni afirman que fue solo una revelación. Se reconocen en sinergia
con el Espíritu Santo, como colaboradores de Dios. En tiempos de división,
supieron escuchar, discernir y decidir con audacia evangélica.
Lo que deciden es liberar: no imponer cargas
innecesarias a los nuevos creyentes, sobre todo a los que venían del
paganismo. ¿Por qué? Porque lo esencial no es la ley por la ley, sino lo
que permite vivir el Evangelio en comunión, compartiendo la mesa del Señor
con libertad y alegría.
Hoy, también nosotros somos llamados a revisar
nuestras cargas, a discernir qué cosas nos oprimen y oprimen a nuestros
hermanos. ¿No será que a veces imponemos más de lo necesario? ¿No será que los
yugos de nuestras exigencias, juicios y rigideces están impidiendo a otros
acercarse a Dios?
2. Salmo 57: “Mi corazón está firme, Dios mío”
El salmista canta en medio de la prueba. Su corazón
no está firme porque las cosas van bien, sino porque ha aprendido a confiar.
Desde la cueva de su dolor, alaba al Señor. Hoy, viernes penitencial, ponemos
en este salmo la voz de los que sufren:
– los que
luchan contra enfermedades,
– los que están solos o abandonados,
– los que enfrentan tormentas interiores,
– los que no ven salida.
A ellos les decimos: “Despierta alma mía...
cantaré para ti, Señor, entre los pueblos”. Porque incluso en medio del
sufrimiento, la alabanza puede brotar como un acto de resistencia de la fe.
3. “Ámense unos a otros como yo los he amado” (Jn
15,12)
Jesús hoy nos recuerda la raíz de todo: el amor
que da la vida. No un amor superficial o condicionado, sino el amor que se
entrega hasta la cruz. El amor que ve al otro como un hermano, no como
un rival. El amor que es capaz de incluir, perdonar y servir.
La Iglesia no crece por imposición ni por miedo,
sino por la fuerza del amor vivido con radicalidad. Por eso, este
viernes penitencial nos invita a:
– revisar
nuestros vínculos,
– perdonar donde hay heridas,
– soltar donde hay control,
– y elegir servir, donde antes esperábamos ser servidos.
🙏 Oración final
Señor
Jesús,
Tú que sufriste en carne propia el dolor de la cruz,
acompaña hoy a todos los que padecen en su cuerpo y en su alma.
Fortalece a los enfermos, consuela a los afligidos,
libera a los que están atrapados por el miedo o la tristeza.
Haz que, como Iglesia,
sepamos decidir contigo y con tu Espíritu,
sin imponer yugos, sino ensanchando el espacio de nuestra tienda
para que nadie se sienta excluido de tu mesa.
Haznos
testigos del amor que salva,
de la libertad que viene de Ti,
y de la comunión que todo lo sana.
Amén.
2
“Actuar
con la autoridad del amor”
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy la Palabra de Dios nos interpela profundamente
con una enseñanza que nunca pasa de moda: el verdadero poder cristiano es el
amor, no la imposición. En un tiempo donde tantas voces reclaman autoridad,
control o supremacía, el Evangelio nos vuelve a las raíces: “Este es mi
mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.” (Jn
15,12)
1. Cuando el amor es desplazado
por el legalismo
El libro de los Hechos nos sitúa en un momento
crucial de la historia de la Iglesia: la inclusión de los gentiles. Los
primeros cristianos venían del judaísmo, con una carga cultural y ritual muy
fuerte. Muchos pensaban que para ser cristiano, había que pasar por el molde
judío.
¿No nos ocurre lo mismo hoy en nuestras
comunidades? A veces creemos que quien no hace las cosas como nosotros, quien
no reza igual, quien no viste o canta como lo hacíamos antes, está “fuera” de
la verdadera fe. ¡Cuánto daño ha hecho esa actitud excluyente en nuestras
parroquias y grupos apostólicos!
Pero los apóstoles nos enseñan otra manera de
ejercer la autoridad: no desde la imposición, sino desde la comunión, el
discernimiento y el amor.
2. La autoridad verdadera nace
del amor fraterno
La carta que los apóstoles y los presbíteros
enviaron a los hermanos de origen pagano no es un simple decreto frío. Está
cargada de afecto: “los saludan sus hermanos” (Hch 15,23). No les
imponen nada fuera de lo esencial y lo hacen “con un mismo espíritu”
(v.25), con unanimidad y paz. Y no se conforman con enviar la carta: mandan
representantes, personas queridas y creíbles, para dar un rostro humano a la
decisión.
¿No necesitamos lo mismo en nuestro Vicariato? Que
nuestras decisiones pastorales sean tomadas no solo con cabeza, sino con
corazón. Que nuestro actuar esté motivado no por tradiciones vacías ni por
viejos rencores, sino por el amor fraterno que une y sana.
3. Amar como Cristo nos amó: el
gran desafío
Jesús no nos pide cualquier amor. Él dice: “Ámense
como yo los he amado”. ¿Cómo nos amó el Señor? Con ternura, con entrega,
sin distinciones, incluso dando su vida. Jesús tocó al leproso, comió con
pecadores, rompió barreras culturales. Él puso al ser humano antes que la
ley, y a la compasión antes que la costumbre.
Queridos hermanos, en este Año Jubilar de la
Esperanza, el Papa nos ha llamado a ser Peregrinos del Amor, y no
hay amor sin encarnación. No podemos amar desde lejos, detrás de un escritorio
o de un reglamento. Amar es acercarse, escuchar, comprender, acompañar, dar la
cara.
4. Nuestra realidad insular:
oportunidad para vivir el amor concreto
En nuestras islas, donde las diferencias
culturales, de origen, de idioma o historia pueden generar tensiones, estamos
llamados a repetir el gesto de los apóstoles: llamarnos hermanos, buscar
lo esencial, y actuar siempre con respeto y caridad.
La paz social y eclesial no se impone; se construye
con paciencia, con diálogo, con gestos pequeños pero constantes. Como decía San
Pablo: “Si mi libertad escandaliza al hermano débil, no la ejerzo.” (cf.
1 Cor 8)
5. La autoridad de María: modelo
de amor que construye
En este mes de María, miremos a la Virgen. ¿Qué
autoridad ejerció ella? No escribió ninguna carta, no impuso doctrina, no ocupó
cargos. Pero su amor silencioso y firme sostuvo la fe de la Iglesia naciente.
En Caná intercede. En el Calvario consuela. En Pentecostés acompaña. Ella es la
mujer del sí, del servicio, del consuelo.
Que María, Madre de la Esperanza, nos enseñe a amar
con ternura, a servir sin medir, a unir sin excluir. En su escuela,
aprenderemos a actuar siempre con la autoridad que nace del amor.
Invitación final y oración
Pidamos hoy al Señor, desde el altar y en nuestras
asambleas, en nuestras radios y redes sociales, que nos conceda un corazón
lleno de caridad pastoral. Que donde haya juicio, sembremos comprensión. Que
donde haya barreras, construyamos puentes. Que donde haya imposición,
ofrezcamos compasión.
Señor Jesús, haznos tus amigos verdaderos,
para que amando como Tú amaste, construyamos una Iglesia fraterna, acogedora y
sinodal. Que el mundo, al ver nuestro amor, reconozca que somos tuyos.
Amén.
3
Una verdadera amistad
“Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.”
Para algunos, la definición de amistad que enseña Jesús puede parecer, a primera vista, extraña. Dice que somos Sus amigos solo cuando hacemos lo que Él nos manda que hagamos. Imagínese usted diciéndole eso a uno de sus mejores amigos. Lo más probable es que tal afirmación sea recibida con una risa y un despido y considerarlo como una tontería. Entonces, ¿la verdadera amistad siempre se basa en la obediencia?
Evidentemente, la expectativa de que sus amigos le obedezcan para ganar su amistad no es la base de una amistad auténtica. Jesús es el único que puede basar su amistad en la obediencia a su santa voluntad. ¿Por qué? Por la naturaleza de lo que Él le manda a usted hacer.
Jesús es la Verdad pura. Lo que quiere es la perfección del amor. Por lo tanto, su declaración de que solo es usted su amigo si hace lo que Él le manda, enseña que la amistad se basa en la verdad. Se basa en el amor, la bondad, la magnanimidad, el sacrificio desinteresado y la entrega. Y son todas estas verdades las que Jesús nos manda vivir. Por lo tanto, Jesús esencialmente nos está diciendo que solo Su voluntad proporciona el camino hacia la amistad que deseamos tener con Él.
En lo que respecta a su amistad con los demás, cada amistad verdadera solo puede basarse en lo que Dios quiere para los amigos. Y, en ese sentido, puede usted “ordenar” la voluntad de Dios para sus amistades. Esto significa que usted solo está dispuesto a establecer una amistad sobre la verdad. Significa que solo está dispuesto a compartir una relación basada en la misericordia, la compasión, la honestidad y el amor desinteresados, sacrificados y generosos.
Reflexione hoy sobre su comprensión de la amistad. Comience con su amistad con Dios, pero luego también reflexione sobre su amistad con los demás. ¿Ama a nuestro Señor en la forma que Él manda? Y mientras reflexiona sobre su amistad con los demás, examine si cada amistad también se ajusta o no a la obediencia a la voluntad de Dios. Si puede amar a Dios y a los demás de conformidad con los dictados del amor verdadero, entonces sus amistades producirán una eternidad de profunda realización.
Mi divino Señor, me llamas a una amistad contigo basada únicamente en los dictados del amor puro y santo. Te agradezco por este mandamiento de amor y acepto esta invitación. Ayúdame, Señor, a profundizar continuamente en mi amistad contigo de acuerdo con las verdades del amor y ayúdame a basar todas mis amistades solo en los mandamientos de este santo amor. Jesús, en Ti confío.
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